viernes, 21 de diciembre de 2012

64. De escoceses y otros estereotipos

Ya sé que generalizar es una estupidez, que en todos los países y en todos los pueblos habrá santos y asesinos, tontos y listos, solidarios y egoístas, estresados y pachorrones, generosos y roñas. Pero convendrán conmigo en que hay características específicas de los pueblos, que impregnan su forma de ser colectiva y los hacen reconocibles desde fuera. Los catalanes son de una manera muy concreta; los vascos y los asturianos, lo mismo, y a los de Toledo se les reconoce a la legua, sobre todo al volante de un automóvil.

Hoy les voy a hablar en primer lugar de los escoceses, los paisanos de Sean Connery. Un pueblo de actualidad por el referéndum soberanista que preparan. Entre los anglosajones, los escoceses tienen fama de agarrados, lo que es origen de numerosos chistes. Algo de verdad debe de haber, cuando tienen esa fama. Aunque no se lo crean, también tengo un amigo escocés, al que hace años que no veo. Mi amigo se llama Geoff Keogh y, si no se ha jubilado, debe de continuar como profesor titular (senior lecturer) de la Aberdeen Business School, una prestigiosa y exclusiva escuela privada de negocios, en la que se forman los jóvenes cachorros de todos los países, que salen de allí preparados para comerse el mundo inmobiliario.

Lo conozco porque, dentro de su asignatura, hacía algunos viajes de estudios y solía recalar por Madrid a que le mostráramos los proyectos urbanísticos en marcha en nuestra ciudad, tarea en la que, como saben, se ha contado conmigo durante años. Geoff es mayor que yo (por eso dudo de si no se habrá jubilado). Es un hombre alto y delgado, completamente calvo, de cabeza apepinada, gafas de montura fina y aire doctoral. Lleva siempre la misma gabardina, camina encorvado a grandes zancadas y parece continuamente ensimismado en alguna reflexión profunda. Es también una persona muy cariñosa y atenta, que no habla una palabra de castellano. Desde su primera visita, hicimos amistad porque le gustó mi forma de explicar el urbanismo de Madrid a sus alumnos.

A partir de esa primera visita, adoptó la costumbre de contactar conmigo primero para que yo revisase el programa de su viaje y las distintas conferencias. Entonces aparecía al frente de su grey portando una botella de whisky escocés para mí, siempre de marcas diferentes, imposibles de conseguir en España. Tengo que decir que nunca en mi vida he probado un whisky como esos. El último año que vino, traía apenas seis o siete alumnos, con mayoría de orientales y negros. Me confesó que la crisis estaba afectando severamente a la Business School, que se estaba quedando sin estudiantes. Y ya no volvió más.

A lo que voy. El día que apareció con la primera botella, muy educadamente me sondeó para asegurarse de que sabría hacer buen uso de ella. Con aire despreocupado, le dije que lo serviría en un vaso alto con hielo y me lo bebería. Palideció y me dijo muy serio: si eso es lo que va usted a hacer, me la llevo otra vez. Entonces me explicó las tres reglas básicas para utilizar adecuadamente su regalo y me hizo prometer que no cometería el sacrilegio de hacerlo de otra forma. Estas fueron sus indicaciones:

            1.- No le ponga jamás hielo ni lo meta en la nevera.
2.- Utilice una copa ancha de coñac y bébase una al día, antes de acostarse, mientras escribe o lee. Si le resulta muy fuerte, puede añadirle un chorrito de agua del grifo.
3.- (La más importante) Si un día hace una fiesta en su casa, escóndalo. Los amigos seguro que harían un mal uso del licor, le pondrían hielo y todo eso, y además se lo terminarían enseguida. Este es un regalo mío muy personal para usted. No es para que lo comparta.

Le comenté esta historia a mi hermano Antonio, anglófilo declarado y buen conocedor de las tribus británicas, quien me dio la siguiente explicación: “Eso que te ha dicho, deja bien claro que es escocés. Un irlandés, por ejemplo, jamás te hubiera hecho tal recomendación”. Ya ven por dónde voy. Los escoceses, como cualquier otro pueblo, tienen ciertos rasgos exclusivos que caracterizan su forma de ser colectiva. No conozco Escocia, el pasado verano tenía el plan de visitarla, pero se cruzó la invitación a participar en el congreso de New York y lo dejé para otro año. Desconozco la fecha de la consulta que van a organizar, inspirada en la Clarity Act del Québec (ver entrada nº 40). Londres ya les ha dado el permiso para hacerla.

Y hablando de escoceses, les recomiendo la última película de Ken Loach, quizá aun en cartel, que se llama La Parte de los Ángeles. Es muy buena. Si van a verla, apreciarán la belleza de sus paisajes y aprenderán todo sobre el proceso de fabricación y selección del whisky y el mundo de los concursos de catadores. El whisky es una seña de identidad del pueblo escocés, como el kilt, la popular falda de los hombres. Como aperitivo les traigo aquí una de las canciones que suenan en esa película, firmada por el grupo escocés The Proclaimers (el video muestra imágenes de otra película que también la utilizó). Este grupo, que lideran dos hermanos gemelos, tuvo un gran éxito hace unos diez años con este precioso tema, que rebosa optimismo. Súbanle el volumen y anímense: a Rajoy ya sólo le quedan tres años.



Sobre esto de las características de los pueblos les voy a contar un viejo chiste del que, para que lo pongan en contexto, les aclaro que lo escuché en un ambiente de sindicalistas agrestes y veteranos. Resulta que está Dios acabando la obra magna de la Creación, y sólo le falta eso de lo que estamos hablando: distribuir las señas de identidad por las que cada pueblo va a ser reconocido para siempre. Y para hacerlo, lógicamente, convoca a los delegados sindicales de los pueblos y empieza el reparto. Los franceses van a ser seductores y artistas. Los griegos serán negociantes y pendencieros. Los escoceses, roñosos y buenos bebedores. Los italianos, románticos y ligones. Los turcos, rudos y nobles. Los alemanes, tenaces y sistemáticos.

Pueden alargar esa parte del chiste todo lo que quieran. Como pueden imaginar, nuestro país es el último de la lista y Dios concluye así su parlamento: Y los españoles van a ser inteligentes, buenas personas y del PP. Entonces el delegado de Francia se pilla un mosqueo regular y pide la palabra: “Qué passa, Dios, joder, de qué vas con esa distribución. O sea, ¿que todos vamos a tener dos cualidades y estos pringaos tres? No es justo”. Duda Dios, porque comprende que el franchute tiene razón, pero por otro lado ya nos ha concedido las tres cualidades y piensa que quedaría feo quitarnos alguna.

Reflexiona Dios un rato y, finalmente, comunica a todos su decisión: se mantienen las tres cualidades, pero sólo podrán disfrutarse dos al tiempo. Qué difícil es eso, dicen todos. Pero Dios les aclara que es muy fácil. Simplemente, esa distribución genera tres clases de españoles. 

                1.- Las buenas personas del PP (que no son inteligentes)
                2.- Los inteligentes del PP (que no son buenas personas)
                3.- Los inteligentes y buenas personas (que no son del PP)

Tal como lo escuché, se lo he contado a ustedes. Que pasen unas felices fiestas. Se lo deseo de todo corazón.
  

8 comentarios:

  1. ¿Pasa con los bolos, tío? Que yo sepa, son los gallegos los que no saben ni bajar una escalera, o al menos, lo hacen tan de camuflaje que nunca se sabe si la están subiendo, según dicen las malas lenguas. Ya ves el presi, un típ¡co gallego: esperemos que no se quede 40 años, como el otro.

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    1. ¿Qué tal, querida toledana? Ya sabes que el que se pica, ajos come... No pretendía molestarte. Como estábamos en asunto de estereotipos, pues me agarré a uno bastante manido: cuando ves a un conductor circulando muy despacio entre dos carriles, el tópico es decir ¡Hala! ¡Otro de Toledo! Por algo será...

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    2. Pues no, son los de Cuenca los que conducen, según dicen las lenguas de doble filo, un poco a su aire... Y de toledana nada, solo medio bola por parte de mamá, pero yo soy de donde es la gente, o sea, de Madrí.

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  2. Te olvidaste al pricipio de "señores" y "tarugos"...

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  3. Otra pequeña joya de Ken Loach, esta 'La parte de los ángeles'. Entrañable, divertida, real, positiva, siempre mirando al futuro con esperanza desde la solidaridad con la clase obrera e intentando obviar maniqueísmos. El protagonista es un héroe, sí, pero también ha sido un demonio. Que no se olvide. Todos tenemos una parte de ambos en nosotros. Un saludo!!!!!

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  4. Muchas gracias por tu comentario, querido manipulador de alimentos. Como ves, este es un blog con vocación de hablar un poco de todo, primando la agilidad a la profundidad (por eso es "a la carrera"). Los comentarios son siempre bienvenidos. Y tienes razón: todos tenemos algo de blanco y algo de negro.

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