domingo, 28 de junio de 2020

953. Tráiganme la camisa de fuerza ya

El caso es que yo hoy tenía pensado escribir sobre el alcalde Almeida y las bondades del urbanismo táctico, pero me temo que se queda para otro día. La verdad es que, al haber espaciado un poco mis posts porque estoy agobiado de trabajo, me encuentro con que la actualidad sigue a toda pastilla, no da tregua y se me acumulan los temas a comentar. Efectivamente, ya estamos en la nueva normalidad. Una normalidad que incluye por ejemplo que en Reading, sur de Inglaterra, un tipo haya acuchillado a diversos peatones al azar, matando a tres. Al tipo lo detuvieron, comprobaron que era libio, lo etiquetaron como lobo solitario islámico y le dieron mucha relevancia al tema, como suele hacerse. 

Unos días más tarde, en Glasgow, otro caballero se dedicó a acuchillar viandantes, matando igualmente a tres. Otra muestra de esa normalidad que hemos felizmente recuperado. En este caso, el atacante fue abatido por la policía, pero no tuvieron que ponerle la rodilla en el cuello, porque ya estaba muerto por los disparos. El abatido caballero no era islámico, ni tampoco supremacista blanco, posibilidad con la que se especuló dado el carácter de medio vagabundos de los asesinados. Finalmente, se llegó a la conclusión de que era un simple loco, un desequilibrado, con lo cual la noticia desapareció rápidamente de las primeras páginas de los periódicos. Las cosas de locos no venden en la prensa. ¡Hombre! Si hubiera sido un radical chiita… no sé, o por lo menos un caso de violencia de género… pero un loco, quita, quita.

Otro desequilibrado más cercano a nosotros, degolló el otro día a su padre en pleno distrito de Chamberí, en concreto en el número 8 de la calle Gaztambide, parece que a raíz de una discusión familiar. A este ni lo detuvieron ni lo abatieron: directamente lo ingresaron en la unidad de psiquiatría de un hospital madrileño. Ya ven, estas cosas no pasaban cuando estábamos confinados y acojonados en nuestras casas, como hormigas en un hormiguero atacado a pisotones por un virus letal. Ahora volvemos a esa normalidad llena de tráfico, acuchillamientos y crímenes diversos. Y, por supuesto, esa normalidad incluye que sigan sin ser rescatados los dos trabajadores del vertedero de Zaldivar enterrados en mierda desde hace unos meses.

Hay cosas curiosas en esta nueva normalidad. Por ejemplo, de la noche a la mañana, el PP se ha moderado, ha dejado de insultar y se ha puesto a apoyar al gobierno en algunas decisiones de simple sentido común. Por ejemplo, ha apoyado en el Congreso la renta vital mínima y el decreto por el que se regirán estos próximos meses de nueva normalidad. Medidas que han sido rechazadas únicamente por Vox, Junt’s pel Trespercent, Bildu, ERC y la CUP. Muy bien, los extremismos patalean y se oponen al sentido común. Un sentido común que apoyan los partidos más serios y más centrados. A mí me gusta ver al PP en ese grupo. No lo veía así cuando apoyaba en Bruselas las opiniones de los fucking duchts pidiendo que se nos condicionen las ayudas a que nos recortemos aun más. O ese otro comunicado, también a Bruselas, en el que planteaban dudas sobre la calidad del Estado de Derecho en España.

A ver: yo no critico por sistema todo lo que haga el PP. Yo critico lo que creo que es incorrecto y desleal. Lo que hacía hasta ayer el PP me parecía mal: basar su estrategia en el acoso, el insulto y el concierto de cazuelas. En cambio su actitud de ahora me parece bien y la aplaudo. No voy a caer en la inMundicia de utilizar el adverbio asesino: El PP apoya ahora las medidas de Sánchez. No, eso me parece de muy mal gusto. Si el PP actúa con responsabilidad, con educación y sin sacar a pasear las cazuelas, bienvenido sea al mundo de la moderación. A lo mejor eso que decía El inMundo de que la estrategia de Casado empezaba a dar frutos no era más que un bluff. A lo mejor han visto que esa estrategia los estaba metiendo en un callejón sin salida. Marta Flich aporta otra explicación a esta súbita conversión. Escúchenla. Ella lo explica en clave electoral, gallega y vasca.  



Salvando lo de las presiones de la patronal, yo creo que el cambio de línea del PP llega tarde. Feijoo va directo a la mayoría absoluta (malo para Casado) y el señor Iturgaiz va directo a lo que Marta denomina el hostión (también malo para Casado). Incluso Feijoo tuvo que pedir el otro día que por favor le volvieran a poner el bozal a la perra Cayetana (la marquesa ácida), porque cada uno de sus ladridos le hace perder votos en su feudo gallego. Como no son tontos, a la marquesa y al del Bigote no los van a enseñar en las campañas gallega y vasca, ya lo verán. Es mejor tenerlos escondidos. Ya ven que estamos en la nueva normalidad. Bueno, en realidad, lo que define que hemos entrado en un período nuevo es que los Stay Homas han salido del encierro. Ya no están en su terraza, ahora triscan y retozan por los campos y aprovechan las ventajas del estudio de grabación que su súper contrato con Sony ha puesto a su servicio para hacer grabaciones con todos los medios y que encima les produzcan vídeos de promoción de sus canciones. Vean su primer trabajo, significativamente llamado In the end. Estos chavales conservan toda su frescura.


Bien, parece claro que muchas cosas han vuelto ya por donde solían. Pero también suceden cada día cosas insólitas, inauditas, que vienen a revelar que hemos salido tocados del encierro. Tocados para bien o para mal. Por ejemplo, la Guardia Civil ha decidido sumarse a las conmemoraciones del día del Orgullo Gay, o del Orgullo LGTB, HIJK, con una imagen acojonante que han subido en su cuenta de Twitter y que pueden ver abajo. Me parece estupendo, ahora sí que los tiempos están cambiando, como decía Dylan. Realmente somos uno de los países más avanzados en cuestiones de este tipo. Vale, en USA algunos policías han recibido a los manifestantes antirracistas rodilla en tierra, pero creo que son una minoría urbana de la policía. En los pueblos de Oklahoma y Alabama sigue habiendo mucho policía racista. Y aquí tenemos a la Guardia Civil (un cuerpo bastante más rural que urbano) dando un paso adelante.


Otra noticia insólita. En Cataluña se ha creado un nuevo partido político. Esto no es muy sorprendente. Lo relevante es que el nuevo grupo se va a llamar Partido Nacionalista Catalán, está en contra de la vía unilateral, piensa que la estrategia puigdemoníaca ha sido un desastre y se propone emular al PNV, al que le ha ido todo mejor con su moderación jesuítica y al que se pone por modelo. Desde ese punto de vista, se proponen llevarse bien con el gobierno central, colaborar y por ese camino recuperar el prestigio y el buen nombre de Cataluña, que ahora está bastante maltrecho y no solo a nivel nacional. No renuncian a la independencia de Cataluña, pero sí a intentar conseguirla por medios ilegales. Una especie de vía escocesa. Pues bienvenidos sean. Ya era hora. Pronto habrá elecciones catalanas y veremos qué pasa. Estos días han celebrado su congreso constituyente y, si les interesa, AQUÍ pueden ampliar la información.

Nuevos escenarios de este nuevo mundo post-covid. Algunas noticias, parecen sacadas directamente de El Mundo Today, pero son reales. Por ejemplo, un pastor de Tanzania, llamado Saniniu Laizer, que en sus ratos libres se dedicaba a la minería por cuenta propia (manera eufemística de decir que escarbaba a mano por las tierras mientras cuidaba su ganado), se ha hecho de la noche a la mañana millonario. ¿Y cómo así? Pues porque en sus buscas encontró dos pedruscos de tanzanita (no es coña), una roca preciosa descubierta en los años 60 y casi exclusiva de ese país. Es una variedad de silicato que cristaliza en un color violeta muy vistoso y valorado, por lo que no tiene precio en el mundo de la joyería, hasta el punto de que el monopolio de su mercado lo tiene la marca Tiffany & co. Vean menudo par de meños de tanzanita descubrió este señor (14 kilos entre los dos) los más grandes jamás encontrados.


El bueno de Laizer decidió hacer las cosas correctamente y le vendió los meños al gobierno de su país, que le ha pagado por ello 3,4 millones de dólares. El afortunado ha dicho que no piensa cambiar de vida, que seguirá cuidando su ganado y dedicará el dinero a sufragar la construcción de una escuela y un centro comercial en su pueblo, para que la gente sin recursos pueda escolarizar a sus hijos y comprar lo que necesiten. Podría haber sacado más dinero si mete los pedrolos en los circuitos ilegales, pero ha querido actuar como un ciudadano responsable, por lo que ha sido presentado como ciudadano modelo por el presidente de su país, que se llama nada menos que John Magufuli. Pueden comprobar que no les miento AQUÍ.

Y de un millonario sobrevenido, a otro de nacimiento, que dedicó toda su vida a sufragar actuaciones filantrópicas. El archifamoso empresario Steve Bing, conocido por sus proyectos cinematográficos y relacionados con la industria del ocio, se suicidó el lunes tirándose desde el balcón de su apartamento en el piso 27 de un rascacielos de Los Ángeles. Tenía 55 años y había sido el marido de Sharon Stone durante 14 años y luego de Elizabeth Hurley, otra belleza del showbiz, con la que tiene un hijo. Ahora dicen que si estaba casi arruinado, que si era bipolar, que si tomaba drogas. Yo creo que lo que sucede es que estamos saliendo del confinamiento medio locos. Así que tengan cuidado. Aquí una foto del finado.  


Entre otras actividades fue productor de cine y entre las cintas que impulsó y financió, una muy especial para mí, la película documental sobre los Rolling Stones que dirigió Martin Scorsese en 2008, titulada Shine a Light, de la que se ha hablado más de una vez en este blog y a la que pertenece una pequeña joya que es la aparición de Christina Aguilera, invitada por el grupo a cantar una canción, que no se arruga, sino que se come literalmente a Mick Jagger. Entre las personalidades que se han declarado devastadas por la noticia, además de sus dos parejas más conocidas, Bill Clinton, Al Gore, John Kerry y otros demócratas que se beneficiaron de sus donaciones. Y por supuesto Jagger y Scorsese, que le deben una película única.

Casos extremos de este tiempo post-covid, al que hemos salido medio tocados. Otro caso impactante. Pietro Puzone, ex futbolista del mejor Nápoles de todos los tiempos, el de Maradona que gano la liga dos años seguidos, ha sido localizado viviendo en las calles de una ciudad cercana a Nápoles. El diario deportivo La Gazzetta dello Sport, reconoció en un indigente totalmente hecho polvo al antiguo extremo derecho surgido de la cantera napolitana que acompañó a Súper Diego en el equipo todavía idolatrado en su ciudad, como les conté cuando la visité hace unos años. Vean primero una imagen de este equipo de leyenda. Reconocen a Maradona, supongo. Puzone es el de más a la derecha de la primera fila, los sentados.



Parece que Puzone fue compañero de Maradona no sólo del fútbol, también de las noches locas napolitanas, de las adicciones y la mala vida. Está bastante claro, viendo su pinta actual.


¡Hombre! La verdad es que Maradona tampoco está muy p’acá. El estrambótico entrenador del Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, fue filmado el otro día haciendo un bailecito con su señora que, si no lo han visto, pueden ver abajo. Ojo, que tiene sorpresa final.


Qué penita. Este señor necesita ayuda y nadie se la da (tampoco ha de ser fácil). Lo veremos autodestruirse, como se hizo con Amy Winehouse y otros. Algún periodista seguro que ya tiene escrita la necrológica, para que no le pille el toro. Como les digo, salimos del confinamiento tocados. Ya lo dijeron los Stay Homas en su primer Confination song: va a haber despidos, va a haber divorcios. Bueno, pues el divorcio más inesperado para mí: el de Begoña Villacís. Ya relaté en el blog cómo el momento en que esta señora estupenda me dio dos besos se convirtió en uno de los momentos mágicos de mi vida pre-covid y me hizo sentir como el sapo convertido en príncipe del cuento. Tengo una foto reciente que les voy a mostrar, para que se hagan una idea de qué mujer es esta de la que estamos hablando. Véanla, que abajo se la explico.


Es en la calle Preciados. El equipo de gobierno municipal quiso participar en un acto de apoyo a La Liga y a los principales equipos madrileños, con motivo de la reanudación de los partidos, aunque sea a puerta cerrada. Y se hicieron esta foto, con las mascarillas y guardando la distancia de seguridad. De izquierda a derecha, un caballero al que no identifico (¿tal vez alguien del Rayo Vallecano?), Enrique Cerezo, presidente del Aleti, el alcalde enfundado en la camiseta de su equipo del alma, Villacís, el presidente de la Liga Tebas, mi amigo Emilio Butragueño en representación del Real Madrid y Andrea Levy, concejala de Cultura y Deportes. Y ahora, díganme: ¿quién se come la foto, quién centra todas las visuales y los puntos de fuga de la imagen?

Qué quieren que les diga, esta mujer es espectacular. Y dicen las revistas del corazón que hace un par de días ha abandonado el domicilio familiar con sus tres hijas, como la señora Florrick en The good wife, después de 15 años de matrimonio. Y que ha pedido que se respete su intimidad. Yo la respeto absolutamente, desde luego, y desde este blog le brindo todo mi apoyo y mi ayuda para cualquier cosa que necesite. Me parece que este es ya el signo definitivo de que estamos saliendo del confinamiento tocados. Unos para bien y otros para mal. Así que cuídense, por Dios. Tengan cuidado. Les voy a dejar de despedida un segundo vídeo de los Stay Homas, un ejemplo de tipos que han conseguido salir bien. Producción de lujo, mezcla de lenguajes (hasta aparece el catalán), referencias mestizas y mucho talento musical. Pero discúlpenme un minuto, que están llamando a la puerta. Son unos señores muy raros, van vestidos de blanco y me están apremiando a que meta los brazos en una extraña camisa, toda llena de correas de cuero. Me he negado y entonces han intervenido un par de tipos de dos metros que me están sujetando con fuerza.¡¡¡SOCORRO!!!


miércoles, 24 de junio de 2020

952. Instalado en la nueva normalidad

Sí, ya se acabó el estado de alarma. Parece mentira, pero hemos pasado 50 días de confinamiento y otros 50 de desescalada, según mis cuentas. 100 en total. El 13 de marzo empezamos el encierro hasta el 1 de mayo. Desde el 2 de mayo hasta el 20 de junio hemos ido desescalando. Y hace tres días entramos en la llamada nueva normalidad. En algunos aspectos, continuamos en la anormalidad anterior. Las calles de las ciudades están otra vez llenas de coches, vuelve la contaminación y el silencio brilla por su ausencia, en medio de un calor que ya aprieta. Y la bronca política sigue en el mismo punto en el que iniciamos la pandemia, con muy ligeros ajustes, como veremos. Pero muchas cosas han cambiado. Sigue dando miedo ir a los bares, no hay teatros ni cines ni conciertos de rock que yo sepa, aunque ya se van preparando para reabrir gradualmente los locales de espectáculos. Sin embargo, yo no puedo salir de excursión senderista ni hacer ninguno de mis viajes blogueros de antes.

La bronca política. Yo creo que en este lapsus se les ha visto el plumero a muchos. Por ejemplo, a los catalanes independentistas: en una Cataluña independiente habría habido menos muertos (sic). A destacar al fraCasado, que ha dado muestras de una deslealtad absoluta, increíble, inaudita: desde que el gobierno tomó posesión en enero, está obsesionado con derribarlo, manía capaz de sobrevivir inmune a pandemias, terremotos o lo que venga. Si llega una invasión de extraterrestres, este señor no ayudará en nada a defender el país y seguirá proclamando que el gobierno es ilegítimo y lo está haciendo fatal. Todo el mundo ha comprobado cuál es su verdadero talante y muy pronto veremos cómo Feijoo, con sus propuestas moderadas, arrasará en Galicia, mientras que Iturgaiz empeorará los resultados de Borja Semper, Alonso y demás moderados vascos, que se han ido del partido para que el fraCasado los sustituyera por un señor que sigue en los tiempos de ETA y cree que el gobierno de Madrid es bolivariano (sic).

En el colmo de su delirio, su partido apoya en Bruselas la línea de los fucking dutchs, cuya tierra definitivamente se merece llamarse Los Países Bajos, porque no pueden caer más bajo. El presidente de Portugal calificó las opiniones holandesas de repugnantes. ¿Pero qué más recortes quieren imponernos estos cabrones? Si la legislación laboral que tenemos desde la reforma de Rajoy no se puede estirar más. Bueno, sí se puede. Tal vez los jodidos holandeses quieren que el empresario, además de echar libremente al trabajador y mandarlo al paro con una indemnización de mierda, este legitimado para cagarse en su padre, y más en su madre (que decimos en mi tierra). No sé, tal vez es eso lo que quieren. De todas formas, el fraCasado y sus acólitos no lo apoyan por su contenido, sino para atacar a Sanchez.

A mí me parece que este señor la ha cagado con su estrategia frentista, inspirada por El del Bigote. Pero El inMundo sigue a su raca-raca y el otro día publicó una encuesta de la empresa amiga Sigma 2, de la que se deduce que el PP remonta y está ya a dos puntos y medio del PSOE en intención de voto. Según este sondeo, el PSOE apenas baja, pero los que pierden votos son los de Vox, que se sitúan ahora por detrás de Podemos y esos votos son los que recupera el PP. Puede que tenga algo de cierto, pero sorprende que inmediatamente El inMundo se marque una editorial cuyo mensaje es La estrategia de Casado va dando resultado. Pues miren, yo creo que no. Yo creo que en el PP hay muchas voces que no aprueban la crispación y el vacío ideológico de este señor, que no combate a Sánchez con argumentos, sino con insultos y concierto de cazuelas. Yo creo que al fraCasado le apoyan El del Bigote, la marquesa ácida, IDA y su camarilla y el campeón mundial de lanzamiento de güitos de aceituna. El resto del partido está callado y a verlas venir. Pero a lo mejor me estoy equivocando. 

Algunos de mis seguidores me reclaman que haga alguna crítica de Sánchez, que dé mi opinión de cómo lo ha hecho. Pues lo ha hecho mal, como la mayor parte de los gobernantes del mundo. No tan mal como Trump y Bolsonaro, ni siquiera tan mal como Boris Johnson y como el gobierno sueco, pero bastante mal. En primer lugar, este señor necesita unos asesores de imagen mejores. No transmite empatía. Se le veía acojonado al principio, pero casi nunca empático con las víctimas y sus familias. En algunos momentos se mostró demasiado eufórico con los progresos de la mejora de la curva: qué bien, que hoy sólo se han muerto quinientos. Y ha dado demasiados vaivenes en las informaciones. Por ejemplo, la cuenta de muertos es una auténtica vergüenza, no han sido capaces de contarlos. Respecto a la conveniencia o no de usar mascarilla, el discurso siguió el modelo alirondo: alirondo-alirondo-alirondo, la mascarilla me la quito y me la pongo. Y ha habido muchos movimientos titubeantes, rápidamente corregidos, como lo de la derogación completa de la reforma laboral, el acuerdo con Bildu o, en otro orden de relevancia, la autorización/desautorización de las peluquerías.

Yo comprendo que su tarea era difícil, que nadie esperaba lo que se nos vino encima y que es muy difícil gobernar con una oposición que te pone todos los palos posibles en las ruedas y con unos socios tan peligrosos como ERC o Podemos (aunque Iglesias se esté portando bien, salvo momentos puntuales). Pero la misma presión tenían Salvador Illa y Fernando Simón y, en general han mantenido la calma y la elegancia y han salido bien parados. En el mundo, el toque convincente y empático ha sido magnífico en Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, o los gobernantes de Australia, Portugal y otros lugares. Entre estos y la antipatía básica de Trump-Bolsonaro-Putin-Duterte, pues Sánchez se situaría en un lugar intermedio.

También ha tenido notables aciertos: si la situación no se jode con rebrotes por todos lados, el confinamiento habrá sido útil y ha estado bien organizado. Y vamos a salir de esta con una renta mínima garantizada por Ley, que es un modelo en el que se miran muchos otros países. Quedan por investigar algunos asuntos, en los que yo creo que la Justicia tendrá algo que decir, como la cantidad de muertos en residencias de mayores (competencia autonómica, pero que habrá que dilucidar si se podría haber hecho algo más) o el hecho irrefutable de que somos el país con más médicos infectados. En fin, espero haber contentado a los que me reclamaban críticas al gobierno. Pero hay una sola cosa que tengo clara: si al frente del gobierno hubiera estado el fraCasado, lo hubiera hecho mucho peor y no tendríamos ni renta mínima ni nada.

Todo esto son temas antiguos que nos esperaban a la vuelta de la normalidad, aunque sea esta normalidad tan rara. ¿Y cómo lo llevo yo? Pues bien, a pesar del calor. Esto no es como lo de antes, pero nos vamos acercando. Cada día, al despertar, compruebo que el silencio magnífico de los tiempos del encierro, en el que sólo se oían los pajaritos, ya no existe. Ahora se oyen obras desde muy temprano, coches que pasan y ruidos varios. En mi casa hay dos sonidos madrugadores que se confunden entre ellos: los zureos de un palomo coñazo que vive en alguno de los aleros cercanos y los lamentos de un abuelo porruto al que tengo pared con pared de mi cama. Estoy todavía medio dormido cuando empiezo a oír: uuuurrrr, uuuurrrr y no sé todavía si son los requiebros del palomo enamorado o las ausiones del abuelo vecino. Cuando se trata de este último, se le reconoce porque enseguida le caen todas las broncas de su familia por llorón. Por cierto, ausiones es una palabra del vocabulario manchego, que usaba mi padre con frecuencia.

Los días que no salgo a correr, desayuno, recojo un poco la cocina y me conecto para el trabajo. Ya tenemos convocadas las tres jornadas para el Jurado de la primera fase de Reinventing Cities, los días 3, 6 y 7 de julio. Después tendremos una semana para hacer las actas y comunicar los resultados a los participantes. Y hacia el 15 de julio el ritmo de trabajo bajará, imagino. Desconozco si vamos a regresar en algún momento al trabajo presencial. En una encuesta que nos han hecho, yo he pedido un régimen mixto: seguir con el teletrabajo, pero poder acudir esporádicamente a la oficina cuando tenga que hacerlo. Este año, por sus especiales circunstancias, se ha decretado que las vacaciones de verano hay que cogérselas entre julio, agosto y septiembre, no a lo largo de todo el año como solíamos. Como en julio yo lo tengo imposible, entre agosto o septiembre he elegido este último. Me gusta estar en Madrid en agosto y para después supongo que la situación habrá evolucionado, espero que a mejor.

Los días que me toca correr, me tomo un café bebido y medio litro de agua y salgo arreando para el Retiro. Ya me he estabilizado en marcas por debajo de los 39 minutos, incluso un día bajé de 38, para mi recorrido de 6,5 kms. Pero no lo voy a estirar hasta los 8 kms hasta por lo menos el 15 de julio, que me quite el estrés laboral. Hay que ir poco a poco, acostumbrando al cuerpo gradualmente a distancias cada vez mayores. Así debe hacerlo cualquiera, pero mucho más alguien de mi edad. La marca de 39 minutos es un límite clave porque supone bajar del ritmo de 6 minutos/km: seis por seis, treinta y seis y tres más del último medio: treinta y nueve. 6 minutos/km es un ritmo que está muy bien, supone hacerse una carrera de 10 kms. en una hora. En mis buenos tiempos, yo corría a 5 min/km. De esta forma corrí varios maratones en tiempos en torno a tres horas y media. Y dos supersónicos: en 3.17 y 3.20. Por lo demás, el Retiro está precioso.

Me paso la mañana currando como un cabrón, hasta que empiezo a notar una cierta gusa. Entonces me hago una comida, me echo una pequeña siesta y por la tarde continúo currando, o me pongo a escribir un post o a leer o a ver vídeos de Samantha Fish. Y por la noche, antes y después de picar algo a modo de cena, me centro en la nueva serie que estoy viendo: The Good Wife, la buena esposa. Es extraordinaria. Voy por la tercera de las siete temporadas que la componen. Las dos primeras empiezan más o menos suaves, pero son un continuo crescendo. La historia empieza con la dimisión del Fiscal del Estado del condado de Cook, en Chicago. Parece que se han publicado unas imágenes suyas follando con una rubia. No está claro si algún enemigo le ha tendido una trampa, pero el tipo ha picado y tiene que dimitir y se va a ir directo a la cárcel, bajo la acusación de que ha prevaricado a cambio de favores sexuales.

La primera escena del primer episodio, nos muestra al fiscal pronunciando su breve discurso de dimisión. Le acompaña su esposa, que se acaba de enterar de un merdé del que no sabía nada y se ve obligada a salir a la palestra a su lado, como Hillary Clinton con Bill. Se retiran ambos a un segundo plano. Entonces ella le da una bofetada. A partir de ese arranque, la serie la va siguiendo a ella y nos muestra cómo se tiene que buscar un trabajo de abogada en un bufete. Le ofrece el puesto un compañero de carrera, que pronto se ve que siempre estuvo enamorado de ella, pero no pudo hacer nada cuando su amada eligió por marido al que luego sería el futuro fiscal. Y podemos ir viendo una serie de casos de los que se va ocupando el bufete, en los que ella demuestra una talla sorprendente como abogada. Y, en paralelo, continúa su historia privada, con continuas sorpresas. En fin, se la recomiendo vivamente.

Esto es lo que vengo haciendo cotidianamente. Pero a la vez voy dando pasos hacia esa añorada normalidad que antes disfrutábamos. Por ejemplo, hoy será ya el cuarto miércoles en que mi asistenta viene a casa a limpiar. Ella acude en Metro, respeta las directrices de distancias, mascarillas, etc. y está 3 horas en mi casa con la mascarilla puesta. Un día fui al dentista y tuve una impresión de seguridad sanitaria total. Tenía una cita concertada para hacerme una limpieza en marzo que hubo que suspender. Y me llamaron ellos, para decirme que la clínica abría otra vez. Llegué, llamé, me abrieron y me enfrenté a una recepcionista que, desde detrás de un panel de metacrilato con un pequeño agujero abajo para pagos y entrega de documentos, me conminó a lavarme las manos con hidroalcohol, antes de ningún otro trámite.

Sólo entonces me preguntaron qué quería. Me pasaron a la sala de espera, dividida en cubículos individuales con unas mamparas y de la que habían retirado todas las revistas (una pena, porque era donde yo solía ojear el Hola para sacar temas para mis posts sobre el famoseo). Luego me recibió una doctora con mascarilla y careta frontal y me tuve que enjuagar a conciencia con un colutorio antes de empezar. Al salir me ofrecieron volverme a lavar con el hidroalcohol, invitación que rechacé, y hube de pagar con tarjeta. En esas circunstancias es prácticamente imposible el contagio.

Un día quedé con una pareja de amigos para hacerles entrega de unas caretas protectoras que les había conseguido y que les vienen muy bien para el bar que tienen y que se disponen a abrir. Vinieron a Atocha y buscamos una terraza donde sentarnos. El Brillante estaba petao, así que acabamos en el Pando. Allí nos sacaron unas pintas de Amstel Beer de presión, con una serie de tapas de acompañamiento, verdaderamente deliciosas. Estos son colegas míos del running y ya les he traído al blog en foto antes o después de alguna de esas carreras de 5 kms que corría yo últimamente. Fue un rato súper agradable y tengo que decir que estas cosas se disfrutan más ahora, tras 100 días de enclaustramiento. También les confesaré que, cuando llegaron, nos saludamos con el codo pero, después de dos horas charlando alrededor de una mesa y con un par de pintas al cuerpo, al final les acompañé a su coche y me despedí de ellos con sendos abrazos. El alcohol es lo que tiene.

Y para mañana voy a inaugurar un calendario de cenas en mi terraza reconvertida en vergel. He invitado a un par de amigas colombianas a uno de mis platos redescubiertos en el confinamiento. Veremos cómo sale todo. Está claro que hay que ir perdiendo el miedo. El virus anda por ahí todavía y habrá rebrotes. Aquí hay que contar con la suerte, en primer lugar, pero tenemos que procurar no comprar demasiados boletos para esta rifa macabra. Se dice ahora que el virus, además de grandote y pesado (lo que lo vuelve sensible a la gravedad y le hace acabar enseguida por los suelos), tiene muy poca habilidad para mutar. Y esto es clave para que se pueda conseguir una vacuna efectiva. Otros como el de la malaria o la propia gripe mutan todo el rato y regatean con finura a las vacunas.

Ya saben lo que dijo Darwin. En esta batalla, sobrevive el que muestre una mayor capacidad de adaptación. Los humanos hemos demostrado bastante flexibilidad. Nos hemos adaptado a estar encerrados tres meses y encima pasárnoslo cojonudamente. El mundo va rápido y cada vez se acelera más. Estamos en el centro de la realidad líquida que pronosticó Bauman. Y las circunstancias cambian cada día. ¿Se acuerdan ustedes de lo preocupados que estábamos por la sequía? Joder, pues ahora los pantanos están a rebosar. Hoy mismo estaba yo escribiendo este post en la terraza, aprovechando que no hacía sol, y me he tenido que meter para dentro porque ha empezado a llover. El calor es el de costumbre y ya nos hemos quitado el sayo, tras el 40 de mayo (pero no nos quitaremos la mascarilla, hasta que lo diga el señor Illa).

Ayer tuvimos la sesión de cierre de Billar de Letras, que ya les cuento otro día. Mañana tendremos el Proofreading Committee, reunión con los capitostes de la red C40 previa a la celebración de las reuniones del Jurado on line de Reinventing. La realidad no da tregua y yo ya voy teniendo que terminar este texto. Caigo en la cuenta de que no les he puesto ni una imagen ni vídeo ni nada. Así que les voy a dejar un regalito. Entre mis followers hay un debate sobre si nos gusta más Samantha Fish o Sheryl Crow. Yo les aconsejaría que no se olviden de otras. Por ejemplo de Joss Stone. Esta mujer tiene un hándicap en relación con las dos diosas actuales del blog: que yo sepa, no compone. Eso hace que su carrera dependa de que sepa elegir canciones a su altura. Para mi gusto, la canción Karma, cuyo vídeo de grabación ya traje al blog, es su mayor acierto. Vean cómo la interpretaba en directo hace ocho años. Las armas de esta mujer, guapísima, vegetariana y que canta siempre descalza, son el sex-appeal, las facultades vocales, la expresividad de sus manos y unas piernas infinitas (a ella no parece preocuparle si se ve más de lo que se debe ver). Disfruten de mi regalo.  



jueves, 18 de junio de 2020

951. Glotones y exquisitos

Este post se desencadena a partir de una cosa que leo en un artículo sobre el virus y su origen. Una fuente bien informada, resalta el hecho de que en China, eso de comer murciélagos y pangolines es un placer a cargo de unos pocos exquisitos, la nueva élite de potentados que ha creado el Partido Comunista Chino, después de que el señor Den Xiao Ping proclamara oficialmente el fracaso del Gran Salto Adelante de Mao, que había llevado al pueblo a una situación de depauperación absoluta. Ahora en China hay magnates y supermillonarios, que saben idiomas, juegan al golf y controlan las Bolsas de medio mundo. Pues estos son los que comen murciélagos y otros animales salvajes. Son los únicos que pueden hacerlo, dados los precios a que se vende. Es algo que tiene una lógica; en España, los productos de la caza son también caros y no se encuentran en los supermercados. En China el pueblo no come pangolines, el pueblo come pollo de granja, ramen, arroz blanco y tallarines con salsas compradas en cualquier colmado.

Desde siempre, la comida ha marcado las señas de identidad de las diferentes clases sociales, el caviar y las ostras con champán son seña de identidad de una clase alta exquisita, que marca diferencia con el cocido y las patatas a lo pobre del pueblo llano. Esto es así desde los albores de la historia. Por ejemplo, se sabe que ya los sumerios, que poblaron Mesopotamia entre los años 3.500 y 2.000 antes de Cristo (manda carallo), concedían una gran importancia a la comida como índice de distinción social. Les recuerdo que suelen atribuirse a los sumerios la invención de la rueda, la escritura y el primer alfabeto (cuneiforme), el concepto de ciudad y las primeras leyes escritas (antecedentes del código de Hammurabi), además de la construcción con ladrillos de adobe y hasta los primeros arcos. Y, como no podía ser de otra manera, estos esclarecidos caballeros, ya bebían cerveza, aunque no está claro que la inventaran ellos, probablemente existiera de antes.

Los sumerios escribieron también el primer gran poema épico, dedicado a Gilgamesh, rey de los acadios, un tipo tiránico y despótico que comía y bebía como un auténtico animal, se tiraba unos pedos descomunales y se beneficiaba a todas las doncellas del pueblo, por el llamado derecho de pernada. El pueblo está tan hastiado de su comportamiento que imploran a los dioses que hagan algo con ello. Y los dioses crean a un antagonista, que se llama Enkidu, y es un ser mucho más abyecto y animal que Gilgamesh, específicamente creado para cargárselo. Pero los dos montan una batalla, se zurran de lo lindo y, en un momento dado, cuando ambos están en el suelo agotados de pelear y llenos de hematomas y heridas, les da la risa, se abrazan y se hacen amigos inseparables. A partir de eso, se van de farra y se dedican a comer, beber y follar como si no hubiera un mañana. Cuando los dioses comprueban su fracaso, deciden cargarse a Enkidu.

Pero entonces viene otro giro delicioso de la historia, porque Gilgamesh se lleva un disgusto tremendo con la muerte de su colega de farras. Por primera vez en su vida, es consciente de su carácter de mortal y entra en una fase de melancolía. Deja de comer como un poseso y se obsesiona por buscar la inmortalidad. Oye decir que en los confines del mundo vive el barquero Upnapishtin, el único superviviente del diluvio, que tiene el secreto de la inmortalidad. Emprende un largo viaje y lo encuentra. Pero el barquero le pone dos pruebas que debe superar para ser inmortal. Gilgamesh falla las dos y, definitivamente desanimado, vuelve a su tierra y escribe su historia. Una historia maravillosa, como ven, que fue escrita por sumerios en tablillas de adobe. El rey mesopotamio Asurbanipal, del que tienen abajo un par de representaciones, dio orden de que este poema épico se transcribiera en doce tabletas de arcilla, que se guardarían en su biblioteca, para que sobreviviera por los siglos de los siglos, amén.



















Todo estaba ya en esta obra maestra de la literatura, más de 2.000 años antes de Cristo: la comida, la bebida, el sexo, el poder, la muerte. Y la búsqueda desesperada de la inmortalidad. Los egipcios y los griegos también se daban buenas comilonas y gustaban de degustar buenos caldos. Pero son los romanos los que institucionalizan los banquetes desenfrenados en los que se comían todo lo que les sacaban y acababan durmiendo la mona por las mesas (las famosas bacanales). A Roma debemos también el primer libro de recetas de la historia: De re coquinaria, inspirado por el noble Apicio, un auténtico gourmet del Siglo I de nuestra era, tiempos del emperador Tiberio. Apicio era un patricio obsesionado con probar todas las exquisiteces que pudiera proporcionarle el mundo, por lo que se hacía traer manjares de todos los lugares del Imperio y hasta del más allá. Eso le llevó a arruinarse completamente y al suicidio, al ver que no tenía ya más dinero para seguir comiendo, tal como lo cuenta Séneca.

Los romanos tenían unos hábitos alimenticios muy modernos, puesto que hacían un desayuno abundante y sano, con vino incluido, y luego comían cualquier cosa a mediodía, generalmente de pié (de ahí lo de tomarse un tentempié), para luego hacer una cena larga y copiosa, que empezaba al atardecer y en la que se reunía toda la familia, con un componente ceremonial. Estas cenas llegaron a necesitar de un espacio específico, el triclinio, antecedente de los actuales comedores. Comían mucho pescado azul, como caballas, sardinas y boquerones, y mucha hortaliza y verdura. La carne más utilizada era la de cerdo, del que se aprovechaba todo. Parece que uno de los platos que más le gustaban a Apicio estaba elaborado con matriz de cerda (o útero de gorrina). Sobre la relevancia de la cena en la antigua Roma, vean este fragmento de una carta de Cátulo, el poeta de Verona, invitando a cenar a su amigo Fábulo:

Cenarás bien, Fábulo, amigo mío, en mi casa 
dentro de unos días, si los dioses lo permiten,
si traes contigo buena y abundante cena,
sin olvidarte de una linda muchacha,
del vino, de la sal y de todas las risas.

Y aquí una de las recetas de Apicio, recogida en el De re coquinaria: Coles con aceitunas (Ap., III 9,5):

Poner en una cazuela las coles a cocer en agua, añadir garum, aceite, vino puro, comino, y espolvorear pimienta; echar por encima puerro, comino y cilantro fresco. Mezclar con aceitunas verdes y dejar que hierva todo junto.

Dan ganas de preparárselo un día de estos, debe de estar delicioso. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que es el garum? Desde luego, es que no saben ustedes de nada. Menos mal que tienen este blog para enterarse. Bueno, coñas aparte, el garum era un condimento de origen bastante repugnante, que se volvió muy popular, convertido en ingrediente favorito de cocineros de la élite y también del pueblo. El garum se fabricaba con las tripas del pescado azul, que no se tiraban como ahora, sino que se almacenaban en pilas, con una fuerte concentración de sal para evitar que se pudrieran demasiado. Además se aromatizaba la mezcla con cilantro, orégano, eneldo, hinojo y otras hierbas. Y todo eso se dejaba fermentar varios meses al sol, removiendo de vez en cuando (el garum se preparaba en verano). El resultado era una pasta que se comprimía y se comercializaba en ánforas que llegaban a los mayoristas romanos, que luego lo vendían en dados.

Su uso era similar al del moderno avecrem. Cualquier guiso un poco insulso que se tuviera, se le añadía un poquito de garum y se enriquecía con los sabores de los siete mares y de todas las plantas de las montañas del Imperio. Ya no hacía falta añadirle sal ni nada. La mayor parte de los guisos del recetario de Apicio incluyen su toque de garum. Y lo más curioso es que, como es lógico, las factorías que elaboraban el garum estaban localizadas en los lugares de pesca, llegando a ser el proveniente de Andalucía el más apreciado en la capital. Los antepasados de Sergio Ramos fabricaban garum como locos y les salía estupendo, con el mayor grado de exquisitez para el elaborado en la zona de Cádiz, el famoso garum gaditanum.

Lo que más placer me da de escribir cosas como estas es imaginarles a ustedes, queridos lectores, corroídos por la duda de si esto será cierto o les estoy tomando el pelo colándoles una bola descomunal. Hala, vayan a comprobarlo a Internet, si tienen dudas. A Roma llegaban cientos y cientos de ánforas de garum gaditanum, transportado en barco. Junto al puerto de Ostia, los comerciantes rompían y desechaban esas ánforas que tiraban en un montón, que llegó a crecer tanto que se convirtió en el actual Monte Testaccio, en donde los paseantes más ancianos se ufanan en decir que, en contadas ocasiones, cuando los vientos del Valle del Tíber soplan en una determinada dirección y con una intensidad concreta, todavía se intuyen los efluvios del apreciado condimento de sus ancestros.

Podríamos hablar de los banquetes que se describen en el Satiricón, de Petronio, escritor y furibundo opositor político de Nerón, donde se cuentan por ejemplo las cenas de Trimalción, un glotón histórico, que servía cerdos asados enteros, de los que, al abrir el abdomen, salía volando una bandada de aves vivas. El emperador, mosqueado por la sospecha de que ese Trimalción fuera en realidad una caricatura suya, acabó ejecutando a Petronio por descarado. Pero hemos de seguir adelante en esta historia de cómo la gastronomía y la cocina marcan no sólo el estrato social, sino hasta la psicología de las personas y cómo esto se refleja en los textos escritos. Ustedes, lectores, seguro que conocen la primera frase del Quijote, pero muy probablemente desconozcan la segunda, que va a continuación. Cervantes relata lo que come el hidalgo, para darnos en una pincelada una descripción precisa de la persona que va a protagonizar su libro. Aquí el párrafo completo.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadido los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.

El punto frugal y estoico de la manera como se alimenta Don Quijote, nos dice más sobre su personalidad que muchos de los capítulos posteriores. En la literatura, ha habido grandes comilones que expresaban de esa forma una particular manera de enfrentarse al mundo, con un lugar destacado, por encima de todos, para el gran Pantagruel, ese glotón bondadoso creado por el francés François Rabelais en el Siglo XVI, hijo del también bonachón gigante Gargantúa. Rabelais, a quien pueden ver a la izquierda en un cuadro de la época, era médico y siempre dijo que había escrito los cinco libros que componen esta saga para divertir a sus enfermos incurables y aliviar su melancolía, y que le había sorprendido mucho su éxito. Por cierto, los tres últimos libros narran el viaje que emprende Pantagruel a tierras lejanas, en busca del Oráculo de la Divina Botella, del que espera igualmente que le resuelva sus dudas existenciales, también relacionadas con la muerte.

Si nos vamos al mundo actual, habría que hacer referencia a la película La Grande Bouffe (Marco Ferreri, 1973), en la que cuatro personajes de la clase más alta, gourmets inveterados, deciden reunirse una noche con la intención de suicidarse comiendo. En estos tiempos convulsos, el coronavirus ha sacudido nuestras conciencias desmontando muchas de nuestras rutinas pero, en la era inmediatamente anterior, uno de los mayores síntomas de distinción era ir a uno de esos restaurantes en los que te soplan de 200€ para arriba por cabeza (los más caros están entre 600€ y 700€). Yo he estado en alguno en contadas ocasiones y son lugares en los que se tarda un montón en comer, porque te sacan de diez a doce platos minúsculos, que se van haciendo de rogar y que te los traen con mucha prosapia, bajo una tapa esférica de acero, que un camarero descubre de forma ceremonial, para que el chef te describa los diferentes ingredientes, señalando cada uno con el meñique, gesto invariable que imagino que proviene de las escuelas de alta hostelería.

En contraposición con esto, mi padre, que era la personificación del estoicismo cervantino, cuando ya estaba muy mayor y lo sacábamos los hijos a cenar a un buen restaurante para resarcirle un poquito de todo lo que nos había dado desde niños, invariablemente pedía dos huevos fritos con patatas fritas. Lo pedía así, no decía huevos fritos con patatas, sino que precisaba su pedido de forma gramaticalmente impecable. Ya lo he contado en el blog, pero viene a cuento y lo repito. Entonces le regañábamos: papá, ¿para esto te sacamos a un restaurante caro? Cómete un pescadito o algo más especial. Pero nos contestaba que para él eso era la mayor exquisitez, lo que cenaba siempre y lo que más le apetecía en ese momento. ¿No me vais a invitar? Pues entonces yo pido lo que quiero.

En fin, podríamos acabar aquí este post, pero yo sé que muchos de ustedes están salivando como el perro de Pavlov, a la espera de otra de mis recetas para hacérsela luego en casa y agasajar a su familia o a sus amigos. Así que voy a rematar hablándoles del pesto. El pesto es una salsa para aderezar la pasta, creada en la zona norte de Italia, la más rica de la península, concretamente en la región de Génova (Pesto alla Genovese) y exportada internacionalmente desde hace siglos. Si ustedes quieren degustar un pesto en su casa, la primera solución es comprarlo hecho, es una solución cutre, y no está obviamente tan bueno como el artesanal, pero les puede sacar de un apuro. El de la marca Barilla es el más aceptable.

La palabra pesto viene del vocablo genovés pestare, machacar, o sea que en teoría podría elaborarse con cualquier producto que se ponga en un mortero y se convierta en pasta con la mano del mortero. Pero la receta de marca del pesto alla genovese, exige hacerlo con albahaca, piñones, aceite de oliva virgen, un poco de ajo y queso parmesano rallado. Todo esto se puede hacer en el mortero, pero también con una minipimer o una thermomix, sale igual de bueno y es menos laborioso. El problema con este pesto es que los ingredientes son difíciles de encontrar y caros. La albahaca fresca en cantidad suficiente no la tienen en todos los sitios y no es barata. Y en cuanto a los piñones, pues están por las nubes. Eso ha motivado que surjan alternativas más baratas sobre todo en el sur de Italia, que es más pobre, como por ejemplo el pesto di rucola, una receta que me ha llegado directamente desde lo más profundo de la Puglia.

Para dos personas necesitan un paquete entero de rúcula fresca, un puñado de almendras crudas (más baratas que los piñones), medio diente de ajo (no más, para que no salga demasiado fuerte), aceite de oliva virgen en buena cantidad y queso rallado a gusto (piensen en la cantidad que usarían si se lo echaran en los platos). Todo esto se pone en la minipimer y se consigue una pasta espesa, con un olor delicioso y un aspecto similar al del pesto comprado. Se pone a cocer la pasta con agua abundante y sal, el tiempo que diga el paquete para que esté al dente (yo les sugiero tornillos o fusilli tricolore). Importante: al escurrirlos, reserven una tacita del agua utilizada.

Una vez escurridos los fusilli, se ponen en un bol, fuera del fuego (el pesto no se cocina) y se le echa la salsa. Se dan muchas vueltas, para que se remezcle todo y se sirve en los platos. Pero no se olviden de lo que les digo ahora: es el toque maestro. El pesto que acaban de elaborar es una bomba calórica y nutritiva, un reto para su aparato digestivo. Si usted se pone un plato abundante con la salsa tal cual, es posible que por la tarde necesite un alka-seltzer o un almax. Una solución para esto es ponerse poca cantidad. Pero lo mejor es rebajarlo un poco, con el agua que hemos reservado de la cocción de la pasta. Pero han de hacerlo esto poco a poco, añadiendo una cucharadita, removiendo y observando. Si se pasan y les queda demasiado líquido, entonces ya no mola, porque queda desleído y no está tan bueno. Así que este es el toque de artista: a lo mejor basta una sola cucharada, como mucho dos. Hay un punto en que todavía es pastoso, pero ya no es tan indigesto.

Y un segundo toque de artista: cojan unos tomates cherry, partidos por la mitad, añádanselo a la pasta antes de echarle el pesto y luego denle muchas vueltas con todo. Le da un punto de color y sabor impagable. Yo les recomiendo los tomates cherry-pera del Río Guadalfeo. Son especiales pero los venden en cualquier supermercado. Y, por supuesto, un buen vino blanco de Rueda bien frío. Con esto pueden hacerse una comida estupenda y hasta invitar a una amiga vegetariana que quedará claramente predispuesta a pasar con usted, querido lector, a otro orden de placeres más comprometido (a las vegetarianas se las gana uno por el paladar). Que ustedes se lo coman bien, les dejo con un par de imágenes: la salsa preparada y el plato servido. Un plato perfecto para glotones y exquisitos. Sean felices.




domingo, 14 de junio de 2020

950. Actitudes

Estoy por aquí todavía, no se alarmen, es que realmente he tenido un agobio importante de trabajo del que ya empiezo a salir. Todo viene de la directriz de mi jefa de que cerremos el tema Reinventing el 15 de julio, una fecha redonda y muy buena para todos, de forma que el que quiera se pueda ir de vacaciones, o se desconfine, o se despendole o haga lo que le plazca. Incluso se vaya a tomar mucho por culo. Así pues, el día 15 de julio comunicaremos el resultado de la primera fase a los finalistas y a los eliminados. Yendo de adelante a atrás, eso nos obliga a tener las sesiones del Jurado antes del 8, porque necesitamos una semana para hacer las actas de las tres sesiones, pasársela a los 14 o 15 miembros de cada tribunal para que las firmen y corroboren su acuerdo y hacer las comunicaciones a los participantes. El día 8 lo tenemos que dejar libre por si fuera necesaria una cuarta sesión para deshacer algún empate. Total, que ya hemos convocado al Jurado para los días 7 de julio, 6 de julio y 3 de julio viernes.

La cosa es que nuestro trabajo ahora es hacer unas plantillas resumen en las que vamos cargando todas las características de los proyectos presentados, para hacérselas llegar a los miembros de los Jurados. Los del jurado cuentan así con una información extractada y homogénea, que les es de mucha utilidad. Es un trabajo difícil, que estamos haciendo entre mi jefa, mi compañera M. y yo. Y debemos mandarles estas plantillas al menos diez días antes de las sesiones. Como ven, vamos muy apretados. Nos hemos repartido los proyectos entre los tres y a mí me han tocado los de la antigua planta embotelladora de CLESA, el sitio que más interés ha suscitado, por lo que se han presentado 9 propuestas.

Mi problema es que yo tengo un sistema de trabajo que ya no voy a cambiar a mi edad. Yo primero me estudio bien los nueve proyectos, tomando muchas notas en un cuaderno. Sólo entonces empiezo a redactar las frases que voy a incluir en las plantillas. Pero lo hago en Word, porque es a lo que estoy acostumbrado. Y, cuando tengo todos los textos en Word, he de pasarlos a los cuadros Excel on line en los que están esas plantillas. Eso se hace por un corta-pega, pero el número de caracteres está limitado, así que hay un trabajo adicional de ajuste. Mis dos colegas lo hacen de otra manera: ellas le echan un vistazo a un proyecto y rellenan la ficha correspondiente directamente en el Excel. El resultado es que yo voy inicialmente más lento, mi trabajo no se ve on line. Eso sí, al final, voy como un tiro y puede que no sea el último en acabar.  

Todo esto me ha obligado a currar como un chino los dos últimos fines de semana. Me encontré en la encrucijada de tener que prescindir de alguna de mis otras ocupaciones habituales. No podía dejar de comer (y por tanto cocinar) ni abandonar mi pequeño jardín de la terraza. Tenía que elegir entre dos actividades a suspender: correr y cuidar el blog. Así que elegí parar de escribir en el blog, ustedes sabrán entenderme. Además esto es coyuntural, ya volveré al ritmo de estos meses pasados. Ayer terminé mi trabajo en Word, cargué mi primera ficha en el Excel y paré. Había salido por la mañana a correr y al atardecer quedé con unos amigos a tomarme mi primera caña en una terraza de Atocha, una delicia.

Y mi programa para hoy es: UNO, escribir este post, DOS, terminar todos los Excel (viendo lo que me costó hacer uno ayer, es perfectamente posible), TRES, ver por la tele el partido del Deportivo, que vuelve esta tarde, y CUATRO, buscar una serie de datos que necesito para la declaración de Hacienda, que debo tener listos el lunes por la tarde para mi conversación telefónica con la chica que me está guiando en esa tarea tan coñazo. Después de todo eso, creo que me espera una semana un poco menos agobiada. 

Esta situación insólita que vivimos, está influyendo, como ven, en toda nuestra dinámica y está alterando muchas de nuestras costumbres, rutinas y hábitos. Eso nos lleva a formas de comportamiento nuevas y yo, que soy antes que nada un observador atento del ser humano y sus actitudes, pues estoy detectando cosas con mi curiosidad infinita. Por ejemplo, tú vas por una acera estrecha, te cruzas con alguien y ves que se aparta para mantener el metro y medio reglamentario (si los dos llevamos mascarilla, es totalmente innecesario). Pero hay una gente que se aparta para que no le contagie el otro y otra que se aparta para no contagiar él a los demás. Son las dos clases de personas que pueblan el mundo: los egoístas poco empáticos y los cariñosos, próximos y amigables. Por el gesto que hacen al apartarse es posible diferenciar a unos de otros: los antipáticos se abren con un respingo porque les pilla de sorpresa (sobre todo si vas corriendo). Mientras que los afables llevan ya la preocupación por los demás desde que salen, están alerta y se anticipan al cruce, por lo que su movimiento es menos brusco.

Fíjense y verán cómo es fácil distinguir estas dos actitudes aparentemente iguales. Esto me trae a la memoria una historia similar. Cuando mis hijos eran pequeños, alquilamos una casa de fin de semana en la Sierra Pobre entre cinco parejas, todas con niños. Nuestra intención era aprovechar para vernos, confraternizar y que los chicos pudieran jugar unos con otros. Para eso, antes del fin de semana, hablábamos por teléfono, con la intención de saber si habría alguien más, en positivo. Si alguien más se apuntaba era un incentivo para ir. Entonces descubrimos que la pareja X hacía esa misma indagación, pero justo para lo contrario: querían asegurarse de que tendrían toda la casa para ellos solos.

Esas cosas cantan (para la gente observadora como yo). Se lo dije a los demás, que no se lo creían y decidimos hacer una prueba. Como esta pareja siempre preguntaba primero antes de anunciar sus planes, todos proclamamos con mucho ruido que al siguiente fin de semana no iríamos. La pareja X dijo que qué pena, que entonces ellos tampoco irían. Llegado el viernes fuimos todos a la casa y esperamos con la puerta y todas las ventanas cerradas. Vinieron, por supuesto, abrieron la puerta con su llave y se llevaron el chasco del año. Hasta colorados se pusieron. La relación con ellos ya no volvió a ser la misma.

En fin que, al hilo de esto de la observación de actitudes, les voy a obsequiar con otro vídeo sensacional de Samantha Fish, que es la figura que nos está alegrando estos últimos tiempos del encierro. ¿Cómo dicen? ¿Que me estoy poniendo pesado? Pues no me lean. Ya me conocen, saben que soy cabezota y que, cuando pillo la linde, es ya muy difícil que nadie me aparte de mi ruta. Samantha Fish hemos visto que tiene como dos épocas, la primera en que hacía un blues extraordinario en formato trío y con la guitarra del pescadito en primer plano, y la última musicalmente más compleja y con un grupo de acompañamiento más extenso. Hasta el punto que yo creí que había cambiado de compañía discográfica, luego me enteré de que no era así.

Su imagen también ha variado, antes cultivaba un look de malota, con el pelo encima de la cara y atuendos informales muy sexis. Ahora va más de señora, con laca y vestidos algo más recatados, aunque manteniendo el sex-appeal. A mí me gusta mucho lo que hace ahora y creo que está en su derecho de evolucionar como artista. Pero es que lo que hacía en su primera época era sensacional. Dice mi amigo Paco Couto que de esto entiende un montón, que no había visto cosa semejante desde Stevie Ray Vaughn, afirmación que suscribo.

El vídeo que hoy les traigo es de esa primera época, en directo en una sala de Nueva York (2014). Un año después del que les mostré en mi post anterior, todavía gesticula, pero no tanto. Es una canción basada en un riff con resonancias de Jimmy Hendrix. Musicalmente, es de destacar cómo interpreta trozos a la vez con la voz y la guitarra sin un solo fallo. Esto es ya difícil a la hora de interpretar la melodía base. Pero mantenerlo improvisando a la vez con voz y guitarra y no perderse, revela un virtuosismo de auténtica Globe Trotter de la guitarra.

Pero hoy estamos hablando de actitudes y quiero que se fijen en un par de detalles. Samantha gusta de vestirse siempre muy sexy. Pero en Nueva York es muy frecuente que las salas tengan un escenario elevado y, en la parte de abajo haya mesas en las que la gente se toma sus cervezas y hasta come (yo he estado en varias). Esa noche, Samantha ha escogido un vestido con una falda muy corta y no se siente cómoda. En la primera fila hay unos tipos que le aplauden desde abajo y hasta la graban con sus móviles, se les ve a veces en la parte inferior de la pantalla. Hemos visto a Samantha en otros vídeos con shorts más cortos que esta falda. Pero ¡amigo! los shorts son otra cosa. Por muy cortos que sean, tapan lo que tienen que tapar.

La minifalda es diferente. Samantha se ha equivocado con el vestido y está incómoda, como veremos, porque no quiere que los mirones de la primera fila le vean las bragas, que no le da la gana de enseñar y está en su derecho. Y hasta siete veces se estira el vestido hacia abajo, de forma automática, disimulada, pero enérgica, sin dejar de tocar. Ella no hace una pincita con dos dedos y tira delicadamente del borde hacia abajo. No tiene tiempo para esas sutilezas. Por el contrario, agarra un puñao de vestido y tira enérgicamente hacia abajo, mientras apoya empujando con el glúteo hacia arriba. Es una mujer de Kansas City, fuerte, valiente y con carácter.

Les resumo lo que pasa. Samantha presenta el tema y ataca el riff. Entonces canta las primeras estrofas. Aquí ya hace el gesto de estirarse el vestido dos veces seguidas, una con cada mano. Se va hacia el centro para hacer su primer solo de guitarra y se estira la falda por tercera vez. Tras ese solo, que es corto, vuelve al micrófono. Pero resulta que encuentra el micro muy alto, ha de ponerse de puntillas y enseguida corregir la altura con la clavija. Ustedes saben que los micros no se mueven solos. ¿Qué ha pasado? Pues yo lo tengo claro: Samantha ha salido con tacones altos y a la mitad del primer solo se ha descalzado. Por eso no llega al micro. Sabemos que le gusta actuar con tacones, pero adora descalzarse para sentirse más libre, a solas con su guitarra, con los pies en contacto con la Tierra. Además, así de paso baja unos centímetros la perspectiva del mirón.

Nada más corregir la altura del micro se estira el vestido por cuarta vez. Canta la segunda estrofa y se prepara ya para el gran solo. Está descalza y todavía se estira una quinta vez el vestido antes de afrontar ese solo. Entonces la música la arrebata. Ella y la guitarra son ya una sola entidad, se olvida del vestido y de los mirones estratégicamente situados y se abandona a un punteo que interpreta con todo el cuerpo, haciendo brincos y balanceos que confirman que se ha quitado los zapatos, dejando que el pelo le caiga sobre la cara y asomando de vez en cuando desde su maraña rubia para retar visualmente al batería. Este solo es tan extraordinario que ya no vuelve a la melodía ni a cantar más. Cuando está terminando y ya va volviendo de su experiencia orgásmica, recuerda que hay unos tipos que le quieren ver las bragas y se da un sexto estirón antes de terminar. Luego se va a los mandos a regular los botones del sonido y todavía se vuelve a estirar disimuladamente la falda una última vez. Véanlo ya. A ver si captan los detalles de los que les hablo.



Un portento, Samantha. Y, en cuanto a lo de los estirones del vestido a puñaos, hay que ver lo que llevan aguantando las mujeres desde hace siglos. Su movimiento de liberación de toda esa mierda es imparable, como el de los negros. Tras la pandemia, todas estas reivindicaciones se van a acrecentar, bastante problema tenemos con el virus como para tenernos que andar cuidando de mirones, racistas y otros impresentables. El mundo va cambiando. Despacito, pero va. Por ejemplo, en este momento, sería imposible que se publicara una canción como la que les pongo abajo, que además fue un exitazo: I’m a girl watcher. O sea: soy un mirón de chicas. ¿No se lo creen? Pues véanla. Es de 1960, o sea que tiene ya 60 años. Fíjense qué cosa más casposa.


Las actitudes post-covid en estos temas de discriminaciones históricas se están exacerbando. Por ejemplo, en toda Inglaterra se están dedicando a derribar estatuas de próceres y magnates que hicieron su fortuna con la esclavitud (como muchas familias de Cataluña, otro día hablaremos de ello). Les traigo un vídeo de Bristol de hace unos días. Bristol es el lugar donde vive mi amigo escocés Geoff Keogh, aquel que me traía botellas de whisky excelente, la última de las cuales se fue al suelo cerca de la plaza de la Ópera y se hizo añicos, como se contó en el blog. Este hombre vivió toda su vida en Aberdeen, donde era profesor en una escuela de negocios. Pero estaba harto del mal tiempo de Escocia y, en cuanto se jubiló, se fue a Bristol, el lugar de Gran Bretaña con mejor clima. Bristol es un lugar tranquilo, pero los británicos tienen a veces un punto violento, no tienen más que recordar las peleas históricas entre mods y rockers en la playa de Brighton, al otro lado de la isla, que se reproducían en la película Quadrophenia. En Bristol, con motivo de las últimas turbulencias antirracistas, han derribado la estatua del magnate esclavista Edward Colston, la han pisoteado y han terminado por tirarla al río. Véanlo.


La revolución está llegando. La gente no aguanta más y yo creo que estas son las nuevas actitudes derivadas del virus, el miedo, el incordio del confinamiento y la incertidumbre de la situación económica que viene. Hay que estar muy atento a lo que viene y procurar que no nos pille por medio. Y lo que no hay que perder nunca es el sentido del humor. Les voy a dejar con una última performance, esta vez relacionada con Trump (¡Ay San Benitiño, que pierda en noviembre, por Dios!). Ya saben que al valiente Trump, el fanfarrón que insulta a todo el mundo desde detrás de la barrera, en cuanto se formó un mínimo tumulto delante de la Casa Blanca, le entró la cagalera y bajó a refugiarse al bunker.

Esto ha motivado a un colectivo de activistas que se llama Indecline a instalar estatuas del cagón, con el lema El emperador no tiene cojones, por varias ciudades de Estados Unidos. En Nueva York la plantaron en pleno Union Square y la gente se hizo fotos con ella hasta que la desmontó el Ayuntamiento. En San Francisco no hay mejor lugar para algo así que la plaza de Harvey Milk, la entrada del barrio gay en el cruce de Castro street con Market street. Les dejo de propina un par de vídeos al respecto. También instalaron otras en Seattle, Los Ángeles y otros lugares que he visitado y comentado en el blog. Sean buenos y prepárense, que ya viene eso que llaman la nueva normalidad, que no es sino la vuelta a la anormalidad de siempre.




lunes, 8 de junio de 2020

949. Volviendo al mundo (con cautela)

                     Hoy los tiempos adelantan, que es una barbaridad
 Versión libre de un verso de La Verbena de la Paloma

Bueno, yo lo tenía así en mi memoria y resulta que lo que canta en esa zarzuela el personaje de Don Hilarión es hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Zancadillas que te pone la memoria para que te escorromoñes contra el suelo y hagas una cita en falso. Pero a mí me viene mejor lo de los tiempos. Porque esto cambia de un día para otro. Solamente miren que yo llevaba desde el 26 de enero publicando una entrada cada tres días, con regularidad kantiana, únicamente alterada un día en que publique dos posts: el 4 de abril en que me pilló la muerte de Luis Eduardo Aute cuando ya había publicado un texto esa mañana. Ya ven: hasta el ritmo de mi blog se rompe. Ya se lo anuncié en el post precedente, en donde les expliqué las razones. Pero es que, en estos tiempos, hasta lo que parecía más inalterable, se modifica.

Vivimos momentos de realidad líquida, como definió Bauman, en la que el tiempo ha pasado a ser una variable más de la ecuación. Una de las características de nuestro tiempo es la aceleración. Todo fluye, nada permanece, ha habido que llegar al Siglo XXI para que Heráclito venza finalmente a Parménides. Las cosas que durante la segunda mitad del Siglo XX parecían inmutables han saltado por los aires. A principios de año estábamos tan contentos, sin saber que en la ciudad de Wuhan ya había aparecido un coronavirus, el séptimo que salta de animales a humanos, de los cientos que conviven pacíficamente con las distintas especies salvajes. Celebramos la entrada de año sin saber que ya se estaban empezando a poner muy malitos los chinos contagiados, todos radicados en el entorno del gigantesco Seafood Central Market, el mercado de pescado y mariscos de esta ciudad de 11 millones de habitantes.

A finales de enero yo viajé a La Coruña y a Pravia (Asturias), sin imaginar que ese sería mi último viaje en mucho tiempo, tal vez el único del año. A la vuelta se empezó a hablar con preocupación del virus, pero como algo muy lejano. Como yo estoy atento a lo que va pasando en el mundo, el 13 de febrero escribí un post que se llamó El Covid-19 y la triste historia del doctor Li. Al día siguiente viernes fui al teatro a ver una obra cuyo nombre he olvidado, con un duelo interpretativo fantástico entre Carmelo Gómez y Ana Torrent. Tampoco sabía que esa sería la última vez que iría al teatro hasta hoy. En la puerta me encontré a una amiga que sigue el blog, que me felicitó por la historia del pobre doctor Li. Ambos ignorábamos que no nos volveríamos a ver en meses. Y después la situación se aceleró y llegó el tsunami que ha arrasado con nuestro mundo, tal como lo conocíamos.

Ahí se acabó lo de ir a la oficina y al bar y al cine y a los museos y exposiciones. Nos encerramos en nuestras casas, como las hormigas cuando un desaprensivo les pisotea el hormiguero, y esperamos temerosos a ver qué pasaba. Todo muy imprevisto. Ya saben que, como dijo Darwin, en catástrofes y cataclismos imprevistos, no sobreviven los más fuertes, sino los que mejor se adaptan. Yo estoy sorprendido de lo rápidamente que me adapté, de lo bien que me lo he pasado durante el confinamiento y de la de cosas que he descubierto que podía hacer, desde cocinar, hasta ser un buen jardinero de mi terraza, pasando por recuperar la guitarra y ponerme el reto de hacer un castillo de naipes de ocho plantas. Pero tengo que decir que el blog me ha ayudado mucho y quiero darles las gracias a todos mis lectores por la cuenta que me trae. El blog me ha ayudado a pautar el tiempo, a organizar mi semana y a tener un empeño, o mejor dicho un afán, que me permitía sobrellevar la locura en la que estábamos inmersos.

También me ayudó, por supuesto, mi entrenamiento que he mantenido contra viento y marea. Entre el blog y mis carreras, el transcurso del tiempo parecía cobrar un sentido. Que ahora esté corriendo por el Retiro y me demore cinco días en publicar un post, son dos signos inequívocos de que ya estamos pasando a una fase posterior. Respecto al running, les recuerdo que yo acabé el encierro haciendo 50 minutos de carrera efectiva dando vueltas por mi casa, cada tres días. La primera vez que salí al Retiro ya pasé directamente al segundo recorrido más corto de los que tengo medidos en el parque, el de 6,5 kms, desechando el de 5. El primer día hice 41,50 minutos. En mi segunda salida ya bajé a 41.05. En la tercera, me encontré el parque cerrado de nuevo. El día anterior había caído una fuerte tormenta y los carteles anunciaban que el parque se cerraba para hacer la evaluación de daños. La acera perimetral estaba petada de corredores, así que opté por volver a casa y completar 50 minutos indoor.

Eso fue el lunes, hace una semana. El jueves amanecí con lluvia fuerte, así que también corrí en casa. Pero ayer domingo, salí de nuevo al Retiro. Mi marca: 39,44. Estoy que me salgo. Cuando consiga bajar de 39, me pasaré al tercer recorrido, el de 8 kms. Y ahí me quedaré. Es suficiente para mi edad y también por si me da por correr alguna prueba de 10 kms, el día en que las carreras populares vuelvan, fecha que no se vislumbra en un horizonte próximo. La magnitud de la catástrofe la da, como ya les he dicho, el mundo del rock. Un dato nuevo muy significativo. El 5 de julio estaba previsto un concierto del grupo de Boston Aerosmith, en el Wanda Metropolitano, con todas las entradas vendidas hace tiempo. Ayer, la promotora anunció que el concierto se pospone ¡al 3 de junio de 2021! Las entradas vendidas valen para dentro de un año.

Y ya que estamos con el rock, les diré que yo salgo del encierro con un nuevo ídolo: Samanta Fish, que no deja de sorprenderme. En Youtube hay vídeos de conciertos enteros de hora y media de los últimos años, que son fabulosos. Y también de sus actuaciones antiguas, con su trío de blues. He encontrado una información más precisa sobre su carrera. En 2009, con 20 años, grabó su primer disco por sus propios medios. Los cazatalentos del sello alemán de blues Ruf Records quedaron entonces impresionados y la ficharon. Y sigue en ese sello. Es decir que su salto desde los circuitos del blues a los grandes conciertos en arenas y escenarios multitudinarios, es el resultado de una evolución personal y artística, que su discográfica ha respetado. Les diré que el mundo del blues en Estados Unidos tiene un mercado aparte, con un circuito propio, listas de ventas y premios específicos. Es como jugar en una liga de menor caché. En 2012, Samantha fue elegida la mejor artista de blues del año.

Ahora, Samantha juega en primera división, con su grupo ampliado y sus canciones de registro menos limitado, todas compuestas por ella, no como en su etapa anterior en que aprovechaba viejos temas del blues más auténtico. Además, se ha cambiado de imagen y usa laca para el pelo. A mí me gusta mucho lo que hace ahora, pero he encontrado grabaciones de conciertos de su primera época que son fabulosas. Por ejemplo ésta que les traigo. Es en una pequeña ciudad de Michigan, en 2013. Aún no usaba laca, pero se había teñido de pelirroja, tal vez en busca de una imagen propia, que luego encontraría con ese maquillaje que subraya las diagonales de su cara. Aquí tenía 24 años, tocaba con la guitarra tuneada del pescadito y la acompañaban su fiel bajo Chris Alexander y el batería Go Go Ryan, que ahora no sigue con ella.

Les pido que vean este vídeo. Es un viejo blues perfecto, de libro, compuesto según los cánones, que Samantha estira y exprime hasta lo indecible. La chica ya demuestra tener un chorro de voz, mucha personalidad y una forma apasionada de interpretar. Observarán que gesticula más que ahora, se ve que últimamente se ha ido conteniendo. En este vídeo abre la boca a veces como si estuviera en el dentista. Pero el punteo de la guitarra es sensacional, de una precisión y una nitidez abrumadoras. Esta mujer se conoce a B.B. King y a Stevie Ray Vaughan al dedillo. No es de extrañar que diga que la guitarra es como una parte de su propio cuerpo. Impresiona que una chica de 24 años sea capaz de hacer esto en directo. Es casi una niña. Observen también que, al principio de la actuación, un espectador se acerca y le regala una chocolatina (creo que un Mars). Ella la coge, da las gracias y la muestra al público. Y al final es maravillosa la alegría que le entra por lo bien que le ha salido el tema, y como la comparte con sus músicos.




En fin, apabullante, supongo que estarán de acuerdo. Yo salgo del confinamiento totalmente enganchado a esta mujer, de cuya existencia no tenía noticia antes, porque en España es una auténtica desconocida que no ha venido nunca a tocar. Un seguidor malévolo escribió en un comentario del blog que lo mío era una evolución lógica, que abandonaba a Sheryl Crow por una más joven. Le respondí que yo soy partidario del poliamor (así se llama ahora), y que continuaba siendo fiel a Crow. La verdad es que a mi admirada Sheryl no le está sentando nada bien esto del confinamiento. Debe de estar hasta la coronilla de no poder salir de su casa, aunque tenga dos hijos y un caballo. Empezó grabando canciones por el sistema de videollamada múltiple, que salían llenas de energía y sentimientos positivos. Pero, en las últimas, es impresionante la cara de mala hostia que se le ha puesto. Sus músicos tampoco se ríen nada: con la jefa con semejante careto, cualquiera se atreve. Además, ya ha perdido el rubio, como pronosticamos al principio. Su pelo está pidiendo a gritos peluquería y tinte. Véanla y comprobarán que no exagero.  


Bien, yo estaba encantado con el encierro y voy a seguir confinado mientras pueda. Creo que lo llaman síndrome de la cabaña. Hombre, desde luego que echo de menos poderle dar un achuchón a alguna amiga con la que quede, o a algún colega que me encuentre por la calle. También añoro tomarme un vermú de grifo en una barra. Y coger mi coche y salir carretera adelante. Mientras esas actividades estén prohibidas o resulten peligrosas o imprudentes, no tengo ningún interés en salir de mi casa. Puedo teletrabajar, puedo escribir en el blog y sólo salgo para hacer compras de alimentación y correr por El Retiro. Lo demás ya llegará. Pero los tiempos están cambiando y, el otro día, de pronto, me di cuenta de que se habían acabado las cacerolas. ¡Qué alivio! Ya debe de hacer unos días. Yo cerraba las ventanas después de aplaudir para poder estar tranquilo y no me había dado cuenta.

La verdad es que a Sánchez le va saliendo bien la jugada. Abascal y el fraCasado habían urdido una estrategia para desplazarlo del poder, para poder estar al frente del país durante la reconstrucción y hacerse con los fondos que nos va a dar Europa, que la derecha piensa siempre que va a gestionar mejor. Pero Sánchez es un trilero y los otros se han dado con un muro. La última sesión de tortura para prorrogar el estado de alarma, debió de ser el programa de televisión menos visto de lo que va de siglo. Yo no conozco a nadie que lo viera. Seguramente fue como el día de la marmota. Abascal sigue una estrategia común con Le Pene, Meloni y otros. Pero el fraCasado va sin rumbo y no tiene discurso propio, sólo imita al otro. Ha quedado en evidencia y toda esta energía que ha desperdiciado en una guerra absurda le va a pasar factura. Acabará quedándose solo con el campeón de lanzamiento de güitos de aceituna, la marquesa ácida, IDA y el del bigote. Por cierto, ese récord de lanzar huesos de aceituna más lejos que nadie, no está recogido en el Libro Guiness.

Algunos salimos del confinamiento diferentes pero, cuando vamos volviendo al mundo, nos encontramos cosas que, como el dinosaurio de Monterroso, todavía siguen ahí. Y me refiero ahora a los racistas americanos. La protesta por la muerte de George Floyd se extiende ya por todo el mundo. Las camisetas con el lema I can’t breath o las cifras 8,46 se ven por todas partes. No sé si lo saben, pero Bruce Springsteen conduce un programa de radio semanal, desde su encierro en su casa de Ashbury Park (New Jersey). Cosas del confinamiento. Suele poner música de otros artistas, pero hace unos días, abrió el programa con una canción propia: 41 shouts, un himno antirracista de hace más de 20 años. Y, al acabar, se largó la parrafada que pueden escuchar en el audio que les pongo abajo. Si son mañosos, pueden encontrar la forma de ponerle unos subtítulos en español. Bueno, no, déjenlo, mejor se lo traduzco yo. Pero escúchenlo en inglés mientras leen la traducción. La voz del Boss es siempre una maravilla. Sean buenos y cuídense. Aquí la traducción y el audio prometido.

Ocho minutos… Esta canción que les he puesto dura casi 8 minutos… Es lo que tardó en morir George Floyd, bajo la rodilla de un oficial de policía de Minneapolis, que le oprimía el cuello… Es mucho tiempo el que estuvo suplicando ayuda… Dijo que no podía respirar, pero la respuesta del policía fue el silencio y la espera… Hasta que su pulso se paró… Y aún siguió… Esto va para Seattle… para Nueva York… para Miami, Atlanta, Chicago, Dallas, Philadelphia, Washington, Los Ángeles, Ashbury Park, Minneapolis… Y por la memoria de George Floyd… Que en paz descanse… Como ya hemos dicho, 40 millones de personas se encuentran sin empleo, más de 100.000 ciudadanos han muerto por la Covid-19 con la más tibia e insensible respuesta posible de nuestra Casa Blanca… Todavía hoy, a nuestros ciudadanos negros los mata sin razón nuestra policía en las calles de los Estados Unidos, por lo que, al empezar este programa, el país estaba en llamas y en medio del caos…