viernes, 29 de diciembre de 2017

696. Virtuosos

Conmigo nunca se sabe pero, sin no me da por interrumpir los fastos de fin de año para ponerme a escribir y subir un texto más en los dos próximos días, esta será mi última entrada de 2017, un año que está en sus últimos alientos. En estas ocasiones es cuando uno suele ponerse trascendente y solemne, lanzar una mirada panorámica sobre el devenir del mundo, recordar que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, o cantar eso de tú que puedes vuélvete, me dijo el río llorando. No estoy seguro pero creo que alguno de los años anteriores aproveché la ocasión para hacer, de alguna forma, balance. Por determinadas circunstancias, este año no voy a ir por ese camino. Estoy subido en una ola favorable (a ver si dura), y además me he tomado dos semanas de vacaciones, esta y la próxima, que estoy aprovechando seriamente para hacer un ensayo de mi futura vida de jubilado.

Quiero decir que he hecho mi carrera reglamentaria de 5 kilómetros por el Retiro, el lunes, el miércoles y hoy viernes, con buenas sensaciones en espalda y rodillas. Que además he ido a nadar el martes. Que he visitado a varios amigos, he confraternizado con mis dos hijos, he cuidado a la familia, he comprado regalos, he avanzado en la lectura de Avión Club, he caminado mucho por la ciudad y voy cumpliendo con ustedes en el blog. En esa dinámica, el fin de año no es para mí un punto y aparte sino un punto y seguido. El blog está en un momento dorado, tengo muchos seguidores y los textos de los últimos dos meses me han dejado bastante satisfecho. Así que hoy bajo el pie del acelerador para obsequiarles con una entrada corta y poco profunda, centrada en tres vídeos musicales, para amenizarles el cambio de año. Les recomiendo que se los pongan todos en pantalla grande.

Los tres vídeos tienen algunas características en común. Se trata de músicos que tienen una sólida formación clásica, que en algunos casos han sido concertistas afamados y han grabado discos de música clásica, pero que también se interesan por otras líneas musicales más actuales, como el rock, el jazz y hasta el rap. Además, son virtuosos de sus instrumentos y tienen una vis cómica muy marcada. En este terreno podríamos situar también a los inigualables Les Luthiers, pero estos tipos geniales añadían a todo lo anterior la facultad de construirse instrumentos delirantes y un componente literario que los tres que aquí les presento no tienen. Aquí nos circunscribimos a virtuosos de determinados instrumentos, mezcla de estilos musicales y un marcado componente cómico, casi circense. La relación de estos artistas con un concierto ortodoxo es como la de los Harlem Globe Trotters con un partido de la NBA.

Empezamos con un cuarteto femenino de Hamburgo, que se llama Salut Salón. El vídeo que les pongo circuló ampliamente por Whatsapp hace un tiempo, tal vez ya lo conocen, pero es una delicia verlo de nuevo. Se trata de cuatro mujeres bastante guapas, que juegan también la carta de la belleza. Su virtuosismo es increíble, saltan sin problemas de Vivaldi a estándares como Mack the Knife y su performance, con un punto cabaretero, es divertidísima. Se conocieron de niñas estudiando en uno de los conservatorios más prestigiosos de Alemania, pero pronto se inclinaron por esta vena más circense. Además, una parte importante del dinero que ganan con sus divertidos conciertos, lo destinan a una fundación que ayuda en proyectos solidarios de Latinoamérica. Un portento de chicas. 

  

El segundo grupo que les propongo escuchar y ver, responde al sugestivo nombre de MozArt. Es un grupo polaco que forman cuatro instrumentistas de cuerda formados en las mejores academias polacas, las de Varsovia y Lodz. Durante años fueron uno de los mejores cuartetos de cuerda clásicos del país, pero luego decidieron explorar su conocimiento del rock y su lado más cómico, algo muy meritorio a su edad. En el vídeo que les traigo, hacen un popurrí de Mozart, Michael Jackson, Beatles y un pequeño homenaje al primer rock and roll. En Youtube pueden encontrar vídeos de otras actuaciones, tanto de MozArt, como de Salut Salón.


He dejado para el final al personaje más genial, estrambótico, innovador y musicalmente sólido de los tres. Responde al curioso nombre artístico de Chilly Gonzales. Un nombre realmente sorprendente, si tenemos en cuenta que se trata de un judío askenhazy, natural del Canadá e hijo de inmigrantes húngaros que huyeron del nazismo, que naturalmente no se llama así. Además, nuestro hombre es un trotamundos que ha vivido por muchos lugares. En París grabó dos discos de piano clásico (su instrumento), que fueron muy bien valorados por la crítica. Después se lanzó al jazz, convirtiéndose en un fijo en el cartel de los mejores festivales europeos. En este momento vive en Colonia. Interesado también por el rap y por la música electrónica, la que hacen solos los pequeños artilugios que regalamos a nuestros hijos cuando son niños, sus conciertos actuales incluyen momentos realmente asombrosos. Abajo pueden ver uno de sus shows en el festival Electronic Beats, celebrado en la ciudad austriaca de Graz en 2013. Les dejo con él, no sin antes desearles un feliz año nuevo. Sean felices.


martes, 26 de diciembre de 2017

695. La matraca interminable

Como yo pronostiqué, los resultados de las elecciones catalanas han dejado un Parlament prácticamente igual que el anterior. No ha habido trasvase de votos entre los dos bloques enfrentados. Simplemente, la distribución de escaños se ha reconfigurado en el interior de cada bloque, pero esto se debe sobre todo a las personalidades de los candidatos. Frente a la pasión vibrante de la bella Arrimadas nada tienen que hacer la cara de queso fresco del ambiguo y patético Iceta, o el rostro estólido del gigante/cabezudo del PP, al que menos mal que fue Rajoy a apoyarle in person que, si no, se queda hasta sin escaño, qué drama. En el otro lado de la acera, una persona tan pavisosa como Rovira no podría nunca hacerle sombra al ex-unurabla Puigdemont, que a su lado parece un bailarín de claqué sobre los adoquines de Bruselas. Entre ambos bloques, el grupo de Colau/Domenech, que esperaba convertirse en la piedra clave del arco, ha pagado sus ambigüedades quedándose en pedrusco o en astilla de esas que se ponen para que no se caiga el tenderete. Y a los de las CUP parece que el exceso de mambo también les ha pasado factura.

Esto tiene relación con algo que también dije en su día y hoy apuntan algunos: que Rajoy se precipitó convocando las elecciones tan rápido. Rajoy, el campeón de la impasibilidad, el tipo que ha hecho un arte de la política de no hacer absolutamente nada, sólo esperar hasta que las cosas se pudran o se arreglen solas, por una vez fue menos Rajoy que nunca y actuó. Lo que yo dije en su día es que estratégicamente era mejor dejar que la situación se siguiera pudriendo un poco más. Una boutade, desde luego, pero con cierto sentido. Algo que yo puedo decir porque, ni soy político, ni siquiera puedo presumir de comentarista experto en el tema (lo mío es el rock’roll y la literatura). 

No se hizo así, se convocaron elecciones deprisa y corriendo y aquí está el resultado. Dos millones de votantes seducidos por una idea (aunque sea imposible) no van a desaparecer de la noche a la mañana. Abajo explico por qué pienso que es imposible. Pero de momento, ilustrémonos y sepamos lo que dice ese preclaro comentarista político y periodista superlativo que es Jaume Reixach. Si quieren saber por qué se suscitó todo esto, este señor lo explica paso a paso con precisión meridiana. Él estaba ahí. Y cuenta lo que vio. Y nadie le puede acusar de españolista. Les pido que lean el siguiente artículo, escrito poco antes de estas últimas elecciones (es largo, pero resulta apasionante. Y demoledor). Deben pinchar AQUÍ.

Y aquí estamos de nuevo. Una carrera vertiginosa de dos meses para volver exactamente al punto de partida. Aunque hay modificaciones y no menores. Pero antes he dicho que la secesión es un empeño imposible y tengo que explicarlo antes de seguir adelante. ¿Por qué estoy tan convencido? Lo cuento. Vivimos en un mundo en el que la economía predomina sobre la política. Hubo tiempos en que no era así, pero ahora la economía manda. Es el capitalismo, estúpidos (disculpen, no va por ustedes). Los grandes poderes económicos multinacionales lo dominan todo. Estamos en manos de prestamistas y las deudas se pagan. Que se lo pregunten a los griegos. ¿Y cuál es la situación económica de la Comunidad Autónoma Catalana (no otra cosa es, por el momento, esa región)? Los datos están al alcance de cualquiera que los sepa buscar.

En este momento, mientras ustedes leen estas líneas, la deuda de la Comunidad Catalana asciende a 70.000 millones de euros. Recuerden que el pródigo y manirroto Gallardón llevó al Ayuntamiento de Madrid a una deuda de 7.500 millones y todos decían que era algo horroroso, inenarrable. Cataluña debe, en grandes cifras, 50.000 millones al Estado español y otros 20.000 a diversos acreedores externos. Pero eso no es lo peor. Porque el Estado español tiene una deuda exterior estimada en un billón de euros. Tomando como modelo las negociaciones del Brexit, Cataluña, si se llegara a separar, debería hacerse cargo de una parte proporcional de esta deuda en función de su porcentaje del PIB español, que podemos estimar en un 20% (la población catalana es un 18% de la española). O sea, 200.000 millones. En total, 270.000 millones de euros. Se lo pondré en cifras, para que lo entiendan en toda su magnitud: 270.000.000.000€. Ya ven qué cantidad de ceros. No se creerán los independentistas que van a conseguir salirse de rositas y dejarnos a nosotros el marrón.

¿Y cómo se resuelve una situación como esa? Sólo hay un camino. Si no les ayuda el Estado español, como hasta ahora, tendrían que refinanciar la deuda, para irla pagando por tramos. Al final, acabarían pagando más, pero es técnicamente posible. ¿O no? Pues, parece que tampoco. A día de hoy, el valor del bono catalán deja pequeñita la definición de bono basura (que, no lo olvidemos, es un eufemismo de bono mierda). Está, euro arriba, euro abajo, a la altura del de Zimbawe. Para semejante situación habría que inventar un nombre nuevo, el bono lixiviado o algo así, no sé. Eso significa que nadie les va a prestar un duro. Y se seguirán hundiendo, si persisten en su empeño. Tal vez podría salvarles la entrada de capital ruso o chino, pero es dudoso que la Unión Europea tolere algo así en un lugar tan central. Por eso se han ido las empresas (más de 3.000 ya) y se seguirán yendo. Tal vez si hubiera un 80 o 90% de independentistas, algunas se animaran a quedarse. Pero, desde luego, en la situación actual de empate técnico entre los bloques, es un suicidio seguir en Cataluña. El peligro al que más teme cualquier empresario es la inseguridad jurídica. Ya han empezado a largarse las Pymes y, si la cosa sigue por los mismos derroteros, los primeros EREs no se harán esperar.

Pero hay dos millones de empecinados que insisten, seducidos por el discurso de la posverdad, pensando que la independencia es una alternativa viable (dice Tomás García Morán, comentarista de La Voz de Galicia, que lo de Cataluña no es posverdad, sino que se trata de un caso de burremia colectiva, pueden buscar el artículo en Google con estos datos). Yo creo que tal vez podrían crear un Estado virtual. Una plataforma on-line. Así podría dirigirlo Puigdemont desde Bruselas, asistido por Junqueras desde Estremera. En los tiempos actuales esto es algo posible. Una sencilla aplicación informática permitiría crear una Generalitat digital a distancia (como cierta universidad), dirigida por un unurabla virtual, que presidiría los consejos de gobierno por pantalla de plasma, mientras se come unas croquetas de quisquillas en cualquier bistrot gourmet bruselense. Como esta gente parece que tiene bastante dinero guardado, de vez en cuando pueden pagarles un viaje a Bruselas a los 200 alcaldes, para que le hagan a Puigdemont su coreografía de majorettes con los bastones en alto, coordinados por el bardo Lluis Llach.

Lo de la burremia es, sin duda, un hallazgo lingüístico para designar este vodevil. Pero yo hace mucho que comparé el prusés con el berrinche de un niño pequeño, que en Cataluña tiene una denominación precisa: batistot. Lo de los catalanes es un batistot colectivo y les contaré un recuerdo mío que viene al pelo. Hace miles de años, fui un día al Corte Inglés a ver juguetes para Reyes, con mis hijos pequeños de la mano y en compañía de mi amiga M., que llevaba a su vez al suyo, un poquito mayor que los míos. Bien, pues el crío se encaprichó con un coche eléctrico en el que se había subido (la independencia) y quiso que se lo compraran allí mismo. Su madre le razonó: mira hijo, es imposible que te compre eso, es un juguete desaconsejado para tu edad porque es peligroso, lo dice en las instrucciones. Aparte, es muy caro y yo no quiero gastarme tanto dinero por un capricho. No tengo ese dinero y además no te lo quiero comprar. Pero el chico hacía pucheros y repetía una y otra vez: ¡¡Pero yo lo quiero!! ¡¡Pero yo lo quiero!! (elecciones sucesivas).

En un momento dado, el chaval ejerció su derecho a decidir, tumbándose en el piso boca arriba, y poniéndose a patalear y manotear contra el suelo, mientras berreaba a un volumen insoportable con los ojos bien cerrados: un batistot en toda regla. Mis hijos me apretaban la mano aterrorizados y los demás clientes (los europeos) no nos quitaban ojo. Con mucha sangre fría, M. llamó a un vigilante de seguridad (intervención de las porras) y le dijo: −Por favor, ayúdeme usted, agárrelo por ese brazo que yo lo cojo por este otro; vamos a sacarlo a la calle. Es decir, que mi amiga M. le aplicó al chico el artículo 155. Y se acabó el problema. Ese niño berreante no volvió a dar un ruido y hoy es un ingeniero de Caminos eminente, padre de tres criaturas. Me imagino que mis hijos también sacaron alguna enseñanza del suceso.

Lo dicho. Era pronto para hacer unas elecciones. Es fácil decirlo a posteriori, pero esa es mi opinión. Sin embargo, algunas cosas han cambiado. Arrimadas ha cogido peso específico. Y los que formen gobierno saben que tendrán que quedarse en los márgenes que fija la Ley, porque, si no lo hacen, les volverán a aplicar el 155. Unos márgenes en los que no cabe esa independencia que han prometido y que esperan dos millones de seguidores. Arreglar este entuerto es como encontrar la cuadratura del círculo. Así que continuará la matraca. Varias veces he intentado declarar mi blog Espacio Libre de Humos y Matracas Catalonias, pero nunca lo consigo. No sé si esta vez se dará. Ustedes sigan a lo suyo, que aún nos quedan dos semanas de nuestra particular matraca navideña universal. Pasito a pasito, amigos.

domingo, 24 de diciembre de 2017

694. Una tregua

Eso es lo que me voy a tomar yo. Me cojo dos semanas de vacaciones, pero sin dejar de trabajar. ¿Y eso cómo se come? Pues porque mi desempeño laboral tiene dos aspectos muy diferenciados. Uno, de servicio a la ciudad, de hacer un trabajo útil, de meterme en asuntos imaginativos que nadie más hace, para ayudar a difundir la marca Madrid y, de rebote, la marca España. Esa faceta de mi trabajo me satisface, me permite sentirme útil, divertirme y seguir aprendiendo. Recuerden el famoso aforismo de Confucio, que los japoneses y coreanos llevan a rajatabla: Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida.

Pero hay una segunda faceta en paralelo a la primera: la obligación de acudir cada día a la Isla de Alcatraz, fichar y cumplir un número de horas de presencia física. Esto es algo que depende de Asuntos Internos y es una verdadera inutilidad. Quiero decir que es un sistema ciego que sustituye a un verdadero control de rendimientos, que detectaría la mayor o menos eficiencia de cada unidad y de cada uno de sus funcionarios. Esto no se hace pero, en cambio, se cuentan las horas, minutos y segundos de presencia física, sin que importe si la gente se dedica a leer el Marca en ese tiempo. Les aseguro que los que no pegan ni chapa cumplen escrupulosamente el horario, porque no tienen otra cosa de que ocuparse. El sistema a quien nos jode es a los que trabajamos y más si tenemos que andar entrando y saliendo del edificio todo el rato. Es imposible medir mi trabajo con ese rasero.

Durante el trienio negro de Mrs. Bottle y la concejala replicante de Urbanismo, esa dicotomía fue especialmente dolorosa para mí, dado que ciertamente tenía poco trabajo y además la función de controlar el cumplimiento del horario recayó en una siniestra carcelera nazi. Ahora hay alguien más flexible, pero la dicotomía persiste. La faceta B me supone contar además con un montón de días de vacaciones, resultado de convenios sucesivos en los que se nos iban dando tales privilegios, a cambio de no subirnos debidamente el sueldo: moscosos, canosos, morrosos, días por asuntos propios, días médicos y no sé cuantas cosas más. En lo más duro de la crisis, el señor Montoro nos desposeyó de todos estos privilegios (pero no nos subió el sueldo, sino al contrario). Después los hemos ido recuperando, en la medida de lo posible.

Así que, en un momento como este, en que estoy de nuevo trabajando en algo que me apasiona y requiere toda mi dedicación, enfrento uno de los puntos críticos de esa dicotomía. Por un lado, tengo muchísimo trabajo para las dos semanas próximas, un trabajo que puedo hacer perfectamente desde mi casa, salvo un par de reuniones ya programadas. Y, por otro lado, me sobran un montón de días libres, que tengo que cogerme antes del 31 de enero, y de los que no pienso perdonar ninguno. Porque, para mí, los de asuntos internos son el enemigo (cuando esté jubilado, explicaré en detalle el sistema, completamente indetectable, con el que yo burlaba los tornos de fichar, algo de verdad muy divertido). Frente a esta coyuntura, la solución está muy clara: me voy a pasar dos semanas de trabajo no presencial, en las que estaré localizado. La gente de la ofi tiene instrucciones precisas de llamarme en cualquier momento del día, para cualquier urgencia que se presente. 
   
Estas dos próximas semanas van a ser también un ensayo de mi vida de jubilado, en la que mi plan es seguir trabajando, si es que sigo siendo de utilidad, pero además escribir en el blog, correr por el Retiro y dedicarme a todas las ocupaciones paralelas que pueda compatibilizar. Para eso es fundamental programarse y distribuir el tiempo adecuadamente. Y a tal efecto es imprescindible tener una buena agenda. Todos los años por estas fechas, suelo comprarme una agenda en una librería de mi barrio (hace muchos años que dejaron de darme una adecuada en el trabajo). Este año, he decidido comprarme la mejor, dentro del modelo que me gusta, es decir, la genuina Moleskine, la que utilizaban Hemingway, Picasso y muchos otros. Abajo ven qué feliz estoy con mi adquisición. Lo malo es que, como se te ocurra bosquejar un prusés en ella, luego te la pilla la pasma y te caes con todo el equipo.


Anteayer viernes estuve trabajando hasta las siete de la tarde, porque ya les he explicado que por la tarde es cuando puedo estar conectado con la gente de Nueva York que dirige el programa Reinventing Cities de mis penares y gozos. Ayer tenía medio empezado un texto sobre el regreso a primer plano de la matraca catalana, que nunca se había ido del todo, pero habíamos aprendido a hacer como que no existía. Lo que pasa es que estaba muy cansado y en estas fechas, en cuanto te descuidas, te arrolla el tsunami de las fiestas. Así que mi análisis del bucle catalonio, se queda para el próximo post. Ayer me tuve que ocupar de una serie de tareas, que les detallo a continuación. Comprar cerveza y gambas para esta noche. Me hice con dos packs (48 latas) de Estrella Galicia, además de encargar kilo y medio de gambas de Huelva, de las pequeñas, recién cocidas, que he recogido esta mañana en el Mercado de Antón Martín. Además me fui hasta el outlet de Salvador Bachiller de la plaza de Chueca, para comprar un regalo del amigo invisible.

Y esta mañana he subido a la FNAC a comprar un par de libros para otro regalo. Enredando por allí, me ha saltado otra vez un libro a los ojos. Es el último de Emmanuel Carrère (recuerden: Limonov y El adversario, sensacionales). Se llama Conviene tener un sitio a donde ir. Ojeando la contraportada, veo que se trata de una antología de los mejores artículos periodísticos de este señor a lo largo de los años. Que incluye entre otros: una entrevista fallida con Catherine Deneuve, que se describe como memorable, una visión de la Rumanía post-Ceaucescu, un viaje a Sri Lanka después del tsunami, perfiles de Lovecraft, Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) y otros escritores malditos, así como una serie de nueve artículos para una revista italiana que le contrató para dar una visión masculina sobre el mundo femenino, serie que termina con un texto sobre el orgasmo femenino, que se consideró marcadamente pornográfico, lo que supuso el abrupto final de la colaboración. Obviamente, me lo tenía que comprar.

La chica de la caja era una rubia con un leve aire a Silvie Vartan. El diálogo, trufado de miradas que sugerían otras esgrimas, fue más o menos como sigue. Buenas. Buenas. Verás, traigo tres libros y quiero tickets regalo para estos dos; este otro es para mí. Ya, pero, si lo va a pagar todo con tarjeta (se la acababa de dar) yo se lo cobro de una vez y se generan tickets regalo automáticamente para los tres; luego descartamos uno. Estupendo. ¿Tiene tarjeta de socio? No. Se la puedo hacer en medio minuto. Es que soy antitarjetas, tuve una que me regalaron y no la renové. Pero con la tarjeta de socio FNAC tendría ya un descuento de 5€ en esta compra, sólo por sacársela. La tarjeta, quieres decir (una aclaración marcadamente pornográfica, que la chica encajó sosteniendo mi mirada con la dosis justa de ironía en los ojos). La tarjeta, sí, desde luego. Gracias, pero es que me lo prohíbe mi religión. (Media sonrisa) Allá usted, ¿quiere teclear su número secreto? Cómo no. A ver… este es el ticket regalo de su libro... lo rompemos. No, no, déjemelo, no sea que no me guste el libro que me regalo a mí mismo y tenga que venir a devolverlo. (Risa franca) Eso no va a pasar, es muy bueno, sobre todo los artículos para una revista italiana; de troncharse… Bueno, si vas a estar tú en la caja, a lo mejor, sólo por eso vengo. (Risa ya muy abierta, dientes más regulares que los de Silvie) Las devoluciones son en la planta baja y yo no estoy allí, lo siento. Más lo siento yo; en ese caso, feliz Navidad, guapa. Feliz Navidad, señor.

Un coqueteo sin mayor malicia, creo yo, aunque, tras el caso Weinstein hay que andarse con tiento con estas cosas. Por lo demás, este año no me ha tocado ni un céntimo en la lotería. Ni una mísera devolución de alguna de las participaciones de 1€ que llevaba. Por ejemplo, una que compro todos los años: la de la Asociación Benéfica Cultural y Deportiva de Funcionarios de Ceremonial y Asistencia Interna del Excmo. Ayuntamiento de Madrid, Antigua de Maceros, Porteros y Ordenanzas, fundada en 1065 bajo el Patrocinio del Santo Ángel de la Guarda. Tiene un nombre tan largo que, aunque juegues sólo un par de euros, han de hacer unas papeletas enormes, para que les quepa todo. Esperemos que ese bacarrá lotero sea el anuncio de un buen año. Para mí y para ustedes. Por si acaso, tocaremos madera o cruzaremos los dedos. 


Ya que han salido los ordenanzas, termino con una historia que seguro que no saben: los ordenanzas ya no son la clase inferior en la pirámide jerárquica del Ayuntamiento. Hay otros por debajo. Les cuento. Al final de la Feria TRAFIC, se me requirió desde el IFEMA a recoger los folletos que habían sobrado del pabellón municipal, a menos que quisiera que se tirasen a la basura. Eran tres cajas pesadas. Pedí la ayuda de un ordenanza con una carretilla y quedé con él en la calle. Apareció, literalmente, con las manos en los bolsillos y fumándose un puro, en compañía de un sujeto renegrido y túzaro, que ni siquiera me saludó y que era el que arrastraba el carrito mirando al suelo. Le pregunté al del puro quién era. Respuesta: un delincuente. Tal cual. Resulta que hay un estrato jerárquico por debajo de los ordenanzas: los delincuentes, verdaderos epsilones de la organización municipal. Se trata de tipos a los que han pillado en pequeños delitos, como hurtos discretos y sin violencia, rebasar un poco la tasa de alcohol al volante, o pelearse de madrugada sin resultado de sangre. Un juez los ha condenado a una pena de trabajos forzosos durante una temporada más o menos larga, en calidad de prestación sustitutoria.

En fin, dado que con este post han cumplido ustedes la condición de no acostarse sin aprender algo nuevo, ya sólo les queda celebrar adecuadamente la Nochebuena. Ese es mi deseo para todos los lectores: que se reúnan ustedes con sus familias, cenen opíparamente y que pasen unas felices fiestas. La semana próxima seguimos.


martes, 19 de diciembre de 2017

693. Avion Club, una novela imprescindible

Esta vez mi texto va a ser algo más corto, porque les voy a poner unos deberes: leer uno de mis posts más antiguos. Y después les voy a pedir que bajen corriendo a comprarse el libro del título, que no van a encontrar mejor lectura para estas navidades. El libro está recién publicado, su autor es el periodista Carlos Santos y la editorial es La Esfera de los Libros. Pero vayamos por partes.

Allá por los comienzos de 2013, el Coronel Groucho, albacea honorífico de Vinicius de Moraes, grandísimo cronopio y seguidor infatigable de este blog, me escribió un comentario en el que me proponía escribir algo sobre el Bar Club El Avión, un lugar que ambos frecuentábamos en los setenta y primeros ochenta y del que solíamos salir bastante borrachos cantando pasodobles y habaneras por la calle Hermosilla adelante. Recogí el guante y, como suelo hacer, empecé a buscar testimonios, recuerdos y fotografías en Internet. No había prácticamente nada que yo pudiera utilizar. Así que tiré de mi propia memoria y la completé con un par de links a dos artículos que se publicaron en El País con motivo del cierre del local y la sucesiva muerte de César Martínez, el pianista que tocaba allí cada noche. Con eso escribí un texto que les voy a pedir más abajo que lean, porque muchos de mis lectores actuales no me seguían por entonces y a los más antiguos tal vez se les haya olvidado.

¿Por qué les pido ahora que lean un texto de hace más de cuatro años? Pues por una razón muy sencilla: según la página de gestión del blog, se trata del post con más visitas, de todos los que he escrito: cerca de 2.000, a mucha distancia del siguiente. Y porque, dado que yo no me tiro el rollo místico-egocéntrico tipo Cartarescu, he de deducir que, si este es mi texto más leído, es porque es el mejor. Ya saben, el lector, como el cliente, siempre tiene razón. Confirma todo esto el hecho de que sea también el post que ha recibido más comentarios, 28, en realidad 16 y 12 respuestas mías. Y que dichos comentarios han ido entrando espaciados de manera regular a lo largo de estos cuatro años y medio, lo que indica que el texto está circulando, que la gente lo lee y se lo pasa a sus amigos. En un foro en el que normalmente no me siguen más de 40 o 50 lectores fieles, este texto destaca de forma poderosa. Les voy a pedir ahora que lo lean, se llama Un tributo al bar El Avión, y es el Post #120. Les pido también que lean el artículo de El País cuyo link aparece cerca del final, y también el texto Espérame en el cielo, al que se accede pinchando en el lateral de dicho artículo. Los dos son cortitos y muy emotivos, no se van a arrepentir de leerlos. Los 28 comentarios y respuestas se los pueden saltar si quieren, o leerlos en diagonal, mis respuestas son bastante intrascendentes y prescindibles.

¿Han leído ya todo? Bien. Hace tiempo que llevaba observando la singularidad del comportamiento de este texto en la red y tenía en mente escribir una segunda parte, aunque no disponía de grandes novedades que añadir, salvo el hecho de que el solar cuyo muro fotografié en 2013, ahora es un edificio de viviendas recién estrenado, en estos años la crisis inmobiliaria parece haberse revertido, al menos en zonas de prestigio en la ciudad, beneficiadas por la llamada renta de posición. Pero todo se ha precipitado en estos días pre-navideños. El viernes pasado me di una vuelta por el entorno de Sol, para ver la animación, las luces, las multitudes y hacer una parada en Casa Labra para una caña y una tajada de bacalao rebozado (aunque me parecen mejores las de Casa Revuelta, en la calle Latoneros, cerca de la Plaza Mayor). Y, un poco al descuido, subí a la última planta del FNAC, a ver qué novedades literarias había. Allí me saltó, literalmente, a los ojos este libro, Avión Club, de Carlos Santos.

Me lo llevé a casa y esa misma noche empecé, también literalmente, a devorarlo, porque es muy bueno. He de decir que no conozco personalmente a Carlos Santos, pero sé quién es. Participa en el programa de Radio Nacional que conduce Pepa Fernández en las mañanas del fin de semana, en donde entrevistan a diferentes personajes, de los que Carlos escribe unas pequeñas semblanzas que les lee al final, consiguiendo a menudo emocionarlos. En las mañanas perezosas de los fines de semana, en las que puedo disfrutar del placer de no depender del despertador ni tener que ir a fichar, he de confesar que una vieja querencia me lleva a menudo a ponerme el programa de la SER, así sin pensármelo demasiado. Pero, cuando empiezan con el coñazo del anuncio del cojín Comforgel (¿cuántos años llevarán con eso?), cambio inmediatamente a Radio Nacional, porque ya no lo soporto más. Y muchas veces, el programa de Radio Nacional me atrapa y ya me quedo allí hasta el mediodía.

Me cuentan que escribe frecuentemente en el 20 minutos. Y que tiene ya unos cuantos libros publicados. No tenía ni idea de todo esto y desde aquí le pido disculpas. El libro es muy bueno, como digo, y ya me he leído como un tercio. Lo que pasa es que he tenido que dejarlo, porque pasado mañana es mi sesión de cierre de año del Club Billar de Letras y aun no me he terminado el libro que nos propuso Ronaldo Menéndez. En cuanto se pase la sesión del club y los fastos de Nochebuena, prometo retomarlo desde el principio, para paladear de nuevo sus precisas descripciones, sus retratos de los personajes centrales, entre ellos el gran César siempre sonriente y siempre fumando sus Peninsulares. La novela aporta muchísima información sobre el bar y es un retrato vívido y bien documentado de toda una época, en donde se habla del 23-F, del concierto de los Stones en el Calderón, de la llegada del Sida y tantas otras historias ochenteras. El domingo por la noche me dormí todavía con este libro en mis manos.

Y el lunes (ayer), al llegar al trabajo me encontré un aviso de mi correo electrónico. Había entrado un nuevo comentario en el Post #120. Lo busqué y allí estaba Carlos Santos. Me hizo una ilusión tremenda, como siempre que me escribe alguien ilustre (hace unos años fue Lorenzo Silva quien entró a corregir algo inexacto que decía sobre él y me trató con mucho cariño). Al final del post pueden ver nuestro intercambio de mensajes. Desconozco si Carlos leyó mi texto antes o después de escribir su libro (poca información podía sacar de él), pero es lo de menos. Lo importante es que mi post parece seguir funcionando en la red casi cinco años después y eso es un indicativo de que el inolvidable club El Avión fue un lugar único, al que no se parece ningún otro. Una referencia ineludible en nuestras vidas.

Dicho todo esto, sólo me queda repetirles que se compren el libro ¿Cómo que ya se lo comprarán cuando puedan? No, no. Ahora mismo, ya están bajando, coño, que todavía están abiertas las librerías más grandes. Que no me entere yo de que no siguen mi consejo.


domingo, 17 de diciembre de 2017

692. Los animales también conceptualizan

Creo que podría retornar y vivir con los animales, ellos son tan plácidos y autónomos
Me detengo y los observo largo rato.
Ellos no se impacientan, ni se lamentan de su situación.
No lloran sus pecados en la oscuridad de un cuarto.
No me fastidian con sus discusiones sobre sus deberes hacia Dios.
Ninguno está descontento. Ninguno padece la manía de poseer objetos.
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que vivieron hace milenios.
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra.
Así me muestran su relación conmigo y yo así lo acepto

Walt Withman (Hojas de hierba)

En estos momentos de descanso del coñazo catalán (a partir del jueves se constatará que los resultados electorales son exactamente los mismos que antes del prusés y la situación entrará en bucle, ojalá me equivocara) el PP ha decidido presentar en Las Cortes una Propuesta de Ley que modifica nada menos que el Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, para variar la forma en que dichas leyes contemplan a los animales en general. Así me he enterado yo de algo que no sabía: que en las leyes citadas, los perros y gatos domésticos aparecen catalogados como bienes muebles, incluso se les degrada con el infamante epíteto de semovientes.

Eso autoriza a comprarlos, venderlos, enajenarlos, empeñarlos, pignorarlos, embargarlos, requisarlos, hipotecarlos, cederlos, traspasarlos, repartirlos salomónicamente en rupturas matrimoniales y otra serie de sevicias legales. ¡Qué barbaridad! ¿Se imaginan hipotecar a su perro? La Propuesta de Ley ha iniciado ya su tramitación, que se presume corta, por cuanto tiene el apoyo de todos los grupos con representación parlamentaria, incluso el del últimamente algo desnortado Pablo Iglesias, que duda de las cosas más elementales (se rumorea que está barajando la posibilidad de cesar como portavoz y sustituirse a sí mismo por Irene Montero, mientras se va unos meses al Monte Athos, a meditar sobre lo correcto y lo incorrecto, desde un punto de vista ontológico y no coyuntural).

Esto de considerar a los animales como seres irracionales, frente al animal racional que es el hombre (¡por Dios, qué presunción!), viene de largo. Concretamente desde que los romanos heredaron la supremacía cultural de la humanidad y absorbieron de aquella manera los principios de la civilización griega. Y, como siempre, el lenguaje está detrás de todo. La palabra logos (λóγος) tenía en griego una significación muy amplia. Era, por supuesto, la razón, el conocimiento, pero también el habla, el discurso, la capacidad de conceptualizar y de expresar lo conceptualizado mediante la palabra (de ahí el origen etimológico de logopeda, el que te enseña a hablar). Está claro que los animales no disponen de la facultad de hablar y por eso se determinó que carecían del logos. Al transponerse al romano, la palabra perdió el segundo de sus significados y se quedó reducida al razonamiento. Por eso los animales fueron categorizados como seres irracionales.

Luego estaba el que podía hablar pero no lo entendía nadie. Entonces se le consideraba loco. Es el caso del gran Heráclito de Éfeso, a quien sus contemporáneos llamaron El Oscuro. Mucha gente lo tomaba por loco, porque no entendían lo que decía y, encima, gustaba de enterrarse de vez en cuando en estiércol de vaca, supuestamente para curarse de la hidropesía (Julio Cortázar sostiene que el objetivo de tan bárbara técnica terapéutica era sobre todo psicosomático). En todo caso, creo que lo mejor que se ha dicho de Heráclito es lo que proclamó Sócrates. Traduciéndolo al lenguaje actual de la calle, más o menos lo siguiente: Del discurso de Heráclito no entiendo casi nada, pero lo poquito que entiendo me gusta tanto que me malicio que el resto debe de ser cojonudo.

Volviendo a los animales, el que le dio la puntilla a su prestigio fue Descartes, que sentenció que se trataba de seres indiscutiblemente irracionales. Que tenían una mente primitiva, regida por instintos, como el miedo, el hambre o la compulsión sexual, pero eran incapaces de albergar otros sentimientos más elaborados y complejos. Quien haya tenido perros o gatos, sabe que esto es una memez, que los animales domésticos están dotados de una mente, ciertamente no tan compleja como la del ser humano (esa suerte que tienen), pero capaz de generar actitudes bastante sofisticadas. Los perros y gatos, obviamente tienen memoria, reconocen a alguien después de mucho tiempo de no verlo, y lo manifiestan con mucha expresividad. Pero también son capaces de interiorizar rutinas, encariñarse con alguien y, también, cogerles manía a determinadas personas, deprimirse, disimular, expresar diferentes emociones, como la ansiedad, la alegría o el aburrimiento, y hasta hacer el payaso, sólo para ver cuál es tu reacción ante ello.

Ya he contado en alguna ocasión lo que hacía mi perro Rufo. Él sabía que no debía subirse al sofá; estaba prohibido por la autoridad, que era yo. Así que aguantaba toda la velada subido en su mantita en el suelo. Pero, cuando nos íbamos a dormir y apagábamos la luz del salón, no perdía tiempo para subirse en el hueco del sofá en el que yo había estado sentado. Si, por ejemplo, yo me había olvidado las gafas y volvía a por ellas, al dar la luz veía una escena nítida: Rufo se sobresaltaba visiblemente, corría de vuelta a su manta y disimulaba de forma ostensible. Sólo le faltaba ponerse a silbar, si hubiera sabido. Esa actitud revela muchas cosas. Hay unas normas que debemos cumplir pero, como son una gilipollez, cuando no nos ven, hacemos lo que queramos. Y hay una diferenciación de conductas, según esté o no el amo delante, similar a la de los niños que aprenden que pueden decir ciertos tacos o expresiones delante de sus padres, pero no delante de la abuela. Creo que este es un ejemplo claro de que perros y gatos conceptualizan, aunque luego no expresen lo conceptualizado en una lengua inteligible para los humanos, si bien utilizan un lenguaje corporal muy explícito. Abajo, por ejemplo, tienen un amplio catálogo de actitudes de nuestros gatos domésticos. Está en inglés, pero ¿qué problema es ese para unos lectores políglotas como ustedes?


La literatura ha hecho oídos sordos a desviaciones jurídicas como la que estamos comentando, y ha dado voz a los animales desde siempre; recuerden algunas de las fábulas de Esopo o La Fontaine narradas por animales, o la novela El Coloquio de los Perros, de Cervantes, presentada como diálogo entre dos canes, llamados Cipión y Berganza. En tiempos más modernos, yo destacaría unos cuantos libros. En primer lugar, Tombuctú (Paul Auster, 1999). Auster utiliza un narrador omnisciente en tercera persona que traduce los pensamientos y las reflexiones de Mr. Bones, un chucho sin raza definida, propiedad de un vagabundo de Brooklin que se llama nada menos que William G. Christmas. Este pobre hombre, consciente de que su muerte se acerca porque tiene una bronquitis crónica de caballo, decide emprender un inefable viaje a Baltimore, para hacer entrega del perro a una antigua profesora de literatura que tuvo en su infancia, que siempre le hablaba de Tombuctú y de la que ni siquiera tiene constancia de que continúe con vida. Si quieren saber lo que pasa luego, cómprense el libro. Es un excelente regalo de Navidad.

En segundo lugar, Yo, el Gato (Natsume Sōseki, 1906). El gran maestro de Tokyo se transmuta en gato y traduce la despreocupación, la curiosidad y la elegante distancia típica de estos animales, para dibujar en primera persona un fresco espléndido sobre la vida de la familia de humanos que lo alberga. Este gato sin nombre se infiltra por todos los rincones de la casa, lo que le permite escuchar conversaciones, contemplar conductas privadas más o menos secretas, escudriñar a diestro y siniestro y sacar conclusiones divertidísimas sobre la condición humana, que expone con una cierta petulancia, como buen gato. 
                 
Tiempo de perro del camerunés Patrice Nganang (2010), cuenta la vida cotidiana del barrio de Madagascar, una de las barriadas más populosas, míseras y peligrosas de Yaundé, la capital del Camerún. El narrador en primera persona es aquí Mbudjak, el perro del dueño del bar El Cliente es Rey, un ex funcionario estatal que se las sabe todas. Según se describe en la contraportada, Mbudjak es un perro humanista, que basa su observación del mundo en una curiosidad universal que le lleva a olisquear a todos los viandantes. Del resultado de esos olisqueos deduce una serie de reflexiones que nos permiten conocer la vida callejera de ese rincón perdido del mundo, en el que se habla una lengua mestiza que entremezcla el francés, el inglés y el alemán con los idiomas locales.

Finalmente, en El suicidio de Saul (Carlos Eugenio López, 2017), de la que se ha hablado bastante en este blog, el narrador es un perro al que su extraño y misántropo amo recoge de la perrera, donde le dicen que se llama Bobby, nombre que le parece estúpido y que inmediatamente cambia por el de Arthur Schopenhauer. Es este un perro reflexivo que durante toda la narración nos plantea dudas existenciales y filosóficas profundas, haciendo de altavoz del autor de la novela. Un autor que sostiene que es imposible dialogar con nadie, porque, mientras uno habla, el otro no le escucha, sino que está concentrado pensando en lo que va a decir a continuación y viceversa, resultando así una sucesión de monólogos alternos. Así que esto no pasa sólo en Cataluña, sino que es universal, según  mi admirado Carlos Eugenio López. En cuanto a la extravagancia a la hora de bautizar a un perro, he de decirles que, cuando adquirimos a nuestro perro Rufo, antes de ponerle nombre hicimos una votación entre los miembros de la familia, en la que mi hijo Lucas, que tendría unos seis años, propuso que le llamáramos José María Arcochea.

Vienen tiempos duros. Las Navidades y el coñazo catalán. Que la fuerza les acompañe.

viernes, 15 de diciembre de 2017

691. Sobre la sencillez y la grandeza

   Ya nunca sabré
   Qué pensaba de mi A.
   Si B. llegó a perdonarme de verdad
   Por qué C. aparentaba que no pasaba nada
   Qué papel jugo D. en el silencio de E.
   Qué esperaba F., si es que esperaba
   Qué aparentaba G., a pesar de estar segura
   Qué quería ocultar H.
   Que quería añadir I.
   Si el hecho de que yo estuviera a su lado
   tuvo alguna importancia
   para J. para K. y para el resto del alfabeto

Lo anterior es un poema de Wislawa Szymborska, la musa de Cracovia, premiada con el Nobel en 1996 y fallecida en 2012 en la ciudad a la que llegó cuando tenía 8 años y de la que nunca más se movió. Se titula ABC y forma parte del poemario Dos Puntos, publicado por Ígitur en 2007, con la excelente traducción de Abel A. Murcia Soriano. Si les apetece leer algo de poesía para escapar un poco del bullicio navideño, es una buena recomendación. Todos los poemas de esta señora son magníficos. Sentarse a leer poesía, en un sofá cómodo con una mantita sobre las piernas, es una forma de defenderse de los villancicos, la zambomba, los petardos y el follón urbano que nos amenaza como cada año. 

El fin de año me llega bastante cargado de trabajo. A pesar de que con los fríos las visitas de extranjeros empiezan a escasear por estas fechas, este año tenemos bastantes delegaciones sudamericanas interesadas en visitar Madrid Río, tal vez aprovechando que allí es verano. La semana pasada tuve que atender a dos altos directivos del Ayuntamiento de La Paz (Bolivia). Eran muy agradables y tuvimos una larga sesión matutina, a pesar de que estaban helados de frío. En el Mirador de la Huerta de La Partida, encontramos a un ciclista errante que nos hizo la foto que ven abajo.


El miércoles presentamos a la ciudad el concurso Reinventing Cities en una jornada que llevábamos un tiempo preparando. La cosa salió bien, acudieron cerca de 90 personas, más de lo que esperábamos, y parece que hay una cierta expectación en la ciudad alrededor de esta iniciativa novedosa. Ya les contaré algo respecto a este programa, aunque no sea este el foro más adecuado para difundirlo. El asunto no ha salido en prensa y solamente tenemos una breve reseña en la Web Internacional del Ayuntamiento. Esta Web, recientemente creada, tiene por objeto dar a conocer las novedades y las iniciativas de Madrid a nivel internacional, algo que sorprende mucho que no tuviéramos antes (no saben ustedes lo que ha sido la larga travesía del desierto de los años del PP en el Ayuntamiento, con el estrambote del trienio negro de la señora Botella). La Web se llama Madrid For You, está en español y en inglés y AQUÍ tienen la reseña del acto de que les hablo. Ya ven que me puse traje y todo para darle realce a la presentación.

Ayer jueves apenas pude sentarme en mi despacho, porque a las 9.00 esperaba a dos arquitectos paraguayos, del Ayuntamiento de Asunción. Les hablé del urbanismo madrileño durante hora y media y luego me los llevé en mi coche a ver el río. Aparqué en Príncipe Pío y echamos a andar. El problema es que estos colegas no había forma de conseguir que fueran deprisa. Hacían cientos de fotos y vidéos (con acento en la e, como lo dicen ellos). Así que fuimos recorriendo el Madrid Río pasito a pasito, suave-suavesito, llegamos a Legazpi, a las tres y cuartito. Yo estaba agotado, me cansa mucho el llamado paso de museo y, además, tampoco conseguí que hiciéramos ninguna parada. No tenían sed, no necesitaban hacer pis, no se cansaban. Hay que entender que para ellos, Madrid es un paraíso, un sueño inalcanzable, cuya visita quieren aprovechar al máximo. Un dato al respecto: los bolivianos, con los que hice más migas, me contaron que el presupuesto anual de La Paz es de unos 300 millones de euros. El de Madrid anda en torno a los 4.500.

Esta mañana he rematado la faena con un grupo de arquitectos chilenos que me ha mandado mi amigo Antonio Sastre, el líder de mi grupo senderista, y que por fortuna tenían acotada su visita a dos horas, lo que me ha permitido volver a la oficina y al menos echarle un ojo al correo. A este ritmo, las semanas se me pasan volando y llego al finde con bastante poca gana de juerga, directo al sofá y a leer tranquilamente lejos del mundanal ruido. Lo que nos lleva al principio de este post y a su título. Hace unos cuantos textos que llevo insistiendo en que los verdaderos genios son gente sencilla, que no se tira el rollo. Wislawa Szymborska fue siempre una persona discreta, que hacía unos poemas asombrosos y que alcanzó las cotas más altas en el mundo de la poesía, sin dejar de ser una mujer sencilla. Las personas verdaderamente valiosas hacen arte sin esforzarse, con naturalidad. Como el leit motiv de este blog viene siendo el rock, pues vamos a este sector de la cultura para ver una prueba de lo que quiero decir.

Es un vídeo de los Stones, relajados, en el estudio. Sentados y desenchufados, hacen una interpretación tranquila del Love in Vain, cuya versión oficial ya hemos traído a este foro. Empieza Keith Richards con una guitarra española y le sigue Jagger concentrado, gesticulando lo justo. Luego entran los demás. Ron Wood a la bottleneck guitar, que se toca con un cilindro metálico ensartado en el dedo índice (a falta de cilindro, puede valer un mechero Bic). Empieza con la guitarra en vertical, pero luego la tumba para mayor comodidad. Charlie Watts a las escobillas y un bajo y un teclista de apoyo. No actúan para nadie, tocan para ellos mismos, porque les divierte y porque son buenos. Alguien les graba para un disco que salió en 1995 y que se llamó Stripped, con numerosas versiones acústicas de sus mayores éxitos.


Una muestra de lo que les decía: sencillez y grandeza a la par. Al hablar de los músicos, he olvidado mencionar la armónica de Jagger. Mick es un maestro del instrumento aunque no se prodiga demasiado. Hay que decir que una boca como la suya es perfecta para tocar la armónica. Cualquiera puede tocar una armónica, pero no cabe duda de que un tipo que tiene en la boca unos labios mayores, está predestinado a tocarla de puta madre. Tal vez discrepen de mí pero yo creo que hay diferentes bocas para diferentes tareas, Por ejemplo, para hablar en francés, nada mejor que la boquita fruncida de las francesas. Si no, es imposible decir cosas como Qu’ést ce que tu veux monsieur. Y entre las bocas de las francesas, ninguna como la de Silvie Vartan. Alguien me ha dicho que el recientemente fallecido Johnny Halliday se merecería una necrológica en mi blog. No me gustan las necrológicas pero es que, en realidad, ya se la hice cuando elaboré la reseña de la gira de los tres cabrones (Post #645).

El bueno de Halliday ya era un cadáver ambulante, arropado por sus dos amigos, que aceptaron participar en la gira para despedirse de él. Pase lo que pase, para mí Johnny Halliday será siempre el tipo que enamoró a la más bella del baile. ¡Qué tiempos! ¡Cuántas veces he soñado yo con esos dientecillos separados, con esa mirada que sugería todo lo que uno pudiera imaginar! Y qué valentía se requiere para salir (en 1965) en un plató de TV vestida con un picardías. ¿Cómo? ¿Qué no saben lo que es un picardías? Bueno, en todo caso ese es un problema de ustedes. Lo que lleva esta señorita es indudablemente un picardías. Súbanle el volumen y hagan memoria a ver si han visto en su vida unos dientes más bellos que los de La plus belle pour aller dancer. El vídeo, de acuerdo con la moda de la época, adolece de un exceso de Lazarov, pero merece la pena verlo.


En fin, hay bocas adecuadas a diferentes funcionalidades y hay personas con sex-appeal y otras que nunca lo tendrán. Como soy un viejo, mis referencias son de tiempos jurásicos, pero a mí, además de los dientes y la boca de Silvie Vartan, me ponían bastante las piernas de Nancy Sinatra. Abajo les dejo de propina su video más prototípico, de 1966. Nancy y Silvie marcaron tendencia entre las chicas de las que yo me enamoraba en la prehistoria de mi vida. Todas las imitaban. Incluso nuestra Karina, que pretendía emular los cardados excelsos de Nancy, pero no tenía el menor sex-appeal. Un golpe de cadera de Nancy, una mirada a los ojos de Silvie, transmiten una intensidad que pocas pudieron imitar. Por cierto, no sé por qué he terminado hablando de esto, cuando yo quería circunscribirme a la sencillez y la grandeza. Hacer reflexiones a la carrera sin un esquema previo, es lo que tiene. Que pasen un  buen finde.


martes, 12 de diciembre de 2017

690. Cerrando el año...o así

Ya de vuelta de mi excursión senderista, un placer profundamente disfrutado a base de caminar por paisajes nevados con un frío notable en medio de hayedos y pinares por los entornos de Estella, Sangüesa y la sierra de Urbasa. Con esto del cambio climático, los árboles se vuelven un poco locos, el otoño ha venido retrasado y las hayas están todavía perdiendo las hojas, que forman en el suelo un manto dorado rojizo, que suaviza la pisada y hace más denso el silencio del bosque. En los paisajes destaca también la masa ocre de los robles, entre el verde de los pinos y las encinas. La hoja del roble se pone amarilla, se seca, pero no se cae, sino que se queda en su lugar para ayudar a abrigar al árbol en el duro invierno y para proteger a los nuevos brotes que saldrán en primavera. Sólo cuando surgen los brotes, estás viejas hojas solidarias se desprenden, lo que suele tener lugar en el mes de marzo. Por eso se le llama hoja marcescente, que en cada una de estas excursiones se viene uno con una nueva palabra aprendida.

He de decirles, que mi móvil sigue bastante enfadado conmigo. En el viaje de ida, no empezó a hablarme hasta Logroño. En ese momento yo ya me había cagado en su padre veinte veces (vinimos todo el viaje peleando). Me tuve que parar dos veces en el arcén para mirar la ruta porque el cabrón no me decía nada. Cerca de Logroño le grité que lo iba a tirar al río Ega en cuanto llegáramos. Sólo entonces se dignó empezar a hablar. Un compañero me explicó que suele pasar lo mismo con los móviles viejos. Que al principio, la relación con ellos es maravillosa, pero luego las cosas se van agriando y ya no es lo mismo. En el viaje de vuelta no me dijo una sola palabra. Bien es cierto que el camino no ofrecía dudas, pero nos venía pisando los talones la insigne ciclogénesis Ana, y se alternaban los bancos de niebla, los diluvios y los atascos de vuelta del puente. Un camino duro, en el que mi móvil podía haberse apiadado de mi esfuerzo. Pues nada de nada.

Entre las zonas que recorrimos, algunos lugares míticos, como la Foz de Arbayún, la reina de las foces navarras. Hay que hacerse una buena subida hasta alcanzar La Canaleta. Una obra hidráulica para el transporte del agua que se construyó hace cerca de cien años y que, según un cartel de información costó la friolera de 375.000 pesetas, que en esa época era una barbaridad. Siguiendo la canaleta, se alcanza la pared de la foz, un muro vertical impresionante, sobre el que se puede continuar por un sendero mínimo tallado a pico en el mismo borde del abismo. En algunos tramos hay una cuerdita clavada en la pared, para que se agarren los inseguros. Aunque los que tengan vértigo es mejor que no atraviesen este pasaje. Abajo una foto del lugar. 


Otro lugar impactante es el mirador también cortado a pico que domina toda la sierra de Urbasa. Es el llamado Balcón de Pilatos (que no de Pilates, como le llamó alguna compañera). La vista desde allí es impactante, se divisan los buitres a media altura por debajo del balcón. Luego hay una bajada por el borde de la cortada hasta alcanzar las suaves pendientes que conducen al pueblo de Bakedano. Allí se completa el recorrido subiendo al nacimiento del río Urederra (aguas bonitas, en euskera). Por lo demás, el pueblo de Estella donde estuvimos alojados tiene tres iglesias medievales importantes, como punto notable del Camino de Santiago: San Pedro, San Miguel y la Capilla del Santo Sepulcro. Todas ellas con portadas muy interesantes. Visitamos también el monasterio cisterciense de Iranzu, reconstruido con bastante exquisitez, a cuyo alrededor hicimos una tercera ruta, casi toda nevada. Aquí la foto.


Por lo demás, he de decir que casi todo el rato tuvimos tiempo nublado, con lluvias intermitentes, más o menos intensas. Nada de eso nos disuadió de cumplir el programa previsto, somos senderistas, viajamos bien preparados para todas las inclemencias potenciales y no hay excusas para quedarse en casa. Yo llevaba mi ordenador Lenovo por si me daba por escribir algo para ustedes, pero no se dio. Y ya saben que los artistas, como Cartarescu y como yo, necesitamos que nos baje del cielo la inspiración, para poder escribir nuestras paridas. Uno está tan tranquilo dándose un paseo y, de pronto, viene una especie de pálpito y ¡zaca! ya está el texto formado en tu cabeza. Entonces tienes que correr a escribirlo. Algo así como cuando Puigdemont iba a convocar las elecciones y, de pronto, le vino un barrunto y no las convocó. Un auténtico artista.
   
Ya les he dicho que los verdaderos genios suelen ser gente sencilla y humilde que no se tira el rollo. Hoy quiero hablarles de uno de los más grandes. El señor Edward Kennedy. ¿Cómo? ¿El político? No, no. ¿Cómo que el político? Es que no les he dicho el segundo apellido. Son ustedes unos ansiosos y no me han dado tiempo. Estoy hablando del señor Edward Kennedy Ellington. Era tan bueno que sus propios colegas lo bautizaron como Duke, El Duque. Tal vez ustedes identifiquen su figura con el director de una Big Band formada por muchos músicos, o con sus éxitos discográficos por ejemplo acompañando a Ella Fitzgerald. Pero el Duke era por encima de todo un pianista poderoso, con una capacidad de improvisación única. En 1962, cuando ya tenía una carrera consolidada, había cumplido 63 y no tenía nada que demostrar, este señor decidió encerrarse en un estudio de grabación, con otros dos monstruos.

Les hablo de Mingus, uno de los bajistas mejores de todos los tiempos, y el gran batería Max Roach. Todo el mundo le dijo que aquello era una locura, que Mingus tenía un tremendo mal genio (el propio Ellington lo definía como el clásico negro cabreado) y que Roach era un tipo introvertido y tímido con tendencia a largarse si le tocaban mucho los cojones, dejando la grabación a la mitad. Le pronosticaron que acabarían como el rosario de la aurora. Pero el Duke se salió con la suya. Reunió a sus compañeros y se encerró con ellos 24 horas. Porque había que hacerlo todo en un día; era impensable que se pudieran reunir más tiempo con la cantidad de compromisos que tenían los tres. El disco fue bautizado como Money Jungle, contiene once cortes y es una verdadera maravilla. Como ejemplo, les traigo aquí uno de los temas que se grabaron en esa sesión memorable. Empieza Mingus, pero lo paran enseguida protestando: espera un poco, hombre, que no estamos preparados. Entonces empieza de nuevo. Súbanle el volumen.



En fin, se va acabando el año y nos acercamos al tiempo de las reflexiones. Ha sido un año fructífero, con viajes a Birmania, norte de los USA y un par de escapadas a Italia. Ya sé que les tengo un poco abandonados en estas últimas semanas, pero es que tengo otra vez bastante trabajo y, cuando me voy de viaje, llevo el ordenador por si acaso, pero no me visita el Espíritu Santo. Y así no hay manera. En unos días me tomaré vacaciones y tal vez tenga un mayor margen para escribir en el blog. Mientras tanto, échenle paciencia. No hay mal que cien años dure. Y dentro de nada empezará otra vez el coñazo de los catalanes, que siempre es un filón aprovechable. Disfruten de la música.

lunes, 4 de diciembre de 2017

689. Semana de puentes

Bueno, esta vez no toca el gran acueducto, como el año pasado, que las fiestas del 6 y el 8 de diciembre cayeron en martes y jueves, lo que propició una semana de largarse fuera, o bien trabajar un día sí, otro no; un día sí, otro no y un día sí, otro no, pasito a pasito, suave-suavesito, nos vamos pasando el curre por el pito, etc. Este año caen en miércoles y viernes, que tampoco está mal, pero a mí me toca trabajar hoy y mañana. El miércoles tengo un día de descanso, para preparar la salida del día siguiente, con mi grupo de senderistas hasta el domingo. Nos concentraremos en Estella (Navarra), salvo que el temporal que se anuncia nos obligue a suspenderlo. A mí lo único que me preocupa es poder llegar al hotel con mi coche y poder salir de allí el último día de vuelta a casa. El resto del tiempo doy por hecho que vamos a pasar un frío de carallo y nos tocará pisar nieve en abundancia. En pleno recrudecimiento del calentamiento global, es un alivio pasear por la montaña con temperaturas bajo cero.

Lo primero que he hecho para preparar el viaje es solucionar mis problemas de pareja con el teléfono móvil. Es que, desde hace unos cuantos meses, estaba enfadado conmigo y no me hablaba. Y yo no tengo GPS en el coche, porque era un extra que me cobraban aparte y pensé que con el móvil y el Google Maps me las arreglaría. Nunca imaginé que el aparato se ofendiera conmigo hasta el punto de dejar de hablarme. ¿Pero qué le habré hecho yo? –pensaba para mis adentros. Que tu propio móvil te haga luz de gas es algo muy desagradable. Por ejemplo, en mi anterior salida senderista al parque de Redes, allá por el mes de octubre, yo le puse el hotel de destino y el punto de salida y le di a INICIAR. Pues nada. Ni una palabra. Así que llegué a Campo de Caso de noche y me perdí buscando la Casa Rural. Pregunté a un paisano, que me metió por la madeja de callejuelas con una indicación precisa: siempre a la izquierda. Siguiendo dicha recomendación, aparecí al otro lado del pueblo, entre las leiras salvajes, sobre un estrecho camino de tierra con drenajes longitudinales muy hondos a los dos lados y sin luz alguna. Aun no sé cómo conseguí dar la vuelta.

Cuento esto, por si a algún lector le está sucediendo lo mismo, en cuyo caso me pongo a su disposición para montar ambos una Asociación de Afectados por acoso de sus propios aparatos de intercomunicación digital. Por mi parte, esta mañana he tirado de un delineante que tiene un teléfono idéntico al mío. No se creía lo que yo le decía (ya está el Emilio con otro de sus delirios –pensaba, seguramente), pero hemos puesto ambos teléfonos juntos, hemos ido dando los mismos pasos y el suyo se ha puesto a hablar como un loro adulto, mientras el mío seguía apretando los labios digitales con su tozudez habitual. Mi colega ha entrado en los Ajustes para intentar averiguar qué le pasaba, pero no había forma de saberlo. Lo hemos reiniciado, y nada. Entonces hemos recurrido a la heroica: le hemos quitado la batería, lo hemos tenido un rato sin ella y hemos vuelto a montarlo.

Repitiendo la maniobra de hacer lo mismo con los dos aparatos, al principio se ha resistido un poco, pero al ratito se ha arrancado a hablarme en danés (se lo juro). Y me ha dado tal alegría que lo he cubierto de besos húmedos. Es algo así como el llamado síndrome de Estocolomo: tu acosador te hace sentirte tan poquita cosa que, de pronto, se pone a hablar en búlgaro y se lo agradeces con lágrimas en los ojos. El resto era fácil: buscar el idioma predeterminado y cambiarlo al español. ¿Por qué estaba en danés? Pues miren: ni idea. Yo ni sabía que se podía poner en danés. Espero que el jueves haga bien su papel de copiloto. Como me vuelva a fallar, no sé que puedo hacer. Tal vez amenazarle: ¡Cagüendios! ¿A que te quito la batería, payaso? A mí no me tocas tú los cojones, que yo por las buenas lo que quieras, pero por las malas… ¡Mmm! En estas cosas a veces es mejor venirse arriba y atacar. Es la forma de que te respeten. Ya les contaré cómo me resulta el viaje.

Por lo demás, la vida sigue, desde el viernes pasado tengo plaza de garaje en la oficina y llego a mi trabajo como un señor, sigo sin encontrar la versión primigenia de Blade Runner y, entre estas y otras minucias, resulta que ya tenemos encima las putas Navidades. Otra vez a parar el tiempo tres semanas. Llegados a este punto, me preguntan algunos lectores que cómo hago para enterarme de las cosas curiosas que cuento en mis textos. Que ellos abren el periódico y no suelen encontrar noticias tan surrealistas como las que yo acostumbro a traer a este foro. ¡Hombre! No esperarán que les revele mis fuentes. Un bloguero que se precie no puede hacer eso jamás. Además, ya les he dicho que son las noticias las que me buscan a mí y no al revés. Yo sigo mi camino y las noticias más estrambóticas me salen al paso, como perrillos que vienen a ladrarte. Así que, en estas fechas previas al puente (y antes de que el mundo se pare otra vez tres semanas) vamos a comentar algunas de ellas.

Empezaremos, cómo no, con el Benevento Calcio Club de Fútbol. Han de saber que, en la última jornada de noviembre, el equipo volvió a perder, esta vez con el Atalanta, redondeando un récord insólito de 14 derrotas seguidas. Ningún equipo de fútbol de primera división de las ligas europeas ha sufrido nunca una racha como esta. Ayer domingo, el equipo recibía al poderoso Milán de Berlusconi. Y he de confesarles que durante toda la semana estuve yo elevando sentidas y fervientes rogativas a San Benitiño de Lérez, a ver si echaba una mano, sumándome a las que muchos napolitanos de bien habrán implorado seguramente a San Gennaro y otros santos caritativos. A pesar de ello, el partido llegó al final del tiempo reglamentario con el resultado previsible: 1-2 para los del Milán. Y fue entonces cuando se produjo el milagro, porque sólo como un milagro puede explicarse semejante cambio de sentido en la veleta del destino. Y, como es habitual en el sur de Italia, la cosa se escenificó con los tintes épicos propios de este tipo de portentos.

Era el minuto 94 y el árbitro pitó una falta a favor de los locales. Una última ocasión de al menos empatar. El equipo al completo subió al área, para intentar rematar el saque de la falta, incluso el portero, de perdidos al río. Toda Italia contuvo el aliento, esperando que las rogativas hicieran su efecto. Sacaron por fin la falta y el portero voló por encima de contrarios y compañeros para rematar con la coronilla hacia atrás, directo a las redes de la portería contraria. Ni el guionista más afamado de Hollywood hubiera imaginado un final de racha como este. El portero se volvió loco, sus compañeros se volvieron locos, el público se volvió loco. Les traigo aquí un par de vídeos, uno sobre la jugada y otro que muestra cómo se vivió la escena desde la grada sur. Son cortitos y merece la pena verlos. El primero, por cuestiones de derechos de autor, han de verlo en Youtube, pinchando en el enlace y poniéndolo en grande. El segundo está tomado con un móvil.

     

Otro tema no menos sorprendente. Sotillo de la Ribera, es un pueblo burgalés de unos 500 habitantes, cercano a Aranda de Duero y parte de la comarca vitivinícola de la Ribera del Duero. Con la riqueza tradicional de las viñas, no les extrañará saber que este pueblo tiene una iglesia barroca de buen porte, la Parroquial de Santa Águeda, patrona del lugar. Entre las tallas que en ella se guardan destaca una por encima de todas: el llamado Cristo del Miserere, que cada Semana Santa se saca en procesión por el pueblo. Después de tantos años de procesionarlo, el cristo estaba bastante deteriorado, por lo que la parroquia decidió mandarlo a Madrid a restaurar. Y allí, las restauradoras de la empresa Da Vinci Restauro, dos chicas que han salido sonrientes en la tele local, descubrieron que el paño que ocultaba púdicamente las partes pudendas de la figura, por la parte de atrás contenía un portillo secreto que daba acceso a una cavidad interior. Allí dentro, encontraron dos folios amarillentos, escritos con caligrafía impecable, en los que se contaba cómo era la vida en el momento en que se esculpió la figura, durante el reinado de Carlos III. Es decir, una auténtica cápsula del tiempo, escondida en el culo del Mesías que suplica el perdón de nuestros pecados.

Como ya sé que no se creen estas cosas, pues AQUÍ pueden confirmar la información. Las chicas han hecho lo correcto con un descubrimiento como ese: hacer una fotocopia del documento, enviar el original a los archivos de la Iglesia y volver a meterle por el culo, con perdón, a la estatua la fotocopia, junto con un par de folios mecanografiados en los que se cuenta cómo es ahora la vida en el mundo, por si en un futuro lejano la encuentra un grupo de replicantes. Tal vez hayan contado que, en estos tiempos, la gente se vuelve loca por el fútbol, se afana en viajar a ver cosas que no entiende en rebaños de turismo masificado y dedica buena parte del día a mirar el móvil y a enviarse mutuamente mensajes estúpidos por el Whatsapp. Dentro de unos pocos días, la estupidez colectiva se elevará al cubo con la llegada de la Navidad. No sé si han visto el vídeo que les dejo de cierre. Es una manifestación callejera contra la Navidad, que protagoniza un rebaño de pavos, en protesta por su próxima conversión en cena de Nochebuena. Son unos pavos muy bien entrenados. Igual que los manifestantes callejeros de cualquier ciudad siguen al maestro de ceremonias que grita las consignas por el megáfono, estos animales obedecen al silbido del conducator, y hacen gurugurugurú agachando la cabeza para ponerle más énfasis. Totalmente identificado con ellos, me despido proclamando: YO TAMBIÉN SOY UN PAVO. 


sábado, 2 de diciembre de 2017

688. Rescatar Blade Runner

Blade Runner es una película mítica para mí, como saben. Su estreno en España a comienzos de 1983 me pilló recién incorporado a la Gerencia de Urbanismo y pocas veces me he llevado una impresión cinematográfica tan poderosa como el día que fui a verla al cine Avenida, muy cerca de Callao. Al día siguiente les hablé a todos mis colegas de esta película y les insté a ir a verla esa misma tarde, sin más dilación. Yo mismo fui una segunda vez al Avenida para verla de nuevo sin la tensión narrativa de la primera vez. Esa segunda visión me permitió disfrutar de los detalles, los escenarios, la trama obsesiva, las interpretaciones, el guión magnífico, la música perfecta de Vangelis. Todo ello ha quedado registrado en el blog, pero esta película tiene una intrahistoria que les cuento, con un estrambote final inquietante, por lo que a mí respecta.

Blade Runner(1982) es la tercera obra del director británico Ridley Scott. Antes había dirigido Los Duelistas (1977) y Alien (1979). Scott, que acaba de cumplir 80 años, dejó a todo el mundo estupefacto con estas tres películas, las tres muy recomendables. Según el crítico Carlos Boyero, podría haberse retirado en ese momento, porque todo lo que hizo después es prescindible. Estoy bastante de acuerdo con esa apreciación, a pesar de que la carrera de este hombre incluye Gladiator, Thelma y Louise y otras cintas bastante buenas. Alien asombró en el Festival de San Sebastián y obtuvo el Oscar a los mejores efectos especiales. Entonces, Scott se planteó adaptar al cine la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, del mítico Philip K. Dick, que daría origen a Blade Runner.

Tras sus films anteriores Ridley Scott empezaba a tener reconocimiento y eso le daba cierta autoridad para hacer lo que le diera la gana: tenía carta blanca. Y estaba en plena madurez creativa. La Warner Bross le dejó filmar y hacer un montaje a su gusto. Pero los productores que asistieron a los primeros pases, dijeron que el film era muy difícil de entender. Hicieron unos sondeos de audiencia, que corroboraron esa primera impresión. La cinta era compleja y abstrusa y era una pena que una historia tan poderosa no se ofreciera en una versión más asequible. Así que impusieron sus cambios. Le añadieron unos fragmentos de voz en off, en los que Deckard, el protagonista, va explicando quién es, a qué se dedica y cómo le afecta ese trabajo de blade runner en el que ha de ejecutar sin piedad a los replicantes rebeldes, que aparentemente no se diferencian de los humanos.

Además suprimieron un par de escenas oníricas que consideraron que no aportaban nada a la trama. Y le añadieron un final feliz: unas escenas aéreas y luminosas sobre unos bosques, que sugieren que Deckard escapa finalmente de la ciudad y se va con Rachel, la guapa replicante de última generación que, al contrario de sus compañeros Nexus, no tiene fecha de caducidad. Esta escena añadida es un alivio para el espectador, después de casi dos horas de inmersión en un mundo gris y opresivo, en el que siempre es de noche y llueve todo el rato. La película termina, la trama se resuelve, Deckard ha hecho su trabajo y se monta en su coche volador con la hermosa replicante. Aun no se sabe si les van a dejar escapar o les van a matar a ambos. Entonces, sin transición, se ven unas vistas desde el aire de un maravilloso parque natural americano o canadiense, mientras rompe a sonar el último tema de Vangelis, una melodía que luego fue usada durante años como sintonía del programa de TV Informe Semanal.

Y uno siente el alivio en la misma butaca del cine porque, encima, es el final soñado de cada espectador masculino. ¿Qué sueño puede superar a la posibilidad de huir de tu realidad gris y opresiva llevando contigo a la mujer perfecta, que encima no envejece, que será así de guapa para siempre? En fin, ya les he contado que la película se estrenó y no fue un éxito de taquilla. Sólo algunos iluminados como yo intuyeron la grandeza de lo que se nos estaba mostrando. Y, por el boca a boca, el film fue poco a poco convirtiéndose en una película de culto, mítica, que marcó tendencia. Pero Scott vivió los retoques a su obra como una humillación inadmisible. Una ofensa de la que nunca se olvidó. En paralelo, su carrera de director siguió viento en popa. El haber dirigido Blade Runner era una credencial inigualable y por eso le llamaron para dirigir Gladiator, Thelma y Louise y otras películas, estas sí grandes bombazos en taquilla.

Ridley estaba en la cumbre, en el Olimpo de los grandes de Hollywood. Pero no olvidaba la vieja ofensa. Y, en 1992, consiguió que la Warner reestrenara la película en todo el mundo, con el subtítulo de El montaje del director. Yo, que ya la había visto unas diez o doce veces (en versión original con subtítulos, en cines de barrio y en la tele, donde solían darla de vez en cuando), acudí esperanzado a un cine de estreno que ya ni recuerdo, convencido de que esta nueva visión sería una especie de vuelta de tuerca sobre la obra maestra, para mostrarnos su verdadera grandeza. Mi gozo en un pozo. La película era exactamente la misma, salvo unos retoques mínimos, pero decisivos. En primer lugar, se suprime la voz en off. Los que ya nos sabíamos la trama de memoria, seguimos entendiendo todo a la perfección y tal vez también los nuevos espectadores. Pero esa voz en off no hacía daño. Además, en la versión doblada al español, esa voz le añadía dramatismo a la visión, ya saben que los dobladores españoles son excelentes y parece que hasta la productora americana reconoció que la versión española superaba a la inglesa.

En cuanto a las escenas suprimidas en su día y ahora revividas, son dos, apenas tres minutos entre ambas. En una parece que Deckard sueña con un unicornio que cabalga por verdes praderas a cámara lenta. En mi opinión, una escena al borde de lo cursi que rompe el tempo claustrofóbico y urbano de la película. En la otra, al final, cuando Gaff, el enigmático compañero de Deckard, el tipo que tiene en su mano dejar huir a la pareja protagonista, o acribillarlos a balazos, deposita en una mesa un muñequito de papel de los que fabrica a lo largo de la película (hechos con la técnica japonesa origami). La cámara lo enfoca y resulta ser un unicornio. Eso es todo. Confieso que, cuando la vi en el cine, no entendí lo que me quería decir el director. Luego me lo explicaron. Además, se suprime el final feliz, sustituido por unos títulos de crédito neutros sobre el tema de Vangelis. Ridley quiere que el espectador se quede jodido: este es el mundo que viene, el futuro negro que nos espera. Pero no le sirve de mucho, porque el alivio que esa escena comportaba, ahora lo aporta el hecho de salir a la calle (la Gran Vía, por ejemplo) e ingresar en el mundo urbano, seguro, inclusivo, solidario de Madrid, o la ciudad de cada uno de ustedes, queridos lectores. O su propio hogar, si la han visto en la tele.

Y digo yo: ¿para este burro necesitábamos tamañas alforjas? Vamos con la explicación de las escenas suprimidas y recobradas. Según los listos, el sueño del unicornio es tan irreal que, más que un sueño, parece un implante de memoria, como los que les ponen a los replicantes, para que crean tener un pasado y no se angustien con la inminencia de su fecha de caducidad. Esto crea en el espectador la duda de si Deckard es también un replicante. El muñequito que fabrica Gaff al final, parece indicar que sí lo es. Gaff lo sabe y aun así le deja escapar, porque es su amigo y no lo quiere matar, como sería su deber (no olvidemos que Deckard pretende huir con una de las personas que debería haber matado). Yo creo que esto es mucho suponer, que Ridley Scott simplemente se tiró el rollo y aprovechó para hacer caja dos veces con el mismo producto. Como buen gallego, hasta creo que la escena del caballito cornudo triscando por los campos la filmó después, para subrayar la ofensa suprema que le habían infligido al suprimir una escena que en realidad ni siquiera existía.

Desde entonces, en las tiendas se vendían ambas versiones, la del director y la original (se habla de que existen otras, que son parte de la leyenda, yo nunca las he visto). Como les dije, tenía a buen recaudo un DVD con la primera, que me ponía en mi casa de vez en cuando, en esas noches en que las dudas te asaltan, te ves agobiado y necesitas reforzar tus bases ideológicas y anímicas. Y llegamos así al estrambote personal. Resulta que este otoño, 35 años más tarde, se ha estrenado una continuación de Blade Runner, una digna secuela de la obra maestra, dirigida por Denis Villeneuve, acontecimiento del que se dio cuenta en el Post #677 (recuerden que, para verla en versión original, hube de desplazarme en coche a los cines Kinépolis, en las afueras de Boadilla del Monte, de donde salí con la impresión de que los replicantes estaban a este lado de la pantalla, incluso tal vez yo era uno de ellos).

Unos días después, mi amigo X me llamó para anunciarme que iba al cine a ver la nueva película. Le pregunté si había visto la primera. No la había visto. Le dije que no iba a entender nada, salvo que yo le diera algunas explicaciones. Hablamos por teléfono unos tres cuartos de horas, le explique lo que eran los replicantes, los Nexus, los blade runners, la Tyrell Corporation, el papel de los diferentes personajes. Días después me enseñó el cuadro sinóptico que se había hecho (ya saben que es ingeniero), con los conceptos subrayados en varios colores y relacionados con flechas. Con ese cuadro hecho y aprendido, fue al cine y le encantó la película. Se me ocurrió entonces regalarle una versión buena de la primera parte y me acerqué un día al FNAC.

Me dirigí al joven que atendía el mostrador. ¿Tienen Blade Runner la primera? –Claro que sí, cómo no, segunda estantería a la derecha, parte de arriba. Allí me fui. No había más que copias del Montaje del Director. Rebusqué por detrás y nada. Volví ante el educado vendedor. –Verá, es que yo la que busco es la otra, la que se vio en los cines. –¿La de la voz en off y el final esplendoroso? No se canse, no la va a encontrar en ninguna parte. Ej-que al Ril-ly 'jcot se le ha ido la olla y ha prohibido que se vendan otras versiones diferentes a la suya. Busque usted en tiendas de segunda mano. Horror. De camino a casa, me pasé por Discos La Metralleta, la mítica tienda que sobrevive bajo la plaza de Las Descalzas Reales en la entreplanta sobre el parking subterráneo. Nada. Habían tenido algunas copias pero las habían vendido todas hace días.

Tranquilos. No hay problema. Porque yo tenía mi DVD comprado en su día, el que me ponía en las noches solitarias del invierno. ¿Lo tenía? Pues no. Busqué por todas las estanterías y no lo encontré. Tal vez alguno de mis hijos se lo ha prestado a algún amigo y luego se le ha olvidado. No sería de extrañar, con la matraca que les he dado sobre la película durante años. Hasta puede que haya sido yo mismo quien se la haya prestado a alguien. El caso es que no está. He probado a descargármela de la red, pero sólo hay la versión del director. El veto de Ril-ly 'jcot es absoluto. Desde entonces estoy buscando un DVD con la versión buena, con la voz en off y el final feliz. Y sin unicornios. Quiero hacer dos copias, una para X y otra para mí. Mi amigo argentino Guille, me dijo que él la tenía. Pero me la prestó y es una versión descargada que comparte DVD con otras dos películas. Y que yo no puedo ver con ninguno de los tres reproductores que tengo en casa, diseñados para ver sólo películas compradas.

Mi amigo Luis Reus, delineante de la oficina, me dijo que él tenía una versión buena, comprada en la tienda como la mía. Me la trajo y estaba sólo la caja. Faltaba el disco. Luego descubrió que su hijo la había visto con la X-Box y se le había quedado atrancada dentro. No se puede sacar. Ahora está esperando que algún amigo manitas desmonte la máquina y saque el disco de dentro. Pero, a día de hoy, no tengo la película y es algo que me intranquiliza. Prácticamente mi tiempo y mi energía mental están dedicados full time a dos temas: el proyecto Reinventing Cities y la búsqueda de Blade Runner. Un par de reflexiones al respecto, que enlazan con algunos de mis posts recientes, porque ya saben que los temas que aquí se tratan parecen muy variados, pero están todos relacionados: en el fondo yo siempre escribo sobre lo mismo.

Primero. ¿No ven detrás de esta serie de desatinos domésticos la mano de un dios jugando a los dados? Que a Ridley Scott se le vaya la olla, que a mí se me pierda mi película más preciada, que la de mi amigo Guille no se pueda reproducir y la de Luis Reus se quede atrapada en una X-Box, ¿no son demasiadas casualidades? Ya saben que, como dice Carlos Eugenio López, todo está al albur de un cubilete divino que, ora nos hace avanzar expeditos sobre el tablero de los días, ora nos retiene en una casilla con trampa. A mí los dados me están haciendo avanzar a galope sobre el tablero de los días en el tema de Reinventing Cities, hasta el punto que también yo me estoy reinventing como funcionario resucitado. Pero a la vez, se me está castigando a permanecer en una casilla trampa en la búsqueda de Blade Runner, para que no me venga demasiado arriba, como un recordatorio del carácter aleatorio de nuestros destinos y nuestras trayectorias vitales.

Segundo. ¿Qué decir del empecinamiento del señor Scott? Pues que revela el endiosamiento de este tipo de personajes. A lo mejor todo se debe a que tiene 80 años, que a medida que nos vamos haciendo mayores nos volvemos más cabezotas. Me parece normal que el tipo se ofendiera cuando le tocaron su película. Pero, con el tiempo, tal vez debiera haberse convencido de que esos retoques eran para bien y la versión estrenada se había convertido en una obra de culto para mucha gente. Los verdaderos genios son humildes y saben reconocer estas cosas. Bob Dylan compuso All along the Watchtower y no tuvo inconveniente en admitir que la versión de Jimmy Hendrix superaba la suya; incluso la tocaba como él en los conciertos. Lo mismo hizo Herbie Hancock con la versión de US3 del Cantaloup Island (estos dos temas fueron analizados en este blog hace mucho tiempo).

La actitud de Scott le acerca, en cambio, al rollo de Cartarescu. Yo soy el artista y mi trabajo se acaba cuando cago mi obra de arte. Lo que haga luego la industria editorial con ello, no es mi problema. Una postura ególatra inaceptable. La diferencia es que Cartarescu se desentiende del producto que se elabora con su arte. Él es el genio y su genialidad queda plasmada en unos folios manuscritos. Lo que se haga con ellos se la bufa. Ridley, en cambio, persigue con saña y encarnizamiento a cualquiera que le toque una coma a su producto. Son actitudes aparentemente opuestas en simetría, pero coincidentes en el fondo por el desprecio que suponen hacia los numerosos colaboradores que intervienen en la producción de un libro o una película. Películas y libros, que son el resultado de un esfuerzo colectivo, en el que trabaja mucha gente para conseguir un producto acabado. No tener esto en cuenta es una muestra de egoísmo místico deplorable.

Pero se va a joder este señor porque, antes o después, yo conseguiré una cinta de las que se vendían en las tiendas hasta hace poco y haré dos réplicas, una para mi amigo X y otra para mí. Y, si el dios que tira los dados me concede la suerte de llegar a los 80, tal vez me dedique a ver Blade Runner una y otra vez de forma obsesiva, igual que mi padre releía todo el tiempo el Quijote y no quería saber nada de ningún otro libro. Las leyes de Mendel es lo que tienen. Sean buenos un fin de semana más. Dentro de nada se para el mundo tres semanas, como cada año, pero de eso ya hablaremos otro día.