viernes, 27 de noviembre de 2015

452. ¿Amy o Joss?

Salgo de una semana atareada en la que he tenido no pocos saraos y puñetas, incluyendo una doble sesión de mi taller de conversación inglesa, martes y miércoles, para compensar la falta de la semana pasada. El miércoles, última sesión de noviembre, tenía que llevar una presentación escrita, para leerla en unos diez minutos. El mes anterior no la hice y, si llego a fallar también éste, se podría pensar que me estoy tomando el curso a coña, algo injusto con el bueno de Ed que se esfuerza y se implica un montón con nosotros para que no nos acomodemos. Lo cierto es que voy notando una mejoría clara en mi comprensión del inglés que hablan los demás (para hablar yo, no tengo mayores problemas, mi dificultad es para entender a los otros lo suficiente como para mantener una conversación no superficial). El miércoles quedé a comer con los hermanos y la familia que me va quedando, en un restaurante indio. Acabamos a las tantas y, entre los vapores del tikka masala, tuve que ponerme a escribir mi presentación en inglés.

Había pensado contar algo sobre la M-30 y Madrid Río, pero al final cambié de idea y escribí un texto titulado My new glasses. Allí reproduje lo que ya les he contado. Que, al contrario de todo el mundo, he empezado a ver mal de lejos. Que mis amigos médicos sostienen que eso es porque era miope. Que suelo responderles que miope sería su padre. Que un oculista me dijo que lo que me estaba sucediendo se debía a un principio de cataratas. Que con mis nuevas gafas veo como Dios. Que, debido a mi marginación en el ámbito laboral, me sentía cada vez más invisible. Que eso me había empezado a pasar también en la calle. Que pensaba que nadie me miraba y me estaba convirtiendo en el increíble hombre menguante. Que ahora, con las gafas, tengo la sensación opuesta: que me mira todo el mundo, pero desde más atrás. Que incluso me miran las chicas guapas y eso me tiene muy contento (así terminaba mi presentación, aplausos, etc., ya saben que soy el único gallo del corral, aparte de Ed).

Ayer jueves tuve una comida de despedida de un compañero que se jubila. Me había pedido que dijera unas palabras al final, cosa de cinco minutos o así. Yo le dije que, si lo que quería era alguien para hablar cinco minutos, que mejor se buscaba a otro. Que yo soy un monologuista acreditado que estuve a punto de debutar en el Club de la Comedia y que con cinco minutos no tenía ni para empezar. Finalmente me dijo que hiciera lo que me diera la gana. Mi performance duró más de media hora, pero me dicen que no se les hizo larga. La megafonía era regular y los de la última mesa no me oyeron, pero el resto se rió bastante. Hoy estaba un poco cansado por el esfuerzo, pero aun así he salido a correr esta tarde. Olvidado, más o menos, el constipado, el lunes volví a salir a correr y el martes cumplí con la natación, antes de mi primera sesión de inglés.

Aparte de todo eso, como ya les he dicho en alguna ocasión, tengo una serie de seguidores del blog que nunca entran a hacer comentarios por escrito, sino que me los dicen en directo, cuando me encuentro con ellos. Uno de estos me dijo el otro día que no entendía mi emoción con lo del himno gallego cantado a coro por treinta mil voces, sobre todo en un tipo tan escéptico y antinacionalista como yo. Me parece que este elemento no ha entendido nada. Así que sólo me queda ponerle el vídeo. El que no se emocione con esto es que no tiene corazón. Les recuerdo que no es una cosa especialmente preparada, la prueba es que los futbolistas siguen a lo suyo, que no se ponen firmes ni nada. Que encima estaba lloviendo a cántaros. Y que fue arrancar el himno y sumarse al cántico todos los seguidores del Depor y del Celta al unísono. Bien, AQUÍ tienen el link a la página del club. Luego tienen que ponerlo en pantalla completa y subirle el volumen.

Ahora no me digan que no es emocionante. Bien, vamos con el asunto del título. Otro de estos seguidores que me abordan a espaldas de la tribuna, me pregunta que quién me gusta más, Amy Winehouse o Joss Stone. Joder con la pregunta. Este espabilao se creía que me iba a poner en un brete del estilo a quién quieres más a papá o a mamá. Pero la cuestión es improcedente. La diferencia de talla artística entre ambas es abismal. Joss Stone es una chica que canta muy bien y es muy guapa. Que yo sepa, no compone. Empezó a cantar soul con 15 años, algo que hace con bastante arte. Es tan guapa que también trabaja de modelo y actriz (Juego de Tronos). Es alguien a quien la vida mima, a quien el entorno ha cuidado y ella también se cuida. Es vegana y abstemia.

Abajo les hablo de su contrafigura Amy, pero este post ha de seguir ya por la senda del rock y nada mejor que escuchar a esta chica. No sé si se han dado cuenta, pero en este blog, con más de 450 entradas, nunca se ha repetido un vídeo. Les pongo dos temas de Joss Stone. En este primero se puede observar su deriva hacia el rap-funk, de acuerdo con las modas. Para verlo han de pinchar AQUÍ. El segundo es muy curioso, porque sigue la última tendencia del mundo del porno: la cámara subjetiva portada por el varón y la chica dedicándole todo el tiempo su atención, sus miraditas y sus gestos cómplices. Por esas extrañas cosas del youtube, estas canciones se las tengo que poner mediante enlaces. Pinchen AQUÍ MISMO. Espero que la vean bien. La chica no puede ser más guapa y más sugerente.

Y qué decir de Amy Winehouse. Pues que fue el último gran genio de la música, desperdiciado por un final prematuro al que le condujo un destino trágico, que la iba poco a poco acercando a ese final anunciado, del que ella era plenamente consciente, lo que le daba una mayor complejidad y hondura a su música. Ahora que la conozco mejor, soy un fan declarado de esta mujer que usaba su voz como un instrumento, que hacía jazz con una naturalidad pasmosa, que componía canciones hermosas, que era tan generosa con los demás como desconsiderada con ella misma, que se dio a la mala vida por unos amores contrariados, que bebía y fumaba como un carretero y se metía al cuerpo las sustancias más peligrosas. En anteriores posts hemos escuchado varias de sus composiciones más afamadas, así como algunas interpretaciones semi-improvisadas en directo, realmente bellas y sorprendentes.

Hoy nos vamos a centrar en otra de sus facetas: las versiones. Unas versiones que muchas veces mejoraban la original, como esta primera. El autor de la misma era un tipo cenizo que se quejaba todo el rato de que su chica no le hace caso, con un tono llorón y lacrimógeno. Amy interpreta en directo esta canción, que dedica a su marido, seguramente entre el público, y la convierte en un lamento, en una exigencia, en una reivindicación de la atención del amante distraído. La versión es de una hondura casi dolorosa, hasta el punto que el público hay un momento en que no puede más y chilla admirado. Yo la escucho una y otra vez y no deja de ponerme los pelos de punta. Disfrútenla.


Bueno, qué cosa más extraordinaria. Para desengrasar les voy a poner dos aproximaciones de Amy al mundo del ska, porque otra característica de esta mujer era su curiosidad por otras músicas y la adaptación de su vozarrón a todos los registros. Si unimos a ello sus ganas de divertirse y el buen rollo que tenía con grupos como los Specials, pues el resultado eran versiones como estas. Aunque no lo parezca, es Winehouse disfrutando como una enana. 


¿Ya se han puesto a bailar? Pues la que viene ahora tampoco es manca para eso. También se la tengo que poner en forma de link. El youtube está hoy traviesillo, qué le vamos hacer. Hala, a pinchar: JUSTO AQUÍ.

Y para cambiar el paladar después de tanto cachondeo, volvemos a la hondura. Les dejo con la versión que hizo Amy del Will you still love me tomorrow. Haciendo gala de su cultura rockera, Amy rescata esta canción intrascendente de las Shirelles (1960) y la convierte en un verdadero himno a la mujer enamorada, que expresa la duda que le induce su amante casquivano. Su temática de siempre. Esta canción se utilizó en la película Bridget Jones II Sobreviviré. Les dejo con ella. Si todavía no tienen clara la respuesta a la pregunta del título de este post, pues háganselo mirar. Buen finde.



lunes, 23 de noviembre de 2015

451. Una semana ciertamente atípica

Me refiero a la que acaba de terminar, culminada con la victoria del Dépor en O noso derby. El Depor jugó mejor, no dejó al Celta hacer su fútbol y demostró una vez más que es capaz de competir con equipos mejores que él (el Celta lo es, a día de hoy) y hasta de ganarles, si tiene un poco de suerte. Todavía nos queda jugar con el Barça y con el Madrís, y ya veremos hasta dónde llegamos, porque yo ya tengo claro que este año no vamos a pasar apuros para mantenernos. El partido dejó una imagen emocionante: las dos aficiones cantando juntas el himno gallego. Impresionante escuchar a 30.000 personas coreando eso de fogar de Breogán, DE-BRE-O-GAN. Ya ven, soy gallego y me conmueven las señas de identidad de mi tierra (el himno y la bandera, las que menos). Sin embargo, sería el primero en denunciar la superchería, si un día aparecieran unos tipos instrumentalizando todo eso, superponiéndole un absurdo odio a lo español y a lo extranjero y llevándonos a donde no queremos ir, sólo para construirse su propio chiringuito y robar a la gente con más comodidad.

Semana atípica, digo. Lo cierto es que me traje de la Siberia extremeña un constipado de los grandes, algo que pocos inviernos me pilla. Al menos hasta ahora. Yo creo que fue el frío que pasé durmiendo en la antigua Casa-Cuartel de la Guardia Civil de Zarza Capilla. El caso es que el catarro me impidió hacer deporte, incluso nadar, pero no desaproveché el tiempo, como verán. Mis actividades me impidieron también asistir al taller de conversación inglesa. Aunque, por supuesto, acudí todos los días a mi puesto en el Ayuntamiento. Tendría yo que estar medio agonizante para no ir al trabajo. Ya ni recuerdo el último día que falté por cuestiones médicas. El lunes estaba con la cabeza y la nariz bien cargadas. Aprovechando que no estaba para correr, me metí en la cama por la tarde a sudar, bien envuelto en mantas. Con eso y un Espidifén conseguí despejarme un poco. El martes acudí a mi club de lectura, en donde analizamos libros siempre interesantes, lo que pasa es que yo sólo recomiendo en mi blog los que me impresionan y me parecen redondos, y no es el caso de este.

El miércoles empezó lo bueno. Aunque el constipado me iba bajando a la garganta, salí por la mañana bien abrigado y con bufanda, y me constituí a las 9.15 en Madrid Río, justo debajo de la gran bandera europea que adorna la glorieta de San Vicente, junto a la antigua Estación del Norte, hoy dedicada a usos más diversificados. Había quedado allí con mi amigo Pedro Fernández, profesor de la Escuela de Caminos, al frente de un curso Athens de postgrado, formado por 25 arquitectos y titulados de otras carreras relacionadas con el urbanismo, que están en estos momentos haciendo diferentes masters en universidades de toda Europa. El programa Athens es algo similar al Erasmus, pero consistente en cursos de una sola semana, que aportan créditos a los estudiantes. La red europea Athens está formada por 16 universidades técnicas de diferentes ciudades, una por país. En España, la representación en esa red la ostenta la Politécnica de Madrid. Dos veces al año, se ofertan cursos de una semana a los estudiantes de estas 16 universidades.

Mi amigo Pedro suele organizar uno de esos cursos exprés y hace años que cuenta conmigo, a veces para una conferencia, a veces para una visita al río y en ocasiones para las dos cosas. La gente que viene a estos cursos no se conocen de nada, pero se pasan aquí una semana de puta madre, con un apretado programa de actividades lectivas hasta las 7 de la tarde y el resto del día para irse por ahí de marcha. Mi actividad del miércoles consistió en bajar caminando por el parque del río, con sucesivas paradas para explicaciones sobre el proyecto, hasta el negocio de alquiler de bicicletas Eco-Moving Sport, que regenta mi también amigo Luis. Allí nos subimos a las 27 bicicletas que nos tenían reservadas y recorrimos el parque hasta sus últimos rincones. Para estas visitas sin conferencia previa tengo unas imágenes de mis presentaciones en láminas montadas sobre cartón pluma, que me preparé yo mismo en los años de ostracismo. Quiero decir que tuve que comprarme el cartón pluma, el papel y hasta el pegamento. Eso sí: usé la impresora de mi ofi.

Devolvimos las bicis a las 12.15 y continuamos andando, calle Segovia arriba, hasta llegar a la plaza de Cabestreros, en el castizo barrio de Lavapiés. Allí nos habían preparado una mesa para todos, en la terraza al aire libre del restaurante senegalés Baobab. Ya saben que los europeos suelen comer en torno a la una. El Baobab es un lugar auténtico, o enxebre, que decimos los gallegos. África en estado puro. Los camareros, del color de la antracita, son muy amables. Se puede comer con cerveza y otros refrescos occidentales, pero lo mejor es acompañarse de cualquiera de los zumos sin alcohol típicos de Senegal: el bisap (elaborado con flores de hibiscus, delicioso), el buy (hecho con el fruto del baobab, más duro de pelar, pero también curioso) y un tercero de jengibre que no probé. El menú se reduce prácticamente a las diferentes versiones del arroz senegalés (foto de arriba): de pescado, de carne y verduras, o sólo de verduras, y al mafe (foto de abajo), el plato nacional del Senegal. El mafe tiene un aspecto parecido al curry, con el arroz blanco y medio molido (como gusta a los africanos), en plato aparte. Está elaborado con carne de buey (como musulmanes, no comen cerdo) y una salsa de cacahuete ligeramente picante que está muy buena. 


Y aquí la foto que me hice con los que más conectaron conmigo. Pedro es el de la derecha. El chino se llama Bo, es de la ciudad de Lanzhou, construida en el punto en que el Río Amarillo recibe las aguas limpias de un gran afluente, y ha salido por primera vez de China para hacer su máster en Delft (Holanda). Allí comparte curso con la chica guapa del abrigo gris que sonríe a mi lado y que es lituana. Los de la izquierda son un húngaro y una italiana cuyos nombres he olvidado. Después de comer con ellos me fui a descansar un rato, porque por la noche tenía un sarao diferente: una cata de catorce quesos artesanales de Cantabria, en el restaurante Lhardy, con vinos de Fernández Lacuesta y un vermú buenísimo de la misma marca. La cosa empezaba a las 8 de la tarde y terminamos cerca de las 12, porque el tipo que dirigía la cata se tiraba mucho el rollo con maridajes, texturas, matices olfativos y recomendaciones sobre cómo beber el vino. Lo cierto es que los quesos estaban extraordinarios, desde los más suaves del principio hasta los fuertes del final. Y los de Lhardy nos obsequiaron con su estupendo suflé, para cerrar.

Mi constipado seguía su curso. Con los recorridos en bici y caminatas matutinas, mejoró notablemente. En la terraza del Baobab volví a coger frío. Y por la noche acabé con una ronquera importante. El jueves por la mañana no podía ni hablar. Estaba como el de yo tenía un chorro de voz, yo era el amo del falsete. El problema es que tenía citados a primera hora a cinco indonesios de una agencia estatal que se dedica a financiar y construir infraestructuras por todo el país, a los que tenía que hablar durante una hora, tarea para la que no me podía sustituir nadie. Menos mal que no vinieron, plantón del que aun no he recibido ninguna explicación. Tal vez se acojonaron con los atentados de París y suspendieron el viaje. Escribiré a mi contacto con ellos (un tipo de una agencia radicada en Nueva Zelanda) a ver qué me cuenta. Pero el jueves por la tarde tenía más actividades programadas. La primera, recoger mis nuevas gafas de lejos, en la óptica dónde las había encargado. Tuve que entenderme con el optometrista por señas.

Tengo que decirlo ya: esto de las gafas es algo sensacional. Es la hostia. Es la repera. ¡Cómo veo! El óptico me explicó que, como la vista se va perdiendo poco a poco, uno se acostumbra a ello y no es consciente de lo mal que ve. Y, cuando te pones gafas, descubres un mundo nuevo. Les diré que salí de la óptica con ellas puestas (mis primeras gafas). Y que podía leer todos los letreros de las calles. Y las matrículas de los coches. Y veía las caras de la gente. Esto es lo más asombroso. Yo estaba convencido de que por la calle pasaba desapercibido, como parte del síndrome de invisibilidad que había contraído en el trabajo, a fuerza de ser ignorado y marginado. Y resulta que lo que pasaba era que, cuando yo alcanzaba a distinguir bien los rasgos de las personas que se cruzaban en mi camino, ellas ya me habían mirado y habían apartado la vista de mí. Ahora me he dado cuenta de que, no sólo no paso desapercibido, sino que me mira mucha gente. Desde más lejos, pero me miran. Incluso muchas señoritas y señoras de buen ver. En esto también estoy resucitando.

Con mis gafas nuevas acudí al acto de presentación de un libro sobre Labordeta, elaborado con los pequeños textos de 88 de sus amigos. Era en el auditorio de Comisiones Obreras de la calle Lope de Vega, parte del edificio que un día albergó los sindicatos verticales de Franco. Presentaba el libro la periodista Pepa Bueno, escoltada por Rubalcaba, Miguel Ríos, Pilar Bardem y otros famosos. Fue un acto muy emotivo y entrañable, en torno a una figura muy querida. Una cantante aragonesa revivió varias de las canciones del maestro y todos a coro cerramos el acto con su Canto a la Libertad. Bueno, todos menos yo, que no tenía voz. Con mi nueva visión pude percibir hasta el último de los granos en la cara de Miguel Ríos, la calidad y textura del pelo blanco de Luis Pastor y las lágrimas que caían por las mejillas de Pilar Bardem, en situación de gran fragilidad física y anímica. Me compré el libro, por supuesto, y me fui a descansar. El viernes conduje por primera vez con gafas hasta el trabajo y ¡qué maravilla!  Veía todos los letreros: Parque del Retiro, Calle Menéndez Pelayo, Plaza de las Ventas, M-30 todas direcciones. No se imaginan qué cambio.

Así que les deseo a todos que empiecen esta semana con ánimos renovados. Ya se ha acabado el veranillo de San Martín y hace un frío que pela. Por mi parte, he superado la fase no veo ni hostia, y también la de yo tenía un chorro de voz. Aquí me tienen, listo para comerme el mundo.

viernes, 20 de noviembre de 2015

450. Huele a mierda en Barcelona

Supongo que ya lo han leído. Desde hace dos días, la muy noble y (por ahora) ilustre Ciudad Condal se ha visto envuelta en un desagradable olor, de origen misterioso, pero de caracterización olfativa inequívoca: huele a caca. La gente empezó a notarlo en las ramblas y actuó de forma previsible. Primero levantaron los pies para revisar las suelas de los zapatos, pensando que habían pisado alguna merda de gos. Después miraron con indignación a los demás paseantes pensando que algú s’ha cagat. Y por fin han comprendido que la cosa estaba en el aire que respiraban. Entonces han empezado a echar humo las redes sociales, en donde el más tremending de los topics en Twitter ha sido precisamente #pudordemerda. Se dijo que todo se debía a que estaban abonando en la zona del Baix Llobregat, pero esta comarca agrícola está a muchos kilómetros de la ciudad, no hay viento en estos días de anticicló y las autoridades agrícolas ya lo han desmentido.

¿Y si no es del abono, de qué será, tú, aquesta pudor? Pues circulan diferentes versiones. Por ejemplo, hay quien piensa que el Govern en funciones del señor Mas ha querido celebrar el Día Mundial del Retrete y se le ha pasado la mano. ¡Ah! ¿Qué no se han enterat de que ayer era el Día Mundial del Retrete? Desde luego, yo no sé en que mundo viven. Ayer, 19 de noviembre, se celebró en todos los países esta importante iniciativa de la ONU, completada con el lema: “Ni un solo niño cagando al raso”. Si se creen que estoy de coña, pues AQUÍ tienen el link a la Web correspondiente y ACÁ el cartel con que se publicitó este importante evento en México. Como ven, 2.500 millones de personas carecen de un lugar digno para cagar y han de hacerlo por el campo adelante. Cuando yo era niño esto era algo habitual, uno se salía por ahí a unas leiras, hacía su mandado y luego se limpiaba con una piedra o con unas hojas de parra. En ningún momento teníamos la menor mala conciencia; no pensábamos que estuviéramos contribuyendo a la muerte de millones de niños.

Pero volvamos al pestazo de Barcelona. Otras teorías sostienen que la cosa se debe a la mala gestión municipal de la señora Colau, que tiene bastante disgustados a buena parte de sus propios votantes. Tal vez ha rebajado la dotación para el mantenimiento de las depuradoras, tan necesitada como está de cash para algunas de sus ocurrencias más recientes. Otros creen que la cosa viene de la cagalera que les está entrando a los convergentes, ahora desunidos de Unió, al ver que los antisistema de las CUP no parecen muy proclives a apoyar la investidura del señor Mas, número cuatro de su lista que, por el momento, parece que se acerca más al concepto Junts Pel Ridicul. Es una cagalera infundada: yo no tengo ninguna duda de que, al final, se pondrán de acuerdo todos para forzar la legalidad a su conveniencia.

De todas formas, sorprende la resistencia a adoptar la que, para mí, sería la más sencilla y eficaz de las soluciones: que el señor Mas diera un paso al costado, que nombraran a Raül (o Rail) Romeva, que pasaría así de su actual papel de tonto-útil al de listillo que tenía su as bien guardado en la manga. Eso contentaría a todos los secesionistas, que podrían caminar otra vez junts, en amor y compaña. El señor Mas quedaría como un héroe, que condujo a sus huestes hasta la misma puerta de su sueño y luego se hizo a un lado en un gesto de generosidad. Un gesto que encumbraría su figura hasta el infinito y más allá y, además, le permitiría seguir controlando el cotarro desde la sombra. Pero el señor Mas no hace eso. No, señor. Por el contrario, se resiste a contemplar toda salida que no lo tenga a él de presidente, humillándose para halagar a las CUP, hasta extremos esperpénticos, como los que anticipaba la famosa imagen de El Jueves, en la que aparecía con rastas y fumándose un canuto gigante. ¿Por qué esa cerrazón? Pues he encontrado la solución a esta pregunta y les prevengo que es algo ciertamente extraordinario. Veamos.

Desde que empecé a hablar del nacionalismo en este blog, hace más de tres años, me guiaba un solo objetivo: dejar claro que se trata de una corriente ideológica retrógrada, arcaica, reaccionaria y casposa, que va contra cualquier concepto de izquierda o de progreso, que va contra la Historia y hasta contra el sentido común. Y que además tiene un poder destructivo especialmente virulento sobre cualquier partido de izquierdas que no tenga claro ese carácter. Cuando un partido de izquierdas tiene dudas al respecto, el nacionalismo se lo acaba comiendo. Vean los resultados de Podemos en Cataluña. Decidieron no pronunciarse sobre la cuestión fundamental, y camuflarse en una plataforma que no se mojaba a favor ni en contra de la secesión (Catalunya si qu’es pot). Resultado: Catalunya si que es put. Con perdón.

Ahora creo que ese tema lo tiene claro todo el mundo. Por eso yo rebusco cada día en la red en busca de críticas al sainete que está sucediendo en esa tierra, formuladas desde contextos ideológicos progresistas y, a ser posible, locales, de los propios catalanes. Y he encontrado un filón en el semanario El Triangle. Este medio, que tiene una edición digital y otra en papel que se distribuye por toda Cataluña, fue fundado en 1990, como semanario satírico en la línea de El Jueves y contó en sus inicios con colaboraciones como la del genial Perich. Después se volvió más serio y se dedicó a la investigación periodística. Atención: El Triangle se autodefine como semanario catalanista, ecologista y de izquierdas y está escrito en catalán, aunque la versión digital puede pasarse fácilmente al castellano.

Es decir, que no estamos ante un medio que pudiera ser sospechoso de españolista. Ni siquiera incluye la palabra independiente en su definición. Muy bien, pues hace unos días este periódico se descolgó con el artículo cuyo link les voy a poner abajo. Su autor es nada menos que Jaume Reixach, el director y fundador del semanario, es decir, que se trata de un texto con valor de Editorial de este medio. Les pido encarecidamente que lo lean con mucha atención, porque aquí está la clave de todo. Este señor profundiza y aumenta lo que yo venía proclamando basándome en una simple intuición: que todo esto de la secesión es una huida hacia delante del clan Pujol-Mas, para poder disponer de una Hacienda y una Justicia catalanas que les dejen irse de rositas en relación con el gran conglomerado mafioso que han construido en las últimas décadas. Léanlo, por favor. Creo que es lo más impactante que he publicado en este blog en tres años. Sólo tienen que pinchar AAAAAQUÍÍÍÍÍ.

Bueno. Respiren hondo. Ufffff. ¿Han leído lo mismo que yo? El caso más grande de corrupción en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El FBI y la CIA investigando a estos señores. La secesión como única salida del atolladero. Y todo esto lo escribe un señor que vive en Cataluña y que publica semejante texto con una foto propia a la izquierda. Y que reparte en Cataluña 10.000 ejemplares de su revista, que sólo se vende allí. Una bomba. Esto lo explica todo: las prisas, el nerviosismo, la falta de mesura, la ausencia de sentido del ridículo, la falta de ética y de estética, porque ni siquiera tienen tiempo de camuflar sus argucias para que parezcan otra cosa. No se qué piensan ustedes después de leer este artículo. A mí sólo se me ocurre decir: axó es fort. Molt fort. Además, esto explicaría el futuro al que estos facinerosos quieren condenar a su pueblo, fingiendo que lo liberan del yugo español: la única posibilidad de supervivencia económica de una Catalonia independiente en el mundo actual, sería como paraíso fiscal. Como Suiza, Luxemburgo, Andorra o Liechtenstein. Es decir, serían el albañal donde se lavaría el dinero negro de toda Europa. La cloaca de Occidente. Por eso ha empezado a oler tan mal.

Que pasen ustedes un fin de semana a la altura de sus expectativas. Sean felices. Las cosas acaban por aclararse siempre.


martes, 17 de noviembre de 2015

449. Las cosas han cambiado

Sobrecogido, como no podría ser de otra manera, con la barbarie yihadista, he de confesar que me he llevado un gran disgusto, pero no una gran sorpresa. La sorpresa me la llevé el 11 de septiembre de 2001, cuando vi derrumbarse, una detrás de la otra, las Torres Gemelas, esas torres que tenían una parada de Metro, exclusiva para ellas, que cada mañana vomitaba directamente al hall a la multitud de oficinistas que trabajaban allí arriba, unos tipos que acudían a diario en traje y corbata, tal como mi hijo Kike sale ahora de casa muchos días (cuando no está haciendo una auditoría a una empresa externa) y ha de presentarse en la sede central de Ernst & Young, en la Torre Picasso, edificio construido en el centro del complejo financiero AZCA, según proyecto del arquitecto Minoru Yamasaki, el mismo que construyó las Torres Gemelas.

Ese día comprendí de repente que el maravilloso mundo en paz de la segunda mitad del Siglo XX, en el que había tenido la inconmensurable suerte de vivir la mayor parte de mi vida, se había venido abajo. Porque la cúpula que lo resguardaba, y bajo la que yo me sentía seguro, tenía un techo de cristal muy frágil. Tanto como para que unos desalmados lo hicieran saltar en pedazos. Ese día empezó el Siglo XXI. Lo del otro día en París es una manifestación más de lo mismo, como también lo fue el 11-M de Madrid. Los bárbaros, esos falsos islamistas que matan sobre todo a correligionarios, han hecho un nuevo movimiento en su ajedrez macabro. Ya saben que no pasa nada si decapitan a diez o doce periodistas y cooperantes, lo filman cuidadosamente, editan el vídeo con una música sobrecogedora y hortera y lo cuelgan en la red para que todo el mundo lo vea y se acojone debidamente. Tampoco si meten a un jordano en una jaula, lo queman vivo y repiten el proceso de filmación, edición y publicación.

Ni siquiera el hecho de que derriben un avión lleno de turistas rusos, camuflando una bomba entre los equipajes, hace tambalearse un milímetro los cimientos de esta sociedad occidental, que olvida tan pronto las amenazas. Que está formada por gente que trabaja, ama, se divierte y se desarrolla libremente como personas individuales, liberadas del yugo de la religión. Un yugo que nos quitamos no hace tanto: no hay que retroceder mucho en la historia para encontrar en la sociedad cristiana similares grados de crueldad y barbarie. Pero ahora hemos superado todo eso. Ahora hacemos una vida laica y urbana. Somos ciudadanos del mundo. Y llega el Friday night y salimos a pasárnoslo de cojones viendo un concierto, o un partido de futbol, o tomando una copa con los amigos en una terraza, aprovechando este insólito veranillo de San Martín. Nada de eso pueden tolerar estos cabrones. Ellos piensan que vivimos en pecado. Quieren que volvamos a esa Edad Media en la que ellos se encuentran a sus anchas, cultivando su odio.

En sus países más pacíficos, como Arabia Saudí, o Irán, la mujer ha de cubrirse con un pañuelo. Y casarse con un novio elegido por sus padres, al que nunca ha visto. Y no puede conducir un automóvil sin permiso de su marido. Y, si tiene un poco de mala suerte, hasta puede que le hayan rebanado el clítoris a los cinco años, con un cuchillo de cocina. Malditos sean para siempre los fanáticos. Estos fascislamistas (así los define con precisión Bernard-Henri Lévy) llevan en su propia práctica su final anunciado. La gente, en su mayoría, es buena, tranquila y miedosa. No pueden arrastrar a sus filas a muchos más desclasados y desheredados del mundo, que los que ya tienen. Y perderán la guerra. Pero antes harán mucho daño. Esto no se ha terminado. Desde el 11-S yo ya sé que estas cosas pasan, que te pueden pillar en medio y que hay que acostumbrarse a vivir con esa amenaza. 

Así que nada cambió el viernes. Yo salí del trabajo a las 4 en dirección a la provincia de Badajoz, en el punto en que se encuentra con las de Ciudad Real y Córdoba. Se me hizo de noche y no veía ni hostia, pero no crean que cometí una imprudencia y puse en riesgo mi vida. Lo que no veo bien son los letreros con las indicaciones, así que mi riesgo era perderme. No tengo GPS y llevaba una hoja de indicaciones en papel. De vez en cuando, ponía el doble intermitente, me arrimaba al arcén y consultaba mi hoja de ruta. Milagrosamente conseguí llegar por mis medios al albergue de Zarza Capilla, a unos 350 kms. de Madrid, la mayor parte por carreterillas secundarias. El albergue está radicado en la antigua Casa-Cuartel de la Guardia Civil. El pueblo tiene un núcleo antiguo, sobre un cerro, y un barrio nuevo de casas bajas en cuadrícula, construido por Regiones Devastadas, cuyas calles se llaman del Generalísimo, del General Mola, de la Guardia Civil o de la División Azul. Allí es donde está el albergue.

Por la noche supimos de los atentados de París, confirmamos que mi sobrina Elena, su marido y sus tres hijos estaban bien, aunque aterrorizados (viven en la calle del Bataclan, a menos de 100 metros del lugar), y nos fuimos a dormir. El albergue tenía cuartos de tres camas, con un núcleo de baños y duchas a compartir entre tres habitaciones, es decir, nueve personas en utilización unisex, lo que rememoraba nuestros viajes a campings hace una eternidad. En esas habitaciones, ahora de tres camas, vivía antaño un guardia civil con su familia. Ahora, las cosas han cambiado. Ahora 10.000 guardias civiles se manifiestan por el centro de Madrid para pedir homologación de sus condiciones con las de la Policía Nacional. Sucedió el sábado de este mismo fin de semana.

El sábado y el domingo madrugamos para hacer nuestros recorridos previstos, por el entorno de los pueblos de la zona: Capilla, Peñalsordo, Zarza Capilla y Cabeza del Buey. Todos ellos de la comarca de La Serena, a un costado del pantano del mismo nombre. Zona de pastos, de olivares, encinas y alcornoques. Alguna cueva con pinturas rupestres catalogadas. Viejas aldeas estratégicamente encaramadas en los cerros de la dehesa. Y buenas vistas al pantano, al otro lado del cual se localiza la llamada Siberia extremeña, así designada por su escasa población. El pantano de La Serena, fue en su día el  mayor de Europa. Ahora es el segundo, tras el de Alqueva, construido años más tarde en la raya de Portugal. Ambos están en el río Guadiana.

El pantano de La Serena tiene la particularidad de que no cuenta con aprovechamiento hidroeléctrico: es sólo para regadío. Se construyó a finales de los ochenta, para ampliar la zona de cultivos del Plan Badajoz, programa franquista por excelencia. No es de extrañar que la población de la zona, dedicada a la agricultura, conserve una cierta fidelidad al régimen anterior, en el que dieron el salto desde la más absoluta miseria a un grado de bienestar aceptable. En los bares se nota ese salto, se come bien y los aseos están muy limpios. Escuché el otro día en la radio que uno de los indicadores más fieles del progreso de una sociedad es el uso que se hace de la escobilla en los wáteres públicos. Llegar al excusado y encontrarlo lleno de pinturas rupestres, indica que estamos en una zona muy atrasada. En Extremadura, eso ya no sucede: las cosas han cambiado.

Regresé en la tarde del domingo con menos problemas, porque la noche me pilló en la zona de autopista. En realidad, estoy a la espera de recoger las gafas que ya tengo encargadas en un óptico, y con las que voy a ver de lejos como un auténtico dios. Esto sí que va a ser un cambio contundente. Como el que he sufrido en mi trabajo. Lo cierto es que aparentemente todo sigue igual, pero yo me siento algo más respaldado. Me han designado como representante del Área de Urbanismo en otras dos comisiones municipales, una que tiene que ver con las redes de ciudades y otra con la aplicación de la Ley de Transparencia. Todo es un poco caótico, pero me estoy divirtiendo. La semana pasada tuve un poco más de tiempo libre, fue como la calma que precede a la tormenta, pero no sé hasta cuando voy a poder seguir manteniendo un ritmo de escritura de posts tan alto. Aquí también, las cosas han cambiado. 

Bob Dylan escribió en los 60 una canción que se llamaba Los tiempos están cambiando. Mucho después tuvo oportunidad de intuir que las cosas ya habían cambiado. En el año 2000, los productores de la película Wonder Boys, que en España se llamó Jóvenes Prodigiosos, tuvieron la ocurrencia de encargarle una canción para la película. Habían olvidado que estaban tratando con un genio. La película, en la que actúan Michael Douglas, Robert Downey jr y Toby Mc Guire, entre otros, pasó sin pena ni gloria. Pero Dylan, que no acostumbra a componer música por encargo, se salió con la maravilla que les pongo abajo: Things have changed (Las cosas han cambiado). El tema tuvo tal repercusión que fue premiado con el Oscar a la mejor canción en la ceremonia celebrada el 25 de marzo de 2001. Dylan recibió el premio menos de seis meses antes de que las cosas cambiaran de verdad el 11 de septiembre de ese año del Señor. Súbanle el volumen y vean el vídeo. Tal vez les mejore un poco la moral.



viernes, 13 de noviembre de 2015

448. El mundo de Ana Blandiana

Cuando la dictadura del tirano Ceaucescu se vino abajo a finales de 1989, la literatura rumana floreció, a partir de los escritores que habían liderado la resistencia cultural al régimen, escribiendo lo que podían, bajo una férrea censura de la que les recuerdo que, entre otros aspectos esperpénticos, prohibía publicar fotos o imágenes de la pareja Ceaucescu posteriores a sus 40 cumpleaños. Hace año y pico escribí una serie de cinco posts sobre Ceaucescu y la historia reciente de Rumanía, después de mi viaje a esa tierra, que pueden encontrar fácilmente pinchando en la etiqueta Rumanía, una de las que aparecen en el lado derecho de este blog. En el momento de la llegada de la democracia de corte occidental, emergen dos figuras descomunales entre los escritores rumanos: Mircea Cartarescu y Ana Blandiana. Como pueden comprobar abajo, los dos eran muy guapos, algo que ninguna censura puede enmascarar. 


Cartarescu nació en 1956. Tenía, pues, 33 años en el momento de la revolución y tiene ahora 59. Blandiana, es mayor. Nacida en 1942, tenía 47 cuando la revolución y tiene ahora por tanto 73. Los dos son fundamentalmente poetas, si bien hacen frecuentes incursiones en la prosa, son reputados ensayistas y escriben con asiduidad en la prensa de su país, en donde ambos son auténticas referencias éticas, culturales y vitales. No he leído nada de Cartarescu, pero sí de Blandiana. En concreto, en mi club literario Billar de Letras analizamos hace un par de martes su libro Proyectos de pasado. Centraré, pues, este texto en el libro y en la figura de Ana Blandiana, ahora mismo considerada, por edad y talla literaria, como la gran dama de la literatura rumana, en este momento presidenta del Pen Club nacional. Ana Blandiana es todavía una mujer llena de vitalidad, con una actividad incansable y una capacidad de apuntarse a cualquier asunto solidario o cultural en el que su presencia pueda resultar de ayuda. A sus 73 años, sigue siendo una mujer muy guapa, como pueden comprobar en la foto de abajo (de hace pocos años), demostración viviente de que la cara es el espejo del alma y de que las personas que continúan activas física y mentalmente, mantienen también un aura, un magnetismo, un atractivo físico claro, cualquiera que sea su edad.




















Ana Blandiana nació en Timisoara, la más occidental de las ciudades rumanas, sede de una de sus más importantes universidades y lugar también en donde se prendió la mecha de la revolución de 1989. Era hija de un pastor ortodoxo, bastante crítico con el régimen, lo que le valió para ser desterrado y enviado a los campos de trabajo ligados a la construcción del Canal del Danubio, un proyecto gallardónico-estalinista, en cuyas obras se estima que murieron más de 2.000 represaliados. Este hecho marcó toda su vida: en sus relatos se habla de gente a la que se llevan y a la que todo el mundo da enseguida por muerta. El padre de Blandiana regresó sin embargo, muchos años después, como una persona devastada física y anímicamente, que murió pronto. Con 17 años, Ana logra publicar un poema en una revista de Cluj. Inmediatamente recibe una circular del Estado en la que le comunican que tiene prohibido publicar nada más y cursar estudios universitarios, en su calidad de hija de un enemigo del pueblo.

Conseguirá sin embargo licenciarse en la Facultad de Filología de Cluj y publicar de forma clandestina algunos de sus poemas y relatos, que llegarán a conocerse en el extranjero. En 1982 gana el prestigioso premio Gottfried von Herder, de la Universidad de Viena. Su repercusión será ya imparable, a pesar del acoso del régimen en sus últimos y demenciales años, cuando el pueblo se muere de hambre a cuenta de la obsesión del tirano por pagar sus deudas con los bancos extranjeros, que habían financiado sus ineficientes planes de industrialización masiva. Años en los que Ceaucescu preparaba su Plan de Sistematización, que pretendía demoler la mitad de los 13.000 pueblos de la Rumanía rural, para realojar a sus habitantes en bloques de los nuevos complejos agro-industriales de estricto diseño soviético, a construir en los años siguientes. Tiempo en que los rumanos disponían de unas tres horas diarias de electricidad, lo que les permitía conectar el único canal de TV, que informaba en sin fin de los éxitos de la política del régimen además de contar los más mínimos detalles de la vida de la pareja Ceaucescu.

De todo esto les hablé en los posts citados. Y es también éste el ambiente en el que se desarrollan los relatos de Blandiana. Unos relatos de estilo fantástico, que demuestran que esta señora había leído a García Márquez y a Rulfo, entre otros, en lo que alguien calificó de neorrealismo mágico socialista. Dice la autora que la fantasía es una forma de enfrentarse a un contexto de censura férrea. En una entrevista reciente, Blandiana afirma que sus relatos se basan en metáforas. Y que una metáfora es una comparación de la que sólo se ofrece uno de sus componentes, de forma que el lector ha de imaginar el otro. Una forma de hablar sin hablar de lo que no se puede hablar. Proyectos de pasado es una colección de once relatos que, por su precisión estilística, recuerdan a veces a Alice Munro y en otras ocasiones traen a la memoria a Goethe y los autores románticos, cuando se embarca en descripciones fastuosas de la naturaleza desbocada, otro tema que fascina a Blandiana: las tormentas, las inundaciones o la forma en que la maleza invade los pueblos abandonados.

A pesar de su trama fantástica, los relatos de este libro contienen críticas feroces al contexto, en el que se adivinan los perfiles sombríos de la represión omnipresente. Les cuento algunos ejemplos. En el primero de los cuentos, el narrador es un delfín que se acaba de morir y flota a la deriva, encantado de haberse liberado del esfuerzo de tener que nadar continuamente. Blandiana es capaz de describir el placer de este ser que se deja llevar mansamente por las olas. Unas olas que le acercan a una orilla, en donde hay un grupo de gente que le observa llegar. Este grupo se cree que es un delfín de plástico y empiezan a despotricar contra los tiempos modernos en los que todo es falso, todo está mixtificado y hasta nos quieren hacer creer que hay peces de verdad, cuando se trata de burdas imitaciones. Es un niño pequeño el que se da cuenta de que el delfín es auténtico, al descubrir una herida en su costado. Lo señala con su dedito y grita: es de verdad, papá, es de verdad, pero nadie le cree (tal vez un homenaje a ese otro niño que denunció que el rey estaba desnudo). Pero el delfín ya se aleja de nuevo, mecido por la marea que lo balancea de aquí para allá.

Díganme si han leído nunca algo tan original. En otro de los relatos, una profesora de filosofía, que ha escrito ensayos sobre las ventajas del ateísmo sobre las religiones clásicas, acosada por la miseria y el racionamiento, decide alquilar una gallina clueca, que instala en la terraza de su vivienda urbana. Compra luego una docena de huevos a un extraño personaje. Pero, después de una incubación llena de extraños presagios, de los huevos nacen doce angelotes, como los de los cuadros de Murillo. Sigue una descripción precisa de cómo estos doce seres traviesos juegan, se revuelcan y revolotean por todo el edificio, poniendo en un serio problema a esta señora, cuyas convicciones se tambalean. Supongo que reconocen aquí la sombra de Kafka. En otro cuento más, los campesinos de una aldea deciden trasladar entera una iglesia de madera que les vende otra aldea vecina. Usando grandes serruchos, la desprenden de su cimentación y empiezan a trasladarla arrastrándola con bueyes. Han de esperar a que se congele un río para poderlo cruzar pero, con el peso, se les hunde y se queda encajada en el cauce todo el invierno. Cuando llega la primavera, los habitantes llevan ya un tiempo usando la iglesia para sus cultos, pero entonces llega en tromba el agua del deshielo y se la lleva río abajo. Años después, en la desembocadura del Danubio, cuentan que todavía se ve a veces a lo lejos la silueta de la iglesia flotante y se escuchan los cánticos de los hombres que se fueron con ella.

Con todo, mi relato favorito es el que da título al libro. Sólo por ese cuento merece la pena comprarse este libro, altamente recomendable. Curiosamente, es el más realista de todos, pero describe una situación tan surrealista que se convierte en una historia de alto contenido simbólico y de estirpe kafkiana legítima. La cosa arranca en medio de una boda campesina. En plena celebración, llegan unos camiones que frenan ruidosamente. Se bajan unos soldados y les dicen a todos los presentes que están detenidos, que se los van a llevar a otro lugar y que tienen unos minutos para recoger sus enseres más necesarios. Improvisan fardos y maletas con un revoltijo de objetos heterogéneos y embarcan en los camiones, todavía vestidos de boda. Unos días después los dejan en medio del Baragan, una estepa semidesierta del Este de Rumanía. Allí se encuentran de pronto nueve personas que han de valerse por sí mismas, como nuevos robinsones, en una isla rodeada de tierra pero de la que tampoco se puede salir. Forman el grupo, entre otros, los novios de la boda, el cura, una pareja de profesores de filosofía, el guardagujas de la estación y una abuela muy vieja que sabe mucho de hierbas. Se supone que a los demás invitados a la boda los han dejado en otros lugares similares.

Esta banda tan heterogénea se las arregla para sobrevivir, se construyen casas de madera, aprenden a cazar con cepos, siembran en la tierra antes yerma y aguantan allí doce años. Al final, cuando llega un camión y les dicen que son libres, que pueden volver a su pueblo, algunos lo viven casi como una faena. El relato tiene escenas geniales. Como cuando una noche escuchan afuera a un jabalí y, sin decir una palabra, se abalanzan todos a una sobre el pobre animal, clavándole toda clase de objetos hasta que lo matan y se aprovisionan de comida para una temporada. O un día en que llega un gran rebaño trashumante y se queda varios días. Cuando se van, los residentes han negociado con los pastores la compra de varios corderos y ovejas, a cambio de sus últimas joyas. Con eso inaugurarán un nuevo sector productivo: el ganadero. La abuela mantiene siempre planchado el traje de la boda, que nunca se pone, porque quiere que lo entierren con él. El relato es narrado muchos años después por el tío Emil, que no puede disimular un sentimiento de nostalgia por aquellos doce años, los más peculiares e interesantes de su vida.

Como les digo, un libro muy recomendable. Esta publicado por la editorial Periférica y traducido por Viorica Patea, una rumana radicada en Salamanca, donde ejerce de profesora de Literatura. En el club de lectura se planteó la idoneidad de la literatura fantástica como medio de lucha contra un régimen injusto, en contraposición con otras formas literarias más militantes. Ronaldo, el jefe del club, nos dio una explicación consistente. El uso de este género menos realista convierte los relatos en universales y eternos. Es decir, que dentro de cien años serán perfectamente válidos, de modo que alguien que los encuentre y los lea, podrá valorarlos igual que ahora. Por entonces (si es que todavía se lee) probablemente nadie sepa ya quien era Ceaucescu. Que pasen un buen fin de semana. Salgo en un rato para la Siberia extremeña. Aprovechen el veranillo, que pronto llegará el frío.       

miércoles, 11 de noviembre de 2015

447. Forever young

Esta semana he alterado mi ritmo de actividades deportivas, debido a dos cosas: que el lunes era festivo en Madrid, lo que me impidió correr (los festivos son para descansar), y que este viernes tampoco podré salir a entrenar porque me voy por la tarde en coche a una zona que todavía no he logrado ubicar en el mapa, pero que por lo visto es conocida como la Siberia extremeña, para una nueva excursión del grupo senderista al que pertenezco. En principio, eso de la Siberia extremeña produce un cierto escalofrío, me dicen que está cerca de la provincia de Ciudad Real, ya les contaré. Existe también una Siberia aragonesa; yo creo que esas denominaciones se deben a que nuestra piel de toro está en un proceso irreversible de desertización y eso genera amplias extensiones con aspecto de estepa (buenos polvorones), aunque nunca con el frío clima de la Siberia  original.

El caso es que, como les iba diciendo, esta semana me quedaban únicamente tres tardes útiles para hacer deporte y las he distribuido de una manera lógica: ayer salí a correr, hoy iré a nadar y mañana otra vez a correr. No sé si fue debido a que venía de un fin de semana con un día extra de descanso, o si también contribuyó el excelente tiempo de este veranillo de San Martín que nos está regalando el cambio climático. El caso es que en un momento de mi carrera lo vi claro: tenía que estirar el recorrido y llegar a los 8 kilómetros. Así lo hice y parece que la espalda no se me resintió más de lo previsible. Mi problema con la espalda no se acaba de solucionar, más bien habría que decir que me he acostumbrado a convivir con él (eso se llama resiliencia, me dicen). He comprobado que, parando del todo durante meses, no se me quita, pero al mismo tiempo percibo con claridad que, cada vez que salgo a correr, el dolor evoluciona, lo que quiere decir que está relacionado directamente con esta práctica tan poco habitual en un casi-abuelo de 65.

Ya lo ven: si paro de correr me duele la espalda, y si corro también. Es como la vieja canción: me matan si no trabajo y si trabajo me matan. Pero habrá que seguir, mientras el cuerpo aguante. Esto de envejecer es una murga, pero no hay alternativa y, dependiendo de cómo te lo tomes, lo llevas mejor o peor. Hay gente que está convencida de que la edad de oro son los veinte. Que luego todo es decadencia. Sinceramente, yo recuerdo los veinte como una época de inseguridades, de anhelos nunca cumplidos, de hormona a tope guiando mis pasos todo el rato hasta un muro infranqueable. Cada edad tiene su punto bueno y sus inconvenientes. Los sesenta también pueden ser cojonudos. Lo que pasa es que hay que mantener el ánimo. Hay gente que incluso llega al extremo de decir que la verdadera edad de oro son los nueve meses que se pasan dentro del útero materno, que uno empieza a deteriorarse y envejecer desde el momento mismo en que nace (por eso lloran los bebés al nacer, porque se dan cuenta de la putada que supone, de que han perdido para siempre su paraíso, como Adán).

No cuenten conmigo para semejantes líneas mentales. Yo he disfrutado a todas las edades, me he adaptado y me lo he pasado de puta madre hasta en la mili. En estos últimos tres años mi desempeño laboral ha sido muy frustrante, pero me he defendido de ello escribiendo un blog y ahora mi vida es en parte literatura, puesto que el requerimiento de contar todo lo que me va pasando, sin duda influye también en lo que hago. Es decir, que todo lo que hago, ha de ser correcto y pertinente, si no ¿cómo podría contarlo luego? Si Artur Mas tuviera un blog, seguro que habría tomado otra deriva. El blog es para mí una presencia vigilante, como ese Dios de los creyentes, que está en todas partes y vigila todas sus actuaciones. Los beatos auténticos dicen: yo no hago nada pecaminoso o incorrecto, ni siquiera cuando no me ve nadie, porque me vería Dios. Mi caso es parecido: procuro ser buena gente todo el rato, porque, si hago una pirula, no la podré contar en el blog.

De todas formas, los nueve meses en el seno materno deben de ser la felicidad suprema, yo creo que, muy adentro en el subconsciente, tenemos un recuerdo nítido de ese tiempo maravilloso. Flotar sin nada que hacer, en un líquido delicioso a la temperatura justa, sin tener que preocuparte de comer, ni conducir, ni ir al trabajo, ni pagar el recibo de la luz. Ese es ciertamente el paraíso perdido. Ya lo cantaba Juan Luis Guerra: Quisiera ser un pez/para tocar mi nariz en tu pecera/y hacer burbujas de amor por donde quiera/mmmm… pasar la noche entera/mojado en ti. Una bonita letra, aunque otros la entendían en un sentido más libidinoso. La gente es que siempre está pensando en lo mismo, oyes.

Así que ya lo saben, ayer corrí ocho kilómetros y estoy tan fresco, algo que me enorgullece, aunque soy consciente de que en cualquier momento puede llegar el típico giro del destino y trastocar todos mis planes. La verdad es que mis historietas habituales carecen de la menor importancia, no tienen un componente épico o significado profundo que pudiera justificar el interés de mis lectores. Se trata simplemente de la sencillez de lo cotidiano y contarlo de una manera desenfadada y sin mayores pretensiones. Encontrar lo universal en las entrañas de lo cotidiano, como pedía Unamuno. La semana pasada, por ejemplo, mis actividades laborales me llevaron a atender a una delegación de la KAMCO, Korean Assets Management Corporation, una importante agencia estatal de Corea del Sur, dedicada a la inversión en infraestructuras por todo el territorio de ese lejano país. Les cuento como surge esta historia. 

Un día como otro cualquiera, abro el Outlook y me encuentro un correo cuyo remitente es:  황인영. Me escribe a mí, con copia a  김석구 y también a 배승태. Fastuoso. Por fortuna, el texto está en inglés. Una deliciosa señorita, que se llama Inyoung Hwang, a la que no tengo el gusto de conocer, me cuenta que la KAMCO es una institución importantísima en Corea, y que una delegación de cuatro personas de su staff se propone visitar Madrid. Que han contactado con la Embajada en Madrid y allí el cónsul Seunghee Suh les ha dado mi nombre y les ha dicho que soy la persona adecuada para atenderles, como ya he hecho en muchas ocasiones con visitantes de su tierra. Añade esta señorita que me supone muy ocupado, pero que sería suficiente con una entrevista de diez minutos (así de corteses son los coreanos). Que está deseando conocerme y espera mi respuesta. Y firma debajo: Inny.

Respuesta: Querida Inny, estoy a su entera disposición y será un placer atenderles. Aunque diez minutos es muy poco tiempo para una presentación de la ciudad en condiciones. Pero, si son tan amables de hacerme un hueco como de una hora en su apretado programa, estaré feliz de mostrarles mi presentación. Yo también estoy deseando conocerla y, además, le pido un pequeño favor: que me traiga una caja de té de ginseng rojo coreano, del que soy gran seguidor. Pero que, si esto último le parece inapropiado, que lo olvide. Me contesta: lamentablemente ella no viene en la delegación, se limita a organizarles el viaje. Los cuatro de KAMCO llegarán el día 4 a la una de la tarde. Tras ir a su hotel, vendrán a mi oficina con tiempo suficiente para escuchar mi presentación y hacerme preguntas. Y, por supuesto, traerán el té para mí. Ella intentará apuntarse a la próxima visita, porque también está deseando conocerme.

He buscado imágenes por su nombre en Google y me salen unas bellezas espectaculares, pero estoy seguro de que ninguna de ellas es mi soñada Inny. Deben de ser un nombre y un apellido muy comunes en Corea. El caso es que el día 4 bajé a comer algo a las 13.30, para tener tiempo de atender a los coreanos, a los que no esperaba antes de las 14.30. Me acababa de pedir unas lentejas, cuando me sonó el teléfono. Era una chica coreana que trabaja como intérprete para la Embajada. Estaba con los cuatro coreanos. Habían consultado el plano de Madrid y descubierto que mi oficina está muy cerca del aeropuerto. Así que habían decidido cambiar el programa: dejar los equipajes en una consigna, tomar el Metro y venir a verme. Y luego volver al aeropuerto y, ya con las maletas, coger unos taxis a su hotel en el centro. Estaban ya en el Metro y por el altavoz acababan de anunciar: próxima parada Campo de las Naciones.

Les dije que me esperaran en la boca del Metro sin moverse de allí. Me acabé las lentejas y la cerveza a la carrera y salí enseguida a buscarlos. Tras saludarles con un annyong haseyó, los acompañé al edificio municipal de mi destierro y estuve con ellos casi dos horas, porque no hablaban ni patata de inglés y la intérprete no sabía nada de urbanismo, inconvenientes que estiraron mucho la traducción sucesiva. Yo en coreano sólo sé decir annyong haseyó (hola) y kamsahamnidá (muchas gracias). Esto último se lo repetí varias veces al ver que me traían, no una, sino dos cajas de te de ginseng rojo coreano (cada caja suele traer unas cien bolsitas, así que ya tengo hasta mi entierro). Sólo sé decir eso, pero le doy la entonación adecuada y hago el gesto pertinente, doblándome por la cintura con las palmas de las manos colocadas a los lados de las piernas. Había estado practicando por la mañana con mi hijo, que es experto en protocolo coreano. Lo malo es que me vio mucha gente de la que en ese momento salía de la oficina y debieron pensar que me había vuelto loco. 

Así que, aquí me tienen. Con mi nueva remesa de té de ginseng rojo coreano, forever young. Como Bob Dylan. Súbanle el volumen y disfruten: es un verdadero himno. Y que pasen una buena tarde. 


     

sábado, 7 de noviembre de 2015

445. La M-30 y la deuda de Madrid II

Algunas precisiones. ¿Por qué se produce una discrepancia de cifras como la que mostramos mi compañero y yo a los funcionarios de Oslo? Porque, en el momento del debate ciudadano sobre el proyecto, los datos se manipularon hasta esos extremos. Cuando la presión de la ciudad llegó a límites intolerables, el Ayuntamiento creó una Comisión Ciudadana, a la que entraron todos los sectores opuestos al proyecto, el Colegio y la Escuela de Arquitectura incluidos. Esa comisión alumbró un acuerdo: el señor Gallardón construiría sus túneles, en los que estaba tan empecinado (además, ya habían empezado las obras). Pero la superficie recuperada para la ciudad por el soterramiento del tráfico, se ordenaría de acuerdo con un proceso diseñado por la propia comisión, que incluía un concurso internacional de ideas y la redacción y tramitación de un Plan Especial, con un amplio proceso de información pública conforme a la ley, proceso en el que yo participé en lugar destacado.

El problema es que algunos arquitectos se desmarcaron de este acuerdo y siguieron obcecados en su postura contraria al proyecto. Entre ellos Ramón López de Lucio. He de decir que, de mi paso como alumno por la Escuela de Arquitectura, sólo conservo un sentimiento de admiración por tres de los profesores que tuve. Ramón es uno de ellos. Pero en este asunto no ha dado su brazo a torcer, actitud que me parece muy respetable. El problema es que la palabra de Ramón es dogma para muchos arquitectos de la órbita de la escuela. Yo le he escuchado decir en público que el coste era tres, o quién sabe si cuatro, veces más que lo que dice el Ayuntamiento. Y le he oído sumar todo el coste de la M-30, más el de Madrid Río y dividirlo por la superficie recuperada en Madrid Río: el resultado era el coste de urbanización por metro cuadrado más alto de la historia, en el mundo mundial. No sé si se dan cuenta de la falacia: la M-30 tiene 32 kilómetros, la parte del río sólo 6. He hablado con Ramón unas cuantas veces sobre el tema, pero es inútil tratar de convencerle.

Esto nos lleva a un segundo tema. ¿El proyecto M-30 es defendible desde el punto de vista de la ciudad? Eso podrían haber deducido algunos lectores de la primera parte de este texto. Pero mi opinión no es exactamente esa. Mi opinión es que el proyecto no es defendible en su totalidad. El proyecto tiene tres partes. UNO, la zona del río (aproximadamente 1.900 millones de euros). DOS, el llamado By-pass Sur, doble túnel de 4,2 kms, que no recupera suelo en superficie, sino que duplica la vía y su capacidad (digamos unos 1.300 millones de euros). TRES, el arreglo de una serie de nudos y tramos de la vía en el este y el oeste (los 570 millones restantes). Me parece claro que la parte del río es defendible. Yo la defiendo a muerte. El resto ya no tanto. Obviamente no era una prioridad para la ciudad. El tráfico de la carretera ha mejorado sustancialmente en su conjunto, pero se ha gastado mucho dinero en ello. Que cada uno piense lo que quiera al respecto; yo doy los datos y defiendo sin dudarlo la parte del río. Sólo esa parte.

Otra cosa a tener en cuenta. Este proyecto se diseña en 2003, en los años dorados de la gran burbuja inmobiliaria. Cierto que el señor Gallardón tiene que hacer siempre algo más grande o más llamativo que los demás mortales, si no, no sería Gallardón. Pero no debemos perder de vista que se trata de un proyecto inconcebible en otro momento histórico. Gallardón se aprovechó además de la situación saneada que le dejó su predecesor, un hombre que no gastaba un euro de más, un auténtico roña, dicho esto con el cariño que le debo a un personaje a cuyas órdenes pasé doce años bastante dignamente. Y otra cosa muy importante: en 2003, la ciudadanía estaba dormida y desmotivada, meciéndose en la hamaca de la bonanza económica, que entonces se creía eterna. Ahora, ese proyecto sería inviable. Económica y socialmente. Si a un político se le ocurriera llegar con un proyecto de esas características bajo el brazo, se armaría la mundial. No quedaría indemne una sola cristalera de Banco.

Abajo les pondré el cuadro prometido, pero les pido que esperen todavía un poco. Porque, en 2007, Gallardón es reelegido para un segundo mandato, con muchos más votos que en el primero, después de que los ciudadanos hayan comprobado atónitos que los túneles funcionan y que los tiempos que han de dedicar a sus recorridos diarios en coche se han reducido drásticamente. Pero en la parte del río, los vecinos observan recelosos la superficie de tierra de 110 hectáreas, sobre la que les han prometido construir un jardín lineal a lo largo del río, jardín que brilla por su ausencia. En 2007 la crisis asoma ya por todas partes y los vecinos temen razonablemente que el Ayuntamiento deje la zona así. Y lo cierto es que la situación financiera del Ayuntamiento es desastrosa, tras cuatro años de derroche.

El coste total del ajardinamiento de Madrid Río será finalmente de 370 millones de euros. Una miseria comparado con los gastos del período anterior. Pero hasta para reunir esa cantidad tuvo problemas el municipio. Si usted, querido lector ha suscrito alguna vez una hipoteca o crédito un poco por encima de sus posibilidades, sabrá que los primeros años son terribles. Que luego la cosa va mejorando, porque los intereses se van reduciendo, el valor del dinero decrece, etcétera. En los años finales, incluso si tiene usted la suerte de recibir una herencia o un dinero inesperado en cash, mi consejo es que no lo dedique a pagar la deuda pendiente: emplee el dinero en otra cosa. La segunda legislatura de Gallardón fue, financieramente, como una tortura.

Pero aquí apareció la suerte, en forma de Plan Ê del señor Zapatero. Ya conocen los ingenuos desvelos de este señor en la lucha contra la crisis, que le llevaron a repartir dinero a los Ayuntamientos para financiar sus obras públicas. El proyecto Madrid Río recibió 210 millones del Plan Ê, más otros 12 de fondos europeos FEDER. El resto hasta 370, lo puso la ciudad. Y vamos ya con el cuadro prometido. Es un cuadro cojonudo. Véanlo y lo comentamos abajo.
Para empezar, pueden observarse los ocho últimos años de Álvarez del Manzano. Este señor cambió muchas veces de concejales, pero mantuvo siempre al de Hacienda: don Pedro Bujidos, ya fallecido. Este buen hombre llevaba las cuentas al céntimo y tenía la instrucción de su jefe de que los gastos no se dispararan. Para no dejar a sus sucesores hipotecados. A continuación, los cuatro años de desenfreno de la primera legislatura de Gallardón, en la que la deuda pasa de 1.445 millones a más de 6.000. En la segunda, sin embargo, hay una inflexión, un esfuerzo aparente de contención que fuerza la línea hacia abajo. Pero esto es falso. Simple ingeniería financiera. Trucos contables. La señora Botella recibe oficialmente una deuda de 6.348 millones. Pero cuando hace una auditoría en serio, descubre la cifra real: 7.430. Tal vez usted, querido e incauto lector de mis textos, haya pensado por un momento que ese pico que aparece al principio del mandato de la señora Botella significa que se gastó 1.100 millones en un año. Nada más lejos de la realidad. Ese pico es el resultado de poner las cuentas en negro sobre blanco. Y a partir del pico comienza el recorte de gastos.

Por si ustedes no lo saben, la deuda de las administraciones públicas tiene unos máximos legales. Los fija la Ley de Haciendas Locales mediante un porcentaje del presupuesto de cada municipio o comunidad. Durante sus años de Presidente de la Comunidad de Madrid, Gallardón burló ese máximo, por el procedimiento de mantener una cuenta paralela aparte, la de la empresa Mintra, que gestionaba la ampliación de la red de Metro. Ese truco de la doble contabilidad, por cierto, fue inventado por los alemanes, que ya saben que son tan sinvergüenzas como los demás. Pero Bruselas no lo acepta y no admitió las cuentas separadas de Gallardón, ni en la Comunidad, ni después en el Ayuntamiento (aquí con el agravante de que ya no podía aducir desconocimiento de la norma). Así que, en los años de los trucos contables y la contención aparente del gasto, se vio obligado a sumar la deuda de Madrid Calle 30, con la total del Ayuntamiento. Eso significaba vulnerar los máximos legales.

La Ley de Haciendas Locales prevé un mecanismo para estos casos de incumplimiento. El Ayuntamiento manirroto ha de elaborar un Plan de Convergencia y, tras su aprobación por el Estado, aplicarlo a rajatabla. En caso contrario es tachado de moroso y deja de tener ayudas estatales. Se vuelve prácticamente insolvente. El equipo de Gallardón elaboró su Plan de Convergencia y lo presentó al Estado, que lo aprobó. Y, ya desde su primer año de aplicación, lo incumplió de forma flagrante, porque siguió gastando de más. Eso es lo que motivó que Gallardón acudiera en persona a la Moncloa a pedirle a Zapatero que le diera más crédito. ZP le dijo que naranjas, que cumpliera la ley y su propio plan de convergencia. Y fue ahí cuando compareció ante los medios en el propio jardín de la Moncloa mostrando por primera vez su puchero de despecho, ese que tendría que rescatar años más tarde, cuando se retiró de la política.

La señora Botella se aplicó a recortar la deuda con la determinación de un ama de casa con poca liquidez. Recortó aquí, rebajó allá, se fajó con los bancos y los poderes económicos. Sisó en temas como la limpieza, el asfaltado de las calles, los servicios sociales. Y vendió pisos de la EMV a fondos buitres, con sus inquilinos dentro. Y malvendió edificios municipales con bicho (como nosotros, los rehenes del Campo de las Naciones). No son conductas muy plausibles. Pero lo cierto es que recortó la deuda de manera efectiva y hemos de reconocerle el mérito. Gracias al buen hacer de esta señora, tan denostada por el público, la señora Carmena se ha encontrado las arcas de la ciudad razonablemente saneadas. No tengo información de primera mano, pero me huelo que la Comunidad de Madrid tiene en estos momentos una situación financiera mucho peor, dado que tanto Esperanza, como su sucesor el del ático en Marbella, han pasado de recortar gastos en los años recientes.

Y colorín colorado. Que disfruten ustedes de un fin de semana ciertamente fastuoso. Les repito una consecuencia obvia: no se crean nada de lo que leen. Nada es lo que parece. Ya lo dijo Campoamor hace mucho tiempo: nada es verdad, todo es mentira, etcétera. Y estamos en la era de la manipulación informativa a gran escala. Lo malo no es lo que publican los medios. Lo malo es lo que nos meten dentro de la mente, para que nos creamos lo que no es. Piénsenlo.  
  

jueves, 5 de noviembre de 2015

444. La M-30 y la deuda de Madrid I

Hoy nos vamos a poner serios, así que quien quiera coña, que deje de leer. Arranca este tema en una de mis recientes actividades de recepción de delegaciones extranjeras. El escenario, un salón facilitado por la Junta de Arganzuela. Estoy hablando en inglés a un grupo de arquitectos y técnicos del Ayuntamiento de Oslo, interesados en los proyectos M-30 y Madrid Río, con los que luego daremos un paseo en bicicleta por el parque. Les ha organizado el viaje un compañero arquitecto, joven y barbado, con el que es la primera vez que trabajo. Está cerca de mí, por si necesito alguna ayuda con el inglés y, de vez en cuando, levanta un dedo y puntualiza alguna de mis manifestaciones, lo cual me parece muy bien y así está pactado. No es malo que los noruegos escuchen dos opiniones no coincidentes sobre determinados asuntos.

Entonces llegamos al punto clave: ¿cuánto ha costado el proyecto M-30? Pongo la imagen correspondiente con los costes desglosados por conceptos, la parte de Madrid Río, el coste de mantenimiento del parque, cuánto es deuda y cuánto dinero real. Y doy una cifra del coste de M-30 (el de Madrid Río no se discute): 3.770 millones de euros. Ese es para mí el coste del proyecto M-30. En ese momento, mi colega levanta un dedito y puntualiza: eso que acaba de decir Emilio es la versión oficial del Ayuntamiento; nosotros, la ciudad, sabemos que la cifra real es tres veces más. Fin de la cita. Me quedo pasmado (supongo que palidecí), pero reacciono con rapidez: en absoluto es ésta la versión oficial del Ayuntamiento; por el contrario, es la versión mía después de estudiar el proyecto durante años. Es posible que sea un poco más, pero nunca tres veces. Esa es una valoración falsa que se propagó interesadamente por determinados sectores contrarios al proyecto.

Continuamos con un pequeño debate que no voy a referir aquí, todo ello de forma educada y cordial, y también útil para los noruegos, que escucharon nuestros argumentos opuestos y se llevaron una información detallada del tema, sobre la que pensar luego por sí mismos. ¿Qué hay de cierto en una y otra versión? Es lo que me propongo contarles. El proyecto M-30 fue una iniciativa del señor Gallardón que no contó con un proceso de participación ciudadana a la altura de una inversión de dinero público de esa envergadura. Bastará decir que su predecesor Álvarez del Manzano, venía gastando en sus legislaturas anteriores una media de 400 millones totales. En los cuatro primeros años de Gallardón, el presupuesto de inversión en infraestructuras fue de 5.000 millones (esta cifra se ha barajado con frecuencia como coste de la M-30, pero es falsa: además del proyecto incluye algunas otras obras de urbanización, como el túnel de Sor Ángela de la Cruz, el que comunica el final de Embajadores directamente con la M-40 y otros; ésta es una primera aclaración).

Es decir, que este señor superó el gasto de su antecesor en infraestructuras en más de diez veces. Al no organizar un procedimiento de participación y debate público como Dios manda, suscitó un movimiento de oposición bastante amplio. Casi un consenso de la ciudad contra el proyecto. Llevaban la voz cantante de este movimiento los demás partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones de vecinos. Y los arquitectos. Tanto el Colegio, como la Escuela de Arquitectura, lideraron la protesta contra la M-30, por una razón, para mí, meridiana: se trataba de un proyecto de ingenieros y todo el mundo sabe que nadie tiene la sensibilidad con el territorio que tenemos los arquitectos. Fue, pues, un reflejo gremial, en el que yo, como decía el viejo chiste de Chumy Chumez, no entro ni salgo de mi asombro. El proyecto se convirtió en un escenario de confrontación política, en el que los datos se estiraban y encogían a conveniencia, como armas de la batalla. Los costes se minimizaban desde el equipo de Gallardón y se agigantaban desde la oposición.

He de decir que el procedimiento empleado por Gallardón para llevar adelante este proyecto, me parece muy pernicioso urbanísticamente; que es una muestra de despotismo ilustrado. Si bien tengo que reconocer que, si el proyecto se llega a posponer hasta la finalización de un debate ciudadano ortodoxo, nunca se habrían llegado a empezar las obras (y no se hubiera conseguido el espacio de Madrid Río). Pero yo lo que he querido en todo momento es abstraerme de la manipulación inherente al debate político y saber exactamente cuáles son los datos técnicos ciertos del asunto, en especial, cuál es el coste de las obras. Estos datos deben de conocerlos los ciudadanos. Y he de decir que no me ha resultado fácil llegar hasta ellos, porque había un oscurantismo notable alrededor y a mí no me decían nunca toda la verdad. Pero ahora estoy seguro de esa cifra: 3.770 millones de euros. Es el montante del Presupuesto de Ejecución Material. Y el Presupuesto de Ejecución Material de una obra es un concepto contable, que suele tomarse de base como presupuesto de inversión. Punto.

Por supuesto que, si contamos también los intereses, la ciudad pagará al final bastante más de esa cantidad. Pero esto se explica con un ejemplo. Usted, querido lector, se va a comprar un coche nuevo, digamos que por valor de 30.000€. Si usted tuviera los 30.000€ en un calcetín, los llevaría al concesionario y saldría de él conduciendo el coche. Como eso no suele suceder, entra en juego un tercer actor: el Banco. El Banco paga right now los 30.000€ al concesionario y usted sale igualmente conduciendo su coche, pero con la guantera llena de contratos que le obligarán a pagar mensualmente al Banco unas cantidades pactadas, descontando una entrada también pactada. Si usted suma todas esas cantidades, encontrará que, al final ha pagado bastante más de 30.000€. Pero (aquí viene lo importante), usted seguirá diciéndole a todo el mundo (incluso a sí mismo) que el coche ha costado 30.000€. Me parece que está muy claro. En ese sentido, yo creo que la reforma de la M-30 ha costado lo que les he dicho. 

En 2003, El Ayuntamiento crea una empresa mixta para gestionar y ejecutar las obras en la M-30. Por simplificar, digamos que esa empresa se crea con los 770 millones de euros del pico. En una proporción de 80% Ayuntamiento y 20% partenaire privado, una asociación de dos de las mayores constructoras de España: Dragados y Ferrovial. La empresa, llamada Madrid Calle 30, se constituye con ese dinero inicial real y se registra con esa proporción. Una vez constituida y registrada, esta empresa es la que contrae la deuda por valor de los 3.000 millones restantes. Así de sencillo. La deuda tiene dos tramos, el más largo a 35 años, y está avalada por el Ayuntamiento. De acuerdo con mis informaciones, cada año el Ayuntamiento devuelve un montante de unos 100 millones del principal de esa deuda, además de los correspondientes intereses. Es algo asumible, en una entidad que tiene unos presupuestos anuales en torno a los 4.500 millones.

Es decir, que, doce años después de suscrito el crédito y teniendo en cuenta unos primeros años de carencia, la deuda pendiente del proyecto M-30 ronda ahora mismo los 2.000 millones (ya es un poco menos). Pero ustedes han leído en la prensa que la deuda del Ayuntamiento de Madrid ha llegado a superar los 7.000 millones. En qué se ha ido lo demás. Mi respuesta: Y yo qué sé, pregúntenselo a Gallardón. Hombre, alguna pista puedo darles. Les recuerdo que antes de llegar este señor, los directores de servicios (máximo grado funcionarial, nivel 30) estaban directamente a las órdenes de los concejales. En la reforma asociada a los presupuestos para 2005 se creó una supersestructura con dos niveles nuevos: coordinadores y directores generales, puestos a cubrir por políticos y ejecutivos no funcionarios. Más una amplia nómina de asesores y carromerillos. En total, unos 1.500 cargos con sueldos altos, cobrando todos los meses. Más otros proyectos (para mí no tan defendibles como Madrid Río), como la adquisición y reforma del Palacio de Cibeles, a mayor gloria del faraón, o la inefable Caja Mágica. Más cuatro años de gastos suntuarios y despilfarros por la nefasta gestión en algunas de las empresas públicas y unidades administrativas.

Ahí está el origen de la deuda y conviene saberlo. Pero ya he alcanzado el tamaño crítico de mis posts y me queda bastante que contar, así que les remito a la segunda parte de esta reflexión, que prometo subir cuanto antes. Allí les precisaré una serie de detalles que me parecen de interés, incluyendo un cuadro real de la evolución de la deuda de la ciudad, que creo que aclarará bastante este asunto. Tengan paciencia. Y duerman bien.
   

martes, 3 de noviembre de 2015

443. Encurtidos y variantes

Titulo así este post porque me propongo desarrollar una vez más mi reconocida habilidad de saltar de un tema a otro. Este será, pues, un texto lleno de pequeñas joyas sobre varios temas sin relación aparente. Empecemos por donde nos quedamos en el anterior. ¿Tienen idea de cómo están viendo desde fuera el asunto de Catalonia, con la mitad de un pueblo decidida a la secesión, abducida por una banda de lladres, con el señor Pujol a la cabeza? Pues aquí les voy a poner un par de links a periódicos europeos serios, de trayectoria fuera de toda duda. Hace unos días, el prestigioso diario alemán Die Welt, se refería al asunto con un titular inequívoco: Die Separatisten-Mafia. ¿No se lo creen?

Pues AQUÍ lo tienen. Ya sé que la mayoría de ustedes no sabe alemán, pero échenle un vistazo y verán que no miento: entre medias pueden entenderse algunos términos, como korrupte Strukturen, Ministerpräsident Artur Mas, katalonien y otros. Está claro de qué hablan, y que comparan la deriva catalana con la que han desplegado los señores de la guerra (Warlords) de las seudo-repúblicas ucranianas de Donezk y Lugansk. No es mala comparación. Para los que piensan que me paso mucho con el tema. Tampoco es manco el análisis de Le Figaro, que titula su artículo Golpe de fuerza contra la democracia y compara a los secesionistas con el régimen bolivariano del señor Maduro. AQUÍ pueden consultarlo y así practican un poco el francés. El artículo es demoledor.

Desde Europa ven lo que yo llevo tiempo proclamando: que todo es una huida hacia delante de una banda de estafadores, para ver si pueden llegar a tener una Justicia y una Hacienda propias, para poderse ir de rositas. En el fondo, los catalanes no sólo son españoles, sino que son los más españoles, la quintaesencia. El entramado de Rodrigo Rato es un juego de niños al lado de la monumental estructura levantada por el señor Pujol y su ministro de Hacienda Artur, que miraba para otro lado con tanta habilidad, que fue premiado con el puesto de Conseller en Cap. Estos señores son los chorizos más hábiles del cotarro hispano. ¿O habría que decir butifarras? Pues no, porque la denominación de origen chorizo no tiene nada que ver con el noble embutido comúnmente denominado como tal.

¿De dónde viene entonces lo de llamar chorizos a los mangantes? ¿No lo saben? Pues yo se lo explico. Viene nada menos que del caló. El idioma de los gitanos. En calorro, el verbo chorar describe los pequeños hurtos sin violencia a los que son tan dados los miembros de dicha etnia, y perdón por el comentario racista. Y el verbo chorar tiene un sustantivo derivado, chori, que designa al tipo que practica esa clase de hurto. Y de chori, chorizo. Conviene saber el origen de los términos que empezamos a usar a todas horas. El otro día les hablaba de resiliencia, una de las palabrejas que vamos a empezar a oír a todas horas. Resiliencia es un anglicismo, viene de resilience, palabra inglesa de uso muy antiguo (de hecho, es de origen latino), que viene a designar lo que aquí se ha llamado toda la vida entereza. Cuando alguien visitaba, por ejemplo, a un viudo reciente, se solía comentar: –Lo he encontrado muy entero.

Pues ahora ya no es entereza, sino resiliencia, en una muestra más de papanatismo anglófilo o, más bien, proyanqui. El inglés nos invade por todos lados. La palabra resiliencia tiene, como en inglés, un significado más amplio que el de la simple entereza de una persona frente a una tragedia personal. Se aplica a sociedades, comunidades, ciudades o grupos, capaces de sobreponerse a una desgracia colectiva. Y también a la empresa y su capacidad de sobrevivir a las diversas crisis, OPAs y ataques de la competencia. Incluso hay un Instituto Español de la Resiliencia y ESTA es su Web. El diccionario de la RAE ya tiene el término registrado (por eso no podemos tildarlo de palabro), pero en el diccionario on line Word Reference no figura, y el corrector del Word que yo utilizo para escribir tampoco lo reconoce y me lo subraya en rojo cada vez que lo escribo.

Otro término de uso frecuente en el urbanismo es gentrificación, de nuevo un anglicismo al que en este caso sí podemos considerar un palabro, puesto que todavía no ha sido santificado por el visto bueno de los señores académicos. El palabro viene del inglés gentrification, a su vez derivado de gentry (burgués). Y viene a designar un fenómeno bastante frecuente: cualquier actuación o estrategia (pública o privada), que mejore las condiciones de un barrio o zona concreta de una ciudad, expulsa de una u otra forma a un porcentaje de sus residentes o propietarios de comercios originales. La gente se va porque no le gusta el nuevo rollo, o porque no puede afrontar los sobrecostos inherentes a la nueva situación o por circunstancias diversas, como la revalorización de su propiedad, que le permite venderla e irse a otro sitio.

A mí me explicó lo que era la gentrificación un vecino, prácticamente analfabeto, que vivía enfrente de la M-30, antes de que se convirtiera en el parque Madrid Río, del que ya les he hablado tantas veces. Han de saber que, en esa operación, además de la M-30, desaparecida bajo tierra, también desaparecieron en torno a 200 plazas de aparcamiento en calle. Esas plazas estaba previsto que se recuperasen mediante dos aparcamientos de residentes, que nunca se construyeron porque fueron sacados a concurso en plena crisis y los concursos resultaron vacantes. Por otro lado, las plazas en esos parkings eran de pago, y no gratis como las de la calle, lo que ya había suscitado protestas. Aquí lo que decía el vecino (imagínesenlo: aires de camionero, brazos fuertes, tatuajes, moreno agromán, ceño fruncido, etc.):

–A mí con este proyecto suyo me han hundido la vida. Como lo oyen. Yo trabajo en Boadilla del Monte y allí no se puede llegar en Metro, así que tengo que ir en coche. Y, cuando vuelvo por la noche, me acuerdo de todos sus muertos, porque no tengo dónde aparcar, me tiro una hora dando vueltas y acabo dejando el coche a tomar por culo. Y desde a tomar por culo tengo que irme andando hasta mi casa, lo mismo llueva que nieve. Todos los días igual. Y todo eso ¿para qué? Para hacerme un parque a la puerta de mi casa. ¿Y para qué coño quiero yo un parque? Si yo los domingos estoy reventado y lo único que quiero es tumbarme en el sofá con una lata de cerveza y ver deportes por la tele... Me la suda tener delante un parque o la autopista del Mediterráneo.

En paralelo a esa situación tan certeramente descrita, el piso propiedad de este energúmeno se ha revalorizado gracias a la obra de urbanización ejecutada. Eso le permitirá venderlo en buenas condiciones y comprarse otro piso en Boadilla, donde pueda hacer la vida basada en el automóvil. ¿Y quién será el comprador? Pues posiblemente una pareja joven, tal vez con niños pequeños, que valore el lujo que supone salir de tu casa andando o en bici y tener frente a tu domicilio un espacio de calidad. Esa es la gentrificación (en una operación no tóxica no debe superar el 10% de la población original). También es muy claro el cambio operado en el pequeño comercio. Antes, los laterales de la M-30 estaban llenos de pequeñas industrias, almacenes de mayoristas, talleres del automóvil, reparación de neumáticos. Ahora, por un proceso similar, se ven sustituidos por bares de copas con terraza.

Madrid Río sigue siendo el centro de atención de buena parte de las visitas a Madrid que me toca atender en mi trabajo cotidiano. El otro día recibí a 40 funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente e Infraestructuras de Holanda, que se fueron encantados con el proyecto y con mis explicaciones. De acuerdo con mi teoría de que en cada tema interesante que se plantee hay más mujeres que hombres, pues aquí también había mayoría femenina. Iba a decir que eran todas muy jóvenes: error. Lo correcto es decir que yo soy muy viejo. Pero todas insistieron en hacerse fotos conmigo. Les puse una sola condición: que se encogieran un poco, a la vez que yo me erguía. Así se disimulaba un poco mi diferencia de talla con semejantes walkirias. Aquí les pongo una muestra, a título de ejemplo.


En realidad, la foto de la que estoy más orgulloso en estos últimos días es la que les pongo abajo como despedida, al lado del bueno de Álvarez, en su último día de trabajo en El Brillante. Me avisaron sus compañeros de que el lunes era su último día, a pesar del regaño que me soltó cuando se lo pregunté. A voces me dijo que él se quedaba hasta Navidad y luego ya vería. Al final, se han impuesto las circunstancias. Tuve que insistirle mucho para que nos hicieran esta foto histórica, porque es un hombre tímido, que huye de los fastos y las alharacas. Álvarez empezó a trabajar en el barrio hace más de 40 años, los últimos 28 en El Brillante. Si han ido alguna vez a tomarse los mejores bocatas de calamares del mundo (no exagero), seguro que les sonará la cara de este hombre, que posa emocionado en el centro de la fotografía, el último día en que se vistió con ese uniforme negro del que tanto despotricaba (le gustaba más el blanco de toda la vida). Sirva este post de homenaje a un personaje ciertamente entrañable.