lunes, 30 de diciembre de 2013

216. Feliz Año Nuevo

Hala, un post cortito, para que luego no digan. No pensaba subir más textos en este final de año, pero me ha venido al pelo la noticia cuyo link les pongo más abajo. Resulta que las principales cadenas de televisión privadas han decidido introducir una innovación este año en el tradicional brindis de Nochevieja tras las campanadas. Hasta ahora, ese brindis se hacía siempre con cava catalán, es decir, Freixenet, Codorniú, Brut Nature, Blanc de Blancs o similar. Pues este año, nada de cava. Este año se va a brindar con otra cosa. ¿Adivinan con qué? ¡¡¡¡¡SI!!!!! Con cerveza Estrella de Galicia. Así se hará en Antena 3, Cuatro, Telecinco y La Sexta, además de un montón de cadenas menores asociadas: Divinity, Energy, FDF y no sé cuantas más. ¿Qué no se lo creen? Aquí el link de la noticia. 

Ya les he contado alguna vez que la cerveza Estrella de Galicia es una de las señas de identidad que conservo de la adolescencia; que ninguna otra cerveza que haya probado jamás (y he probado muchas) tiene ese sabor recio, un poco amargo, derivado de su mayor concentración de lúpulo según una antigua receta británica importada a las tierras gallegas, donde el lúpulo se cultiva en condiciones  únicas. Cuando yo tenía dieciséis, mis amigos y yo solíamos dedicar alguna mañana de domingo, ya fuera invierno o verano, a jugar un partido de fútbol en la playa de Santa Cristina. Al volver, el autobús nos dejaba en la puerta de la fábrica de cerveza, y allí nos obsequiábamos con unas jarras y algo de comer, para abrir el apetito.

Recuerdo un camarero grandote con el pelo rizado y apretado como el del borrego del anuncio del Norit. Solíamos gastarle bromas hasta que le irritaban al borde del juramento. Por ejemplo, en la entrada había unos grandes carteles que especificaban: “Bock-barra 20 pesetas, Bock-mesa 25 pesetas”. Los precios exactos no los recuerdo. Pero cada vez nos sentábamos ruidosamente en una mesa y, cuando venía el camarero, le pedíamos muy serios “Cinco Bock-barras”. Las primeras veces se tomaba la molestia de explicárnoslo, pero a medida que le íbamos repitiendo la broma conseguíamos que se pusiera más frenético y atronara el local cajándose na cona, y nos rapaces do carallo y más na nai c’os pareu. Otras veces le pedíamos, por ejemplo, unas patatas fritas. Y el tipo voceaba a la cocina ¡¡Ración de patatas, oído!! Entonces lo llamábamos y le aclarábamos que sólo queríamos las patatas, que el oído no lo habíamos pedido. Se pueden imaginar el cabreo del sujeto.

Así que esta Nochevieja, para pedir un mejor año 14 del siglo XXI de nuestras desdichas, toda España brindará con cerveza de La Coruña. Lo siento por los catalinos, pero no se puede estar todo el año dando musho por culo con eso de que Catalonia is not Spain, y pretender ahora que sigamos consumiendo sus cavas. Así que: ajo y agua. Este año seguiremos con atención la deriva de la cuestión catalana. En este blog ya hemos tratado el tema hasta el aburrimiento. Será curioso ver por donde sigue la cosa.

Les deseo un estupendo Año Nuevo. Traten de ser felices. Quieran a los que les quieren y pásenlo bien. Nos vemos a la vuelta
    

sábado, 28 de diciembre de 2013

215. La retirada de Lendoiro y los peores jugadores en la historia del Dépor

Al troll que siempre me recrimina cuando hablo de fútbol, y demás seguidores futbolfóbicos de este blog, les pongo un título inequívoco para que no sigan leyendo si no quieren, aunque los que han entrado en mis anteriores posts sobre el tema saben que aprovecho el asunto para hablar de muchas otras cosas. En realidad, este texto surge de la petición de un amigo en el post anterior, donde también se muestra preocupado por mi intención de bajar un poco la frecuencia de mis escritos blogueros. Es sólo una posibilidad, no se asusten. A medida que vaya pasando el año encontraremos entre todos un punto de equilibrio (otros han dejado de seguirme porque escribía demasiados posts y no les daba tiempo a leerlos).

Centrándonos en el Dépor, como ya saben muchos, el presidente Lendoiro anunció el día de Nochebuena que se marcha. En estos momentos es todavía el presidente de club más antiguo de las dos divisiones nacionales: 25 años al frente del Deportivo. Su figura ha sido muy controvertida en estos últimos tiempos y es difícil encontrar un juicio imparcial sobre él. Tal vez el medio más ecuánime, entre los que han hablado de Lendoiro en estos días, sea el diario coruñés La Opinión. Aquí les pongo el link al excelente análisis de su periodista Santiago Romero, cuya lectura les recomiendo.

Como ven, una de las claves del personaje es su testarudez. Lendoiro es un cabezota que se permite el gustazo de mandar a la mierda a José Ramón de la Morena, el almibarado y casposo conductor del programa El Larguero, de la Cadena Ser, al que se refiere la primera anécdota del artículo. Ahora me explico el origen de la diatriba que este personajillo, que suele bañar de halagos a cualquiera (incluyendo al propio Lendoiro en muchas ocasiones), le lanzó en un programa reciente. Lendoiro es un tipo que afirma vestirse por los pies y que no se casa con nadie. En estos últimos tiempos podría haberle hecho el caldo gordo a muchos para protegerse, pero ha seguido fiel a sus rutinas y ha muerto matando.

Es esclarecedora la explicación de por qué se le marginó desde su partido (el PP) en los tiempos de Aznar-Cascos. En cuanto a su relación con el Alcaldísimo de La Coruña, el inefable Paco Vázquez, es digna de una tragedia griega: eran amigos de niños y compañeros de pupitre en Los Maristas, donde ambos empezaron a jugar al fútbol. El odio africano que luego se llegaron a profesar, terminó por dividir a los coruñeses en dos bandos irreconciliables. Lo que no tengo claro es el origen de la inquina que le ha tenido el periódico local de más tirada, La Voz de Galicia. Este medio lleva años dedicando varias páginas diarias a poner verde a nuestro hombre, a quien por poco no echó la culpa del desastre del Prestige.

Lo cierto es que Lendoiro elevó a la élite del fútbol europeo a un equipo pequeño, que hasta su llegada vegetaba en segunda división, y que eso no fue por casualidad: venía de hacer lo mismo con el Liceo de hockey sobre patines y, desde su misma proclamación como presidente, dijo que su intención era esa. Imaginen la hilaridad que provocó en los medios nacionales su famoso grito: Barça, Madrí, ya estamos aquí, lanzado por un desconocido recién elegido al frente de un equipillo de segunda división. Por cierto, cuando Lendoiro cese en su puesto, el presidente más antiguo de Primera división pasará a ser Francisco Roig, del Villarreal, un equipo que ha seguido luego la senda del Dépor, respaldado por una ciudad aun más pequeña. La primera vez que el Villarreal subió a Primera y le tocó jugar en el Camp Nou, su afición, que es muy similar a la del Dépor, se desplazó en masa a Barcelona, y desplegó en la grada una pancarta que decía: Tiembla Van Gaal, que viene el Villarreal. No es de extrañar que estos dos clubes admirables susciten la simpatía de muchos aficionados de otros lugares.

En su deriva por salvar al club, Lendoiro buscó gangas y muchas veces lo engañaron como a un chino (de los de antes; ahora nos engañan ellos a nosotros). Hay una larga lista de jugadores que llegaron como craks y muy pronto revelaron ser unos paquetes. Algunos, sudamericanos, venían respaldados por un apodo mítico, que la afición deportivista, con su sentido del humor gallego, transformaba enseguida. El Manteca Martínez pasaba a ser Mantequilla, el Toro Acuña mutaba en el Buey Acuña y así muchos otros. En esta lista de los peores hay que incluir a Taborda, un uruguayo de casi dos metros que venía como killer del área y era un simple armario. Y a Yves Desmarets, un negro francés, antiguo conductor de autobuses nocturnos en París, a quien un periodista comparó con un personaje de Paul Auster (aquí el link).

Sin embargo, creo que el peor futbolista de la historia del Dépor jugó el año pasado en Primera Divisón y se llamaba Evaldo. Ya me he referido a él en algunos de mis anteriores posts sobre el equipo. Es que realmente, no he visto en mi vida un tipo capaz de situarse tan mal en un campo de fútbol. Es que la forma de colocarse un defensa en el césped es una cuestión instintiva, natural, innata. Mi hijo Lucas, que siempre ha jugado al baloncesto, se apuntó un año a un equipo de fútbol con sus amigos, para divertirse. Llamaron a su equipo Villarrastrojos Fútbol Club y se apuntaron a una liga de futbol 7. Quedaron de últimos, aunque llegaron a ganar algún partido. Puedo dar fe de ello porque les fui a ver en todos los campos. Bueno, pues mi hijo, que jugaba de defensa central, se ponía en el campo desde el primer partido mucho mejor que Evaldo. Sabía aguantar los ataques de los delanteros contrarios, anticiparse, entrar al corte con contundencia y salir con la pelota jugada con calidad. No había practicado nunca, nadie le había enseñado. Es una cuestión de sentido común.

Evaldo fue un paquete que le vendieron a Lendoiro, y que el entrenador Oltra (otro cabezota) se empeñó en mantener en el lateral izquierdo, a pesar de la rechifla de la grada de Riazor, y de que los equipos contrarios centralizaban los ataques por su lado, porque era chollo. Los entrenadores sólo tenían que dar una instrucción: entrad por el lado del negro, que es un coladero. Jugó casi todos los partidos hasta que llegó Fernando Vázquez, el actual entrenador. Este hombre, que es uno de los mejores entrenadores de España, lo puso de titular en su primer partido. Tuvo bastante. A partir del segundo lo mandó a la grada.

Pero en la memoria de la afición había quedado la forma, al borde de lo cómico, en que este pobre hombre se desempeñaba en un campo de fútbol, y su imagen patética dándose golpes en la cabeza con la mano abierta cada vez que fallaba. Este verano, al final del torneo en que el equipo bajó otra vez a segunda, la Web del club hizo su tradicional encuesta para elegir al mejor jugador del año que terminaba. Ya les he dicho que la afición del Depor es especial y tiene un sentido del humor muy gallego. El elegido fue Evaldo. Sacó un 33% de los votos. El segundo, Valerón, creo que se quedó por debajo del 10%. Fue una forma de exteriorizar la decepción por el descenso sin perder la alegría. Además, estos fenómenos se realimentan y se convierten en virales. Yo, por ejemplo, entré, busqué los resultados, comprobé que Evaldo iba el primero y voté por él, para sumarme a la coña.

Hoy 28 de diciembre, una de las Webs de los seguidores del Depor ha querido rendir culto a la tradición de la inocentada. ¿Imaginan cual ha sido la noticia falsa que incluyen? Sí, han acertado. Aquí tienen el link.

Les deseo un feliz año nuevo, dentro de lo que cabe. Al menos, con salud para todos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

214. Superado el primer asalto

Aquí estoy vivito y coleando después de pasar con nota la Nochebuena y la Navidad, el primero de los tres hitos de esta tregua en el discurrir del mundo, donde todos nos ponemos muy contentos, se acaba la crisis, los enfermos no están más enfermos, los apenados ya no tienen penas, to’er mundo e’ güeno y se terminan todos los problemas. Tampoco hay cabrones ni estafadores, a todos se les absuelve temporalmente, siempre que accedan a tocar la zambomba, comer y beber en exceso, gastarse un dineral en regalos, jugar a la lotería para no quedar de raros, y poner cara de arrobo al son de los villancicos que te asaltan sin tregua desde todos los altavoces, cantados con tonillo estúpido por coros infantiles repelentes.

Ya expliqué el año pasado los sentimientos que me producen estas fiestas, no tienen más que repasar mis posts #58 “No me gustan las Navidades”, #63 “El día del solsticio”, #65 “El mundo se para tres semanas”, #66 “A mitad de travesía”, #68 “Por un calendario sin meses” y #72 “Por fin se acabaron las putas fiestas”. Pueden releerlos, si quieren, no voy a insistir en estos temas, todos tienen plena vigencia. El año pasado mantuve la producción durante este impasse de tres semanas, pero este año estoy un poco más vago. De todas formas, los primeros que han empezado a flojear son ustedes. Las visitas han caído en picado, como el año pasado, algo que no me extraña: los imagino ocupados preparando comidas pantagruélicas, gastando dinero a dos manos y, por supuesto, dándole a la zambomba: zumba-zumba-zumba.

Hay otras cosas que me molestan de estos días. Uno abre el periódico y no hay noticias. Sólo resúmenes de los momentos estelares del año que se va. Bárcenas, el Papa Curro, Mandela y lo demás. Lo mismo en cualquier noticiario de la radio o la tele. Hay un día peor que los demás: el del sorteo de la Lotería. Las radios o televisiones lo dan enterito. No se puede uno librar del soniquete de los niños cantores de San Ildefonso. La retransmisión del sorteo supera en aburrimiento a la de las procesiones de Semana Santa. Y luego los comentarios: el Gordo ha estado mu repartío. Como siempre. Y en los sucesivos telediarios se repiten las imágenes de los premiados haciendo el mono en la calle, abriendo botellas de champán y contando que van a reformar su casa o comprarse el monovolumen que colmará todos sus sueños.

Estos días es obligado ser feliz y, si estás jodido, es peor, porque entonces te acorralan preguntándote qué te pasa, por qué tienes esa cara de ajo, porque no te pones ciego de vino y dejas fluir la situación. Y encima te toca explicarlo y te sientes doblemente jodido al ver la cara que ponen y cómo tratan de hacerte ver que la cosa no es tan grave, que ya veremos cómo salimos todos de este trago, que los demás no están mejor que tú y no se quejan tanto. Y tú lo único que quieres es que te dejen tranquilo, para poder darte una vuelta solo por la ciudad, huyendo de los escaparates llenos de ñoñerías y regalos que nadie necesita. Regalos que hay que envolver, para que el agasajado rompa el envoltorio y duplique la basura con un cerro de envases efímeros, confeccionados sólo para ser rotos con premura.

Vale, ya lo dejo. No quiero amargarles el tránsito. Ya lo tienen claro: el raro soy yo. Los demás se lo están pasando de cojones. Yo también, pero a base de escaparme del ataque de los villancicos, los turrones y las sonrisas en almíbar. Hoy, por ejemplo, he ido a correr al mediodía y he volado con mis nuevas Brooks Adrenaline. Hacía años que no tenía unas zapatillas tan rápidas. Después de comer y descansar un rato, he subido al FNAC, en donde debía de comprar un regalo de cumpleaños, y he aprovechado para regalarme a mí mismo dos libros, que aprovecho para recomendarles. El primero, El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura. Es un libro que debe de ser cojonudo, por lo que me han contado. Traza un paralelismo entre las figuras de Trotsky y su asesino Ramón Mercader, contando las trayectorias de ambos hasta que se cruzan en el momento del asesinato.

El otro se llama Intemperie, es la primera publicación de Jesús Carrasco, y ha sido elegido libro del año por el gremio de libreros de Madrid. Jesús Carrasco es un joven escritor extremeño y ya saben que varios de mis amigos escritores son extremeños (António Trinidad, Gonzalo Hidalgo Bayal), y que en un pueblo de esa comunidad, Navalmoral de la Mata, fue donde premiaron mi novela La Human Race, publicada en Badajoz, con un prólogo de Pilar Galán, también reconocida escritora extremeña. Desde luego que tengo mucha más afinidad con  Extremadura que con otras comunidades que no voy a nombrar, ya saben de quiénes hablo.

Ya que estaba en el FNAC, he pasado por los cines Ideal y he visto Blue Jasmine, la última película de Woody Allen, que es buenísima, como todas las suyas. Esta es otra recomendación. La historia es súper divertida, Cate Blanchet está perfecta, y hay una actriz que no conozco, que interpreta a la hermana de la protagonista, que es sencillamente genial. Con estas y otras diversiones voy pasando el tiempo, feliz de estar de vacaciones (no vuelvo al trabajo hasta el día 2 de enero). He superado el primer round, y ahora me falta el segundo, el de Nochevieja y Año Nuevo. Porque el tercero es menos duro de pasar, este año el día de Reyes cae en lunes, y además ya saben que los Reyes son los padres, no me digan que no se habían enterado.

Durante el año que termina he alimentado este blog con regularidad bastante constante. Yo mismo estoy sorprendido de mi tenacidad. Tal vez en adelante reduzca un poco la frecuencia de mis posts. No puedo asegurarlo, pero el objetivo que buscaba se ha cubierto con creces, he mantenido la pluma ocupada y tal vez ahora deba diversificar mis escritos y retomar los textos más largos.  Empieza un año nuevo y no puedo prometerles una fidelidad tan continua. Quizá sea el momento de dejar de primar la cantidad y buscar un aumento de calidad en mis posts. El tiempo no se detiene, por mucho que nos apliquemos en trocearlo, en dividirlo en años, horas, minutos y segundos. Yo procuro conceptuar el tiempo como un fluido continuo, que sigue implacable su deriva. Pero estas divisiones que hemos ideado los humanos, al final acaban por influirte. Ha pasado un año, han sucedido cosas, estamos más viejos y hay que adaptarse a las nuevas situaciones. No conviene acomodarse. Ya irán viendo si este foro sigue igual o le damos alguna variante.

Por el momento aguantamos el tirón. Estamos en los días más cortos del año, pero ya han empezado a estirar. En realidad, como les conté el año pasado, las tardes se están alargando ya desde el día 13 de diciembre, Santa Lucía (por Santa Lucía, mengua a noite e crece o día), lo que pasa es que las madrugadas se siguen retrasando perezosamente hasta el 5 de enero. Hasta el día del solsticio, la diferencia entre ambos desfases es negativa. A partir de entonces se invierte la tendencia y el balance se vuelve positivo. Efectos de la inclinación del eje de rotación de la Tierra. Ya llevamos casi una semana aumentando la duración total del día. Hemos de pasar aún los días más fríos, hacia el 20 de enero, pero los buenos tiempos volverán, no lo duden. Nunca ha sucedido que después de llover no escampe. Y de forma análoga, nos libraremos de Wert y Gallardón y los demás. Tengan paciencia. Es sólo una cuestión de tiempo.

sábado, 21 de diciembre de 2013

213. Azerbaiyán y otros países postsoviéticos

Los de mi generación crecimos en un mundo con dos modelos, el capitalista y el comunista. Los dos se retaban y se mojaban la oreja por turno en la llamada Guerra Fría, hasta que, de pronto, el universo soviético se disolvió como un azucarillo. Muchos como yo, que sentíamos una curiosidad velada de matices admirativos por conocer ese mundo que se nos ocultaba tras el llamado telón de acero, habíamos abandonado hacía mucho toda opinión favorable hacia el modelo soviético, después de presenciar el aplastamiento de la Primavera de Praga y, en mi caso, tras visitar Cuba, Yugoslavia, Berlín, o una entristecida Praga, donde pudimos comprobar en directo el tono gris que uniformaba tanto la forma de vestir como la de pensar de las gentes de esos atribulados lugares, y su contraste con el colorido de Londres o Ámsterdam.

No sé si pueden ustedes imaginárselo, pero en aquellos años uno cruzaba el telón de acero y podía vender en los mercados negros cosas como pantalones vaqueros, discos de los Beatles, camisetas decoradas o pendientes hippies. Te los quitaban de las manos. Entonces pensábamos que el sistema controlado desde Moscú caería antes o después por la presión de la gente en las calles. Teníamos recientes la revolución de los claveles en Portugal y la propia transición española y todo eso nos hacía soñar con la posibilidad de que los pueblos combativos y animosos lograran instaurar regímenes democráticos por todo el planeta. Con la perspectiva del tiempo transcurrido desde la caída del Muro de Berlín, creo que el tinglado se vino abajo por otros motivos, y que el empuje del pueblo sólo fue responsable del empujoncito final sobre unas estructuras caducas, inoperantes y ruinosas desde el punto de vista económico.

La caída de la Unión Soviética fue un eslabón más del proceso de transición desde una economía basada en la industria pesada, hacia la era de las comunicaciones y la tecnología punta. Las estructuras soviéticas, fuertemente centralizadas y basadas en el control estatal de los medios de producción, funcionaron bien durante 40 años, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y llegaron a constituir una alternativa económica real al modelo americano, como se vio en la carrera por el control del espacio. Pero lo cierto es que, poco antes de la caída del Muro, en el mundo occidental las nuevas tecnologías iniciaban una carrera hacia el progreso engrasada por la iniciativa privada, la competencia, las políticas de desregulación de Reagan & co. y el abaratamiento de las materias primas necesarias para los nuevos aparatos que empezaban a vendernos como imprescindibles.

Recuerdo un breve paso por Bulgaria poco antes del derrumbe. El vídeo era una quimera, cuando en occidente ya empezaban a funcionar los primeros ordenadores. Los comercios ni siquiera habían oído hablar del código de barras y los mejores hoteles de Sofía disponían de viejos teléfonos de bakelita en los que había que marcar cuatro cifras. Vamos, una situación que recordaba a mi querida Coruña de los años 50. Ustedes seguramente no habían nacido por entonces, pero en  mi casa de la Plaza de Lugo, había uno de esos teléfonos, como un escarabajo negro gigante. El número de mi casa fue durante muchos años el 2108. Recuerdo la conmoción que supuso el momento en que pasamos a cinco cifras, añadiendo un dos al principio. La gente estaba tan acostumbrada a dar su número antiguo, que seguía diciéndolo igual, pero añadía “con el 2 delante”. En el año 66, se rodó en España una película que se llamaba “Agente 007 con el 2 delante”. Era una parodia de los films de James Bond, que protagonizaba el genial Cassen, que interpretaba al agente Jaime Bonet, un espía con acento catalán.

Con semejante panorama, era cuestión de tiempo que estos Estados, que habían perdido definitivamente la carrera por la modernización, se vinieran abajo. Lo acojonante es el daño infligido en las estructuras, no sólo económicas, sino también morales y mentales de estos países, por 40 años de dominio de la ideología estalinista. Más de 20 años después de la unificación de Alemania, todos los indicadores de calidad de vida, sanidad o cultura de la parte oriental siguen a años luz. A día de hoy siguen existiendo dos Alemanias, a pesar del notable esfuerzo de las políticas de reequilibrio que se diseñan desde Berlín.

En otros lugares, se limitaron a sustituir a los líderes más visibles por otros de segundo rango, pero manteniendo las mismas estructuras predemocráticas. El caso más dramático fue el rumano, en donde se cargaron al presidente y a su señora delante de las cámaras de televisión, para escenificar el punto de inflexión de una transición que nunca se produjo en la realidad. Ceaucescu era un líder provinciano y poco culto que estaba obsesionado con mantener la deuda exterior en cero. Cuando fue sumariamente juzgado y fusilado, tenía al país pasando hambre, acosado por enjambres de moscas, con bandas de perros callejeros agresivos por las calles de las ciudades y con unas pocas horas de luz eléctrica al día, para no tener que endeudarse. Y la televisión contaba con un solo canal, que emitía cuando había luz, y dedicaba el 100% de su programación a hablar del presidente y su familia. Este caso extremo dio pie, tras la llamada transición, a un régimen idéntico, sólo que menos personalista. Los rumanos, que soñaban con la llegada de la democracia, ahora están casi igual de desencantados.

En lugares como Kazajstán o Uzbekistán, las familias que controlaban el cotarro, siguen al frente de regímenes presidencialistas autoritarios, mimados desde occidente para que sirvan de contrapeso al creciente poder de la Rusia de Putin. Un caso emblemático es el de Azerbaiyán, el estado caucásico que se anuncia en las camisetas del Aleti, a quien por cierto espero de líder esta noche, y tal vez también mañana. Azerbaiyán es un pequeño país en el que, en cuanto excavas unos metros, encuentras petróleo. Su presidente se llama Ilham Aliyev, y sucedió en el cargo en 2003 a su padre, el viejo Heydar Aliyev, que fue el presidente durante buena parte de la época soviética, y recuperó el poder en 1994, mediante un golpe de estado en el que derrocó al breve mandatario democrático salido de las únicas elecciones libres celebradas tras la caída de la URSS. En el link que les pongo, pueden ver cómo el petróleo puede hacer que vayan a trabajar a estos países los arquitectos con más caché.

Hace unos años me tocó pasear por el Madrid Río a una delegación de Azerbaiyán. Eran unos quince alcaldes de pueblos pequeños, a los que el partido único que gobierna el país había mandado a que se dieran una vuelta por occidente, como una especie de premio de fidelidad, que no tenían opción de rechazar. El Ayuntamiento de Madrid les había montado una mañana muy apretada con un recorrido por el parque del río y una visita a las instalaciones de Valdemingómez, en donde se procesa toda la basura de la urbe, junto al término municipal de Rivas, que antes se llamaba significativamente Vaciamadrid. Eran todos varones y del mismo corte: fuertes, chaparros, paticortos y con aires de tentetieso. Cabezas potentes, pelo a cepillo, grandes bigotes cuadrados y ojos claros de mirada soñadora.

El viaje de avión ya los había dejado tocados, mareados y agotados. A poco de empezar a caminar por el paseo del río bajo un sol de justicia les dio una especie de soroche colectivo y nos hicieron saber que, en su tierra, a esa hora se solía tomar un té, para afrontar la mañana en condiciones. Paramos en un bar cutre en donde todos se sentaron y tardaron una hora en tomarse el té. Luego dijeron que ya no querían caminar más, que ya habían visto bastante. Adelantamos la visita a la planta de tratamiento de basuras y nos subimos al autobús. Al llegar, al menos tres dijeron que esperaban en el bus, que estaban medio enfermos. Los otros bajaron pero, en cuanto entraron a las instalaciones, el mal olor pudo con ellos (la verdad es que huele muy mal en esos lugares). Volvimos corriendo al bus y les preguntamos qué querían hacer hasta el mediodía. Su respuesta unánime: visitar El Corte Inglés, para comprar regalos.

El conductor y el intérprete aceptaron y entonces todos se pusieron muy contentos. Pidieron música al volumen más alto y se pusieron a dar palmadas y a cantar a coro: se sabían algunos de los últimos éxitos de los 40 principales. A mí me dejaron en Atocha. No se me había perdido nada en El Corte Inglés. El embajador nos pidió disculpas por carta unos días más tarde. Estaba previsto que acompañara a la delegación en todas sus visitas, pero ese día tenía una reunión de negocios inaplazable. Al verse solos, los díscolos alcaldes habían montado una estrategia para cambiar el programa oficial por otro más divertido. Una anécdota indicativa del nivel de este país, controlado por unos dirigentes paternalistas, que hacen por mejorar la vida de sus ciudadanos pero sin perder nunca la manija, y que tiene la suerte de que el petróleo le sale casi a ras de suelo.

Que sigan pasando las fiestas sin problemas. Piensen que en otros lugares están peor.

lunes, 16 de diciembre de 2013

212. Ya estamos en Las Vegas

La gente se felicita de que el gangster Addelson se haya ido con sus ruletas a otra parte, y yo también. De todas formas creo que todo el tejemaneje ha sido un ejemplo de indignidad por el lado de nuestro país. El tipo quería inicialmente venir, pero puso unas condiciones. Y se las aceptaron todas: libertad de fumar, acceso a menores, prostitución libre, condiciones de semiesclavitud de los empleados y lo que hiciera falta. En un momento dado, el hombre vio más disposición y mejores perspectivas de negocio en tierras asiáticas y decidió pasar de nosotros. Entonces añadió unas condiciones inaceptables, para salvar la cara de Rajoy, Nachito (así se le conocía en sus tiempos de jefe de gabinete de la ministra de incultura) y la propia señora Aguirre. Esa es la versión de lo ocurrido que me sugiere mi imaginación (pienso mal, luego acierto). No me extrañaría que primero les hubiera comunicado la decisión de no venir y luego hubiesen pactado la explicación entre todos.

Es sólo un indicativo de la talla de los políticos con los que nos desempeñamos. No quiero ser pesado, pero ¿se imaginan a De Gaulle o a Adenauer aguantando carros y carretas como estos inútiles? ¿O a Kennedy? Los políticos de ahora no mandan nada. Fíjense en la omnipotente señora Merkel. Hace dos días presentó su nuevo gobierno. Muy bien. El único pero que le pongo es que a ella la reeligieron el 22 de septiembre. Ya sé que las negociaciones con sus enemigos socialdemócratas han sido arduas, pero ¿hacen falta casi tres meses para formar un gobierno y empezar a tomar decisiones? El que al final hayan conseguido ponerse de acuerdo indica a su vez que su modelo socioeconómico es idéntico. No se crean que Zapatero estaría haciendo cosas muy distintas a las de Rajoy (los dos en comandita reformaron la Constitución al dictado de los poderes económicos, que son los que mandan de verdad).

Hace tiempo que les dije que estaba leyendo artículos y textos sobre economía, para intentar entender un poco lo que está pasando y tratar de explicarlo en algún post. Después de esa declaración, nada. Silencio absoluto. No es que no lo esté haciendo. Es que uno de los principios por los que se rige este foro es que el tono de los posts ha de ser optimista y positivo. Saquen ustedes sus propias consecuencias. Pero yo sigo consultando las fuentes, tomando notas y enterándome de cosas. Por ejemplo, el otro día, en uno de esos libelos leí por primera vez la palabra tapering. El simple amago de la Reserva Federal (así se llama el Banco Central de Estados Unidos) de empezar a reducir sus incentivos a la economía del país, había producido un pequeño tapering, del que nos habíamos recuperado enseguida.

Vayamos por partes. Resulta que la FED (siglas inglesas de la susodicha Reserva), está llevando a cabo una política de ayuda a la economía de su país. Algo de eso había oído ya, incluso una consideración complementaria en el sentido de que la señora Merkel es muy cabezota y no quiere tomar ese tipo de medidas, que están en su mano, y que por eso estamos como estamos, porque nosotros no podemos hacerlo solos, como cuando pagábamos en las añoradas pesetas. Bien, estamos en que hay unas medidas y, el solo hecho de que la FED diga “mira, no sé si empezar a suavizarlas un poquito”, ya produce un efecto tapering, concretado en bajada de la bolsa, subida de la prima de riesgo, temblores en el nasdaq, turbulencias en el euribor y flatulencias en los tipos de interés.

Tal vez ustedes sepan de qué va el párrafo inmediatamente anterior, pero yo soy un ignorante en estas materias, no sé de qué me hablan y la única explicación de ese texto que viene a mi cabeza es “la gallina”. Así que me he puesto a investigar y he encontrado lo siguiente. Desde el arranque de la crisis en 2008, la FED ha desarrollado ya tres programas de incentivación de la economía nacional, conocidos por el bonito acrónimo QE, que significa nada menos que Quantitative Easing. ¡¡Toma castaña!! El actual QE es el QE3 y arrancó en septiembre de 2012, a la vista que el QE1 y el QE2 no habían dado los resultados esperados. ¿Y en qué consiste un QE? Pues lisa y llanamente en darle gas al maquinillo de imprimir nuevos billetes para introducirlos en el mercado. A esto lo llaman inyecciones de liquidez.

Usted y yo no lo podemos hacer, porque nos tildarían de falsificadores y nos meterían al trullo en un periquete. Pero el Estado (al menos el americano) tiene el privilegio de hacerlo legalmente, en régimen de monopolio. De manera análoga, usted no puede pegarle un mamporro a ese tipo a quien le tiene tantas ganas, y la policía sí. ¿Por qué? Pues porque tienen el monopolio de la violencia coercitiva (a usted no le sacuden porque sí, sino de forma justificada y con una ley detrás). Así que el Estado americano enfrenta la actual crisis mediante actuaciones llamadas QE, que cuentan con una memoria explicativa: lo vamos a hacer para conseguir este o este otro objetivo, en una cuantía determinada, con un horizonte temporal ligado al cumplimiento del objetivo y con la aprobación preceptiva del Congreso.

Bueno, todavía no deben escandalizarse demasiado (aún no les he hablado de las cantidades). No he investigado la QE1 ni la QE2, me basta con la QE3. En septiembre de 2012, Estados Unidos se encontró con una tasa de desempleo cercana al 10%. Entonces puso en marcha la QE3, prometiendo mantenerla hasta que la tasa alcanzara un 6,5% de forma sostenible. Pero ¿en qué coño consiste al final la QE3? Pues nada menos que en imprimir 85.000 millones de nuevos dólares ¡¡¡AL MES!!! Sí. Lo han leído bien. Desde septiembre de 2012, la FED imprime billetes por ese valor todos los meses y los inyecta en el mercado por el procedimiento de comprar valores lastrados por las llamadas hipotecas basura (por valor de 40.000 millones) y recomprarse a sí mismos los bonos que emite el propio Estado (los otros 45.000 millones).

Eso, hasta que el paro se reduzca al 6,5%. A finales de septiembre de 2013, después de un año de perpetrar esa fechoría un mes sí y otro también, la propia Ley que había creado el QE3 obligaba a hacer un pequeño balance, antes de decidir si se prorrogaba. La tasa de paro estaba ya en el 7,3% y las expectativas de que siguiera bajando eran moderadamente optimistas. Eso generó el rumor de que, tal vez, los sesudos economistas de la FED decidirían ir disminuyendo la cantidad mensual inyectada, a ver qué pasaba. Y ese rumor fue el que produjo el arriba citado tapering. Al final, los sabios decidieron prorrogar la QE3 tal como estaba. Y se acabó el tapering.

Si creen que todo esto es ciencia ficción, o me lo acabo de inventar, busquen en la prensa especializada. El truco es cojonudo, la pena es que no nos lo dejen hacer a los demás. ¿Imaginan que a Gallardón lo autorizaran a imprimir euros a porrillo? Inmediatamente nos ponía la ciudad guapa y se hacía un túnel hasta La Pedriza, para los fines de semana. ¿Y si a Lendoiro le dejasen imprimir euros por valor de una miseria de 156 millones? Pues arreglaba las cuentas del Deportivo en dos días. Y le sobraba para fichar a cualquier Cretino Ronaldo. El maquinillo de la FED es el huevo de Colón, es la quinta esencia, es la cuadratura del círculo, es el ungüento amarillo, es la piedra filosofal y la purga de Benito y la tripa de Jorge, todo a la vez.

Ahora en serio: ¿no les parece que es todo una gigantesca estafa? Estamos en manos de los poderes económicos más despiadados, y lo único que se nos permite (aparte del pataleo de las manifestaciones) es elegir cada cuatro años entre varias opciones políticas, todas dominadas o compradas por esos poderes planetarios. Formaciones dirigidas por políticos capaces de tardar tres meses en formar un gobierno de coalición, como en Alemania, o de ganar las elecciones con un programa y, a partir del día siguiente, poner en marcha la política contraria, como aquí. Qué más da que no hayan traído Las Vegas a Alcorcón. Estamos todos inmersos en un gigantesco Las Vegas. Ya ven por qué no quiero hablar de economía. Porque donde rascas sale mierda. Hablar de economía y ser optimista es, a día de hoy, una contradicción en sus términos. Lo siento. Viene la Navidad y ya les expliqué el año pasado, más o menos  por estas fechas, cómo afectan estas fiestas a mi ánimo. Hagan por pasarlo lo mejor que puedan.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

211. El Trofeo Akiles

El domingo pasado corrí el Trofeo Akiles. Siento escribirlo así, con k, pero ese es el nombre del club deportivo que organiza esta carrera, tomado del héroe griego que nunca conseguía alcanzar a la tortuga. El Akiles es uno de los clásicos del calendario madrileño y seguramente la prueba en la que he participado más veces. Fue mi primera carrera, en diciembre de 1986, y la primera carrera, como la primera novia, no se olvida ya nunca. Se celebra el segundo domingo de diciembre, con un tiempo generalmente frío, ideal para el fondo, y además pilla a la gente en el momento dulce de la temporada, antes de los excesos gastronómicos navideños tras los que el personal ha de decidir si mantiene el tran tran y continua corriendo pruebas de 10 kms, o intensifica el entrenamiento para afrontar alguna prueba más larga en abril/mayo.

Me apunté a primeros de la semana pasada, recogí el dorsal el viernes y me dijeron que había unos 2000 inscritos. No es ésta una prueba multitudinaria, porque es dura, hace frío y la gente sale mucho de Madrid en el puente de la Constitución. Para mí, mejor que no haya grandes aglomeraciones. La carrera empieza a las 10 de la mañana y todo su recorrido es en el interior de la Casa de Campo, por las carreteritas que surcan este gran parque, el mayor de Madrid abierto al público. No sé si lo saben ustedes, pero los principales parques de Madrid son todos antiguas propiedades reales. En la prehistoria, esta región era un inmenso bosque, pero poco a poco los árboles se fueron talando. Los ejércitos necesitaban madera para sus flotas y sus armadas invencibles. El pueblo combatía el frío a base de leña. Y el tendido del ferrocarril y las sucesivas guerras interiores se llevaron lo que quedaba. La comarca inició un proceso irreversible de desertización del que sólo se libraron las propiedades reales.
 
La carrera tiene la salida junto al lago, en dirección a la estación del teleférico. Los dos primeros kilómetros son de suave subida. Entonces dobla a la derecha e inicia el ascenso al Cerro Garabitas, un doble muro muy duro que termina en la cima, donde está el kilómetro 4. A partir de ahí hay una larga bajada hasta pasar otra vez por el punto de salida, más o menos en el kilómetro 8. Después se hace un último lazo para completar los diez y se termina otra vez cerca del lago. La parte final es compensada, llena de subidas y bajadas suaves, aunque te pilla ya un poco matao. Supongo que también saben que en esta zona se mantuvo estable el frente de guerra durante casi tres años, entre el 36 y el 39. La Guerra Civil fue en realidad un golpe de Estado fallido. El plan de los sublevados era hacerse con las principales ciudades en unos días, pero el pueblo de Madrid tomó las armas y resistió.

En noviembre del 36 las tropas del general Varela llegan a la Casa de Campo y toman el Cerro Garabitas. Los atacantes fanfarroneaban diciendo que, en unos días, el General Mola estaría tomando café en la Puerta del Sol. El Gobierno se tomó en serio el envite y trasladó su sede a Valencia. Pero el pueblo se quedó y peleó. Los sublevados emplazaron sus baterías de artillería en el cerro y desde allí estuvieron bombardeando la ciudad hasta el final de la guerra. Varias veces intentaron los republicanos reconquistar esa posición estratégica, especialmente la división al mando de Buenaventura Durruti, pero nunca se consiguió. Como saben, los sublevados ganaron la guerra, pero Mola nunca llegó a tomarse el café prometido, merced a un oportuno accidente de aviación. En la Casa de Campo quedan todavía restos de la Guerra Civil. Hay una visita guiada para verlos, que se organiza algunos domingos por la mañana, pero lo cierto es que nunca me ha venido bien sumarme a ella.

La carrera del Trofeo Akiles recorre cada año esos lugares llenos de historia, en medio del frío de diciembre. Como es una carrera de poca gente, yo solía ir en coche, aparcaba por allí y, veinte minutos antes de la salida, bajaba del coche, me quitaba el chándal y me quedaba con mi camiseta de tirillas en medio de la gente superabrigada. A los compañeros les daba frío verme, pero yo tenía una respuesta preparada para ellos: “el frío es una cuestión psicológica, tío: si no quieres tener frío, sencillamente no lo tienes”. Esta vez no tenía claro si ir en coche o en Metro (la estación El Lago está bastante cerca de la salida y la llegada). El problema de ir en Metro es que debes llevar el chándal puesto y luego dejarlo en los roperos que habilitan. Al final, para recuperar la bolsa, hay que hacer una cola interminable en la que te quedas helado.

Decidí acostarme pronto la noche antes, después de comerme una ensalada con una cerveza, y aplazar mi decisión hasta la misma mañana de la carrera, en función de la hora en que me levantase. Así lo hice y, a las 6.30, tenía los ojos como un búho. En consecuencia, opté por desayunar tranquilamente, vestirme y acudir a la Casa de Campo en coche. Llegué al parque helado a las 8.45 y encontré una plaza de parking junto a la entrada de Puerta del Ángel. Allí esperé tres cuartos de hora con la calefacción y la música a todo volumen. A las 9.30, salí del coche y me quité el chándal. El termómetro marcaba dos bajo cero. Con mi camiseta mínima fui trotando hasta las proximidades de la salida. A orillas del lago empezaba a dar el sol, pero no conseguía disolver la escarcha que embozaba los parterres. Seguía haciendo un frío de narices. Hice mi tanda de estiramientos y me metí entre la masa de corredores que aguardaban la salida muy apretados, para aprovechar el calor humano.

Salí con el pelotón y me encontré bien. Afronté con fuerza el doble muro que asciende al Cerro Garabitas y llegué arriba bastante entero. En la cima, donde marca el kilómetro 4, miré mi cronómetro. No iba mal para haber hecho una subida tan fuerte. Me dejé llevar y me olvidé de las marcas durante la larga bajada que te lleva otra vez al lateral del lago. Esta bajada es un verdadero placer. Recuerdo un año en que había una niebla espesa y no se veía nada. De pronto, al llegar a la cima del Cerro, la niebla quedó debajo, el cielo se abrió y apareció al fondo la vista de la cornisa de Madrid, como flotando sobre el mar de niebla, con el Palacio Real y la Catedral, por entonces aún inacabada. Fue una aparición totalmente cinematográfica, que no me ha tocado presenciar de nuevo.

En los penúltimos kilómetros apreté lo que pude, aunque estaba ya bastante cansado. Y entonces vi el marcador del kilómetro 9. ¡¡Joder!! Si no llevaba ni 50 minutos… Era la ocasión de hacer una marca cojonuda, hacía años que no bajaba de los 57/58 minutos. Apreté los dientes, saqué fuerzas no sé de dónde y empecé a adelantar corredores asfixiados de ambos sexos. Entré en la meta esprintando, aunque no lo suficiente como para adelantar a un tipo de luengas barbas que me ganó por medio cuerpo. Traspasada la meta, nos dimos un abrazo. El tiempo que marcaba mi cronómetro: 54.27. Me bebí un par de Aquarius, alcancé mi coche y salí pitando para mi casa. Allí me esperaba una larga ducha y un segundo desayuno.

Tal vez piensen que les he contado un nuevo capítulo de Hazañas Bélicas, pero, si recuerdan lo contento que estaba tras hacer 59 minutos en la Carrera del CSIC, pues imaginarán lo que supone para mí bajar casi cinco minutos dos meses más tarde. Estoy haciendo la temporada bastante correctamente pero no esperaba llegar a estas marcas a mis años (tengo que decir que, cuando era joven, hacía esta carrera en 44 minutos). He corrido una carrera en septiembre y otra en octubre. Pensaba correr en noviembre la de Canillejas, pero me pilló de viaje. Un viaje en el que, por primera vez en mucho tiempo, me llevé las zapatillas de correr y las usé en Bruselas. Todo esto, más el frío de dos bajo cero, me ha llevado al punto en el que estoy. Aquí no hay milagros. El fondo es entrenamiento, regularidad, buena alimentación, ejercicios complementarios y cabezonería. En esto como en cualquier otra cosa, está todo inventado.  

Añadiré que ésta fue la última carrera de mis viejas zapatillas Mizuno, que están prácticamente destrozadas. Me acabo de comprar unas Brooks Adrenaline, y pienso volar con ellas. Que pasen una buena noche. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

210. Crímenes inexplicables

Asistí el viernes a la proyección del documental Seré asesinado, en la Cineteca del Matadero y les recomiendo vivamente que vean esta filmación si tienen oportunidad. Supongo que no será difícil descargársela de Internet. Desde Searching for Sugar Man, el film que narra la búsqueda y hallazgo del gran Rodriguez (ver post #142), no había visto nada tan impactante. Las películas documentales, en las que se mezclan imágenes reales, con recreaciones discretas y entrevistas a los implicados, tienen un poder de sugestión muy superior a las basadas en escenas rodadas con actores, siempre que cuenten con un guión adecuado y estén bien contadas.

La película, española de este año, la dirige un tal Justin Webster, periodista británico afincado en España, y gira en torno a un suceso acaecido en Guatemala en 2009. Un día de mayo de ese año, Rodrigo Rosenberg, prestigioso abogado que vive en uno de los barrios más lujosos de la capital guatemalteca, sale a primera hora a dar su vuelta diaria en bicicleta y es asesinado de varios disparos. Su cuerpo acribillado queda junto a la bicicleta sobre uno de los parterres laterales de la vía por la que circulaba. Hay las típicas imágenes del cuerpo tapado con un plástico, la zona acordonada con cinta plástica de la policía, los curiosos, algún testigo lloroso.

Hasta aquí nada muy extraordinario. Como explica la película, en Guatemala (población en torno a los 15 millones) se comete una media de 15 asesinatos diarios, el 98 por ciento no se esclarecen nunca, hay grupos de sicarios que alquilan sus servicios de formas no demasiado disimuladas y, en definitiva, la vida no vale nada. Lo singular empieza al día siguiente, en el entierro del abogado. Asisten muchas personas, familiares, amigos y conocidos; Rosenberg era una persona muy popular en la vida social de Guatemala. En pleno entierro, un amigo del finado abre una mochila que lleva al costado y procede a repartir entre todos los asistentes unos CDs idénticos, cumpliendo así un encargo que dice haber recibido personalmente del muerto.

Cuando los asistentes al entierro llegan a sus casas e introducen el CD en sus lectores, pueden ver una escena grabada en vídeo, de unos 8 minutos en toma única. Rosenberg, con chaqueta azul y corbata, sentado a una mesa y con unos folios en la mano, habla todo el rato a la cámara. Empieza por decir que está convencido de que lo van a matar muy pronto y que el propio hecho de que alguien esté viendo ese vídeo es la prueba de que el asesinato ya ha sucedido, porque sus instrucciones son que no se publicite hasta ese momento. Indica que el motivo de su convicción está relacionado con la investigación que tiene en marcha sobre otro asesinato anterior. Añade que sus pesquisas le han llevado al entorno del Presidente de la República, Álvaro Colom, a quien acusa de estar detrás del asunto, junto a un par de personas de su gobierno. A todos ellos los responsabiliza directamente de su inminente muerte.

Les recuerdo que todo esto es un hecho real, no el resultado de la imaginación calenturienta de un guionista de Hollywood. Tengan en cuenta también que estamos en 2009, en plena revolución digital. El vídeo de marras, del que se han repartido muchas copias en el entierro, se convierte rápidamente en viral. Esa misma mañana, toda Guatemala puede verlo, y empieza a circular por el mundo entero. Tal vez usted, querido lector, vio ese vídeo en su día. La gente sale masivamente a la calle a pedir la dimisión inmediata del gobierno y se montan manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades. El Presidente Colom trata de hacer un Rajoy, pero resulta inevitable que le pregunten todo el rato por un tema tan grave. La película muestra una escena de televisión en la que una reportera le pone delante el micrófono. El tipo dice que todo es falso, pero se le ve bastante tocado y acojonado.

Rebobinemos. La situación de la seguridad en Guatemala es de tal gravedad que la propia ONU ha tomado cartas en el asunto. Desde mucho antes de estos episodios, existe un organismo auspiciado y financiado por la ONU, la CICIG, Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. En ese momento, la CICIG está al mando de Carlos Castresana, español y fiscal del Tribunal Supremo, ahora regresado a nuestro país y que hace de narrador en la película. Castresana cuenta cómo se enteró del asesinato y la posterior difusión del vídeo, hecho que le hizo reclamar para sí la investigación del asunto. Con el dinero internacional, Castresana inicia un minucioso rastreo que cuenta paso a paso en la película. La pesquisa, que dura ocho meses, incluye el visionado de horas de grabación de las cámaras de seguridad del barrio, comprobaciones de ADN, recuperación de llamadas de móvil y lo que se quieran imaginar.

Uno ve la cinta con la convicción inicial de que va a presenciar un film de denuncia política, que desembocará en el desenmascaramiento de una trama corrupta, típica de estos países bananeros. Castresana, respaldado por la ONU, tiene autoridad para avanzar hasta donde haga falta, caiga quien caiga. Su única consigna es llegar a la verdad. Pero, como muestra la película, empiezan a aparecer cosas raras, indicios de que el tema va por otros derroteros, más ligados a cuestiones personales, íntimas, propias de los intrincados recovecos de la mente humana.

Y la trama da un giro en una dirección imprevista que lleva a un desenlace sorprendente que no les voy a contar aquí, porque no quiero fastidiarles la película. Sólo diré que Castresana tuvo que dar una rueda de prensa para explicar sus conclusiones. Y que hay mucha gente en Guatemala que aun hoy no se cree su versión. Algunos lo dicen en la película, como el amigo que repartió los vídeos en el entierro. Bueeeeeeeeeno. Para los que no soporten la curiosidad, les pongo el link a una noticia sobre la resolución del caso en 2010. Pero mi consejo es: no la lean; vean la película. Pasarán 85 minutos sin poder despegar la vista de la pantalla.

Es increíble cómo una persona puede enloquecer de la forma que muestra este espléndido documental. Viene a mi memoria el extraño caso de la niña china Asunta, asesinada en Santiago de Compostela, supuestamente por sus padres adoptivos, los dos en prisión preventiva desde hace más de dos meses. Los indicios contra ellos son abrumadores, pero a mí me cuesta creer que sean los culpables. Y algo debe de estar fallando en la investigación porque, en la primera semana, el juez parecía tenerlo ya todo claro y, desde entonces, no se ha avanzado gran cosa. No sé si ustedes siguen el caso, a mí es que me interesan mucho esos extraños recovecos cerebrales de que les hablo, capaces de generar un caso como este.

Se trata de una pareja culta, acomodada y muy conocida en la sociedad compostelana. Por eso me resulta inexplicable que sean los autores del crimen del que se les acusa. Un crimen que es una auténtica chapuza. En la primera semana apareció tal cantidad de indicios que uno no puede menos de pensar que podrían haber sido dejados adrede por alguien interesado en incriminarles. Por el contrario, si realmente han sido ellos, es que son subnormales profundos (hay que serlo para matar a una niña, con lo preciosas que son las niñas chinas) ¿Es que esta gente no veía CSI-Los Ángeles? ¿Es que no se enteraron de cómo las cámaras callejeras permitieron la captura inmediata de los que pusieran las bombas en el Maratón de Boston?

Para mí es un caso inexplicable. Cómo es posible que unos padres adoptivos maten a su hijo, con el esfuerzo que requiere una adopción y el cariño que se les coge. Si han sido ellos, es que se volvieron locos. Pero la locura es un trastorno individual. Es muy raro que una pareja, encima separada, se vuelva loca al unísono. La prensa carroñera ha difundido un perfil de la madre como dominante y manipuladora. Él, en cambio, sería un calzonazos, como suele decirse (a mí me gusta más “un mandiles”). Lo que en Galicia llaman un conachón. Ahora empiezan a sugerir lo contrario, que el dominante es él. No le veo yo, en ninguna de las versiones, ayudando a su ex a cometer un crimen dejando evidencias por todas partes.

Y, para colmo de males, resulta que mandan a analizar a Madrid las huellas de ADN de la camiseta que llevaba la niña, y encuentran restos de semen de un violador colombiano que (está acreditado) no ha visitado Galicia en su vida. Y los del laboratorio tampoco se lo explican: dicen que ya traía esa mancha, que es imposible que se haya contaminado durante el examen. ¿No sugiere esto la existencia de unos tipos esparciendo evidencias contra los padres? ¿Quizá se equivocaron o se les fue la mano? Toda Galicia está pendiente del desenlace de este proceso, en el que, tal vez, no se llegue nunca a la verdad. Repito que me cuesta mucho creer que los padres sean los asesinos, como parece deducirse del cerro de evidencias encontradas. Aunque, después de ver la película Seré asesinado, uno puede llegar a pensar cualquier cosa.
   

jueves, 5 de diciembre de 2013

209. Paradojas matemáticas

Hace cerca de dos meses escribí un post sobre curiosidades gramaticales (#183) que muchos de mis seguidores encontraron sorprendente, aunque parte de él circula por Internet en diferentes versiones. Este podría ser algo similar, con la salvedad de que yo no soy experto en matemáticas, disciplina a la que siempre me he aproximado desde un punto de vista más filosófico, “de letras”, aunque fascinado por cuestiones como la precisión, la inevitabilidad, la perfección de las ecuaciones, que funcionan como máquinas.

Mi amigo Martín Carril se acercó también al tema con una perspectiva similar en su libro Cuentos Matemágicos, (Adeire, 2007), en el que convierte en relatos algunos de los teoremas y axiomas más enrevesados. La geometría y la aritmética son ciencias eminentemente abstractas, pero están presentes en la naturaleza, por lo que su conocimiento ayuda a entender la realidad. Fue precisamente Pitágoras, un matemático, quien en el siglo VI aC.  llegó a la conclusión de que el Universo era inteligible, piedra angular sobre la que se basa todo el pensamiento científico occidental.

Pero los matemáticos gustan de jugar con sus conceptos, de forma que pueden llevarte a conclusiones imposibles. Es conocido el caso de Zenón de Elea (siglo V aC), capaz de demostrar que, en una carrera teórica, Aquiles, el hombre más rápido sobre la tierra, sería incapaz de alcanzar a una tortuga a la que le diera 100 metros de ventaja. Cada vez que Aquiles hiciera un trayecto, la tortuga avanzaría algo, aunque fuera poco. De forma que, cuando Aquiles hubiera cubierto los 100 metros, la tortuga ya no estaría en la posición inicial A, sino en otra B. Y cuando Aquiles llegara a B, la tortuga habría llegado a C. Aquiles necesitaría un número infinito de avances para llegar a la tortuga, luego nunca podría alcanzarla.

Zenón de Elea era un cachondo y todo el mundo sabía que su teoría era falsa, pero los matemáticos tardaron 24 siglos en demostrar esa falsedad. No se pudo rebatir al bueno de Zenón hasta que se enunció la Teoría de los Límites, en el XIX, teoría que demuestra que la suma de un número infinito de magnitudes decrecientes se convierte en un número finito, que define su límite. La demostración de un axioma matemático a veces entraña una dificultad grande. En tiempos más recientes, otros matemáticos han ideado chascarrillos aparentemente absurdos, con los que divierten e intrigan especialmente a los niños. A mí siempre me han gustado dos de estos acertijos, los que les cuento a continuación. Son bastante conocidos y es muy posible que ya los hayan oído, pero igual se los propongo, por si no los conocen.

1.- Los 17 camellos

Un pastor nómada del Sáhara muere teniendo como única riqueza los 17 camellos de los que vivía. Sus tres hijos buscan entre sus ropas y encuentran su testamento. Al mayor, su preferido, le deja la mitad de sus posesiones. Al segundo, le deja un tercio. Al pequeño, que nunca le mostró el debido respeto, le deja únicamente una novena parte.

Los tres hermanos empiezan a pelear, porque ¿cómo dividir los camellos por dos, tres o nueve? Deberían de matar algunos, para repartirse sus restos, pero eso les haría a todos más pobres. Cuando ya están llegando a las manos, el mayor propone ir a consultar al oulema del pueblo más cercano, que tiene fama de sabio. Llegan, le cuentan su problema y esperan.

El oulema reflexiona un buen rato y finalmente dice: “ya tengo la solución”. Los tres le miran sorprendidos. El hombre sale afuera, regresa con su propio camello y dice: “tomad, mi camello, llevároslo y haced vuestro reparto”. ¿Y cómo habremos de pagarte por tu camello? –le preguntan. Haced vuestro reparto –insiste y sabréis qué hacer al final.

Los hermanos vuelven a casa y empiezan el reparto. Al tener un camello adicional, suman 18. De modo que el mayor se queda con la mitad: 9. A continuación, el segundo se adjudica un tercio: 6 camellos. Por último, el pequeño hace la cuenta: un noveno de 18 son 2 camellos. En total, han escogido 9+6+2 camellos = 17 camellos. Les sobra el del oulema, así que regresan al pueblo y se lo devuelven, con el agradecimiento a su sabiduría. 
 
No me digan que no es una historia sugerente. La explicación se basa en la teoría de las fracciones y no creo que les resulte muy difícil llegar a ella. El segundo caso tiene más miga y además se lo cuento sin resolver, para que encuentren ustedes mismos la solución. No es mi intención dificultar su sueño en esta noche fría que se avecina, sino que hagan un poco de gimnasia cerebral, algo siempre conveniente. Que lo disfruten

2.- El cuento de los tres comensales

Se trata de tres amigos, ya mayores, que todos los martes acuden juntos al mismo restaurante a comer en amor y compaña. El precio del menú del restaurante es de 10€, pero el dueño del local premia su fidelidad haciéndoles un precio especial conjunto de 25€, lo que les pone muy contentos.

Cada martes, a la hora de pagar, cada uno de los señores pone 10€  y le dan los 30€ totales al dueño, el cual les devuelve 5€ que se guarda cada día uno, alternativamente, siguiendo un turno que todos respetan. Es como un ritual del que todos disfrutan.

Pero un día, la cosa falla. Resulta que el dueño del restaurante ha contratado a un meritorio, becario, o niño zangolotino, para que le ayude y vaya aprendiendo poco a poco los secretos del negocio. Cuando los señores terminan de comer, ponen los 30€ de costumbre sobre el platillo. El chaval, los recoge, los guarda en el cajetín correspondiente y cierra la caja. Desde el fondo, el dueño pregunta: ¿Cuánto les has cobrado? Respuesta: 30€, tres por diez, treinta. Sí –responde a su vez el dueño–, pero es que estos son clientes especiales y sólo les cobro 25, así que haz el favor de coger 5€ de la caja y se los devuelves.

El chaval, que es un poco pardillo, abre la caja y coge cinco monedas de 1€ para devolvérselas. Pero entonces se le plantea un problema: ¿cómo hago yo para repartir 5€ entre tres personas? Después de mucho cavilar, encuentra una solución que le parece perfecta: le da una moneda a cada uno de los señores, y se guarda en el bolsillo las dos que le sobran, a modo de propina. Los amigos observan el cambio de su rutina habitual, pero no dicen nada, porque son educados y discretos.

FIN DE LA HISTORIA. Y ahora: PREGUNTAS.

¿Cuánto ha pagado cada señor? Pues, de entrada, 10€, pero luego les han devuelto 1€ a cada uno. Es decir, cada uno ha pagado 10-1= 9€

¿Cuánto han pagado, pues, en total?: 9x3=27€

O sea, que los señores han pagado 27€. Más 2€ que se ha guardado el chaval en su bolsillo, nos llevan a un total de 27+2= 29€.

Pero nosotros sabemos que en la historia han entrado en liza 30€

¿Dónde está el euro que falta?


martes, 3 de diciembre de 2013

208. Lo que se juega en Ucrania

Los países que tiene la mala fortuna de quedar situados geográficamente entre dos grandes potencias, suelen ser el escenario de batallas interminables entre sus poderosos vecinos, que toman por costumbre invadir y destruir por turno al pobre territorio que tienen en medio. Le sucedió durante años a Polonia, estrangulada entre Alemania y Rusia, y le ocurre ahora a Ucrania, un país muy grande, pero que, en el reparto estratégico actual, ha quedado entre la Unión Europea y Rusia. Este escenario se proyecta sobre sus ciudadanos, sometidos a una doble presión que amenaza con destruir al propio país, desgarrado entre las provincias orientales, vertebradas en torno a la ciudad de Donetsk y afines al vecino ruso, y la parte occidental, alrededor de la capital Kiev, donde ha anidado el sentimiento europeo.

El gran analista político norteamericano Zbigniew Brzezinski, que llegó a formar parte del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, ya anticipaba el problema en su libro más conocido El gran tablero mundial (Paidos, 1997), en el que asimila el juego de las grandes potencias a un gigantesco tablero de ajedrez. Brzezinski ponía a Ucrania como ejemplo de lo que él llama pivotes geopolíticos. Unos años antes, la desintegración de la Unión Soviética, había hecho emerger este asunto de forma dramática. En 1991, ante la lucha por el poder que tiene lugar en Rusia entre Gorbachov y los líderes comunistas de las facciones más conservadoras, el parlamento de Kiev declara unilateralmente la independencia, ratificada unos meses más tarde en referéndum. Y las potencias occidentales se apresuran a reconocer al nuevo Estado, como hacían por esas fechas con todos los restos de la URSS.

Desde entonces, Ucrania se debate en el dilema de echarse en brazos de uno u otro de sus pretendientes. Su relación con ambos es, sin embargo, diferente, lo mismo que los intereses de éstos. Ucrania es un país tradicionalmente vinculado a Rusia, por lazos históricos muy estrechos. De hecho comparten un origen común, el llamado Rus De Kiev, el Estado más grande y poderoso de Europa durante los siglos X y XI, del que se dice que proceden rusos, ucranianos y bielorusos, que tienen también fuertes lazos religiosos (ortodoxos), así como lingüísticos. A partir de ese momento de esplendor, Ucrania estuvo siempre ocupada por Rusia, Austria-Hungría, Polonia y hasta Lituania. Tras la Primera Guerra Mundial, Ucrania queda dividida entre Polonia y Rusia, convirtiéndose la parte oriental en una de las repúblicas fundadoras de la URSS, en 1922.

A continuación, el país hubo de sufrir la locura de las colectivizaciones de Stalin, que destruyeron todo el sistema productivo rural, basado en cultivos familiares de pequeños propietarios de la tierra. El desastre de esta idea desencadenó el holodomor, la hambruna de 1932-1933, en la que murieron millones de ucranianos, además de los miles que fueron deportados a Siberia por oponerse a estas políticas. El holodomor  está considerado en la mayor parte del mundo como un genocidio. Así lo ha calificado el actual parlamento del país y así se estudia en sus colegios. En ese momento, parte del pueblo ucraniano empezó a ver a los rusos más como unos ocupantes, que como a hermanos.

Esa dicotomía se manifiesta en la Segunda Guerra Mundial, donde una parte (minoritaria) de los ucranianos recibe con alborozo a los nazis y combate con ellos contra los rusos, mientras que el resto hace lo contrario. Después, los largos años de dominación soviética agudizan esa especie de sentimiento ambivalente. En 1991, Ucrania se independiza en la onda de otros países como Polonia, Checoslovaquia o Hungría, mucho más afines a occidente y con estructuras socioeconómicas mejor preparadas para organizar regímenes democráticos. Ucrania no se incorpora de entrada a ese primer pelotón que se apresura a pedir el ingreso en la OTAN y queda ya relegada en esa carrera. Y, ahora que Rusia está reconstruyendo su viejo Imperio de la mano de Putin, las cosas ya no son tan fáciles.

En 2004, la Unión Europea recién ampliada a 25 miembros pone en marcha la llamada Política Europea de Vecindad. Una estrategia que tiene por objeto garantizar la seguridad de sus fronteras exteriores, apoyando en ellas la instalación de regímenes democráticos, eventuales candidatos a convertirse en miembros de pleno derecho, siempre que hagan sus deberes en el terreno de los derechos humanos. Por entonces, Ucrania dejaba bastante que desear en este terreno, como evidencian las elecciones generales que se celebran ese mismo año. El prorruso Viktor Yanukovich, nacido en el oblast (provincia) de Donetsk, gana por el procedimiento del pucherazo. La cosa es tan descarada que genera la llamada Revolución Naranja. Las multitudes salen a la calle y después de varios días de revueltas consiguen que el Tribunal Supremo anule las elecciones y ordene su repetición. Esta vez, no se puede ignorar el triunfo abrumador de otro Viktor, este apellidado Yushchenko, y decididamente proeuropeo.



Durante esas elecciones, a Yushchenko lo intentan envenenar con dioxinas y le dejan la cara como ven en la segunda de estas fotos comparativas, separadas por apenas unos meses. El presidente de la cara destrozada nombra primera ministra a Yulia Timoshenko, una rubia muy vistosa que ha sido el rostro visible de las manifestaciones callejeras. Pero la sociedad entre estos dos líderes bien considerados en occidente salta por los aires a los dos años. Yulia es cesada, procesada por acusaciones mucho menos claras que las de Fabra o Correa y condenada a siete años de cárcel, en un juicio que no pasa la prueba del algodón y aleja aun más a Ucrania de los estándares democráticos que le exige Europa. Yanukovich vuelve a ganar y Rusia empieza a enseñar la patita.

Para Putin, el tener a Ucrania de su lado le convierte en líder de una especie de nuevo Imperio con el que lleva años soñando. Los ucranianos son sus hermanos y no quiere que le dejen de lado. Tiene medios con qué presionarles. Ucrania está muy lejos de ser un país eficiente desde el punto de vista energético. Es el segundo país del mundo en consumo de gas natural, que necesita para caldear sus edificios en los gélidos inviernos que soporta. Eso le hace importar dos tercios del gas que consume (de Rusia). Por su país corren también los gaseoductos que llevan el gas ruso a los países de Centroeuropa. Y eso que Ucrania tiene petróleo, gas natural y riqueza minera y agrícola en abundancia. A Rusia le interesa Ucrania para ser más fuerte.

Europa lo que quiere es implantar allí un régimen democrático estable, que le permita asegurar su frontera oriental. Quiere que sea su nuevo pivote geoestratégico, liberando de este incómodo papel a Polonia, que no quiere volver a desempeñarlo de ninguna manera. Por si fuera poco, Rusia tiene la flota del Mar Negro estacionada en el puerto ucraniano de Sebastopol, en la península de Crimea. Desde su independencia, Ucrania se lo tiene alquilado. Un régimen amigo en este país, permitiría a Rusia mejorar su acceso al Mar Negro a través del puerto de Odessa, como hacía en los tiempos soviéticos.

Esto es, en grandes líneas, lo que se está jugando estos días en las calles de Kiev y las demás ciudades ucranianas. Ya les he recomendado el libro El maestro Juan Martínez que estaba allí. Manuel Chaves Nogales, a través de su antihéroe, un bailarín de flamenco de Burgos, relata el advenimiento de la Revolución rusa, las luchas por el dominio de Kiev, entre los rojos y los blancos, y finalmente el horror del holodomor, que el pobre ha de sufrir en el puerto de Odessa, hasta que por fin consigue huir a Estambul. El pueblo de Kiev tiene todos estos horrores muy cercanos todavía. Por eso quieren ser europeos. Lo llevan crudo. Les dejo con la imagen de uno de los monumentos más bonitos de la capital: el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas. Duerman, si es que pueden.



     

viernes, 29 de noviembre de 2013

207. Futesas de otoño

Futesas. Bonita palabra. Cosas sin importancia. Al menos sin importancia aparente. Para mí la tienen, si no, no escribiría de ellas. El otoño es una estación maravillosa en Madrid. Ya saben que me fui de viaje a primeros de noviembre, en pleno veranillo de San Martín (ese que le llegaba a todos los cerdos hasta la llegada de Rajoy: ahora se hace de rogar para muchos, pero también les llegará). Salí de aquí con ropa de entretiempo, y sobreviví mal que bien hasta llegar a París, donde me pilló la ola de frío que estamos soportando también por estos pagos. Pero lo más importante: llevaba mis gafas de sol de esquiador. ¿Pueden creer que volví con ellas en el mismo bolsillo? Ni una sola vez tuve que ponérmelas en 13 días por Europa.

La falta de luz incide en el carácter de las personas, más que ninguna otra circunstancia climatológica, es algo demostrado. Cuando yo vivía en La Coruña hace 45 años (entonces hacía peor tiempo que ahora), a mediados de septiembre se empezaba a nublar, y uno se despedía ya del sol hasta abril. Inevitablemente, ese cielo gris influía en el ánimo de las gentes. En mi primera mañana madrileña después del viaje, tuve que ponerme las gafas de sol. Sucedió el día que recibí a una delegación del área metropolitana de Bangkok a los que largué el rollo habitual y acompañé luego brevemente a visitar el Madrid Río. Me dijeron que no querían caminar, así que íbamos en un autobús del que se bajaban en algunos puntos, hacían fotos y se volvían a subir. Traían una intérprete que llevaba cinco años estudiando en España y que me aclaró que todavía estaba admirada de cuánto andábamos los españoles.

Ayer y hoy, apenas he aparecido por el despacho o lo que sea (cubículo con vistas a la llamada pradera). Por diversos motivos he tenido que estar por la calle, y es algo que me encanta, callejear por Madrid en días de diario. Ayer amaneció con los tejados entrenevados. Salí caminando por las callejas del barrio de Cortes, en dirección al edificio de los juzgados de Gran Vía 19. Era ya bien entrada la mañana y por la calle había bastante gente guarecida con guantes y bufandas. El cielo de Madrid era de un azul difícil de describir con palabras, después de que la ligera nevada de la noche hubiera limpiado el aire de contaminantes. Mi visita al juzgado tenía por objeto firmar un acta de apoderamiento, a favor de un abogado del sindicato al que me he afiliado hace unos meses. Cuando empezaron a pintar bastos, decidí sindicarme, para mejor defenderme de la que estaba cayendo.

Por supuesto, no he elegido un sindicato de partido, ni tampoco uno de esos supuestamente apartidistas que le hacen el caldo gordo al PP. Mi sindicato es una agrupación de profesionales, de ámbito exclusivamente municipal, independiente desde sus propias siglas: CITAM, Coalición Independiente de Trabajadores del Ayuntamiento de Madrid. Con su ayuda, llevo ya un tiempo reclamando el premio por 30 años de trabajo, premio que me estuvieron prometiendo durante 29 y medio, hasta que llegó el tío Rajoy con la rebaja. Ya he cumplido los 31 años de tajo, pero estas cosas son lentas. A la puerta de los juzgados había quedado con una chica del sindicato a la que no conocía, excepto por teléfono. Nos presentamos y esperamos un rato más, porque la cita incluía a una tercera persona que debía firmar un acta como la mía.

Con un frío de justicia (nunca mejor dicho) y viendo que la otra se retrasaba, la chica del sindicato decidió entrar y subir a la quinta planta, la de mi juzgado, para ir avanzando. Arriba, la llamó al móvil la otra desde la puerta. Su respuesta: “espérame abajo, pero entra p’adentro, que te arricias”. Bueno, esta es una expresión que no había escuchado nunca, pero la entendí al instante: arriciarse de frío. Después he sabido que se trata de un arcaísmo, de uso habitual entre los pastores del norte de la provincia de León. Así que la chica era paisana de Zapatero. En fin, una palabra nueva hace que ya merezca la pena el día. Paré luego a tomar un café en Gran Vía Uno, restaurante del que ya les he hablado, y seguí hacia Atocha, donde debía coger mi coche para ir al trabajo. El aire se iba templando y la nieve se licuaba en los parterres.

En la plaza del Reina Sofía estaban rodando una película. Me uní al grupo de jubilados mirones y vi cómo repetían una escena: cuatro GEOS y dos policías de paisano, chico y chica, capturaban a un delincuente melenudo que, al verse acorralado, levantaba los brazos y se entregaba. La chica le ponía las esposas y gritaban ¡corten! El delincuente bromeaba entonces con los polis: ¡qué cara de malo pones, cabrón! Es que soy un madero –decía el otro, y vuelta a empezar. Para el rodaje de esa escena de un minuto, había en la plaza unas 50 personas.

Esta mañana hacía bastante frío también. He ido caminando a Cibeles porque debía atender a una nueva delegación extranjera, esta vez de la ciudad surcoreana de Sejong. Hace unos diez años recibí a la Comisión para el Traslado de la Capital de Corea del Sur. Seúl era ya entonces una ciudad un poco colapsada y sobrecargada y estaban pensando en crear una capital administrativa, al estilo de Brasilia, para trasladar allí las dependencias del Estado. Esa nueva ciudad es Sejong, está construida y al año que viene finalizará el traslado de los 30.000 funcionarios del Estado que tienen pensado llevar allí, el 80% del total. El resto seguirá en Seúl. Sejong está a 130 kms. de Seúl, con la que se comunica con un tren rápido, ya en servicio, que tarda 40 minutos.

Esta mañana, después de hora y media de conferencia, hemos ido en bus a Madrid Río y hemos dado un largo paseo, hasta las 13.30. A los coreanos les gusta caminar y lo hemos pasado muy bien. Los coreanos son tipos muy simpáticos, tan occidentales y educados como los japoneses, pero menos formales, con un punto gamberro característico, que se puede ver en el vídeo de Gangnam Style (post #39). Hemos terminado tomando una cerveza en una de las terrazas del parque, al sol del otoño madrileño.

Hablando de cervezas, les pongo aquí el link de una de las noticias que me han interesado en estos días. Un médico madrileño y otro catalán han llegado a la conclusión de que la cerveza, con moderación como yo la tomo, es cojonuda para la buena salud cardiovascular y fortalece los huesos. Dicen también que es falso que engorde y que es buena para las embarazadas, que luego paren niños más sanos. Nada de esto me sorprende. Yo me conservo a base de correr, escribir en el blog y beber cerveza.

Otra noticia. Un estudio publicado en la revista Chemosphere, revela que el Manzanares es el río de Europa con más restos de cocaína en sus aguas. También registra anfetaminas, ansiolíticos y antidepresivos en cifras record. Y digo yo: en ríos es posible que sea cierto, pero ¿habrán medido estos señores el agua de los canales de Ámsterdam? Por otro lado, seguro que también influye el bajo caudal de nuestro aprendiz de río. O sea, que no es que los madrileños seamos los más drogadictos, sino que el Sena en París, o el Tajo en Lisboa tienen mucha más agua.

Tercera futesa o noticia insignificante de las que a mí me gustan. Un chaval de Coslada que se largó a Edimburgo y trabaja allí de conductor de los autobuses municipales, ha sido elegido el mejor conductor de autobús del Reino Unido, un galardón que se entrega desde hace 18 años. Entren y miren la cara del chaval. No me digan que no somos cojonudos.
Que disfruten del fin de semana.

lunes, 25 de noviembre de 2013

206. Un voto al optimismo

Otra vez instalado en la normalidad, encuentro a mucha gente a mi alrededor con el mismo desánimo de siempre. Es todo una mierda, España va de culo, esto no ha hecho más que empezar, es falso que estemos saliendo de la crisis, y esta especie de zona átona y neutra en que nos encontramos sólo es un pequeño momento de alivio en la inexorable pendiente del descenso a los infiernos. Bien, ya saben que soy un optimista inveterado, que defiendo la posición personal proactiva y positiva, porque creo que esa predisposición ayuda cada mañana a afrontar los obstáculos que puedan venir. De la misma forma, estoy convencido de que los pesimistas recalcitrantes se traen sus problemas de casa, de su familia, o de su propia mente.

Por supuesto, no hablo de los que entienden el pesimismo como una invariante en su concepción del mundo, resultado de una reflexión filosófica, probablemente acertada, y que yo respeto profundamente. No hablo de ellos, sino de los cenizos, los que pronostican cada día que cualquier cosa buena que pueda intentarse será un fracaso, y en cambio las iniciativas malvadas y perversas triunfarán, porque, total, todo es una mierda. Me molesta sobre todo la postura de los que, tras decir que todo va muy mal, se van a su casa y se ponen a ver la tele, como si ya no tuvieran más que hacer. Para mí, el optimismo no debe ser el resultado de la inconsciencia o la falta de análisis, sino el fruto de una perspectiva realista, que tenga en cuenta el contexto y el momento histórico en que nos encontramos. Los que tenemos ya más de 60, hemos vivido tiempos difíciles en nuestra infancia y hemos ido mejorando después. Ahora toca reajustarse el cinturón. Pero no perdamos la perspectiva.

Tal como yo la entiendo, la historia de la civilización occidental es un continuo proceso de avance, desde la barbarie prehistórica hasta nuestros días. Un proceso con largas zonas de sombra, incluso períodos de indudable retroceso global, como la Edad Media (momento en que nos adelantaron los musulmanes, primero, y los chinos, luego, como ya he contado). Pero, a partir del siglo XVIII (llamado de las Luces), el avance de nuestra cultura es constante, aunque no lineal. Un avance centrado en la lucha contra la enfermedad, la desigualdad y la pobreza, las tres grandes lacras de la humanidad desde los tiempos primigenios. Si creen que en estos tres aspectos no hemos avanzado nada, les sugiero que lean a Chejov, a Dickens o a Pérez Galdós.  El avance de la ciencia y la técnica, impresionante en los dos últimos siglos, ha sido paralelo al progresivo asentamiento de una cultura democrática, finalmente asentada frente a los sueños del comunismo y el fascismo, ambos degenerados en una deriva criminal, e irremediablemente desacreditados como alternativas.

Después de pasar unos días en los escenarios de las terribles batallas que arrasaron Europa en la primera mitad del siglo XX y asistir a las conmemoraciones del armisticio de la Primer Guerra Mundial, he constatado que la violencia más ancestral ha estado infiltrada en la esencia de nuestra civilizada sociedad hasta hace dos días. Y que tendríamos que dar saltos de alegría los que hemos tenido la extraordinaria suerte de vivir en la segunda mitad de ese siglo terrible, y no en la primera. Porque, con todos sus defectos, sus injusticias y sus miserias, este mundo que tenemos es mejor en su conjunto, que cualquier otro que haya existido con anterioridad. Nunca se había avanzado tanto en la lucha contra la enfermedad. En ninguna otra sociedad anterior la mujer ha gozado de un nivel de igualdad como el actual, y lo mismo podemos decir de los colectivos tradicionalmente segregados por razón de religión, raza u orientación sexual. En cuanto a la desigualdad y la pobreza, estamos en un momento de retroceso, pero yo confío en que volvamos a avanzar. Y la extensión de la información instantánea, a caballo de los nuevos medios digitales, es un arma  en manos del pueblo, a pesar de los riesgos que comporta.

Sentado esto en cuanto al nivel global, qué decir de la posición de España. Pues que estamos jodidos, que hemos alcanzado el “fondo de la piscina”, pero no hay señales de que estemos empezando a remontar hacia la superficie, salvo algunos indicadores macroeconómicos, que no afectan por ahora a la vida cotidiana de los españolitos, recortados, empobrecidos y asustados. También es cierto que no hemos caído tanto como Portugal, ni mucho menos como Grecia, que lo van a tener peor para salir del agujero. Como también es evidente que la especial estructura familiar y solidaria de nuestra sociedad ha ayudado a mitigar los golpes que nos han ido asestando los poderes económicos. Y que en algunos aspectos hemos dado una auténtica lección de civismo y serenidad. Quien ha viajado un poco, tiene claro que en España se vive muy bien. Ahora no tanto, pero todavía se vive globalmente bien.

Yo no les tengo ninguna envidia a países como Brasil, India o Rusia, con cifras positivas en cuanto a todos los indicadores de aumento global de la riqueza, pero con un reparto de esa riqueza totalmente impresentable, por no hablar del gigante chino. Tal vez un día lleguen a crear una clase media, por ahora inexistente. Nosotros estamos luchando por no perderla. Vean el resultado de la huelga de basuras: los trabajadores han aceptado repartir entre todos el ahorro que se quería conseguir echando a la calle a más de mil compañeros. Todos han perdido sueldo, pero siguen juntos y de la mano. Y los ciudadanos han aguantado los inconvenientes de la huelga sin decir una palabra más alta que otra, en una actitud paciente de solidaridad silenciosa con los huelguistas. En nuestro país hay mucha gente peleando por salvar lo que se pueda del llamado estado del bienestar. Ayudémosles.

Estamos mal, pero estamos donde estamos. Hay indicadores precisos de nuestra posición, que atañen a temas como la calidad de vida, la cohesión social o la escasa incidencia del racismo, por ejemplo. Ni un solo magrebí puede decir que su posición en nuestro país haya empeorado después de los atentados del 11-M. Uno de los indicadores más precisos de este tipo de aspectos, no relacionados directamente con la marcha de la economía, es el índice de percepción de la corrupción por los ciudadanos, base de un mapa que elabora la organización Transparency International, actualizado cada año. Podrían pensar ustedes que, con los casos Gurtel, Bárcenas, Fabra, etcétera, estaríamos fatal. Pues no. En nuestro país, somos conscientes de que los políticos son unos chorizos, pero los políticos son una minoría. Y aquí se puede confiar en la policía, los jueces, los funcionarios, los profesionales de cada ramo, algo que no sucede en muchos países. Aquí tienen el mapa de la corrupción de 2012.

Como pueden ver, los países se han ordenado en cuatro niveles. En el más limpio están casi toda la Europa del norte, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Uruguay (país admirable). Nosotros estamos en un segundo nivel, junto con Estados Unidos, Chile, Italia, Portugal, Polonia, Japón y Corea del Sur, entre otros. Hay un tercer nivel que engloba a China, Arabia Saudí, Turquía, los países balcánicos, Marruecos, Argelia y la mayor parte de Sudamérica. Y luego están los más chorizos: casi toda África y la mayor parte de Asia. No les sorprenderá encontrar en este nivel a México, Venezuela, Rusia, Irán, o la India. En una palabra: estamos donde estamos, en la historia y en el mundo. Ni mejor ni peor. Y lo que tenemos que hacer es pelear, apoyar y sumar, no decir que todo es una mierda y quedarnos quietos.

Nada, en cuanto vuelvo de mis viajes me pongo a regañarles.