martes, 31 de julio de 2018

758. El futuro ha llegado

Bueno, pues se nos va el mes de julio como un suspiro, sin hacer más ruido del necesario. A mí se me ha pasado volando. Ahora anuncian que llega la primera ola de calor pero, si recuerdan el año pasado, empezamos con la ola de calor a mediados de junio y no se fue como hasta octubre. Este año, el tramo que llevamos de verano ha sido bastante llevadero. La semana pasada a primeros, quedé a comer con mi amigo X que me llevó a un sitio estupendo, un lugar suburbial del Barrio de la Concepción donde se come fenomenal por un precio muy asequible. Con motivo de esa cita, acudí a mi trabajo en coche y busqué aparcamiento en el parque cercano. Descubrí con sorpresa que había sitio de sobra a la hora en que yo vengo llegando y que el tráfico está fenomenal también. Desde entonces estoy yendo a la oficina en coche, lo que contribuye a que me sienta como si estuviera en agosto, ya desde mediados de julio. Voy por la M-30, imposible en otras épocas del año, llego al curre en unos veinte minutos y luego camino hasta la Isla de Alcatraz. Lo único malo es el paseo de vuelta a mediodía, bajo el sol inmisericorde de estos días. Una vez cogido el coche de vuelta, llego a casa en poco más de 15 minutos.

En el trabajo se nota también el bajón de rendimiento y me esperan otras cuatro semanas a este ritmo. En Madrid se está muy bien en agosto, a pesar del calor. No todo es perfecto, hay muchos comercios y bares cerrados. Y también te puedes pillar un gran atasco debido a cosas como la Operación Asfalto o la huelga de taxis. De los taxistas es mejor que no hable mucho, porque no soy imparcial: les tengo una manía que roza lo irracional. Para mí son un gremio de comportamientos gangsteriles, que está luchando por mantener una situación de monopolio, propia de los años en que tiene su origen: el franquismo y los tiempos de otros monopolios, como CAMPSA o Telefónica. A mí su huelga no me afecta porque es un servicio que uso solamente en caso de apuro, si veo que por otros medios voy a llegar tarde a una cita. Lo que me afecta es que corten las calles. Su matonismo se expresa agrediendo a conductores de Uber y Cabify, destrozándoles los coches y aprovechando para montar este pollo cuando hay un Gobierno débil y encima a la vuelta del 1 de agosto. Yo que Pedro Sánchez, no cedía ni un milímetro. Disculpen, ya he dicho que no soy imparcial, ni este blog pretende serlo.

Otro síntoma de que entramos mañana en agosto es que El Roto se ha despedido hoy como cada año, hasta el 1 de septiembre. Se ha hablado poco en este blog de El Roto, una auténtica referencia ideológica para mí. Sus dibujos son extraordinarios y la precisión de sus mensajes, prodigiosa. Me vienen a la memoria algunos ciertamente históricos. El dibujo muestra a un tipo tapándose la cara con un pañuelo, bajo un texto que dice: Cuando el juez abrió el sumario de la corrupción, el hedor se hizo insoportable. Dos cadáveres en sendas camillas paralelas; uno de ellos dice: Pues a mí me han hecho la autopsia por lo privado. ¡No veas la diferencia! Un tercero. Un tipo dando un discurso, señala con el índice: No hemos cumplido nuestras promesas, pero cumpliremos nuestras amenazas. En fin, prometo incorporar más chistes de El Roto, como de Forges, en textos venideros. He de decirles que El Roto ha sacado recientemente un libro de viñetas que se llama Contra Muros y Banderas. Cuando lo presentó a finales de mayo, le hicieron una entrevista. Es acojonante: yo podría firmar hasta la última coma de lo que dice este señor. Les recomiendo que lean el artículo, para lo cual han de pinchar AQUÍ.

Todos estos últimos años he tratado de empezar a correr por el Retiro en torno al 15 de agosto, para rememorar lo que, en mis años dorados, llamaba la temporada. Se trata de iniciar el entrenamiento con calor, para luego, cuando bajan las temperaturas, directamente volar. Lo que pasa es que en cada uno de estos años, me he encontrado enseguida con viajes que me han cortado la progresión y luego ya lo he dejado. Este año, la perspectiva es la misma, puesto que el 23 de octubre me voy de viaje tres semanas a un lugar que ya se dirá en su momento. Así que, aprovechando que agosto ha empezado para mí mentalmente a mediados de julio, ayer bajé a hacer mis cinco kilómetros por el Retiro. ¿Que hacía un calor horrible? Desde luego. Pero ya saben que soy un poco cabezota, que me gusta ir a la contra y que, además, esto de entrenar consiste precisamente en eso: hacer tu tramo de carrera sin importarte que llueva o granice. Con estos calores, basta con ir más despacio. Bueno, soy consciente de que hay variables nuevas, nunca antes había hecho esto con 67 años. Pero todo es probar y ver.

Para los que se interesen por mi trabajo de reconstrucción del blog, pues les diré que va bien, a punto de rematarlo, pero no quiero hablar más de este tema, que es un poco endogámico y obsesivo, cuando están pasando tantas cosas en España y en el mundo. Sí que diré que me he tenido que releer los posts reconstruidos y que me ha sorprendido encontrar algunos sublimes, aunque esté mal que yo lo diga, como por ejemplo la surrealista historia de los daneses birreros, cuyo enlace les pongo abajo, por si alguno de ustedes no la conoce y quiere echarle un vistazo, para amenizar este tiempo de vacaciones. Es un ejemplo de que a mí me saltan a la cara las historias y yo me limito a contarlas. Les estoy hablando del Post #562.

En fin, ya va siendo hora de que diga que estoy encantado con el señor Pedro Sánchez. Estaba de Rajoy hasta la coronilla y me quito el sombrero con la jugada de billar a tres bandas con que Sánchez se lo ha quitado de en medio. Hace como un año, mi amigo y compañero Billy llegó al curre diciendo que había escuchado a Pedro Sánchez en no sé qué acto y que estaba seguro de que acababa de ver al próximo Presidente del Gobierno. Los colegas recibimos este mensaje con escepticismo, yo el primero. A mí, Sánchez, hasta el segundo día de la moción de censura, me parecía un tipo muy guapo y poco más. Me gustó su propuesta de alianza con Ciudadanos, que se frustró por culpa de Pablo Iglesias y que dio con él en las tinieblas, expulsado del partido con susanidad y alevosía. Lo del Peugeot recorriendo toda España me resultó simpático sin más y después, cuando Rajoy consiguió aprobar los presupuestos, creí que ya caminábamos por una senda política estable para dos años. Los manejos del apolíneo y ebúrneo joven que comandaba el Partido Socialista no me suscitaban demasiadas expectativas.

Pero llegó el segundo día de la moción de censura. Y se supo que el PNV abandonaba el barco de Rajoy (por cierto, una actitud coherente con la historia de este partido, tema que comentaré en otro post). Y entonces vi a Pedro Sánchez como revestido de un aura especial. Hablando ya en presidente. En el vértigo del momento me pareció hasta una jugada peligrosa para la estabilidad del país. Pero eso se me pasó en cuanto vi con asombro el Gobierno que formaba este señor. Para empezar, eso no se improvisa en tres días; para mí está claro que es una jugada planificada con tiempo. No es posible que en tres días todos le dijeran que sí, si no estaban ya advertidos y tanteados de antemano. En segundo lugar, es un gobierno con mayoría amplia de mujeres, algo que no se ha visto en ninguna parte, ni siquiera en Suecia o en Islandia. ¡Y qué mujeres! Las primeras en sus terrenos respectivos. Lejos de las mujeres-florero de los gobiernos peperos (tocinos, matos y báñezes), por no hablar de las bibianas, mandalenas y leirespajín del señor Zapatero. Estas son unas señoras de rompe y rasga. Aquí una imagen significativa.


Pero, sobre todo, este señor me tiene ganado desde que puso a Borrell al frente de Exteriores. Mientras mantenga ahí a Borrell, tiene todo mi apoyo; creo que es la persona perfecta para revertir la opinión que se tiene de nosotros en el extranjero después de años dejando que los del PRRRRU-sés extendieran sus insidias a diestro y siniestro. Sobre todo, siniestro. Además, este señor tiene una larga trayectoria en diversos Ministerios en los que tengo amigos que se deshacen en elogios sobre su paso por el cargo. Ya sé que Sánchez está en una minoría precaria. Pero yo espero que aguante todo lo que pueda. Al fin y al cabo se trata de hacer una ficción, como si tuvieran mayoría holgada. Ellos proponen leyes progresistas y buenas para el pueblo. Y vienen sus impresentables compañeros de viaje y se las tumban. Pues la gente, que no es tonta, se dará cuenta de quién está trabajando para el país y quién se debe a dogmatismos y prejuicios ideológicos que les impiden actuar de otra manera.

Por otro lado, el relevo en el PSOE hay que unirlo al cambio en la jefatura del PP. No sabemos cómo va resultar Pablo Casado, pero, joder, por lo menos es joven y no tiene barba rancia ni camina sacando los codos como pollo perseguido. A mí, si tiene o no un máster, me la trae al pairo. Es un tipo joven y ya va siendo hora de que dejemos paso a las nuevas generaciones. En ese sentido, la foto que más me gusta de lo sucedido en los últimos días es la que les voy a dejar de despedida, publicada hoy en los medios. Ya saben que el rey Felipe ha recibido en su palacio a las diferentes autoridades de la comunidad balear. Entre ellos al President del Parlament. El tipo se llama Balti Picornell y es mecánico ferretero y carpintero de estructuras metálicas. Esta foto me ha alegrado el día. Esto es mucho mejor que lo de los daneses birreros. Es que veo la foto y me entran ganas de salir a la calle dando aturuxos y saltos de pinchacarneiro. El futuro ha llegado, señores. Y vienen tiempos apasionantes. Hagan por no estropeárselos a sí mismos con prejuicios y sesgos ideológicos del pasado. Que tengan una buena semana. 



viernes, 27 de julio de 2018

757. Los algoritmos y el sentido común

Bien, empezaré por informar del proceso de reconstrucción de mis posts perdidos. Pues va viento en popa, pero con accidentes nuevos que les cuento. La verdad es que me estaba resultando más fácil de lo que esperaba. Con cada post, yo reunía texto con fotos y vídeos (en ocasiones mejores que las originales), publicaba forzando la fecha para que se colocara en su sitio y luego iba al archivo de comentarios a buscar los correspondientes, que añadía por el procedimiento del corta y pega. Venía haciendo unos seis diarios, sin apuros y con buenos resultados. Hasta que, en un momento dado descubrí que los comentarios de los posts que me faltaban por reconstruir, se habían borrado todos. Así de un plumazo. La causa de esto es que el archivo de comentarios tiene un límite de capacidad de 1.000. Me fui hasta el final del archivo y comprobé que el último registrado era de 2015. Es decir, que los de los tres primeros años ya no están en ese archivo (aunque cada comentario sigue al pié de su post).

Ese archivo está gobernado por un algoritmo y, como en estos días le he metido presión publicando muchísimos comentarios reconstruidos, pues lisa y llanamente se ha petao. Es decir, en lugar de seguir eliminando comentarios por el final como hasta ahora, pues ha decidido borrar los de los posts inexistentes, suprimidos por mí por error en una noche funesta y todavía sin reconstruir. Es que estos paratos no están hechos para pensar. Y, en cuanto se ponen a pensar, la cagan. Es como los obreros que te hacen una reforma en tu casa. Como no estés encima de ellos, toman siempre la decisión equivocada. El jodido sistema podría haber borrado cualesquiera otros comentarios sin problemas para mí. Pues ha tenido que eliminar justo los que yo no tenía en ninguna parte. Resultado: los posts del #619 al #654 están ya reconstruidos con comentarios y todo. Los posts #555 al #618 han perdido en su gran mayoría los comentarios de mis queridos lectores. No todos: por en medio hay seis que recuperé del teléfono. Eso deja 57 posts sin comentarios, entre los que puede que hubiera otros seis o siete que, ya de por sí, no hubieran suscitado ningún comentario.

Pero en torno a 50 de mis textos se han quedado sin sus aportaciones, queridos lectores, y de verdad que lo siento. La cosa tiene una ventaja y es que, al no tener que hacer esa tarea adicional, la reconstrucción de lo perdido es mucho más rápida y espero tener el trabajo terminado a mediados de agosto. Es algo que debo hacer en los ratos libres de por la tarde, porque en mi ordenador del curro no tengo copia de mis archivos del blog. En esa tarea, ya me he encontrado en ciertos textos referencias a comentarios anteriores, que ya no existen. Incluso hay un post, el #582 A Dios para ser bueno le falta una O, cuyo título parte de un comentario de Alfred, que con esa estupenda frase me advertía de que tenía una errata en el título de un post anterior, en donde había puesto Good save America, en vez de God save América. En fin, se hace lo que se puede. Que todos nuestros problemas sean estos.

Lo cierto es que yo no sabía que los comentarios que se guardan en el archivo están limitados a 1.000. Y, al hilo de ese descubrimiento, me entró una neura, la de que el número de posts también estuviera limitado a 1.000, posibilidad muy preocupante, teniendo en cuenta que ya vamos por el #757 y yo no aflojo el ritmo de producción. De pronto imaginé que escribo el post #1.001 y el jodido sistema me borra el #1, con el cariño que le tengo. Con esa preocupación, me he puesto en contacto por escrito con los gestores de la página, esa especie de reino de las sombras que gobierna nuestras vidas desde el lado oscuro y a los que a menudo me refiero como Matrix. Me han contestado muy amable y detalladamente y me han asegurado que el blog tiene una capacidad ilimitada. Y estoy tranquilo por ese lado.

Lo que me han explicado desde las tinieblas, supone que los gestores de blogger.com saben con quién se juegan los dineros. Saben que muchísimas personas estamos haciendo blogs en estos momentos; que este es un juguete que la tecnología nos ha brindado a un cierto tipo de gente, de un rango de edad, nivel cultural y circunstancias personales determinadas (un chaval de 20 años lo suyo es que esté atendiendo a la hormona y no manteniendo un blog). Y saben también que la gente no tiene límites, si no hay alguien que se los ponga. Con esa idea, han introducido en la página unos límites basados en el sentido común (el subrayado es mío). Por ejemplo: los títulos de las entradas no pueden tener más de 90 caracteres. Los comentarios de los lectores están limitados a 4.096 caracteres. Un post no puede tener más de 20 etiquetas. Un solo autor no puede tener más de 100 blogs (si han puesto este límite es porque puede suceder, que manda carallo). Bien, pues el límite de 1.000 en el archivo de comentarios está en ese mismo paquete. Es éste un archivo en el que sólo puedo entrar yo y donde se guardan los últimos, por si a mí me resulta de utilidad (los originales están en los posts en que se han publicado, sin límite alguno). Y el archivo va guardando los 1.000 últimos. Salvo que le presiones y se ponga a pensar por su cuenta.

A eso es a lo que voy. Estos límites están basados en el sentido común, y eso quiere decir que detrás de ellos hay una persona, no una máquina, ni una aplicación, ni un algoritmo. Punto clave. En este momento de la evolución humana, estamos dejando en manos de algoritmos cosas que sólo puede hacer un humano. Y la máquina no piensa. No tiene sentido común. Por ejemplo. En ciertos Ayuntamientos se ha impuesto un sistema de concurso-subasta para las obras, que sólo tiene en cuenta la oferta económica. Para elegir al adjudicatario, es suficiente un sistema que compruebe quién ha presentado la oferta más baja. Y se ha llegado a la aberración de que sea una aplicación quien adjudique los contratos (esto es auténtico, no me lo estoy inventando). Naturalmente, una aplicación no puede detectar una cosa de límites tan difusos como las llamadas bajas temerarias. Y hace mal su trabajo.

Más ejemplos. Los correctores de los periódicos. Ayer por la tarde, durante un buen rato, figuró en la página de El País el siguiente titular: Condenado a 18 años de fútbol por abusar de una menor. El titular correcto era Condenado a 18 años de prisión un ex-entrenador de fútbol por abusar de una menor. Pero un algoritmo, o una aplicación, estimó que era un título muy largo y había que acortarlo. Y lo hizo al estilo de las máquinas: sin sentido común (enseguida lo corrigieron y yo no estuve rápido para capturar el titular equivocado). Esto es aplicable también a los sistemas de atención telefónica. Durante los últimos años se ha impuesto ese maldito soniquete que te dice pulse almohadilla y otras simplezas. Vale, las empresas se ahorran puestos de trabajo y costes. Pero el resultado, en cuanto tienes una pregunta que no se ajusta a lo que tienen programado, es muy malo. Más de una vez he acabado yo a gritos, cagándome en la madre del aparato.

Sin embargo, recientemente he comprobado que las grandes empresas empiezan a volver atrás de esos sistemas de atención telefónica diabólicos. Por distintos motivos que no vienen al caso, he tenido que dirigirme a los servicios de atención al cliente de Apple y Amazon. En los dos casos, me han atendido, nada más marcar, dos señoras súper amables, con sentido del humor, sin prisa y muy eficientes. La de Apple, incluso se choteaba de mi forma de pronunciar Google (ha de decirse Gu-guel y yo suelo decir Gu-gle). Así que ella me iba guiando para incorporar una novedad a mi Ipad. –Ahora ya puede abrir el Gu-gle, como usted le llama. –No se ría de mí. –No, si es que me parece muy gracioso.

Resumiendo. Que estamos ante un rasgo distintivo de estos tiempos modernos: la incapacidad de los algoritmos para el sentido común. Y su radical inadecuación para ciertas funciones, que han de ser desempeñadas por humanos si queremos dar un buen servicio. En mi reciente periplo por California me he encontrado con diversos sistemas automáticos en aeropuertos, transportes públicos o similares. Pues, al lado de todas las máquinas, suele haber una persona para ayudar a los que no se aclaran. En muchos casos son señoras mayores muy amables y maternales. Y se me olvidaba el sistema mecánico diabólico por excelencia: el corrector ortográfico del Whatsapp. Un ejemplo. Yo tengo un sobrino-nieto al que llamamos Pepiño. Pues en cuanto me descuido, me lo convierte en Pepino. Se pueden imaginar la cara de su padre cuando recibió un mensaje mío que decía: dale un achuchón al Pepino de mi parte.



Y una nueva categoría emergente: las erratas atribuibles a la informática. Lo que pasa es que las de los humanos eran también muy divertidas. Es famosa la de la imagen que les voy a dejar de despedida. No he logrado saber en qué ciudad del mundo está el garaje de la foto. Se ve que le encargaron la confección del letrero a un sabidillo o resabido, de esos que lo quieren hacer todo tan perfecto que la cagan. Échenle un vistazo a la foto. Lo que debía haber sido Pague antes de salir, al añadir una ese a exiting se ha convertido en Pague antes de existir. Se pueden imaginar las coñas: Pago luego existo. Dios no descansó el séptimo día, es que tuvo que parar para pagar el parking. Joder, se me olvidó pagar y ahora sólo soy una idea. Nadie ha expresado mejor lo que es una crisis existencial. Etc. Que pasen una buena semana.  



lunes, 23 de julio de 2018

756. Pretenders, paletos y ogros indignados

Entro en una semana de cierto desacelere vital y laboral, y empezaré por informarles de cómo va el proceso de reconstrucción de mis posts perdidos, porque no creo que hayan albergado la menor duda de que voy a acometer esa tarea ardua y minuciosa. Eso sí, no voy a obsesionarme ni acelerarme, esta es una labor que hay que hacer pasito-a-pasito-suave-suavesito. Esto es como si a un pintor se le inunda su estudio y se le estropea parte de su obra. Si tiene bocetos y materiales, ha de ir poco a poco, con paciencia, para igualar la calidad de la obra estropeada. Yo tengo cinco fuentes de datos y material utilizable. UNO, mi archivo de textos en Word. DOS, mis colecciones de fotos. TRES, el Youtube, de donde saco la mayor parte de mis vídeos. CUATRO, el archivo de comentarios de Blogger, que se mantiene intacto. CINCO, la página de Elementos enviados de Gmail, desde la que mando mis avisos tras cada publicación y donde constan los títulos de los posts borrados y sus fechas de publicación.

Con todo ello he de hacer un corta-y-pega, sencillo en los posts que sólo tienen texto y también más rápido cuando no incluyen comentarios. Y, como cualquier artista, no desdeño las oportunidades de mejorar la calidad de los posts originales. No en los textos, que ya no merece la pena corregir, salvo alguna errata capturada al paso. Pero sí, por ejemplo, en los vídeos. Porque hay casos de vídeos ya borrados en el Youtube, y otros en los que he encontrado una versión mejor. El proceso es complejo: una vez recompuesto el post, he de publicarlo forzando la fecha, para que no salga publicado en julio de 2018, sino en la fecha del antiguo. Una vez hecha esa maniobra, el post recobrado se coloca obedientemente en el lugar que le corresponde en el blog. Un ejemplo de lo que les digo es el nuevo Post #651, Bloomberg y el C40. Se trata de un texto que contiene algunos errores de fondo, que he dejado tal cual (ahora sé más cosas de C40 y podría corregirlo, pero no quiero). Y es un texto que terminaba con un vídeo de Neil Young cantando su tema Rocking in the free world en 2010 en Londres. Bien, pues he encontrado uno mejor, de Glastonbury-2009, y he dado el cambiazo.

Lo de los comentarios y respuestas de mis seguidores tiene más miga. Yo sólo puedo publicar comentarios con mi perfil. Por tanto, todos los comentarios reconstruidos llevan una entradilla que dice: el 16.07.17, Inmaculada de la Vega escribió: O Mariano F. Sanchez, escribió: Los anónimos salen tal cual y mis respuestas también, todos con una entradilla precisando la fecha. Hay un problema: los comentarios extralargos no se guardan enteros en el archivo del blog. En esos casos lo que hago es inventarme la última parte, basándome en mis propias respuestas y en el contexto. Tengo que hacer alguna de estas trampillas para simular que cada uno de esos posts es original. Pero ya saben que yo soy el gran engañador. O, dicho en inglés, The great pretender. Escuchen, antes de seguir, esta hermosa canción de The Platters-1955.


¿A que es sensacional? Y más aun, si caemos en la cuenta de que, en esas fechas, los negros no podían votar, ni usar los mismos aseos que los blancos; tenían zonas reservadas para ellos en los restaurantes y los autobuses, cobraban menos en los trabajos y no tenían vacaciones. Y estaban prohibidos por ley los matrimonios interraciales. Fue precisamente en diciembre de 1955 cuando la señora Rosa Parks se negó a dejar su sitio a un blanco en un bus de Montgomery (Alabama) y fue detenida, suceso que inició el gran movimiento de protesta que lideró Martin Luther King y que acabó para siempre con la segregación racial. En aquellos tiempos fundacionales empezaron muchos de los movimientos que desembocaron en un mundo, el actual, más igualitario en todos los sentidos, pero a la vez amenazado por la creciente tendencia a ir para atrás como los cangrejos. Yo soy optimista, en general, pero también soy consciente de que hay épocas de retroceso en cuanto a los valores éticos y morales (la Edad Media fue uno de ellos) y, en estos momentos, los síntomas son preocupantes.

Algunos de estos indicadores. En los últimos años, cada vez que se ha preguntado algo a la población, ha ganado la opción más reaccionaria: elección de Trump, Brexit, referéndum de paz en Colombia, consulta que acabó con Renzi en Italia. Muchos de estos procesos se han ganado por porcentajes exiguos, incluso por mayorías inferiores al 50%, es decir, por minorías adulteradas, como en el caso de Trump o las últimas dos elecciones catalanas. Pero eso no hace que la tendencia ganadora por tan poco margen tienda la mano a la otra mitad de los consultados. No, señor. En estas guerras no hay prisioneros, sólo muertos. Los PRRRU-sesistas ni siquiera hablan con Inés Arrimadas, cabeza de la lista más votada en Cataluña. No existe para Kim-Jong-Torra y sus secuaces. En estos tiempos se nos llena la boca hablando de los derechos de las minorías, pero estas quasi-mayorías se combaten con saña.

Hace tiempo que he defendido que las cuestiones fundamentales en el terreno político, no deberían dejarse al albur de una votación puramente matemática, en la que basta con ganar por un 51%. Existe un concepto que es el de mayoría cualificada que, no se sabe por qué, se ha guardado en un cajón. La democracia tiene muchos procedimientos que son de utilidad, pero ahora mismo se marginan. El que ha ganado por un mísero 1% se agarra a esa victoria y se llega a creer que tiene una mayoría que nadie puede poner en cuestión. Algo de esto se podría  aplicar al reciente congreso del PP, del que ha salido elegido el joven Casado. Este señor no hará prisioneros (ese es mi pronóstico) y traduce una tendencia también actual: si tú le das a la gente la posibilidad de intervenir en un proceso, con un voto secreto, es muy probable que salga la opción menos apoyada por las estructuras de poder, porque hay mucha gente que vota a la contra, sólo para fastidiar, traduciendo así su malestar con el statu quo.

Sánchez salió a la contra frente a Susana y Casado ha hecho lo mismo frente a Soraya. Ambas se hicieron fotos idénticas con todos los pesos pesados de sus partidos cuando parecía que iban a ganar. Y ambas mordieron el polvo. Y Sánchez llegó al gobierno sumando una serie de votos que iban a la contra, sólo coincidían en la voluntad de echar a Rajoy. Preguntar a la masa es algo muy peligroso, como llevamos ya un tiempo viendo. Pero, permítanme que haga un inciso respecto al resultado del congreso del PP, antes de seguir esa otra línea. Escucho por ahí tanto a amigos como a sesudos comentaristas, todos ellos preocupados por el tremendo sesgo a la derecha que esa elección supone. Porque parece que lo que se dirimía era una especie de combate entre la ideología más centrista de Rajoy y la más carca de los aznaristas.

Pues yo no estoy nada preocupado. Por tres razones. UNO, lo de que la postura de Rajoy era más centrada es una leyenda: este señor tuvo en su primer gobierno a Gallardón proponiendo la prohibición del aborto aun en casos de malformación del feto o riesgo para la madre, y también a Wert recuperando la asignatura de Religión al nivel de las Matemáticas. ¿Es que ya se nos ha olvidado? De qué nos sirve tener en el PP una supuesta tendencia moderada, si luego la encarna un pasota que deja hacer a su ala más derechista. Porque, vale, la crisis económica exigía medidas de ajuste duro, pero ni la prohibición del aborto ni el rescate de la Religión suponían ahorrar un solo euro. Así que, aznaristas y rajoyistas, para mí no son muy diferentes.

DOS, existe la posibilidad de que Casado sea un animal político, que, igual que ha sabido mostrar un perfil más carca para ganarse a los compromisarios peperos, ahora sea capaz de enseñar otro perfil más moderado para ganarse a los votantes del centro, que al final son los que permiten llegar al Gobierno. No lo creo, pero me encantaría. Yo pienso que España necesita un partido de derecha presentable, sin corrupción ni hipotecas del pasado. Y TRES, para el caso de que este señor sea un facha, como pronostican los agoreros, pues mejor, porque pronto se le verá la patita y eso lo inhabilitará para llegar al poder. Ya saben la teoría de cuanto peor, mejor. Aunque nadie ha sabido enunciarla como Rajoy: cuanto peor, mejor para todos y cuanto peor para todos, mejor; mejor para mí el suyo, beneficio político.  
   
Pero volvamos al hilo que yo llevaba. Detrás de todo esto hay un personal inculto y malhumorado, al que, en cuanto le dan vela en el entierro, vota por la opción más retrógrada y dañina. ¿Por qué? Pues por varias razones. Porque están disgustados por la marcha del mundo, porque se habían creído que sus hijos iban a vivir mejor que ellos y, desde la crisis de 2007, están viendo que ya no va a ser así. A eso hay que añadir un nivel cultural bajo, resultado de unas políticas de educación nefastas (como en USA). Y la posibilidad de informarse a través de las redes sociales, que para muchos son una fuente de resentimiento. Es lo que hemos llamado en este blog la chusma informatizada. No hace falta ir a los resultados de las diferentes votaciones, basta con entrar en cualquier noticia del periódico y leer los comentarios al pie. Gente casi analfabeta (se ve en su forma de redactar), sin unos principios éticos básicos, con un resentimiento sordo y paleto y una inquina innata hacia el poder.

Y no me resisto a aportar otro matiz. Ese personal, esa chusma, esa gallofa indecente, tiene un componente rural y pueblerino. Las ciudades son hoy en día los centros de innovación y de progreso, los faros del avance de la Humanidad. La gente de las grandes ciudades no votó a Trump ni al Brexit, y una propuesta como el PRRRU-sés no saldría adelante sin los payeses del Ampurdán. A Trump lo sacaron adelante los rednecks, a la señora Le Pene la apoyan los ploucs y en Gran Bretaña, la gente no quiere ahora a la bruja May porque la consideran blanda; una reciente encuesta ha revelado que una mayoría de ingleses cree que lo haría mucho mejor Boris Johnson, ese payaso.

Yo soy un optimista histórico, creo que hemos avanzado mucho desde los tiempos en que Rosa Parks no podía sentarse en la parte de delante del bus y que antes o después seguiremos avanzando en esa línea de progreso. Pero comprendo a los agoreros y a veces entiendo que vislumbren un panorama tétrico. Yo seguiré proclamando que vamos de puta madre, pero comparto la ira del viejo ogro Neil Young, cuyo tema Rocking in the free world arremete contra todas las convenciones. Les he dicho que he encontrado una versión arrasadora de esa canción, con la que les he dado liebre por gato en uno de los posts que he reconstruido. Pues se la voy a dejar de regalo, para que no tengan que andar por ahí rebuscándola en los archivos del blog. Les he hecho una traducción de la letra, para que sepan por qué esta tan enfadado este señor. En los últimos versos descalifica incluso a las personas como yo, a los pretenders que intentan dar una versión edulcorada de la realidad. Aunque yo no he ocultado en mis crónicas californianas esa realidad de las masas de homeless que se extienden por toda la Costa Oeste y de las que habla Young. El estribillo es, por supuesto, un sarcástico Sigamos rockeando en el mundo libre. Abajo tienen los tres tramos de la letra.


Hay colores en la calle
Rojo, blanco y azul
Gente arrastrando los pies
Gente durmiendo en sus zapatos
Pero hay una señal de aviso
Afuera en la carretera
Y hay un montón de gente diciendo
Que estarían mejor muertos
No me tomes por Satán
Pero soy uno de ellos
Así que intento olvidarlo
De la forma que pueda

Veo a una mujer en la noche
Con un bebé de la mano
Bajo una vieja farola
Junto a un cubo de basura
Ahora deja a su chaval
Y se va a pillar un chute
Ella odia su vida
Y todo lo que le ha hecho
Pero aquí hay otro chaval
Que nunca irá a la escuela
Que nunca se enamorará
Que nunca podrá ser cool

Tenemos miles de puntos de luz
Para iluminar al vagabundo sin casa
Tenemos más dulces, más amables
Ametralladoras en la mano
Tenemos centros comerciales
Y papel higiénico
Tenemos envoltorios de poliestireno
Para la capa de ozono
Tenemos a un líder popular
Que dice “Mantened viva la esperanza”
Tenemos combustible para quemar
Tenemos carreteras para conducir.

Pero sigamos rockeando en un mundo libre

jueves, 19 de julio de 2018

755. No hay mal que por bien no venga

Una fatalidad. Una auténtica desgracia virtual. Eso es lo que me ha pasado a mí con el blog y vamos a analizarlo separadamente en función de sus distintos matices.

1.- El contexto. Como habrán advertido algunos de ustedes, queridos lectores (especialmente los noctámbulos como el gran Alfred), estos días había vuelto a instaurar el toque de queda en el blog, por aplicación del artículo 155 de mi constitución bloguera, o de mis cojones, si lo prefieren. Quiero decir que, antes de acostarme a dormir, seleccionaba todos mis posts en grupos sucesivos de cien y los cambiaba al modo borrador, para pasar la noche en cuarentena. Y, en cuanto me despertaba, deshacía mi tarea, como Penélope su tela. ¿Por qué hacía eso? Pues porque, cuando estaba en San Francisco, los jodidos italianos que entran en mi página de 60 en 60, recuperaron el acoso y pasaron a atacarme en horas diurnas de la Costa Oeste. En cuanto regresé, los ataques continuaron a su hora habitual: entre las 2 y las 6 de la mañana. Por eso recuperé el toque de queda. ¿Es una pesadez hacer eso? Sí, pero no más que lavarse los dientes. ¿Es seguro? Pues eso creía yo. Y aquí la fatalidad.

2.- Los hechos. En la noche del 17 al 18, colgué mi último post, titulado “Tautologías, etc.”. Lo terminé muy tarde y quise dejar un margen extra para que mis seguidores más ávidos y trasnochadores pudieran disfrutarlo sin apuros. Estaba muy cansado (ésta está siendo una semana bastante agotadora). Pero terminé de cenar, apagué el ordenador y dejé mis maniobras blogueras para después. Tengo un Ipad, desde el que puedo hacer esas operaciones, ya metido en la cama. Me estaba quedando inexorablemente frito, cuando me acordé de que no había hecho mis maniobras reglamentarias de cada noche. Y me puse a ello a pesar de estar medio groggy (grave error). La cosa consiste en seleccionar cien posts, darle a la tecla correcta y esperar a que la máquina haga la operación, algo que a veces se lleva casi un minuto. Y hacer eso ocho veces. Me dormí varias veces durante esas esperas y regresé de mis cabezadas con sobresaltos. Pero creí haberlo hecho todo bien y apagué la luz. Cuando me desperté el día 18 por la mañana, deshice los cambios y revisé el blog. Se me habían borrado 100 textos, los comprendidos entre el post #555 y el post #654.

3.- Mi reacción. Pues que quieren que les diga. Al principio, desolación. Estaba claro que los había borrado yo. Justo al lado de la pestaña Cambiar a borrador, hay otra que muestra claramente el funesto símbolo de la papelera. La operación en cuestión es sencilla y segura, siempre que no se haga bajo los efectos del alcohol, o en situación de amodorramiento extremo, como era mi caso. Parece claro que, en uno de mis respingos para no dormirme, se me fue el dedo a la tecla equivocada. La culpa era mía, pero ¿debía venirme abajo y llevarme un disgusto? Ese día me levanté con el tiempo justo para constituirme a las 8.45 en la puerta de la Escuela de Turismo y Comercio de la Complutense, donde debía dar una clase de un máster de 9.00 a 11.00. Después cogí un taxi para llegar a tiempo a mi oficina donde tenía a las 12 una reunión clave para el futuro de Reinventing Cities. Les digo todo esto para que entiendan que no tenía tiempo para tirarme al suelo a llorar, suponiendo que esa hubiera sido mi idea. Pero aquí entra en juego el cuarto factor del asunto.

4.- La resiliencia. Es este un palabro que está muy de moda y viene bien saber qué significa. En urbanismo llamamos resiliencia a la capacidad de una ciudad, un barrio o un sector social, de recuperarse frente a una catástrofe: el terremoto de Japón, el 11-S en Nueva York, el 11-M en Madrid o los atentados de París en 2016. Aplicado a una persona es más o menos lo mismo. Al señor Rajoy, le atacó un bigardo en su tierra, le dio un crochet a traición y el tipo ni se inmutó. Eso es resiliencia. En este blog, aparte de divertirnos un rato, a veces aparecen recomendaciones o sugerencias relacionadas con la conducta, valorando qué es más o menos correcto o pertinente. Bien, pues he de decirles que, si lamento esta fatalidad que me ha sucedido, es más por ustedes que por mí. Porque sé que algunos de mis seguidores a veces rebuscan en los posts antiguos y los repasan, o los rastrean por etiquetas. Y, ahora, uno de cada ocho de esos textos se ha ido por el sumidero virtual.

En cuanto a mí, pues creo que sería incluso indecente que me entristeciera por una cosa como esta. El mundo del blog es un espacio virtual, digital, que yo cultivo con cuidado extremo. Pero afuera está el mundo real. Un mundo en el que yo no tengo queja. Tengo 67 años, no me duele nada, no me han diagnosticado ningún cáncer ni nada parecido, estoy trabajando y pasándomelo de puta madre y encima me hago unos viajes cojonudos. Y mis hijos están estupendamente. Pues a vivir, joder. En el peor de los casos, esos textos se perderán, como lágrimas en la lluvia, y ustedes habrán tenido el privilegio de disfrutar de una muestra del llamado arte efímero, como las Fallas, que se construyen para ser devoradas por el fuego. Pero vayamos a lo práctico.

5.- Qué se puede hacer. Una cosa es que no me venga abajo y otra es que me quede quieto. El mismo día de la avería, envié preguntas a una serie de foros de Internet. Hasta hoy no había tenido respuesta. Yo creo que los textos borrados han de estar en alguna parte de la famosa nube y podrían recuperarse. Si yo fuera un corrupto investigado por la Unidad de Delitos Informáticos de la Guardia Civil, estoy seguro de que los encontrarían. Y es lo que me gustaría hacer: dar un click y recuperar los 100 de una vez. Pero tengo una solución en la recámara: reconstruirlos uno a uno. Tengo los títulos y fechas de los cien, los textos archivados en Word y las fotos guardadas. No es difícil recuperar los vídeos de Youtube. Lo que pasa es que esta es una tarea que hay que hacer a pedal, perfecta para un jubilado (de esos que se dedican a digitalizar sus viejas películas VHS y sus fotos en papel, una a una). Entenderán ustedes que este no es mi caso. Ahora mismo yo no tengo tiempo de acometer semejante tarea.

6.- Qué parte de mis memorias se ha perdido. Pues desde el 16 de septiembre de 2016, cuando estaba recién llegado a San Petersburgo, hasta el 30 de julio de 2017, cuando escribía desde Vancouver. Incluye pues el testimonio de mis viajes a San Petersburgo, Marsella, Japón, Birmania y la Toscana, aparte de alguna excursión senderista. Algunos textos especialmente queridos, como Hace 50 años, o muy visitados, como Fidel. Lo dicho: una fatalidad.

7. Las últimas novedades. Anoche, a última hora, encontré una aplicación de Blogger para móviles, que tengo descargada en mi teléfono. No la había usado mucho, pero tiene un archivo propio de posts guardados. Busqué allí y ¡Aleluya!: había catorce de los posts perdidos. Los salvé y los recuperé. Así que ya sólo me faltan 86. Algo es algo. Y esta mañana me han llegado por fin unas cuantas respuestas de Matrix, los oráculos informáticos que habitan el lado oscuro del espacio virtual. Me ofrecían unas primeras soluciones. Pero las he probado y todas son bastante ineficaces. Me dicen que, si tengo los textos y las fotos guardadas, lo más sencillo y seguro es que los reconstruya uno a uno. Es un proceso arduo, pero se trata de empezar por el primero, seguir por el segundo y así sucesivamente. Un proceso pasito-a-pasito-suave-suavesito como el del implante de mi diente paleto. No se lo he contado, pero ya tengo mi flamante implante, conclusión del proceso que empecé en marzo de 2017, culminado la semana pasada. El último día volvieron a hacerme mucho daño. Pero esta vez no en el diente, sino en otra parte también muy sensible: la cartera. Ni les cuento lo que me han cobrado.

8.- La conclusión positiva. Aquí viene lo más importante. Porque los de Matrix me han preguntado cómo es que me ha pasado esa cosa tan rara de que se me borren 100 posts de un golpe. Les he contado el motivo y me han explicado lo siguiente. Lo que me pasaba con los italianos, y antes con los rusos, es algo que está sucediendo por todas partes. A cualquiera que tenga un blog le entran correos masivos de países con los que no tiene ninguna relación, la mayoría de presuntos usuarios falsos, en un tipo de actividad que cabe incluir bajo el concepto spam. Nada de eso afecta a los contenidos del blog ni pone en riesgo su seguridad y privacidad porque, por ejemplo, la empresa Google, que gestiona la página blogger.com, que yo utilizo, cuenta con unos escudos de seguridad muy potentes. Así que, lo que yo estaba haciendo, es una auténtica gilipollez. Lo que tengo que hacer es relajarme y gozar. Dejar que los falsos italianos y rusos entren en mi blog cuando les pete. Y no consultar más las estadísticas de visitas al blog que, en esas condiciones, son completamente falsas e inútiles.

Así que SE ACABÓ EL TOQUE DE QUEDA. ¡¡¡¡Yujuuuuuu!!!! Queridos seguidores noctámbulos: desde esta noche van a poder ustedes seguirme de madrugada y (no lo nieguen) utilizar mis textos para ayudarse a conciliar el sueño, una funcionalidad utilitaria adicional que me parece estupenda. Ya ven cómo una aparente fatalidad puede convertirse en una oportunidad de encontrar nuevos motivos de júbilo. Es lo que se llama hacer de la necesidad virtud. Recuerden que Carrero Blanco voló por los aires a primeros de diciembre de 1973. Y, menos de un mes después, cuando le pasaron a Franco el texto del discurso de Navidad, hizo algo que nunca había hecho: añadir una frase de su puño y letra. Esa frase decía textualmente: Dice el refrán popular que no hay mal que por bien no venga. El Generalísimo leyó la frase de marras al referirse al atentado y nadie entendió lo que quería decir. Pues eso mismo digo yo. Así que: ¡Alegría! ¡Entren los italianos cuando gusten! ¡La puerta de mi casa virtual está abierta para mascalzoni y spams pedorros diversos! ¡Al lío, señores! Y, en cuanto a ustedes, pues sigan siendo buenos.

martes, 17 de julio de 2018

754. Tautologías, redundancias y pleonasmos

El otro día cuando les puse el vídeo con el catálogo sonoro de las frases más curiosas del señor Rajoy, me quedé con la duda de qué figura semántica era la más utilizada por este señor, felizmente para todos reconvertido en bañista de pantalón corto que de vez en cuando se acerca por su oficina del Registro a echar unas firmas. Después de estudiar las diferentes posibilidades, creo que no cabe duda de que la construcción lingüística favorita de este caballero es la tautología, también conocida como verdad de Pero Grullo, o perogrullada. Decir que la cerámica de Talavera, no es cosa menor; dicho de otra manera: es cosa mayor, es una tautología de libro. Rajoy era el rey de la tautología, un error en el que casi nadie incurre, al contrario que la redundancia, que se nos cuela en la prosa en cuanto nos descuidamos.

Y, por cierto, los oradores suelen solucionar pequeños errores percibidos instantáneamente por el propio parlante, con la conocida locución valga la redundancia. Pero no suele ser una redundancia lo que pretenden subsanar, sino una simple repetición de la misma palabra, o la inclusión en una definición del propio concepto que se está definiendo. El orador se ve abocado a repetir una palabra que acaba de decir, pero no se le ocurre ningún sinónimo y, generalmente tras un leve titubeo, repite la palabra e inmediatamente suelta eso de valga la redundancia y se queda tan ancho.

Veamos un ejemplo esclarecedor. Imaginemos a un político en su estrado. Dice: la honestidad, la lealtad, la honradez, la rectitud, la integridad, son los valores que en política tienen para mí un mayor… valor (valga la redundancia). El tipo es consciente de que acaba de decir la palabra valor y el desarrollo de la frase le lleva a repetirla. Podría decir una mayor importancia, pero importancia es femenino y ya ha dicho un mayor y no una mayor. Duda un instante y, finalmente, decide repetir valor y añade ese recurso retórico tan manido. Lo que este señor no sabe es que repetir una palabra dos veces en un discurso no es una redundancia. Y sin embargo, ignora que su discurso está lleno de redundancias (lo he escrito adrede), porque honradez, honestidad, rectitud, integridad, son conceptos equivalentes (y lealtad casi-casi) y no hacía falta desgranar esa retahíla de conceptos (estos sí) redundantes.

La redundancia es una figura en la que incurrimos con facilidad en el lenguaje hablado y también en el escrito: subir arriba, tiritar de frío, mendrugo de pan, prever con antelación, recordar de memoria, reiterar de nuevo y tantos otros. Sin embargo hay aparentes redundancias que no son tales, puesto que se dicen para reforzar un razonamiento o una expresión: lo vi con mis propios ojos. Si es algo que yo vi, se sobreentiende que fue con mis propios ojos y no con los del vecino. Pero es una expresión de uso correcto. En este caso no se trata de una redundancia sino de un pleonasmo. Hace unos cuantos posts, recuerdo que me referí a Ucrania como un país estupendo, hasta que lo jodieron los nacionalistas de mierda. He aquí un pleonasmo: en mi discurso ya se sobreentiende que los nacionalistas son todos de mierda, no hace falta que lo diga. Sin embargo es un recurso de lenguaje para reforzar el concepto.

Hay que ver qué invasivo es el tema este del PRRRU-PRRRU-sés, que hasta hablando de gramática se te cuela en el argumentario. No puedo dejar de mostrarles las fotos del baño que se dieron el otro día Kim-Jong-torra y Artur el astuto, acompañados del omnipresente Eduard Pujol, el tipo que se acerca a la ventana cuando no oye bien el móvil (quédense con la cara de este sujeto que yo creo que es el tapado de este tinglado). Fue una escena a medio camino entre el baño de Jesús en el Jordán y la inmersión de Fraga en Palomares. Las imágenes parecen obra de un pintor más que de un fotógrafo y su estética se aproxima al imaginario del hiperrealismo norteamericano de los sesenta. Aquí las tienen.









Pero aquí estábamos hablando de lenguaje y redundancias. Sin salirnos del ámbito del PRRRU-PRRRU-sés, veamos una declaración del otro día del señor Torra. Escandalizado ante la decisión judicial de suspender como parlamentarios a Puig-Dem-un y otros políticos procesados, hace la siguiente declaración: “Sencillamente, esta sentencia, que pretende suspender a diputados electos por el pueblo de Cataluña, está en la línea de las sentencias que nosotros no sólo no compartimos, sino que la consideramos indecente, ya que trata de suspender de sus derechos y libertades a políticos que han sido elegidos democráticamente” (SIC). Un ejemplo meridiano de inclusión en la definición del concepto que se está definiendo. Y con capacidad de convertirse en un bucle infinito. Por qué no continuar:

Esta sentencia, que pretende suspender de sus derechos a diputados elegidos por el pueblo de Cataluña, la consideramos indecente, porque suspende de sus derechos a políticos que han sido elegidos democráticamente por el pueblo de Cataluña, y eso es una indecencia, ya que suspender de sus derechos a políticos elegidos libremente por el pueblo, es algo indecente, no podemos calificar de otra manera la pretensión de suspender de sus derechos a políticos elegidos por el pueblo, una pretensión indecente……….

Yo siempre he tratado de ser lo más pulcro posible en la redacción de los informes que me ha tocado elaborar en mi trabajo a lo largo de los años. Y he tenido sucesivos jefes que han valorado de distinta forma esta cualidad. Tuve uno que decía que mi forma de redactar era la más concisa que había visto en su vida. Me llamaba Azorín y, cada vez que había que sacar un informe de nuestra unidad, decía: esto que lo revise Azorín, lo que me granjeó la manía de los demás compañeros. Otro me revisaba todo lo que escribía y me lo corregía llenándomelo de redundancias y repeticiones superfluas, era un tipo tan inseguro que necesitaba remachar todo lo que se decía. Aunque está claro que el lenguaje administrativo no es lo mismo que el lenguaje literario y que a veces es muy difícil obviar las repeticiones.

Por ejemplo. Un expediente puede titularse “Modificación de Plan General consistente en la rectificación parcial de la normativa del Plan General y la ampliación de los grados de catalogación del Plan General”. Es un supuesto hipotético. Suena fatal pero hay que decirlo todo. La segunda repetición puede soslayarse diciendo: rectificación parcial de su normativa. Pero para la tercera ya quedan pocos recursos. Otro jefe que tuve, habría solucionado el problema terminando el título de la siguiente manera: "y ampliación de los grados de catalogación de aquel". Y, mientras decía aquel, señalaba hacia atrás con el pulgar por encima del hombro, para indicar que se refería a un concepto ya dicho. Repetía tanto esta historia que los de la unidad a sus órdenes acabamos poniéndole por mote Aquel, alias que siempre acompañábamos con el gesto de señalar hacia atrás. Por ejemplo yo trasladaba así sus instrucciones: que ha dicho Aquel (gesto correspondiente) que hay que esmerarse en acabar nuestro proyecto en la fecha convenida.  

La redundancia en el lenguaje administrativo alcanza a veces un nivel de absurdo que deja chiquito a Groucho Marx, con aquello de la parte contratante de la primera parte. Les voy a dejar de propina un ejemplo extremo de esto. Ciertamente kafkiano. Se trata de una resolución del Ministerio de Defensa que se publicó en el BOE en 2014. Alguno de ustedes puede pensar que se trata de un caso de fake news, pero les juro que es una resolución auténtica, que incluso se llegó a comentar en la prensa, como pueden comprobar AQUÍ. Abajo tienen la foto de la hoja correspondiente del BOE. Para ampliarla y poderla leer con letra de buen tamaño, han de pinchar en el centro. Duerman bien y no pasen mucho calor.




jueves, 12 de julio de 2018

753. Al pie del cañon

Me dicen algunos lectores de esos que me aportan sus comentarios en privado, que se me nota un poco de bajón en mi último post. Es posible, no lo niego, comprendan que es mucho más estimulante hablar de San Francisco que de Rajoy. Lo cierto es que de vuelta de mi viaje me he encontrado otra vez en una vorágine de trabajo agravada por el hecho de haber desaparecido de Madrid durante dos semanas en la fase crítica del Reinventing Cities, cuando debíamos analizar las 20 propuestas recibidas para los cuatro sitios que propusimos para el concurso. Mi jefa hubo de ampliar provisionalmente el equipo porque había que desbrozar esas propuestas, elaborando unas fichas que ayudaran a la tarea del Comité de Selección y mandárselas con tiempo para que pudieran estudiárselas. Cuando volví me encontré ese trabajo casi hecho y me tocó dar el repaso final a las fichas, para lo cual tuve que aprenderme a la carrera las veinte propuestas. 

A cambio de mi desaparición en un momento no muy oportuno, me ha tocado hacer de moderador del citado Comité, tarea del tipo de las que ya saben que me gustan, pero que era delicada, puesto que me exigía saberme las propuestas aun mejor para poder contestar a las cuestiones que me plantearan y tratar de no condicionar las decisiones de esta especie de tribunal, de las que se deriva que unos proyectos sigan adelante y otros queden eliminados. Y todo ello en una mesa de unas veinte personas de altura, con directores generales de todas las áreas municipales, representantes del Colegio de Arquitectos, de ASPRIMA, la mayor asociación de promotores inmobiliarios de Madrid, técnicos de las Juntas de Distrito y expertos como la comisaria de los premios Pritzker. A todos ellos los invitamos a participar y vinieron encantados. Esta mañana hemos tenido la sesión de cierre y ya puedo decir que ha salido todo a pedir de boca.

La semana que viene me quedan unos cuantos saraos de despedida del año lectivo: una clase en la Escuela de Negocios de la Complutense, una charla a una delegación del cuerpo de traductores simultáneos del Parlamento Europeo, un par de calls con Hélène Chartier y Flavio Coppola, el hombre de San Francisco, redactar las actas de las sesiones del Comité del que les he hablado. Lo suficiente como para que a final de mes vuelva a consultar mi cuadro de cumplimiento del horario y me encuentre con un superávit escandaloso. Pero luego vendrá agosto y tendré tiempo de bajar un poco el ritmo. Por otro lado, el tiempo caluroso de estas semanas me ha llevado a pasar buena parte de las tardes en mi casa, con el aire acondicionado y dedicado a actividades tranquilas, lo que me ha permitido mantener el blog bastante activo hasta terminar mi diario de California. Entre medias he tenido a mis hijos por aquí (vinieron a la boda de un amigo de ambos) y también a mi amigo de San Diego, Gonzalo López, con quien me hice esta foto para mandársela a Diego Moreno, el hombre de Tijuana.


¿Es esto estar de bajón? No creo. Yo más bien diría que sigo al pie del cañón. El mundo va a toda pastilla y no se puede uno quedar parado porque la realidad te arrasa. Hace cuatro días teníamos a Cristina Cifuentes de presidenta, a Rajoy en la Moncloa, a Zidane de entrenador del Madrí y a Lopetegui de seleccionador. Esto del furgol es un carrusel de sorpresas. Zidane se mosqueó y decidió largarse. Florentino demostró muy poco tacto haciendo una OPA hostil a la Federación. Y al señor Rubiales, presidente de dicha Federación, le dio el clásico ataque de cuernos y reaccionó de la forma impulsiva tradicional: el afectado es el último en enterarse y monta en cólera. Si hubiera contado hasta cien, se le habría pasado el cabreo y hubiera mantenido a Lopetegui durante el Mundial. Pero recurrió a Hierro, un personaje cuyo lenguaje gestual durante todo el campeonato era el de un tipo que se está comiendo el brown (como dicen en Cuba). Yo no vi el partido con Portugal, porque estaba en Tijuana. Sí vi el que jugaron con Irán. Y tuve bastante. Un equipo que se enfrenta a una cuadrilla de electricistas y fontaneros y sólo les puede ganar por un gol de rebote, está condenado a perder en cuanto juegue con una selección de la zona media.

Pero las novedades siguen. El Cretino Ronaldo se ha despedido montándose una película ad hoc para camuflar que huye de los inspectores de Hacienda. Y ahora han nombrado seleccionador a Luis Enrique, el tipo al que durante años le han cantado en el Bernabeu que su padre era Amunike. Tal vez la selección no pueda volver a jugar aquí. Cosas veredes. Ya sé que a muchos de ustedes no les interesa el furgol, pero les cuento estas historias como muestra de la vorágine y la imprevisibilidad del mundo en el que nos movemos. Es algo que se puede seguir en la prensa generalista que nos asedia a diario. Medios como El inMundo están encantados con la continua hemorragia de novedades; ¿de qué vivirían si no? Pero si por algo se ha caracterizado este blog es por traer por aquí otras historias de las que no se leen en la prensa diaria. Por ejemplo. A primeros de julio, con puntualidad británica, la revista Monocle ha publicado su ranking de las 25 ciudades con mayor calidad de vida del mundo, del que ya les hablé el año pasado. Aquí tienen el vídeo de este año y abajo lo comentamos.


Comparándolo con el del año pasado, Madrid ha subido tres puestos y se sitúa sólo por detrás de las Great Six: Munich, Tokyo, Viena, Zurich, Copenhague y Berlín. Si es que no me hacen caso, pero Madrid es cojonudo, se lo llevo diciendo cinco años y me dejo la piel en ayudar a que se conozca nuestra ciudad. La revista Monocle lleva publicando este ranking desde 2006, en base a unos indicadores que se explican en la propia revista y que son invariables en principio, aunque cada año se les introducen mejoras. Con ese punto de partida, la revista manda a las distintas ciudades a sus observadores, que puntúan sobre las variables establecidas. Y he de decirles que, en 2015, cuando llegó a la alcaldía la señora Carmena, nuestra ciudad ocupaba el lugar 16. Desde entonces sube de manera bastante homogénea (tal vez haya alcanzado ya su techo). Y esto no es casualidad. A mí no me podrán ustedes calificar ni siquiera de simpatizante de Podemos. Pero el equipo de esta señora está dejando que muchos de los funcionarios opinemos y desarrollemos el trabajo para el que nos pagan. Y lo estamos haciendo muy bien (hablo colectivamente, por supuesto).

Hay que destacar también la desaparición de Portland, la última ciudad estadounidense que quedaba. Hace años estuvieron en el ranking San Francisco, Seattle y Honolulu, nunca muy arriba. Hoy ya no queda ninguna. ¿Por qué? Pues ya les he contado suficiente, yo creo. Son ciudades en las que hace falta dinero para vivir medio bien, hay centenares de homeless expulsados del paraíso por un sistema capitalista despiadado y, para colmo, uno se puede ver en medio de un incidente armado en cualquier momento. Una cosa es que yo sea un apasionado de la cultura yanqui y otra que no reconozca estos hechos. La presencia del señor Trump no ayuda mucho tampoco para que sus ciudades tengan una calidad de vida de acuerdo con los estándares de esta revista.

Por supuesto tampoco hay ciudades latinoamericanas ni africanas, faltaría más. Ni tampoco ninguna inglesa ni italiana. Curioso. París ha regresado al ranking, de donde era una habitual inquilina y situada bastante arriba. Hasta 2015. En 2016, la serie de terribles atentados y el clima que se creó tras ellos la hicieron salir estrepitosamente de esta clasificación. Este año han entrado directamente al lugar 20. Parece que el clima ha mejorado. Y, desde marzo, vive allí mi hijo Kike, algo que sin duda ha influido en esta mejora global. Por lo demás, tengo que comentar también que este año han bajado las tres principales ciudades japonesas. Tokyo ha perdido el primer lugar, después de tres años consecutivos de ser la líder de la calidad urbana. Kyoto ha bajado algo también. Y Fukuoka se ha ido hasta los últimos lugares.

Y he dejado para el final a Barcelona. La capital de Catalonia is not Spain baja dos puestos y demuestra su imposibilidad de superar la zona en torno al puesto 16. Pues qué quieren que les diga: que tampoco me extraña. Si tú eres un observador de Monocle y te reciben unos tipos que se esfuerzan en arquear el pecho para ponerte el lazo amarillo en la nariz, y por todas partes percibes cómo rezuma el rollo identitario racista, pues tenderás a bajar tus puntuaciones. Esto del prusés tiene sus servidumbres. Y, por cierto, como hace mucho que no me meto con los catalanes, pues hoy les anuncio que ya no lo voy a llamar más el prusés, sino el PRRRU-ses. Vean qué bien me sale.


En realidad, el que ha inventado esta denominación es un youtuber muy gracioso, antiguo vendedor del top manta en Valencia, llegado en patera desde Senegal, que atiende por Lory Money y cuyo canal tiene más de 80.000 suscriptores, entre los que me cuento. Dicen las malas lenguas que el tipo era atleta renombrado además de modisto, pero que tuvo que salir por piernas de su país, después de dejar embarazadas simultáneamente a dos novias ocasionales que tenía. Ahora dice que sus dos hijas son sus principales fans. Incluso ha escrito un libro sobre su peripecia en la patera y su etapa de mantero homeless. En 2014 fue detenido por no tener los papeles en regla y cuenta que los policías de la comisaría donde lo tuvieron retenido hasta que lo sacó su abogado, le pedían autógrafos y se hacían selfies con él. Pueden leer la información AQUÍ. Es un artículo de El País donde incluyen varios de sus vídeos, pero el que yo quiero que escuchen está en este OTRO. Sean buenos.

sábado, 7 de julio de 2018

752. Rajoy el resiliente

Buenos días otra vez, queridos seguidores. Empiezo así para subrayar el hecho de que me he despertado de un sueño, el que inicié el 2 de junio yéndome de viaje durante dos semanas. Un sueño que he prolongado a lo largo de otras dos o tres, por el procedimiento de seguir hablando del tema, como si todavía estuviera por la dorada California. Ahora me he despertado y descubro con asombro que mi vida y el mundo que me rodea ha cambiado un montón en este mes largo. Les hago una relación de estos cambios.

1.- Ya no tengo plaza de garaje en el trabajo. Ahora voy a trabajar en Metro-tren-Metro y llego cómodamente a la ofi con un capítulo leído del libro que me estoy ventilando. Lo del coche también es cómodo, pero si no se puede, no se puede, que diría el señor Rajoy. De todas formas, en agosto creo que volveré al coche, porque en ese mes no hay tráfico y sobra el aparcamiento en la zona. Ventajas de ir a la contra respecto a la masa.

2.- Desde el 15 de junio, en mi trabajo estamos con el horario de verano, una hora menos. Esto es algo que nos quitó el señor Rajoy cuando quiso presumir de duro ante los poderes fácticos económicos que nos han estado acogotando desde Bruselas. Porque quitarnos el horario de verano, sólo servía para deprimir al personal funcionario, ya me dirán ustedes cuál era el ahorro económico que comportaba. También se nos quitaron vacaciones, moscosos, pago del sueldo cuando estábamos de baja y otros privilegios. Privilegios que habíamos ido ganando año a año en la dura negociación de nuestro convenio, a cambio de que aceptáramos que no se nos subiera el sueldo. El señor Rajoy nos añadió dos varas de castigo adicionales: una bajada real y efectiva del sueldo y una segunda puya que comento en el punto siguiente.

3.- Sí señor, el recochineo de las medidas que nos aplicó el señor Rajoy fue añadirnos media hora más de jornada diaria durante todo el año. Media hora que no servía absolutamente para nada, puesto que no se observó que nuestro rendimiento mejorase, pero daba mucho por culo, porque te impedía ir a comer a casa y hacer una vida familiar medio normal. Esta media hora extra nos la había devuelto la señora Carmena, pero apareció la bruja Dancausa y recurrió la medida, con el argumento de que una orden estatal no se puede enmendar desde el Ayuntamiento. Y el tribunal concedió la suspensión cautelar, mientras se lo pensaba. Pues también esa media hora parece que la hemos metido de clavo en el horario de verano. Y, cuando la bruja Dancausa estaba empezando a estudiarse el tema, llegó la revolución del ciudadano Sánchez, que dio con él de Presidente de la Nación Española y con la bruja convertida en ciudadana particular Dancausa.

Así que yo me incorporé al trabajo el 19 de junio. Me contaron las novedades y decidí dejar de controlar mi cuadro de cumplimiento del horario. Resultado: el día 30, después de exactamente nueve días lectivos cumplidos, mi cuadro de junio mostraba cinco horas y media de exceso. Con el lío que tengo montado con Reinventing Cities, a mí ahora no me llega con completar el horario de verano que se me pide, para cumplir mis objetivos de trabajo. Valga esto como compensación de la penosa temporada en que debía sufrir eternas horas de cumplimiento de un horario absurdo, sin tener apenas asuntos de los que ocuparme. Ahora nos hemos pasado al otro extremo, lo que subraya lo ridículo que es ese sistema de cumplimiento de horas, minutos y segundos que no tiene nada que ver con la eficacia de las diferentes unidades y el cumplimiento de objetivos. El cuadro del horario muestra una realidad virtual, paralela a la verdadera, que algunos como yo cuidamos porque no es agradable consultar el cuadro y encontrarlo lleno de números rojos, como una cuenta de banco arruinada.

4.- Hay otros cambios sustanciales, como el bochorno que sustituye al fresquito que nos alegraba la vida antes de que yo saliera de viaje. O la mejora de la situación económica municipal que nos permite invertir otra vez en obras importantes, una vez que nos hemos quitado de los huevos el apretón del señor Montoro, que no nos dejaba ni respirar. Por ejemplo, la reforma de la Plaza de España, que ya se había dejado para la legislatura siguiente, ahora se han apresurado a sacarla a licitación.

Y 5.- Sobre todos estos cambios, sobrevuela la gran revolución de Sánchez, la jugada maestra de billar a tres bandas que ha dado en convertir al señor Rajoy en ciudadano privado que pasea en pantalón corto por Santa Pola. La verdad es que a mí me cuesta adaptarme a una realidad en la que no esté en el centro el señor Rajoy. Nos vamos acercando a cumplir el sexto año de blog. Y, cuando yo inauguré esta página, allá por el mes de septiembre de 2012, el señor Rajoy ya era nuestro Presidente. En este blog se han hecho proclamas pidiendo al cielo que, por favor, se fuera de una vez, que nos quitaran de en medio a tan nefasto personaje. Por ejemplo, pueden leer AQUÍ, uno de esos panfletos que, con la perspectiva del tiempo, me sigue pareciendo certero, aunque esté mal que lo diga. Y no es el único, pero no quiero sobrecargarles de deberes lectores.

El calvario ha sido largo, pero no hay mal que cien años dure y, cuando menos se esperaba, cuando ya tenía sus presupuestos aprobados, un viento también certero se lo ha llevado como a semilla de conífera. Y resulta que debajo no había nada. Ya saben que, convocadas esa especie de pseudoprimarias que han montado, el número real de militantes era la décima parte de los que se decía. Era un falso partido. Arropando a Rajoy había cuatro gatos. Eso explica muchas cosas. Por ejemplo, que Feijoo haya dicho que aparten de él el cáliz de la secretaría general. E incluso la propia corrupción intrínseca de sus estructuras. Con tan poca militancia real, tenían que recurrir a la corrupción para simular ser el partido que no eran. Todo esto agiganta la figura de Rajoy. Él era todo, para bien y para mal. También se explica ahora que su partido le tolerara el tancredismo, rayano en el absentismo laboral, de su última trayectoria.

En este blog se han escrito panegíricos de personajes que no son santos de mi devoción, como Esperanza, Botella y, en el otro lado del espectro, Fidel Castro o Ceaucescu. Todos esos textos pretendían ser acercamientos desprovistos de prejuicios o sesgos ideológicos previos. Ahora mismo me siento incapaz de hacer algo similar. Rajoy es una persona a la que la vida le ha ido arrastrando a lugares en los que no quería estar, puesto que está claro que lo único que le ponía era ver fútbol, descansar, caminar dándose aire con los codos como pollo perseguido y fumarse puros. Sobre sus últimas horas de presidente, yo sigo sosteniendo mi tesis. Cuando Sánchez presentó la moción de censura, salió a la palestra inusualmente enfadado. Estaba furibundo, como nunca se le había visto. Esto se debía a que tenía que cancelar el viaje a Kiev a ver la final de la Copa de Europa. Porque, por entonces, ni él ni nadie pensaba que Sánchez tuviera la más mínima posibilidad de ganar el envite.

Cuando se vio que el PNV se cambiaba de bando, Rajoy abandonó el hemiciclo y desapareció. Luego se supo que estaba encerrado en un restaurante. Estuvo allí más de siete horas de sobremesa. Y también tengo claro lo que pasó. Todas las fuerzas vivas del partido intentaron convencerle de que dimitiera, para desactivar la moción y mantener en el gobierno al PP con Soraya al frente. Pero fue imposible convencerle. Porque si algo sabe hacer este señor es resistir. Rajoy es un ejemplo prototípico de resiliencia, ese palabro que se ha puesto tan de moda. Y además es gallego. Quiere esto decir que, por entre las brumas del humo de los sucesivos puros que seguramente se fumó en esa larga tarde, este señor divisó los difusos contornos de un futuro dorado de ciudadano particular, con pantalón corto, que ya no está obligado a soportar el coñazo del desfile, ni ningún otro coñazo.

Tengo que decir que me siento bastante identificado con el señor Rajoy. Después de un mes hablando de mi viaje maravilloso, anoche, por primera vez en mucho tiempo, me acosté pensando: y mañana, el coñazo de escribir otro post. Una más de las frases proverbiales de este señor, que alguien ha recopilado en el vídeo que les dejo de regalo. Que pasen un buen finde.





miércoles, 4 de julio de 2018

751. El final del viaje maravilloso

Poco queda ya por contar, pero he reservado un hueco para hacer una especie de epílogo o unas reflexiones acerca de este viaje recién terminado, tal vez el viaje bloguero ideal, una delicia para mí. En primer lugar, creo que es algo económicamente al alcance de cualquiera de ustedes. En mi post anterior les puse el coste de mis trayectos en transporte público. Trolley de la frontera a San Diego, 1,35$. Tren San Diego-Los Ángeles, 30,31$. Metro a mi hotel, 1,75$. Total: 33,41$. Es decir, unos 29€. O sea que mis desplazamientos me han costado: 601€ Madrid-Los Ángeles ida y vuelta, 43€ Los Ángeles-San Francisco, 105€ San Francisco-San Diego, 1€ cruzar a Tijuana y 29€ Tijuana-Los Ángeles. Total 779€ en transportes. Es muy poco dinero. A mí me gusta llegar a las ciudades y coger un taxi que me deje a la puerta del hotel con las maletas, pero incluso eso se puede hacer en transporte público.

En cuanto a los hoteles, ya saben que soy bastante sibarita. En este viaje me he alojado en un hotel caro, el Hampton para tres noches en Los Ángeles a la ida y una más a la vuelta. Otro, digamos, medio: el Kensington Park de San Francisco, que desde ya les recomiendo. Un tercero, muy barato, tipo motel de carretera, el Downtown San Diego Lodge, para una noche en San Diego. Y tres noches de gorra en casa de mi amigo Diego, en Tijuana. Más la última noche que aun no he contado, en el avión de vuelta. Creo que no es difícil encontrar alojamiento barato en el centro de las ciudades americanas. Por último, la comida es algo que puede resolverse entre pizzerías, hamburguesas y restaurantes de nivel medio. Les digo todo esto para que se animen, hombre. San Francisco merece una visita. Otra cosa: el viaje no es el doble de largo que el de Nueva York. Entre Madrid y Nueva York se tardan casi 10 horas. De Nueva York a Los Ángeles no llegan a 4. Es lo que les puedo decir. Así que: ustedes mismos.

Mi relato se detuvo en el momento en que llegué en el Metro a la estación Downtown Santa Mónica, donde nos hicieron un control para ver si llevábamos billete. Me dirigí al Hampton Hotel, donde las chicas de la recepción me saludaron cariñosamente. Esta vez me habían dado una habitación de una sola cama y en una planta más alta. Apenas deshice el equipaje, pero saqué el ordenador para hacer el check-in on line de mi vuelo a Madrid del día siguiente. Luego me eché una cabezadita en la lujosa cama que tenía a mi disposición. Cuando desperté, bajé a recepción a imprimir mis dos tarjetas de embarque (hacía escala en Nueva York) y reservar un taxi para el día siguiente. Subí a dejar los papeles en el cuarto y salí a la calle rumbo al océano.

Traía un plan en la cabeza. Cenar en un restaurante cercano para acostarme pronto y descansar para la paliza del día siguiente. Con esa idea me acerqué al restaurante mexicano Chez J, que conocía de mi última noche en LA. Pero no tenía hambre. Después de mi viaje en diversos medios de transporte y una pequeña siesta, estaba en Los Ángeles a las 6 de la tarde, descansado y con muchas horas de luz todavía. En mi anterior visita, había salido con la noche cerrada y me había parecido un lugar romántico, donde no se comía mal. Pero ahora, a la luz del día, el Chez J me pareció un lugar vulgar, lleno de macarras. Aun así reservé para las 9.

En realidad, todo el paseo marítimo, a la altura del muelle de Santa Mónica, estaba abarrotado por una multitud abigarrada, bullanguera, basta y paleta, nada que ver con la gente que llenaba la Haight Avenue de San Francisco el domingo anterior por la mañana. Vamos, que, si aparece por aquí un tipo desnudo y con estuche peniano, lo sacan a bofetadas. Cierto que era sábado por la tarde, pero aun así. También el personal que hacía picnic en el parque Dolores la tarde del sábado anterior era culto, educado, tranquilo. Definitivamente, Los Ángeles no es San Francisco. Otro indicativo: en LA es constante la presencia de coches tuneados, con una música tipo reggaetón a volumen brutal y un sujeto al volante con aires de matón, gafas negras, cigarrillo y codo sobre la ventanilla bajada. En San Francisco, mentiría si dijera que no vi ninguno: alguno había, pero eran contados. Los Ángeles es una ciudad mestiza, de aluvión, sin la clase de SF, pero llena de vida y de energía. Una síntesis de todo ese espíritu, la pueden encontrar en el siguiente vídeo. Es una canción de Offspring, un grupo de neopunk, ya veterano, de un suburbio playero de Los Ángeles. He de decir (como el chaval del chiste del sulfhídrico) que a mí me gusta. Ya saben que tengo una vena hortera que nunca he disimulado. Para escucharla han de pinchar AQUÍ.

Eso es Los Ángeles. Pero tengo que reconocer que el paseo marítimo estaba bonito aquella tarde. Como la otra vez me había dirigido al sur, a Venice, esta vez decidí caminar hacia el norte. Muy pronto, la multitud se fue aligerando y ganando en calidad. Ahora había familias de clase media alta, gente paseando al perro, parejas de novios, grupos tranquilos de amigos, chicas vestidas de sábado. Tal vez el muelle de Santa Mónica sea el centro de la pachanga barata de los sábados. Seguí mi camino, hasta que, de pronto, me saltó a los ojos un letrero: Montana Avenue. Y fue como una revelación. La avenida de Montana empezaba allí en perpendicular al mar. Al fondo, a la altura del número 1.100, estaba el Father’s Office, el lugar de público mezclado, favorito de mi amiga Shannon Ryan, donde en su opinión se sirven las mejores hamburguesas de Los Ángeles.

Estaba en una encrucijada (It’s me in the corner). Podía regresar por la orilla del océano, volver a integrarme en el mundo bullanguero que acababa de dejar y cumplir con mi reserva en el Chez J. O bien caminar hacia el interior, remontando la avenida Montana, para llegar al Father’s Office, comerme una hamburguesa estupenda y disfrutar de ese otro mundo, el de la gente de calidad de LA, que también existe. Ese otro LA es el medio por el que se desenvuelve Shannon Ryan. Y mola todo. Un mundo que podemos simbolizar en otra canción: la que le dedicó a la ciudad Sheryl Crow y que constituyó uno de sus primeros éxitos. Ya saben: lo único que quiero es divertirme, sin parar, toda la noche, hasta que el sol salga sobre el Santa Mónica Boulevard. Esta vez, caprichos del Youtube, han de pinchar en la imagen.


Supongo que ya imaginan por cual de las alternativas me decidí. Llegué al Father's Office mucho antes de lo que esperaba: la numeración de la avenida se reiniciaba por centenas en cada esquina. O sea, que en la primera manzana había a lo mejor diez portales, pero uno cruzaba y el siguiente número era ya el 100. Sólo se trataba, pues, de recorrer diez manzanas, por un trayecto agradable y con pocos peatones. Me comí una Office's Burger sensacional con una pinta de draught IPA beer, la última del viaje. Una forma excelente de despedirme de LA. Luego regresé de anochecida, zigzagueando por Lincoln, Santa Mónica Boulevard (sin esperar a que saliera el sol) y 5ª Avenida, hasta el hotel. Había muy poca gente en las calles, sólo algunos tipos paseando al perro, que me miraban con curiosidad: aquí lo raro es el peatón. Dediqué un rato a redistribuir mis cosas entre la maleta y el maletín que constituían mi único equipaje. Y aun tuve margen de escribir algo en el blog, antes de quedarme dormido.

El domingo, 17 de junio, me levanté a las 6, disfruté del fastuoso buffet del Hampton, subí a lavarme los dientes y bajé otra vez con mis bultos. Un taxista chino me esperaba para llevarme al aeropuerto, ese día con menos atasco. Pasé un exhaustivo y tedioso control de seguridad, aunque esta vez no me pitó el brazo de Robocop, y llegué a la puerta de embarque. Había WiFi y tenía más de una hora. Tenía empezado un post llamado La noche de un día duro y me puse a rematarlo. A mi izquierda se empezó a congregar un grupo creciente de latinos, en torno a un televisor en el que se podía ver el partido Alemania-México. La expectación era máxima y menudeaban los huuuuyyys, de lo que deduje que los mexicanos estaban haciendo un buen papel.

En un momento dado, me llamaron por mi apellido por megafonía. Me acerqué al mostrador. Un azafato me pidió el pasaporte y se lo di. Pregunté si pasaba algo. ¿Cómo dice? –inquirió el tipo, frunciendo el ceño y quedándose inmóvil en mitad de un movimiento con mi pasaporte en el aire. Parecía de mal humor. Disculpe, es que no he estado atento a lo que decían por megafonía y no sé por qué me han llamado. Usted va a subir a un vuelo internacional, ¿no? Claro que sí, señor. Y a mí me toca revisar su pasaporte. Desde luego, señor. Más tarde comprendí lo que sucedía. En Nueva York ya no tendría que pasar ningún control más. Eran dos vuelos, pero es como si fuera uno solo. Con tantos trajines, no sé ni cómo pude terminar el post, es realmente meritorio que lo lograse. Lo terminé a la carrera, cuando ya la gente estaba embarcando. Mientras mandaba mi habitual mensaje al mailing de seguidores, la peña rugió puesta en pie: acababa de marcar México. Cerré mi maletín y me incorporé al final de la cola. El partido estaba en el descanso y le mandé un whatsapp a Diego animándole a creer (él estaba convencido de que iban a perder seguro). 

En la misma puerta del finger que me llevaría al avión, me cogieron la maleta y le pusieron una etiqueta. Tenía que facturarla, porque ya no cabían más equipajes de cabina. La recogería directamente en Madrid. En el avión ofrecían WiFi, algo que no había visto nunca. Siga conectado en el aire, igual que si estuviera en tierra. Luego supe cuál era el truco. Te ofrecen una conexión gratis que va como el culo. Y cada poco te falla y te preguntan si no quieres cambiar a una de pago. Pero aquella conexión cutre fue suficiente para que me entrase un whatsapp de Inmaculada alertándome de las múltiples erratas que tenía mi texto recién colgado. A pesar de lo difícil que era trabajar en esas condiciones, no cejé hasta que lo dejé niquelao. Entonces me desconecté definitivamente de aquella tortura y me concentré en la comida, generosa como siempre con Delta Airlines.

Consistía en un pastrami sándwich gigante, que me tomé con dos vasos de vino tinto. No había tiempo para más: el vuelo LA-Nueva York dura apenas 4 horas. En el aeropuerto JFK no tuve que pasar ningún control, como les dije antes. Por el pasillo de los transfers accedí directamente a la puerta de embarque para Madrid. Tenía un problema: el cargador del móvil se había quedado en la maleta facturada. Entré en una tienda de regalos y me compre un cable con entrada USB. Le di al de la tienda todos los sueltos en dólares que me quedaban y me cobró el resto con la tarjeta. Así vacié mis bolsillos de moneda americana. Subí al avión y conecté el cargador bajo mi asiento. Eran las 3 de la tarde de Los Ángeles. Las 6 de la tarde en Nueva York. Y las 12 de la noche en Madrid. Me sacaron una cena rápida, con más vino, y la rematé con un somnífero, para cortar el jet lag.

Llegué a Barajas a las 9 de la mañana del lunes 18 de junio, pero que, en mi ritmo circadiano losangelino, eran las 12 de la noche del día anterior. Menos mal que le había dado morcilla a los ritmos circadianos con el somnífero. Recogí la maleta facturada sin novedad y me cogí el Metro a casa. Me había pedido el lunes de permiso y no tenía prisa por llegar. Hasta el martes no me incorporaba al curre. Tuve todo el día para recoger mis cosas y vaguear entre siestas intermitentes. Había sido un viaje magnífico. Y con una serie de momentos mágicos. El soul del negro veterano en el aeropuerto de Atlanta. Mi selfie con Shannon en el Bradbury. Las entrevistas en el Ayuntamiento de San Francisco. Mi baño de pies en el Pacífico. La noche loca en The Saloon. El mercadillo de Haight y los nudistas. El paseo por el Golden Gate Bridge. El taxista borrico de San Diego. Mi encuentro con Diego Moreno y la presentación de La Lancha de dos Proas. Y tantos otros instantes únicos. Aquí han quedado reseñados, para que no se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Ahora podré pasar a hablarles de Rajoy y otras menudencias. Gracias por su paciencia.