viernes, 26 de enero de 2024

1.267. Perfect days

Pues en esta especie de diario que les voy desvelando en estos textos ahora un poco más espaciados, la verdad es que han sucedido bastantes cosas de las que se suelen contar en el blog. El sábado fui a clase de yoga, desayuné en La Casa de las Torrijas y me dirigí a Sol para coger el Metro en dirección sureste, hasta el antiguo pueblo de Vallecas. Allí, en el auditorio de Las Trece Rosas, escenario de tantas actividades culturales y vecinales históricas, la Big Band Vallecana que dirige sin batuta mi amigo Henry Guitar, daba una lección teórico-práctica sobre la historia del jazz, a una audiencia formada sobre todo por abuelas del barrio que asistían muy atentas a las explicaciones de Henry entre canción y canción, en medio de un frío considerable, que hacía que la gente fuera corriendo las sillas para aprovechar el sol lateral que intentaba elevarse sobre el barrio.

Al final, la historia del jazz derivaba en su infiltración en el mundo del rock y del pop, lo que llevaba a la interpretación de Smooth Operator y otras canciones extraordinarias en las que se lució María, la cantante que actúa puntualmente con la orquesta. Les pongo abajo el cartel anunciador del evento, que se pegó por todo el barrio y un par de vídeos que grabé yo mismo, el primero con un fragmento del Smooth Operator y el segundo con un momentazo del que los músicos no se enteraron, concentrados en hacer música, mientras el servicio municipal hacía oídos sordos al concierto y seguía a los suyo, a vaciar los contenedores de basura que estaban detrás. Fue el colofón de una performance que luego nos llevó a Palomeras a trasportar los instrumentos, incluida la batería de Críspulo con todos sus pertrechos, y cerrar la mañana ya cerca de las cuatro de la tarde en el bar Los Cuñaos.



Fue el primero de una serie de días en los que todo me ha salido bien, toquemos madera pero no cabe duda de que estoy en una cierta buena racha tras un comienzo de año puñetero. El domingo por la mañana había pedido cita en la tienda de Orange del Centro Comercial Príncipe Pío, en donde tengo contratado el WiFi. Me enteré de que los domingos abre, aunque más tarde, a las 11.00 y pensé que era un buen momento para ir a verlos. Tenía dos cosas de que hablar con ellos. La primera, derivada del hecho de que, cada vez que vienen a casa mis hijos, me dicen que me están estafando, que yo pago 69€ al mes por el WiFi, mientras ellos pagan como 35. Hablé con la chica y me aclaró algunas cosas. Por ejemplo, yo tengo una línea fija de teléfono que no uso, además de una segunda línea de móvil que tampoco uso y el acceso a las ofertas de la Televisión Orange de la que tampoco hago uso alguno. La chica me dijo que la línea fija es necesaria porque por ella entra la fibra y que las otras dos cosas, si no las uso, no me generan ningún coste adicional mensual.

Lo cierto es que el contrato que tengo suscrito con ellos me incluye la suscripción a Netflix, que sí uso, y algunas otras cosas. La chica me convenció de que estaba bien lo que pagaba y pasamos al segundo punto. Se trata de que yo necesito cambiar de móvil. Mi Huawei yo creo que lleva conmigo doce o catorce años y va bastante bien, pero la batería se descarga enseguida. Cuando estoy de viaje, por ejemplo en mis recientes visitas a París y Londres, yo salía por la mañana con el móvil a 100% de carga y a las dos de la tarde ya no tenía nada, con lo peligroso que es quedarse sin batería en una ciudad que no conoces muy bien. Un amigo me dijo que vaciara un poco los archivos de fotos y vídeos que tengo en el móvil. Lo hice y pasó a apagarse a las tres de la tarde. Le cambié la batería en unos chinos al lado de mi casa y la hora del colapso se retrasó a las seis. Estaba claro: necesitaba un móvil nuevo.

Y aquí, la chica de Orange me hizo una oferta de las que decía don Vito Corleone que no se podían rechazar. Por 3,50€ al mes durante dos años, me daban un nuevo Huawei, que ahora se llaman Honor, y que son cojonudos. Llevaba previamente la idea de no llevarme nada así de primeras, para consultarlo con la almohada. Una precaución que tenemos los anticonsumistas recalcitrantes. Pero luego consulté con un amigo que sabe del tema y le pareció bien. La cosa tiene una explicación. Yo tengo con ellos un contrato sin permanencia. Si yo acepto esa oferta, les garantizo una permanencia de dos años, hasta que termine de pagar el móvil. La guerra entre compañías es como la ley de la selva, el capitalismo salvaje en estado puro. Y Orange tiene claro que le compensa ofrecer esa ganga con tal de blindar a un cliente por dos años. A mí me viene cojonudo, estoy contento con Orange y no pensaba dejarlos, pero necesitaba un móvil nuevo y ya lo tengo, como les contaré después.

El lunes no hubo nada fuera de lo normal, estoy trabajando en la preparación de mi presentación en París y en otro proyecto que todavía no les puedo desvelar y, aparte mi clase vespertina de yoga, no salí de casa. El martes tuve mi clase de inglés por la mañana y después me acerqué a la tienda de Orange para llevarme el nuevo aparato. Pregunté si me podían echar una mano para pasar los datos de uno a otro terminal y me dijeron que para eso tienen un servicio gratuito en la tienda de la Puerta del Sol, para el que pedí cita. Por la tarde había quedado con mi amiga S. para ir a ver la exposición de Luis Gordillo en Alcalá 31. Luis Gordillo es el gran pope del arte abstracto en España, está a punto de cumplir los 90 y se mantiene en una forma envidiable. La exposición muestra únicamente su trabajo de los últimos veinte años y es ciertamente sorprendente. Se iba a cerrar a primeros de año, pero han decidido prorrogarla hasta mediados de marzo, a la vista de la afluencia de público, sobre todo muy joven, ya que el arte de este hombre interesa a las nuevas generaciones. Hice algunas fotos de obras que me gustaron especialmente y una de conjunto del espacio expositivo.




Después de la exposición, caminamos un rato en el atardecer que empezaba a traer un aire templado y nos llegamos a Casa Manolo, frente al Teatro de la Zarzuela, un clásico del vermú y la cerveza de barril en el que suele uno encontrarse a los diputados del Congreso, cuando terminan sus jornadas agotadoras de discusiones e insultos. El miércoles había quedado a comer en el restaurante Jai Alai con mis antiguos jefes de la Oficina del Plan, en un grupo al que solía acudir con mi querido Amigo X y que esta vez se convirtió en un homenaje a su memoria, al que invitamos a la que fue su secretaria durante la mayor parte de su carrera. Pasamos un rato muy agradable, alrededor de unos bacalaos al pil pil soberbios. Y por la tarde, cogí el coche para bajar a Palomeras a mi clase de guitarra de cada miércoles.

Pero realmente, el día más decisivo de toda esta semana era el jueves, como les cuento ahora. Ese día, tuve mi clase de inglés y luego me afeité, duché y perfumé profusamente, antes de coger el Metro hasta la estación Begoña, al norte de la ciudad. Desde el Metro, caminé por el borde del barrio para llegar al Hospital Ramón y Cajal. Allí, en la tercera planta, tenía la consulta de control de la estenosis de mi arteria carótida derecha. Hace dos años me dieron el susto del siglo con motivo de esta historia, como les recuerdo brevemente. La doctora a la que visité para un chequeo de rutina, me prescribió una prueba que se llama eco-doppler. En la prueba, se detectó una estenosis importante, por la que un matasanos de la medicina privada me quería rajar para limpiármela como si fuera un experto en saneamiento de tuberías de la edificación.

Ante ello recurrí a la medicina pública, donde un doctor cantarín dictaminó que mi estenosis era de 50/70, lo que no requería en su opinión cirugía de ningún tipo, sino un seguimiento del tema que empezó seis meses más tarde con una segunda revisión en la que se verificó que la cosa seguía exactamente igual. Otros seis meses más tarde, el resultado volvió a ser idéntico, lo que determinó que la siguiente revisión sería en un año. Un año que se cumplía precisamente este jueves. Me atendió esta vez un residente, que volvió a encontrarlo todo igual y con el que hice una cierta amistad que le llevó a abrirse conmigo.

Así de modo informal, me dijo que él, obviamente, no iba a contradecir a su jefe, pero que había comprobado una serie de variables en relación con el flujo sanguíneo, la velocidad de circulación, etcétera y, en su opinión, ciertamente la observación determinaba un 50/70, pero para él mucho más cerca del 50 que del 70, tanto esta vez como las tres anteriores. Está la cosa bien clara. El doctor cantarín no quiso llevarle radicalmente la contraria a los de la privada y se curó en salud, teniendo en cuenta además que las estenosis de 50 a secas no se tratan, porque las tiene todo el mundo a nuestras edades. Yo tengo claro que esa estenosis proviene de los tiempos en que tenía el colesterol alto, algo que no me pasa desde hace bastantes años.

Así que no me podían haber dado una noticia mejor. La sensación de alivio fue arrasadora, porque uno va siempre a estas cosas un poco cagado y más a ciertas edades. El caso es que desde allí, cogimos el Metro (la chica que me acompañaba y yo) para llegar a la zona de Plaza de España, en donde nos obsequiamos con una comida de celebración en un restaurante japonés de la calle Buen Suceso. Caminamos luego por la zona del Templo de Debod, en una tarde ya decididamente primaveral y continuamos hasta Ópera donde nos despedimos y yo caminé hasta mi casa a echarme una siesta con el gato. Era luna llena y eso determinaba que no tenía clase de yoga, pero yo necesitaba salir a celebrar las buenas noticias. Así que me acerqué al Ricla, a tomarme unas alubias pintas con morro y costilla, acompañadas de una cerveza y un par de vasos de Rioja. Y desde allí caminé hasta el cercano Cine Ideal.

Había sacado por Internet una entrada para ver Perfect Days, la película que Win Wenders ha rodado en Tokio con actores japoneses, que es una maravilla, un colofón digno de un día de verdad perfecto. Hace una eternidad, Wenders nos emocionó a todos con unas cuantas películas fabulosas, especialmente Alicia en las ciudades, El amigo americano y París-Texas. Tres auténticas obras de arte. La siguiente, El cielo sobre Berlín, a mí ya me pareció un poco coñazo, con su misticismo y su rollo trascendente. Y después hizo una serie de bodrios que a mí dejaron de interesarme, hasta el punto que dejé de ver sus películas. Y ahora, a la vejez, parece retomar su carrera con un brío insospechado. La película cuenta la vida cotidiana de un tipo cuyo trabajo es limpiar los baños públicos de la ciudad de Tokio, una mañana tras otra y que es feliz así, recorriendo la ciudad de un baño a otro con un cochecito en el que va escuchando cassetes con unas canciones que componen una banda sonora fabulosa.

El actor protagonista es extraordinario y consigue expresar la felicidad de un tipo que no le pide más a la vida y su carácter metódico que le ayuda a sentirse mejor cumpliendo puntualmente con las rutinas que él mismo se ha establecido. En el desarrollo del film van sucediendo otras cosas que no les voy a desvelar, pero que cuentan bastante sobre cómo el tipo ha llegado a ser limpiador de váteres. Les diré que salí emocionado y caminé en mitad de la noche por entre las masas de juerguistas de jueves hasta mi casa, en donde dormí como un cura. Hoy he disfrutado de mi condición renovada de hombre sano, he subido a Sol a que me configuraran el nuevo móvil y he aprovechado para comprar café en La Mexicana, para alimentar mi estupenda cafetera De Longhi Magnífica. Y, tras descansar un rato, me he puesto a escribir para ustedes.

Les diré que ya tengo hora para que me extirpen los carcinomas del pecho y el cuero cabelludo el próximo día 31; por suerte se han dado prisa en convocarme. De aquí a entonces espero que los acontecimientos sigan fluyendo suavemente y me permitan preparar mi clase del próximo día 16 de febrero. El tiempo primaveral y las temperaturas templadas contribuyen también a generar esta serie de perfect days que estoy viviendo, en la compañía impagable de Tarik Marcelino. La película de Wenders (que les recomiendo que vean sin dudarlo), saca su título de una canción de Lou Reed, que se escucha a mitad de metraje y que les dejaré de regalo al final de este post. El día en que murió Lou Reed, yo escribí un post en su memoria en el que contaba algunas cosas de esta canción, que no les voy a repetir aquí, porque es muy tarde y tengo que cortar.

Escúchenla y pórtense bien, como suelo decirles. Si un limpiador de váteres puede ser feliz con la simple compañía de unos cassetes, resulta casi obsceno que nos quejemos de nuestra situación, y menos si pensamos en lo que está sucediendo en Gaza y en Ucrania. Así que lo dicho: que sean buenos y pasen una buena noche.

viernes, 19 de enero de 2024

1.266. Ahora si que empezamos

Bueno, como en tantas cosas en la vida, yo llego a este año con retraso. El otro día les hice el resumen del año terminado con 12 días de retraso y en realidad es ahora cuando inicio este año de 2024, Dios nos ampare, como decían antes las señoras enlutadas de los pueblos. La verdad es que he pasado un período de un cierto desaliento, inducido por las navidades, una pausa en el discurrir del mundo que nunca me resulta grata y agravada este año por un virus que me ha dejado KO durante bastantes días y del que ya me siento completamente curado. Gabriel García Márquez llamaba a ese sentimiento desolado el desgano. Y yo he pasado las navidades con un cierto desgano que no conseguía quitarme de encima. Durante ese tiempo, me he apoyado en dos pilares anímicos sólidos: Tarik Marcelino Martínez y Samantha Fish.

Tarik es un gato cojonudo, yo no he conocido otro igual. Es un tipo, listo, cariñoso, con carácter y continuamente pendiente de lo que está pasando a su alrededor. Los días en que estuve de bajón, estaba ciertamente preocupado, me arropaba mucho y me suponía un apoyo anímico importante. Tarik vive muy bien y últimamente está un poco gordo, pesa seis kilos, por lo que le estoy sometiendo a una cierta forma de dieta. Eso lo entiende regular, porque dentro de su concepción del mundo, en la que él se siente Dios y yo soy una especie de lacayo suyo para todo, le molesta bastante que su cuenquito de comida esté vacío. Y me lo hace saber con sus maullidos y su gestualidad corporal completa. Si se lo lleno, a lo mejor ni siquiera come un poco, pero ya se tranquiliza.

Saben ustedes que los maullidos son un lenguaje que los gatos han desarrollado exclusivamente para comunicarse con los humanos; que entre ellos no se maúllan sino que se bufan, se regañan y se atacan medio en serio, medio en broma. A Tarik sólo le falta hablar, pero es súper expresivo. El día que me quedé levantado para ver un partido de la selección española de fútbol femenino que se jugaba a las cuatro de la mañana, sus maullidos expresaban claramente una idea: venga, jefe, ¿cuándo nos vamos a dormir? Y es muy curioso, pero, cuando me pide que le llene el cuenco de comida, sus maullidos adoptan un acento claramente gallego: ¿e logo, pero cando se come nesta casa, carallo? Un gato que sabe maullar con acento gallego es ciertamente un portento.

Lo de Samantha es otro tema que me ha ayudado a superar el bache. Cada día me ponía sus discos a todo volumen, especialmente los dos que me firmó en octubre en Bexhill on Sea, que son fabulosos. Sam ha completado un año muy bueno en su carrera al estrellato, reconocido por ejemplo con su nominación al Grammy al mejor disco de blues contemporáneo. El experimento de tocar con Jesse Dayton le ha gustado y ahora anda haciendo duetos con otros músicos con los que intenta desarrollar sus capacidades en el directo. Como muestra de todo esto, la revista Where y’at, una de las mejores revistas de Nueva Orleans que informa de su actualidad cultural, similar al Time out de otras ciudades, le ha dedicado su primer número del año, que se publicó el día de año nuevo. Vean en primer lugar la portada de este número especial.

Espectacular como siempre, mi querida Sam. En el interior de la revista, que está dedicada a informar de los conciertos y saraos culturales que se avecinan cada mes, no suele haber artículos con mucho texto, pero esta vez le dedican a Sam una doble página en el centro con una larga entrevista que le hace una tal Emily Hingle, en la que se muestra como es. Un texto que ayuda a conocer mejor su personalidad y también explica por qué me fascina esta mujer que canta, compone y toca la guitarra eléctrica como los ángeles. Me he molestado en traducir para ustedes el reportaje. Así que les pongo arriba la imagen de la doble pagina central de la revista de marras y debajo la traducción de la entrevista.

La mujer que trabaja más duro con tacones, por Emily Hingle

Rapsódica es una palabra que describe bien a la artista musical Samantha Fish.

Saliendo al escenario con ajustadas ropas de cuero y altos tacones de talla imposible, empuñando su guitarra como un arma, y agitando sus rizos rubio platino con cada nota, Samantha cautiva a su audiencia con calientes riffs y un estilo muy difícil de ver hoy en día. Esta creadora de blues explosivo está empeñada en llevar su música auténtica y significativa a los escenarios alrededor del mundo, revigorizando una escena que la inspiró a ella a coger una guitarra cuando era sólo una niña

Nacida en Kansas City (Missouri), Samantha ha subido de rango hasta ser reconocida como uno de los más geniales músicos de blues vivos hoy en día, aunque aún hay recalcitrantes que dicen que su línea de blues no es lo suficientemente tradicional como para ser incluida en el género. ¿Está permitido evolucionar? ¿Llamas a eso todavía blues cuando ha evolucionado más allá de la forma tradicional? –se pregunta Samantha. Supongo que hay una delgada línea entre lo que la postura purista consideraría diluir un género (incluyendo demasiadas cosas que supuestamente traicionan su esencia) y lo que otras personas piensan que simplemente se trata de expandirlo o comprenderlo. Esto es sólo la siguiente evolución y si no dejas que la música evolucione, morirá.

Cuando comenzó tocando en pequeños locales en su ciudad natal y áreas circundantes, los entusiastas del blues eran personas de mediana edad y mayores, que preferían el blues tradicional. Pero la ambición de Samantha creció y también su repertorio. A medida que fui publicando diferentes álbumes, nos acercamos más al moderno country y sacamos un disco que tocó el pop y el rock'n roll. Veo diferentes edades en nuestro show, y depende de la región. Cuando giramos por la Costa Oeste veo una afluencia más mezclada. En cambio en la Costa Este el personal tiende a ser un poco mayor. Es emocionante para mí ver esa variedad demográfica, porque yo quiero conectarme con la mayor cantidad de personas posible.

Samantha Fish es uno de los muchos artistas jóvenes que se entregan a sonidos y estilos que podrían considerarse nostálgicos, debido a la ausencia de ritmos creados por computadora e interpretaciones sobre pistas de acompañamiento pregrabadas. Pero el arduo trabajo de Samantha y sus colegas, como Billy Strings y Lindsay Stirling, está dando sus frutos al atraer fans de todas las edades, espectáculos con todas las entradas agotadas y cabezas de cartel en grandes escenarios. Dice Samantha: Hay muchos buenos músicos jóvenes por ahí tocando en directo. Me viene a la mente Gary Clark Jr. como alguien a la vanguardia del blues, que lo está impulsando hacia adelante. Gary lo está haciendo realmente bien. Creo que hay una auténtica pasión por la gente que toca bien y por la instrumentación en vivo, así que estamos en el buen camino.

Aunque considera a Nueva Orleans como su hogar, la realidad es que a menudo está de viaje. Las giras son casi la única fuente de ingresos para los músicos, ya que las ventas de álbumes físicos han dado paso a las descargas, el streaming. Y las descargas no les rinden beneficios como solían hacerlo los CDs. El aumento de las descargas va parejo a la disminución de las ventas. Se puede ver hacia dónde se dirigen las cosas. Creo que a veces simplemente hacemos álbumes como soporte de la siguiente gira, porque ahí es donde está todo el dinero hoy en día. Todos nos hemos visto obligados a lanzarnos a la carretera y eso es caro. Así que es casi imposible cuadrar cuentas, afirma honestamente Samantha.

Aún así, le encanta estar de gira, tocar la guitarra y cantar con todo su corazón para su creciente número de fans. Es ese compromiso de hacer actuaciones en vivo que se quedan en la memoria de sus fans lo que Samantha siente que salvará la música para las generaciones futuras. Ella reflexiona: Ves la trayectoria que está tomando la música moderna y lees todos esos artículos aterradores sobre canciones de Inteligencia Artificial creadas en ordenadores, que es lo más alejado de una persona real tocando un instrumento. Cuanto más se popularice eso, creo que habrá un deseo creciente de acudir a actuaciones auténticas, en persona y con una conexión real. De verdad lo creo. Porque la música ha sido siempre esa herramienta universal que nos conecta a todos a través del lenguaje, a través de los sentimientos, a través de todo. La música está en todos nosotros. Mientras la gente busque eso, habrá demanda. Creo que siempre habrá gente que quiera esa conexión real y ese sentimiento real, y eso es algo que sólo puedes obtenerlo de otros seres humanos.

Ya sea en la carretera o aquí en la ciudad, el talento de Samantha Fish es innegable. No sólo es una cualificada guitarrista y vocalista, que gana premios y ocupa los primeros lugares en las listas de éxitos, sino que también está llamando la atención de personas que de otro modo nunca habrían oído o visto a alguien tocando un blues tan alegre y conmovedor. Tienes que crear momentos para las personas, dice sobre cómo capturar y mantener esa atención en un mundo lleno de ruido, en una época de clips, de tiempos de atención minúsculos. Y Samantha está contenta con cómo le han ido las cosas desde que empezó a tocar la guitarra cuando era una niña. En lo que a mí respecta, mi versión del blues está funcionando bastante bien. Agacho la cabeza y me pongo a preparar fechas de gira.

Samantha, además de todo esto, es una mujer muy atractiva, yo la he visto en persona y es un pedazo de mujer de 1.70 que se mantiene en muy buena forma. Es tan atractiva que hasta mantiene el sex-appeal cuando sale fea en una foto, como en las dos que les voy a poner abajo, que demuestran que hay fotógrafos con muy mala leche, pero a ella no le importan, se ríe las tripas con este tipo de fotos y es ella misma la que las publica en sus redes.


Entre el 25 de abril y el 5 de mayo se celebrará en New Orleans el Festival de Jazz y Blues que organiza cada año la Jazz and Heritage Foundation. Pero este año parece que han tirado la casa por la ventana. El programa es fabuloso, con los Rolling Stones como cabeza de cartel y, por supuesto Samantha Fish, que toca el 2 dos de mayo. También estará mi amiga Ghalia Volt, a la que es la primera vez que invitan. Aunque Sam y los Stones no tocan el mismo día, sería un sueño que la invitaran a subir al escenario. Es algo que se me ha ocurrido, aunque entiendo que es muy improbable. El viejo Keith Richards siempre ha tenido buen ojo para detectar buenos músicos y mujeres maravillosas. Por ejemplo Sheril Crow, con la que tiene una larga amistad. Sheril, el otro día, con motivo del 80 cumpleaños de su amigo, publicó cuatro fotos con él en diferentes momentos de sus vidas. Aquí pueden verlas.




Si el viejo Keith no ha perdido facultades, tal vez Sam tenga la oportunidad de su vida, que lanzaría su carrera de forma definitiva. En fin, he empezado a escribir este post sin saber a dónde iba a llegar y he acabado hablando de mujeres guapas. Para los que hayan llegado hasta aquí, les diré que en textos sucesivos les iré contando mis planes inmediatos, que empiezan con un viaje a París para el que tengo ya fechas de vuelo. El 14 de febrero vuelo a París. El 16 doy mi clase en la Paris-Huit. Esa noche viajo a Lille en tren para reunirme con mis dos hijos en un punto intermedio de sus lugares de residencia respectivos y celebrar con ellos y sus chicas mi cumpleaños. Y el domingo 18 vuelvo a París, en donde estaré hasta el 23 en que regreso.

También he de contarles que el otro día acudí a una consulta con los dermatólogos de la Clínica Puerta de Hierro, que me han detectado diversos puntos de conflicto, entre ellos dos pequeños carcinomas que habrán de extirparme en los próximos días. La palabra carcinoma suena tan terrorífica como Inteligencia Artificial según Sam, pero luego no es para tanto. Dos pequeñas intervenciones con anestesia local y puntos y luego tocar madera con los resultados de las biopsias. Si tengo suerte, me intervendrán antes de viajar a París. Pero como no quiero terminar este post hablando de cosas desagradables, sino de mujeres guapas, voy a recuperar a otro de los ídolos de este foro.

A mí ya saben que me gustan las mujeres con personalidad fuerte. Si encima son guapas, pues mejor. Hace como un año que la gran Jacinda Ardern dimitió por sorpresa de su puesto de primera ministra de Nueva Zelanda. Dijo que estaba harta de la política y que quería dedicarse a otras cosas. No me extraña, para ser político hay que ser de una pasta determinada. Jacinda, que a su nombramiento se convirtió en la mujer más joven que accedía a un cargo como ese, desde entonces ha dejado de ser un personaje público. Pero yo la sigo en sus redes y por eso he sabido que hace una semana se ha casado con su compañero de toda la vida, un presentador de la televisión local que es también el padre de su hija (recuerden sus apariciones por el parlamento con un embarazo de ocho meses). La chica hizo una boda por todo lo alto y aquí tienen su foto de la ceremonia. Sean buenos.


viernes, 12 de enero de 2024

1.265. Resumen del año 2023

Con notable retraso, por el que les pido disculpas, les hago el obligado resumen de lo que ha sido para mí el Año del Señor de 2023, lleno de hechos prodigiosos y con un punto agridulce, sobre todo por el hecho de haber perdido a dos de mis mejores amigos, ambos seguidores fieles del blog, mi muy querido Mariano y mi entrañable Amigo X. Los dos sucumbieron al ataque del cáncer de pulmón en una racha que, no por esperada, me ha resultado menos dolorosa. Tengo pendiente hacer una reseña de cada uno, si es que consigo el tiempo para ello. Como contrapunto de este hecho luctuoso, tengo que destacar la llegada a casa de mi gato Tarick Marcelino Martínez, todo un personaje que me hace mucha compañía. A Tarick me lo trajeron en el mes de abril y en agosto cumplió un año. Ahora mismo no concibo cómo he podido vivir todo el tiempo anterior sin un compañero tan cariñoso. Por lo demás, como suelo hacer, voy a clasificar los hechos sucedidos de forma temática, por grupos.

1.- Los viajes. Este año he hecho tres viajes más largos, como de quince días de duración, dos a París y uno a Londres. Mi primer viaje a París fue en febrero, con motivo de la invitación de mi amigo Alain Sinou a dar una clase en su máster de Desarrollo Urbano de la Universidad París-8. Finalmente fueron dos las clases que tuve que dar, una a cada curso. Tras de lo cual, mi hijo Kike, su señora y yo cogimos un tren a Lille, donde vivía por entonces mi otro hijo Lucas Todos reunidos, visitamos la extensión del Louvre en Lens y celebramos juntos mi 72 cumpleaños. El segundo viaje a París fue en mayo e incluyó un concierto de Samantha Fish en el Bataclan, una excursión en coche con Alain y otro amigo a Rouen y Le Havre, una escapada a Ámsterdam y Utrecht y comidas con mi amiga Hélène Chartier y algún otro conocido.

En Londres, estuve en octubre, instalado en la nueva casa de Lucas, que se había trasladado a vivir allí en agosto. Este viaje, que tengo muy reciente, estuvo lleno de historias peculiares, como la visita a mis hermanos británicos Ian y Louise, la salida en tren a Bexhill on Sea, en la costa sur, para ver otro concierto de Samantha Fish, la asistencia a una sesión en el Shakespeare Theatre, los encuentros con mi amiga Clare Haley, mi sobrina Elena y familia, y con Pedro Cubino, propietario de un restaurante español. De este viaje es una de las fotos más destacadas del año, que acredita mi participación en una manifestación en la zona sur de la ciudad, entre los antiguos muelles reconvertidos, sosteniendo una pancarta con gesto ceñudo, imagen que fue especialmente aplaudida por mis amigos y seguidores. Abajo la tienen.

Además, este año he hecho un montón de viajes cortos, de dos o tres días, empezando por uno a Baeza para asistir al concierto de Ghalia Volt, a la que ya había visto en Madrid. Viajé también a Cáceres en coche, con mi amigo Henry Guitar, con motivo del festival Womad. Repetimos, con mi nuevo amigo Críspulo para asistir al festival de blues de Béjar, donde pudimos ver a Vanessa Collier y a Tommy Castro entre otros artistas destacados. Dos viajes a La Coruña, el primero en coche, con mi hijo Kike en verano para la reunión familiar en torno al 50 cumpleaños de mi sobrino Alex y el segundo en tren en diciembre, para acompañar a mi hermano Pepe en su cumpleaños 81. Una escapada galante a Ámsterdam y una excursión senderista a Don Benito y Logrosán, recuperando la dinámica de un grupo que había estado bastante al ralentí durante todo el año. Y al menos un par de viajes en tren a Ciudad Real para mantener viva la llama del otro grupo, el de los grandes viajeros por el mundo, que no hemos retomado desde la pandemia por diversos problemas físicos de sus veteranos integrantes.

2.- Los conciertos de rock. Además de las dobles citas ya reseñadas para ver a Samantha Fish en París y en Bexhill y a Ghalia Volt en Madrid y Baeza, más el festival de blues de Béjar, he visto en Madrid a los Interrupters, sin duda uno de los conciertos del año. Acudí también a ver a Rick Estrin y a Frank Turner. Más una serie de conciertos de artistas locales del ámbito vallecano, a los que suelo asistir con Henry y Críspulo, como los Pure Tones, Osi y los Osidados, Funk Mechanicae, la Big Band vallecana y el Colectivo La Palmera. Estuve también en el festival de blues de Moratalaz, una iniciativa bastante meritoria de la Junta de Distrito. Todo ello constituyó un conjunto de actividades complementarias de mis clases de guitarra en el Palomeras profundo, que en junio culminaron con una audición para los familiares de los alumnos más jóvenes que nos quedó bastante aseada. Después del verano inicié la transición a la guitarra eléctrica, dejando la española. Y, hablando de guitarras, Ghalia Volt dejó las suyas en mi casa mientras volvía a los USA para hacer una mini-gira. Aquí la foto cuando fui a devolvérselas en el aeropuerto. 

3.- Las actividades lectivas. Este asunto poco a poco va disminuyendo de volumen, pero este año todavía ha tenido un cierto peso. Empecé con un encuentro con la experta sueca en participación Jenny Stenberg, que está montando un sistema de comunicación digital que quiere poner al servicio de los diferentes ayuntamientos. Como les he dicho, di dos clases en Paris a los alumnos de primero y segundo del Máster de Desarrollo Urbano. Los de segundo vinieron luego con Alain para una visita de trabajo de una semana, para la que les tuve que organizar todo el programa, con la ayuda de mi amiga Sonia de la ETSAM y de Isabel Calzas, Directora General de Vivienda del Ayuntamiento. En octubre, Sonia volvió a invitarme a contar mi historia sobre el realojo de Palomeras a los alumnos de su asignatura.

En este terreno, me generó unas expectativas especiales la visita de una delegación de Brazzaville, expectativas que no se cumplieron, como les cuento más abajo. Además, he recibido a una delegación de la ciudad holandesa de Almere y a una asociación de promotores inmobiliarios de Estonia, a los que di sendas conferencias en una de las Torres del Real Madrid. Y paseé por el Madrid Río al director de planeamiento de Shanghái y al staff de una empresa de construcción de autopistas surcoreana que está sufriendo una contestación popular importante para una autovía que tiene proyectada en su país, por lo que Mr Chung, alto ejecutivo del think tank KDI que nos visitó en 2017, les recomendó que vinieran a ver el resultado de la obra de la M-30, y que me buscaran a mí para contarles todos los pormenores de cómo se canalizó el rechazo inicial a dicha obra. Asistí también en la ETSAM a las lecturas de tesis de mis amigos Eva Gil y Darío Rivera, y no pude ver la de Elisa Pozo, por problemas de agenda.

4.- Varios. Aquí podría englobar diferentes temas. Empezando por la salud. Antes de viajar a Londres en octubre, me hice mi analítica anual, cuyo resultado fue espectacular, sigo bastante bien de casi todo, toquemos madera. También pedí por esas fechas vacunarme por quinta vez del Covid, así como de la gripe A, para ir bien protegido a Londres. Eso no me ha impedido terminar el año con un VRS de caballo, del que ya estoy casi totalmente recuperado. También debo recordar que me he hecho con un coche nuevo para los próximos cuatro años, continuando con mi acuerdo con la marca Toyota, que me entregaron en junio. Y que en mayo me compré un nuevo ordenador, porque el anterior estaba hecho una patata, desde que se me cayó de la mano en casa de mi hijo Lucas en Lille.

Hice de anfitrión en Madrid para Alain Sinou y su amiga Victoria en el mes de enero, cuando ambos hicieron una escala volviendo de pasar la Navidad en el Cabo de Gata. Para este año teníamos el mismo plan, pero la señora se ha pillado algún tipo de VRS, lo que a los 87 años es serio, de modo que han suspendido las vacaciones del Cabo de Gata. Tenía yo sacadas tres entradas para ver con ellos el nuevo Museo de Colecciones Reales, que finalmente vi con dos señoras amigas, muy próximas a mi querido Amigo X, en una estupenda mañana que dedicamos a la memoria de nuestro amigo. Acogí también en mi casa a Patri, amiga alemana de mi hijo Lucas, y a su novio Roman, que nos hizo esta foto brindando por nosotros tres.

En febrero participé en las Jornadas Divulgativas del proyecto Bosque Metropolitano, que organizó mi última jefa Silvia, que por entonces no sabía que la iban a cesar en verano, como consecuencia de la mayoría absoluta del señor Almeida, alias El Topillo. He asistido también a algunas conferencias memorables, como la de Carlos Moreno, asesor de la alcaldesa de París, o la de mi amigo Mauro Gil-Fournier, sobre las arquitecturas afectivas. Entre las exposiciones destacaría la dedicada a David Bowie en el COAM, ciertamente espectacular. En fin, es una síntesis de un año de múltiples actividades, que puntualmente se han ido reseñando en el blog. Pero yo no quiero esta vez quedarme en la mera reseña de mis andanzas, sino profundizar un poco en el lado anímico, en el que he recibido algunos golpes que me han dejado un poco tocado, como seguramente han notado.

El primer bajonazo vino con la muerte inesperada de mi amigo Luis el Charcutero, personaje habitual del blog. Este hombre estaba en plena madurez y había salido incluso en un programa de la tele, cuyo vídeo les traje al blog, en una entrada que publiqué sin saber que ya estaba muerto. Su hijo lo dejó al volante de su coche y enseguida le llamaron para decirle que había tenido un accidente. Corrió al lugar y allí comprendió que lo que su padre había sufrido era un infarto y por eso se había chocado. A las edades que vamos teniendo, estas cosas te tocan en lo más íntimo. Una vez pasado el trago, en mi mente quedó claro que hay que tirar para adelante hasta donde se pueda. Pero entonces vino el segundo bajonazo, el de la visita de la delegación de Brazzaville.

En este caso, yo tenía unas ilusiones importantes. El tema pintaba precioso. Nada menos que una ONG pionera en África del tema medioambiental y la preocupación por el cambio climático, que se llamaba Eveil d’Afrique. Y el jefe de esa ONG quiere venir a que le expliquemos el Bosque Metropolitano para hacer algo similar en Brazzaville e inaugurar una línea de colaboración entre ambas ciudades. Tuvieron problemas con el visado y hubieron de cambiar la fecha, pero al final consiguieron llegar a Madrid, donde les habíamos preparado entre Werner y yo un programa bastante intenso, que seguirían luego en Valencia para visitar la Albufera y otras operaciones locales. Implicamos para el tema a la Dirección General de mi jefa y menos mal que no le dijimos nada a los de Internacional del Ayuntamiento.

Porque la ONG no existía. Era sólo un personaje, arquitecto formado en China, que tiene aspiraciones políticas de acceder a la presidencia del país y quería venir a que le filmaran unos vídeos entrevistándose con gente de Madrid, entrando en las sedes municipales y visitando partes del futuro Bosque. Le acompañaban cinco figurantes, que no decían nada, para fingir que era una ONG. Y, una vez que tuvieron sus vídeos, el último día ya no querían hacer nada, estaban derrumbados en la recepción del hotel dejando pasar el tiempo, mientras su jefe intentaba negociar con nosotros eliminar la etapa de Valencia para irse a París (su antigua metrópoli) para que las señoras del grupo se compraran trapitos. Con tanto desinterés, las distintas actividades salían fatal, porque llegaban tarde, perdían trenes y estaban completamente fuera de lugar. Cuando logramos que se subieran por fin al tren a Valencia, que no perdieron por segundos, el alivio fue tremendo.

Cuando yo creía todavía en ellos, mi ilusión era que nos hubieran invitado a devolverles la visita a Brazzaville, pero pronto descartamos ese asunto. Y aquí también me quedé un poco tocado en mi confianza en la hermandad de todos los pueblos del mundo. A los africanos se les hizo una putada gigantesca con la colonización y el esclavismo. Pero, a la que surgieron algunos gritos contra los blancos, se les dejó solos, en manos de tiranos y autócratas que los han puteado todavía más. Yo admito que tengan otro concepto de la formalidad, de la puntualidad, de la seriedad sobre los acuerdos sellados. Con todo eso contaba. Pero la falta de un mínimo de ética, la desfachatez de venir a engañarnos como si no nos fuéramos a dar cuenta, es algo que me dejó muy decepcionado.

Yo continué con mi vida acelerada, pero en verano vinieron las peores noticias: mis dos mejores amigos y seguidores del blog empeoraron de forma radical. Mariano se nos fue en agosto y el Amigo X en septiembre. En octubre yo tenía un viaje planeado desde antes, para ver a mi hijo recién instalado en Londres. Y fue un viaje fabuloso. Pero a la vuelta entré en un cierto bajón, inducido también por haber dejado de correr. Llevo sin bajar a entrenar desde finales de septiembre. Luego, mi rutina de clases de yoga a mediodía se cortó cuando mi amiga Elena se marchó de la academia. Lo de hacer yoga a mediodía y tomarme luego un guiso del Ricla le sentaba estupendamente a mis biorritmos. Ahora he de hacer el yoga por la tarde y no es lo mismo.

Por hache o por be, empecé a estar un poco decaído, lo que tuvo el efecto de que pasase a escribir bastante menos en el blog, como habrán podido notar. Y, cuando a uno le pasa eso, pues no cabe duda de que le bajan las defensas inmunológicas. La Navidad me apetecía este año menos que nunca. Y así fue como caí en las garras del VRS. El haberme curado de ese maldito virus, espero que sea un punto de partida para continuar con mi vida acelerada sin descanso. Y, en fin, quitando este bajón final inesperado, la verdad es que no me puedo quejar del año que se acaba de terminar. Ha tenido sus puntos agridulces, pero también ha habido historias fabulosas. He profundizado mi amistad con nuevas gentes, como Henry Guitar, Críspulo el batería o el Padre de Corro, además de los chicos del Ricla. Y mi balance no puede ser más que muy positivo. Además, he enriquecido mi colección de fotos con mujeres guapas, de las que ya les he traído arriba algunas y les dejo con una selección de otras más. Debajo de todo la última con mi querida Sam. Para ser todas de 2023, no está nada mal. Lo dicho, que sean buenos.









sábado, 6 de enero de 2024

1.264. Uvas de Namibia y otras excentricidades

Pues aquí estamos ya, bien entrados en el año nuevo, que ha tenido para mí un arranque glorioso. ¡Menuda entrada de año de mierda, con el VRS del que todavía me estoy recuperando! Les conté que estuve en el concierto del grupo Eclectia Project, en donde aguanté el tipo como pude. Pero al día siguiente, mis amigos Henry Guitar y Críspulo me insistieron mucho en que fuera a una sesión de flamenco callejero en el Palomeras más profundo, y ya me encontré sin fuerzas. Los artistas respondían al ocurrente nombre de La Moni y Manuel. Y parece que el tal Manuel, que es el guitarrista del dúo, es también el hijo de uno de los músicos de la Big Band Vallecana de mis amigos. Vean primero el cartel anunciador del evento.

La cosa es que me quedé en casa rumiando mis penas, mientras mis amigos acudían al evento, en donde enseguida se acordaron de mí, convencidos de que el asunto me hubiera encantado. El Críspulo me grabó un largo vídeo en el que se puede ver el escenario, en un patio cualquiera del barrio. Un guitarrista, una cantaora y unos cuantos palmeros espontáneos. Y la cosa arranca incontenible. Lo más impresionante es que hay por allí en primera fila una abuelilla del barrio que enseguida se ve poseída por el duende del cante y se lanza a bailar con una gracia sin par. Por el aspecto y la vestimenta se ve claro que esta cuasi-anciana nunca ha sido bailaora profesional, pero lleva el compás en la sangre. Eso se tiene o no se tiene. Cultura popular vallecana. Al final, con los aplausos, Henry me felicita las pascuas a voces y Crispulo remata: pa’ que se anime el gato, Emilio. Vean este vídeo entero, por favor: es impagable. 

Me perdí este evento maravilloso, pero mis amigos se acordaron de mí, o sea que puede decirse que estuve presente en ausencia, como aquello de vivo sin vivir en mí. Con esta historia, obviamente no puedo defender que he tenido una entrada de año de mierda. Además, para la Nochevieja, el virus respiratorio sincitial me suministró una excusa perfecta para no tener que sumarme a ningún sarao comunitario. Así que, una vez que se concretó que iba a pasar la noche solo, bajé al Alcampo, me compré una pata de pulpo cocida y envasada al vacío y me la preparé luego sobre una cama de patatas al vapor que me salió perfecta. Tras la cena reglamentaria, regada con un vinito verdejo de Rueda, pasé a cumplir con la ceremonia de las uvas, en la que estuve viendo la retransmisión de La 1, más que nada por apoyar a Jenny Hermoso, que me cae muy bien. Tarik Marcelino, en cambio, mostró una indiferencia absoluta hacia estos fastos, como pueden ver en la imagen.

Brindé conmigo mismo por el año que empieza, para lo que continué utilizando el vino de Rueda. Y aquí viene el asunto que da título al post. ¿Saben de dónde eran originarias las doce uvas que me tomé? Sí, han acertado, hay que ver qué listos son ustedes: de Namibia. En el Alcampo te venden unos paquetes de uvas de Namibia (muchas más de doce), al lado de unos arándanos de Chile y otras ofertas absurdas. Y digo yo. ¿Podemos pretender tener un mundo sostenible basándonos en este despelote? Así nos va. Ya les conté que muchas de las alfombras y kilims que se venden en la tiendas madrileñas de complementos para el hogar, están confeccionadas con lana de Australia, que se envía a Bélgica donde están las mejores hilaturas, para salir de allí convertida en cordaje para alfombras, en dirección a la India, donde las mujeres de los diferentes pueblos las tejen para hacer alfombras que de nuevo surcan el mundo hasta las tiendas de la calle Serrano. Es imposible que podamos construir un mundo sostenible en estas condiciones.

Obviamente, yo podría haberme comprado doce uvas en el mercado de Antón Martín, pero siempre me pilla el toro y además este año estaba malo y no tenía fuerzas de subir al mercado. Para colmo, estas uvas del Alcampo, no tienen pipos, deben de ser transgénicas y así no corre uno el riesgo de atragantarse con la patochada esta del Año Nuevo. Compré mis uvas por la tarde y allí quedaban decenas de paquetes por vender. ¿Qué haría con ellos el supermercado al día siguiente? Yo, con las que me han sobrado, estoy pensando hacerme un zumo de frutas, añadiéndole los arándanos de Chile, que están bastante malos. Pero en las revistas he visto estos días otra posible solución a los excedentes de uvas de Namibia, que es la que ilustra la imagen siguiente. En fin, un mundo completamente absurdo, con el que nos estamos cargando el planeta, está claro que nosotros somos el virus y la Tierra se defiende de nuestra toxicidad con huracanes, terremotos y eructos varios.

Mirándolo por lo positivo, les reitero que esta afección de catarro jondo o VRS, me ha brindado una excusa perfecta para librarme de la cena de Nochevieja. No pude hacer lo mismo sin embargo con la de Nochebuena, en la que me tocó soportar al cuñaaao de todos los años, haciendo chistes de Puigdemont, cagándose en la madre de Pedro Sánchez y explicándonos a todos lo mal que va el país gracias a los comunistas. Yo nada más llegar, lo saludé alabando el fachaleco con el que se abrigaba, lo que le forzó a aclarar que él no estaba yendo a las manis de Ferraz. Pero, entre gamba y gamba, inició la murga de cada nochebuena, que viene de serie con el festejo. Está todo muy mal (gamba pa’ dentro) y, sin ir más lejos, yo, que soy autónomo, acabo de recibir una carta oficial en la que se me conmina a devolver las ayudas que se me dieron cuando los encierros del Covid. Mirada en torno, a ver si alguien dice algo, pero el resto de comensales está a lo suyo, a pelar la gamba, como suele suceder.

Me aventuro yo a hacerle una pregunta. ¿Para qué quiere el Estado recuperar ese dinero? ¡Hombre! Está clarísimo, para pagarle a los catalanes los miles de millones que se han comprometido a darles a cambio del voto en el Parlamento. Además, ahora que han entrado en Telefónica, necesitan también cash para poder controlar esa operación, básica para establecer la dictadura comunista. En fin, alguien cambió de tema y seguimos con las gambitas de Huelva, pero la cosa quedó ahí sembrada. Yo no quería montar bronca, que era la cena de Nochebuena, pero esa línea de razonamiento se basa en una serie de manipulaciones. Primero, quien está reclamando a los autónomos madrileños el dinero de las ayudas del Covid, es Ayuso, no Sánchez. Segundo, a los catalanes no se ha comprometido nadie a darles dinero, sino a perdonarles la deuda. Pero no pasa nada, todo vale a la hora de manipular y es clave la mirada en torno controlando si el auditorio se está enterando de algo o no.

Esto es parte del mainstream que luego completan los cayetanos frente a la sede del PSOE en Ferraz, que ya es como las verbenas. Cuando lleguen los carnavales se reanudará la cosa. Por cierto, si el cabezudo que se dedicaron a apalear con saña representaba a Pedro Sánchez, realmente son unos artistas del papel maché bastante deficientes, porque se parecía a Sánchez como un huevo a una castaña. Por mi parte, como ya les dije, pienso que de quien tiene que guardarse el presidente es de los catalinos hiperventilados, que van a estar dando por culo desde el primero de año (ya han anunciado que votarán en contra de la primera propuesta del gobierno, para que no se diga). Y, desde luego, mi mayor preocupación para el año entrante es la posibilidad de que gane Trump otra vez, lo que nos metería en un túnel siniestro. Y lo peor es que el enemigo que le van a proponer los Demócratas es ese anciano cada vez más decrépito y confuso que deambula por el mundo como alma en pena. Vean la imagen del otro día, acompañando al genocida Netanyahu.

¿Han visto ustedes alguien cuya imagen se ajuste más a la definición de empanao? Pero bueno, aquí yo he pasado un virus que me ha dejado bastante tocado y hasta me ha afectado a los ojos. Los últimos días del año me desperté sin poder abrir los ojos por una muralla de legañas resecadas, que me tenía que lavar cuidadosamente con suero fisiológico. MI médico de cabecera me prescribió unas gotas antibióticas que todavía me sigo poniendo tres veces al día y que han sido mano de santo, incluso para el catarro en general, puesto que el producto baja luego por el canal nasolagrimal y pasa por la garganta, donde el antibiótico algo debe de hacer para ayudar. El caso es que ya voy mejorando, aunque he de limpiar mucho las vías internas, que sigo teniendo llenas de una mucosidad repugnante.

Pero el día 2 ya salí al teatro, bien abrigado, a ver Prima Facie, una obra bastante impactante, puesto que se trata de un monólogo vertiginoso que declama la actriz Vicky Luengo y es espeluznante. Empieza narrando su día a día laboral y familiar, escenificando las partes según van sucediendo y esa dinámica lleva al espectador a vivir una violación, un tema bastante en boga pero tratado de manera no demasiado sesgada en clave feminista, sino como algo que sucede de forma un poco inevitable, en un tipo de deriva que antes se callaba y ahora las mujeres han decidido empezar a denunciar. La obra era en los Teatros del Canal y decidí acudir andando para hacer un poco de ejercicio. A la vuelta lo intenté también, pero en Tribunal cogí el Metro para el último tramo, porque ya no podía más.

El jueves me avisaron mis amigos del Ricla de que la madre había cocinado un pote asturiano con grelos, una de las cosas más ricas que he comido en ese bar. Así que llamé a mi amigo el Padre de Corro para que viniera a Madrid y cumplimos una cita gastronómico-festiva de altura, comenzada con un par de manzanillas en La Venencia, el pote del Ricla y una siesta en casa al arrullo de Tarik Marcelino. Luego, mi amigo se volvió al tren y yo caminé hasta el teatro Fernán Gómez, en la plaza de Colón, donde tenía entrada para ver al grupo Ron La La, a quienes ya he visto en diversas ocasiones y son bastante divertidos. Mis hijos estaban en casa a la vuelta, apurando sus últimos momentos de estancia en Madrid. Ayer viernes, ambos trabajaban hasta las seis de la tarde, Kike en versión presencial, para lo que se ha estado llevando mi coche a la oficina de su empresa en Torrejón de Ardoz, y Lucas por teletrabajo. A las ocho de la tarde le llevé a Lucas a Barajas para que cogiera el vuelo a Londres.

Hoy mi programa de sábado empieza por una clase de recuperación de inglés de dos horas. Luego llevaré a Kike a la T4. Y ya me quedo felizmente solo con el gato. Las navidades se pueden dar por terminadas. Como saben, esto de las navidades no me gusta especialmente. Me molesta sobre todo que mi barrio se colapse con turistas del entorno castellano, dispuestos a gastarse todo el dinero que puedan, para celebrar el cambio de año. Las calles y plazas del centro se vuelven impracticables en medio de esa algarabía desbordada, que a mí me resbala bastante. Ahora, el mundo vuelve a normalizarse y mañana yo empiezo mi temporada de yoga con una sesión matutina después de la semana de descanso que se han tomado los de la academia. El hecho de pasar todas las fiestas con un trancazo monumental, ha introducido este año una variación, con sus ventajas e inconvenientes. Espero que no me queden muchas secuelas del virus para el recomienzo de mis actividades habituales.

Tengo pendiente hacer un resumen del año concluido, que ha estado lleno de hechos prodigiosos, puntualmente contados en el blog. Es otra tarea pendiente, que espero cumplir pronto. De momento, ayer pude encontrar un rato para escribirles, pero no me dio tiempo a terminar el post. Así que esta mañana, después de un rápido repaso, se lo brindo a ustedes como regalo de Reyes. Sean buenos como de costumbre.