domingo, 30 de julio de 2017

654. Desde Vancouver

Escribo aquí en mi habitación de la octava planta del hotel Executive Vintage Park, hasta donde me ha llevado la mano del destino, como creo haberles contado en los últimos posts. Me he refugiado en mi cuarto de hotel por puro cansancio, después de unos cuantos días intensos de trabajo y de estrechar lazos en Portland y luego estos días que me he tomado de vacaciones, en los que intento aprovechar al máximo el tiempo, ya que me he aventurado a viajar tan lejos. El workshop para el que vine ha sido interesante, divertido y agotador, sobre todo por el esfuerzo por entenderme en inglés con la mayor parte de los participantes, si bien había una buena parte de hispanohablantes, con los que de vez en cuando descansábamos usando nuestra lengua común. Este grupo incluía a Tad, el representante de Boston, que ha vivido dos años en Madrid y que planea, cuando se jubile, pasar largas temporadas en mi ciudad, alternando con tiempos en la suya.

Como me confesó Clare Haley, la directora del workshop, el objetivo de estos encuentros es crear lazos de amistad entre personas de distintas ciudades, que refuercen la relación profesional entre ellas y se conviertan en vínculos permanentes que faciliten compartir experiencias en este mundo interconectado que hemos creado los humanos. Si ese era el objetivo, se ha cumplido con creces. Sólo por conocer a Thabang, el representante de Johannesburgo, o a Tantri, la chica de Yakarta, me merece la pena haber hecho este viaje. Tal vez tendría que añadir a Shannon, de LA, a Valeria, de Santiago de Chile, a Erica, de México DF, a Antonio Carlos Velloso de Río de Janeiro.

En realidad todos formábamos un grupo muy homogéneo, positivo y divertido. Todos menos la representante china, una señora mayor de aire hierático, que sólo habla chino mandarín y a la que el gobierno de su ciudad hizo acompañar con una intérprete y ayudante para todo, de actitudes permanentemente serviles. Hay que decir que C40 sólo invita a una persona por ciudad, así que la china suplementaria calculo que la habrán debido de financiar los del partido. Estas dos señoras se saltaban la mayor parte de los lunchs y saraos diversos con que nos amenizaban el programa. La señora de Nanjing sólo bebía un extraño té hecho con unos hierbajos que traía, y que la ayudante se ocupaba de recebar de vez en cuando. Todo ello establecía un muro cultural a su alrededor que la aislaba del resto. Y, encima, el resto nos lo hemos pasado de puta madre, como diría Zidane.

Hasta ahora no había encontrado un solo hueco para escribir en el blog, pero he ido tomando nota y me propongo hacerles un relato detallado, aunque con retraso. Si me paso semanas contándoles verdaderas minucias, esta vez que estoy teniendo unas vivencias mucho más interesantes no voy a dejar que caigan en el olvido. Así que empezaremos por el primer día: domingo 23 de julio de los corrientes. Como les dije, mi vuelo era a las 6 de la mañana y en la agencia me habían dicho que estuviera en el aeropuerto tres horas antes, porque, desde que estaba Trump, los controles para entrar en Estados Unidos se habían duplicado. Así lo hice (para ello casi no dormí el sábado), pero resultó una precaución absurda: el vuelo hacía una escala en Ámsterdam y, lógicamente, los controles los hacían allí.

A las 3 de la mañana había ya varios pasajeros esperando, por allí tirados por el suelo y los bancos, pero no había nadie detrás del mostrador. En información, una señora medio dormida me confirmó que hasta las 4 no venía nadie de KLM. Tenía una hora y le pregunté a la señora si había por allí algún banco abierto para comprar unos dólares, un tema del que no me había podido ocupar. Me dijo que había uno en la zona de llegadas de la T1 (estábamos en la T2). Tenía tiempo de ir, hacer la gestión y volver. En la sucursal había un chaval muy proactivo, que me consiguió vender en un momento dos de sus productos. Yo iba a sacar 300$, pero me dijo que si compraba 600, al volver me descambiaban lo que me hubiera sobrado al mismo tipo de cambio. Era la oferta del mes. También me vendió una tarjeta Global Exchange, una Master Card monedero, al precio de 9,90€. Yo sólo tengo una VISA y ya me ha pasado que no me funcione en algunos países del extranjero, especialmente en USA, lo que te lleva a situaciones bastante incómodas. Así que me fui de allí con 300$ en billetes y otros 300 cargados en la tarjeta.

El vuelo a Ámsterdam fue como un suspiro y logré estar en la puerta de embarque para Portland con tiempo suficiente, a pesar de los innumerables controles a que me sometieron (dos veces me pasaron unos papelitos por el cuello y el cinturón, en busca de restos de drogas y sustancias peligrosas, y otras tantas me cachearon minuciosamente). Del vuelo no hay mucho que contar. Es algo muy parecido a viajar en el tiempo como en Regreso al Futuro y otras historias similares. Uno sale a las 8.30 de Ámsterdam y, unas doce horas después llega a Portland y son las 11.30 de la mañana. Llevaba un somnífero que me tomé estratégicamente, pero no es suficiente. Para pasar el trago, la compañía se dedica a forrarte a comidas a todas horas. Mi amigo Philippe dice que hay que comerse todo lo que te saquen en los aviones, porque ya lo has pagado. Pero yo me salté la última de las ofertas gastronómicas de la Delta Airlines, porque estaba a punto de reventar.

El paso de las aduanas yanquis no fue mucho más tedioso de como yo lo recordaba de otras veces y un rato después estaba subido en un taxi camino del Downtown de Portland. Subido en un taxi y completamente parado en un atasco monstruoso. El taxista era una especie de animal de pezuña con aire de acabarse de caer de las Montañas Nevadas (dudo que supiera hacer una multiplicación) y no parecía que le importara una mierda el atasco, mientras el taxímetro seguía marcando. Yo estaba deseando llegar, con todo el cansancio del viaje a mis espaldas, y allí estábamos inmóviles. Le pregunté qué pasaba y me dijo que era siempre igual los sábados. Dudo mucho que haya atasco de vuelta los fines de semana, y menos a las 12 de la mañana (sin contar que no era sábado, sino domingo). Luego resultó que había un accidente en la autopista, por fortuna, porque luego la cosa ya fue más fluida. Al llegar se hizo el loco con las vueltas y se las tuve que reclamar. Me dio una tarjeta suya amarillenta, por si le necesitaba otro día, tarjeta que tiré a la papelera nada más entrar en el Hyatt Downtown Hotel.

En el lobby me encontré con Clare que ya estaba por allí preparando el workshop en compañía de un chica tan joven y guapa como ella, a la que me presentó como Caterina, italiana de Milán. Les dije que, si me querían llamar para cenar juntos, lo hicieran, pero ya imaginé que eso no sucedería. Dejé mis cosas arriba y pregunté en recepción por algún lugar en donde se pudiera tomar una cerveza. Saliendo a la derecha, uno alcanzaba el Riverside Drive, el paseo que recorre el borde del Downtown a la orilla del ancho río Willamette. Allí hay varias docenas de baretos con terraza, superagradables. Me pedí una pinta de cerveza rubia y me la tomé mirando al río y a la gente que pasaba corriendo, en bici, patinando, paseando al perro o simplemente caminando. Decidí tomarme un plato de salmón con verduritas, para acompañar la segunda cerveza; tenía un poco de hambre después de saltarme la última comida del avión.

Enseguida volví al hotel y me eché una siesta de dos horas, de las de meterse en la cama y olvidarse del mundo. Me desperté sin saber ni en donde estaba. Tras una ducha, salí a darme una vuelta por el Downtown. El centro de Portland es muy agradable, los edificios no son muy altos y se distribuyen por una cuadrícula regular, como en todas las ciudades americanas. Ya ese día me llamaron la atención dos cosas: la sucesión de siete u ocho puentes muy elevados, que cruzan al otro lado del río, donde la ciudad continúa, y la auténtica horda de homeless, vagabundos que se distribuyen por todas las esquinas del centro y de los que ya se hablará en textos sucesivos. No había visto esa cantidad de desheredados del capitalismo en ninguna otra parte. Estaba muy cansado, pero decidí continuar mi caminata hasta que se hizo de noche, para ayudar a cortar de una vez por todas el jet lag. Regresé cerca de las 10 de la noche y me acosté sin cenar; ya había comido lo suficiente en ese día interminable, con el que inauguré mi viaje maravilloso. Continuará.


sábado, 22 de julio de 2017

653. A punto de echar a volar

Sí señor, aquí me tienen a punto de echar a volar, cual golondrina en alero. Me había reservado este sábado para prepararme la maleta y esas cosas, pero resulta que me ha sobrado más de la mitad del día. Les cuento. En realidad llevo más de una semana concentrado en tareas preparatorias de esta nueva aventura en la que (no sé si han caído en la cuenta) actuaré como único representante de esta vieja Europa que tanto quiero. En efecto, las restantes ciudades que van a participar en el sarao son: Portland, Boston, Los Ángeles, Ciudad de México, Buenos Aires, Santiago de Chile, Curitiba, Río de Janeiro, Johannesburgo, Tshawne (Sudáfrica), Yakarta y Nanjing (China). Y Madrid. Se nos ha distribuido un cuadernito con los perfiles fotos y biografías de los 21 participantes, incluyendo los de la propia organización C40 y los cinco de Portland que actúan como anfitriones. Como siempre, mayoría de mujeres. En este caso no abrumadora: doce señoras y nueve caballeros.

Les decía que llevo una semana dedicado a preparar el viaje, por las mañanas rematando tareas en el curre, preparando mis presentaciones y repasando textos para el workshop. Y por las tardes haciendo reservas de hoteles, visados y transportes para la segunda parte de mi viaje, la de mis vacaciones. Pero resulta que esta semana mi vida ha dado un pequeño cambio, porque mi hijo Kike, que estaba a punto de completar dos años viviendo conmigo, ha iniciado su propio vuelo particular y se ha marchado a un piso con dos colegas, algo de lo que me avisó apenas un mes antes. Hace dos años yo estaba como un cura, con toda la casa para mí, pero he de reconocer que en estos momentos lo estoy echando de menos al jodido. Hemos estado muy a gusto en este tiempo y ahora estoy sintiendo la ausencia, que se suma a otras ausencias, morriñas y melancolías de las que no se comentan en este blog, donde parece que yo siempre estoy contento y optimista. Bueno, como homenaje al bueno de Kike, voy a poner un video que creo que expresa mejor que ningún otro la sustancia de eso que llamamos la ausencia. Al micrófono, la canaria Rosana Arbelo, la chica de Lanzarote.


Bueno, después de estas efusiones les diré que viajo ilusionado a USA, un territorio por el que tengo una indudable debilidad. Mucha gente odia a los americanos, como mucha gente odia a los ricos o a los poderosos. Pero, para mí, los yanquis son un pueblo depositario en estos momentos de lo mejor y lo peor de la Humanidad. Esa dualidad se expresó de manera dramática con la elección de Trump, que ganó por un margen muy estrecho, incluso con menor número de votos globales que su contrincante (¿quién se acuerda ya de Hillary?), aupado a la presidencia por una serie de sectores de edad, nivel educativo y territorios muy claramente diferenciados de los que no le votaron.

El otro día les hablaba de la iniciativa de Bloomberg al frente de un montón de ciudades y estados americanos que han prometido formalmente seguir cumpliendo las directrices del Acuerdo del Clima de París. Bueno, pues AQUÍ tienen la declaración (es muy cortita y no tengo tiempo de traducírsela, tal vez pueden hacerlo ustedes) y, sobre todo, la impresionante lista de alcaldes que la han firmado. No es extraño encontrar a las tres ciudades que participarán en el workshop al que yo viajo, junto con Nueva York, Washington, Chicago, Philadelphia, Seattle o San Diego. Pero emociona encontrar también lugares como Houston, Kansas City, Nueva Orleans o Salt Lake City. Debajo está la relación de estados firmantes, y otras dos listas impactantes: la de universidades y la de grandes empresas americanas. Estos son los Estados Unidos que yo adoro. El cambio climático es un asunto muy serio y occidente ha tomado conciencia de su gravedad. La tesis de Al Gore de que este fenómeno está ya en el origen de las grandes migraciones, se va extendiendo.

Por lo demás, USA ya no tiene otro liderazgo que el militar en un mundo interconectado. La ONU y sus organizaciones son un reflejo de ese multiliderazgo y prueba de ello son los diferentes índices que se publican bajo su amparo. Abajo les pongo el link al mapa interactivo, recién actualizado, sobre los países más pacíficos y seguros del mundo. El ranking, que evalúa a 163 países, sitúa a la cabeza a Islandia y en segundo lugar a Nueva Zelanda, algo que no es muy sorprendente, puesto que ambos países se llevan turnando en los dos primeros puestos desde que se empezó a elaborar el ranking. Pero lo que me sorprende y me alegra muchísimo es el ascenso al tercer puesto de nuestros queridos vecinos de Portugal. Por lo demás, España está en el puesto 23, por detrás de Japón (10) y la mayoría de los países nórdicos, y por delante de Francia o Inglaterra, no digamos ya USA y Rusia, que están bastante atrás. Tampoco se sorprenderán de conocer al colista: la desdichada Siria, seguida de Afganistán e Irak. AQUÍ el enlace.

En fin, anteayer jueves, empecé a pensar en mi maleta. Y, como es lógico, lo primero que busqué fue la propia maleta. No estaba. Llamé a mi hijo y me confirmó que se la había llevado él. La había usado para la mudanza. Así que quedamos en mi casa, aprovechamos para cargar el coche con más cosas de las que se está llevando y fuimos a su nueva casa. Está bastante bien, en un barrio muy agradable (Menéndez Pelayo). Subimos los trastos, bajamos la maleta al coche (ya la tenía guardada en la parte de arriba de su armario) y luego nos fuimos a cenar unos chopitos a una de las terrazas de ese barrio tan castizo. Mi nueva condición de solateras domiciliario abre una nueva época sobre la que habré de tomar unas cuantas decisiones, que ya se irán contando en el blog (suponiendo que se merezcan un texto).

Ayer viernes tuve un largo día de despedida en el trabajo, que ya saben que, cuando uno se toma unos días de descanso, todo el mundo le apremia para que deje terminadas sus tareas. Por la tarde estaba tan cansado que hice un par de recados y me tumbé a leer. Esta mañana me puse a la tarea de hacer la maleta. Y lo primero que constaté es que no tenía bastantes calzoncillos. Cogí el Metro y me subí al Corte Inglés, que en una cita con tantas damas no puede uno ir hecho un marrano, reciclando calzoncillos. El día estaba precioso y decidí regresar andando. Mis pasos me llevaron al Palacio Gaviria, donde hasta hace poco hacíamos el workshop de conversación inglesa de los miércoles (empezamos en el Martínez Bar, luego nos trasladamos al Gaviria y hace un tiempo que lo hacemos en un aula junto al mercado de Antón Martín).

En el Palacio Gaviria se anunciaba una exposición del dibujante holandés Escher y me metí a verla, aunque ya no es la primera exposición de este señor que veo. Estuve casi una hora allí. Apretaba el calor a la salida, pero continué mi camino hasta casa. Como suelo hacer, coloqué sobre una cama todas las cosas que tengo que llevarme (en la tierra a la que viajo hace unos 15 grados menos de temperatura) y luego bajé a comer al restaurante Matilda, muy cerca de mi casa. Una siesta y el último de los trabajos: meter las cosas en la maleta. Aun me sobraba media tarde. Así que me he puesto a escribir. Mi vuelo es a las 6.00 de la mañana. Me dicen en la agencia que debo estar tres horas antes, porque desde la llegada de Trump están un poco tontos con los viajes a USA y hay un control de seguridad extra. Confío en que no me hagan un tacto rectal para ver si llevo drogas o propaganda yihadista. A ver si voy a tener que visitar al proctólogo nada más llegar a destino. Sean felices y pórtense bien.   

martes, 18 de julio de 2017

652. Una larga aventura de conferenciante

Bueno, descanso un rato de las tareas de preparación de mi inminente viaje a Portland (Oregon, que no Valderrivas) y me siento a cumplir con el blog, aunque entiendo que muchos de mis seguidores habituales estarán por ahí en alguna lejana playa o montaña disfrutando de un merecido descanso. En Madrid se nota el éxodo, yo creo que la gente vuelve a irse de vacaciones con el mismo furor que en los tiempos anteriores a la crisis, hasta el punto de que, desde mediados de la semana pasada, estoy acudiendo a mi trabajo en coche, porque estos días hay sitios para aparcar en un parque cercano a mi oficina, donde durante el resto del año es misión imposible encontrar un hueco.

Como les contaba en el post anterior, mi próximo workshop supone un salto adelante en mi carrera de conferenciante o participante en mesas redondas y formatos similares. Una cosa es salir a un estrado y soltar un rollo (en el idioma que sea), que te has podido preparar y ensayar y apoyándote con imágenes que entretienen a un auditorio pasivo, que se limita a escuchar. Como mucho, al final te hacen unas cuantas preguntas, que contestas como puedes, o incluso, como me sucedió en San Petersburgo, a veces te espera la prensa o la TV y te graban unas declaraciones en directo. Esto tiene un nivel de dificultad que nunca me ha supuesto grandes problemas. Lo de Portland es diferente. Lo de Portland es un encierro de tres días con un grupo de técnicos de diferentes países, cada uno con un acento diferente y con los que tengo que mantener una comunicación continua, que no se interrumpe ni para las comidas y cenas, que serán colectivas.

He participado en talleres de este tipo, por ejemplo en Amberes, pero se trataba de sesiones de una hora o dos, en las que a ratos no me enteraba de lo que se estaba diciendo, pero no pasaba nada, porque captaba el sentido general y eso me permitía intervenir de vez en cuando. Y luego me podía ir a descansar al hotel o a dar una vuelta. Esta vez mi grado de riesgo y compromiso es más alto y veremos qué tal me sale. En realidad, esto de hablar en público es una tarea que se aprende a base de practicar y repetir, siempre que, por supuesto, te interese mejorar y te esfuerces en lograrlo. En este blog he contado ya mis historias de corredor (Post #47, Post #80 y Post #90) y mi trayectoria de escritor (Post #117 y Post #118). Bueno será hacer memoria de mi andadura de conferenciante.

En realidad yo siempre tuve una cierta vena de showman, que desarrollé en el Colegio Mayor en el que viví cinco años y, más adelante, en las ocasiones que se me presentaban, pero siempre en tono festivo o jocoso, interpretando canciones a la guitarra, haciendo imitaciones o monólogos, con bastante soltura y frecuente cosecha de aplausos. No hace mucho recuperé esa vena en la comida que le dimos a mi amigo X con motivo de su jubilación. Ese sustrato me ha dado bastantes tablas a la hora de hablar en público, aunque se trate de temas más serios. Tengo un currículum con un anexo en el que minuciosamente voy anotando todas mis actividades de difusión del urbanismo de Madrid y, según mis notas, mis primeras conferencias son de 1997, hace ya veinte años.

Empecé dando charlas sobre el Plan General en cuya elaboración participé entre el 92 y el 97 y luego fui ampliando los temas de mis intervenciones, a partir de un hecho incontestable: a todos mis compañeros del Ayuntamiento este tipo de actividades les parece un coñazo y una cosa incómoda y fastidiosa y a mí, por el contrario, me encanta. Así que, cada vez que había que atender a alguien de fuera, la tarea acababa cayendo sobre mí. Especialmente con los extranjeros. En la antigua Gerencia de Urbanismo de la calle Paraguay, los conserjes y ordenanzas, cada vez que veían aparecer a alguien al que no entendían, o con pinta de extranjero (por ejemplo, un negro o un chino) me llamaban corriendo. Los grupos más numerosos normalmente avisaban y se les preparaba una sala con proyector, etc. Naturalmente, yo pedía que estos grupos vinieran con un intérprete y les hablaba en español.

Como buen autodidacta, me preparaba mis charlas de forma un tanto heterodoxa, basándome en mis recuerdos y mi práctica como urbanista, porque nunca he sido un estudioso del tema. Aquí tengo que citar una ocasión en la que sucedió algo decisivo. He rastreado la fecha en mi currículum y parece que fue el 1 de junio de 2005. Ese día debía de dar una charla a un curso de postgrado de la Escuela de Ingeniería del Territorio, de Cagliari. En esos tiempos eran muy frecuentes los intercambios con la Escuela de Arquitectura de Madrid. Normalmente había un profesor de aquí que contactaba con nosotros, pero luego no venía con los chicos. O a lo mejor sí venía, pero se limitaba a acompañarlos hasta el salón de actos y luego se iba y aprovechaba la ocasión para ir a ver a alguno de mis compañeros con más pedigrí de arquitecto.

Ese día, los italianos venían con Julio Pozueta, catedrático ahora a punto de jubilarse y uno de los urbanistas a los que más respeto, dentro del mundillo endogámico de la Escuela, en el que nunca me he movido muy a gusto. Julio me presentó y pensé que, como todos sus colegas, se marcharía de la sala. Con terror observé que se sentaba en la primera fila. Le pregunte: –Julio, pero ¿te vas a quedar? Abrió los brazos y dijo: –Claro. –Es que me da mucha vergüenza, porque lo que yo suelo contar no tiene ningún rigor académico; son sólo mis reflexiones personales basadas en mi práctica profesional de años. Un poco sorprendido, me contestó: –Si quieres, me voy. Obviamente, le dije que se quedara. Hice mi presentación un poco incómodo al principio, pero a los cinco minutos me había olvidado de su presencia. Y al final, para mi sorpresa, me felicitó. Me dijo que mi discurso había estado muy bien, que era muy personal pero, precisamente por eso, muy interesante para unos alumnos de postgrado.

En fin, tuvo que venir alguien a decirme que lo que yo hacía tenía un cierto nivel. Y a mí los halagos siempre me sirven de acicate. A partir de ahí me esforcé en leer cosas al respecto, en ampliar datos, en contrastar las fuentes de todo lo que iba incorporando y en mejorar mis imágenes. Lo que ahora le cuento a la gente es diez veces mejor que lo que pudo escuchar mi admirado Julio Pozueta, que seguramente ni se acuerda de esta anécdota. En paralelo fui también reforzando mi dominio de los idiomas. Yo estudié francés en el cole y aprendí un inglés elemental a fuerza de traducir las canciones del rock and roll. Y tengo una facilidad innata para los idiomas, de raíz familiar. En este terreno la mejora fue gradual.

Ya les he dicho que al principio utilizaba intérpretes. Pero cuando me traducían al inglés o al francés, mi conocimiento de esas lenguas me permitía darme cuenta de cuándo el intérprete estaba contando algo diferente de lo que yo había dicho en español, lo que me ponía muy nervioso y me cabreaba mucho (y que no me sucedía con el japonés, el coreano o el ruso). Entonces empecé a lanzarme a hablar en francés y en inglés, pero siempre con el intérprete al lado, a quién recurría para ayudas de vocabulario o expresiones que no me venían a la boca, o incluso para continuar en español cuando me cansaba. El paso siguiente fue recibir delegaciones sin intérprete.

Una vez dado ese paso empecé a acudir al extranjero, a congresos y saraos diversos. Por ejemplo, mis trabajos en Sri Lanka incluyeron tres charlas con público en Colombo. Aunque aquí ya debía manejarme en inglés con los locales y en francés con mis colegas de París. Los idiomas no tienen otro secreto que practicar y practicar. Y si tienes una cierta facilidad y un poco de oído musical, poco a poco vas perdiendo el acento. En los últimos viajes a Sri Lanka ya me dijo Philippe que no me quedaban restos de mi acento del principio. Y, en cuanto al inglés, pues ya se contó en el blog que, hace dos veranos, en mi gira por tres ciudades alemanas, me felicitaron por mi acento con el inglés en dos de las ocasiones. La primera vez pensé que me estaban tomando el pelo. Pero a la vuelta, me apunté al taller de conversación inglesa al que sigo acudiendo todos los miércoles. El acicate de los halagos. 
  
En veinte años de conferenciante, como se pueden imaginar, me ha pasado de todo. Hace años era muy frecuente que tú llegaras con tu presentación y te encontraras con un ordenador no compatible. O un proyector fundido. Entonces tienes que arreglártelas sin imágenes, lo cual es bastante difícil, sobre todo si no te lo has preparado. A veces no funcionaba el micrófono y debía forzar la voz, algo que no me gusta. En alguna ocasión me interrumpió algún oyente borde diciendo que lo que estaba contando era una mierda o no era lo que él esperaba. En estos casos (poco frecuentes), lo que yo hacía era preguntar al público si estaban todos de acuerdo con el tipo, en cuyo caso ofrecía cortar y marcharme. Siempre quisieron seguir y al final era el borde el que se largaba. También he hablado para auditorios prácticamente vacíos lo cual es bastante desalentador.

Y, en una ocasión, en la Junta de Usera contando el Avance del fallido Plan General de Gallardón, a medio speech me quedé sin voz. Cada vez que intentaba reanudar el discurso me daba la tos. Como el de yo tenía un chorro de voz. Ante eso, escribí en un papel: necesitaba un vaso de agua y cinco minutos de pausa en silencio. Transcurridos los cinco minutos, reinicié con cautela y pude remontar la situación. El concejal del distrito, que estaba presente, me dijo al final que le había sorprendido y admirado forma en que había sorteado el percance.

Veremos cómo me va en el workshop de Portland. Supongo que terminaré cada día agotado. Pero intentaré irles contando lo que vaya siendo de interés para el blog. Y recuerden que luego tengo unos días libres para visitar Vancouver y Seattle. Me estoy organizando y programando todo lo relativo al viaje, pero prefiero contárselo según vaya sucediendo. Tengan paciencia y disfruten del veraneo. Chao, chao.

viernes, 14 de julio de 2017

651. Bloomberg y el C40

Hace unos días les hablaba de los tres (cuatro) viejos rockers franceses, septuagenarios inquietos, activos y en plena forma. Hoy les hablo de otro monstruo: Michael Bloomberg, que el pasado día de San Valentín redondeó la cifra de 75 años. Bloomberg es muy conocido en su país, como multimillonario filántropo y también como el penúltimo alcalde de Nueva York, en el período comprendido entre 2002 y 2013. Sucedió, pues, a Rudolph Giuliani, que llevaba en el puesto desde 1994, y que había logrado recuperar el orden público en la ciudad, con mano dura y procedimientos no siempre muy presentables. Giuliani recibió una ciudad conflictiva, medio arruinada y peligrosa (la que yo visité en los 80 en dos ocasiones) y la pacificó a hostia limpia. Y casi al final de su mandato sufrió la catástrofe del 11-S, ocasión en la que dio la cara y se puso al frente de la ciudadanía, lo que hizo que su popularidad subiera como la espuma. Pero estaba enfermo de cáncer y poco después dejó el testigo a nuestro hombre.

Bloomberg recuperó anímicamente a la ciudad, hizo resurgir el turismo y empleó en ello parte de su patrimonio personal, porque este hombre no olvida sus orígenes humildes y eso le hace ser siempre generoso. En efecto, nacido en un barrio obrero de Boston, Bloomberg trabajó como aparcacoches para poderse pagar sus estudios de ingeniería técnica eléctrica. Ya con ese título, empezó a trabajar como técnico mientras estudiaba Administración de Empresas en Harvard. Era tan brillante que, nada más hacerse con el título, fue contratado por la prestigiosa empresa financiera Salomon Brothers y empezó a trabajar en Wall Street. Seis años más tarde lo hicieron socio de la firma. Cuando Salomón Brothers fue absorbida por un competidor más potente y clausurada, Bloomberg recibió una indemnización de unos 10 millones de dólares. Y con eso empezó una fulgurante carrera, en la que todo lo que toca se convierte en oro.

Su empresa Bloomberg L.P. es una de las principales firmas mundiales de información financiera. Además tiene una emisora de radio y una Web bloomberg.com que es una de las más visitadas del mundo. Su patrimonio no ha hecho más que crecer y eso le llevó primero a la filantropía (ha donado fondos a través de su Fundación a todo tipo de iniciativas sociales, desde programas de ayuda para víctimas de la violencia doméstica o jóvenes problemáticos, hasta construcción de polideportivos de barrio) y después a la política. Aunque era simpatizante del Partido Demócrata, en 2002 encabezó la lista del Republicano a la alcaldía de Nueva York y rentabilizó la popularidad de su antecesor, que también era republicano.

Por primera vez en la historia de la ciudad alguien sin experiencia política llegaba a la alcaldía. Y lo hizo ciertamente muy bien. En 2007 ganó la reelección como independiente. Y, antes de las últimas elecciones estatales, se especuló con que, tanto él como Bernie Sanders podrían optar a la presidencia como outsiders. Finalmente, Sanders se integró en los mecanismos del Partido Demócrata y Bloomberg optó por no presentarse, para no restar votos a los demócratas. Las últimas noticias que hemos tenido de este interesante caballero nos hablan de su papel como impulsor y primer firmante de la declaración de un montón de estados y ciudades norteamericanas de que van a seguir cumpliendo sus compromisos con el Acuerdo del Clima de París, iniciativa que presentado por escrito ante la ONU.

Y ahora viene una de esas historias que tengo que insistir en que se las crean. Resulta que yo conocí a Michael Bloomberg en persona y tuve la oportunidad de estrecharle la mano. Como ya he contado en alguna ocasión, en julio de 2012, unos meses antes de abrir este blog, fui invitado a un congreso llamado Greater and Greener, organizado en Nueva York por la asociación City Parks Alliance, que agrupa a los responsables de la gestión de los parques urbanos de todas las grandes ciudades americanas, en donde pude presentar el parque Madrid Río. La City Parks Alliance tiene su sede en Washington, pero organizó su congreso en Nueva York bajo el patrocinio de la alcaldía de Bloomberg. Y el encuentro se clausuró con una fiesta en los jardines de la Gracie Mansion, la tradicional vivienda del alcalde de Nueva York, que Bloomberg usaba para este tipo de saraos, porque él seguía viviendo en su lujoso chalé de Long Island (su sucesor, Bill de Biasio, en cambio, reside en la Gracie). Abajo una imagen de esta mansión.



La fiesta fue muy divertida y la directora del congreso me presentó al alcalde. Le recuerdo como un hombre más bajo que yo, recio y con una cabeza de buen tamaño, que mantuvo mi mano en la suya mientras escuchaba con mucha atención lo que la directora le contaba sobre mi perfil. Estuve un rato en su grupo, pero luego me dediqué a atender a dos amigas que había hecho en el congreso, Nancy Brunning, monitora de running y promotora de actividades deportivas al aire libre, y la japonesa Rumi Satoh, responsable de jardinería de Tokio. Sigo en relación con ambas y he subido al blog fotos de las dos. He de decir que Michael Bloomberg se quedó hasta el final de la fiesta y ejerció de animador, desde un estrado en el que soltó un discurso muy divertido, contó una serie de chistes hilarantes, hizo imitaciones y hasta cantó alguna canción a coro con los asistentes. Un tipo llano, muy simpático y listo como el hambre.

Bien, pues entre las múltiples iniciativas que patrocina este señor, hoy les voy a hablar de la Red de Ciudades C40. Pueden encontrar una extensa información sobre esta red AQUÍ, si tienen curiosidad por saber más sobre ella. Se trata de una entidad privada sin ánimo de lucro, que tiene su sede en Nueva York y se nutre financieramente de la Fundación Bloomberg y otras aportaciones de filántropos de todo el mundo. Fue fundada hace unos diez años, es decir, cuando Bloomberg era todavía alcalde de NY. El objeto de C40 es poner en contacto a los técnicos de las ciudades que integran la red (40 al principio y ahora más de 80) para extender iniciativas de lucha contra el cambio climático en las ciudades y conseguir entornos urbanos saludables, más verdes, más seguros y más inclusivos. Como supongo saben, la Dirección General para la que trabajo en el Ayuntamiento de Madrid, se ocupa de la regeneración urbana de los barrios periféricos de Madrid, un tema en plena sintonía con lo que promueve esta red.

En torno al mes de marzo pasado, conectamos con C40 y nos pidieron nombrar a tres personas de la Dirección para coordinar nuestro trabajo con elllos. Mi jefa insistió en que yo fuera uno de los tres, aunque mi postura inicial era renuente porque, de una forma o de otra, mi jubilación no está ya muy lejos. La red tiene varias líneas de trabajo, que pueden consultar en el archivo que les he puesto antes, y nosotros nos hemos sumado a la denominada Transit Oriented Design (TOD). El funcionamiento es a base de webinars (así se llaman los seminarios on-line) de una hora, que se celebran en número de cuatro o cinco al mes. Yo ya he participado en unos cuantos. Pero, además de los webinars, una vez al año se organiza un encuentro presencial, con formato de workshop. El de este año tendrá lugar a finales de este mes. La invitación a participar, nos llegó justo cuando yo estaba en la Toscana. Y, a la vuelta de mi viaje, me encontré con que todos habían decidido que fuera yo quien acudiera.

Así que tengo un viaje en perspectiva del que no les había hablado. El próximo día 23 he de estar a primera hora en Barajas para coger un vuelo. ¿Adónde? Eso es lo que me falta por contar. Tal vez deban sentarse, para no caerse de culo por la sorpresa. ¿Ya se han sentado? Pues me voy nada menos que a Portland. ¿Cómo? No, no. A Portland-Valderribas no. ¡Mira que sois ustedes capullos! A Portland (Oregon). Costa Oste de los Estados Unidos. Y ahora es cuando cada uno de ustedes grita: –QUÉ ME DICES y yo le susurro al oído: –Lo que oyes. 



Ya que he de desplazarme al culo del mundo, o a donde Cristo perdió el mechero, pues voy a aprovechar para quedarme por allí una semana y visitar dos ciudades que tengo muchas ganas de conocer: Vancouver y Seattle. Mi programa es más o menos el siguiente. El domingo llego a Portland a hora temprana, porque al tiempo de viaje hay que restarle 9 horas de la diferencia horaria. Tendré un día para hanging’round por la ciudad, tres días de encierro en un hotel para el workshop intensivo con técnicos y funcionarios de otras trece ciudades (ninguna europea) y luego me cogeré un vuelo a Vancouver (Canadá). Desde allí mi plan es ir volviendo hacia el sur en autobuses o trenes, recalar en Seattle, que es la cuna del grunge (Nirvana, Pearl Jam) y volver a Portland con tiempo para tener un encuentro con el Departamento de Planeamiento y Transportes para debatir en torno al Madrid Río, puesto que allí están estudiando soterrar un tramo de autopista al lado del río en lo que ya han denominado el Green Loop.

En fin, ahora entenderán por qué estaba descuidando un poco el blog. He tenido que buscar vuelos, hoteles, visado yanqui y canadiense. Además de prepararme para el workshop, que es una cita de mucho compromiso, como les contaré en siguientes posts. Así que aquí me tienen. No soy tan viejo como Johnny Halliday y compañía, pero sigo al pie del cañón, rocking in the free world. Es esta una canción de Neil Young, otra verdadera fiera, 72 años, al que se considera el padre espiritual del grunge. Otro de mis ídolos. Y encima hace un par de años se unió a la ya cincuentona Daryl Hannah, la inolvidable replicante de Blade Runner, una hermosura de mujer. Les dejo un vídeo de despedida. Así interpretaba Young la canción de marras en el Gladstonbury Festival de 2009. Que la disfruten. Buen finde. Y cuidado con el calor, que el cambio climático es galopante.



martes, 11 de julio de 2017

650. Bombones, maldiciones y rock and roll

Mi amiga Inmaculada está muy enfadada conmigo porque dice que llevo desde principio de mes sin escribir nada que valga un poroto, que lo de la duplicación de género es algo ya muy manido, el post sobre Al Gore es una estafa porque me limito a dos párrafos (y ella espera de mí algo más que lo que ofrecen las páginas de Facebook, que no van más allá de poner unos links y ya) y por último el asunto hemorroidal/catalán, en el que he colado unos textos de recuelo y una repetición de lo mismo que digo siempre. Que lo último un poco bueno que he escrito es la historia de la visita del ministro gay y, desde entonces, estoy vagueando. Tiene razón Inmaculada, que me obsequia con el mejor control de calidad del blog, y encima gratis. Es cierto que estoy vagueando un poco, pero ello se debe a que estoy muy ocupado y hasta un poco estresado, por el asunto del que les hablaré en el próximo post. Que éste se me va a ir en relatarles unos cuantos cabos sueltos de interés. 

Empecemos por el ministro de marras, sobre el que he de precisar un par de cosas. El día de autos, resulta que vino bastante gente a buscarme a la oficina (últimamente estoy en todas las salsas) y, al no encontrarme, preguntaron por mi paradero a mi compañera África, la cual, con la discreción que la caracteriza, proclamó a voz en grito: –Emilio no sé si va a venir hoy, que está paseando por ahí a un Ministro del Orgullo Gay. Así que, cuando volví después de cumplir mi cometido, todo el mundo me esperaba con expectación inusitada. La expectativa se vio cumplida con creces cuando me vieron llegar inusitadamente emperifollado, encorbatado y esparciendo brisas de perfumería. Lo de la mirada perdida y la piel un poco más tersa de lo habitual es mentira, son las típicas maledicencias de los cotillas.

Pero aun quedaba un estrambote a la altura de la historia. Porque, el jueves pasado, me llamaron de abajo, de control, diciendo que había llegado un paquete a mi nombre. Bajé a por él y regresé. Era de buen tamaño. Rodeado de mis colegas, fui quitándole capas: de papel de envolver, de cartón, de plástico de burbujas y hasta una vuelta de material helado para conservar el interior. El señor ministro, nada más volver a su tierra, se ocupó de ordenar que se me enviara una caja de los mejores bombones de su país. Un detallazo. Tal vez fue su rubio asistente el encargado de cumplir su encargo. Repartí los bombones con mis compañeros y me guardé celosamente la tarjetita que venía en un sobre a mi nombre y cuyo texto tampoco les voy a revelar aquí, joder, que esto no es el Sálvame Diario. Ahora tengo a mis compañeros un tanto despistados respecto a mis tendencias sexuales, aunque ya están curados de espantos conmigo, y les diré que así es como me gusta tenerlos: despistados.

En lo que no hay despiste posible es en el asunto hemorroidal. Si hubiera esperado unos días, hubiera encontrado nuevo material sobre el matiz que me interesa resaltar: la imposibilidad de ser nacionalista y de izquierdas a la vez. Por ejemplo, el amigo Lluis Llach tiene bien arraigada la confusión contraria: estos días ha salido a la palestra (dentro de la enorme presión que su movimiento ha ejercido sobre Ada Colau), para decir que no entendía cómo alguien salido de los movimientos del 15M no se sumaba a la gran marea de las esteladas. Este señor es de los más peligrosos y no sería de extrañar que un día salga por ahí con una campanilla, vestido con capisayo negro y tocado con barretina proclamando su maldición, aquella de Assassins…assassins de raons, de vides, que mai no tingueu repos en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memories. a por supuesto a todos los catalanes que no comulguen con la rueda de molino del prusés.

Es mucho el veneno que se ha esparcido entre las gentes de Cataluña y costará muchos años descontaminar esas tierras. Como decía Mark Twain, es mucho más fácil engañar a una persona, que luego hacerle ver que la han engañado. Es lo que intenta, por ejemplo, un vasco que escribe una carta a los catalanes de izquierdas, publicada estos días en el digital eldiario.es Les recomiendo que la lean, porque abunda en mi tesis. Vamos, que no tendría ningún inconveniente en firmarla. Para verla han de pinchar AQUÍ.

Volviendo a temas más jocosos, les quiero hablar ahora de un pueblo de Guadalajara que se llama Peralejos de las Truchas, allá por donde confluyen la Sierra de Albarracín y la Serranía de Cuenca, no muy lejos del punto donde se separan las tres cuencas (Ebro, Tajo y Segura), en la zona que recorrí en uno de mis últimos recorridos senderistas. Como todos los años, los 170 habitantes del pueblo con su alcalde al frente, están en estos momentos preparando su festival Greetings from Peralejos, en homenaje a Bruce Springsteen, al que el año pasado declararon hijo adoptivo del pueblo y lograron entregar la placa correspondiente, aprovechando el concierto que dio en el Santiago Bernabeu.

Si recuerdan, yo también acudí a ese concierto, en compañía de mi querido amigo X, suceso al que se dio amplia cobertura en este blog, con fotos incluidas. Bien, pues algunos habitantes del pueblo consiguieron entradas y lograron ponerse en las primeras filas y enarbolar una pancarta con el nombre de su festival. Y cuenta la leyenda que el Boss se fijo en ella y le preguntó a su guitarrista Little Steven: What fuck is Peralejos? En cristiano: ¿qué cojones es Peralejo? Se lo explicaron y eso propició que después del concierto recibiera a la delegación del pueblo y posara con ellos con la placa de bronce que le regalaron. El alcalde de Peralejos de las Truchas, también dueño del bar del pueblo, es seguidor de Springsteen desde 1975, más de 40 años. En fin, que ya sé que alguno de ustedes estará pensando que les estoy tomando el pelo, pero todo esto es cierto y pueden constatarlo en el vídeo de aquí abajo.


El Boss lleva parado desde esa gira que le llevó por todo el mundo. Después ya saben que publicó su exitoso libro de memorias y ahora parece que le ha cogido gusto a esto del negocio editorial. Para noviembre se anuncia la publicación de un libro de fotografías que recopilará las mejores imágenes del músico tomadas por su amigo y fotógrafo oficial Frank Stefano. El libro se titulará Further on up the road y contará con un prólogo de puño y letra del propio Springsteen. Sólo se van a editar 1978 ejemplares, que se pueden reservar ya por Internet al módico precio de 350 €. Pero  no se preocupen: la semilla de la buena música de New Jersey la mantienen viva otros músicos, como Southside Johnny y sobre todo el lugarteniente del Boss, Little Steven, el hombre del pañuelo en la cabeza. Steve van Zandt es de mi quinta y se ha embarcado en una gira desde finales del año pasado, con su grupo Los Discípulos del Soul. Les dejo con un vídeo extraído de su actuación en Londres. Como todos los músicos de la banda del Boss, Little Steven es muy bueno. Que lo disfruten.



viernes, 7 de julio de 2017

649. Hemorroides

Me preguntan algunos seguidores por qué no digo nada de lo que pasa en Cataluña. ¡Joder! pero si ya he dicho todo lo que tenía que decir. Y antes que nadie. Ahora todo el mundo entiende que los nacionalismos son ideologías retrógradas, que van en sentido inverso de la Historia y que son muy peligrosas porque disgregan los Estados, máxima expresión del poder político, y dejan a la gente en manos del poder económico, cada vez más multinacional. Yo empecé a decir esas cosas nada más inaugurar este blog, hace cerca de cinco años, cuando todavía había mucha gente que veía el nacionalismo como algo moderno y progresista, o les resultaba indiferente porque no les parecía peligroso. Por una vez, siento haber acertado.

Aquí a la derecha pueden ver entre mis etiquetas una que dice “Nacionalismo”. Pues ahí están todas mis ideas al respecto, para quien quiera repasarlas. Mi primer post sobre el tema es de octubre de 2012, hace casi cinco años. Se titulaba El virus del nacionalismo I, y no me resisto a reproducir sus tres primeros párrafos, descargados de algunos chistes y acotaciones:

Dejemos clara una cosa: cada persona es libre de pensar lo que le dé la gana, faltaría más. Cada persona es libre de ser nacionalista, si quiere, como es libre de ser racista o fascista. Mientras no vulnere la ley, lo que tenga dentro de su mente es cosa suya. Cada persona es libre de dejarse convencer, y hasta engañar, por tendencias o criterios ideológicos. Desde ese mismo respeto por las opiniones de cada uno, yo soy antinacionalista. Y en ese convencimiento opino que el nacionalismo es el virus de la sociedad actual.

Un virus en el sentido informático… …pero un virus al fin y al cabo. Un virus que destruye la conciencia individual del ciudadano, impidiéndole continuar el camino por el que deberíamos transitar todos, siempre en mi opinión: el de la desaparición de las fronteras, el de la mezcla, el mestizaje, el que todos seamos ciudadanos del mundo, en esta época en que la tecnología ha abierto nuevos horizontes de comunicación entre los pueblos.

El nacionalismo camina hacia atrás en ese devenir hacia la ciudadanía universal. El nacionalismo es la vuelta a la caverna, a la sacralización de las señas de identidad propias y el desprecio de las ajenas. Y además es la utilización fraudulenta de los sentimientos legítimos de amor al terruño, por unos políticos que manipulan esos sentimientos para lograr mayores cuotas de poder y, en el fondo, mangonear al ciudadano.

En ese mismo texto ya hablaba yo de Hitler y de Sabino Arana. Más adelante, a lo largo de estos años les he contado cosas de Yugoslavia, de Sri Lanka y de muchos otros lugares donde prendieron ese tipo de ideas con resultados nefastos. También he hablado de Cataluña y ya no tengo mucho más que decir. Es un tema aburrido y cansino, que contamina este blog que no es de análisis político, sino que trata de otras cosas mucho más interesantes. Para España, ahora mismo, el problema catalán no es ni siquiera un virus: es una almorrana. Y los políticos de Madrid no aciertan con el Hemoal que suavice el asunto.

Siempre he sostenido que se podía hacer una crítica al nacionalismo desde la izquierda, algo que hace cinco años resultaba llamativo, pero ahora no lo es tanto y les traigo un par de ejemplos recientes. El primero es del diario deverdad.digital, en donde las cosas se dicen muy claras, desde la típica retórica leninista del grupo que publica ese diario. Véanlo AQUÍ. El otro acaba por tener mayor fundamento y apareció un día de estos en El País. Pueden leerlo pinchando AQUÍ.

Cataluña es hoy en día una sociedad fraccionada, partida en dos mitades y condenada a que una de las dos entre en depresión colectiva. Todos sus habitantes se sienten catalanes, pero la mitad se han tragado el cuento de que no pueden sentirse a la vez españoles y se han convertido en antiespañoles, que todo movimiento nacionalista que se precie ha de tener un contramodelo, un enemigo real o inventado. La otra mitad, sencillamente piensa que este no es un asunto relevante, ni se sienten ni se dejan de sentir españoles, les preocupan otros asuntos. Si se llega a celebrar el referéndum, los catalanes no ejercerán el derecho a decidir; ejercerán el derecho a aceptar lo que han decidido de antemano unos cuantos facinerosos.

Desde cualquier análisis dialéctico serio que se haga, está muy claro que el pueblo catalán saldrá perdiendo si se independizan, entre otras cosas, porque no es difícil imaginar que tienen un agujero financiero gigantesco, no tanto por lo que se ha llevado Pujol y compañía, sino por el despilfarro que supone un gobierno regional dedicado monotemáticamente a un tema, el prusés, que no tiene retornos económicos, es un puro gasto. Y, si un día dejan de estar avalados por el Estado español, los prestamistas no tardarán mucho en reclamarles su dinero, como le sucede al chico que se va de casa  y deja de estar respaldado por su papá.

Desde hace años sigo diversos medios catalanes de los que no se han dejado seducir por los cantos de sirena secesionistas y, en consecuencia, no han entrado en la rifa de subvenciones de la que viven los que sí están por la labor. Entre ellos, dolçacatalunya.com, elcatalan.es y sobre todo El Triangle, de donde he sacado muchas de las informaciones y datos que se han traído a este foro. El Triangle representa el seny de un pueblo que no está para mascaradas. Que tiene problemas reales más urgentes de resolver. Esa parte de la sociedad catalana no lo va a pasar muy bien si se separan. Y es lógico que no se sientan tampoco amparados por el  Estado español, cuando a su frente está un personaje como Rajoy. Finalmente han de ser ellos quienes se defiendan del atropello. Si esperan que se les ayude desde el exterior, van dados.

A mí el asunto me tiene muy aburrido. Francamente, creo que es un tema que se ha dejado pudrir hasta un extremo que, de una forma o de otra, habría que escuchar qué quieren los catalanes. Si hay que creer lo que se dice, más o menos la mitad de la población catalana quiere separarse y la otra mitad no. Para mí es un tema lo suficientemente grave como para que se exigiera una mayoría cualificada; no debería valer un 51% (y menos un 47%, que es lo que sacaron en las últimas elecciones). Pero, si lo quieren hacer así, allá ellos. Si gana el no,  dejarán de dar el coñazo una temporada (aunque volverán, no lo duden). Y si gana el sí, pues por mí se pueden ir con viento fresco. España puede salir adelante perfectamente sin ellos.

Su movimiento es un tipo de cabezonería muy similar a la que llevó a los belgas a separarse de la gran Holanda o los eslovacos de Checoslovaquia. Ahora, en todos los países que les rodean se hacen chistes de belgas y de eslovacos, algo que he podido constatar en mis viajes por Europa. Los belgas son tachados de bolos en todos los países de su entorno y en este blog se han contado muchas historias y anécdotas en este sentido. No he querido insistir en el tema, pero hace muy poco se produjo una historia de la que se ríe toda Europa, que pueden ver AQUÍ. No se pierdan la foto, que se convirtió en viral. Tal vez dentro de unos años por Europa se hagan chistes de catalanes. En los carnavales de Cádiz ya llevan años riéndose de ellos (y de todos nosotros). Nada mejor que una chirigota para cerrar este texto. Buenas noches.




martes, 4 de julio de 2017

648. Una entrevista con Al Gore

Veamos, si usted es seguidor de este blog, sabrá que en julio de 2018 sufrí un accidente informático por el que se me evaporaron 100 de mis posts. Poco a poco los voy recuperando y he de decir que tengo material suficiente para hacerlo con 99 de ellos. El que me falta es este. Era un texto muy cortito y, tal vez por ello no lo guardé. En el texto original manifestaba estar cansado y sin ganas de escribir más. En base a ello me limitaba a poner un link a una entrevista que le acababan de hacer a Al Gore. Era un enlace que me habían enviado por Facebook y que ahora no he podido encontrar. Recuerdo que, lo que me había impresionado de la entrevista es la afirmación de que las principales guerras del mundo, y muy especialmente la de Siria habían tenido su origen en la desertificación y el cambio climático. Como no he encontrado el vídeo de ese documental concreto, abajo les dejo un interesante programa protagonizado por Gore con sus manifestaciones traducidas al español. Y también un par de artículos que hacen alusión a la relación entre guerra y cambio climático. Entiendo que sabrán disculparme. Los artículos están AQUÍ y AQUÍ




sábado, 1 de julio de 2017

647. La duplicación elevada a X

Entremos a fondo en el coñazo este de la duplicación de género. Les recuerdo que la mujer ha sido desde la prehistoria la mitad de la Humanidad minusvalorada y reprimida por la otra mitad, la masculina, a la que tengo el honor de pertenecer, situación que continúa en estos momentos, especialmente en el mundo musulmán y otros lugares atrasados culturalmente, como muchos países del África subsahariana. Esta discriminación se traduce, por ejemplo en que en torno a un tercio de la población mundial carece de lavadora (he de contrastar la cifra para decírsela a ustedes con precisión). ¿Qué significa esto? Pues que la mujer se encarga de lavar, secar y planchar como pueda la ropa de toda la familia. Y, si está en un lugar donde hay escasez de agua, la mujer es la que se levanta antes del amanecer y camina a veces varios kilómetros, generalmente con los hijos a los que no puede dejar solos, para poder volver a tiempo de preparar el desayuno familiar, al que el marido se apunta con la mesa puesta.

Esto sucede hoy en día. En los países musulmanes, la mujer no puede salir de casa, ni conducir, ni sacarse el DNI sin el permiso del marido. Las niñas pueden ir al colegio hasta que tienen la primera menstruación. Entonces se acabó el colegio: a encerrarse a casa y esperar que tus padres te concierten un matrimonio. No diré nada del tema de la ablación de clítoris, que ya es bastante sangriento este panorama. En otras tierras, la mujer lucha por su liberación y se expone a una violencia ciega, que le impide circular libremente por la calle. Esto sucede en toda Latinoamérica y en otros lugares como la India. Allí las noticias de feminicidios son cotidianas. También son lugares peligrosos para los tíos, pero ciertamente menos y además no me gustan las equidistancias excusantes, supongo que saben a qué me refiero.

Y finalmente, está el mundo occidental. Aquí la situación de la mujer es sin duda mejor, comparativamente, aunque hay restos de discriminación y un goteo constante de crímenes machistas. Y aquí viene lo de la tontuna de la duplicación de género. En lugar de ir al fondo de la cuestión, poniendo en marcha políticas de inclusión y actuaciones que mitiguen la desigualdad existente, a algún lumbrera se le ocurre que hay que empezar incorporando esa idea al lenguaje cotidiano. Ni siquiera es una idea original, que ya la puso en boga el lehendakari Ibarretxe, con aquella tontuna de los vascos y vascas, de la que tanto nos reíamos. El problema es que ahora los políticos, en vez de reírse, lo han incorporado a sus discursos, sin reparar en lo ridículo que resulta y lo que irrita a la gente. Yo no conozco a nadie en mi círculo de amigos y conocidos a quien le parezca bien. Mejor dicho, miento, conozco a uno, pero es tonto.

No habría ni que decirlo, pero es una evidencia que lo que discrimina no es el lenguaje. Y, en este mundo que vive para guardar las apariencias, el uso por un político de ese lenguaje duplicado no garantiza para nada que sus ideas sean correctas en este terreno. Un tipo puede salir a un estrado, soltar un rollo lleno de ciudadanos y ciudadanas y, al acabar, marcharse a su casa y tratar a su señora a bofetadas. Pero hemos llegado a una situación en la que cualquiera que hable en público y no duplique todos los sustantivos, puede suscitar rostros estirados, como me sucedió a mí cuando se me ocurrió decir que para pasear por ahí a un ministro gay, todo el rato le cedería el paso por precaución. Si quieres hacer carrera como orador, introduce cuantas duplicaciones puedas, o no te comerás una rosca.

Una característica curiosa es que esta imbecilidad sólo sucede con el castellano. Nos hemos vuelto locos. En la jornada sobre violencias urbanas de la que ya les hablé en su día, asistí a una mesa redonda en la que había nacionales y extranjeros, por lo que se hablaba en español y en inglés. La moderadora abrió la jornada diciendo: –Buenos días, bienvenidos y bienvenidas, welcome everybody. Está clara la diferencia entre ambas lenguas. Conscientes del absurdo a que nos está llevando este tema, algunos organismos han editado manuales de lenguaje inclusivo en donde recurren a soluciones peregrinas. Por ejemplo, para no tener que decir los niños y niñas, se recomienda usar las criaturas. Todavía más ridículo.

La RAE ya se ha pronunciado, y yo tengo la idea de que esta nueva forma de hablar se puede entender como realmente discriminatoria, puesto que todo el rato resalta la existencia de dos sexos. Dejando esto de lado, me parece que lo único que nos queda es elevar aún más el absurdo. En ese sentido, ya saben ustedes que anda el cotarro revuelto con eso de las naciones que componen España y la tontería de la plurinacionalidad. Bien. Se ha dado por establecer que diciendo todo el rato los ciudadanos y ciudadanas, somos más inclusivos y más guay que si decimos sólo los ciudadanos, como yo hago siempre, porque en esta última modalidad estamos haciendo de menos al género femenino. Pues lo mismo puede entenderse con los diferentes idiomas patrios. Si decimos los ciudadanos y ciudadanas, estamos haciendo de menos a los catalanes, gallegos y vascos. Pues incluyámoslos también.

Según mi idea, el partido Unidos Podemos, al que ya Irene Montero suele llamar Unidos y Unidas Podemos, pasaría a llamarse: Unidos y Unidas, Units y Unides, Unidiños y Unidiñas, Elkarrekin, Podemos, Podem y Ahal Dugun. No me digan que no es una idea cojonuda. Así los discursos de Irene Montero podrían empezar un lunes y terminar el miércoles. Y recordemos que en nuestro  mundo no sólo hay hombres y mujeres, sino también niños y niñas, por lo que habría que incorporar los diminutivos. Y que esto también podría resultar excluyente para los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, asexuales, etc, que pueden sentirse discriminados por nuestro lenguaje de todos los días. Y, por supuesto, habría que incluir también el lenguaje de signos, por si hay algún sordomudo entre los oyentes. No bastará con recitar la retahíla que les he puesto más arriba, sino que habrá que hacerlo con el énfasis sobredimensionado propio del lenguaje de sordos. La duplicación elevada a X.

En esta Torre de Babel yo me considero un resistente. Igual que estoy firmemente decidido a seguir contando chistes de gays, de negros, de señoras gordas y flacas o de tartamudos, sin otros filtros que los del cariño y el buen gusto, pues también estoy dispuesto a no emplear nunca la maldita duplicación de género, salvo en modo irónico. Y también continuaré diferenciando el sólo adverbio del solo adjetivo. Nadie va a cambiar mi forma de escribir ni mi forma de expresarme en público. ¡Ea! (esto de acabar gritando ¡ea! se lo he copiado a mi amiga Inmaculada, a la que aprovecho para mandar un fuerte abrazo).

En fin. Ya tengo al helicóptero rondando sobre mi cabeza, porque el gran desfile del World Pride saldrá dentro de unas horas desde la plaza de Atocha, a cien metros de mi casa. Ya saben que por aquí pasan todas las procesiones, desfiles militares, verbenas y manifestaciones. Pero no voy a quejarme, en la línea de Javier Marías. Vivir en el centro de una ciudad grande tiene sus inconvenientes y también sus ventajas. Es lo que hay. Para sumarme a la gran astracanada inclusiva y festiva, les dejo con un tema que viene al pelo. El Juliette de Platero y Tú. Sean buenos. Yo me bajo a infíltrarme en la marea de bujarrones y bujarronas.