martes, 28 de abril de 2015

373. El follón de LA FOTO y la repera

Continúan y no paran las repercusiones de LA FOTO, la imagen de la mano en la nuca del señor Rato, presunto corrupto, tramposo y follón, calificativo este último que no utilizo para sugerir que follara más de lo conveniente, sino en su sentido más cervantino, el que recoge la segunda acepción del DRAE: Vano, arrogante, cobarde y de ruin proceder. De todas esas feas cualidades se acusa al señor Rato, al que encima atribuyen un delito de alzamiento (menos mal que no se trata de otro alzamiento nacional). Con esto de la detentio interrupta del señor Rato, se ha armado un enorme follón, palabra que ahora uso en su acepción más común, como sinónimo de lío. Las derivaciones del asunto amenazan con eternizarse. La mano al cuello de Rato corre el riesgo de erigirse en competidora de la mano incorrupta de Santa Teresa, que se conserva en Ronda (Málaga) cubierta de plata, para preservarla del carbono-14 y otros inventos impíos.

Al principio, la cosa olió a chamusquina, a operación de imagen política para lavar el baldón de la indignidad del partido en el poder. Vean, vean –estaría proclamando Rajoy de Moncloa con LA FOTO de marras–; vean, vean: no nos tiembla el pulso a la hora de meter al trullo al más pintado. Aquí no hay amistad que valga, la mano de la Justicia no se detendrá ante nada. Algo así sugería yo en mi diálogo inventado que empezaba con “Rodrigo, chavalote, etc.” La Policía de Aduanas sacó un desmentido que nadie se creyó y lo que no entiendo es por qué al pobre hombre al que tocó agarrar al reo por el pescuezo no le difuminaron la cara en las imágenes publicadas, como suele hacerse en estos casos. Todo el mundo conoce ahora el rostro de este trabajador, el Caballero de la Mano en la Nuca, a quien imagino abrumado por esta popularidad inesperada. Seguro que, cada vez que sale a la calle, los paseantes se le arremolinan para hacerse selfies con él. Debe de estar pasándolo fatal. A menos que se trate de alguien con personalidad histriónica o exhibicionista, en cuyo caso estará encantado.  

En fin, que la cosa era tan sospechosa de ser un montaje, que hasta Casimiro García Abadillo, actual director de El inMundo, se sintió obligado a hacer una editorial interminable, hablando de conspiraciones secretas y rencillas varias entre diferentes cuerpos de seguridad, policías que seguían a Rato, otros policías que, a su vez, vigilaban a los primeros, amago de trifulca entre ambos grupos y otra serie de escenas directamente sacadas de la mejor tradición de la serie negra. Sólo faltaba por allí el inspector Clouseau, con su lupa a la caza del corrupto. De forma un tanto sutil, este señor se alineaba con la tesis de que la Justicia es independiente, de que hay gente honrada que va haciendo su trabajo y, cuando por casualidad dan con un pez gordo, no se detienen y siguen adelante. Que estos cuerpos de investigadores no actúan al dictado de intereses políticos y luchas de poder. Por mí, que cada uno se crea lo que quiera.

Pero la cosa se empezó a aclarar apenas un par de días después, el viernes pasado, cuando la Audiencia Nacional anunció que la fianza fijada por el juez Andreu para el sangrante caso Bankia, que era de 800 millones de euros, quedaba instantáneamente rebajada, nada menos que en un 96%, hasta quedarse en 34 milloncetes de nada. La parte que le hubiera tocado pagar a Rato, que era de 133 millones, por arte de magia se veía jibarizada y bajaba a 5,6. El ínclito Gori-gori respira aliviado: ya no tendrá que proseguir con la demanda contra su antecesor al frente del tinglado, y sin embargo amigo. Un tipo de cuya amistad muy pronto todos renegarán, aunque por ahora guardan las formas, porque Rajoy de Moncloa todavía no se ha referido a él como ese señor.

Para mí ya está todo bien claro. Los poderes fácticos supieron de antemano que se iba a producir ese anuncio y, en un momento preelectoral especialmente delicado por los catastróficos pronósticos de voto al PP, quisieron contrarrestar sus efectos con una imagen para la galería que contentara el ansia de revancha de los preferentistas y demás estafados. Así que se organizó la escenografía, se llamó a fotógrafos y cámaras de televisión (había incluso cadenas extranjeras) y, en cuanto se dio la señal, procedieron a detener a Rato (sólo un rato y sin esposas), los fotógrafos dispararon sus máquinas e inmortalizaron el instante mágico: la mano que aprieta, en plena faena. LA FOTO. Una vez más, el mensaje es el medio, como dijo McLuhan. El problema es que se pasaron un pelo al tratar de hacerlo verosímil. Que sobreactuaron. Que, si el tipo es un criminal, no se entiende que lo detengan sólo un rato. Y, si no lo es, sobra la mano al pescuezo.

Al ver que el escándalo no hacía sino crecer, que el tiro les estaba saliendo por la culata, para calmar el malestar y los murmullos generalizados, mandaron al Congreso al flamante director de la Agencia Tributaria, un figurante hasta ahora sin diálogo que, rodeado de micrófonos, taquígrafos y congresistas ávidos de escuchar sus explicaciones, se vio en el momento de gloria con el que sueña todo mediocre, y no pudo evitar la tentación de la jactancia. Con aires de perdonavidas, el tipo proclamó a los cuatro vientos: “En la Agencia Tributaria disponemos de los datos de todo el mundo, y son la repera patatera”. Fin de la cita. Isaías Lafuente, director de la Unidad de Vigilancia Lingüística de la Cadena Ser, un equipo que cada semana desmenuza con humor las meteduras de pata de los oradores patrios, destaca que estamos ante una combinación innovadora de términos. Que hasta ahora se usaban las expresiones es la repera limonera (equivalente de es la reoca, por ejemplo), o bien es un rollo patatero (equivalente de es un rollo macabeo). Pero nadie había hablado de la repera patatera.

A partir de esa constatación, este señor nos advierte de que estemos atentos, y vigilemos si la expresión se generaliza y se convierte en habitual. No creo que eso suceda y me baso en un antecedente que ha obviado el bueno de Isaías Lafuente. En la campaña de 2000, en la que el señor Aznar optaba a la reelección (que obtuvo), en un mitin celebrado en Toledo dijo, refiriéndose al PSOE: En tema de responsabilidades, lecciones, cero; pero cero... escuchadme un momento, no cualquier cero, ¿eh? CERO PATATERO –remachó a voces entre las ovaciones de sus fieles. Expresión que no se ha incorporado al lenguaje de calle, salvo entre cuatro peperos irredentos. Así que no se equivoquen y combinen cada sustantivo con el adjetivo que le corresponde. Cada oveja con su pareja: el cero, pelotero; la pera, limonera; el rollo, patatero y los peperos irredentos, acojonados con la que se les avecina. Aquí el vídeo para los incrédulos habituales.


Aunque, bien pensado, a lo mejor el de la Agencia Tributaria no es tan tonto y lo han mandado justo para que haga lo que ha hecho: decir una estupidez lo suficientemente contundente como para que a partir de ahora todos hablemos de la repera y nos olvidemos de LA FOTO, la mano y el propietario del pescuezo que sujetaba. Porque resulta bastante insólito que envíen al Congreso a un alto cargo (de alto sueldo, de baja estofa), y el sujeto se limite a decir inconsistencias. Vaguedades. Flatus vocis. Y esto del flato nos lleva hasta la última acepción del DRAE para la palabra follón: ventosidad emitida sin ruido. No sé si este señor se tiró algún follón durante su comparecencia, lo que ha trascendido es únicamente su desafortunada expresión, origen de toda clase de merecidos retruécanos de los analistas de la prensa, como ESTE de La Voz de Galicia.

En fin, queridos lectores: no sean follones, ni se tiren follones en público, a ver si se van a meter en un follón. Eso sí: follen lo que puedan. Las ocasiones que se pierden ya no vuelven más. Recuerden el evocador pasaje de Murakami en Kafka on the shore: Lost opportunities, lost possibilities, feelings we can never get back again. That’s part of what it means to be alive…


viernes, 24 de abril de 2015

372. Zapatero/Gallardón

Sí, sí, está bien el título, no está equivocado. No es zapatero remendón. El pasado día de Navidad colgué en el blog un texto, el Post #324,  en el que hablaba de Pablo Iglesias y el rey Felipe, y mucha gente se echó las manos a la cabeza pensando: pero ¿qué tendrán que ver dos personajes tan opuestos? Cuatro meses después han visto la conexión. Con motivo de la visita de Felipe a Bruselas, el otro le ha regalado la serie Juego de Tronos y ha quedado como un cura. La mirada de complicidad entre ambos es harto expresiva. A veces un solo gesto resulta más revelador que cien discursos. En esa misma visita, los de la Izquierda Hundida han hecho el ridículo mostrando una actitud casposa similar a la que adoptaron los batasunos con motivo de la intervención de su padre ante las Cortes de Guernica, cuando interrumpieron su discurso cantando puño en alto el Eusko Gudariak.

Busquen el vídeo y lo comprobarán. A quien más ofendieron fue a los oídos de los melómanos, porque desafinaban de cojones y este es un pecado especialmente grave en la tierra donde se inventaron los otxotes. Más inteligente fue, por ejemplo, la actitud del profesor Tierno Galván, ateo confeso, al que tocó como alcalde hacer de anfitrión del mismísimo Papa de Roma, dilema que resolvió recibiéndolo con un discurso en perfecto latín. Un crack, el viejo profesor. El sentido del humor, la sutileza, la educación y la imaginación siempre estarán por encima de las actitudes cerriles.

En fin, que si el rey y el líder de Podemos pueden compartir post, ¿por qué no Zapatero y Gallardón? Si es verdad lo que dicen mis amigos preocupones (que cada personaje público tiene un ejército de ayudantes buscando cada día en Google lo que se dice de sus jefes), podemos hacer el ejercicio de imaginar que ambos llegan a leer este texto. ¿Qué sería lo primero que se les vendría a la cabeza? Posiblemente, el primero pensara: ¿por qué me meten en el mismo saco con ese cabrón? Y el segundo: ¿por qué me meten en el mismo saco con ese idiota? He dicho pensarían; ninguno de los dos llegaría a decir en voz alta tales pensamientos, son bastante más educados que batasunos, izquierdahundidos y otros portentos patrios.

Lo cierto es que lo que pretendo contar en este post son dos anécdotas simétricas que, de alguna manera, conectan a estos dos señores. Dos anécdotas que me sucedieron a mí, que nunca he tenido ocasión siquiera de saludar a ninguno de los dos. Sí pude observarles de cerca a los dos juntos, en un acto en el que se inauguraba algo relacionado con el Pasillo Verde Ferroviario, creo que una exposición o algo por el estilo. Yo era entonces lo suficientemente importante como para que me invitaran a hacer de figurante o palmero, en un acto en el que intervenían los presidentes nacional y regional. Recuerdo que ambos me impresionaron por su buena planta. Los dos me pasaban la cabeza, enfundados en trajes perfectos y con gabanes bien cortados a la moda. Mi primer pensamiento fue que ambos podrían haber sido jugadores de baloncesto.

Vamos con las anécdotas. La primera, supongo, debió de ser a mediados del 2000. Zapatero acababa de ganar la Secretaría General del PSOE. Aquí he de hablarles de mi amigo Y. Le llamo así, porque la X la tengo ocupada como saben y, si pongo su inicial real, cualquiera podría identificarle. El amigo Y es compañero mío de curso y ejerce como arquitecto en León, donde ganó una plaza por oposición. De vez en cuando viene a Madrid y solemos quedar con él los colegas del Foro para tomar unas cañas y arreglar el mundo. Ese día, después de un rato bebiendo, se produjo la siguiente conversación: Ya veréis, ya veréis ahora, con Zapatero/ ¿qué?/ nada, es que allí en León lo hemos sufrido en directo y lo conocemos bien/ ¿y qué?/ no, nada, que ya veréis lo que es este señor/ pero, ¿a qué te refieres?/ es que no os lo podéis imaginar/ joder, tío, explícanoslo, aunque sea en líneas generales/ no, no, es que no os lo puedo explicar, es imposible, tenéis que verlo vosotros.

No mucho después empecé a comprender lo que quería decir el amigo Y. Exactamente cuando el tipo salió proclamando la máxima Bajar los impuestos es de izquierdas. No tanto por la naturaleza de la gilipollez, sino por su pose al formularla. Mirando circularmente al auditorio, con gesto ufano, la boca levemente fruncida y un cabeceo casi imperceptible, como diciendo: fíjate, qué cosa más cojonuda se me ha ocurrido, oyes, es que soy la hostia. A lo largo de su andadura como presidente tuve muchas más ocasiones de entender lo que quería decir mi amigo y por qué no había podido explicármelo. 

Segunda de las anécdotas. En este caso, tal vez estábamos a mediados de 2003. Gallardón acababa de ganar la Alcaldía de Madrid. Aquí he de hablarles de mi amigo Z. Le llamo así, porque la X y la Y las tengo ocupadas como saben y, si pongo su inicial real, cualquiera podría identificarle. El amigo Z es compañero mío de curso y ejerce como arquitecto en la Comunidad de Madrid, donde ganó una plaza por oposición. De vez en cuando viene al Ayuntamiento y solemos quedar con él los colegas municipales para tomar unos cafés y arreglar el mundo. Ese día, después de un rato en el bar, se produjo la siguiente conversación: Ya veréis, ya veréis ahora, con Gallardón/ ¿qué?/ nada, es que allí en la Comunidad lo hemos sufrido en directo y lo conocemos bien/ ¿y qué?/ no, nada, que ya veréis lo que es este señor/ pero, ¿a qué te refieres?/ es que no os lo podéis imaginar/ joder, tío, explícanoslo, aunque sea en líneas generales/ no, no, es que no os lo puedo explicar, es imposible, tenéis que verlo vosotros.

También en este caso empezamos pronto a entender lo que quería expresar mi amigo Z. En cuanto este señor desembarcó en nuestras playas con su ejército de paracaidistas, como moscas carroñeras ocupando los cargos de confianza y creando otros nuevos. Los de esa casta impostada, que han sobrevivido a su mentor, esos que siguen arrugando la nariz cuando se cruzan con nosotros por lo mal que olemos, se aplicaron desde el primer día a desarrollar su trabajo de termitas, hasta arrasar el Ayuntamiento. Yo lo viví casi como un destrozo medioambiental, como si viniera una banda de bulldozers y echaran abajo el nicho ecológico en el que se había desenvuelto toda mi vida laboral. Doce años después, el Ayuntamiento está en la situación que ya se ha contado aquí hasta la saciedad y sobre la que no conviene insistir.

De estos dos personajes, a los que he unido por el relato de dos anécdotas mías idénticas y rigurosamente ciertas, hay que decir que los dos van tirando, mal que bien, fuera de los puestos de relumbrón y soportando todavía críticas salvajes de sus detractores respectivos. Algo muy corriente en este país de envidiosos. Pero no debemos olvidar que a ninguno de los dos lo han pillado con las manos donde no debían. No tienen cuentas en las Islas Caimán, que se sepa, y tampoco han ido por ahí pagando cenas en restaurantes de lujo con tarjetas black. En los tiempos que corren, no deja de ser un detalle a tener muy en cuenta.

Mucho después de las anécdotas que he contado, ambos políticos coincidieron en una reunión sonada. Resulta que Gallardón se había pasado de manirroto en el Ayuntamiento, y sus cuentas incumplían la Ley de Haciendas Locales, que fija los topes máximos de endeudamiento de las administraciones públicas. En esa tesitura, la ley ofrece a la administración endeudada la posibilidad de elaborar un plan de ajuste financiero que permita ir enjugando la deuda en plazos razonables. El equipo de Gallardón elaboró ese plan y lo presentó al Ministerio de Hacienda de Zapatero, que se lo aprobó. Pero, ya en su primer año de aplicación, Gallardón se lo saltó. Incumplió las condiciones de su propio Plan de Ajuste y volvió a gastar más de lo debido. Entonces fue a la Moncloa a pedir más dinero, y el otro le dijo que naranjas. Al salir, en el mismo jardín de la Moncloa, Gallardón habló con los periodistas para decir que Zapatero lo puteaba sólo por ser de otro partido y eso era malo para Madrid, etc, etc. Fue la primera vez que este señor mostró en público su famoso puchero de despecho, el que usa cuando no le salen las cosas como quiere.

Me quedo al final con ambos gestos. La suficiencia del ignorante, con que Zapatero proclamó que bajar los impuestos era de izquierdas, y el puchero indignado de Gallardón, clamando como un niño pequeño: no me ajunta porque es del PSOE y yo del PP. A veces un par de gestos resultan más reveladores que cien discursos. Como de costumbre, les deseo un buen fin de semana.  

miércoles, 22 de abril de 2015

371. Más sobre la mano de la ignominia

Bueno, empezaré por sacar un poco de pecho. El día 16 trincaron a Rato, aunque sólo estuvo detenido un rato, y el mismo 17, a las 11.35, tenían a su disposición mi Post #369 “La mano que aprieta”, centrado en esa mano que le echaron al cuello para que no entrara solo en el coche y subrayar así su ignominia pública. Me puedo preciar de haber sido uno de los primeros pero, por suerte, no fui el único que se percató del significado de esa imagen. Llovieron comentarios sobre la maldita mano, en periódicos y redes sociales y hasta el periodista de El País Manuel Jabois contó cómo a él lo habían detenido una vez en Canarias y lo habían metido en un coche de esa misma indigna manera. Debe de ser un protocolo. El caso es que si uno ve la escena en televisión, apenas se advierte el detalle, es un segundo, pero la foto de marras es la leche.

Digo que no fui el único por suerte. Joder, es que es un alivio comprobar que esta sociedad no se las traga cuadradas y sabe leer las imágenes, igual que los arquitectos leen los edificios y los planos y los buenos centrocampistas son los que saben leer el partido. En este país se leen cada vez cosas más peregrinas, y cada vez menos libros. Mañana es el día de Sant Jordi (no el Pujol, el santo) y supongo que saben que han de regalar una rosa a la mujer que aman (los caballeros) y un libro al hombre que les ama (las señoras). Sant Jordi era un santo catalán, escolti, no m’emboliquen, que yo sólo he díu que era catalán ¿eh? no que fuera soberanista ni independentista ni nada por el estilo. Sant Jordi era un guerrero, como el del antifaz, con cota de malla y casco y, ataviado de tal guisa, mató al dragó (no el Sánchez, el de verdad) y de la sangre del dragó brotó una rosa (arose a rose, que dicen los ingleses) y por eso la tradición de la rosa. ¿Y lo del libro? Y yo qué sé, desde luego los españoles no hacen más que venga preguntar y venga preguntar, son ustedes unos centralistas insoportables.

¿En qué estábamos? Ah, sí, en que a Rato le echaron mano al cuello y todo el mundo habló de la noticia del día, que era casi más la mano que la propia detención. La potencia de esa imagen es tal que hasta el propio cuerpo de policías de aduanas hubo de salir al paso y sacar un comunicado en el que dice que eso se hace habitualmente y tiene por objeto evitar que el detenido se haga daño al entrar en el coche. Cojonuda la explicación, oyes, ahora sí que lo han arreglado. Tú detienes a un etarra, un suponer, y, como no tengas cuidado y te olvides de agarrarlo por el cuello, el tipo embiste al dintel (o como se llame) de la portezuela, se hace un siete en la cabeza y luego alega violencia policial, se lo enseñan en los cursillos de fin de semana que hacen en Biarritz y Saint Jean de Luz, impartidos por pied-noirs argelinos. El sábado dedican la mañana a practicar el cabezazo al coche y luego vuelven a casa como ecce-homos y tienen que decir que han estado haciendo barranquismo abertxale, para que no se mosquee la amatxu.

En fin, en este mundo mediático y gilipollas, en el que domina el postureo, el figurar y el hacer-como-si, que te echen la mano al cuello no es lo peor que te puede suceder. Todavía resulta más grave y decisivo que Rajoy se refiera a ti como ese señor. Y por cierto, todo el mundo presupone que la mano de verdad, la que mueve las marionetas del circo patrio, más bien teatrillo de títeres de cachiporra, es precisamente la del ínclito señor Rajoy, preocupado de que la multiplicidad de escándalos, que involucran a prebostes del PP un día sí y otro también, afecte decisivamente a las posibilidades electorales del partido y no le dé tiempo a remontar para noviembre. Eso es lo que sugiere, por ejemplo, el juez Elpidio Silva, a quien se le ocurrió intentar empapelar a Blesa, concurdáneo o compañero de francachelas de Rato, y ya sabemos el resultado: Blesa en la calle y él inhabilitado como juez, con la inhabilitación recurrida y pendiente de resolución. AQUÍ pueden leer lo que dice este señor, aunque ya se sabe que es un rencoroso calvo como Varoufakis. 

También se habla de la complicidad en el manazo de Guindos y Montoro, los dos adláteres económicos de Rajoy. A cuenta de ello, los periódicos han rescatado del archivo la foto de Rato con el segundo de ellos llegando juntos a la boda de Agag en El Escorial. La viva imagen del refrán: cría cuervos y te sacarán los ojos. Abajo la tienen, es también una foto cojonuda. Sobre todo, para constatar que Montoro era todavía más feo de joven. Coincidirán conmigo en que este señor, dentro de lo que cabe, ha guapeado con los años y la acumulación de poder. Aunque conserva de aquel tiempo un cierto aire de cristobita, con la cachiporra oculta, listo para empezar a arrear palos a defraudadores y tramposos.



La verdad es que el recuento de asistentes a esa boda, que dio la verdadera dimensión de la locura aznárica (que se manifestaría en toda su crudeza en la participación en el ataque a Irak), es ciertamente estremecedor. Correa y El Bigotes, los reyes de la trama Gürtel. Ana Mato y su a-la-sazón-marido, el señor Sepúlveda. Bárcenas el grande. Camps y Jaume Matas. Lo más granado del lobby pepero. No sé si asistió Granados, el tipo cuya deriva ha alcanzado una especie de justicia poética: ahora mismo ocupa una celda en la cárcel que él mismo inauguró. Por no hablar de Berlusconi. Todos imputados o, como se dice ahora, investigados, de acuerdo con la terminología derivada de la flamante Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Por acabar con la mano de los cojones, aquí les traigo lo que dicen al respecto en eldiario.es, una de las plataformas de información independiente más recomendables. El periodista Javier Gallego juega como yo con el título de una película, lo que pasa es que, como es más joven, no conoce La Mano que Aprieta, y sí La Mano que Mece la Cuna. Este señor no ha sido tan rápido como yo, pero su texto es tremendo, veinte veces mejor que el mío. Lógico: él es un analista político de larga trayectoria y pluma bien afilada y yo un chisgarabís que perpetra escritos a bote pronto (reflexiones a la carrera) y cada vez se va más por los cerros de Úbeda. Léanlo AQUÍ. De verdad que merece la pena.

Entre estos y otros divertimentos, estamos a un mes de las elecciones locales más inciertas de los últimos tiempos. Todo esto de los corruptos hace mucho daño al PP y yo no sé cómo van a hacer para enderezar la situación. De una de estas, recurren a Floriano. ¿A quién? A Floriano. Agárramela con la mano. Nada, que no nos libramos de la mano de las narices. Esperanza hace equilibrios para que no le salpique la cosa, pero va a necesitar la habilidad de un Houdini para librarse. Y ya que todo este disbarre parte de La Mano que Aprieta, voy a cerrar este post con otra película de ese tiempo, ésta excelente, que tampoco conocerán ustedes, jovenzanos agrestes como son. Me refiero a El hombre del Traje Blanco (Alexander McKendrick, 1951). En este estupendo film, Alec Guinness interpreta a un científico que descubre alborozado un tejido que no se rompe ni se mancha ni se estropea. Se hace con él un traje blanco que nunca se desgasta, aunque se revuelque por lodazales. Todo el mundo le alaba, es un gran inventor, su creación es un paso adelante para la humanidad.

Pero muy pronto empiezan sus tribulaciones. Los dueños de las grandes empresas textiles se unen contra él y conspiran para que el invento no se divulgue. Y lo peor de todo no es eso, sino que los propios trabajadores y sus sindicatos se ponen en su contra, le ven como alguien que amenaza su puesto de trabajo y empiezan a atacarlo por todos los medios, desde los más sutiles hasta los más violentos. No les cuento cómo acaba, pero se lo pueden imaginar. Se trata de una película en blanco y negro, realizada con mucha pulcritud y que contiene una reflexión filosófica demoledora sobre el capitalismo y las contradicciones de este mundo supuestamente civilizado que habitamos. Y con un cartel anunciador maravilloso, que ven aquí a la izquierda. 

¿Cómo dicen? ¿Qué por qué traigo esto ahora? No me digan que no han caído. Es que están tan acostumbrados a que se lo dé todo explicadito que están perdiendo reflejos. Pues está bien claro: Esperanza es como el hombre del traje blanco. Está metida en todos los lodazales, pero pretende salir inmaculada. No sé si lo conseguirá. Y menos después de leer la última entrada del blog de Javier Marías. Este señor sí que escribe bien. Se la dejo de postre. Disfruten de ella: AQUÍ. Y vayan pensando en dónde van a comprar la rosa.


lunes, 20 de abril de 2015

370. La lucha contra el chabolismo en Madrid IV

El Programa de Barrios en Remodelación consiguió realojar a las 40.000 familias de chabolistas de la llamada demanda estructurada, en sus apenas 10 años de funcionamiento. He de aclarar que estas familias ocupaban no sólo los barrios de autoconstrucción, sino también otros levantados por el Estado a partir de 1940, para alojar a las primeras avalanchas de emigrantes (Poblados Dirigidos, Poblados Mínimos, UVAs, etc.), y que se encontraban en estado semirruinoso. Unas y otras viviendas carecían de servicios adecuados, tenían superficies de 40 o 50 m2 y en ellas se alojaban a veces varias familias. Si quieren ustedes una información pormenorizada del asunto, que lógicamente excede del marco de este blog, pueden obtenerla AQUÍ y AQUÍ. En 1986 el Programa estaba prácticamente rematado. Su actuación más destacada había sido la construcción del Barrio de Palomeras, la pieza más grande de todas, que solucionó el realojo de cuatro poblados chabolistas: Palomeras Altas, Palomeras Bajas, Palomeras Sureste y La Huerta. Mi post de hoy se centra en esta operación, ejemplo paradigmático de esta gran operación urbana.

A comienzos de los 70, las expectativas de los promotores privados sobre el área en la que se situaban estos cuatro asentamientos contiguos habían cristalizado en la aprobación de un Plan Parcial que de hecho suponía la expulsión de los chabolistas hacia localizaciones alejadas. Ese paso tuvo la virtud de poner en guardia a los afectados, que se prepararon para defenderse del atropello. En la zona funcionaban once asociaciones de vecinos distintas, que planteaban reivindicaciones también diferentes, y la primera tarea fue unificarlas en una sola. Esta asociación unitaria se convirtió en un interlocutor poderoso con el Estado, que consiguió un primer éxito: la creación de la empresa mixta OREVASA, que a partir de entonces se hizo cargo de la operación. El Consejo de Administración de esta empresa era paritario: 50% Administración y 50% los vecinos. El área que ocupaban los asentamientos totalizaba unas 600 hectáreas y se admitió que los técnicos designados por los vecinos elaboraran los censos y los proyectos, y co-dirigieran el programa.

El segundo triunfo del movimiento vecinal fue conseguir que se aprobara el sistema de actuación por expropiación para un polígono que abarcaba todo el ámbito. Esto tenía un doble efecto. Por un lado, inmobiliarios, promotores y propietarios de suelos con expectativas, se veían en la tesitura de elegir: podían recurrir el acuerdo de aprobación y probablemente ganar el juicio, no antes de cuatro  o cinco años. Pero también podían llegar a un acuerdo con OREVASA y colaborar en la construcción del barrio con un beneficio cierto e inmediato. Todos entraron a negociar. Tal vez influyó en esta decisión la incertidumbre política del momento. Era mejor asegurar un beneficio rápido, que dejar pasar el tren con intenciones especulativas que no era seguro cumplir en un contexto tan volátil. La construcción de vivienda protegida puede ser también un negocio interesante y más en tiempos convulsos.

Pero el segundo efecto de la expropiación se constituyó en la pieza clave de la operación financiera. Porque, de acuerdo con la Ley, un chabolista que ha construido su chamizo ocupando un terreno ajeno, no tiene derecho a ninguna compensación por el suelo (que no es suyo), pero sí por el vuelo. Es decir, que se podía hacer una valoración, más o menos generosa, de los materiales utilizados, la mano de obra empleada y el valor añadido de la chabola tras varios años de existencia. Todo eso era indemnizable, o al menos así se interpretó. Y ese truco sirvió para que estos señores dispusieran de un dinero con el que dar la entrada de su nuevo piso. OREVASA firmó también un acuerdo con la constructora estatal VISOMSA, fuertemente subsidiada por el Estado, para que se hiciera cargo de la construcción de buena parte de los bloques.

Faltaba sólo el acuerdo bancario y se consiguió en unas condiciones impensables para esos años. Los realojados pagarían una entrada en torno al 5% del valor de su nueva casa y obtendrían para el resto un crédito a 40 años, con una parte a devolver sin intereses (en concepto de anticipo) y otra con intereses muy bajos, en torno al 4 o 5%. La suma de estas tres condiciones (valoración de la chabola, bajo coste de la construcción y créditos a interés muy bajo) hicieron que la operación fuera posible económicamente. La puesta en marcha de los trámites legales necesarios para incoar más de 12.000 expedientes de expropiación, fue sólo el primero de una serie de complejos procedimientos, porque también había que cerrar los contratos de cada familia con las compañías de luz y agua, de modo que los vecinos disfrutaran de todos los servicios desde el primer día, de acuerdo con el eslogan “Deje su chabola por la mañana y tome un baño caliente en su casa por la tarde”.

Uno a uno, el procedimiento en detalle era como sigue. Con cada vecino que hubiera manifestado verbalmente su acuerdo con el realojo, se ponía en marcha un procedimiento expropiatorio individual. Un tiempo después, este señor recibía por correo en su casa un escrito en el que se le proponía la valoración de su chamizo. Si estaba de acuerdo, debía acudir a las oficinas de OREVASA. Allí, en una primera mesa, firmaba su conformidad con la valoración y recibía a cambio un cheque nominal por el valor total. Pero ese cheque no se lo podía llevar a su casa, sino que tenía que entregarlo, digamos, en la mesa de al lado, como entrada de su nueva vivienda. A cambio del talón, recibía una serie de documentos: títulos de propiedad de su nueva casa, recibo de haber pagado la entrada, los documentos del crédito con las letras a cuarenta años y los contratos de luz y agua. Con todo ello se volvía a la chabola y esperaba el realojo físico, para el que se le daba un número. Aquí tienen una imagen bien significativa. El chabolista, con su traje de los domingos, sale a esperar a la puerta, con el número bien a la vista.



Llegaron a efectuarse hasta 30 realojos diarios. El chabolista era avisado con tiempo y debía recoger y embalar todos sus muebles y pertenencias de valor. Por allí pululaban gitanos y payos con camionetas y hasta carros de mulas, que alquilaban para el traslado de estos enseres, por supuesto cobrando por el servicio. El día de autos, llegaban al lugar los funcionarios que llevaban a cabo la operación, con un amplio cortejo de obreros listos para la demolición, representantes vecinales, policías, algún sanitario por si acaso, etc. Con la familia reunida en la calle frente a su vivienda y sus pertenencias cargadas en el camión, un inspector entraba en la chabola gritando: ¿hay alguien aquí, hay alguien aquí? No era muy frecuente, pero se dieron algunos casos en que el inspector encontró a una segunda familia escondida en algún altillo o armario. Una vez comprobado que la casa estaba vacía, se procedía a su demolición. Era una escena de mucho dramatismo: decenas de curiosos, ruido, polvo, niños asustados y, a menudo, lágrimas de emoción y consternación resbalando por las mejillas de los afectados, al ver cómo se venía abajo la casa que con tanto trabajo e ilusión habían levantado. Sólo cuando la chabola se había derribado, se hacía entrega al afectado de la llave de su nueva vivienda y se le acompañaba a ocuparla.  

El Programa constituyó un éxito notable, en líneas generales, si bien hubo disfunciones, retrasos e incumplimiento de condiciones en muchos casos individuales, como cabría esperar. Los sucesores de Garrigues no compartían los nobles objetivos de su antecesor y fueron recortando sus compromisos. Sancho Rof se negó a promover un Decreto Ley que amparara el proceso y lo dejó en una simple Orden Comunicada. Los socialistas de Felipe fueron recortando presupuestos por entender que era un esfuerzo excesivo para el Estado, lo que motivó incluso airadas marchas de los chabolistas pendientes de realojo y acampadas frente al Ministerio, reflejadas en la prensa de la época. Algunos barrios se quedaron fuera, por motivos racistas o por circunstancias casuales. Y, aunque la operación se dio por cerrada en 1986, los últimos realojos se extendieron hasta 1989 y con costes muy superiores a los primeros. El Estado se quitó en cuanto pudo esta incómoda competencia pasándosela a la Comunidad Autónoma, que la asumió con recelo.

Pero el valor de la operación culminada estaba ya fuera de toda duda y fue reconocido incluso por la OCDE, que lo consideró uno de los más importantes proyectos urbanísticos realizados en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, tal como pueden comprobar AQUÍ. Les dejo con dos imágenes impactantes. Arriba, el Pozo del Tío Raimundo a la mitad del proceso, con los nuevos bloques construyéndose en los huecos libres, en cumplimiento del compromiso de realojo in situ, por entre el mar de chabolas pendientes de demoler. 

























Y aquí el nuevo barrio de Palomeras, en una imagen correspondiente a los años finales del Programa, con la zona central todavía en obras. Los escombros de todas las demoliciones se apilaron en el entorno aprovechándose como base de un parque de borde, lleno de montañitas, que servía de barrera acústica hacia la M-40, cuyo trazado se consiguió alejar unos metros. La sabiduría popular bautizó enseguida este gran parque lineal, que bordea el barrio por el sur, con el nombre de El Parque de las Tetas.

*Las fotos reproducidas son propiedad del Ayuntamiento de Madrid 

viernes, 17 de abril de 2015

369. La mano que aprieta

Ustedes, queridos lectores, son en general más jóvenes que yo y seguro que no les suena de nada el título de este post. Lógico. Se trata del nombre de una olvidada película argentina, medio de terror, medio de risa, que se rodó nada menos que en 1953, en blanco y negro, y que debía de ser bastante mala, por lo que se dice. Aquí pueden ver el cartel original, para que se hagan una idea del nivel del engendro. Creo que no llegué a ver ese film, seguramente lamentable, pero sí tengo en los recovecos de mi memoria, entre telarañas de recuerdos medio borrosos, la imagen de mi madre engarfiando su mano derecha y acercándola despacio a mi cara de niño, mientras decía bajando el tono de voz: uuuh, soy la mano que aprieta… Era su forma de darme un susto amable, que me provocaba más risa que miedo. He recordado esta historia a cuenta de la foto más comentada de ayer.

Tenía ya escrita la siguiente entrega sobre el chabolismo, un tema que me parece apasionante aunque entiendo que a algunos lectores les resulte una pesadez. Pero he decidido dejarla para el lunes, porque lo de ayer es un hecho relevante que ha desplazado del ranking de tremending topics al Leon-come-gambas: el Rajoy-come-Ratos. Era algo cantado. Allá por octubre de 2014, escribí un texto a cuenta de la avanzadilla del virus del ébola en nuestro país, en concreto el Post #293, en cuya parte final se hablaba del señor Rato, como símbolo de ese otro virus que ataca últimamente a los políticos, con una foto en compañía de su cómplice Blesa sobre la que algún lector preguntó si eran ellos mismos o sus dobles del museo de cera. Ya saben que una imagen vale más que mil palabras.

En aquellos tiempos había que tener cuidado con lo que se decía de Rato, cuestión con la que yo ironizaba largamente, porque todo lo que se hablara de Rato estaba todavía sub-judice. Desde ayer no. Ayer se dio la salida para ponerle verde sin miedo a represalias. Y la señal de que hemos entrado en un tiempo nuevo, la ha dado también una imagen que vale más que mil palabras. Cierto que el susodicho llevaba ya una temporada anticipando este instante, por el sistema de mostrar una imagen apesadumbrada y compungida, sin afeitar y con un cierto aire de homeless, como si acabara de despertar de una noche de pesadilla en la que se hubiera acostado con la chaqueta puesta. Pero, hasta ayer, no necesitaba ayuda para montar en el coche y esa es hoy la señal de su ignominia. Aquí tienen la secuencia de imágenes a que me refiero.




Los media han captado la onda y se han lanzado raudos sobre la presa, como los galgos del canódromo cuando se desbloquean las puertas de los cajones de salida. Como muestra, dos botones: pinchen en estos enlaces El País y El Mundo y verán la larga serie de descalificaciones y agravios que le dedican esta mañana ambos diarios al flamante apestado nacional. Ya saben que éste no es un blog de análisis económico ni político, aunque a veces me dé ciertas ínfulas en esos terrenos. Aquí se habla con mayor propiedad de otros temas y a mí de este caso me interesan sobre todo las connotaciones, especialmente las relacionadas con los simbolismos. 

Estamos en un mundo en el que prima lo visual y las escenografías se preparan con cuidado, porque por todas partes hay cámaras captando el instante para, con un clic, mandarlo all over the world. Los islamistas fanáticos lo saben muy bien y cuidan con esmero el atrezzo, los monos naranja, el embozo negro del matarife, el escenario desolado y desértico. Últimamente, utilizan incluso técnicas de montaje, secuencias a cámara lenta, músicas sobrecogedoras. Los chinos no les van a la zaga, arriba tienen una imagen difundida con motivo del juicio a Bo Xilai, miembro del Politburó caído en desgracia. Nada es casual en esta imagen, ni la composición, ni los policías que lo custodian, cuadrados para la foto y seguramente elegidos por tener una estatura ligeramente más alta que la del reo, ni siquiera los guantes quirúrgicos que calzan, tal vez por si tienen que tocar al apestado, por ejemplo, para empujarlo dentro de un coche. También recordarán la escena de cuando al tío del lider supremo de Corea del Norte lo fueron a detener en plena sesión del Comité Central, con las cámaras preparadas para filmar. El público ya supo en ese momento que al tipo lo condenarían a muerte.

Con Rodrigo Rato se han usado también esas técnicas. Este señor tiene dinero para aburrir, suficiente para pagar las fianzas que le toquen. No creo que vaya a pasar mucho tiempo a la sombra, lo mismo que el señor Blesa. Y seguramente era innecesaria la detención durante siete horas, porque podrían haberle interrogado tranquilamente con un café y cómodamente sentados en su despacho. Pero se trataba de otra cosa. Había que echarle a los leones-come-políticos-corruptos. Yo soy muy desconfiado, no creo en las casualidades y estoy convencido de que todo esto obedece a una estrategia perfectamente diseñada y probablemente pactada con el propio interesado. Alguien está detrás moviendo los hilos, no sé si el propio Rajoy o quién. Y ese alguien decidió que al señor Rato había que aplicarle la mano que aprieta. Se puede imaginar un diálogo como el siguiente:

Rodrigo, chavalote, tenemos que dar un paso adelante/No jodas, ¿no me lo podéis ahorrar?/Sabes que lo haríamos si fuera posible, pero estamos en período electoral y el PP tiene que dar la imagen de mano dura. Cada día estamos filtrando noticias sobre tu procesamiento, pero la gente no se lo traga, necesitamos una imagen impactante/¿Habéis pensado en la posibilidad de que se vuelva contra vosotros?/Sí, pero dice Arriola que la suma de efectos contrarios será positiva/Que mierda, desde Navidad haciéndome fotos sin afeitar y con la chaqueta vieja del portero y ahora resulta que no vale/No, necesitamos algo más, tenemos que detenerte, aunque sea un ratito/Bueno, si no hay mas remedio... Pero no me pongáis las esposas, es muy humillante/Es un momento, sólo para la foto/Pero es que tengo las muñecas muy sensibles. Por favor.../Vale, pero entonces tenemos que poner a un tipo que te coja por el cuello y te empuje dentro del coche/Sé subir yo solito/Pero es que si no, la gente no se lo va a tragar/Muy bien, lo que digáis, pero elegid a uno que no tenga mal aliento. Y que me trate con cuidado.

Esta secuencia imaginaria es sólo la traducción de mi alto grado de ingenuidad en estos terrenos. Porque, probablemente, la realidad sea mucho más compleja y llena de personajes malvados. Mi interpretación presupondría que todo el PP está unido y camina en una sola dirección, cuando es muy posible que no sea así. En un momento de amenaza de pérdida de poder vertiginosa, han de estar volando cuchillos afilados y esta última vuelta de tuerca quizá sea la expresión externa de una guerra subterránea entre facciones. Y ya saben que en estas guerras no hay prisioneros. Lo que de ninguna forma puedo creerme es que se trate de un asunto inocuo, no preparado y orquestado. Piensa mal y acertarás. Algunos dirán que soy un conspiranoico, pero estas cosas están a la orden del día.

No sé si se han enterado, pero ahora circula una teoría según la cual Jesús Gil y Gil no está muerto, sino vivito y coleando en Venezuela, o en Cuba. La cosa parte de una conversación, grabada al descuido, en la que le preguntan a su hijo Miguel Ángel qué tal está su padre y el tipo parece contestar que bien. AQUÍ tienen la referencia de la noticia. Incluso se ha creado un grupo de Facebook que se llama Yo también creo que Jesús Gil está vivo!!, que ha cosechado más de 1500 Me gusta. En fin, que estamos en un mundo de locos en el que todo es posible. Así que: lo de todos los viernes: sean felices, pasen un buen finde y no se preocupen: mientras puedan subir solos al coche, sin que nadie les aplique la mano que aprieta, están a salvo.

miércoles, 15 de abril de 2015

368. Entre Carmena y Carmona

Qué raro que los periodistas no hayan abusado del juego de palabras que titula este post, con lo ocurrentes que andan últimamente ciertos plumíferos. Alguno sí lo ha usado ya, así que no puedo reclamar el copyright. A medida que nos acercamos al punto G de la situación (elecciones locales y autonómicas), se van definiendo las estrategias y, a salvo de sorpresas que siempre pueden producirse, algunas cosas están ya bastante claras. Primera, creo que la de Esperanza será la lista más votada, no para gobernar con mayoría absoluta, pero sí para tener un margen para negociar. En cambio, en la Comunidad, puede ganar Gabilondo. ¿Por qué? Pues por varias razones. Gabilondo tiene más carisma y empaque que Carmona, el rival de Esperanza. Y Esperanza tiene más empaque y carisma que Cifuentes, la contrincante de Gabilondo.

Aparte de esta simetría obvia, hay un hecho irrebatible. La población de la Comunidad tiene una media de edad muy por debajo de la de la capital. La gente joven, con o sin hijos, se ha largado de la ciudad al extrarradio y esa gente es, en general, menos conservadora. En la ciudad nos hemos quedado los turistas y cuatro abuelos más carcas que los botijos, con honrosas excepciones, como la del que suscribe. Hace poco vino a tomar café con los de la oficina un compañero que se jubiló hace años. Es un hombre que cuenta con mi aprecio y a quien tengo por inteligente y buena persona. En cuanto empezamos a hablar de las elecciones, nos cortó con una afirmación categórica: él ha votado siempre al PP y piensa seguir haciéndolo en todas las elecciones futuras que se convoquen, pongan a quien pongan en la cabeza de las listas.

Como ese señor hay muchos. También hay alguna gente moderada que votó en su día al PP y que no tienen a Esperanza entre sus preferidos, pero son pocos. Éstos tal vez se inclinen por Ciudadanos o se abstengan. Por lo demás, yo no necesito leer las encuestas para saber que Gabilondo sacará (en la ciudad de Madrid) muchos más votos que Carmona. Y que Carmena sacará (en la ciudad de Madrid) muchos más votos que el candidato de Podemos a la Comunidad, de quien ni siquiera recuerdo el nombre. Es que, lo queramos o no, en este país se vota o bien al partido que el votante piensa que defiende sus intereses históricos, o bien a la persona que encabeza la lista, por su simpatía y el buen rollo que transmite, pero nadie se lee los programas de unos u otros.

En cuanto a las personas, pues la cara y la forma de comunicar su discurso dicen mucho de cada candidato. Y a los mayores como yo nos basta a veces con ver la pinta del sujeto. Por ejemplo, a mí no me sorprende lo que está pasando con la señora Díez; hace tiempo que supe quién era, sólo con verle la cara, y he dejado constancia de ello en varios posts de este foro. Pues igualmente sé quién es Carmena y quién es Carmona. Para bien y para mal (correlativamente), lo llevan en la cara. Bueno, además de la cara, a veces hay que tener también en cuenta el culo, con perdón. Me refiero a la noticia que publicaba anteayer El inMundo y que pueden consultar AQUÍ. Me abstendré de hacer comentarios chuscos, tan alejados del buen gusto que suele presidir este blog, y sólo añadiré que, después de dicho artículo y la foto que muestra, me está empezando a caer bien esta chica y retiro lo de la falta de carisma, discúlpenme, es que no la había visto por detrás y no imaginaba que llevara el carisma en semejante lugar. Porque Gabilondo me tira mucho, que si no…

Volviendo a la contienda local, mi esperanza (no Aguirre, sino la otra) es que sumando los escaños de Carmona y Carmena, más las migajas que pueda rebañar la Izquierda Hundida y Peleada, reúnan mayor botín que peperos y ciudadanos juntos. Mas que nada porque sería bueno que el Gobierno municipal cambiara de una vez de signo. Lo digo exclusivamente como ciudadano. Porque, por lo que respecta a mi posición profesional, creo que el resultado será de tal fragmentación que requerirá difíciles negociaciones y pactos. Para cuando la cosa se aclare, yo estaré ya a las puertas del retiro (no el parque, sino el otro). Algunos colegas me dicen que soy un imprudente, que voy dejando constancia en el blog de todas mis reflexiones, que los candidatos tienen equipos que buscan en Google por palabras. Por ejemplo: buscan Esperanza y encuentran lo que se escribe de esta señora todos los días. Y lo mismo Carmona, Carmena y los demás. Así que todos leen lo que yo digo cada día y tras las elecciones nadie me querrá en su equipo, por haber hablado de más, en vez de estarme calladito.

Tienen razón, supongo, pero el mío no es un comportamiento suicida o imprudente. Por el contrario, proviene de una decisión meditada y calculada. En realidad, yo parto del convencimiento de que ya nadie me va a querer, que los que gobiernen traerán a sus propios colaboradores, que soy demasiado viejo para que nadie se interese por incorporarme a su hipotético equipo. Que si gana la izquierda dirán que huelo a Gallardón y si gana la derecha dirán que tengo pinta de socialista. Pero hay aún una razón más poderosa: que yo ya no tengo ganas de trabajar en el Ayuntamiento. Que quiero todo el tiempo para mí, para cultivar mi blog y seguir corriendo y nadando y viajando y tener margen para ir al cine, ver exposiciones, tal vez escribir una novela e intentar publicarla y, sobre todo, cuidar a mis amigos, que los tengo bastante abandonados últimamente, con esta vida de locos que llevo.

Hace unos cuántos posts escribí un texto que se llamaba A 480 días del final, o algo así. Una eternidad después, repasé la cuenta y me horroricé de ver lo poco que había menguado la cifra, así que ya no la voy a comprobar más. Pero en dicho post planteaba una serie de posibilidades alternativas, que se han reducido drásticamente para quedarse en una sola. Porque he ido a confirmar datos en la Seguridad Social y me han explicado cómo es exactamente la cuestión. Y resulta que, para que me cuenten como trabajado el exceso de mili que hice (9 meses), tendría que tener algo cotizado de antes. Y no es el caso. Mi interpretación de la Ley era literal, pero ahora he sabido que esa Ley la hizo el señor Zapatero y requiere un posterior reglamento que los cabrones de sus sucesores no tienen prisa por hacer. Mientras tanto, a falta de reglamento, la interpretan de la manera más restrictiva.

En la introducción de la Ley se dice que la mili supuso para muchos la interrupción de su carrera laboral y que su objeto es compensar a los ciudadanos por ese perjuicio. Pero en su articulado se determina que el exceso de mili se reconocerá en todos los casos y a todos los efectos. Pues el Gobierno actual se agarra al preámbulo para aplicar la Ley a su conveniencia. A mí la mili no me interrumpió la carrera laboral. Sólo me impidió iniciarla a tiempo. Los de mi sindicato dicen que podría pelearlo, pero paso bastante. Así que, si quisiera redondear los 35 años cotizados (algo que, ahora mismo, no sirve para nada), debería seguir trabajando hasta el 1 de octubre de 2017. Y yo me quiero ir ya. En consecuencia, he decidido que me largaré en cuanto pueda, lo que me lleva hasta el 19 de junio de 2016, la primera de las alternativas que les conté. Antes no puede ser.

Así que, insisto, no crean que soy un imprudente o un suicida. Mi plan es pasar desapercibido hasta esa fecha. Moverme de puntillas, para que ni siquiera sepan que existo. Y si quieren algo de mí, que me busquen, pero van a necesitar una linterna como Diógenes, porque no pienso estar con la mano levantada, sino de perfil y escondiéndome dentro de mí mismo. Pero aún queda mucho hasta entonces y hay que ir partido a partido. En mayo tendremos las elecciones. El punto G de la situación. En junio, para combatir el bajón postcoital, proyecto un par de asuntos de mucho interés, que no los he contado en el blog porque no están confirmados al cien por cien y trae mala suerte vender la piel antes de cazar el oso. Luego vendrá el verano. Mi último verano de funcionario. A menos que, entre Carmena y Carmona, alguien haga algo que me lleve a reconsiderar mi decisión. Es difícil, porque estoy bastante seguro, pero ya saben que de un gallego no se pueden fiar mucho. Y además, todavía puede que salga un candidato sorpresa que, a fuerza de enseñarnos el carisma, le dé la vuelta a los pronósticos. Sean felices.


lunes, 13 de abril de 2015

367. La lucha contra el chabolismo en Madrid III

Nos habíamos quedado en que se muere Franco, al final de 1975. Como hemos contado, Madrid está en esos momentos rodeado de un cinturón de chabolas, en el que la población venida de las áreas rurales de Extremadura, Andalucía y otras regiones, ha trasladado sus hábitos y costumbres tradicionales. Implantados los primeros pioneros, los que van llegando después conocen siempre a alguien ya instalado, un familiar o un paisano, que les introduce en la vida del núcleo. Aparecen tabernas, estancos y parroquias. Todo ello permite el mantenimiento de la estructura familiar y los lazos de amistad y paisanaje. Los cabezas de familia cuentan con un empleo en actividades legales, lo que permite a las familias un nivel de subsistencia mínimo, pero digno. La situación genera unas condiciones de empatía que facilitan la asociación, la conciencia de clase y el convencimiento de que esa cohesión social les dota de una gran fuerza.

El sistema permite que los más listos o los más currantes o simplemente los que tienen más suerte, mejoren en la escala social. Los hay que dejan la chabola y a veces la alquilan a inmigrantes de segunda oleada, que se meten donde pueden. También aparecen intermediarios que se hacen con la propiedad, más o menos legal, de muchas chabolas y las ofrecen en alquiler. Según los datos de las propias asociaciones, a mediados de los setenta, la población de estos asentamientos se componía aproximadamente al cincuenta por ciento de inquilinos y propietarios, unos y otros respaldados por documentos de dudosa legalidad. El orden urbanístico es precario y comienza a despuntar una cierta expectativa de promotores y propietarios de suelo privados, que inician obras donde pueden, a menudo yuxtapuestas con los propios núcleos de infravivienda. Aquí pueden ver una foto aérea de 1965. Al fondo, una UVA (Unidad Vecinal de absorción). En el centro la gran masa de chabolas. Aquí y allá bloques de privados brotando en las áreas libres. Es una foto muy significativa de la problemática de partida.


El caos es notable pero, como también se ha dicho, la Ley de Asociaciones ha abierto la puerta a la creación de organizaciones vecinales y, en un país en el que los partidos políticos son ilegales, toda la oposición al régimen aprovecha ese resquicio. Para cuando llega la democracia, la gente está organizada y unida en un objetivo común. Los dirigentes vecinales tienen censos completos de afiliados, con información detallada: en qué trabajan, cuánto dinero ganan, cuántos hijos tienen, a qué colegio los llevan. Las diferentes asociaciones se federan en una Coordinadora, que agrupa a las 40.000 familias chabolistas. Cuando se convoquen las primeras elecciones democráticas, resultará de ellas el Gobierno de la UCD, formado, digamos, por disidentes y aperturistas del régimen franquista, junto con opositores moderados. Este Gobierno será el interlocutor de la Coordinadora de Barrios en Remodelación. La negociación entre ambas partes es dura y laboriosa, pero finalmente los líderes vecinales consiguen una solución aceptable, que respeta sus pretensiones fundamentales.

Leyendo artículos y libros, se suelen dar por ciertas dos afirmaciones, que yo pongo en cuestión (aunque puedo estar equivocado). La primera es que, en la contienda de unos ciudadanos agrupados y fuertes contra un gobierno débil, el resultado estaba cantado. Vale, que se lo crea el que quiera, pero a mí me parece que eso es quitarle méritos al hombre que representaba al gobierno en tal contienda: Joaquín Garrigues Walker, flamante Ministro de Obras Públicas y Urbanismo (tiempos dorados aquellos en que el urbanismo merecía un ministerio). Este señor, a cuya figura dedicaré algún día un post específico, era un verdadero demócrata, que entendió la importancia de lo que se jugaba, comprendió que la reivindicación ciudadana era justa y la hizo suya, defendiéndola en las reuniones de gobierno y convenciendo a sus colegas de gabinete más renuentes de la imperiosa necesidad de acometer una operación que implicaba un gasto importante para el Estado.

El segundo lugar común es que el gobierno reconoció la deuda social, es decir, admitió que la culpa de la situación a que se había llegado la tenía el régimen anterior y eso justificaba el que el Gobierno, elegido democráticamente, devolviera esa supuesta deuda. Eso es lo que se vendió a los vecinos, para calmar los ánimos y para que las asociaciones y sus dirigentes sacaran pecho. Para mí es, en cierto modo, una excusa para un resultado que yo interpreto de otra manera. Yo creo en dos axiomas. 1.- Determinadas problemáticas urbanas requieren la intervención de la iniciativa pública, no se pueden confiar a actores privados, porque no se puede esperar de ellas un rendimiento económico. Su rendimiento es únicamente social y eso supone un balance de cuentas negativo, que sólo una administración puede asumir. 2.- Dando por admitido lo anterior, está claro que, para solucionar un problema de este tipo, hay que poner dinero. Dinero público. A fondo perdido. Y si el problema es gigantesco, como era el caso, se necesita mucho dinero.

Todo eso lo entendió Garrigues Walker, que promovió, consiguió y firmó la asignación de un dineral para acabar con el chabolismo en España. Por devolver la deuda social, o por las razones que yo digo, lo cierto es que el Estado se desabrochó una cantidad que se estima en 220.000 millones de pesetas. Casi nada. Imaginarán la desolación de mi auditorio en Sri Lanka cuando les revelé este dato. Pero, además del tema financiero, la operación tenía un componente urbanístico de gran dificultad. Se trataba de sustituir un tejido aleatorio, de chabolas implantadas en subdivisiones de la estructura rural original del territorio, por una verdadera ciudad, con calles, plazas, glorietas, transporte público, parques, escuelas y servicios de todo tipo. Y aún más difícil era la gestión y programación de todo ello. Había que ir construyendo los nuevos bloques en los huecos libres que quedasen, trasladar uno a uno a los chabolistas a esos edificios, demoler los chamizos y conseguir nuevos espacios para los siguientes bloques.

Pero la mayor dificultad fue la participativa, que requirió un esfuerzo pedagógico y didáctico notable. Había que convencer a los inmigrantes de que lo que se les ofrecía era cojonudo, una oportunidad única de salir de la miseria y convertirse en verdaderos ciudadanos de Madrid. Eso supuso muchas asambleas y sesiones maratonianas, para vencer la reticencia de los disidentes y desconfiados. Además, mucha gente tenía en la chabola huertos, gallinas y hasta un burro, asuntos a los que debía renunciar. La negociación se cerró sobre la base de unas cuantas condiciones fundamentales. El realojo sería in situ; no se trasladaría a nadie lejos de su lugar de implantación. El coste de la vivienda nunca superaría el 10% de los ingresos familiares del beneficiario. El proceso sería participado, con presencia vecinal en todos los organismos gestores, en colaboración estrecha con la administración. La nueva ciudad tendría todos los equipamientos exigidos por la Ley. Y se necesitaba un acuerdo con los bancos para facilitar las condiciones de pago a unos señores que, con perdón, no tenían un duro y se pretendía que se convirtieran en propietarios de las nuevas viviendas, como forma de implicarlos en la operación. 

Pero no puede entenderse este proceso sin el vuelco histórico que está dando el país en ese momento incierto, lleno de riesgos y oportunidades. El día 1 de julio de 1976 el rey Juan Carlos ha destituido a Arias Navarro (el mismo que, siete meses antes, había anunciado entre pucheros la muerte de Franco en televisión) y nombrado a Suárez, que toma posesión el día 3, con el encargo de pilotar la transición a la democracia. Garrigues Walker se pone a trabajar enseguida. El movimiento vecinal había conseguido antes un primer éxito, con el Real Decreto Ley 323/1976, de 23 de enero, que determinaba la remodelación completa del Poblado Dirigido de Orcasitas, uno de los 28 núcleos de la lista, cuya edificación estaba en situación de ruina inminente. Abierta esa primera brecha en el muro estatal, Garrigues visitó los poblados y tomó conciencia de las dimensiones del problema. Se convenció él y convenció al Gobierno del que formaba parte de que había que adoptar la decisión de extender la remodelación a los otros 27 núcleos, aprobando la partida presupuestaria correspondiente. El monumental trabajo empezó, si bien no tuvo cobertura jurídica hasta la Orden Comunicada del MOPU de 24 de mayo de 1979, en la que Sancho Rof, sucesor de Garrigues, da oficialidad al proceso. El cómo se desarrolló el asunto en sus aspectos de detalle, se queda para la entrega siguiente.

*Las fotos reproducidas son propiedad del Ayuntamiento de Madrid 

viernes, 10 de abril de 2015

366. Víctor o victoria

Hace mucho que no hablo del Dépor, pero es porque este blog es el reducto del optimismo y las noticias de mi equipo eran todas para tirarse al suelo y echarse a llorar. Ahora por fin hay algo que puede ilusionar un poquito: el Consejo de Administración ha decidido echar al entrenador. Ha cambiado a Víctor Fernández por Víctor Sánchez. Parece un chiste, pero lo cierto es que VF, aragonés a quién en Coruña llaman el Vende Fumes, estaba llevando al equipo al abismo de la Segunda División, por pura cabezonería maña. El primer Víctor era incompatible con la palabra victoria. Esperemos que el segundo nos pueda sacar del pozo. Ya he dicho alguna vez que esto del fútbol es para sufrir, pero es que lo de este año del Dépor más bien se define por el viejo dicho de mear y no echar gota.

El domingo pasado me animé a ver el partido con el Getafe, aprovechando que tenía que subir a la plaza de Callao a última hora, a comprar unos libros. En esa zona se concentran La Casa del Libro, el FNAC y La Central, librerías que abren los domingos. En concreto, compré Los últimos días (Raymond Queneau, 1936) y Stoner (John Williams, 1965). El primero es para mi club de lectura y lo estoy empezando a leer. Queneau es un escritor francés inclasificable, amigo de Breton y los surrealistas y autor de novelas como Zazie dans le Metro, que dio origen a una divertida película de Louis Malle. Stoner es el libro que me regaló mi hermano mayor en Navidad. Luego me lo volvió a regalar por mi cumpleaños y tuve que ir a cambiarlo por otro. Cosas de la edad. Es una novela cojonuda que acabo de leer. Narra la vida completa de un profesor de la Universidad de Missouri. Las putadas que le hace el claustro de profesores de una institución típicamente endogámica, digo yo que han de basarse en su propia experiencia porque, si no, es imposible describirlo con tanta fidelidad y exactitud.

Con la misma precisión de cirujano, disecciona su relación matrimonial, un aspecto del libro que es como una venganza contra el género femenino. Es terrible el retrato que hace de la típica esposa americana. Así que, ya que iba a por el libro de Queneau, pensé en comprar otro ejemplar de Stoner para regalárselo a un buen amigo argentino con el que comparto una misoginia amable y resignada. Para ello cogí el Metro, pasé por la estación Vodafone-Sol, deseché la línea 2 Vodafone-Cuatro Caminos y me bajé en Gran Vía, no sin antes tirarme unos cuantos Vodafone-pedos en el andén. Estaba la Gran Vía como imaginan. En Semana Santa, los madrileños huyen de la urbe, y la capital se llena de turistas del entorno (Segovia, Ávila, Toledo). Las calles del centro bullen atestadas de bolos y lugareños de Villarejo de Salvanés y otras aldeas primigenias, que recalan por aquí a ver las procesiones y ponerse ciegos de torrijas.

Regresé a casa andando y, de camino, encontré un bar en el que daban el Getafe-Dépor en pantalla grande, por el entorno de la Plaza de Santa Ana, ya saben, una de las plazuelas que consiguió crear José Bonaparte por el sano sistema de demoler el convento que la ocupaba, previo desahucio de los frailes. Para que luego vinieran cuatro analfabetos y, tras ponerle el mote de Pepe Botella, lo echaran a patadas del trono. Allí me pedí una cerveza con un plato de jamón, esperanzado de ver renacer a mi equipo, en una fecha tan señalada como el Domingo de Resurrección. Pero no hubo resurrección: el Dépor salió con la torrija puesta y al descanso ya perdía 2-0, así que pagué lo que correspondía y me fui a casa. El Getafe es un equipo malísimo, pero metió dos goles casi sin querer, mientras los defensas del Dépor practicaban un sistema que han inventado y que deberían patentar: el marcaje al delantero con la vista, también llamado estrategia de defensa visual.

Al final, quedaron 2-1 y parece que jugaron algo mejor en la segunda parte, pero yo ya no lo vi. Este miércoles había nueva jornada de Liga y la cosa era ya a vida o muerte. Jugaban con el Córdoba, de lejos el peor equipo de la Primera División. El Córdoba llevaba diez derrotas seguidas y hubiera batido un récord histórico, de haber perdido también con el Dépor, que además jugaba en su casa. Pues ni así. El Vende Fumes hizo su última chapuza y el equipo se superó a sí mismo. Cerca del final del partido, la situación era crítica. El Dépor perdía 0-1, tenía un jugador menos y estaba a merced del Córdoba, que le pudo meter media docena, pero sus delanteros son tan malos que, a pesar de que los marcaban con la vista, disparaban y la echaban fuera. A continuación de ese partido se jugaba el Granada-Celta y todo el mundo daba por hecho que el Celta no se esforzaría mucho en ganar (está salvado hace varias jornadas) y perdería con el Granada, que se jugaba la vida. Y de paso fastidiaba un poco más al Dépor, su enemigo secular. La victoria del Granada, combinada con la derrota del Dépor, nos dejaría por detrás de los granadinos, en puesto de descenso a Segunda.

Pero sucedieron dos milagros. El Dépor, que era incapaz de dar dos pases seguidos y estaba hundido en la desesperación, no se sabe cómo, consiguió forzar un corner, casi en el último minuto. El saque de corner, que nadie acertó a rematar, le rebotó en el culo a uno del Córdoba y entró. Gol en propia meta. Final del partido. Dando por segura la victoria del Granada sobre el Celta, los nuestros se quedarían todavía un punto por delante de los granadinos. Un punto por encima del abismo. Este segundo partido siguió la pauta esperada entre un equipo desesperado y otro que no se juega nada: el Granada ganaba 1-0, cuando el árbitro asistente levantó el tablón con el tiempo de descuento. Cuatro minutos de añadido. En ese tiempo se produjo el segundo milagro. Un suplente del Celta que acababa de salir al campo, se acercó al área y la enchufó. Resultado final: 1-1 y el Granada tres puntos por detrás del Dépor.

El suplente que marcó es un chaval belga de raza negra (seguramente de origen congoleño, porque todos los belgas negros vienen de la única colonia que tenían). Se llama Bongonda y parece que todavía no entiende muy bien el castellano. Los seguidores recalcitrantes del Celta, que querían que perdiera para joder al Dépor, se echaban las manos a la cabeza: ¡Arre coño! ¿Pero es que nadie le explicó al belga que hoy no había que marcar? ¡ARRE CARALLO! En fin, esto del fútbol es como la vida misma, no sabes por qué, pero de pronto suceden cosas milagrosas. Hace poco he revisado la película Un ángel pasó sobre Brooklin, un film español de los 50, dirigido por Ladislao Vajda, que cuenta una historia de este tipo: están a punto de desahuciar a todos los inquilinos italianos de un bloque, cuando una vendedora callejera le echa un conjuro al malvado casero y lo convierte en perro. Como es natural, el personaje requiere dos actores: Peter Ustinov y un chucho de aspecto feroz. Los dos hacen excelentes interpretaciones. Y, por cierto, las calles de Brooklin se reconstruyeron en los estudios de Chamartín con mucho acierto; si no lo sabes, no se nota.

Pero, como un club de fútbol no puede depender de milagros como esos, la misma noche del miércoles echaron al Vende Fumes y contrataron al otro Víctor. El tipo viene con ilusión y seguro que nos da alguna chance más. El Vende Fumes perdía casi siempre y luego daba unas ruedas de prensa dignas de Breton y sus amigos surrealistas, sobre la base de Yo creí que íbamos a jugar mejor y otros lugares comunes. Excusas. De niño tuve un profesor muy cursi y repolludo que, cuando le íbamos con excusas del estilo Yo creí que…, nos cortaba con un epigrama demoledor: El Creíque y el Penseque son hijos de Doña Ignorancia y Don Perdereltiempo. Estaba yo en lo que entonces se llamaba Párvulos, pero aún me acuerdo.

Habrá que confiar en VS, que es buen tipo, y deportivista acreditado. Durante los siete años del mejor Dépor fue el extremo que corría la banda derecha. Ganó una Liga y participó en el Centenariazo. Su hijo mayor es coruñés. Bien es cierto que esta es su primera experiencia como entrenador, pero en el fútbol lo principal es el corazón. Ahora lo que hace falta es que tenga suerte. Los dos golpes del destino que han dejado a su equipo tres puntos por encima del nivel del mar, son un buen augurio para esta nueva andadura. Tocaremos madera. Porque, como bajemos a Segunda, nadie nos detendrá. Llegaremos hasta el fondo, como el Titanic. En cambio, si el Dépor logra mantenerse a flote, habremos superado el primer año de calvario. Aún habremos de sufrir otro, antes de que llegue la nueva normativa que va a permitir repartir los ingresos de TV de forma equitativa, como ya se hace en Inglaterra y en Alemania. Aquí, hasta ahora, se lo quedaban todo el Madrí y el Barça, pero el sabio Rajoy de Moncloa está ya a punto de aprobar la nueva Ley. Por cierto, este señor, tras cuatro años haciendo lo que hay que hacer, ha alcanzado el siguiente nivel de sabiduría: Habremos de corregir lo que haya que corregir. Es un crack. 

Que pasen un buen finde. 

miércoles, 8 de abril de 2015

365. El vermú

Nos han subido el IVA de los chuches, pero seguiremos tomando cañas y vermús de grifo hasta donde llegue el último céntimo, y después nos arreglaremos como podamos.

Este párrafo está sacado de mi Post #1 “Hágase la luz”, con el que inauguré este blog, allá por septiembre de 2012, en el momento más crudo de la crisis, cuando la incertidumbre era máxima y nadie sabía si íbamos a acabar todos viviendo bajo los puentes de Madrid Río. Pueden comprobarlo. Sin embargo, en los textos sucesivos hasta llegar a esta cifra mítica de 365 posts, se ha hablado mucho de cerveza y más bien poco de esa otra bebida castiza, popular y modesta que es el vermú de grifo. Curiosamente, el mejor vermú que se expende en los viejos bares del foro, está fabricado en Cataluña, más en concreto en el entorno de Reus, municipio del norte de la provincia de Tarragona, cuna del general Prim, el más ínclito de los reusenses, sólo emulado de lejos en los tiempos modernos por el humorista Andreu Buenafuente. Hay muchas marcas de vermú de Reus, pero la más común en los bares de Madrid es la Iris.

Según todas las fuentes, la invención del vermú corresponde nada menos que a Hipócrates (el del juramento, padre de la Medicina), quien, allá por el año 400 antes de Cristo, confeccionó el llamado “vino hipocrático”, mezcla del vino corriente con flores de diversas plantas, con papel destacado para el ajenjo. Este vino, de propiedades medicinales acreditadas, era un verdadero vermú. Porque han de saber que lo que da al vermú su característico sabor un poco amargo es precisamente el ajenjo, eso sí, endulzado con azúcar caramelizado, que mata un poco el amargor y le da el tono tostado característico. Según diversos testimonios, los romanos consumían un licor similar muy apreciado, seguramente basado en la receta hipocrática.

Tras el lapsus negro de la Edad Media, encontramos la pista del moderno vermú en Bavaria, a finales del Siglo XVI, donde se le asigna el nombre definitivo (wermut es como se dice ajenjo en alemán), pero su popularidad no arranca hasta el XVIII, y es en el Piamonte, al norte de Italia y la zona inmediata de Francia, donde se empieza a elaborar industrialmente una receta de este licor, ya con el nombre de vermú, en cuya elaboración se utilizan hasta 60 hierbas, entre las amargas como el propio ajenjo o la raíz de genciana, las aromáticas autóctonas, como el tomillo y el romero, las orientales como el clavo de olor, el jengibre o el cardamomo, y algunas frutas como limón, cereza, frambuesa o corteza de naranja. Estos ingredientes se dejan macerar en agua con alcohol durante un tiempo, a continuación se le añade vino blanco corriente y azúcar caramelizada que mata el amargor y le da el color definitivo. La mezcla se mantiene refrigerada 15 días, se envasa y se deja reposar tres meses hasta estar listo para el consumo.  

Se desconoce a ciencia cierta cuál es el origen de la tradición de fabricar vermú en la comarca de Reus, pero se suele ligar a la alta graduación del vino de la zona, ideal para la maceración de las hierbas de su receta, hierbas por otra parte fáciles de encontrar en el entorno. El vermú de grifo Iris se fabrica en las Bodegas De Muller, fundadas en 1851 por una familia de origen alsaciano, aunque su principal negocio proviene de la fabricación de vinos del Priorato. En La Coruña existe desde siempre un bar llamado El Priorato, al final de la calle de la Franja. Allí acudíamos de adolescentes a terminar la tarde bebiendo vino dulce en porrón, frente a enormes fuentes de cacahuetes. Tengo en mi memoria el olor de ese bar, de suelo de madera tapizado de cáscaras de cacahuete y charquitos de vino dulce de lo que se le caía a los que no sabían beber en porrón. En realidad yo no descubrí el vermú hasta que vine a la capital.

Durante años se ha tomado vermú de grifo en Madrid y últimamente parece que anda resurgiendo, saliendo del ámbito de las tabernas castizas para convertirse en un producto más hipster. Cierto que no se puede beber tanto vermú como cerveza, porque es cabezón, pero hasta dos aguanta el cuerpo sin problemas antes de comer, constituyendo un inductor del apetito notable, sobre todo acompañado de aceitunas o encurtidos diversos. Otra diferencia con la cerveza es que el vermú no requiere un arte especial para tirarlo: basta poner el vaso debajo del chorro, abrir el grifo y llenarlo. A finales del Siglo XIX, el vermú era una bebida que gustaba a todas las clases sociales, que de alguna forma unificaba al pueblo con la aristocracia. Así lo reconocía el gran Ramón Gómez de la Serna en una de sus conocidas greguerías, aquella que dice: El vermú es el aperitivo al que se trata de tú.

En la primera mitad del Siglo XX, el vermú goza de tal popularidad que se generaliza la expresión salir a tomar el vermú para cualquier tipo de excursión a un bar, para beber cualquier cosa con una tapa antes de comer. También incide en el nombre de las clásicas sesiones de cine: matinal, vermú y noche. La sesión vermú era en torno a las seis o seis y media, hora en que salían del trabajo la mayoría de los oficinistas del centro de la ciudad que, en general, vivían en los suburbios y tenían la ocasión de tomarse un vermú o unas cervezas con los colegas, o bien invitar a alguna compañera pizpireta a una sesión de cine, a ver si, al conjuro de la oscuridad y las emociones de la película, se podía pillar cacho o al menos soñar con ello. No era muy frecuente, pero a veces caía una breva.

El vermú gozó de gran popularidad durante los largos años del franquismo. La gente lo tomaba seco, o con sifón, bastante apreciado este último. Uno o dos vermús en el bar, con sus tapas correspondientes, degustados lentamente como complemento de una buena conversación, y seguidos de una comida casera de la dieta mediterránea con un consumo moderado de vino o cerveza, garantizaban una siesta de las buenas, es decir, de las de pijama y persianas bajadas. En aquellos años, se podía incluso salir a tomar el vermú en familia, y era tradicional que los niños se regalaran con una zarzaparrilla.

En los años sesenta, el vermú tradicional se vio amenazado por una campaña supuestamente basada en motivos higiénicos, que pretendía eliminar los grifos y sustituirlos íntegramente por vermú embotellado. Una gilipollez como la que ha proscrito el orujo de alambique (que se sigue fabricando clandestinamente en toda Galicia), los platos de madera para el pulpo o, en tiempos más recientes, el aceite  servido en las entrañables aceiteras, junto con el vinagre, en lo que en familia solía llamarse el convoy. ¿Me pasas el convoy, por favor? Como en todos los casos, se descubrió que detrás de esa campaña estaba una conocida marca italiana, cuyo nombre no diré para no buscarme líos, pero era exactamente esa en la que están pensando. A pesar de estar en los oscuros años del franquismo, los propietarios de los bares se organizaron y consiguieron parar el desatino.

Entre los bares madrileños que ofrecen un vermú más recomendable, hay que citar en primer lugar la Taberna de Ángel Sierra, en plena plaza de Chueca, frecuentemente llena, aunque tiene una especie de rebotica trasera a la que se accede por la calle San Gregorio. Allí se pueden degustar los vermús de grifo con buenas aceitunas y anchoas, entre grandes barriles y cajas de cervezas apiladas, en un ambiente de conspiradores tenuemente iluminado.



Tampoco es manco el vermú de Casa Maravillas, cuya fachada ven abajo. Es un buen lugar para comer, con una cocina bastante sofisticada y moderna. Está situada en Manuela Malasaña 13.



La Ardosa, en la calle Colón 13, es también un lugar mítico, aunque aquí lo mejor es la cerveza checa Urkel de barril y las croquetas y demás tapas. Aquí hay también una zona trasera, a la que sólo se puede acceder pasando por una especie de gatera bajo la barra. Todos estos lugares están bastante de moda, por lo que no es recomendable ir en fin de semana. Lo mejor es en diario, a mediodía y, por la tarde, a primera hora.



Menos agobiado por el turismo está un clásico: El Anciano Rey de los Vinos, en Bailén casi enfrente de la Almudena. Tiene vino dulce que suelen acompañar con una galletita Gullón, buenas tapas, cerveza bien tirada y camareros exultantes que vocean las comandas a la manera tradicional.


Sin embargo, mi preferido sigue siendo un bar más suburbial y menos machacado por los turistas: Bodegas Casas en el 23 de la Avenida Ciudad de Barcelona, del que ya se ha hablado en este blog. Tienen un segundo bar en el 57 de la misma avenida, aun más de barrio, pero yo prefiero el primero, donde se desenvuelve el dueño, Gregorio Casas, nieto de Saturnino, un antiguo pastor que vino a la ciudad a trabajar en un ultramarinos y pudo ahorrar el dinero suficiente para fundar el negocio en 1923, como bodega y taberna. Aún conserva la reja de forja que separaba ambos negocios, de modo que las mujeres que venían a comprar vino a la bodega se situaran a un lado sin peligro de moscones achispados, ni mengua de su honradez. Ahora la gente se distribuye de forma homogénea a los dos lados. Allí hay que acompañar el vermú con unos pepinillos gigantes rellenos de anchoa y boquerón, o bien la típica ración de boquerones en vinagre con gran plato de patatas fritas. Abajo pueden ver al bueno de Gregorio, a la derecha de la foto. Su padre, que todavía anda por allí echando una mano, fue el tipo que lideró la protesta cuando intentaron prohibir los grifos de vermú en los sesenta. Genio y figura.