viernes, 30 de mayo de 2014

256. Fútbol y literatura

Bueno, el Deportivo de mis amores tiene un ochenta y tantos por ciento de posibilidades de volver a Primera División en la jornada del próximo fin de semana. De las 27 combinaciones de resultados posibles en las dos jornadas que restan, ascendería en 22. El único equipo que podría quitárselo es el Sporting de Gijón, que para ello tendría que ganar los dos partidos que faltan y que el Depor perdiera los dos suyos. Si el Sporting cede tan sólo un empate en cualquiera de esos dos partidos pendientes, entonces el Depor subirá aun perdiendo los dos. Por si acaso el Sporting gana los dos, el Depor necesita al menos un empate. A mí lo que me gustaría es que subiera perdiendo los dos, a ver si entra en el Guiness.

Porque, desde hace más de un mes, el equipo está empeñado en perder todos los partidos, a ver si le adelantan los demás pero, después, sus contrincantes van y pierden también. Es como si nadie quisiera subir. Este año, los equipos punteros de Segunda están reproduciendo la costumbre tan española de cederse el paso delante de cualquier puerta. Es éste un hábito que asombra, por ejemplo, a los anglosajones. Me contaron de cierto humorista británico (tal vez George Bernard Shaw, no lo recuerdo), que decía: “los españoles pierden mucho tiempo cada día cediéndose el paso ante las puertas, pero luego lo recuperan abrochándose la bragueta fuera de los aseos sin dejar de andar”. Bien, pues el Depor lleva un mes delante de la puerta de la Primera División, diciendo a los otros equipos: “pase usted, no, no, por favor, usted primero…”

El fútbol es un juego de estrategia (como el ajedrez) además de músculo y talento. Como juego de estrategia tiene un componente épico y toda la literatura que gira a su alrededor es también la literatura de la épica, la narrativa de los hechos legendarios. Los fundadores de este género literario fueron los griegos, como todo el mundo sabe, y en la épica griega tiene una importancia capital el destino, los hilos fatales que manejan los dioses, capaces de conducir a sus héroes a un destino fatal escrito en su perfil genético desde el principio de los tiempos. Los dioses griegos eran una panda de cabrones y a mí me resultan más creíbles que ese Dios edulcorado nuestro, empalagoso de pura bondad. Yo soy razonablemente ateo, pero me creo más que pudieran existir unos dioses taimados, inestables, iracundos, incluso traviesos, urdiendo por ahí arriba todas las putadas que nos afligen a los humanos.

No quiero herir sensibilidades, yo soy una persona respetuosa con todas las creencias pero, por ejemplo, el dios de los musulmanes se acerca más a ese perfil colérico, caprichoso y tirano que yo presupongo al personal divino (no olviden que Mahoma era un general guerrero). Y, desde luego, mi pasaje preferido del Nuevo Testamento es ese en que Jesús, látigo en mano, echa a hostias del templo a los mercaderes que lo ocupan. No se imaginan ustedes el placer que me daría a mí quitarme un día el cinturón y empezar a repartir zurriagazos en mi lugar de trabajo. No iba a quedar un solo mercader sano (eso solían decir los padres cabreados en los tiempos en que yo era  un niño: ¡¡A QUE ME QUITO EL CINTURÓN!!) Cristo tenía su genio, y eso es lo que más me gusta de él.

Pero volvamos al fútbol. El Depor es un equipo propenso a los hechos desmesurados, las jugarretas del destino, los giros inesperados de la suerte, que convierten las fiestas presuntas en entierros crueles. La historia del penalti de Djukic es algo de un sadismo que ningún escritor podría jamás imaginar. Sólo puede concebirla un dios. Ya les he contado que el escritor leonés Julio Llamazares supo entrever desde el principio el potencial literario de esa historia. Su libro de relatos “Tanta pasión para nada” (Alfaguara, 2011), que tengo dedicado por el autor de su puño y letra, se abre precisamente con el cuento titulado “El penalti de Djukic”. El relato comienza cuando el jugador empieza a correr y termina cuando golpea el balón para fallar. En esos segundos interminables, como les sucede a los condenados a muerte, su cabeza revive toda su historia personal, desde que era un niño en su Serbia natal.

Tampoco es manca la historia de cómo se truncó el acceso del Depor a la final de la Champions por las malas artes de un tipo gris y taimado, llamado Mourinho, entonces desconocido y al frente de un equipo mediocre, al que la suerte (los hados al fin y al cabo) catapultó al Olimpo de los personajes mediáticos más conocidos, a pesar de ser mal entrenador y peor persona. Todavía estoy esperando que este clásico villano caiga y tenga que ganarse la vida entrenando equipos de tercera.

Otro hecho menos conocido que retrata perfectamente el carácter desmesurado y extremo del Depor, un club que no conoce las medias tintas, sucedió esta temporada en su primera eliminatoria de Copa del Rey, la última que ganó. El entrenador Vázquez (a quien ven en la foto aquí al lado quizá gritando: Veña, carallo), consciente de que el equipo andaba justito para competir en la Liga, decidió mandar a los canteirans del filial a jugar contra el Córdoba, con la idea de que perdieran y quitarse así un problema de encima. A esas alturas del torneo, las eliminatorias se juegan a un solo partido, que el sorteo deparó que se jugara en Córdoba. Al descanso, las previsiones de Vázquez se cumplían, el Depor perdía 1-0 y habían estado a punto de meterle dos más. Pero en el segundo tiempo los chavales se desinhibieron, se pusieron a jugar a su tran-tran y dieron la vuelta al marcador: 1-2.

Pero nada es nunca fácil para el Deportivo y el destino le tenía preparada otra de sus jugarretas: casi con el tiempo cumplido, empató el Córdoba: 2-2. Se jugó la prórroga sin goles y empezaron los lanzamientos de penaltis. El Córdoba falló el primero de la tanda de 5 y parecía que aquello era pan comido. Pero el Depor falló el último de la tanda y volvieron a empatar. En estos casos, el reglamento dice que se sigan tirando dos penaltis, uno por bando, hasta que se rompa el empate. Empezaron y sucedió que todos acertaban. En un momento dado, todos los jugadores que había sobre el campo habían tirado ya su penalti, incluidos ambos porteros, por lo que tuvieron que empezar a repetirse los tiradores, algo que yo no había visto nunca. Llegaron a tirarse 28 penaltis. Una verdadera Odisea. Hasta que falló un jugador del Córdoba. El Depor ganó los penaltis por 13-12. No les extrañará saber que el jugador que falló el penalti decisivo responde al nombre de Ulises Dávila, delantero mexicano del Córdoba. Por si se creen que me lo he inventado, pinchando AQUÍ, tienen la crónica del ABC de Sevilla. También les pongo una foto para que vean lo contentos que se pusieron os canteirans.


Pero hablando de destinos trágicos, qué decir del Atlético de Madrid. En la reciente final de la Champions, toda España estaba tras ellos, los empujaba, los aguantaba en pie, los sostenía como prometeos encadenados frente a la tempestad del Real Florentino. Cualquier español que no perteneciera a la subespecie de los madridistas tenía el alma en un puño, a falta de sólo dos minutos. Dos minutos para la explosión de alegría, los cohetes y los alaridos. Y entonces pasó lo que pasó. Y les cayeron cuatro. Exactamente igual que hace 40 años, en su primera final. ¿Cabe una mayor crueldad? Sólo un dios griego puede urdir semejante tropelía. Muy pronto se han dado cuenta los escritores del potencial dramático de esta historia. Mucha gente ha leído la crónica fatalista de Ramón Muñoz en El País, que pueden consultar ACÁ. Pero a mí no me gusta ese fatalismo. Me encanta Pessoa, pero creo que no viene a cuento en este caso, por mucho que se jugara en Lisboa. Este blog es el reducto del optimismo y en ese sentido, les animo a ver ACULLÁ lo que dice mi admirado Enric González. 

Como ven, el gran Enric se refiere al malditismo como una cualidad impresa en la propia  identidad atlética por unos dioses malvados. Coincide en eso con Sabina, cuando escribió la famosa estrofa del himno del Aleti, que dice: “qué manera de sufrir, qué manera de palmar, etc.” Ya les he hablado de Enric González, un barcelonés universal, que ha vivido media vida de corresponsal en todas las ciudades imaginables, lo que le ha valido para escribir, entre otros, dos libros deliciosos: Historias de Londres e Historias de Nueva York (RBA Libros, 2008 y 2010). Cuando el ERE de El País, Enric se largó en solidaridad con los despedidos (era entonces el corresponsal en Jerusalén). Ahora escribe en El Mundo, para poder comer y mantener su nueva plataforma digital Jot Down Magazine en la que se expresa con absoluta libertad.

Hace no mucho, harto de que le preguntaran su opinión sobre la deriva secesionista catalana, escribió un exabrupto que es un prodigio de lucidez, en el que, después de dejar claro que él se va a sentir siempre catalán y español, termina por mostrarse partidario rotundo del derecho a decidir, para que Cataluña se independice y así él pueda de una puta vez sentirse en todas partes extranjero, que es como más le gusta sentirse. Algo así como cuando Albert Pla, otro catalán lúcido (con la lucidez que da la locura) dijo a un periodista de Gijón que era partidario de que Cataluña se independizara, pero que luego se anexionara el resto de España, de forma que los niños gijoneses fueran obligados a estudiar en catalán.

Precisamente el Barça está en el otro extremo del arco iris de la suerte. Hubiera sido muy injusto que este año ganara la Liga, como hizo en los años 92, 93 y 94: de potra en el último minuto. Fueron los dioses los que decidieron que el Madrid perdiera el último partido en Tenerife en el 92, adonde llegó como líder. Y que en el 93 se repitiera punto por punto la misma historia. Sólo la intervención de los dioses puede explicar que el portero coruñés del Madrid Paco Buyo enloqueciese de pronto, volara para interceptar un balón que se iba fuera y, en un esfuerzo sobrehumano, lo metiera de un manotazo en el campo, a los pies del delantero contrario, que agradeció el regalo y anotó el gol definitivo.

Un año después, el Barça ganó su tercera Liga consecutiva de potra, cuando Djukic falló el penalti que lo hubiera evitado. Eso nos lleva de vuelta al Deportivo. Ya están preparadas las hormigoneras blanquiazules, como en todas las grandes ocasiones (abajo tienen la foto). Y he de confesarles que estoy de los nervios. Nos basta un empate, pero somos el Deportivo. Llevamos impreso un destino trágico en nuestra idiosincrasia, como el Aleti. Cierto que, como ellos, cuando ganamos nuestra alegría es doble. Pero sufrimos como nadie en las esperas. Ojalá los dioses se porten bien esta vez y en el próximo post celebremos el ascenso.  
  

martes, 27 de mayo de 2014

255. Razones para el voto en blanco

No quise escribir este post antes de las elecciones europeas para no animar a la abstención, porque soy tan ingenuo que todavía creo que es bueno votar y que no hacerlo es una forma de desaprovechar una oportunidad (no sé de qué, cada vez soy más escéptico). Pero lo cierto es que llegaba uno al colegio electoral, echaba un ojo a las papeletas y le entraban unas ganas invencibles de echar a correr. Veamos cuáles fueron los razonamientos en mi caso.

1.- No puedo votar a los del PP, porque defienden al capital y a los banqueros contra los ciudadanos de a pie como yo, están aprovechando la crisis para presentar como inevitable lo que antes nadie se atrevía a plantear a los ciudadanos (so pena de salir acribillado a huevos y tomates) y, encima, están aprovechando para colarnos a traición un sistema caduco (religión en las aulas, aborto prohibido de nuevo), que ni sus propios votantes quieren. Además tienen un líder que no habla, un candidato europeo hilarante y unos cuantos ministros repulsivos.

2.- No puedo votar al PSOE porque su modelo económico es el mismo que el del PP, con el agravante de que éstos son más torpes y chapuceros, lo hacen mal y, como no tienen dinero de familia, son más fáciles de corromper (no imagino a un Roldán en el PP). Además, tienen un líder que parece el hombre de Cromañón, y su último presidente mantuvo hasta el infinito la burbuja de Aznar, pudiendo haberla corregido a tiempo y, para rematar, apoyó el cambio en la Constitución que le dictaron los banqueros, sin preguntar a la gente su parecer al respecto. Y su cúpula no se da por enterada de que se tiene que quitar del medio y dejar paso a los jóvenes del partido (si es que los hay).

3.- No puedo votar a Izquierda Unida, porque hasta hace poco han seguido manteniendo ese nombre a pesar de que de unidos tienen poco, son una jaula de grillos devorándose, como se ha visto en Rivas, y esa lucha interna ha echado del partido a personas válidas como Inés Sabanés, o el propio Llamazares, que me parecía más creíble que el señor Cayo.

4.- No puedo votar a los Upeydeiros, porque son un partido surgido del despecho de una señora que se sintió maltratada en el PSOE y dijo: “ahora veréis, hago otro partido y os vais a enterar”. Además, no soporto el rostro y la manera de hablar de esta señora; es una cuestión instintiva e irracional que viene de los tiempos en que estaba en el PSOE.

5.- No puedo votar a Podemos, a pesar de que tengo bastantes amigos entusiastas del invento, porque su discurso apoya al chavismo (de hecho su ideólogo el señor Monedero fue asesor personal de Chaves) y, en mi opinión, no se han desmarcado lo suficiente de esa característica. No quiero un Chaves ni un Fidel Castro en mi país, no me gusta el señor Willy Toledo y, entre otras cosas, no he dicho en este blog una sola palabra de la muerte de García Marquez, aun siendo fanático de sus libros, porque nunca oí de su boca una sola crítica a ese tipo de sistemas. Si se desmarcan del chavismo, pueden contar con mi voto en próximas elecciones. En caso contrario, el personal les verá pronto la patita, que la gente no es tonta, y nunca saldrán de un papel minoritario. Tampoco me gusta el exceso de presencia del señor Iglesias, que sale hasta en las papeletas y acerca su movimiento al de los telepredicadores americanos. Y, desde luego, no me gusta el nombre de su partido. ¿Qué es eso de Podemos? ¿Podemos qué? Por supuesto que pueden aportar aire fresco al panorama, pero también pueden traernos otras cosas. 
  
6.- Obviamente no puedo votar a los nacionalistas de derechas, valga la redundancia, de CiU y PNV, aunque se camuflen como CEU, y tampoco a los nacionalistas de izquierdas, valga la paradoja o más bien la impostura, de ERC y Bildu, ahora travestidos en EPDD y LPD, por los motivos que pueden encontrar ampliamente desarrollados pinchando en la etiqueta Nacionalismo de este Blog. Por cierto, esas D que aparecen en sus siglas aluden al famoso derecho a decidir, que estos elementos reverencian a niveles de dogma de fe.

7.- No veo la utilidad de votar a Ciudadanos, aunque no me importaría, porque se trata de un movimiento que ha surgido a la contra en Cataluña y no ha sabido ampliar sus horizontes para proponer un discurso positivo que atraiga fuera de su tierra de origen. Algo así me pasa con EQUO, cuyos planteamientos generales me parecen bien pero, aparte de sacar a un tipo en bicicleta a dar vueltas por la ciudad con una banderita verde, no les he visto esforzarse mucho por trascender de su talla actual de movimiento marginal minoritario.

8.- Con estas premisas, lo que me pedía el cuerpo era abstenerme, o votar en blanco ya que estaba en el Colegio que me correspondía. Esas posibilidades me permitían también mandarle un mensaje a la clase política: que me tienen hasta los huevos, que no los soporto más, que quiero que se vayan todos y vengan otros. No les diré lo que decidí finalmente, que ya saben que esto no es un confesionario. Veamos qué fue lo que hicieron los españolitos.

Los periódicos ponen el acento en la debacle de PSOE y PP, resaltando sus malos porcentajes del 26 y 23%, al respective inverso. Como siempre, se hacen proyecciones y porcentajes sobre los votos computados, pero, para tener una radiografía precisa de lo que piensa nuestro país, hay que hacer otros números. El censo de votantes se compone de 34.731.569 ciudadanos. La abstención oficial totaliza 18.810.754 señores y señoras que no se han dignado ni acercarse al punto de votación, que han preferido tomarse un vermú seco con aceituna gordal de la casa.

Pero hay otra serie de personas que han votado en blanco (357.339), o cuyo voto es nulo (290.189). Y luego están los votantes de opciones estrambóticas, de esas que ya se sabe que no van a alcanzar ni un escaño, como el Partido Humanista, nombre que camufla una especie de secta antes llamada La Comunidad, o Falange Española y de las JONS, no menos delirante que la anterior. De estos partidos extraños, hay uno que ha estado cerca de conseguir un escaño, VOX, pero sus 240.000 votos los voy a incluir también en este paquete. Este es mi blog y aquí yo sesgo los cuadros como me parezca, faltaría más. Los votantes de todas estas opciones, digamos raras, que no han obtenido representación, totalizan 1.178.798 papeletas.

Para mí, alguien que vota a Falange o al PH, está expresando lo mismo que quien vota nulo o en blanco, o aprovecha la jornada para irse de picnic. Está haciéndole un corte de mangas al sistema. Sumando pues esos cuatro conceptos llegamos a la cifra que les quería mostrar: 20.637.080. Sobre un censo de 34 millones de gentes, 20 millones, el 59,4%, se han abstenido, han votado en blanco, han metido en el sobre un trozo de papel higiénico o un pliego de insultos, o bien han apoyado de forma testimonial a un partido sin posibilidad de obtener escaños.

Esa es la verdadera dimensión de la debacle. El 59,4 por ciento del personal está hasta la coroneta, por decirlo en catalán, de la situación. Sobre el total del censo, los porcentajes de infelices que han votado al PP y al PSOE son respectivamente del 11,7 y el 10,4. De cada diez españoles, uno ha votado al PP, otro al PSOE, dos a otros partidos con escaño, y seis han pasado del tema ¿Se darán los partidos principales por enterados? Parece que Rubalcaba mueve ficha. El PSOE nunca había tenido tan fácil la tarea de hacer oposición. Rajoy se lo estaba poniendo a huevo. Si, en esas condiciones, no paran de perder apoyos, es que algo les falla. A ver cómo lo arreglan.

En fin, a mí lo que de verdad me preocupa es que suba el Deportivo a Primera. Sus rivales se lo están poniendo tan a huevo como Rajoy a Rubalcaba, pero no acaba de atinar con el descabello. A lo mejor pretende entrar en el Guiness, como el primer equipo que asciende sin ganar ninguno de sus últimos siete partidos.

jueves, 22 de mayo de 2014

254. Políticas de movilidad/movilidad de las políticas

Desde hace unos pocos días, prolifera por las plazas madrileñas un nuevo tipo de mobiliario urbano que compite con farolas y chirimbolos. Son unas baterías de elementos cromados de baja altura, que pronto servirán para almacenar las bicicletas del nuevo servicio que, por fin, va a implantar el Ayuntamiento. Los usuarios podrán cogerlas en cualquiera de esos puntos de distribución y dejarlas en otro, al final de su trayecto. Desconozco por ahora los precios y condiciones de utilización del sistema. Está previsto que el invento se ponga a disposición de los ciudadanos a final de mes y cabe imaginar el discurso triunfalista con que lo presentará la señora Alcaldesa. Desde aquí le mando mis mejores deseos para ese acto: que el verbo le fluya fino y convincente, sin equivocarse ni dar la impresión de que no sabe de qué habla. Es mi jefa y ya saben que soy un pelota irredento. Yo le daría un consejo: que levante la cabeza y presuma del hecho cierto de que ninguno de los Homo-cañetus que la han precedido en el cargo se haya atrevido a implantar este servicio. Ha tenido que ser ella, una mujer, lastrada por la notoria inferioridad intelectual congénita que el señor Cañete atribuye a las de su género, quien haya dado este valiente paso.

De poco más va a poder presumir la jefa de un Ayuntamiento responsable de que hoy, 22 de mayo de 2014, seamos la única ciudad grande o mediana de Europa que no dispone todavía de ese servicio. En España lo tiene Barcelona, lo disfrutan en Valencia, Sevilla, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Alicante. Hace años que funciona en Oviedo, en Córdoba, en La Coruña. Lo tienen en Albacete. Lo tienen en Majadahonda y en Tres Cantos. Si no me creen, pinchen AQUÍ.

La culpa del retraso no es, desde luego, de nuestra actual regidora. La cosa viene de antiguo; es una historia que se remonta a los comienzos del siglo XX. Hasta esos años, las ciudades estaban diseñadas y organizadas para el peatón, el tranvía y los carros de suministro arrastrados por caballos percherones. Los primeros automóviles se integraron en ese flujo sin problemas. Si observan cualquier foto antigua de las calles del centro de Madrid, comprobarán esa convivencia tranquila y espaciada entre todos los usuarios del espacio viario. Creo que ya he contado que mi padre obtuvo su primer permiso de conducir por el simple procedimiento de pedirlo en la ventanilla correspondiente, sin examen ni nada. Hasta 1930, en Madrid se circulaba por la izquierda (en Barcelona, para llevar la contraria como siempre, lo hacían por la derecha). Ese año, un Decreto gubernamental estableció la circulación por la derecha en todo el territorio nacional. Las primeras líneas de Metro de Madrid estaban ya construidas y en funcionamiento y ese es el origen de que, hoy en día, los convoyes sigan rodando por el lado izquierdo.

Hasta los años 50 no llegó el uso masivo del automóvil (los primeros SEAT Seiscientos se fabrican en 1957). En ese tiempo, todas las ciudades europeas y norteamericanas tenían políticas de tráfico idénticas (todavía no se usaba el término movilidad). El automóvil privado era el estandarte de la modernidad y había que adoptar todas las medidas habidas y por haber para que el tráfico fuera fluido y no se produjeran atascos. Son políticas urbanas que se pueden resumir en un solo eslogan: todo para el coche. Surgen los semáforos, luego las glorietas y por fin los cruces a distinto nivel, además del continuo aumento de carriles de circulación, que se lleva por delante aceras, paseos y bulevares.

En Madrid esa política se sustancia en el Plan de la Red Arterial (1972), que preveía la creación de una malla de nada menos que 125 kilómetros de autovías urbanas (con circulación separada por sentidos) dentro del término municipal, incluyendo las orbitales M-30, M-40 y M-50 y los llamados Ejes de Núcleo. El objetivo de este plan era dotar al tráfico privado de la máxima fluidez, como sistema de comunicación entre los barrios. Nadie parecía advertir que esa red de vías rápidas constituiría barreras insalvables para el vecino que quisiera visitar a su cuñado (un suponer) en el barrio de enfrente. En esos años de política de todo para el coche no hubo, por ejemplo, el menor problema para desplazar a un costado la estatua de Colón, que llevaba más de 100 años en el centro de su glorieta, para que el río de coches de la Castellana discurriera hacia el sur con mayor comodidad.

El terror de los responsables de la política urbana de entonces era El Gran Atasco, que resultaría del aumento del parque automovilístico y la escasa sección de las calles de la ciudad. En sus pesadillas imaginaban el escenario apocalíptico de una ciudad colapsada, llena de conductores indignados haciendo sonar sus cláxones al unísono. Había que evitar eso a toda costa, había que ampliar la sección útil de todas las calles, reducir aceras, construir cruces a diferente nivel y llenar nuestras plazas de los popularmente llamados escalextrics. No sabían entonces algo que se constataría más tarde: que los mayores atascos de la historia iban a tener lugar en las autopistas alemanas, las maravillosas autobahn de firme inmaculado, trazado perfecto y sin límite de velocidad. Es decir, que el aumento de sección, los cruces a distinto nivel y la mejora de las condiciones de la red viaria, lo que consiguen es atraer más tráfico. Que el caudal automovilístico funciona como un fluido que se realimenta sin fin y sólo se detiene cuando un obstáculo lo retiene y lo espesa.

A la llegada de la democracia, parte de las previsiones del plan de la red arterial están ya  ejecutadas: el primer cinturón (las Rondas) ha perdido sus tradicionales bulevares. El segundo cinturón tiene ya todos sus cruces a distinto nivel (la sabiduría popular pasó a conocer esta vía como Los Puentes). Y la M-30 está construida en su mayor parte. Los Ejes de Núcleo van más rezagados, porque requerían largos y prolijos procesos de expropiación. Es entonces cuando llega a la alcaldía el profesor Tierno Galván, que trae nuevos aires al Ayuntamiento. Por lo que respecta a la movilidad, las ideas dan un vuelco completo. Las autovías urbanas pasan a ser algo inequívocamente perverso y deleznable. Con la excusa de intercomunicar los barrios, lo que se está haciendo es aislarlos, se dice. La Red Arterial es derogada y los Ejes de Núcleo se guardan en un cajón. En algunos casos, los suelos expropiados se aprovechan para construir Vías Urbanas Estructurantes, el nuevo paradigma, como la Gran Vía de Hortaleza.

La M-40 y la M-50 desaparecen de los planos. En cuanto a la M-30, sólo resta por construir el arco noroeste, de la Ciudad Universitaria al Nudo Norte. Los ingenieros municipales se rinden a la moda imperante y diseñan el llamado cierre en malla: la M-30 deberá abrir su viario como un pincel para solucionar la conectividad a través de un manojo de calles paralelas con cruces semaforizados. Aunque, finalmente, la lógica del tráfico seleccionará una de estas vías paralelas para priorizar la continuidad: la Avenida de la Ilustración. En cualquier caso, desde el propio ámbito del PSOE se corrigieron rápidamente estos excesos. En 1986, el gobierno central aprueba un Plan de Accesos a las Grandes Ciudades, que en Madrid permitirá rescatar la M-40 y la M-50. La sabiduría popular acertará de nuevo al bautizar esta iniciativa como Plan Felipe.

Para entonces, la política de movilidad de las ciudades europeas ha cambiado radicalmente. La industria ha desaparecido virtualmente de los núcleos urbanos y, sin embargo, la contaminación es cada vez mayor. ¿Por qué? Pues por las emisiones de los automóviles, únicos responsables de la deplorable calidad del aire en las ciudades. En todas partes se adoptan medidas de fomento del transporte público y limitación del acceso rodado a los barrios céntricos. Se aumentan los espacios para el peatón, se eliminan plazas de parking libre en la calle, se instalan parkímetros y se demonizan los aparcamientos de rotación (no así los de residentes). Los grandes almacenes del centro de las ciudades, donde la gente hace la compra, son urgidos a adaptar sus parkings para el aparcamiento de residentes, o cerrarlos. En Munich y otros lugares se llega a rellenar con tierra alguno de estos parkings. La bicicleta deviene en emblema de la nueva cultura eco-chachi, junto con patinadores y skaters. Desde Holanda y Dinamarca, el movimiento se extiende a todo el mundo civilizado.

¿A todo el mundo civilizado? No. En el extremo suroeste de nuestro continente existe una capital que, como la aldea gala de Asterix, se resiste a la llegada de los nuevos tiempos. ¿Cuál es la causa de que nuestra querida ciudad haya sobrevivido durante tantos años, inmune a la influencia de los vientos del cambio? Pues la respuesta es fácil. A finales de los 80 se hace con el poder municipal el señor Álvarez del Manzano, quien sitúa a la cabeza de la Concejalía de Circulación y Transportes a un anticuado caballero, llamado García Alarilla, quien dirigirá esa área durante ocho años. Al mando de un equipo de auténticos dinosaurios ideológicos y técnicos, García Alarilla sostendrá contra viento y marea la política de todo para el coche, ya denostada en toda Europa.

Sólo en el tercer mandato del señor Manzano, a partir de la jubilación de García Alarilla, empiezan a cambiar las cosas, aunque tímidamente. Por ejemplo, el Plan General de 1997 dice promover la desincentivación voluntaria del uso del automóvil, un concepto que, a día de hoy, no deja de producir un cierto sonrojo. Un curioso indicador del cambio de los tiempos: hasta entonces, las notas de prensa que publicitaban las pequeñas obras de urbanización en la vía pública presumían de la creación de nuevas plazas de aparcamiento libre en la calle. A partir de 1999, esas mismas notas de prensa pasarán a presumir de lo contrario: del número de plazas que eliminan. Pequeños avances en la dirección correcta, a paso de tortuga.

Pero sería injusto culpar del retraso a una sola persona, por muy anticuada que fuera. Lo cierto es que, entre los votantes del PP, abunda una variante específica del Homo-Cañetus: el Homo-conductor, ese tipo de claxon fácil, enemigo natural del ciclista, que gusta llegar con su coche a la misma puerta de su punto de destino y dejarlo allí en doble fila, mientras hace un recado o se toma el vermú, sin sospechar siquiera que su conducta pueda ser molesta o incívica. Y el partido cuida con mimo a este estereotipo, para no perder votos. Para echar de verdad al automóvil de los centros urbanos, hacen falta medidas más decididas. Progresivas para no asustar, pero contundentes. Y campañas de opinión. Pero no lo duden: si han conseguido que dejemos de fumar, también lograrán convertirnos a todos en ciclistas. Al tiempo.

El servicio de bicicletas urbanas que dentro de unos días inaugurará la señá Alcaldesa es un pasito más en la dirección correcta. La que marcan los tiempos y las modas. Si han leído este texto con atención, habrán visto qué bandazos han dado las teorías sobre este asunto. Como las de cualquier otro (cuando yo era pequeño, todos los tíos fumaban como carreteros y lo malo-malísimo eran el aceite de oliva y el pescado azul). La política e mobile qual piuma al vento. Sean felices.
  

martes, 20 de mayo de 2014

253. Acelerado II

Podría haber titulado este post Acelera2, de acuerdo con la moda imperante. Pero no he querido, porque es una gracieta de lenguaje que ya huele de tan utilizada. El plural podría justificarlo extendiendo la aceleración a todos ustedes, que los llevo con la lengua fuera con tanta velocidad. Ya estoy adoptando un ritmo un poco más slow para no cansarles, pero lo cierto es que, una vez cruzado el ojo del huracán, tuve aún otra semana bastante frenética en las que no encontraba la calma necesaria para producir nuevos posts. Y tengo el compromiso de terminar mi relato, aunque procuraré abreviar.

Mi excursión por tierras granadinas continuó el sábado 4, con una nueva caminata, esta vez por el valle del Darro. Subimos en nuestros coches a Huetor de Santillán, en donde iniciamos un paseo por la ribera del río, de unos 6 kilómetros y otros tantos de vuelta. El camino era llano y fue un recorrido grato y suave, para desengrasar de los excesos del día anterior. En Huetor comimos todos juntos, en un restaurante donde nos pusieron de aperitivo grandes manojos de habas tiernas de la huerta, para pelarlas y comerlas crudas. A mí me estuvieron tan buenas que de primero me pedí más habas, esta vez rehogadas y con un huevo frito.

Por la tarde ya no teníamos más marchas, pero debíamos completar nuestro viaje con dos visitas turísticas a las que nos desplazamos en coche. La primera, al cercano pueblo de Alfacar. En sus afueras se sitúa la llamada Fuente Grande, cabecera de la Acequia de Aynadamar, construida por los árabes en el siglo XI para regar las huertas y los cármenes del Albaicín. La acequia, que todavía se utiliza en un tramo, está declarada Bien de Interés Cultural. La Fuente Grande es una especie de gran estanque en cuyo fondo hay un verdadero ecosistema de plantas acuáticas por entre las que se ve burbujear el agua que fluye continuamente desde hace siglos, procedente de una capa freática que se alimenta del deshielo de la sierra. Aquí tienen alguna de las fotos que tomé en el lugar.




Desde Alfacar, nos acercamos al barranco de Viznar. Allí era donde paseaban a los rojos de Granada, durante la guerra y la postguerra. Con la Ley de la Memoria Histórica, se pudieron desenterrar e identificar bastantes cuerpos, que fueron enterrados por sus familias. Una colección estremecedora de pequeñas placas los recuerda, en un entorno sobrecogedor, que recuerda a Auswitch y otros paisajes del horror. Los abismos de crueldad en los que puede caer el ser humano resultan a veces incomprensibles. Aquí también hice algunas fotos, pero me las guardo para mí. Por cierto, los restos del fusilado más ilustre de este lugar, Federico García Lorca, nunca han aparecido. Sus descendientes no se muestran muy interesados en que se sigan buscando, de lo que algunos deducen que su cuerpo pudo haber sido entregado inmediatamente a la familia, que le habría dado sepultura en un lugar secreto.

El domingo fue el día del viaje de vuelta, que preludió mi semana de actividad sin descanso. La verdad es que llevo una temporada en que no me sobra tiempo por las mañanas. Eso no significa que mi trabajo sea interesante o enriquecedor, pero al menos es algo necesario, de utilidad. Ahora les cuento lo que hice en las tardes de esa semana. Siguiendo con la música de la aceleración por excelencia, el punk rock, es obligado hablar de Rancid, el mítico grupo de California. Estos forman parte de la segunda ola del punk, junto con Green Day, Offspring y otros. Al contrario que los grupos que les puse en mi anterior post, Rancid están vivitos y coleando. Aquí uno de sus temas más optimistas. Un canto a la amistad. Si un día te vienes abajo, tío, allí estaremos loj’ colegas para apoyarte. Pinchen AQUÍ y súbanle el volumen.

De vuelta en Madrid tuve dos tardes para callejear por Madrid con mis amigos de San Diego, Gonzalo y Judy. Gonzalo es colombiano, economista, periodista y quién sabe qué más cosas. Está medio jubilado pero sigue siendo uno de los organizadores del Festival de Cine Independiente de San Diego. Judy es norteamericana de origen español. Su abuelo vivía en Fortuna (Murcia), donde era pañero. Pero la tremenda crisis económica posterior al desastre del 98 le empujó a emigrar a México en 1902. Allí los azares de la Revolución le empujaron a dar un segundo salto a Los Ángeles, en donde tenía unos amigos. Judy nació allí y ha vivido temporadas en España y en Colombia, antes de retirarse en San Diego. Ambos gustan de hacer largos viajes por nuestra península, en los que indagan en las raíces hispanas de Judy.

El lunes y el martes pasé la tarde con ellos, en el entorno de la Plaza de Santa Ana, con paradas en La Venencia, en la Cervecería Alemana, otro de los lugares favoritos de Hemmingway, en el Naturbier, el paraíso de la cerveza artesanal. Hablamos de lo divino y lo humano, me pusieron al día de la situación de Colombia, de las conversaciones con las FARC, un movimiento que tiene un arraigo popular muy acusado en ciertas zonas rurales. De Uribe, que no pertenecía a la clase política, pero era un hombre brillante. Del actual presidente Santos, miembro de esa oligarquía que, sin embargo, está conversando con la guerrilla. De los problemas en la Alcaldía de Bogotá (Ver post #137 “De Mockus a Zappa), donde los tribunales han obligado al presidente a reponer en su puesto al Alcalde Gustavo Petro, que sigue la estela innovadora de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, y al que Santos había cesado por una falta administrativa insignificante. De la próxima candidatura presidencial de Peñalosa.

Algún día escribiré más en profundidad de estos asuntos. Por cierto que les relaté la llamada “tocata y fuga de Esperanza Aguirre”, de la que no tenían noticia y que escucharon con incredulidad. En Estados Unidos, me dijeron, el protocolo de la policía de tráfico frente a alguien que huye a medio multar derribándoles una moto, se compone de tres pasos. UNO: gritar ALTO con voz de trueno. DOS (caso de que el UNO no resulte efectivo), disparar a las ruedas del coche en fuga. TRES (si tampoco funciona el DOS) disparar al centro del cristal trasero. El miércoles, mis amigos salían en un coche alquilado hacia Huelva, de donde seguirían por Málaga (están allí ahora), Murcia, Valencia y Barcelona donde tienen unos parientes. Allí cogerán el avión de vuelta a San Diego, vía Londres.

En San Diego transcurre parte de mi novela larga que espera en un cajón desde hace unos dos años. Debería decir “esperaba”, porque ahora mismo mi amigo Ronaldo Menéndez tiene un ejemplar en papel, para hacerme una corrección profesional. Ronaldo es cubano, escritor, da clases de literatura y se dedica también a este tipo de trabajos, por los que cobra una cantidad no pequeña. Cuando cerramos el acuerdo económico, me dijo que la quería en papel, para anotar al margen sus comentarios. Eso me supuso un cierto problema, porque la última versión la tenía sólo en pdf, en un formato para e-book, que es como la han leído unos cuantos de mis amigos más lectores. Hube de recurrir al programa Libre-Office 3.3, para devolverla a formato Word y poderla imprimir. El jueves quedé con Ronaldo en el bar de la librería La Central, en Callao, para hacerle entrega del volumen y explicarle cuáles eran mis expectativas. Le dije que no tengo problema con el estilo, que escribo exactamente como quiero, pero escucharía sus opiniones al respecto. Que donde creo que necesito su ayuda es en los aspectos argumentales y en el dibujo de algunos personajes, cuestiones en las que me siento más inseguro. Ya les iré poniendo al día de nuestros progresos.

El miércoles me lo he saltado, pero esa fue la tarde en que quedé con mi nuevo amigo de Kinshasa, Papy Sylvain N’sala. No estaba muy seguro sobre qué era lo que esperaba de mí, pero finalmente resultó que únicamente quería tomarse unas cervezas conmigo, porque le había caído bien en la comida que compartimos, y luego había entrado en mi blog y había descubierto que comparte dos pasiones conmigo: la cerveza y la carrera de fondo. Sylvain tiene treinta y pocos años, lleva en España desde los veinte, y ahora se ha quedado sin trabajo por la crisis (era jefe de recursos humanos en una editorial importante), situación sobrevenida que le ha hecho revivir un viejo proyecto: regresar a su país y rentabilizar su alta cualificación ayudando a los suyos. Tiene una especie de ONG que ha fundado una escuela en Kinshasa, donde a partir de septiembre se empezará la enseñanza por el nivel más bajo. Él se marchará a final de agosto y confío en verlo de nuevo antes de que se vaya.

El viernes ya no quedé con nadie, pero tuve que preparar mi equipaje para una nueva excursión senderista, esta vez de un solo día, al cañón del Río Lobos en Soria. Supongo que entienden que no escribiera demasiado en esos días. He de contarles también que, como estaba previsto, he perdido el juicio contra el Ayuntamiento, pero no me han hecho pagar las costas, lo que no deja de ser un alivio, porque a otro al que le salió la sentencia antes que a mí, se las quieren cobrar y ha tenido que recurrir el fallo, lo que le ha supuesto pagar las correspondientes tasas. Mi sentencia dice que opta por no imponer costas ya que “no aprecia mala fe ni temeridad en ninguna de las partes litigantes”. Por cierto que a una chica que empezó el procedimiento un mes después que yo, le han señalado el juicio en 2017. Así que no me puedo quejar. Ya saben lo que dijo Pedro Pacheco de la Justicia. Lo dijo Pedro Pacheco, yo no (Dios me libre).

Todo son buenas noticias y además, como ya he comentado, el furgol este año no es para sufrir. Lo del Atleti es para quitarse el sombrero. El Rayo ha hecho una liga de diez. Y el Depor lo sigue teniendo a huevo, por el procedimiento de empatar y que sus perseguidores pierdan sus partidos. Ya hablaremos también de todo esto. Cerraré con Rancid otra vez. Ya les he dicho que estos no se han muerto. Pero están mayores. En 2012 hicieron una gira europea y a ella corresponde el video que tienen abajo, grabado en mi querido Melkweg de Ámsterdam. El cantante se ha dejado una barba de clochard y aprovecha los coros del estribillo que cantan los demás para dar unas vueltas sobre sí mismo bastante cómicas (en una casi se cae).

Joder, Groucho, viendo este video me he acordado de ti, querido amigo. Estoy seguro que, si reeditásemos Water de Caballeros, no tendríamos unas pintas muy diferentes y hasta te veo dando esas revueltas de pinchacarneiro sin caerte ni nada. Para eso tendría que comprarme una guitarra (seguro que Juanmi el Guitarrero me hace un precio especial) y tomar algunas clases, aunque estas cosas nunca se olvidan del todo. Vamos velliños, carallo, como tú dices, pero la buena música sobrevive. Esta vez te mando el abrazo dentro del post. Y también a los demás, con mis mejores deseos. Pinchen AQUÍ para verlo.

viernes, 16 de mayo de 2014

252. En el ojo del huracán

Ya saben lo que se dice: en el ojo del huracán hay una insólita calma. El aire gira enloquecido alrededor, pero en el centro del torbellino se respira una tranquilidad sorprendente. Es a veces el lugar y el momento para examinar el entorno sin apuros, para pensar de dónde venimos, a dónde vamos y todo lo demás. Es la ocasión de ver claras algunas cosas, de despejar dudas, de tomar decisiones. Instantes en que uno experimenta una extraña lucidez. A veces, en medio de la aceleración, encontramos momentos de pausa, de calma chicha, como cuando en una película de acción el director te sorprende con unos planos de movimiento ultralento, en los que una música adecuada subraya la singularidad de la escena.

Algo así me sucede a mí en momentos puntuales de mis excursiones senderistas. Como les he contado, el grupo al que pertenezco es amplio y de condición física diversa. En cuanto empezamos a andar, el grupo se disgrega y se estira formando subgrupos por afinidades de sexo, edad y amistad. No les sorprenderá saber que a mí lo que más me gusta es moverme arriba y abajo, pasando de unos corros a otros, como hacen los perrillos que acompañan a los grupos de caminantes. Dice mi amigo Enrique Ubillos que tengo una tendencia natural a moverme de manera browniana, como las partículas de ciertos gases. El caso es que en estas últimas excursiones (el sábado pasado subimos al cañón del rio Lobos), he encontrado momentos solitarios con algunos colegas y eso me ha servido para encontrar algunas respuestas que buscaba.

Uno tiende a creer que sus problemas son únicos y se esfuerza en solucionarlos en solitario, sin conseguir avances sustanciales. Y, de pronto, en medio de una caminata a través del monte bajo un sol de justicia, descubre que a todos los demás les sucede o les preocupa lo mismo. Que los demás han encontrado ya lo que tú buscas. Que ya está todo inventado. Algo así me ha sucedido a mí, en relación con algunos problemas que me acechan, y de los que no les he dado noticia, porque al protagonista de este blog (que no soy yo) no le pasa ninguna putada; es una especie de supermán añoso, inasequible a las agresiones del entorno. Pero yo tengo mis problemas propios (además de los que atañen a las personas que quiero).

Con 63 tacos, mis problemas derivan de mi edad y condición. No, no. No son esos que se imaginan, no sean malpensados; eso que tienen en mente todavía no me pasa, hay que ver: ustedes-vosotros siempre pensando en lo mismo. Haciendo un símil automovilístico, yo ya soy un coche viejo. Y, como los coches viejos, tengo ruidos. Cada vez más ruidos. Hablemos primero de la carrocería. Asunto de chapa y pintura. Como ya les he contado, mi caminata de 18 kilómetros por la vega del Genil, se saldó con dos uñas negras, una en cada pié. Ya me había pasado en algún maratón, pero nunca caminando. En algunas de mis últimas excursiones había estado a punto, pero me había salvado. Siempre creí que ese problema se debía a no haberme cortado las uñas a su debido tiempo. Pero esta vez las tenía en su punto.

Y ahí es donde viene lo de las conversaciones con los colegas: todos (sin excepción) han tenido el mismo problema y han tenido que cambiar de botas. Parece ser que el pie varía con la edad, se hace más grande y se vuelve más frágil. Y entonces hay que cambiar de bota. Es algo que no imaginaba, que el problema fueran las botas. Siempre he tenido unos pies súper duros. Desde pequeño usé zapatos de Segarra, que me duraban años, hasta que los destrozaba de jugar al fútbol con piedras. No tuve el menor problema con las botas reglamentarias que me dieron en la mili, todavía más duras. Mis botas de senderismo son unas Chirucas de trekking de hace unos veinte años, fabricadas en Gore-tex, rígidas, como se llevaban entonces. Me las compré en Gonza-Sport, la mítica tienda de la Ribera de Curtidores. Y resulta que, desde entonces, el diseño de botas ha dado un vuelco espectacular, basado en el uso de materiales flexibles e impermeables. Descubrí que todos mis colegas habían cambiado en algún momento de botas y ya no tenían más problemas de uñas en las bajadas. En fin, cuando tenga un rato tras mi fase de aceleración vital, me pasaré por el Rastro a comprarme unas botas nuevas.

Pero mis problemas de carrocería no acaban aquí. También está la espalda. Algunos de mis lectores han advertido que hace tiempo que no hablo de carreras. Que ya no relato mis hazañas bélicas contra el crono. Lo cierto es que la última de estas batallas la desarrollé en la Casa de Campo, en donde conseguí cerrar el Trofeo Akiles en 54.27. Unos días después, me empezó a doler la espalda. De una forma inequívoca: en cuanto dejaba de entrenar, se me pasaba. Y en cuanto empezaba otra vez, me volvía el dolor. La espalda no me duele mientras corro, ni después. Es por la mañana, al levantarme.

Vale, pues deje usted de correr, pensarán ustedes con una lógica incontestable. Pero es que lo que yo quiero es correr y que no me duela. Acudí a mi médico, amigo y gurú Joe, que me tendió sobre una cama y me palpó con sus dedos que ven a través de la piel. Localizado el punto doliente de forma inequívoca, su diagnóstico fue claro: se trata del lugar donde se unen una serie de terminaciones tendinosas. No tiene nada que ver con la columna. No se me va a quitar del todo en un tiempo, tanto si dejo de correr, como si no. Y aquí otra vez mi sorpresa. A todo el mundo le duele lo mismo. Quiero decir, a todos los que siguen haciendo deporte a ciertas edades. No se soluciona con estiramientos; eso sirve para el músculo, no para el tendón. Pero hay medios paliativos que pueden ayudar a solucionar el asunto.

Hace años que uso una crema homeopática para cualquier dolor muscular o lesión. Se llama Traumeel y contiene árnica, caléndula officinalis, hammamelis, equinacia, acónito, atropa belladona y quién sabe qué hierbas más. Me la solía aplicar con calor, con ayuda del secador de pelo al máximo de temperatura, y sus resultados son mágicos. Pero mi amigo Juanmi el Guitarrero, el luthier del barrio, me descubrió un remedio adicional: ponerme una faja de neopreno para hacer deporte. Ya me la he comprado y estrenado. Juanmi el Guitarrero es motorista, ciclista y vicioso de las artes marciales. Le duele lo mismo que a mí, y lo que hace es ponerse Traumeel bajo la faja, para cualquier tipo de actividad física, hasta para la moto.

En uno de mis recorridos senderistas, Perico, un colega jubilado al que también le duele el mismo punto, me explicó otra rutina. Él se levanta cada día y se va a jugar al tenis, con su faja de neopreno. Al volver, se ducha con agua muy caliente, se da entonces el Traumeel y se sienta tranquilamente, ya sin faja, a leer la prensa y desayunar, en una silla de respaldo recto con un cojín térmico de esos que se enchufan. Y como nuevo todo el día. Bien, entre unas cosas y otras ya se me ha echado el calor encima y mi temporada de corredor está arruinada. En agosto o septiembre iniciaré la nueva, alternando estas estrategias tras unos meses de descanso. Y si no funcionan, pues tendré que dejar de correr. No hay otra.

Pero la rutina que me explicó Perico me remite a otro tipo de problema, éste ya no de carrocería: qué hacer dentro de año y pico, cuando cumpla 65. Hasta hace dos años y medio, yo me divertía mucho en el trabajo, me ocupaba de tareas que entendía útiles para la ciudad y para la marca Madrid y el resultado en conjunto era gratificante para mi persona. Entonces tenía clara mi intención de reengancharme hasta los 70. A raíz de los cambios en la estructura que siguieron a la marcha del señor Gallardón, mi situación pasó a ser la que todos saben (este blog es uno de los daños colaterales de ese vuelco; eso que salen ustedes ganando).

El caso es que, igual que no era consciente de que estaba usando unas botas anticuadas, durante estos dos años y pico he conservado fresca la idea de reengancharme. Una idea tan absurda como mis viejas chirucas. El reenganche ya no es automático, como hasta hace poco. Ahora te ponen muchos problemas, y yo estaba incluso preocupado por ver cómo me lo montaba. Pero en alguna de estas caminatas he podido contrastar opiniones de gentes de antes y después de los 65. Y he visto la luz. Por ejemplo, mi colega Rafa se reenganchó a los 65, cuando tenía un trabajo divertido y enriquecedor en el Ministerio de Fomento. Pero cuando llegaron los recortes, lo dejaron sin presupuesto y pasó a desempeñar tareas de florero. Inmediatamente pidió la jubilación, sin esperar a los 70. Todos los jubilados que he tratado, y que tienen (como yo) hobbies, están felices. Los únicos que he encontrado tristes son ese tipo de gente que no sabe hacer otra cosa que venga de trabajar y venga de trabajar.

Así que mi proyecto es ahora el contrario. En cuanto cumpla 65, me largo, como primera opción. Si quieren que me quede, habrán de ofrecerme algo divertido y enriquecedor a nivel personal, y tendrán que insistirme mucho. Esta última posibilidad es altamente improbable, dada mi edad y mi ausencia de relaciones privilegiadas con el poder (hace tiempo tenía amigos en todos los partidos, pero se han ido marchando del Ayuntamiento). Tampoco es imposible del todo. No se sabe qué va a pasar después de las elecciones de dentro de un año. Ya veremos. Pero digamos que lo normal es que me largue. Así que voy a empezar a contar los días, como los veteranos de la mili. Un año y medio se pasa en un volao.

Y qué gusto, disponer para mí de las casi nueve horas que pierdo al día: siete y media de horario implacable, más el desplazamiento en coche (esto último, lo más gratificante algunos días). Me haría un horario como el de Murakami que ya les he descrito: madrugar, correr un rato, ducharme, desayunar bien y escribir hasta el mediodía. Luego una buena comida, una siesta y el resto del día para vaguear por ahí, ver a los amigos, cuidar a la gente que me quiere. Y el placer de ver exposiciones casi solo. Y viajar fuera de temporada. Ganaré menos dinero, pero me adaptaré fácilmente, ya he hecho mis cuentas. Ese es ahora mi objetivo y estoy feliz con él. Para cuando llegue el momento, si la salud no me traiciona, espero tener solucionados mis problemas de chapa y pintura. Y, si tengo que dejar de correr, me dedicaré a la bici o al senderismo. Y si no al zumba fitness, que aquí debajo ven de qué va. Ya tengo localizada a la profesora. Como rezan algunos azulejos en las casas de La Habana: Aquí  no se rinde nadie. Sean buenos. 



lunes, 12 de mayo de 2014

251. Acelerado I

Acelerado, acelerado, acelerado. Estoy acelerado. Todo va rápido, las imágenes pasan a ambos lados de mi mente, como en una montaña rusa, las cosas van a toda leche y por eso no escribo más, porque no me queda tiempo y esto de producir posts requiere un cierto sosiego del que yo no he dispuesto en estos últimos días. Vean por ejemplo lo que sucedió a partir de mi asistencia a la charla de Aroca de la que di cuenta en mi último post. Resulta que el acto terminó más tarde de lo previsto, porque el autor de la nueva Guía de Arquitectura de Madrid se enrolló un montón, como ya les conté, y a mí me dio vergüenza levantarme a media charla. Como tampoco conocía a nadie, salí en cuanto pude y corrí en diagonal por el Retiro, para llegar a tiempo de ver el Madrid-Bayern.

Llegué con el partido empezado, pero me dio tiempo a ver los cuatro goles. Al final, estaba tan cansado que caí en la cama, sin hacer la maleta para el viaje senderista de Granada, como era mi intención. Al día siguiente, miércoles, salí cagando leches al trabajo, a donde fui en Metro, porque a las 11.30 tenía que estar en la Escuela de Arquitectura, en donde no me dejan entrar al parking de profesores, por lo que me es imposible ir en coche. Tenía mi tablet  y empecé a escribir mi post de ese día mientras un coche oficial me llevaba a la Escuela.

Allí intervine en una clase de máster en donde hicimos una simulación de sesión de participación vecinal, con cuatro o cinco representantes de las asociaciones del entorno Mahou-Vicente Calderón, que asistieron estupefactos a la presentación de los trabajos sobre su barrio perpetrados por los distintos grupos de alumnos, tan ilusorios y alejados de la realidad, que todos planteaban mantener la estructura del estadio a demoler, como un referente del pasado, con lo que se comían una parte sustancial del espacio útil de la operación con una especie de gran monstruo de hormigón, feo y hasta peligroso. Tanto yo como los vecinos, nos mostramos contrarios al mantenimiento de ese vestigio (aunque todos confesamos ser del Aleti). La sesión fue muy interesante, y yo creo que de mucha utilidad para los alumnos del máster por el contraste de su mundo teórico con la cruda realidad social de unos barrios semideprimidos que no están para muchas alegrías compositivas.

La cosa terminaba a las 14.00, pero se retrasó porque todos estábamos superimplicados y luego hubo que tomarse unas cañas con unas raciones en el bar de la Escuela, forma de solucionar el tema de la comida. A las 15.00  estaba en el Metro camino de mi casa terminando a la carrera el penúltimo post, que subí al blog mientras hacía la maleta. Agarré el Toyota, recogí en sus casas a los demás pasajeros y salimos por la carretera de Andalucía. A la hora del partido del Aleti pusimos la radio y fuimos escuchando la retransmisión. Entrando en Granada, el Aleti metió el tercer gol, así que enfocamos la Avenida Arabial tocando el claxon como posesos hasta llegar al hotel.

Para esto de la aceleración no hay mejor música que el punk-rock, así que les voy a amenizar esta serie de dos posts con unos cuantos temas míticos. Empezamos por Sublime, una banda de Long Beach (California), formada en 1988 (ya saben que mis referencias son siempre de esas fechas), a la que se considera la pionera del ska-punk. El líder del grupo era un animal de pezuña, llamado Brad Nowell, y completaban la banda un bajo, un batería y su perro dálmata Lou Dog, que les acompañaba siempre en el escenario. Brad Nowell murió por sobredosis de heroína en 1996. Tenía 28 años. Una vida acelerada. Aquí tienen uno de sus temas más frenéticos. Pinchen AQUÍ para verlo. 

El jueves nos pasamos todo el día visitando la Alhambra, de la que, para qué les voy a decir nada. Es la tercera vez que la visito y cada vez me emociona más. En esta ocasión nos la enseñó una guía que nos lo explicó todo de maravilla. A mí me descubrió una nueva perspectiva de los tiempos de la Reconquista, sobre los que de niños tendían a mostrarnos dos mundos antitéticos e incomunicados, separados por la raya de la frontera, una raya que se iba moviendo hacia la costa hasta la expulsión del moro invasor. La realidad, como cualquiera que haya pensado un poco al respecto puede sospechar (yo es que soy un poco ingenuo), era muy diferente. La realidad es que, a lo largo de una convivencia de ocho siglos, los pueblos árabes y cristianos mantuvieron una interrelación comercial y cultural continua y fructífera, salpicada de guerrillas con aliados cruzados, y con los judíos como tercera fuerza a tener en cuenta.

Eso explica que los nazaríes, los constructores de la Alhambra, fueran un pueblo árabe que antes vivió en Jaén, de donde fueron expulsados por una banda de cristianos. Llegaron a Granada y los granadinos no les dieron cobijo, por lo que tuvieron que instalarse al lado. Durante años hubo batallas y conflictos entre ambos, con intervenciones esporádicas de reyes cristianos, como Fernando III el Santo, en apoyo de unos y otros contendientes. Las cosas no eran tan sencillas como nos las contaron en la escuela. Tras ver los jardines del Generalife (que los turistas norteamericanos llaman el General Life), subimos al mirador de San Nicolás, para ver la puesta de sol sobre la Alhambra, pero el mirador estaba petao, como dicen ahora. Parece que Bill y Hilary Clinton estuvieron disfrutando de esa vista en una visita reciente y, desde entonces, no hay quien vaya. El Albaicín estaba hasta arriba de turistas, así que algunos nos escapamos al centro, a la calle Las Navas, en donde nos obsequiamos un pescaito frito atendidos por un camarero del Aleti, que nos aclaró que él era de El Pardo, pero que no todos los de El Pardo eran fachas. Luego a dormir, que nos esperaba un viernes duro.

Para seguir con el punk-rock, nada mejor que Los Ramones, la banda neoyorkina que, partiendo de la música surf, consiguió definir el sonido punk más genuino. El punk, como tal, surgió en Gran Bretaña con los Sex Pistols, pero se dice que Malcolm McLaren, el mánager de esa panda de descerebrados, había visto actuar a Los Ramones en el CBGB, el antro mítico del Village, como un año antes de lanzar su grupo. Por cierto, de los cuatro integrantes iniciales de Los Ramones, se han muerto todos menos el batería. Otros que vivieron aceleradamente. Aquí uno de sus temas más emblemáticos.


El viernes el plan era tomar el coche de línea bien temprano para subir a Güejar-Sierra, pero movilizar a un grupo de cuarenta personas en taxis desde el hotel al otro extremo de Granada no es tarea sencilla. Llegamos a tiempo a la parada del bus unos doce y el chofer no quiso esperar a los otros, que venían detrás. Eso sí, accedió a llamar por la radio al conductor siguiente para que se apresurara un poco: “Pisha, date aire que tienes a veintiocho esperando en la parada para subir, yo ya me he llevao a un puñao, pero es que quieren ir todos juntos”. Arriba, tuvimos que esperar un rato a que llegaran los demás, lapsus que empleamos en comprar agua y fruta para el camino. El pueblo ocupa un alto cerro desde el que se domina el curso del Genil, encajonado en el fértil valle que rodea las alturas del caserío. Allí pude tomar la foto que les pongo abajo. Como ven, la Churrería Mari se ha instalado gracias a los fondos europeos y la ayuda del Ministerio y la Junta de Andalucía, entre otros patrocinadores. No comments.


Desde Güejar-Sierra iniciamos el camino de unos seis kilómetros por la Vía Verde que ocupa parte del trazado de un antiguo tranvía, construido a principio del siglo XX, para unir Granada con un balneario al pie de la Sierra Nevada. El tranvía siguió funcionando hasta los años 70, en que se cerró la línea, entre otras razones por quedar un amplio tramo de su trazado anegado por uno de los pantanos que Franco gustaba de inaugurar, aunque es de justicia reconocer que ya desde bastante antes era un servicio deficitario como negocio, que casi nadie usaba. Pinchando Aquí tienen una información completa sobre este curioso artilugio, que parecía un tranvía de juguete, y discurría en parte por la Vega del Genil, donde están ahora los 6 kilómetros de la Vía Verde.

Al final de la Vía Verde, la mayoría del grupo (los del llamado nivel rosa), se dieron la vuelta. Unos ocho o diez esforzados continuamos adelante, ascendiendo por una senda de dificultad media pero muy empinada, hasta el llamado Cerro del Hornillo, un camino de unos 400 metros de desnivel. Llegamos arriba bastante agotados, yo de los que más, pero en el cerro nos comimos los bocatas y el agua que llevábamos. Regresamos cumbreando por un sendero precioso, con la Sierra Nevada al fondo. Lo malo es que luego hubimos de bajar por otra senda empinadísima, algo no tan cansado, pero que te destroza las uñas si no llevas el calzado adecuado. En el próximo post les contaré mis problemas con el calzado. Conseguimos recuperar la margen del Genil y por la Vía Verde, llegamos al bar con terraza al río, donde habían comido los del nivel rosa. De la pinta de cerveza Alhambra de presión que nos obsequiamos, no hace falta que les dé muchos detalles.

Pedimos algo de picar, y el dueño del bar nos dijo que allí lo típico era LA CHACINA. Protesté ligeramente diciendo que tengo alto el colesterol. El tipo llamó a voces al camarero del otro extremo de la terraza: Pisha, que dice este señor que qué tal es nuestra chacina pa’l colesterol. Respuesta del otro: ¿Para el colesterol? Buenísima. Y añadió por lo bajo “lo sube de cojones” entre las carcajadas de todo el bar. Estábamos tan hambrientos que repetimos de pinta y de chacina, arriesgándonos a perder el bus de las 20.20. Nos lo comimos todo de prisa y corriendo y salimos río arriba hasta las depuradoras. Allí arrancaba una cuesta urbana criminal que remontamos con la lengua fuera. A mí tuvieron que llevarme casi a rastras entre dos samaritanos, para el último tramo hasta la parada, donde nos esperaban los demás y adonde llegamos a la vez que el bus, que ya sabíamos que no esperaría.
   
Eran las 20.20 y llevábamos caminando desde las 10.30, casi sin parar, excepto el almuerzo en el Cerro y la parada de las cervezas. Unos 18 kilómetros según la aplicación “Podómetro gratis” que llevaba uno de los compañeros en el móvil. Y con varias cuestas de las de verdad. Y en Granada decidimos volver a pie desde la parada del coche de línea hasta el hotel, para qué nos íbamos a privar, eso sí, con otra estación intermedia para una tercera pinta de Alhambra, con su tropezón correspondiente. Ya se imaginarán cómo dormí esa noche. Continuará.

  

jueves, 8 de mayo de 2014

250. Tengan paciencia, hombre

Eso, tengan un poquito de paciencia, que aun ando por aquí, aunque no me manifieste. En las dos últimas semanas no he tenido tiempo para cultivar este huertecito del blog que tanto les gusta, pero no se apuren: esto va por rachas y antes o después volveré a disponer del margen que me permita seguir escribiendo paridas para solaz propio y ajeno. Ahora mismo tengo un notable volumen de trabajo matutino que debo desatascar, para que mi desidia no retrase las tareas de los que van detrás en la cadena. Así que no puedo hurtar ni un segundo a mis obligaciones. Pero esto no es más que un pico de trabajo, que se pasará y me volverán a sobrar horas, porque el sistema de control de tiempos es ciego y no distingue de puntas y valles.

Y en cuanto a las tardes, pues qué quieren que les diga: que no paro. Eso también pasará. Sin ánimo de ser exhaustivo, he estado haciendo senderismo por el entorno de Granada los cuatro días del puente, he tenido que atender a mis amigos Gonzalo y Judy, de San Diego, que han pasado unos días por aquí (esta mañana se iban también para el sur), he participado en una clase de un master de la Escuela de Arquitectura, he tenido varios contactos con un cubano a quien voy a pasar mi novela (esa que lleva guardada en un cajón desde poco antes de la apertura de este blog) para que me haga una corrección profesional, a ver si entre los dos la depuramos y la mejoramos. También mantengo el contacto con Papi Sylvain Nsala, el hombre de Kinshasa, que no sé exactamente qué es lo que espera de mí.

Más cuidar mi casa, atender a mi hijo pequeño que últimamente no sale de ella, ayudar al otro a conseguir los documentos que necesita para apuntarse a un master de dos años a partir del próximo septiembre, y mil cosas más. Y, encima, como ya les conté, está el tema del furgol, que cada tarde noche te ofrece un partido nuevo a cual más interesante, en este final de temporada que nadie esperaba. Menos mal que aun no me he puesto a hacer la declaración de la renta, que si no se quedan sin blog hasta agosto, por lo menos. Un verdadero sinvivir. El miércoles pasado encontré una minúscula grieta de tranquilidad en este discurrir enloquecido del tiempo, me puse a escribir y salió lo que salió: un texto de calidad más bien escasa, con errores de todo tipo, incluidos los relacionados con los centilitros y otras medidas de capacidad que corregiré cuando tenga un rato.

Creo que no debo de volver a hacer eso. Me refiero a escribir de prisa y corriendo, sin tiempo de repasar el texto, contrastarlo y tener incluso el margen de tirarlo a la papelera (virtual) si no alcanza los mínimos de calidad que me he autoimpuesto. Con las mejoras técnicas que me ha ayudado a instalar el bueno de Lisardo, la estructura básica del blog está al nivel que necesito. Por ahora no quiero otras mejoras. A partir de ahí, intentaré seguir escribiendo sobre los temas que me interesan, sin agobiarme ni sentirme obligado a llevar un determinado ritmo. Si por temporadas no salen demasiados posts, pues lo siento pero se tendrán que aguantar. En el fondo estoy utilizando las tácticas de las compañías telefónicas: primero crearles la necesidad y después irles administrando el alimento. Sólo me falta cobrarles por entrar al blog.

Entre las cosas que he hecho en estos días, tengo que hablar de mi asistencia a la presentación de una nueva Guía de la Arquitectura de Madrid, que tuvo lugar en la biblioteca municipal que ocupa la antigua Casa de Fieras del Retiro, un lugar verdaderamente grato, cuya visita les recomiendo encarecidamente, si no lo conocen. Como arquitecto, recibo frecuentemente convocatorias de este tipo, a las que no suelo acudir, porque es un mundo que me resulta bastante ajeno. Esta vez hice una excepción, exclusivamente por el hecho de que la presentación del libro corría a cargo de Ricardo Aroca, un hombre muy interesante, que fue profesor mío hace ya la friolera de 40 años. Orador brillante y muy divertido, sus conferencias son siempre amenas. El año pasado publicó un libro llamado La Historia Secreta de Madrid, que no he leído todavía, pero del que hablan maravillas (aquí tienen una referencia). 

Mis expectativas se cumplieron al milímetro. Es decir, que hablaron el editor, al principio, y el autor de la Guía al final, bastante grises los dos. El editor, por lo menos fue breve. Porque la intervención del autor fue un peñazo, lastrado además por el empeño de agradecer personalmente a todos los amigos y parientes que le habían ayudado en su tarea (estaban todos en la sala), a la manera de algunos premiados en la ceremonia de los Goya. Ya saben: cuando tenía calor, Fulanita sacaba el abanico y me refrescaba. Y la Fulanita de turno se ruboriza y se esponja cual mocita en flor. Entre ambos pelmas, el gran Ricardo Aroca de siempre, barbas y pelos completamente blancos, voz socarrona y humor corrosivo.

En los setenta, Aroca venía a la Escuela en moto, en invierno y verano. Cuando la temperatura rondaba los cero grados, empezaba sus clases congelado, con el rostro blanco y los pelos de punta (quizá no llevaba casco). A medida que desarrollaba sus explicaciones, iba entrando en calor, su cara cobraba color y el pelo se le iba aplastando. El otro día, tras la entradilla del editor, empezó diciendo: “Tengo que dar las gracias a mis contertulios por haberme invitado a participar en este acto, porque, como todo el mundo sabe, a mí lo que más me gusta del mundo es hablar en público, un placer del que cada vez disfruto menos, porque hace cuatro años decidieron jubilarme en la Escuela y ya casi no me llaman de ningún sitio”. Lo dicho: un genio.

Continuó diciendo que él iba hablar del libro que presentaba, si acaso un poquito al final de su conferencia, porque él de lo que quería hablarnos es de la historia de Madrid. Empezó entonces a explicar las historietas que cuenta, supongo, en su propio libro, a partir de la decisión de Felipe II de instalar la Corte en Madrid (al parecer, Madrid no fue declarada capital de España hasta la regencia de María Cristina, limitándose a ser sólo la sede de la corte). Hasta entonces, Madrid era una pequeña villa castiza, bien surtida de agua y protegida por la sierra de los vientos dominantes. Muchas veces me he preguntado yo cuál sería el motivo de que el rey Felipe eligiera un lugar que no tiene las condiciones naturales de Lisboa, Londres o París.

Dice Aroca, que eso de que el rey buscaba el centro geográfico de España es una razón falsa, que fue aducida a posteriori (no hay que olvidar que el Imperio de Felipe II, en el que nunca se ponía el sol, tendría seguramente un centro bastante más lejano). Para Aroca, las razones fueron otras. Felipe II buscaba un lugar tranquilo, lejos de los ajetreos, para gobernar su imperio sin que nadie le diera la murga, y por eso fue rotando la corte por diversos lugares, como Toledo o Segovia, de donde se acababa marchando. Madrid era un sitio pequeñito, sin ruidos ni tensiones y (lo más importante) no tenía arzobispo, porque no había diócesis. En las sedes anteriores, el arzobispo mandaba mucho y eso no agradaba al rey.

Pero, en cuanto Felipe se instaló en Madrid, empezó a venir gente, nobles, comerciantes, órdenes religiosas que ocuparon las mejores parcelas para sus conventos. La ciudad se empezó a congestionar, el agua escaseaba y la tranquilidad se esfumó. Esas fueron las razones por las que Felipe se construyó El Escorial, para ver si de una vez lo dejaban en paz. En tiempo de Felipe III la ciudad estaba ya insufrible, hasta el punto de que el rey decidió trasladar la corte a Valladolid. Pero la nobleza, con el Duque de Lerma a la cabeza, había comprado muchos terrenos en Madrid, tenía grandes expectativas especulativas y el traslado de la corte era una desgracia para ellos. Así que entre todos reunieron 250.000 ducados, una cantidad notable para la época, para convencer al rey de que regresara. La ciudad continuó su crecimiento, lo que requería la construcción de una muralla tras otra, que enseguida se veían superadas por el caserío, hasta que Felipe IV decidió que, como ya no había enemigo, no hacía falta construir una muralla. Bastaba con una cerca, con sus puertas, en las que los comerciantes y viajeros pagaban sus impuestos por entrar a la ciudad y vender sus productos.

La verja de Felipe IV marcaba el perímetro de la ciudad y tenía puertas y portillos. La diferencia entre unas y otros era, además del tamaño, que, aunque ambos se cerraban por la noche, en las puertas se quedaba un retén de vigilancia, que podía abrirlas en caso de que alguien necesitara entrar o salir de la ciudad. El caserío estuvo contenido dentro de esa verja hasta los convulsos años que sucedieron a la muerte sin descendencia de la reina Isabel II, bien entrado el XIX, los tiempos de la primera República y el gobierno de Amadeo de Saboya. Entonces se proyectó el Ensanche, en este caso limitado por una zanja, que fue el límite de la ciudad hasta la guerra civil. Antes de eso, tuvimos un breve interregno de ilustración en los tiempos de José Bonaparte, un tipo culto y con ideas, contra el que se levantaron cuatro analfabetos que lo echaron a patadas, total para poner a Fernando VII, que lo primero que hizo fue cerrar todas las universidades del país.

En fin, estas fueron algunas de las historias que contó Ricardo Aroca en la antigua Casa de Fieras del Retiro, donde reservó los minutos finales de su charla para hablar brevemente del libro que tenía que presentar. Como  ven, el tipo está en plena forma.