jueves, 27 de febrero de 2014

233. Calvicies

Me dice una amiga que los americanos han encontrado un producto que, inyectado en ratones calvos, hace que les crezca un pelo de puta madre en quince días. Que ahora investigan si el producto puede ser aplicado a humanos, paso que todavía no cuenta con las autorizaciones sanitarias preceptivas. Busco en Google y encuentro dos cosas. Una, que la noticia salió en todas las revistas científicas hace unos tres años. Aquí tienen la reseña publicada en el ABC, donde se explica que a los ratones se les provoca primero un grado de estrés tal, que pierden todo el pelo, entre otros efectos terribles. Entonces les inyectan el producto, llamado astressín-B, y el pelo vuelve a salir. Incluso publican unas fotos que dan bastante dentera. ¡Pobres animales!

La segunda cosa que he encontrado es que, en estos tres años, los yanquis se han lanzado a comercializar el tema. Para qué iban a esperar más. Un laboratorio llamado DSLaboratories se ha hecho con la patente de una loción que contiene astressín-B y la está vendiendo por Internet. El nombre comercial del producto es nada menos que Spectral F7. ¿No les parece un nombre un poco siniestro? A mí me gusta más el de un champú que anuncian en la tele: Fructis No-Más-Daños. Los americanos tienen un concepto muy suyo de la onomástica. ¿Creen que les estoy tomando el pelo (nunca mejor dicho), cual vulgar Follonero? Pues aquí tienen el link del producto. Está en inglés, pero ¿no me dirán ahora que eso supone un problema para ustedes, contrastados políglotas curtidos en cien batallas idiomáticas?

El asunto de la pérdida de pelo en varones añosos (alopecia la llaman los médicos, que tienen que ponerle nombres griegos a todo) es algo que preocupa mucho a algunas personas. Yo, sin ir más lejos, estaba jodido de ser un chauve, como llaman en Francia a los calvos, hasta que mi amiga Chantal me aclaró que la palabra chauve se reserva para los calvos tipo bola de billar, que yo era sólo un dégarni. Un alivio, porque las denominaciones de origen son decisivas. En Portugal les llaman carecas, en Inglaterra balds, en Japón hageta, en México pelones. Y en el País Vasco calvochagas. Perdón, he de escribirlo en euskera: kalbotxagak. Esa preocupación de la que hablo, ha llevado a que en todas las épocas hayan salido estafadores que vendían crecepelos, para mantener vivo el viejo sueño de que los folículos perdidos retoñen como brotes de rosal en primavera. En las películas del Oeste era frecuente la aparición del vendedor callejero que ofrecía su fórmula magistral. Aquí tienen una página del ABC del 17.03.1932.

Ya ven. En plena República, un anuncio proclama la solución para todos los calvos, precalvos y enfermos del cuero cabelludo: la maravillosa loción Urania. Es un pdf, pueden ampliarlo para leer la agradecida misiva de un parroquiano de Almagro que, alborozado, cuenta cómo su nueva y abundante cabellera suscita la admiración no sólo de los vecinos de su pueblo, sino también de los limítrofes. Por esos años ya se usaba con profusión el mejor de todos los remedios: el bisoñé, también llamado peluquín. En el número 7 de la calle Huertas, la casa Ramos presumía de fabricar los mejores, incluyendo los que imitaban el afamado moño griego.

Ahora, cualquiera puede pensar: qué bobada, vas con tu calva al viento y al que no le guste que no mire. Pero en aquellos tiempos la pérdida de pelo era vista como un drama por ciertos caballeros pudorosos, que se sentían como si se les estuviera viendo el culo. Tras la Segunda Guerra Mundial surgió la figura de Yul Brynner, precursor de la máxima “ni hablar del peluquín”, pero no creó tendencia. Yul Brynner no era calvo; se afeitaba la cabeza para pillar papeles de emperador chino, que nadie interpretaba como él. Luego vendrá el teniente Kojak, ariete de la salida masiva del armario de legiones de calvos satisfechos. Ahora, hasta se considera que los calvos tienen un sex-appeal irresistible. Pero eso es algo muy reciente.


 


A finales del siglo XX, se popularizó la técnica del autotrasplante a base de microinjertos que te sacaban de la nuca y te los sembraban en la parte de delante. Era un tratamiento muy caro y los primeros daban un resultado bastante poco vistoso, porque los microinjertos tenían diez o más folículos, lo que producía el llamado “efecto pelo de muñeca”. Luego pasaron a hacer injertos más pequeños y dispersos y el resultado mejoró. Un amigo mío se hizo uno de los primeros y durante meses tuvo que usar una gorra, que no se quitaba ni para entrar en la iglesia. Cuando por fin nos descubrió la cabeza, aquello recordaba a los sembrados cartesianamente alineados de un vivero. Con los años el pelo se le cayó de nuevo, pero de ese tiempo le quedó un tic muy gracioso. Estaba, por ejemplo, hablando contigo y de forma inconsciente se tocaba la cabeza con sumo cuidado, como si comprobara que el pelo renacido seguía en su sitio.

Este tratamiento se lo sigue haciendo mucha gente, como otras técnicas de cirugía estética que te cuestan un riñón y, a poca mala suerte que tengas, te dejan la cara como a Robert Redford. También siguen existiendo los peluquines, por supuesto. Y aquí viene a cuento la conocida historia del Tati Valdés, fino interior del Sporting de Gijón de los primeros setenta. Valdés, producto de la cantera local, subió al primer equipo y jugó allí catorce temporadas, hasta su retirada. Un ídolo local y una persona muy querida en su tierra, que luego siguió vinculado al Sporting como ayudante de los sucesivos entrenadores del club, y a continuación puso una librería, que se convirtió en lugar de parada obligada de los gijoneses veteranos.


Con veintitantos años, el Tati, a quien también apodaban La Maquinona, estaba bastante calvo, algo que le preocupaba moderadamente, sin exagerar. Fue un amigo suyo peluquero, con el que de vez en cuando quedaba a tomarse unas sidrinas, quien le metió en la cabeza la idea de ponerse un peluquín. El amigo se llamaba Rodrigo, y había logrado patentar un sistema que, según su publicidad, se vendía ya en 21 países. Aquí les pongo otra página de la hemeroteca del ABC (hoy me ha dado por el ABC), en donde pueden comprobar cómo se anunciaba su sucursal madrileña. Todo eso del sistema científico alemán era puro marketing; el truco del invento era una simple película de papel celo de doble cara, que se adhería tanto al cráneo como al interior del peluquín.

El Tati jugó muchos partidos en El Molinón con su bisoñé inmune al sudor y los cabezazos. En la grada la cosa causó sorpresa el primer día, pero enseguida se acostumbraron a la nueva pelambrera de su ídolo más querido. Rodrigo le había hecho sólo una advertencia: la película era de un solo uso; cada vez que la despegase, debía de cambiarla por una nueva. Con el tiempo, La Maquinona llegó a estar tan habituado a su prótesis y su imagen rejuvenecida, que la advertencia del peluquero se perdió entre los recovecos de su memoria. Llegó entonces el fatídico día del 2 de marzo de 1975. Ese día visitaba El Molinón la nueva Real Sociedad de Arconada, Zamora y Satrústegui y el partido se televisaba en directo para toda España.

Cuentan los testigos que, en el túnel de salida al campo, el entrenador visitante Elizondo, cuya imagen tienen a la izquierda, abordó a La Maquinona y le dijo: “joder, Tati, cómo has hecho para tener una cabellera como esa”. Y el bueno de Valdés le hizo una demostración in situ de cómo se quitaba y se ponía el invento. Fatal ocurrencia. A los diez minutos de partido, en el primer balón que intentó rematar de cabeza, el peluquín salió volando y aterrizó en el césped, a medio camino de la portería. Un rumor de desolación corrió por las gradas, era un jugador muy querido en Gijón. Los más miopes decían: “¿qué ye esu? ¿cayole un ratu de la cabeza u qué?” Toda España pudo ver en la tele cómo el Tati recogía su peluquín y se lo ponía de nuevo, con cara de funeral.

Al segundo intento de cabezazo, el peluquín voló otra vez por el aire, en medio del silencio sepulcral del estadio. En esta ocasión, Valdés lo recogió del suelo y, con él en la mano, enfiló caminando el túnel de salida del campo. El entrenador Pasieguito, estupefacto, dio orden inmediata de que saliera el primer cambio, que entró al campo sin calentar ni nada. Valdés no jugó el siguiente partido del Sporting, que era fuera de casa. Pero, quince días después de la funesta tarde, salió de titular al Molinón con la calva al viento del Cantábrico. Con dos cojones. Recibió una de las ovaciones más cerradas y largas que se recuerdan por aquellas tierras.

En los tiempos que corren, ya nos hemos acostumbrado a ver calvos orondos y satisfechos por todas partes. Es más, se puede constatar que la posesión de una tupida pelambrera, no garantiza que debajo haya un mínimo acervo de ideas. Vean, por ejemplo, el caso del señor Lissavetzky, actual portavoz municipal del PSOE. El otro día presentó su batería de ideas para la ciudad de Madrid, y les recomiendo que ni las lean, si no quieren que les entre una llorera inconsolable. El suyo es un indudable caso de calvicie mental.  


lunes, 24 de febrero de 2014

232. El show del Follonero

Pues sí, yo también me lo tragué. Supongo que saben de qué hablo. Como algunos seguidores de este blog están, con perdón, en la inopia, explicaré a qué me refiero. Anoche, el habitual programa de Jordi Évole en la Sexta, la noche de los domingos, se salió de su formato habitual y se centró en un documental que se llamaba Operación Palace. Según ese film, el golpe del 23-F fue un falso golpe, ideado por Gutiérrez Mellado y Suarez, con la complicidad de Felipe González, Carrillo, Fraga y el Sursum Corda, para que el Rey apareciera de salvador y reforzara su papel al frente de la España democrática. Los conspiradores contaban con un director de escena en la persona de José Luis Garci, e incluso hicieron un ensayo general el día anterior.

Soy un seguidor intermitente del programa de Évole. No lo veo siempre, porque a veces me deprime un montón. Y tengo que confesar que ayer encendí el televisor como segunda opción. Primero, me había puesto el partido del Atlético de Madrid en el ordenador, dispuesto a ver cómo el David del Manzanares proseguía su reto a los Goliats futboleros. Pero al cuarto de hora de partido ya le habían calzado dos goles al Aleti, así que dije: a la mierda, me pongo la tele y a ver qué dice el bueno de Évole. Así que ya lo pillé empezado. Pero enseguida me atrapó: ¿sería posible ese engaño monumental?

Lo cierto es que algunas cosas me olían mal. Por ejemplo, el tono del locutor, idéntico al del que lee los programas de Telemadrid en los que siguen insistiendo en que lo del 11-M no está claro, y se pasan una hora dando vueltas al asunto de la mochila (¡qué cansinos con la mochila de los cojones!). Tampoco invitaba a la credibilidad la presencia de algunos sujetos no muy de fiar, como Verstryngetorix, el viejo secretario general al que el dios tronante Fraga echó fuera del Olimpo (para sustituirlo por Gallardón, anda que vaya ojo tuvo el paisano de Rouco). Desde su expulsión, Verstryngetorix ha llamado a las puertas del PSOE de todas las formas posibles, pero le dicen que no lo quieren, que se vuelva con los suyos. Y eso que el tipo hace hasta escraches y todo, a ver si convence a los socialistas de que ya no es un facha. Hay quien dice que se ha dado al alcohol o algún otro producto euforizante.

También estaba Leguina, a quien tuve por buen presidente y tipo razonable, hasta que se dio a la literatura, que sin duda es también un producto euforizante. El propio Garci y alguno de los periodistas que salieron me resultan también muy poco de fiar. Pero: ¡joder! Estaba Gabilondo y estaba Mayor Zaragoza y eso son palabras mayores. Todos actuaban con seriedad absoluta. Vendían como natural y necesario algo que era un auténtico disparate. Hacia el final, hubo una pausa para la publicidad y yo aproveché para llamar por teléfono: ¿Estáis viendo lo mismo que yo? Algunos más listos que yo me dijeron que esperase hasta el final, que tenía que ser todo falso. Pero yo estaba indignado. Si el documental era cierto, era como para salir a la calle y empezar a romper las vidrieras de los bancos, las farolas y los chirimbolos de Manzano. Muy poco antes del final, ya comprendí de qué iba la cosa, sobre todo cuando sacan la misteriosa caja blanca superpuesta con fotoshop en diversas fotos del rey.

Mi sensación posterior fue de alivio, y de cabreo. ¡Qué tonto había sido! Luego, al ver la que se armó en Twitter y escuchar a personas como Inés Sabanés diciendo que se lo habían tragado como yo, pues me sentí algo menos tonto. Ahora, con 24 horas por medio, el asunto me parece bastante inquietante. Porque, adornos estrambóticos aparte, la historia era creíble, y eso es lo tremendo. Ahora es más difícil manipular la realidad, pero antes, este tipo de trampas debían de estar a la orden del día.

Jordi Évole es un tipo que me cae bien. Un enredica. Para empezar es de Cornellá, la tierra de los hermanos Estopa, actuales reyes del rock charnego, que bebe de las fuentes de la rumba catalana. El tipo se dio a conocer montando números en el programa de Andreu Buenafuente, otro catalán universal, en donde salía de entre el público y le ponía el punto al debate. Ahí le pusieron el mote de El Follonero. Al hilo de ello escribió un libro llamado Yo, Follo, hizo un cameo (lo siento, se dice así) en la excelente película Tapas, en donde hace de policía municipal, y empezó a dirigir el programa Salvados, donde ahora mismo desarrolla el mejor periodismo de investigación de España, reconocido con varios premios nacionales.

El programa de anoche es lo que se llama un fake, y tiene precedentes ilustres. El más famoso es el remake de Orson Wells de la novela de su tocayo H.G.Wells La guerra de los mundos en un programa de radio. Aunque Wells (Orson) avisó al principio de que todo era una simulación, algunos radio-oyentes sintonizaron con el programa empezado y se llevaron el susto de su vida. Más relación con el programa de anoche tuvo ese otro más reciente que pretendía que la llegada del hombre a la Luna era mentira, que todo era una película filmada por Stanley Kubrick en un desierto de Arizona. La gente ve un programa de estos y se lo cree, como yo me lo creí, hasta que le desvelan que es falso. El mayor problema es cuando sucede al revés, cuando al personal le venden como ciertas explicaciones delirantes, y se las tragan.

En el post #139 “Paranoias” se hablaba de varios de estos casos. El actor Alberto Sanjuán en su monólogo “Autorretrato de un joven capitalista”, daba como cierto que Felipe González era un protegido de Franco, que el rey estaba detrás del 23-F y que se grabaron dos versiones de su mensaje de medianoche, uno a favor del golpe y otro en contra, por lo que pudiera pasar. Es frecuente encontrar a gente que se cree que detrás del 11-M estaban los vascos, o que la CIA está detrás del 11-S, es decir, que los americanos se tiraron las torres gemelas ellos mismos. Una persona muy querida por mí, se creía esto último, y se ponía muy tensa cuando los demás mostrábamos nuestra incredulidad. Yo soy libre de creerme lo que quiera –decía indignado.

Complicado problema, nada es verdad, todo es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. El punto de vista del observador y su grado de credulidad influyen en lo que ve. Los trucos de rodaje tienen la capacidad de hacernos ver a tipos volando o subiendo por las paredes. Sabemos que es falso pero vemos esas películas con gusto. Nos dan unas gafas y vemos en tres dimensiones. Realidad virtual, la llaman. ¿Es que hay otra? Cada uno es libre de creerse lo que le dé la gana, como decía mi amigo. Los catalanes creen que la culpa de la crisis económica no la tienen los banqueros y financieros, sino Madrid. Los españoles nos creímos (yo también) que la culpa era de Zapatero.  Y Rajoy está convencido de que ya hemos salido de la crisis. Se lo ha dicho su cuñado.

Para terminar, le voy a dar caña a los que dicen que incluyo muchas palabras en inglés. El día 21 de febrero el Fabril, filial del Deportivo, celebró su centenario. En realidad, el club existía desde antes, pero la primera constancia por escrito de su existencia es el 21 de febrero de 1914, en esta noticia de la Voz de Galicia, que les pongo aquí abajo. Ya ven que en Galicia se intercalan palabras foráneas desde siempre con toda naturalidad. Duerman bien.


jueves, 20 de febrero de 2014

231. One Hit Wonder

Tras un día agotador, me siento al fin ante el teclado. A descansar escribiendo. Poquito, que estoy rendido. Hoy he pasado cuatro horas caminando por la mañana para enseñarle el Madrid Río a un grupo de 50 alumnos de la Bartlett School de Londres, en compañía de un par de profesores. Luego me han invitado a comer en la Cervecería de Santa Bárbara (lo que me ha supuesto seguir hablando en inglés e intentando entender lo que me decían, con el esfuerzo que eso me requiere). He tenido el tiempo justo de pasar por casa, recoger el ordenador portátil y conducir hasta el distrito de Barajas, el más alejado de mi barrio. He intervenido en el Consejo Territorial correspondiente y he salido a las ocho de la noche, para meterme en el atasco de la M-30 hasta llegar a mi casa.

Lo cierto es que estoy hasta el culo de los catalanes, Rajoy, el aborto de Gallardón y los demás temas de actualidad. Ya sé que hay que seguir atizándoles a todos, pero para eso hay otros foros y tribunas. Como dice un amigo mío, hay que ver qué hartizos son estos impresentables. Este blog necesita un plus de vitalidad, más música y algo menos de profundidad. Ayer fue mi cumpleaños y apenas lo celebré. No tengo el cuerpo para festejos. De mi mente no se separaba la idea de que el trapecista caído, del que hablaba en el post #228, no puede ya felicitarme como venía haciendo desde siempre (nunca se olvidaba de llamarme). MIERDA. Hay que sacudirse la murria y recuperar el impulso vital.

Como no me cantaron el cumpleaños feliz, ni el apio verde tuyú, pues voy a empezar con una canción de los Beatles que se llama precisamente Birthday y que tiene una curiosidad. Estamos en el año 1968 y el rock se está empezando a complicar desde sus orígenes sencillos. Grupos con ínfulas artísticas, rocks sinfónicos y otras propuestas grandilocuentes están a punto de brotar y, en ese contexto, se empiezan a valorar los solos de batería. Hace tiempo que me parecen un coñazo los solos de batería, pero he de reconocer que, en aquellos años fundacionales repletos de conciertos míticos, me los tragaba como todo el mundo y hasta exclamaba “qué demasiao” ante los más virtuosos. Eran los años en que con el mismo arrobo nos calzábamos las películas de Antonioni o Godard, porque a ver quién era el guapo que se atrevía a decir que eran un pestiño. Como se te ocurriera, enseguida te catalogaban de antiguo y ya no ligabas nada, que en el fondo era lo que todos intentábamos.

Los Beatles eran un grupo puntero en todos los sentidos y a su batería Ringo Starr le llevaban tiempo dando la murga para que introdujera un solo en alguna canción. Ringo, buen batería, era un tipo sencillo que no gustaba de complicarse la existencia. Se resistía como podía, diciendo: “no, hombre, dejadme de gaitas, para qué voy a meter un solo, intercalar un solo es cargarse la pieza”. Pero, al final, cedió a la moda incipiente e introdujo el solo, precisamente en esta canción que les pongo debajo. La canción se inicia con una serie de riffs, a continuación se cantan las primeras estrofas y enseguida entra el solo de Ringo. Escúchenlo, porque creo que ningún fragmento de la música de los Beatles refleja más certeramente cuál era el carácter del bueno de Ringo, quien, por cierto, repitió la faena en algún fragmento de Abbey Road, con resultado similar.




Asombroso ¿no? Díganme ¿han escuchado algún solo como este? ¿A que no? Los Beatles eran un grupo muy prolífico que, en sus apenas ocho años de existencia discográfica, tocaron todos los palos y compusieron canciones magníficas, con una repercusión mediática y unas ventas nunca antes vistas. En el extremo contrario están los artistas de los que les quiero hablar esta noche. Se trata de músicos que debutan con una canción tan extraordinaria, que ya nunca consiguen igualarla. Su éxito es tan arrollador, que el resplandor de ese triunfo prácticamente cierra sus carreras para siempre. En los Estados Unidos se les conoce por los One Hit Wonder.

Empiezo por el grupo US-3. En 1993, un productor prueba a reunir a un trompetista de jazz con un rapero. Graban varios temas, pero sobre todo una extraordinaria versión del Cantaloupe Island compuesto mucho antes por Herbie Hancock, cuando andaba con Freddie Hubbard. Nunca conseguirían igualar el bombazo. El hecho de que grabaran en el prestigioso sello Blue Note fue, digamos, la graduación del rap como tendencia a respetar. La canción se utilizó en varias películas, especialmente en la primera de Súper Mario Bros, la que no era de dibujos, sino de señores, como decían mis hijos cuando eran pequeños. Aquí la tienen. Pónganla en grande, que el vídeo es también muy bueno.


Otro One Hit Wonder es el que lanzó al grupo escocés The Proclaimers en 1988. Se llamaba 500 millas y ya la he utilizado en alguno de mis posts sobre Escocia, pero se la repito aquí, porque es una verdadera explosión de vitalidad. The Proclaimers son dos hermanos gemelos que tenían entonces 26 años. Han seguido en esto de la música, en Escocia les adoran. Ahora que tienen más de 50, se les ve más fondones, pero siguen usando las mismas gafas. Sus discos sólo se venden en su tierra. Pero con esta canción traspasaron fronteras.


El último ejemplo. Volvemos a 1993. Ya ven qué antiguas son mis referencias musicales. Estoy viejo, pero a la vez pienso que después no se ha vuelto a hacer música de esta altura. En 1993 un grupo encabezado por una cantante extraordinaria, Linda Perry, lanzó esta barbaridad de canción. El grupo lo completaban otras dos chicas de aire lésbico, y un varón al que seguramente tenían acogotado, a la guitarra. Llamaron a su grupo Four Non Blondes. La canción se pregunta todo el rato What’s going on, es decir, qué cojones está pasando, hostia. Aquí tienen el poderío femenino, la exuberancia de una mujer libre en sus atuendos y sus actitudes, vociferando su libertad, celebrando la epifanía de haber roto con siglos de tabúes. Póngansela  a toda pantalla, súbanle el volumen y levanten el puño al cielo. Si mantenemos el ánimo, derrotaremos a todos los gallardones que se entrometan en nuestro camino. Duerman bien.


lunes, 17 de febrero de 2014

230. A vueltas con el galego

Hace días que mi amigo A., que se dedica a repasar mis posts antiguos pasándoles el filtro de un control de calidad impagable, descubrió en el #84 “Nos llega la mierda al cuello” un comentario mío muy despectivo sobre el político gallego de los años treinta Santiago Casares Quiroga. Quizá lo más insultante era que lo comparaba con Rajoy, el rey de los políticos pasotas que deja hacer a sus ministros, consintiendo que Gallardón se entrometa en el coño de todas las españolas, Fernández Díaz permita que se disparen bolas de goma a los negros para que no entren por la playa de Ceuta y Lo-que-hay-que-Wert se busque una entrevista de diez minutos con un tipo en Londres, con tal de no ir a la gala de los Goya.

Basaba yo mi comparación en la frase que Casares pronunció ante los periodistas el 18 de julio de 1936, saliendo de las Cortes, cuando se le preguntó cuál era su valoración sobre el hecho de que los militares se hubieran levantado en armas esa misma mañana. Su respuesta fue algo así como: “¡qué casualidad, los militares se han levantado y justo ahora yo me voy a acostar!” (era un practicante ferviente de la costumbre de la siesta). Es obvio que la frase es desafortunada y digna del peor Rajoy. Viene a mi memoria el tipo que dijo que las leyes, como las mujeres, están para violarlas (post #28). Pero también es verdad que no se puede descalificar globalmente la trayectoria de un político por una sola boutade, como la califica mi amigo A., que también me recuerda que Casares fue el jefe de la oposición progresista a Calvo Sotelo y padre del primer Estatuto de Autonomía de Galicia, a quien acaban de abrir un museo en La Coruña.

Respondí a mi amigo con un texto que los hados informáticos han borrado por un descuido mío, y que ya no procede repetir, por lo que aquí dejo constancia de mis disculpas al señor Casares, prohombre gallego y galleguista que no tuvo inconveniente en meterse en la política nacional española, donde llegó a ser Presidente del Gobierno, circunstancia que, por sí sola, lo hace merecedor de mi respeto, puesto que es algo que jamás harían los nacionalistas con los que yo suelo meterme. Al hilo del tema, se me ocurren unas reflexiones sobre las señas de identidad propias y ajenas, que a mí me parecen algo absolutamente respetable, mientras los políticos no las instrumentalicen convirtiéndolas en símbolos identitarios excluyentes, con el único objetivo de construirse su propio chiringuito de poder.

Como saben, viví en La Coruña los primeros 17 años de mi vida, aunque mi familia no era de origen gallego. En aquellos tiempos, el gallego y el castellano se utilizaban de forma indistinta en la ciudad. El gallego se empleaba en casa, en los bares, con los amigos y en el comercio. Todo el mundo conocía las dos lenguas y solamente una cierta clase alta, urbana y pija desconocía el gallego, por considerarlo algo de mal gusto. Sin embargo, la gente que se expresaba cotidianamente en gallego, pasaba de manera natural al castellano cuando acudía a un organismo oficial, o se dirigía a alguien “de fuera”. En los pueblos, el uso del gallego era generalizado, si bien el vocabulario y el acento variaban bastante de unas zonas a otras.

Estoy hablando de los años 50 y 60. En aquellos tiempos, era frecuente que las mujeres de las clases populares se vistieran con ropones negros, pañuelo incluido, atuendos homologables al niqab que llevan ahora algunas musulmanas para horror de occidente. Los rapaces teníamos varios entretenimientos relacionados con estas mulleriñas enlutadas de baja estatura, siempre silentes y apresuradas. Algunas de ellas recibían del médico la prescripción de bañarse en el mar, para curar alguna dolencia, o simplemente les gustaba ir a la playa, pero no podían apearse del ropón ni para entrar en el agua. Eran las llamadas catalinas, que acudían a la playa de Riazor a bañarse en el bravo Atlántico. Tomaban el nombre de las numerosas pensiones de la Plaza de Santa Catalina, donde se alojaban las que llegaban de los pueblos, y entre los niños corría la leyenda de que no llevaban bragas debajo del ropón, por lo que íbamos a observarlas a ver si un golpe de mar afortunado nos desvelaba su tesoro más escondido. Hoy, en el Paseo Marítimo que bordea la bahía, una estatua recuerda a las entrañables catalinas.

Otras veces, cuando sorprendíamos a alguna abuela enlutada volviendo a casa presurosa a la luz escasa del atardecer, le gritábamos: “ahí ven a Santa Compaña”, y nos partíamos de la risa viendo cómo echaba a correr. Supongo que saben que la Santa Compaña es una procesión de muertos, y que el que se la encuentre habrá de seguirla eternamente, o al menos hasta que encuentre a otro incauto que le releve en el seguimiento de la comitiva. Eran juegos inocentes, no exentos de ciertos riesgos: en una ocasión, la abuela se nos revolvió y nos echó una serie de maldiciones con su boca desdentada, que todavía me ponen los pelos de punta cuando las recuerdo, la más suave: ¡¡¡CAJO NA CONA C’OS BOTOU!!!

Me fui de La Coruña a los 17 y nunca he vuelto a tener un contacto fluido con mi tierra (en estos últimos meses me están entrando unas ganas enormes de pasar una semana por allí). Y desde Madrid he observado el fenómeno del impulso artificial del idioma gallego, propiciado por los vientos nacionalistas que avivan algunos politicastros provincianos. Cierto que en mi tierra no se ha forzado una política filofascista de inmersión lingüística, como en el País Vasco. Ni se ha inculcado el odio a lo español en los colegios, como en Cataluña. Pero se ha metido el gallego con calzador en algunos ámbitos, a imitación de los ejemplos vasco y catalán. Resultado: mis sobrinos gallegos y todos sus amigos a los que he preguntado al respecto responden de manera unánime: la asignatura más difícil que han tenido que estudiar en su bachiller es el gallego. ¿Será eso lo normal? A mí no me lo parece.

Para mí, las lenguas son una forma de entenderse entre los humanos. El aprendizaje de un idioma es algo que me maravilla y me emociona, porque me permite comunicarme mejor con los hablantes de dicho idioma. Pero estos rollos del lenguaje vernáculo como elemento diferenciador identitario, me dan bastante por el culo. Me explico. El caso más sangrante de los tres que vengo comentando es el del euskera. A comienzos del proceso de recuperación, el euskera era un idioma prácticamente perdido, que se conservaba en comarcas rurales residuales, con grandes diferencias entre unas y otras. No existían libros en euskera, salvo unos pocos testimoniales (en catalán había muchos, y en gallego también algunos).

Lo primero que se hace es crear una Academia de la Lengua y escoger un idioma oficial “unificado”: el batúa en Euskadi, y el gallego oficial en Galicia. Luego se impone de manera obligatoria en la enseñanza, en la televisión local y en el lenguaje oficial. Les da igual que resulte ridículo ver cómo el periodista que entrevista a futbolistas argentinos o mexicanos del Depor les pregunta en gallego, y ellos le contestan en castellano, por poner un ejemplo chusco, pero real. Pero es que este gallego oficial impuesto, es tan gilipollesco que cualquier hispanohablante lo puede entender sin esfuerzo. Entonces ¿cómo es que el gallego es la asignatura más difícil de la enseñanza media en Galicia? Pondré dos ejemplos de lo que quiero decir. El primero está sacado de la Web del Depor. Lean esta noticia de ayer:
     
“A Federación de Peñas do Deportivo organiza unha viaxe a Alcorcón para animar o equipo no seu partido ante o conxunto madrileño, o domingo 23 de febreiro ás 12 horas.
A saída será o sábado 22 de febreiro ás 9.00. Farase noite en Madrid e o regreso terá lugar o domingo 23 ao finalizar o partido.
Os prezos da viaxe son: 100 euros para peñas federadas e 110 euros para público en xeral; e está incluído autocar, entrada ao partido e hotel con almorzo, no Hotel Tryp Chamartin de Madrid.
Os interesados poden chamar ao teléfono: 698145210. A data tope de inscrición será o luns 17 de febreiro.”

Ahora, pregunta para usted, seguidor de mi blog en Andalucía o Extremadura: ¿hay algo que no haya entendido? Nada, ¿verdad? Para mi, el gallego de verdad es otra cosa. El gallego de verdad es el lenguaje que utilizaba, por ejemplo, don Ramón Otero Pedrayo. Intelectual de talla mundial, don Ramón escribió unas cuantas novelas extraordinarias. Una de ellas se llama O mesón dos ermos, y se publicó en Ourense en 1931. La tengo a medio leer, pero me malicio que usted, querido lector, empieza por no saber qué es un ermo. Aquí abajo les transcribo el comienzo de la novela, que es extraordinario:

O mozo remexía na herba da camariña como unha cobra nos fieitos muchos. Misturábase o fume da lareira ulente a carrouchas e garamatada de carballizos co quente do corpo san e rexo enfatelado en esgrevias estopas e vello pardomonte. Ao igual do fume os ensoños nacían aborrados, medraban silandeiros como as néboas da babuxada, ou pousaban mouros e fedehondos, fume de fascullos mollados afogando coas poutas do pesadelo, esgarabellando nas nocas, alapeando as gorxas.

Ahora pregunto a cualquier gallego que haya sufrido la enseñanza bilíngüe que se impone en mi tierra desde hace unos cuantos años: ¿has entendido algo, rapaz? Entonces, si la enseñanza oficial del gallego no es necesaria para entender el primer texto que les he puesto, y no alcanza para descifrar el segundo, ¿para qué coño vale la asignatura más difícil del bachillerato? Al menos la Formación del Espíritu Nacional que me obligaron a estudiar a mí era facilita. Una maría.

Ay, cuánto atorrante anda por ahí suelto, arre carallo...

jueves, 13 de febrero de 2014

229. Por el derecho a decidir

La vida ha de continuar, la tristeza de la pérdida sigue presente, pero las penas han de guardarse en una especie de repositorio, procurando que sea impermeable y no rezume. Y seguir dando caña a los temas de costumbre. Porque uno pasa unos días apartado del mundo por una circunstancia personal insoslayable y, cuando regresa, se da cuenta de que, por ejemplo, los catalanes no se han estado quietos estos días y siguen a su bola con el raca-raca habitual, como la carcoma que no cesa de roer pacientemente la madera, que no detiene su trabajo, que avanza milímetro tras milímetro, día y noche, llueva o truene. Así que habrá que volver a echar mano del líquido anti-carcoma, para evitar que el edificio nacional se nos caiga, devorado por el parásito incansable.

No recuerdo en qué post sostuve una teoría que causó más de un comentario escandalizado: que los escoceses sí tienen derecho a hacer una consulta y los catalanes no. Mantengo esa tesis íntegramente. Aparte del aspecto técnico (los escoceses se ajustan escrupulosamente a la Clarity Act del Supremo de Canadá, admitida internacionalmente como jurisprudencia), está el hecho incontestable de que Escocia fue un reino independiente durante varios siglos que, en un momento dado, decidió libremente unirse a Inglaterra para formar el Reino Unido y ser mucho más fuertes y poderosos en el cotarro europeo. O sea, que no es un disparate que alguien plantee la conveniencia de preguntar si quieren seguir juntos o no.

Ahora, pra foder, que dicen en mi tierra, voy a añadir una cosa más, a modo de rejón de castigo: en mi opinión, los belgas también tienen fundamentos históricos justificados para convertir su país en dos, como están haciendo. Así que el derecho que no les reconozco a los catalanes, sí se lo admito a los belgas, igual que a los escoceses. ¿Por qué? Pues porque Bélgica es un invento bastante reciente (1830), que se convirtió en realidad por el apoyo de los ingleses y los franceses, ambos interesados en debilitar al poderoso Reino Unido de Holanda dividiéndolo en tres. Tal vez ustedes lo ignoren, pero la gran Holanda, que componían los territorios de las actuales Holanda, Bélgica y Luxemburgo, fue uno de los países que derrotaron a Napoleón en Waterloo, precisamente en el centro de Bélgica.

Los llamados Países Bajos habían sido una unidad bajo Carlos V y Felipe II, hasta que los españoles fueron expulsados de la zona. No fue una empresa fácil, los Tercios se defendían duramente y se requirió casi un siglo de guerra para echar a nuestras tropas de la región, algo que no sucedió hasta 1648, con la llamada Paz de Westfalia, que puso fin a la Guerra de los Ochenta Años. Desde esa fecha hasta 1800, el nuevo reino independiente de los Países Bajos, con capital en Ámsterdam,  se convirtió en una potencia mundial, que conquistó territorios lejanos como la Guayana holandesa, hoy Surinam, parte de Indonesia, Ceilán y otras colonias, y fundó ciudades como Nueva Ámsterdam, la actual Nueva York.

En 1810, los Países Bajos son invadidos por Napoleón pero, tras su derrota en Waterloo, se restituyen las fronteras anteriores.  Sin embargo, en 1830, los ingleses alientan la escisión de los territorios del sur, a partir de una confusa rebelión de los valones francófonos, que se sienten ninguneados por los holandeses. A ellos se suman los flamencos, que compartían el catolicismo con los valones, frente a la predominancia protestante de Holanda. El ducado de Luxemburgo aprovecha el tirón para formar un tercer país y se llega a la disgregación actual. El primer rey de Bélgica es Leopoldo I, hijo de algún Habsburgo, que es coronado en 1831, para organizar un régimen a semejanza del inglés y darle caché al nuevo estado inventado de la nada.

Pero desde el primer momento, las comunidades flamenca y valona forman dos unidades muy diferentes. Inicialmente, los valones, que son un tercio de los belgas, son la parte más pudiente económicamente, sobre la base de la minería y la industria pesada derivada del carbón. Pero con los nuevos tiempos, los flamencos, cuya economía se basa en el comercio y los servicios terciarios, adelantan a sus colegas y pasan a ser la parte floreciente. Ya he contado en diversos posts mis estancias en Bruselas y mi convicción de que se trata de la capital de un estado inexistente. Bruselas sobrevive gracias a las instituciones europeas, que se situaron allí tras la Segunda Guerra Mundial, para que no estuvieran ni en Francia ni en Alemania, los fundadores principales de la Unión Europea, que querían subrayar que ninguno era más que el otro.

A día de hoy, flamencos y valones forman dos comunidades que se ignoran, se muestran mutuamente el culo y se niegan a hablar el idioma del otro. Este verano asistí a la fiesta en Madrid de la comunidad flamenca, de la que di cuenta en el blog, y conté también que a partir del 1 de julio de 2014 entrará en vigor la nueva enmienda de la constitución belga que genera prácticamente dos estados independientes. Para los que creen que me invento estas cosas, les pongo aquí abajo el link al artículo de ayer de Miguel Ángel Bastenier, experto en esta zona de El País, que confirma punto por punto todas estas cosas. Como pueden leer en él, el partido N-VA que aglutina a los separatistas flamencos ha decidido renunciar a la independencia como concepto, para evitar que los echen de Europa. A partir del 1 de julio, serán dos países en uno, manteniendo la ficción de llamarse Bélgica y tener al frente de la nada a un rey de opereta. Estos son más listos que los catalanes.

Frente a este tipo de historias, los catalanes no pueden argumentar nada similar. Nunca han sido independientes. Como parte del reino de Aragón se pusieron de parte del pretendiente contrario al Borbón en la guerra de sucesión de los Austrias, y sufrieron la toma de Barcelona por Felipe V en 1714. Desde entonces, nadie les ha tocado un pelo, y se han tenido que inventar una historia de agravios totalmente ficticia. En este momento tienen ya un nivel de autonomía superior, por ejemplo, al que aceptó el IRA en Irlanda del Norte para deponer las armas y nadie en su sano juicio entiende para qué coño quieren la independencia.

En fin, allá ellos. Para seguir dando por culo, que es lo que pretende este texto, voy a lanzar una propuesta ya esbozada en la respuesta a un comentario de un lector a propósito de alguno de mis textos contra el nacionalismo. Desde este mismo momento me declaro partidario furibundo del derecho a decidir. Pero del derecho a decidir de los de Tarragona. Mucho me temo que, en cuanto Cataluña se independice, una de sus primeras medidas será prohibir el derecho a decidir de sus provincias. Entonces, he aquí mi propuesta y mi recomendación: señores de Tarragona, empiecen ya a reivindicar su derecho a decidir. Inicien un proceso similar, formen una región independiente y luego hagan una consulta para que sus ciudadanos decidan si se unen a España o a Cataluña, en función de quién les ofrezca más ventajas, que la pela es la pela, escolti, nen.

Para terminar, aquí mi sugerencia para las preguntas del referéndum.
1.- ¿Está usted conforme en que Cataluña sea un Estado?
2.- En caso afirmativo, ¿quiere usted que sea Sólido, Líquido o Gaseoso? Hala, sean buenos.

viernes, 7 de febrero de 2014

228. The show must go on

El 5 de febrero fue un día muy triste para mí. Ese día sucedió finalmente lo que todos esperábamos y de lo que he intentado abstraerme escribiendo de forma vertiginosa textos sobre temas lejanos, en un intento vano de alejar de mi mente el asunto que la ocupaba de manera obsesivamente permanente, ese del que no quería hablar en el blog ni que ustedes me hicieran preguntas al respecto. Es éste un ruego que les renuevo a los seguidores desconocidos y anónimos de verdad. Los que me conocen personalmente tienen otras formas de contactar conmigo, como digo siempre. Prometo que a partir de mañana mis posts volverán a ser alegres como de costumbre, discúlpenme este lapsus de hoy.

Hoy mi ánimo no está para mejores objetivos y voy a hablarles de un tema en sintonía con esa tristeza. El 5 de febrero se cumplían 23 años y un día de la publicación en Londres de un disco que en pocos días se convirtió en nº 1 de las listas de Inglaterra, y también de las de Holanda, Alemania, Suiza, Italia y muchos otros lugares.  El disco se llama Innuendo y lo firma el grupo Queen. Como pueden concluir, ustedes que están en posesión de los mínimos rudimentos matemáticos, el disco se publicó el 4 de febrero de 1991. Nunca fui un gran fan de Queen, pero este disco es ciertamente especial. Porque fue el último que grabó el grupo, cuyo cantante y alma Freddy Mercury, estaba ya muy enfermo. Rebobinemos.

El nombre auténtico de Freddy era Farrokh Bulsara y era de origen indio. Su padre entró como funcionario de la administración colonial británica en su ciudad natal, en el estado indio de Gujarat, en donde consiguió un puesto de cajero. Un día recibió la orden de sus superiores de trasladarse a las oficinas inglesas de la isla africana de Zanzíbar, entonces sultanato árabe bajo protectorado británico. Es una isla pequeña, que en su día tuvo una importancia trascendental en el comercio de esclavos. Los árabes que controlaban ese comercio, secuestraban a sus víctimas en el continente y las encerraban allí para luego venderlas. La isla, que había alcanzado un gran nivel de prosperidad, a poco de independizarse decidió unirse al territorio continental vecino de Tanganica, formando la actual Tanzania, una pareja de conveniencia entre un territorio enorme y pobre, y una isla pequeña y próspera. Javier Reverte, buen conocedor de la zona, escribe un reportaje delicioso en el link que les pongo aquí abajo.

Freddy nació en Zanzibar debido a estas circunstancias. Los indios no son bien mirados en África, donde la mayor parte de la población de esa etnia está compuesta por comerciantes. No se les tiene tanta ojeriza como a los blancos, pero andan en esa línea. Cuando la isla se independiza, los africanos montan una verdadera revolución, en la que árabes y blancos han de salir por piernas para salvar la vida. Corre el año 1964, y la familia de Freddy decide emigrar a Inglaterra. Eran de ese tipo de estrato social anglófilo, que no renegaba de su origen ni de su religión, pero tampoco esperaba encontrar un entorno acogedor en la India independiente. Freddy, que había sido enviado a hacer el  bachiller a Bombay, llegó con 17 años a la Inglaterra más colorida de los sesenta y encontró un paraíso.

Poco después estaba estudiando diseño gráfico, vendiendo ropa en Carnaby Sreet y tocando y cantando en bandas de rock incipientes. Tras dar muchos tumbos, Queen se fundó en 1972 y lanzó su primer disco al año siguiente. Mercury, homosexual reconocido desde muy pronto, es un icono del movimiento gay. Eso no le impidió vivir en pareja durante siete años con una mujer, Mary Austin, con la que mantuvo hasta su muerte una gran amistad (fue el padrino de su hijo mayor) y a la que siempre se refería como su esposa. Sus posteriores parejas masculinas siempre tuvieron muchos celos retrospectivos de esta mujer, a la que pensaban que nunca lograrían sustituir en el corazón de Mercury. Una de estas parejas, peluquero, fue el que descubrió en 1987 que padecía sida. Freddy también estaba contagiado.

Mercury, a pesar de ser un gran showman sobre el escenario, en su vida privada era una persona tímida, tranquila y muy respetuosa de su intimidad. Decidió no hacer pública su enfermedad, entonces incurable y con un componente de rechazo social importante. Continuó trabajando, grabando discos y luchando contra su dolencia como un jabato. Ya estaba enfermo en 1988 cuando grabó el conocido Barcelona preolímpico con Montserrat Caballé. Luchaba en  una guerra perdida. Años después se descubrirían los fármacos que convertirían esta enfermedad casi en una dolencia crónica. Pero a finales de los ochenta no había cura.

Innuendo, su último disco, salió, como he dicho, en febrero de 1991. Su grabación fue como una tortura para Mercury, que sufría grandes dolores y debía descansar entre tomas para recuperar sus mermadas fuerzas. En esos días su aspecto era cada vez más demacrado y su desconocida enfermedad, estaba en boca de todos, pero él se negaba a revelarla. El 23 de noviembre, a través de su representante, publicó un comunicado, escueto y conmovedor, que refleja perfectamente la personalidad de este artista. Decía textualmente:

Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era lo correcto mantener esta información en privado hasta hoy, para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso por no dar prácticamente entrevistas. Esta política continuará.

Freddy no pudo continuar por mucho tiempo esa lucha que anunciaba en sus últimos párrafos. Murió al día siguiente. Su disco Innuendo fue su testamento. Es un disco imbuido de tristeza. Y su última canción se llama precisamente como este post: The show must go on. Es una frase que tiene una historia muy antigua, ligada al  mundo del circo, que tal vez no sea más que una leyenda, aunque se cuenta como cierta. En los circos tradicionales se desarrollaban a veces actividades peligrosas, tanto con los animales salvajes, como en los números de equilibristas, malabaristas o trapecistas. Cuando uno de estos arriesgados artistas, sufría un accidente grave, la función debía continuar. Por ejemplo, si un trapecista se mataba cayendo desde lo más alto, los operarios recogían sus restos, limpiaban la sangre y echaban un poco de serrín. Entonces, se apagaban las luces, salía a escena el payaso presentador, con el rimmel estropeado por las lágrimas, tomaba el micrófono y pronunciaba la frase ritual: The show must go on.

En mi circo se ha caído uno de los trapecistas. El más fino y valiente. Luchó hasta el final. Sirvan de tributo estas líneas y el vídeo subtitulado de la canción citada, por si quieren ponérselo a volumen alto. La última canción del último disco de Queen. No se aflijan, la vida sigue mañana.


martes, 4 de febrero de 2014

227. Violencia intolerable

Mira uno el periódico y no encuentra más que motivos para la tristeza, como si no tuviera uno bastante con las desgracias personales y privadas de las que me esfuerzo en no hablar en este blog desde el momento mismo de su fundación, y de las que les ruego que no me hagan preguntas. Respeten mi dolor, por favor, que no es éste el lugar para hablar de ciertas cosas. Que si el paro desbocado, que si los catalanes, que si la Gurtel, que si el juez Garzón castigado por investigarla, que si ahora el juez Elpidio sigue el mismo camino por tocar a Blesa, el virrey de Cajamadrid, que si aumentan los suicidios en nuestro país. Y encima, Rajoy nos suelta otra de sus frases que pasarán a la historia: España se ha rescatado ella sola. Manda huevos.

Nada de esto entristece a Gallardón, que, como siempre, va a la contra. Él tiene otras preocupaciones. Superada la desazón de saber si la señora Urdangarín habría de hacer a pie el trayecto al Juzgado, donde declarará como imputada en los chanchullos de su cónyuge, ahora sale a la luz todo compungido, con ese morrete de despecho que sabe poner cuando está de verdad irritado, para decir que el ataque de las chicas de FEMEN a Monseñor Rouco es un acto de violencia intolerable. Como cuando le increparon a él mismo frente a su casa, un día en que fue a sacar al perro. Pero qué se ha creído este señor. ¿Que va a poder ir por ahí perpetrando leyes como la del aborto sin que la gente haga nada?

Curiosamente, a mí la noticia esa de las FEMEN me ha levantado el ánimo, y me parece lo único divertido del periódico de ayer. Las imágenes de mis paisanas, tetas al viento con el frío que hace, me resultan altamente estimulantes. El país está vivo y se defiende de los atropellos como gato panza arriba. El fenómeno FEMEN surgió en Ucrania, como saben, y se ha hecho internacional. Hasta ahora era un movimiento muy guerrero, meritorio y arriesgado, pero, en mi opinión, falto de un poquito más de sentido del humor. Y ese último aliño que le faltaba, lo han puesto las chicas españolas. El lema que llevaban ayer pintado en sus cuerpos desnudos, me parece genial: ”Toño fuera de mi coño”. A Rouco Varela no le llamaban Toño, desde que era un rapaz en Villalba de Lugo, la tierra donde se crían los mejores capones, dicho esto último sin segundas intenciones, que mira que son ustedes retorcidos. 

En España somos los reyes del ripio y lo expresamos así en todas las manifestaciones y performances. Santi de la Fuente/no es un delincuente. Aznar co’ bigote/que limpe o chapapote. El próximo parado/que sea un diputado. La ley de extranjería/pa la reina Sofía. Y tú qué estás mirando/también te están robando. Rajoy, cariño/colócame a mi niño. Luego diréis/que somos cinco o seis. La cosa de la rima ha forzado a las chicas a imaginar que a Monseñor le llamaban Toño de pequeñito. Pero la cosa podría tener otras variantes: Toñin, sal de mi chochín. Tonino, suelta mi chumino. Tonecho, aquí tienes mi pecho. La supuesta agresión se efectuó “a bragazos”. Las chicas llevaban bragas manchadas de falsa sangre (usaron pintura roja, supongo, para evitar tentaciones a los purpurados).

Las imágenes han aparecido en todos los medios y no por casualidad. Estas chicas llevan fotógrafos preparados, porque sus acciones serían inútiles sin la visibilidad que les dan las fotos circulando por la red. A ver si va una a enseñar la pechuga, con la que está cayendo, arriesgándose a pillar una pulmonía, para que luego no se las vea en ninguna parte. No, hija, no. Se trae a unos fotógrafos y a un tipo con cámara de vídeo y listo. Creo que estas fotos se merecen un lugar en este Blog por derecho propio. Sobre las imágenes, haremos una recreación de lo sucedido, como siempre, imaginaria y PRESUNTA, que no quiero que me empapelen como a Elpidio. Lo de que me excomulguen me la trae al fresco.


Primera imagen. Rouco acaba de bajar del coche y se le ve a la izquierda de la foto. Como ven, lleva sus habituales gafas, y el bonete cardenalicio de color rojo. Las chicas se acaban de quitar el abrigo de pieles y muestran sus espaldas con el lema elegido. Puede verse cómo esgrimen las bragas pintadas y las levantan en alto para tirárselas al Cardenal a la cara.


Segunda imagen. La agresión está en marcha. Al lado del Cardenal aparece por primera vez el tipo del bigote recortado, seguramente uno de sus ayudantes.


Tercera imagen. Los curas tratan de quitarle las bragas de la cara a Rouco. Su cogote, todavía con bonete y gafas, asoma por detrás. El del bigote parece estarse meando de la risa. Tal vez sea una risa nerviosa.



Cuarta imagen. Tanto empeño han puesto sus ayudantes en quitarle a Rouco las bragas de la cara, que le han dejado sin bonete, ni gafas, seguramente caídas en el suelo. El del bigote se ha dado cuenta y trata desesperadamente de apartar a los otros del lugar para que no le pisen las gafas al Monseñor, como a Woody Allen en Toma el dinero y corre.


Quinta imagen. Rouco y los demás miran al suelo buscando las gafas. Joder, qué mala suerte, para un día que puede uno ver unas tetas, me quedo sin gafas. Estos ayudantes son unos inútiles. No sé cómo los aguanto. Mientras tanto, la chica de FEMEN, a su bola gritando sus consignas.


Sexta imagen. Se intuye a Rouco agachado en el lado de la derecha buscando a tientas las gafas por el suelo. Un sacristán observa atentamente cómo se desarrolla la operación rescate de gafas, mientras una beata saca a estirones a una de las activistas.


Séptima foto. Otro sotanáceo colabora al desalojo usando la mano izquierda, pero se debate arduamente (como revela su gesto crispado), en un grave dilema: ayudarse o no de la mano derecha, para empujar a la chica, lo que le supondría palpar solomillo, algo que tiene prohibido por el voto de castidad.


Octava foto. La fiesta ha terminado. Las chicas parecen gritar ¡Hurra! Mientras una beata las increpa por frescas y desvergonzadas.

Ahora díganme. ¿Se puede llamar a esto violencia? Dado el suave tejido de que están compuestas las armas arrojadizas utilizadas, parece que su facultad para causar daños es bastante inferior a la de ciertas leyes. ¿Tiene motivos el señor Gallardón para mostrarse tan compungido? Supongo que los tiene. A mí, sin embargo, me parece que la violencia intolerable es la que ejercen leyes como la que él patrocina. Por mi parte, estas fotos me han dado una alegría adicional. Ayer se las mostré a alguien que está muy mal y conseguí que riera con ganas. Sólo por eso merece la pena la performance de estas señoritas. Al que le moleste que se joda. 

domingo, 2 de febrero de 2014

226. ¿Qué está pasando en Brasil? II. La revuelta

El otro día me puse a escribir sobre Brasil con la intención de explicar las causas y la dinámica de la revuelta popular que surgió en el país el verano pasado, con motivo de la celebración de la Copa de Confederaciones de Fútbol, y que ya calienta motores para la contestación masiva contra el Mundial del próximo verano. Lo que pasa es que me salió al paso un tema que considero muy interesante y que ya tenía en cartera desde hace meses: por qué la colonia portuguesa no se disgregó en mil estados como la española.

Al ser derrocado el emperador de Brasil, el país entró en una dinámica de inestabilidad que fue alternando períodos semirrevolucionarios con dictaduras militares que imponían el orden de los cuarteles. Los civiles no recuperaron plenamente el poder hasta 1985, hace dos días, como quien dice. Mientras, el gigante brasileño mantenía su vigor por la riqueza de sus recursos naturales y generaba una imagen paradisiaca hacia el exterior: el trópico, las playas, la samba (en brasileño es masculino: o samba), las mulatas, el carnaval. Esto es algo equiparable con la España del flamenco, la Feria de Sevilla y el Rocío. Aquí les dejo una muestra musical de esta idea, similar al “Que viva España”. Es el muy conocido “País Tropical” de Jorge Ben.


Pero en el gran país tropical, abenzoado por Deus, e bunito pur natureza, se fue generando una clase media urbana, culta, igualitaria, de la que podemos encontrar un síntoma en la creación de una línea musical propia: la bossa nova, que surge como alternativa a la popular samba, adorada por el pueblo llano analfabeto que llena las favelas de las grandes urbes. Y esa clase media pone sus esperanzas en la coalición de izquierda moderada que lidera Lula da Silva y que ganará las elecciones de 2002, dando paso a una transición tranquila. Lula revalidará su triunfo en 2006, y su heredera Dilma lo renovará en 2010. El problema es que estos gobiernos, junto a aciertos innegables, no hacen todo lo que esperan sus votantes en cuanto a disminuir la terrible desigualdad social de Brasil, común a casi toda Latinoamérica.

Las cifras macroeconómicas del país son espectaculares, pero la gente de las favelas sigue al margen de esa bonanza, la sanidad es muy mejorable y la seguridad en las calles de las ciudades brilla por su ausencia. Los votantes se empiezan a impacientar. La crisis económica mundial no favorece el desarrollo de políticas más sociales, pero la gente empieza a desconfiar de los políticos. Para colmo, surgen casos de corrupción, y eso es lo que termina de indignar al personal. Abajo les pongo una de las diatribas del popular locutor de telediario Luis Carlos Prates. Está subtitulada en español, pero quiero destacarles algunas de las palabras que se dicen. Una de ellas, siricaita, si la buscan en un diccionario, se la traducirán por pizpireta, casquivana, putilla. En el Brasil actual, esa palabreja expresa el cachondeo, el despelote, el desmadre de esa clase política que derrocha dinero a dos manos. Incluso ha generado un verbo (que también usa Prates): siricaitar, algo así como “irse de cachondeo”.

Otras dos palabras destacadas: troxa, que sería algo así como pringao y, la mejor de todas: ¡SAFADO! En cada país hay un insulto prototípico. Un extranjero no podrá presumir de conocer España, hasta que maneje adecuadamente la palabra CABRÓN. Lo mismo sucede en Francia con CONNARD, en Italia con ESQUIFOSO, en Inglaterra con FUCKING BASTARD, o en Estados Unidos con MOTHERFUCKER. Bueno, pues en Brasil, el equivalente es SAFADO. Escuchen ahora el vídeo que les adjunto.


Ahí tenemos ya el caldo de cultivo básico. Una ciudadanía indignada, que da muestras inequívocas de irritación, y que tiene claro que prefiere que el dinero de sus impuestos se destine a la mejora de la educación, la sanidad y la seguridad ciudadana, que no que se invierta en organizar campeonatos mundiales de futbol. Esa irritación corre por las redes sociales y asoma la patita en algunos detalles, que los políticos, como de costumbre, no valoran adecuadamente. Antes de empezar la Copa de Confederaciones, la página de información deportiva O Globo hizo una encuesta en la red para que los internautas dijeran quién era en su opinión el favorito para ganar el torneo. Esperaban una respuesta masiva a favor del país anfitrión. Pero el resultado fue otro: el 87% de los participantes, votaron a favor de Tahiti (ya saben que, ante una encuesta similar, la mayoría de los hinchas del Depor eligió este otoño a Evaldo, como el mejor jugador del año pasado).

La revuelta brotará, también como siempre, por una cuestión nimia, la gota que colma el vaso: la subida del billete de transporte público (autobús, metro y tren de las ciudades) en veinte céntimos de real, de 3,00 a 3,20 (más o menos de 1,70 a 1,85 €). El 6 de junio se celebra en Sao Paulo la primera manifestación contra la subida, liderada por el autodenominado Movimento Passe Livre (MPL). La manifestación es pacífica y poco concurrida, pero se repite en los días siguientes. Y el día 13 hay un salto de calidad. El Ministerio del Interior envía a los antidisturbios y se monta una batalla campal. Los noticiarios censuran las imágenes de la refriega, pero por la red circulan escenas de policías disparando balas de goma y apaleando a pacíficos ciudadanos de todas las edades. La respuesta de la ciudadanía será ya masiva.
   
El 17 de junio, la cita se transmite por Facebook y Twitter. En el Largo da Batata se empieza a congregar la multitud, que supera todas las previsiones del MPL. Lo mismo sucederá en Río y las demás ciudades grandes del país. La revuelta es ya imparable. Millones de brasileños gritan su indignación. Supongo que observan la similitud con el movimiento madrileño del 15M. Aquí también hubo una respuesta policial desmesurada a una manifestación pacífica, y una movilización mucho más masiva al día siguiente, terminada con la okupación de la Puerta del Sol durante meses. ¿Y cómo es que la policía no es capaz de prever que, cuantos más palos dé, mayor será la respuesta ciudadana? Pues por resabios de antiguas épocas opresivas (los grises en España, las dictaduras brasileñas) y porque esperan que desde el poder se les apoye, como sucedió, por ejemplo en Estambul, tan recientemente. Allí la revuelta fue aplastada en un baño de sangre.

Pero en España estaba Zapatero, y en Brasil, Dilma. La presidenta dijo comprender a los manifestantes. Un gesto para la galería y para ganar tiempo. Como suele decirse, echar la pelota para delante y ver cómo evoluciona la cosa, a falta de mejores recetas. Pero los problemas subsisten. Y las imágenes que les ponía el otro día sobre los nuevos disturbios de Sao Paulo, son sólo el anticipo de lo que vendrá este verano. Aunque sus dirigentes no se acaben de enterar de lo que está pasando realmente, lo cierto es que los brasileños están hasta los huevos de fútbol. Y del caso Neymar. Y de que, mientras la gente sigue pasando penurias en sus favelas, personajes como el padre de Neymar se hagan de oro. La ciudadanía ya no aguanta más. Sueñan con acabar, de una vez por todas, con los safados que están esquilmando la riqueza de su tierra. Por si quieren leer una larga y bien fundamentada crónica sobre lo acontecido en junio, aquí tienen el link correspondiente. Sean buenos.