miércoles, 29 de octubre de 2014

297. Qué mal huele por todos lados


Lo de nuestro país está alcanzando un grado de pestilencia insoportable. ¿Es posible que quede algo incólume? La trama de Granados es una vuelta de tuerca más, a sumar a las de Bárcenas, Pujol y tantos otros casos. Mi tía Lola usaba una palabra de amplia raigambre levantina, allá por la parte de Orihuela, para definir este concepto: la puentina. Cada vez que pasábamos por un sitio donde olía mal, su exclamación era esa: ¡Chica, qué puentina! Este blog no es un blog de denuncia, no es un foro antisistema, ni una pantalla reverberante para replicar los ecos de Podemos, pero es que es difícil abstraerse de tanta mangancia y podredumbre.

Es que le entran a uno ganas de salir, como Diógenes, con una linterna (eso sí: digital), a ver si por casualidad se tropieza con un hombre honrado. Es que cada mañana abre uno el periódico realmente acojonado, sin saber qué nuevo escándalo va a estallar. Es que el propio periódico hay que manejarlo con cuidado para que no te ponga perdida la mesa del desayuno con sus lixiviados pestilentes (tampoco es mala palabra: lixiviados). Me apetece hablar de esto tanto como de los catalonios, pero alguna reflexión a la carrera habrá que hacer al respecto.

En primer lugar, un comentario acerca de las manifestaciones vertidas por González Pons, Esperanza, Rajoy y otros. Hay que ver con qué énfasis salen a la palestra a mostrarse desolados y avergonzados. Que actores más buenos son, aunque les crezca la nariz. Sólo falta Gallardón, con sus característicos pucheros, que nadie es capaz de emular. Y Floriano, que también es único para estas cosas. Ese vertido tóxico, esa fingida contrición, ese falso propósito de la enmienda en busca de absolución más que de penitencia, me remite a una situación que creo similar: el tema del doping en el deporte.

Yo creo que los deportistas de elite están todos hasta las cejas de productos químicos más o menos tolerados o prohibidos. Pero, en cuanto pillan a uno en un control, los demás hacen coro para ponerlo verde, decir que es un tramposo y un cabrón y deslizar así, de forma un tanto burda, la connotación de que ellos están limpios. Pero ellos no están limpios. Lo que pasa es que todavía no los han pillado, o que han sido más hábiles en sus prácticas fraudulentas. No exagero, y les pongo un ejemplo.

En la Olimpiada de Seúl, el ganador de los 100 metros libres fue Ben Johnson, un jamaicano con pinta de bruto, que competía bajo la bandera del Canadá. Al acabar la carrera lo pusieron a orinar y comprobaron que, efectivamente, estaba hasta las cejas de estanozolol, que no tengo ni puta idea de lo que es, pero debe de ser la leche. Si supiera donde lo venden, ahora mismo me iba yo a comprar unos cuantos frascos, a ver si mejoraba mi rendimiento. A Ben Johnson le quitaron la medalla, perdió sus contratos publicitarios millonarios y, en un día, pasó de héroe a villano y se convirtió en una especie de apestado que jamás consiguió revertir su situación.

A lo que iba: antes incluso de irse de Seúl, todos los demás atletas entonaron el coro plañidero desmarcándose de su compañero el tramposo, al que había barra libre para insultar y cagarse en sus antepasados con fruición. Años más tarde, se ha sabido que TODOS los atletas que renegaron horrorizados del fullero, estaban igualmente dopados. Y, entre ellos, el que más alzó la voz, lamentando a gritos el daño que tipos como Johnson hacían al deporte sano que ellos defendían y practicaban: el gran Carl Lewis. El autodenominado Hijo del Viento, gloria de los USA y ejemplo para generaciones (que, por cierto, se quedó con la medalla de oro de Seúl), resulta que también se metía de todo, como se ha acabado sabiendo. Desde entonces está bastante callado, a ver si el mundo se olvida de él.

Pues extrapolen ustedes mismos al mundo de la política de nuestro país. Los que salen desolados a proclamar a los cuatro vientos su vergüenza, su bochorno y su sofoco, intentan convencernos de que ellos están limpios, pero no es cierto: quizá aun no les han pillado, o a lo mejor son tan habilidosos que no les pillarán nunca. Pero de eso a que estén limpios hay un mundo. Al menos yo no tengo ninguna duda al respecto. Por cierto, esta apreciación la extiendo al señor Tomas Gómez, igualmente desolado al descubrir que a su mano derecha y sucesor en la alcaldía de Parla le sale el estanozolol por las orejas. Seguro que, si a Granados le hubieran preguntado hace un mes por Gürtel o Bárcenas, habría hecho también una sobreactuación convincente.

El segundo aspecto que quiero destacar es precisamente la presencia de gente del PSOE en la trama de Granados. Tampoco crean que es una casualidad. Para montar una trama de este tipo, hay que tener pillado a alguien del otro lado, evitando así que sus compañeros de partido denuncien el tinglado. Por ejemplo, los de la oposición socialista de Villalba seguro que sabían los tejemanejes del alcalde pepero del pueblo, pero desde el partido les habrían avisado (digamos que presuntamente; yo no lo sé, sólo estoy haciendo una suposición razonable) de que no dijeran nada porque, si tiraban del hilo, podían sacar a flote las mangancias del regidor de Parla y, de rebote, salpicar a su antecesor y jefe regional del partido).

La mejor manera de blindar una operación inmobiliaria con garantías es precisamente ese juego. Digamos, por ejemplo, recalificar los terrenos de un familiar de alguien del PP y encargarle el plan parcial a un urbanista del PSOE, o viceversa, sin olvidarse de dejar unas migajas para Izquierda Unida, que nunca vienen mal, por ejemplo, un solar para cooperativas de sus sindicatos afines. Las grandes inmobiliarias se aseguran así que la cosa salga niquelada. Y no hablo más, que no quiero que me visite en mi casa una partida de albanokosovares armados hasta los dientes y con la firme determinación de partirme ambas piernas.

Visto lo visto, creo que los que nos hemos quedado fuera de la fosa séptica, somos gilipollas, aunque la verdad es que dormimos mucho más tranquilos. Donde otros se despiertan a medianoche asediados por horribles pesadillas en las que aparece un guardia civil en barca con un megáfono clamando: “Señor Martínez” (aunque corruptos, habrá que suponerlos cultos y es normal que hayan visto El Verdugo), pues los tipos como yo dormimos como bebés. No quiero presumir de honrado; como lector de novela negra, estoy firmemente convencido de que toda persona tiene su precio. Lo que pasa es yo no sé si soy honrado o no, porque nadie me ha hecho nunca una oferta que no pudiera rechazar, como las de Marlon Brando en El Padrino. A mí me veían la cara y me dejaban por imposible. Con un tipo con ese bigote −debían de pensar− mejor ni lo intentamos, que tiene pinta de honrado. Así ha sido siempre y por eso no puedo proclamar si soy honesto o deshonesto.

Posiblemente lo que sea es gilipollas, como les venía diciendo. Estos corruptos que, al parecer, son mayoría, pasan malos ratos, se ven acosados y vilipendiados pero, si aguantan el tipo, acaban mejor de lo que yo estoy (al menos en el aspecto económico). Porque el dinero nunca lo devuelven. Lo peor que les puede ocurrir es tener que pasar una temporadita en Soto del Real, a costa del erario público. Y allí no se está tan mal, si tienes dinero para comprar protección. Tienes dos platos y postre a la comida y a la cena. Puedes leer todos los clásicos griegos, o las obras completas de Dostoievski. O escribir tus memorias. Y dar largos paseos por el patio, al sol de la sierra. Hombre, si te pones farruco con los guardias, te meterán en una celda de aislamiento, como le pasó a Bárcenas. Pero, al final, te dan la boleta como a Roldán, y ya tienes a todos tus hijos y nietos bien colocados de por vida. Listos para seguir organizando corruptelas. No sé si Pablo Iglesias podrá romper esa estructura, o acabará atrapado en la telaraña.

Por cierto, otro tan tonto como yo es el pequeño Nicolás. Al pobre chaval lo han pillado en una travesura incomparablemente menos dañina que las de estos impresentables de que hablamos. El tipo sólo quería jugar a ¿Dónde está Wally? ¿Recuerdan ustedes los comics? Uno abría la página y se enfrentaba a un escenario petao de gente. Y, tras ardua búsqueda, lo encontraba allí, en un rincón: el pequeño Nicolás. De propina les dejo el link a la canción más celebrada sobre la letrina nacional, en la voz, siempre sugerente, de los Morancos de Triana. El vídeo es ahora mismo viral en la red o, como dicen los de mi barrio, lo peta en Feisbuk. AQUÍ lo tienen.

  

jueves, 23 de octubre de 2014

296. Lucas Pérez, un Ulises coruñés

Lucas Pérez es estos días el tío más popular de La Coruña. Es un héroe del pueblo, un tipo que emigró a tierras lejanas, para forjarse en duras batallas futboleras en lugares como Ucrania o Grecia, donde se convirtió en estrella deportiva de primer orden. Este año ha decidido volver  a su Ítaca natal. Lo hace perdiendo dinero, para ayudar a salvar los muebles al equipo de sus amores, en un momento de naufragio económico en las antípodas de sus glorias pasadas. Aquí tienen su foto. Un tipo con esa cara sólo puede ser gallego y muy buena persona, valga la redundancia.


Lucas nació en 1988, p’allá pa la parte de Monelos, actualmente uno de los barrios con más xeito de la ciudad. En esa época, Monelos era una zona recién incorporada al continuo urbano. Se estaban terminando de construir el Barrio de las Flores y el Polígono de Elviña, dos promociones públicas muy de la época, y apenas quedaban rastros del caserío del viejo Monelos que yo había conocido 30 años antes. En los tiempos históricos, el río de Monelos bajaba libre por el centro del pueblo, rodeado de lavaderos públicos y amplias campas en las que se organizaban las verbenas, la más lucida la de la Virgen de Agosto. Los chavales de la postguerra jugábamos a la bujaina y a las bolas en los descampados, o íbamos a cazar lagartos a los taludes de las primeras obras de construcción de la Avenida Alfonso Molina.

Los fines de semana, rapaces de todos los barrios nos juntábamos en la Playa de Santa Cristina, para jugar partidos de fútbol en la arena. Luego nos bañábamos en aquel entorno paradisíaco, donde apenas había otras construcciones que el merendero de Casa Sara, junto al muelle de la lancha que traía a los bañistas desde el Puerto de La Coruña. Los de Monelos tenían un camino más corto: bajaban por las corredoiras hasta Las Jubias, y allí se subían a la lancha de remos de El Rubio, que cruzaba la ría en diagonal, aprovechando el empuje de la corriente. El Rubio cobraba 10 pesetas, pero a los niños y a la gente que le caía en gracia los cruzaba gratis.

Para volver, se podía uno acercar al Puente Pasaje a coger el tranvía de Sada, al que la gente llamaba el Siboney, por anunciar en sus costados esa vieja marca coruñesa de café. Leo en alguna parte que el Siboney dejó de funcionar en 1956. Tenía yo cinco años y ya no puedo asegurar si mis recuerdos de ese tiempo se basan en escenas reales, o son ensoñaciones fabricadas a partir de imágenes de viejos documentales. Lo que si conservo nítidamente en mi memoria es el viejo autobús de Cal Pita, que sustituyó al tranvía. Los amigos solíamos bajarnos en la campa de La Palloza, para hacer una parada en la fábrica de cerveza Estrella de Galicia.

Nada de esto podría recordar Lucas Perez, nacido en tiempos de la democracia, con la playa de Santa Cristina sin dunas y llena de edificios de apartamentos. Las leiras entre Monelos y la ciudad se habían rellenado poco a poco con los nuevos barrios de bloque abierto. El Barrio de las Flores, obra de los arquitectos Corrales y Molezún, es un valioso ejemplo de la arquitectura social de los 70, algo que, probablemente, sus habitantes desconocen. Y más allá, el polígono de Elviña. ¿E lojo ti de dónde eres? Ay, señor, eu son de Monelos ¿E ti? Eu son do políjano. El pequeño Lucas iba con sus abuelos al estadio de Riazor y soñaba con debutar un día en ese campo y recibir la ovación unánime del público. Empezó en el Victoria local, un club modesto de la llamada Liga de la Costa. Allí ya demostró buenas maneras y una zurda digna de Puskas, a pesar de que no tenía todavía sus actuales hechuras físicas.

Pero, en ese tiempo, ingresar en el Super Depor, campeón de Liga y semifinalista de la Champions League, era una quimera imposible para un chaval de Monelos. Empezó entonces un peregrinar por los equipos juveniles del Arteixo, Órdenes, Montañeros y otros, incluyendo un breve paso por el Alavés. Para entonces ya medía 1,80 y estaba cuadrado. Pero su ambición era otra y en 2007 se marcha al Atlético de Madrid. En este club lo mandan directamente al equipo C, que se mueve entre la tercera división y la regional preferente, con la promesa de ir ascendiendo en función de sus méritos. Dos años después, continúa en el C. Bloqueado en su progresión, se le abren entonces dos posibilidades: entrar en el Real Madrid C, o fichar por el Rayo Vallecano B. Elige la segunda. Él es un chaval del suburbio y piensa que puede ser feliz en Vallecas. Además, la B sólo necesita un salto para llegar a la A, no dos como la C.

Jugará en el Rayo B una temporada y media, en las que meterá muchos goles. En el inicio de la temporada 2010/2011, empieza a alternar los partidos del B, con algunos del A, por entonces en Segunda. En Navidad, el club tiene grandes expectativas de ascender, pero el entramado económico de Ruiz Mateos se tambalea. A Lucas le deben dinero, el club está a punto de entrar en concurso de acreedores y en ese contexto, le surge la posibilidad de emigrar a Ucrania. Lucas no se lo piensa. El 17 de enero de 2011 aterriza en el pequeño aeropuerto de Lviv, una pista completamente cubierta de nieve, cuya torre de control más parece una iglesia, según sus propias palabras. Con él viaja su primo Yago, inseparable escudero que acompañará al héroe en todas sus aventuras.

En Lviv pasará dos años y medio, en los que explotará como jugador en una liga obviamente de menos nivel que la española. El Karpaty de Lviv es una especie de tercero en discordia de una competición dominada por dos equipos muy fuertes: el Dinamo de Kiev y el Shakhtar de Donetsk. Algo así como el Atlético de Madrid frente a Real y Barça. Para colmo, Kiev es la capital del estado, cabeza de la zona pro-occidental, mientras Donetsk es la ciudad más importante de los separatistas pro-rusos. Así que las similitudes son sangrantes. Dice Lucas que en Ucrania hace mucho frío y que los ucranianos son también fríos y poco apasionados. A pesar de disputarle la liga a los dos gigantes, al estadio del Karpaty apenas acudían 300 espectadores. Con todo, Lucas metió innumerables goles y se convirtió en el ídolo local. En su segunda temporada, uno de sus goles fue elegido como el mejor del año en Ucrania. Pueden verlo AQUÍ y comprobarán que el premio es merecido.

En el verano de 2012, llega a Ucrania el Campeonato Europeo que ganará España y Lucas disfruta de los partidos como un hincha más, mientras se dispone a cumplir el tercer año que tiene firmado con el Karpaty. Pero en febrero se interpone el Dinamo de Kiev. El poderoso club de la capital, paga un dineral al Karpaty por la cesión de su principal estrella hasta el verano. Lucas cree haber dado el salto definitivo en su carrera pero, para su sorpresa, no llega a jugar ni un solo minuto. Es la típica conducta mafiosa de los equipos grandes: resulta que lo han fichado sólo para debilitar a un rival potencial que se estaba poniendo farruco. Dice Lucas que esos fueron los peores cuatro meses de su carrera. Desengañado de una Ucrania en la que, un año después del campeonato europeo, la guerra civil parece inevitable, acepta la oferta del equipo griego del PAOK de Salónica. En Grecia encontrará, además de un clima más cálido, un temperamento más latino y una pasión futbolera en consonancia.

En su única temporada en el fútbol griego demostró ser un completo crack. Fue elegido uno de los once jugadores del equipo ideal de la liga y compitió por ser el mejor jugador del año. Sus números hablan de 10 goles y muchas más asistencias. Pero este verano le surgió la posibilidad de venir a ayudar al Dépor y no se lo pensó. Pertenece todavía al PAOK y ha venido cedido con opción de compra por 2 millones. Nadie duda que, si a final de año el club no tiene dinero para su recompra, en un crowdfunding la ciudad reuniría fácilmente esos dos millones. Sin embargo, la mala suerte le atrapó nada más llegar a su tierra. En el primer entrenamiento se produjo un esguince de rodilla. Cuando ya parecía que se recuperaba del percance, sufrió una lesión muscular, la primera de toda su carrera. Yo no tengo duda de que la ansiedad por debutar tuvo algo que ver en esa historia. Mientras tanto la Liga empezó y el Depor, sin Lucas, iba sin frenos y cuesta abajo.

El domingo pasado, Lucas por fin estaba listo para debutar ante su público. El Depor, colista de la Liga, era en ese momento el equipo más goleado de Europa. Todos, entrenador, compañeros y público, esperaban a Lucas, un tipo arrollador, con un optimismo invencible, que contagia a todos los que le rodean. La víspera, un periodista que lo entrevistaba, le dijo que lo veía todo negro, a lo que respondió que él lo veía todo blanco. El reto era peliagudo. El equipo debía enfrentarse al poderoso Valencia, imbatido, segundo en la tabla, y con sólo cuatro goles encajados. El Depor le metió otros tres, como seguramente saben. El segundo, el de la tranquilidad, lo marcó Lucas. Lo pueden ver AQUÍ (el vídeo incluye los tres goles, no he encontrado ninguno exclusivo del suyo).

La jugada empieza en un saque largo del portero. Con fe inquebrantable, el negro Cavaleiro salta a disputar el balón que viene del cielo y convierte un globo inocuo en una perfecta asistencia a Lucas con la coronilla. Después de tantos años esperando ese momento, a nuestro héroe no le temblaron las piernas. Avanzó y se perfiló para armar su zurda legendaria. El portero, de forma ortodoxa, cubrió el palo corto y toda la portería, excepto un palmo del palo largo (es imposible taparlo todo). Con toda su rabia acumulada, Lucas disparó al único agujero. El portero, rectifica y llega a tocar el balón, pero no puede evitar el gol. Lejos de hacer alguna de las pijadas al uso entre los figuras del balón (el corazoncito, señalar al cielo y demás horteradas), Lucas respiró hondo, se besó el escudo, dio una patada a una valla y se fue a abrazar a los espectadores del corner, el lugar donde él iba de pequeño con su abuelo a ver los partidos. En esta secuencia de fotos pueden ver el alivio supremo del héroe tranquilo, el éxtasis tras consumar su hazaña. Las fotos están tomadas por Cesar Quian, para La Voz de Galicia.















Es el final del viaje del Ulises coruñés. Vendrán nuevos goles ahora. Nuevas hazañas. El objetivo del club es sencillo: terminar la Liga con, al menos, tres equipos por detrás. No es demasiado difícil. En Primera hay este año más de tres equipos peores que el Depor. Y, además, los otros no tienen a Lucas. Tras el partido, este moderno Odiséo no hizo tampoco ninguna celebración especial. Según ha contado, bajó al bar de la esquina y se tomó un refresco con su primo y los amigos de la infancia, que aun mantiene. Luego subió a casa a cenar y se tumbó en el sofá a ver por la tele los resúmenes de los demás partidos. Esto no ha hecho más que empezar.    


miércoles, 22 de octubre de 2014

295. Galitzia, un lugar perdido en el centro de Europa

Como no tengo bastantes actividades extraescolares en esta vida vertiginosa que me estoy montando y que, emulando a Cospedal, podríamos llamar prejubilación simulada en diferido, pues me he apuntado a un club de lectura. Se llama Billar de Letras y lo dirige mi amigo cubano Ronaldo Menéndez, escritor y maestro de escritores. La cosa consiste en reunirse una vez al mes para comentar un libro, propuesto con tiempo por el propio Ronaldo, para confrontar las distintas opiniones, montar un debate y, en suma, disponer de una excusa para tomar unas cervezas con gente culta y apasionada de la lectura, y aprovechar para intercambiar información sobre libros de interés, autores novedosos o técnicas de escritura, algo que nunca viene mal.

La cita es fija los últimos martes de cada mes, de modo que la primera de estas reuniones debía celebrarse el próximo día 28. Pero, por compromisos de algunos de los miembros, la hemos pospuesto al martes siguiente, 4 de noviembre, lo que me ha obligado a retrasar unos días mi proyectado viaje al norte de Europa, del que ya les iré dando noticia. El retraso no me viene mal; así tengo más tiempo para terminar la novela que se nos ha propuesto, con cuya lectura estoy disfrutando como un enano. Se llama El Pentateuco de Isaac, su autor es Angel Wagenstein, y está editada en España en 2008 por Libros del Asteroide.

Angel Wagenstein es búlgaro, de familia sefardí, y tiene en estos momentos 92 años. Su vida fue muy azarosa, pasó su infancia en Francia por el exilio forzado de sus padres, regresó a Bulgaria, los nazis lo internaron en un campo de concentración, consiguió fugarse, se incorporó a los partisanos antifascistas, fue capturado y condenado a muerte y le salvó la entrada del Ejército Rojo en su país. Luego estudió cine en Moscú y se convirtió en un reputado guionista y director, que llegó a cosechar varios premios internacionales, entre ellos uno en Cannes. Actualmente vive en Sofía.

A la edad a la que otros se jubilan y se dedican a papar moscas, Angel decidió convertirse en escritor. El Pentateuco de Isaac es su primera novela y la terminó en 1998, con 76 años. Angel se vale de un personaje pasivo, el Isaac del título, al que traen y llevan todo el tiempo contra su voluntad, testigo perplejo de un tiempo convulso que abarca desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días. La vida de este pobre hombre arranca en el pueblo perdido de Kolodetz en el centro de una región histórica que se llama Galitzia, actualmente repartida entre Polonia y Ucrania. Antes de la Gran Guerra, en el pueblo convivían sin problemas polacos, ucranianos y judíos, como sucede en tantas regiones mestizas del mundo. Los grandes vaivenes de la primera mitad del siglo XX estropearán pronto esta concordia.

Isaac nace como súbdito del Imperio Austrohúngaro, luego será ciudadano polaco en el período de entreguerras, y más tarde se convertirá en obrero soviético a partir del pacto Molotov-Ribbentrop por el que Rusia y la Alemania nazi se reparten Polonia. Cuando Hitler incumple ese pacto e invade la zona que se habían quedado los rusos, Isaac, como judío, pasa a ser un no-ciudadano, recluido en un campo de concentración y sin derechos de ningún tipo. Aun no he llegado a esta parte, pero imagino que luego vendrá el largo periodo hasta el final del imperio soviético. Por alguna razón que todavía no conozco, el tipo acaba como ciudadano de Austria, y es allí donde emprende su relato retrospectivo.

Isaac inicia su historia contando que vive en un pequeño piso de Viena, en donde, ya mayor, disfruta de placeres extraordinarios para él, como el de prepararse un café con leche y tomárselo a buena temperatura, mientras mira por la ventana el trasiego de la ciudad. Luego dice que toda su vida ha sido una sucesión de desgracias terribles y que, frente a un cúmulo de desventuras semejante, sólo caben tres posturas. UNO, el victimismo, el autocompadecerse y decir todo el rato qué desgraciado soy. Muy malo. DOS, el afán de venganza, el pensar que el día que llegue tu hora se las vas a devolver todas, pasando de víctima a cruel verdugo. Muy malo también. TRES, tomárselo con filosofía. Esta es la actitud que Isaac recomienda y para ella es fundamental el sentido del humor. El libro narra las hilarantes peripecias de este antihéroe, a la vez que proporciona mucha información sobre los sucesivos escenarios sociopolíticos que atraviesa.

Con motivo de este libro he sentido curiosidad por esa olvidada Galitzia, que no descarto visitar algún día, y he averiguado algunas cosas. Parece que en tiempos romanos esta zona fue colonizada por tribus celtas, de ahí la conexión secular con nuestra Galicia de nombre tan parecido (aunque no he oído que tengan gaitas). Su historia medieval es muy agitada, con continuas invasiones, reconquistas, batallas y destrucción generalizada. Durante el siglo XIII y primera mitad del XIV fue incluso un reino independiente, posteriormente invadido otra vez por vecinos más poderosos. En 1772 queda integrada en el Imperio Austrohúngaro, lo que le garantiza una cierta estabilidad hasta la derrota de 1918.

En esa situación transcurre la infancia de Isaac. En el pueblo hay una iglesia católica de los polacos, una ortodoxa de los ucranianos y una sinagoga judía. La gente entra libremente en las tres. Al niño Isaac la que más le gusta es la ortodoxa, porque está totalmente decorada con pinturas murales (no olvidemos que esta región está al lado del norte de Rumanía, donde este verano visité tres de estas iglesias ortodoxas de madera). Pero el cura ortodoxo es un poco fundamentalista y, cada vez que descubre niños judíos en su iglesia, los echa a escobazos gritando: ¡¡Fuera, que vosotros vendisteis al Cristo!! Y el niño Isaac no entiende cómo puede haber vendido al Cristo de esa iglesia, cuando ni siquiera recuerda haberlo comprado.

Como hemos visto, Galitzia pasa luego a dominio polaco, hasta que nazis y soviéticos la invaden, dividen y machacan sucesivamente. Tras la Segunda Guerra Mundial, apenas quedan judíos y la región se reparte entre Polonia y la URSS, forzando una limpieza étnica doble, de forma que polacos y ucranianos se radiquen en sus lados respectivos de la nueva frontera. En el mapa de arriba pueden ver la división actual. La Galitzia oriental queda integrada en la República Socialista Soviética de Ucrania, donde permanecerá hasta su independencia de Rusia, en los tiempos más recientes. Ahora mismo, esa región forma parte de la mitad de Ucrania que no quiere saber nada de los rusos y pretende integrarse en la Unión Europea. Su capital es la hermosa ciudad de Lviv, de la que les muestro unas imágenes muy sugestivas. Su casco histórico medieval es Patrimonio de la UNESCO.








Arriba la Estación de ferrocarril, con el nombre de la ciudad en ucraniano. Abajo el Teatro de la Ópera.



 Aquí la catedral ortodoxa, en medio del caserío medieval




Y aquí una hermosa foto de la estatua del poeta Taras Shevchenko. La niña que la observa, da la escala de este monumento al padre de la cultura ucraniana, en el centro de Lviv.

La ciudad fue fundada durante el período del reino independiente, con el nombre de Leópolis, en honor al hijo del rey. Los polacos la llamaron luego Lvov y los ucranianos Lviv, pero es la misma ciudad. Como se ve en las imágenes, se trata de una ciudad que rebosa historia y cultura, con una importante universidad y muchas conexiones con la vecina Cracovia, otro centro universitario de altura. Las gentes de Lviv estarían encantadas de integrarse en Europa y entrar en la red Erasmus. La ciudad, con 800.000 habitantes, es un nudo clave de comunicaciones entre Polonia y Ucrania y concentra además numerosas industrias de material electrónico, automóviles y productos químicos. Hasta que empezó la lamentable guerra civil que aflige al gigante ucraniano desde comienzos de este año, Lviv registraba un auge turístico extraordinario, ahora en ligero declive. Pero está claro que esta región está vinculada a un destino trágico del que no acaba de librarse. Hace poco, el que fuera ministro de Asuntos Exteriores de Polonia durante siete años, ha revelado en una entrevista que, en 2008, Putin propuso en su presencia al presidente polaco un pacto para dividir Ucrania en dos mitades y repartírsela entre ambos países, para evitar la guerra civil que ya empezaba a intuirse. El presidente polaco, seguramente rememorando la indignidad del viejo pacto Molotov-Ribbentrop por el que en su día se dividió Polonia, respondió a Putin con su silencio más despectivo. AQUÍ tienen una reseña de este asunto.

En 2012, antes de que estallara el actual conflicto, la ciudad de Lviv fue una de las cuatro sedes ucranianas del Campeonato Europeo de Futbol Ucrania-Polonia, el segundo ganado por España. En el Arena Stadium de Lviv se jugaron los partidos del grupo de Alemania y Portugal. Los habitantes de esta bonita ciudad confiaban en que este evento diera a conocer su potencial turístico e impulsara la prosperidad de la región. Pero todo esto se ha ido a la mierda con la nueva situación de tensión. Con motivo del Campeonato, se remodeló y modernizó el estadio en el que juega el equipo local, que se llama el Fútbol Club Karpaty Lviv. ¿Saben ustedes quién era por entonces el futbolista estrella del Karpaty? ¿De verdad no lo saben? Pues ahora mismo se lo desvelo. Se llama Lucas Pérez y en el verano de 2012 maravillaba con sus goles, por segunda temporada consecutiva, a los aficionados al fútbol de toda Ucrania. Lucas es de La Coruña, este verano recaló en el Depor y, precisamente esta semana, se merece un post independiente. Ahora mismito me pongo a escribirlo.  

sábado, 18 de octubre de 2014

294. El perro Paco y otros animales

Una semana después de mi post #292, la auxiliar de enfermería Teresiña está venciendo al ébola, una noticia extraordinaria. Ustedes no lo saben, pero en este blog hemos puesto también nuestro granito de arena para su curación. Sí señor, aunque no se lo crean. Hace justo una semana yo pronostiqué que se iba a morir, a ver si, como siempre, me equivocaba en mis predicciones. El único que entendió el mensaje es mi amigo y paisano Alfred, seguidor fiel de este blog, que se apresuró a hacer el pronóstico contrario. Unimos así el augurio nefasto de un optimista crónico como yo, con el vaticinio positivo y esperanzado de un pesimista irredento como Alfred, en una especie de conjuro cruzado inverso a dos voces que, como gallegos, sabemos que tiene un poder y una efectividad similares a los del té de ginseng rojo coreano. El resultado está a la vista y es tiempo ya de gritar: ¡¡¡MEIGAS FORA, CARALLO!!!

El que se ha quedado en el camino es el pobre perro Excalibur, asesinado por esos siniestros personajes, muy españoles, a los que se refiere el epíteto otros animales del título de este post. Con perdón de los animales. AQUÍ tienen el análisis, siempre interesante de Pablo Herreros, antropólogo y primatólogo que publica sus comentarios en El inMundo. Les pido que lo lean antes de seguir. En el segundo párrafo se cita la manía patria de cortar por lo sano, algo tan cierto como cabreante. Les pongo otro ejemplo de esa compulsión tan española. En esta tierra, cada vez que se inicia una obra de urbanización de una plaza o bulevar, lo primero que se hace es vallar el espacio y poner un gran cartelón con la larga jerarquía de organismos que promueven la cosa. Una vez hecho esto, ¿saben qué es lo segundo que se hace? Sí, han acertado: ¡talar todos los árboles!

Muchas veces me ha tocado ver ese arboricidio sistemático e irracional y hasta he llegado a recriminárselo al responsable de la obra: ¡Pero, hombre, qué necesidad había de cargarse todos los árboles! Respuestas variopintas: es que en los planos no se dice que haya que conservarlos. Es que yo necesito visión, claridad, para trazar bien los bordillos. Es que luego vamos a plantar el doble de ejemplares en los nuevos parterres. Es que esos árboles no encajaban bien en la composición estética de la nueva zona ajardinada. Pues lo del pobre perro Excalibur es lo mismo. De momento le damos chicharrón. Luego ya veremos. Total es un perro. Le podemos comprar otro de la misma raza. Yo creo que en lugares más civilizados que el nuestro, cuando se renueva una plaza con jardines, se procura aprovechar los árboles que haya y se integran en el diseño. Y, en cuanto a los perros, sólo tienen que ver cómo se  ha actuado en Dallas con la mascota de una de sus dos enfermeras contagiadas de ébola.

Quien haya tenido perro, sabe que se trata de seres entrañables, cariñosos y fieles, que tienen su corazoncito. Como dice Herreros, poseen un instinto gregario acusado, que les hace estar siempre preocupados por el grupo, cuidando que nadie quede rezagado o desprotegido. En una partida de caminantes, el perro se adelanta todo el rato para prevenir peligros y alertar de su proximidad. Para ello utiliza su olfato, y se adelanta para que no le distraigan los olores de los demás componentes del grupo. Reconocen y aprecian a sus amos a los que tienen por una especie de parientes grandotes, un poco raros, a los que hay que halagar y agasajar todo el rato para que no se cabreen y la paguen con el de siempre. Lo que tienen distinto es el concepto del tiempo. Ellos no piensan en futuro o pasado, viven el instante, aunque sí identifican las rutinas, cuya repetición les tranquiliza. Si usted va con su perro a hacer a un recado y lo deja atado en la calle, se llevará un disgusto morrocotudo, porque cree que lo han abandonado para siempre. Por eso se lleva una alegría desmesurada cuando usted sale de la tienda y lo desata. Para él no hay una sucesión previsible, él vive un abandono absoluto y luego una recuperación milagrosa de la normalidad. Pero, si la situación se repite, entonces ya se vuelve una rutina, y el animal se sienta tranquilamente a esperar en la acera, porque sabe lo que vendrá después.

Esa preocupación por el grupo es lo que les hace ser unos pastores inigualables. Jamás se les queda atrás una sola oveja. Otro motivo íntimo que guía sus conductas es la obsesión de hacer lo correcto. A veces les cuesta saber qué es lo que queremos de ellos pero, en cuanto lo averiguan, les produce un gran placer hacer las cosas bien hechas y que se les reconozca por ello. Igualmente saben lo que está mal y les da vergüenza que les pillen haciéndolo. Una típica anécdota. Usted tiene un perro y, ya bien entrada la noche, decide irse a dormir. Se acerca a su camita, en un rincón, lo acaricia y le dice buenas noches. En cuanto usted se va y apaga la luz, el perro aprovecha para subirse a su sofá más utilizado, mucho más cómodo y además, impregnado de los olores del amo, algo que le gusta mucho. Pero, de pronto, usted regresa de improviso, porque ha olvidado las gafas de leer. El perro, sorprendido en una conducta que sabe incorrecta, en cuanto ve que la luz se enciende, se apresura a volver a su camita, donde hace gestos ostensibles de disimulo. No llega a silbar, porque los perros no saben.

En la literatura, muchas veces se ha dado la voz del narrador a un can, desde El Coloquio de los Perros, de Cervantes, hasta libros recientes como Tiempo de Perro, del camerunés Patrice Nganag, del que les hablé en el post #144, Mundo Perro, que pueden consultar AQUÍ. Todos ellos usan al perro como un recurso literario, consistente en crear un personaje neutro que observa todo desde primera fila sin intervenir en la acción. Sobre lo que observan estos perros narradores omniscientes, se elaboran luego unas reflexiones y deducciones que pueden resultar más o menos divertidas, pero que son imposibles para la mentalidad de un perro. El único que ha intentado acercarse a una especie de filosofía canina, es Paul Auster en el libro Tombuctú, que ya les he recomendado muchas veces. Por cierto, otro año más que no le dan el Premio Nobel a este extraordinario escritor, ni a Murakami ni a Bob Dylan. Ya aburren.

Los perros notan cuando estás triste y son especialmente sensibles y cuidadosos con esas situaciones. Se cuenta también de perros que han alertado sobre cánceres de piel de sus amos, lamiendo reiteradamente una zona de su anatomía con alguna mancha nueva. Y son conocidas las anécdotas de perros que han avisado de incendios y no se han marchado del lugar hasta que todo su grupo estaba a salvo. En el artículo de Herreros tienen la historia del famoso perro Moro, del pueblo cordobés de Fernán Núñez. Pero no es el único can famoso. En Edimburgo, el perro Bobby se quedó 14 años junto a la tumba de su amo, de la que nadie lo pudo separar hasta su propia muerte. Tiene incluso una estatua que es uno de los lugares de la ciudad más visitados por los turistas. AQUÍ les pongo su reseña. Y, recientemente, los periódicos han informado de la muerte de Lukánikos, el perro que participaba en toda las algaradas de la plaza Syntagma en Atenas. AQUÍ tienen una necrológica, llena de fotos sorprendentes.

Menos conocida es la historia del perro Paco, que se desarrolla en el Madrid bárbaro e inculto del XIX, del que les he hablado en textos recientes. Se cuenta que un día de octubre de 1879, el animal se coló por primera vez en el café Fornos, en la esquina de Alcalá con Peligros, hoy ocupada por un Starbucks Coffee. Antes que los camareros se dieran cuenta y lo echaran, el animalito se sentó junto al Marqués de Bogaraya, movió el rabo y le miró con gesto expresivo. Como los perros no pueden hablar, no le dijo deme argo, señorito, que tengo un hambre de la hostia, que era lo que expresaban sus inteligentes ojos. El Marqués, por hacer una humorada típica de la minoría de aristócratas juerguistas que poblaban los cafés del centro, pidió al camarero una chuleta de ternera y se la dio al chucho. Desde ese día, el perro Paco (bautizado así por el marqués), tomó por costumbre entrar en todos los cafés y esperar educadamente a que alguien le diera de comer. En Lhardy ha quedado constancia de sus visitas al café.

No sólo eso, sino que empezó a ir también a las tertulias, e incluso al teatro, donde ocupaba un lugar desde el que veía la función y se estaba quieto todo el rato. Al final apoyaba con ladridos los aplausos. El perro solía acompañar luego hasta su portal al noctámbulo que más le hubiera agasajado ese día, pero nunca aceptó la invitación de subir a pasar la noche a sus domicilios. Una vez cumplida su función social, el animalito se encaminaba a las cocheras de Fuencarral, donde se guardaban los tranvías públicos y los animales que tiraban de ellos. Era allí donde dormía. La prensa se hizo pronto eco y el perro Paco se convirtió en un personaje popular, al que todos querían. Camareros y porteros le franqueaban el paso, la gente le daba golosinas y todo el mundo lo apreciaba. Su imagen apareció en envoltorios de chocolatinas y se le llegó a componer una polca canesca, con letra, cuyo anuncio ven aquí al lado.

La cosa acabó de manera trágica, como no podía ser de otra manera en este país bárbaro y despiadado con los animales, donde nunca sucederá una historia como la del perro Bobby de Edimburgo. Como ya les he contado, uno de los principales entretenimientos de los madrileños de ese tiempo eran las corridas de toros, que se celebraban en la plaza situada en el actual Palacio de Deportes de Felipe II. Hasta allí se desplazaba la gente a pie, y el perro Paco tomó la costumbre de ir también a los toros, que le interesaban mucho. Como en los cafés, el can se mantenía quieto en su localidad durante la lidia, aunque al parecer acostumbraba a bajar al ruedo a ladrar al toro muerto hasta el arrastre, o al final, si se sacaba algún torero a hombros.

Un infausto día de 1882, el perro Paco asistía a una becerrada, cuando uno de los novilleros se atascó en la suerte de matar. Al enésimo pinchazo en hueso, la multitud empezó a abuchearlo unánimemente y se armó una bronca monumental. Como miembro destacado del grupo, el perro Paco se sintió obligado a bajar al ruedo a ladrar con mucha convicción a aquel chapucero al que los tendidos abroncaban. No está claro si le hizo tropezar al torero, o si éste se puso nervioso y quiso apartarlo para que no le molestara. Lo cierto es que usó para ello su estoque, con tan mala fortuna o aviesa intención, que le propinó un estoconazo más certero que todos sus intentos anteriores con el astado. El pobre perro fue llevado rápidamente a un sanatorio, donde no se le pudo salvar y murió a los tres días. La fuerza pública hubo de proteger al novillero al que la turba quería linchar allí mismo. Y nunca volvió a vestirse de luces.

Una historia de esta tierra salvaje, donde sería impensable que se construyera un cementerio de perros como los hermosísimos que pueden visitarse en Londres o Lisboa, con tumbas llenas de mensajes sentidos. No sé si algún día llegaremos a ser aquí tan considerados con los perros. En los países anglosajones, el perro es capaz hasta de ayudar a fregar la vajilla, como el que ven en la imagen de abajo. Sean buenos, cuiden a sus mascotas y que pasen un buen fin de semana. ¡¡GUAU, GUAU, GUAU!!

    

miércoles, 15 de octubre de 2014

293. Virus mortíferos

Van pasando los días y nuestra valiente heroína Teresiña resiste. Hoy, día de Santa Teresa, quiero creer que no news is good news, pero no nos confiemos, que éste es un virus muy requetemalo y traicionero, y ya saben que no hay nada más gafe que celebrar las cosas antes de tiempo. A Teresiña la están tratando con el plasma de la hermana Paciencia, y nosotros debemos también imbuirnos de ese plasma: tengamos paciencia y crucemos los dedos. Está muy feo alegrarse de las desgracias ajenas, pero tengo que confesar que, sino alegría, sí que he sentido un cierto alivio al saber que en Dallas (Texas) se han producido, no uno, sino dos casos de enfermeros contagiados por limpiar las miserias de un pobre liberiano que viajó esperanzado a los USA, para casarse con la madre de su hijo e iniciar una nueva vida en el paraíso yanqui, sin saber que en el avión iba con él un pasajero inesperado: el maldito virus.

Un inciso aquí, sin ánimo de molestar a nadie. Ya me he definido como razonablemente ateo y respetuoso de las personas creyentes, cuyas convicciones me parecen legítimas y defendibles, siempre que se mantengan en el ámbito privado de cada uno. Sé que entre los seguidores del blog hay no pocos creyentes y aquí mi pregunta, repito, sin intención de chinchar ni provocar: ¿cómo es posible vivir en el convencimiento de que “hay alguien ahí arriba” que todo lo ve y todo lo organiza y, en consecuencia, está detrás de historias tan crueles como la de este pobre liberiano que ya se creía en el edén americano, cuando él mismo portaba el germen de su desgracia? Por no hablar del reparto del cáncer, que afecta por igual a las personas buenas o malas, como me ha tocado comprobar hace bien poco. Pido disculpas si he herido las convicciones de alguien pero, honradamente, yo duermo mejor pensando que estas cosas las producen unos bichitos que andan por ahí sueltos. Y que podemos combatirlos con investigación y mucho esfuerzo, no sólo rezando. Luego, que cada uno rece lo que quiera, oyes.

Decía que había sentido alivio. ¿Por qué? Pues porque estaba hasta la punta de ese mismo órgano en el que están pensando, de escuchar sesudos artículos comparativos de lo mal que hacemos aquí todo y lo bien que se hace fuera, un discurso victimista, acomplejado, paleto, cenizo y deprimente, que no sirve para nada y que además es mentira. A ver si lo dejamos bien claro: a nivel médico y a nivel técnico en general, ESTAMOS EN EL PRIMER MUNDO Y PODEMOS COMPARARNOS CON CUALQUIERA. Supongo que saben que, en castellano, las mayúsculas significan que la frase anterior está dicha a gritos, así que continúo en el mismo tono: LOS QUE NO ESTÁN A LA ALTURA DEL PRIMER MUNDO, SINO A NIVEL CIERTAMENTE AFRICANO, SON LOS POLÍTICOS. Pero no por estos impresentables vamos a creernos los demás que somos todos unos mantas.

La ministra Mato no puede dimitir porque, para dimitir, primero tendría que existir. Y, al frente del Ministerio de Sanidad, no hay nadie. Sólo una especie de ectoplasma, un holograma que, de vez en cuando, sale a la palestra y hace el ridículo. No se puede esperar que la señora Nadie sepa hablar en público, o enfrentar un problema tan grave como el ébola. Para lo que hace esta señora, podrían poner en su lugar a Floriano, que al menos resulta más divertido. Otra cosa distinta es el Consejero de Salud de la Comunidad de Madrid, señor Rodríguez. Este sí sabe hablar en público y le gusta más que a un tonto. En medios médicos este señor es conocido desde hace años, como me dice un querido comentarista de este blog en el post anterior.

El día de su nombramiento, estaba yo precisamente en el hospital Gregorio Marañón, visitando a un amigo ingresado para una operación menor. Allí, rodeado de médicos, comenté lo contento que estaba de que hubiera dimitido Lasquetti, después de que los tribunales tumbasen su plan de privatizar la sanidad madrileña. Los presentes me dijeron que su sustituto era un médico de ese mismo hospital y, tras mirarse entre ellos, convinieron en que era mucho peor que Lasquetti. ¿Cómo puede ser peor? –pregunté. Pues –contestaron–, porque es un tipo fascista, franquista, clasista, machista, casposo, viejo y antiguo. (Supongo que saben que viejo y antiguo no son conceptos análogos o intercambiables; de hecho, en estos momentos se está celebrando en el Paseo de Recoletos la Feria Anual del Libro Viejo y Antiguo).

Recientemente, el alcalde de Becerreá, mítico enclave del interior lucense donde vive la madre de Teresa, añadió tres insultos más a la larga lista que me dieron sus colegas de profesión (y de hospital): miserable, ruin y sinvergüenza. Pueden leerlo AQUÍ. Creo que ya está dicho todo de este señor con esa larga lista de calificativos ampliada por el alcalde. Viendo la cara que tiene en las fotos, tal vez podríamos añadir el de bellaco. Ayer se disculpó por carta con Teresa y su familia, un gesto que le honra. A ellos les corresponde aceptar o no sus disculpas. Para mí, simplemente es un detalle que indica que es humano, así que: vale; retiro lo de bellaco. Pero nada más. Cuando habló ante los sucesivos micrófonos que le iban poniendo delante, se mostró como es. Y un tipo de esa calaña, no debería seguir de consejero. A menos que quieran perder la poca ventaja que tienen sobre el PSOE. Éstos, encantados: por ellos que siga y que le pongan delante muchos micrófonos. Uno cada día.

Los políticos de nuestro país están infectados por un virus mucho más mortífero que el ébola. Un ejemplo preclaro de lo que digo es el señor Rajoy, inventor de lo que Miguel Ángel Aguilar llama el tancredismo. El tipo permanece inmóvil, mientras a su alrededor pasan y pasan todos los toros sin rozarle. Hasta que se hartan y se dan por vencidos. Me lo imagino disfrutando como un enano: cada día se levanta, hojea el periódico y revisa la larga lista de gestos, declaraciones, medidas que se esperan de él y que no tiene la más mínima intención de hacer. Se creen éstos que me van a sacar a mí de la impasiblidad. Van dados. Cuanto más me ladran, menos me inmuto. El truco le ha funcionado aparentemente con Artur Menos y hasta hay quien aplaude su supuesta estrategia. Pero es que es igual con todo. Mantendrá a la señora Mato y no se moverá ni un milímetro en relación con ninguno de los retos que se le vayan planteando. Y pueden apostar a que no dirá hasta el último minuto quién va a ser el candidato a Alcalde de Madrid. A él lo que le gustaría es mantenerlo en secreto hasta las elecciones y desvelarlo una vez celebradas.

Ya saben que a Rajoy lo designó el dedo de Dios, en cumplimiento de la profecía anotada mucho antes en el divino cuaderno azul. En realidad, se lo propuso primero a Rato, pero éste declinó el ofrecimiento. Entonces se lo ofreció a Rajoy, quien aceptó e inmediatamente preguntó: ¿Puedo darle la noticia a mi padre? Este es un detalle que ellos mismos han revelado y que dice muchas cosas del personaje. A lo mejor fue su señor padre quien le dio el sabio consejo: tú no te pricipites, filliño, que a veces las cosas se arreglan solas y es peor pricipitarse. Por cierto que Rato se arrepintió y volvió para decir que se lo había pensado mejor y que sí que quería ser el líder. Pero el propietario del dedo divino le hizo saber que en estas cosas, como en el parchís, ficha movida pedo fuera del culo. Anda que menos mal que el designado no fue el señor Rato, el rey de las tarjetas black de la indignidad, un caso grave del virus del que les vengo hablando. Este país no será tomado en serio internacionalmente, mientras sigan aflorando cosas como estas y no se castiguen como deben. Aquí se descubre la trama de la Gürtel y los sobres de Bárcenas, y al que empapelan es al juez que lo investiga. Y al que intenta meter en el trullo a Blesa, igualmente lo empapelan y lo suspenden 17 años. Vean abajo qué contentos se ven en la foto estos dos afectados por el virus. Como para no estarlo.



Por cierto, tengo que tener cuidado con lo que escribo, que en esta tierra hablar de ciertas cosas es muy peligroso. Así que cerraremos este post con las debidas cautelas. Resulta presuntamente, que un presunto amigo mío me hizo presuntamente el presunto comentario de que de casta le viene al Rato. Lo dijo él, no yo, que me limité a oírlo presuntamente con mis presuntas orejas bien abiertas. Así que se me ocurrió entrar presuntamente en Google y teclear padre de Rato. En la presunta lista de links que presuntamente me salió, descubrí lo que la presunta Wikipedia dice al respecto. Lo dicen ellos, no yo. Yo me limito presuntamente a hacer una transcripción presunta de un párrafo de la presunta biografía de Ramón Rato.

En 1967 ejecuta un crédito de cuatro millones ochocientas mil pesetas a Nicolás Franco, hermano de Francisco Franco. Quince días después se le embarga el banco y es encarcelado por tres años y multado con 176 millones de pesetas por sacar dinero a Suiza lo que entonces estaba penado. En una espectacular operación policial, los agentes detuvieron esposados a Ramón Rato y Ramón Rato Figaredo cuando se encontraban en la boda de su hija y hermana María de los Ángeles Rato Figaredo, con Emilio García Botín, sobrino de Emilio Botín, en los salones del antiguo Hotel Castellana Hilton. Ramón Rato litigó contra el Estado recuperando las propiedades embargadas.

Si es verdad que el tipo estuvo tres años en el trullo, cosa que dudo, a su hijo Rodrigo le pillaría entre los 18 y los 21. Hay que comprender a la criatura. Estas cosas marcan. Sean buenos, aunque sólo sea presuntamente.

sábado, 11 de octubre de 2014

292. Semana de vértigo

Semana vertiginosa para mí ésta que ya casi se termina. Se la voy a contar, para que vean cuál es mi deriva en estos últimos tiempos. El resto de mis días son algo menos intensos, pero no mucho. Correr para no pensar. Una forma como cualquier otra de abstraerme de las malas noticias y augurios que nos rodean. La chica contagiada de ébola me da una pena de la hostia. Creo que se va a morir y digo esto con todas sus letras, precisamente porque soy consciente de ser un pronosticador nefasto, a ver si me equivoco como de costumbre y sobrevive. Cómo me gustaría verla otra vez llena de energía y no con esa voz mustia que se oye en las grabaciones tomadas en su cautiverio. Su desgracia es el resultado de un cúmulo de chapuzas y fatalidades porque, por mal que se hayan hecho las cosas, sin la incidencia de una mala suerte bíblica, la chica no se habría infectado con ese bicho repulsivo. Tiene una cosa a su favor: es de Lugo y los de Lugo son gente recia, capaz de aguantar lo que sea. Si logra pasar el trance, me llevaré una alegría enorme, pero lo cierto es que su reto es difícil. Desde este blog, todo mi apoyo: ánimo rapaciña.

Como les digo, esta semana he desarrollado una actividad frenética, que les resumo. El lunes acudí a  mi trabajo normalmente. Por la tarde no pude salir a correr a la hora acostumbrada, porque tenía que cortarme el pelo y Jurgen me había dado la única hora libre que le quedaba, las 7 de la tarde. Salí luego por el Retiro a hacer 6,5 kms, mi nivel actual, de acuerdo con el plan de ir incrementando el entrenamiento de forma muy gradual. Hice casi todo el recorrido de noche y ya cené tarde, me acosté tarde y dormí regular debido al desfase acumulado.

El martes, empecé el día con un té de ginseng rojo coreano, porque me esperaba una jornada larga y sobrecargada. Me vestí luego con una chaqueta de verano y una corbata sobria, al contrario de lo que suelo hacer últimamente. El motivo de ponerme corbata era el mismo por el que me había cortado el pelo el día anterior: a media mañana debía desplazarme a los Juzgados de la Plaza de Castilla, para intervenir como testigo en un juicio por un incidente de tráfico que presencié en torno al mes de marzo o abril, y del que no les he dado noticia por estar el asunto sub judice. En estas citas hay que cuidar la apariencia y el atuendo, para resultar creíble. El incidente de que les hablo acabó con un motorista por los suelos cerca de mí. El coche que aparentaba haberlo tirado, siguió despacio hasta la esquina siguiente, donde debía doblar. El conductor se detuvo un instante, miró hacia el lugar del suceso y se marchó. Los presentes auxiliamos al motorista, le dimos la matrícula del coche que habíamos anotado y yo le dejé mi número de móvil.

Un día fui llamado a declarar a una comisaría y me enteré de que había un pleito abierto. Me convocaron al juicio (por burro-fax), pero la fecha coincidía con mi viaje a Rumanía. Aporté copia de la tarjeta de embarque y lo aplazaron. Un segundo burro-fax me citaba este martes. Declaré lo que vi y la cosa quedó vista para sentencia. A la salida, los dos implicados vinieron a saludarme y me explicaron sus versiones. El del coche dice que él no tiró al motorista, que sintió que pasaba algo a su lado y por eso se paró pero, al ver que el tipo estaba ya levantado, decidió irse. El otro le reclama un dinero por daños físicos y en la moto. No sé qué decidirá el señor Juez ni lo voy a saber nunca. Creo que los daños en el lateral del coche serán clave (el conductor dice que los tenía de antes). Lo cierto es que nunca había participado en un juicio de este tipo, y te intimidan un poco cuando te recuerdan que el falso testimonio es un delito punible y todo eso.

Después del trabajo, acudí al Polideportivo Luis Aragonés y me hice 20 largos de piscina (500 metros), para bien de mi espalda. Llegué a casa, me enfundé mi terno de verano y me fui a la recepción que, con motivo del Día de la Patria Coreana, organizaba la embajada de Corea del Sur en el Hotel Intercontinental, un lugar fuera del tiempo en pleno Paseo de la Castellana, donde uno no se extrañaría de toparse con Errol Flynn, por decir un nombre significativo. Me encantan este tipo de saraos que organizan los extranjeros, con ese punto intemporal y decadente, donde gentes de todos los países se reúnen, felices de encontrarse de nuevo. Yo sólo conocía a mi amiga coreana M., intérprete habitual de los grupos de coreanos que me toca pasear por la ciudad. M. está casada con un español, es muy simpática y era quien me había invitado. El ambiente no era muy distinto del de los festejos de la Delegación de Flandes o la Oficina de Hong-Kong para Europa, que suelen invitarme cada año. Hablé un rato con el propio embajador y no dejé de decirle que soy un forofo del té de ginseng rojo de su tierra y que tengo un hijo estudiando en Seul.

El miércoles, tras mi jornada normal de trabajo, salí a primera hora de la tarde a hacer mis 6,5 kms por el Retiro, me duché y me volví a poner traje y corbata para acudir a la Escuela de Organización Industrial, en la Ciudad Universitaria, donde estaba invitado a asistir a la presentación del Informe Ciudades Españolas 2033. Este informe es un encargo de la empresa de consultoría Price Waterhouse, que ha dirigido mi amigo José Miguel Fernández Güell, Subdirector de Investigación de la Escuela de Arquitectura. El informe lo presentó el ex-ministro socialista Jordi Sevilla, después hubo una mesa redonda muy interesante, y estoy pendiente de leérmelo con detenimiento para cerrar un próximo post (A dónde vamos) simétrico del reciente De dónde venimos.

El jueves, previo nuevo té de ginseng, acudí al trabajo para una jornada más corta de la habitual. A media mañana debía salir para atender a un grupo de 27 urbanistas de una empresa de Ámsterdam, que se han montado un viaje de trabajo a Madrid. El organizador del viaje es el suizo Werner, amigo mío de saraos similares anteriores. Contactó conmigo hace tiempo y, entre los dos, intentamos convencer a los de Relaciones Internacionales de que nos dejaran un salón en Cibeles para mi conferencia, como ya hemos hecho con anteriores grupos traídos por Werner. No hubo manera. Desde que la señá Alcaldesa ha dicho que no repite, hay una falta de liderazgo e instrucciones desde las alturas, que hace que cualquier personajillo sin visión de futuro, cualquier burócrata casposo, adopte las decisiones que le peten, sin que nadie le dé un capón. Alguien ha decidido ahora que el Ayuntamiento sólo reciba a delegaciones de otras administraciones públicas. Ni privados, ni universidades.

Ante la negativa, Werner me preguntó si me importaba dar mi charla en el bar de un amigo suyo. Sin problemas –le dije–, siempre que me deis la cerveza primero. El tema implicaba que yo debía aportar también mi ordenador y mi proyector, además de mi intervención estelar. Así que el jueves, me largué del curro a las 11.45, recogí a las 12.15 los aparatos en  mi casa y caminé hasta el bar Viña P, en la Plaza de Santa Ana, lugar elegido para el evento. En el comedor del sótano, entre los camareros y yo descolgamos un gran cuadro de la pared y montamos el tinglado audiovisual. Llegaron los holandeses, les conté en inglés la historia del urbanismo de Madrid durante una hora, hicieron preguntas, aplaudieron y me regalaron varios libros y una botella de Beerenburger de la marca Boosma, un aguardiente potentísimo que se fabrica por procedimientos tradicionales en una famosa destilería de la ciudad de Leeuwarden, en el norte de Holanda, donde trabajó un tiempo como periodista mi amiga R. Recogimos los trastos (dejé en el bar ordenador, proyector y regalos) y comimos en la mesa, ya despejada.

Todos juntos tomamos luego el Metro a Plaza de España. Allí cerca tiene su negocio Bravo Bikes, un norteamericano que alquila bicicletas para viajes de grupo. Con nuestras bicis, enfilamos un par de calles en medio del tráfico, cruzamos Ferraz y entramos en el parque del Templo de Debod. Desde allí bajamos por la ladera hasta las Ermitas de San Antonio, para ver los frescos de Goya, y luego entramos en Madrid Río. Werner y yo nos alternábamos como cicerones en las sucesivas paradas que hacíamos, bajo una llovizna fina que nos refrescó la primera parte del viaje. Pero, al poco de entrar en Madrid Río, se armó el diluvio universal. Pregunté si nos refugiábamos en algún lado y me contestaron que ellos eran holandeses. Pues yo soy coruñés –repuse. Los de Bravo Bikes nos habían puesto un kit que incluía un chubasquero desechable de un solo uso, de esos de plástico fino, azules o rosas. Nos los enfundamos y seguimos. Les juro que hacía tiempo que no experimentaba una sensación tan extraordinaria como la que supone circular en bici a buena velocidad por un parque vacío, bajo una manta de agua.

Me despedí de ellos a mitad del parque. Tenía entrada para el teatro y debía pasar por casa para cambiarme, porque estaba calado, a pesar del poncho de plástico. Bajo el gran diluvio, circulé en mi bici hasta el Matadero, donde un chaval de Bravo Bikes esperaba con una camioneta para recoger las bicis. Ellos terminarían allí con una cerveza en el bar del Centro Cultural. Tomé un bus hasta mi casa, porque la línea 3 de Metro, que va de Legazpi al centro, estaba cerrada por inundaciones. Me cambié y tomé otro bus hasta el teatro Marquina, en la calle Prim. Allí asistí a la representación de El largo viaje del día hacia la noche, tremendo dramón familiar de Eugene O’Neil, con Vicky Peña y Mario Gas. Estaba bien, aunque era un poco larga (acabó a las 11).

Pero el programa no me daba tregua, y el viernes tuve que trajearme de nuevo para acudir a Cibeles a una nueva cita con holandeses, esta vez una representación del Ayuntamiento de la ciudad de Nimega. El perfil de los oyentes era mixto, les hice un resumen de la historia de nuestra ciudad y el marco urbanístico en el momento actual de crisis, y se quedaron encantados. Éstos me regalaron un libro de fotografías de Holanda y un paquete de grandes galletas circulares holandesas, rellenas con frambuesa, canela y otras delicatesen. Tanto los de Ámsterdam, como los de Nimega, me dijeron que podía visitarles en el viaje que proyecto para el mes que viene. Me despedí, caminé hasta el garaje de mi casa, cogí el coche y me fui al destierro para la segunda parte de mi jornada ordinaria. Allí repartí las galletas con mis compañeros de cautiverio.

Por la tarde me hubiera tocado correr otra vez, pero me lo salté a cambio de la cabalgada en bici del día anterior y porque he de reconocer que estaba ya muy cansado. Al salir del curre, tuve tiempo de llegar al restaurante La Pitarra, cerca de mi casa, antes de que mi amigo Luis lo cerrara. Comí unas alubias blancas con morcilla para chuparse los dedos y subí a echarme una merecida siesta. Luego, aun tuve que subir a la Plaza de Santa Ana a recoger mis pertrechos y mis regalos, pero esto ya fue un paseo relajado, preludio del descanso del fin de semana. En fin, que con todo esto apenas he tenido tiempo de pensar en la enfermera del ébola, ni siquiera en esa mucho más grave infección que sufre nuestra clase política, y cuyo último síntoma es el vómito masivo de las tarjetas black. Es increíble lo contagioso y letal que puede llegar a ser este virus, que afecta a todos los partidos y sindicatos. A este paso, los de Podemos van a poder de verdad. En un próximo post me ocuparé de este asunto. Mientras tanto, repito: animo y fuerza, Teresiña.

  

lunes, 6 de octubre de 2014

291. De dónde venimos

Como les he contado, desde el 15 de agosto vuelvo a hacer deporte con bastante frecuencia, aunque este año estoy subiendo la intensidad de forma muy gradual. Cuando apretaba el calor, no podía bajar a correr antes de las 8 de la tarde. Ahora que el otoño se va adentrando en nuestras tardes, suelo salir al volver del trabajo. Después me ducho, me hago una comida-merienda y todavía me queda margen para ir a algún acto o evento de los que abundan en esta ciudad llena de citas interesantes. Lo que pasa es que no les cuento todas las cosas que hago por no aburrirles y porque no siempre son de interés para el blog. Eso sí: los días en que tengo trabajo, luego deporte y luego alguna cosa más fuera de casa, es cuando he de tomarme un té de ginseng rojo coreano antes de desayunar, para evitar que por la tarde me entre la galvana y me quede en casa a descansar.

Una de las citas de que hablo tuvo lugar hace poco en un marco extraordinario: el restaurante Lhardy, en el nº 8 de la Carrera de San Jerónimo, donde están ahora conmemorando los 175 años de existencia de este lugar único, que presume de servir uno de los mejores cocidos de la ciudad. Con motivo del aniversario, han organizado un pequeño ciclo de conferencias, que se desarrollan en el comedor de la primera planta. La primera de estas conferencias, titulada “Lhardy y la música”, corrió a cargo de José Luis Temes, personaje extraordinariamente culto y ameno, que suma a su condición de director de orquesta y escritor, la circunstancia de ser descendiente del hombre que fundó el restaurante en 1839.

Aparte los datos de la creación del restaurante, Temes contó algunas cosas curiosas de cómo era Madrid en 1839, que entroncan con mi post #73  "El Madrid de Larra", que pueden releer AQUÍ, y que conviene tener presentes, para saber un poco de dónde venimos y cuanto camino hemos hecho (ya saben: al andar se hace camino). Lhardy fue fundado por el joven pastelero francés, (o suizo, no está claro este dato) Emile Huguenin, hombre ilustrado que antes había regentado pastelerías en París y otros lugares de Francia. Se desconoce por qué eligió este lugar en los confines del mundo civilizado para montar su negocio, y se ha llegado a especular con que la cosa surgió a partir de su amistad con Prosper Merimée, escritor fascinado por el mundo hispano, como se comprueba leyendo su archifamosa Carmen. Lo que está claro es que el tipo hacía honor al apodo con que le llamaban sus amigos: L’Hardy (el intrépido), sobrenombre que se trasladó, con el apóstrofe eliminado, al local y también al apellido de sus hijos y herederos.

Porque, realmente, muy intrépido tenía que ser un francés o suizo para aventurarse a abrir un negocio de delicatessen en un lugar tan bárbaro, salvaje y dejado de la mano de Dios, como este Madrid decimonónico en el que sólo habían pasado dos años desde el suicidio del gran Fígaro, el que retrató con más crudeza la sociedad de su tiempo. En 1839, Madrid era un pueblarrón de 200.000 habitantes, de calles sin asfaltar y con el personal constreñido en el recinto de la Cerca que mandó trazar Felipe IV, con sus puertas y portillos cuyos nombres se mantienen aun en el nomenclator de las calles madrileñas. Ya saben que la diferencia entre puertas y portillos, además de su tamaño, era que, aunque todos se cerraban por la noche, en las puertas quedaba un retén de guardia, por si había que abrirlas por una urgencia. 

En ese Madrid, donde la gente de a pié se entretenía asistiendo a los toros y a las ejecuciones  públicas, dice José Luis Temes que tres de cada cinco habitantes no sabía leer ni escribir. Si nos centramos en el campo, esa proporción llegaba a cuatro de cada cinco. No había que caminar mucho para llegar a lo que se llamaba el campo: bastaba cruzar la Puerta de Alcalá, dejar a la izquierda la plaza de toros y ya estaba uno en el campo. De hecho, por allí se cazaban las liebres que luego se cocinaban a la francesa y se servían a los ilustrados comensales de Lhardy. En cuanto a la esperanza de vida, la media era de 37 años. Los aguadores vendían su mercancía por las polvorientas calles, entre el ejército de buhoneros, ciegos contadores de cuentos, santeros, curanderos, tullidos, teatrillos de títeres y simples ociosos a la caza de alguna oportunidad.

Huguenin adquiere un edificio de nueva construcción resultante de la demolición de un convento tras la desamortización de Mendizábal, que había generado la aparición de algunos solares atractivos para los constructores en una ciudad tan densa y constreñida como el Madrid de esos años. Tuvo suerte con la localización. Poco después, se construyeron el Teatro Real y el Palacio de Las Cortes, con lo que Lhardy quedó en la ruta que unía el Palacio Real y la nueva Ópera con el Congreso. Políticos, músicos y artistas de todo tipo incorporaron a sus rutinas la parada en este lugar a comer o tomar un caldito, de camino a sus obligaciones.

Parece que, antes de la construcción del Teatro Real, existían en Madrid nada menos que cuatro pequeños teatros de la ópera, regentados por privados, que se llenaban a diario, por lo que constituían buenos negocios. La gran innovación que incorporó el Teatro Real, proclamada a los cuatro vientos, fue el hecho novedoso de contar con aseos de caballeros y señoras, a la moda francesa. Como se imaginarán, en los teatros anteriores los caballeros acostumbraban aliviarse en alguna tapia cercana y las señoras, como Dios manda, salían orinadas de casa. Además, en los entreactos se comía, tirando todos los desperdicios al suelo y, por supuesto, se fumaba en el patio de butacas durante la función. Parece que no fue hasta los años 20, cuando se prohibió esta última práctica en el Teatro Real, a petición de los cantantes.

Con el tiempo, los músicos que actuaban en el Real, adoptaron la costumbre de alojarse en las habitaciones que Lhardy tenía sobre el restaurante, lo que les permitía ir andando a la función, y ser abordados por los ciudadanos de las clases más modestas, que no tenían dinero para ir al teatro, pero pasaban horas en la Puerta del Sol sólo para saludar a sus ídolos. Estos músicos, partían luego para hacer largos viajes y cantar en lugares tan remotos como Moscú o La Habana. Para ello, debían usar el servicio de diligencias, que partían del lugar donde está ahora el Círculo de Bellas Artes. Se imaginan la duración de uno de estos viajes (los que debían cruzar el charco, iban en diligencia hasta Cádiz, para embarcar allí). Se dice que Mozart compuso una sonata en una diligencia y Temes comentó que lo extraordinario sería que alguien hiciera algo así en el AVE.

Lhardy se convirtió en lugar por donde solía pulular gente como Mesonero Romanos, o Pérez Galdós, que los citan en sus libros. Al hilo de esta conferencia y el escenario que se describe, he repasado algunas de mis fuentes y he encontrado la historia que les cuento para cerrar este post. El 12 de noviembre de 1912, el presidente del Gobierno de España, José Canalejas, acabó antes de lo que pensaba su cotidiano despacho matutino con el rey Alfonso XIII y, al salir del Palacio Real, se encontró con que no tenía nada que hacer hasta la sesión del Consejo de Ministros, que se celebraría por la tarde en el Ministerio de la Gobernación, actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Hacía un día hermoso y soleado y ya saben ustedes que la luz de Madrid en las mañanas de otoño es única. José Canalejas, cuyo segundo apellido era Méndez, bastante frecuente en Galicia (era de Ferrol), decidió darse un paseo entre ambos edificios, algo que le gustaba, aunque sus obligaciones no le permitían hacerlo a menudo.

Es muy posible que Canalejas hubiera pensado hacer una última parada en Lhardy, para tomar un tentempié antes del Consejo. Nunca lo sabremos. En medio de su paseo, se paró a curiosear el escaparate de la Librería San Martín, hoy desaparecida, en el nº 6 de la Puerta del Sol, esquina con Carretas. Allí lo abordó el anarquista maño Manuel Pardiñas, que andaba por la plaza al descuido, a ver si el destino ponía en su camino algún pez gordo del sistema, sobre el que descargar su browning de gran calibre, que llevaba siempre preparada. Pardiñas le disparó tres tiros a quemarropa e intentó huir pero los guardias de la escolta salieron tras él. Viéndose acorralado, tomó la decisión de usar contra sí mismo una de las balas que le quedaban .

Casi un siglo después de la inauguración de Lhardy, Madrid seguía siendo la capital de un país bárbaro, salvaje e inculto. El suceso conmovió profundamente a la sociedad y se escribieron numerosos libros analizando las repercusiones del magnicidio. Incluso el joven Francisco Franco utilizó el seudónimo Jakim Boor, para publicar un texto que ya anticipaba su altura intelectual, en el que atribuía el asesinato de su paisano a los masones. Pero lo más curioso es la versión que hizo del suceso el incipiente cine nacional. El corto Asesinato y entierro de José Canalejas, de poco más de 7 minutos, dedica la mayor parte de su escaso metraje al reportaje del entierro.

Sin embargo, como prólogo, los directores incluyeron una reconstrucción del asesinato, que fue rodada en el lugar y dura apenas un minuto. Para interpretar a Canalejas, eligieron al veterano y prestigioso actor Rafael Arcos. Para encarnar al joven anarquista, el escogido fue un debutante. Se llamaba Pepe Isbert. En su primer papel en el cine, Isbert mata a Canalejas de forma convincente, echa a correr y se suicida también de modo brillante. Una vez en el suelo, creyéndose ya fuera de foco, se levanta tranquilamente. No se le ve sacudirse el polvo, aunque se intuye que sería lo primero que hizo. Este actor genial ya anticipaba que lo suyo era más la comedia que el drama. Para los lectores de mi blog que aun se creen que me invento estas cosas, he buscado el corto en la red y AQUÍ MISMO tienen el link. Pinchen y lo comprobarán.