viernes, 30 de octubre de 2020

990. Leghorn women

Ya casi en capilla, como suele decirse, en relación con las elecciones USA, qué nervios. Leo que ya han votado 80 millones de americanos, más de la mitad de los que lo hicieron en total en 2016. O sea que, en realidad, lo que vaya a pasar el martes 3 de noviembre, ya ha pasado, sólo que aún no lo conocemos. Se habla de una participación récord, en torno a un 65% del censo. Eso sería bueno para Biden. Dice una de las páginas que sigo al respecto, que Trump tiene algo más de posibilidades de ganar que la probabilidad de que llueva en el centro de Los Ángeles. Pero en el centro de Los Ángeles llueve. En torno a 35 días al año. No le demos más vueltas. Estos días hay que relajarse, respirar hondo y pensar en otras cosas. Yo sigo a lo mío y uno de los temas recurrentes de este blog, que me sigue maravillando, es la comprobación de cómo las mujeres se van haciendo con un lugar preeminente en terrenos tradicionalmente masculinos, con mucho esfuerzo, pero con brillantez y sin perder un ápice de su esencia femenina y su sex-appeal. 

Siempre me ha fascinado la idiosincrasia y la mentalidad femenina, algo que tiene para mí una especie de halo mágico. Han de recordar que yo no tuve hermanas, que en mi casa predominaba una mentalidad eminentemente masculina, a la que se sumaba mi madre, que siempre defendía nuestros puntos de vista frente a cualquier conflicto con mujeres por medio. Y para colmo, fui al colegio en una educación segregada por sexos, rodeado de mangallones presumiendo de bíceps. Cuando, después de clase, algunos nos acercábamos a la salida del colegio femenino de Las Esclavas, a mí me parecía un espectáculo maravilloso, todas aquellas niñas con aire de hadas uniformadas, el revuelo de faldas, el griterío de la bandada, todas hablando a la vez y mirándonos de través. Con casi 70 primaveras, mantengo esa fascinación.

En todos los posts anteriores he hablado de Samantha Fish, pero hace mucho que no les pongo un vídeo suyo. Además, tengo nuevos seguidores muy recientes que no saben realmente de qué hablo cuando hablo de esta chica. Empezaré, pues, con ella este repaso por una serie de mujeres brillantes en sus terrenos respectivos, auténticas Leghorn women, o mujeres diez. El vídeo que les propongo ver, corresponde a un concierto en Dortmund, en 2017. Samantha gusta de cortar el ritmo de sus conciertos con una parte suave, que afronta ella sola con su guitarra acústica, lo que sirve para que sus músicos descansen y el personal recobre un poco el aliento tras la cascada de sonido eléctrico que les acaba de caer. Samantha está muy guapa y se encuentra muy a gusto en Alemania, donde se la aprecia mucho. El vídeo tiene cuatro canciones, pero no se asusten, que les explico algo al respecto.

Los músicos se han retirado, Samantha coge su acústica y se da ánimos diciendo here we go, vamos allá, como haría Rafa Nadal. Ataca entonces una de sus composiciones más sentimentales, Need you more than you ever know, te necesito más de lo que nunca sabrás, una canción preciosa. Canta las primeras estrofas con su sentimiento y concentración habituales y afronta un pequeño punteo. Aquí le va a fallar la conexión eléctrica; ella no lo sabe, pero ustedes sí y les pido que observen su reacción. No se enfada, no busca culpables, le da la risa y mira al público incrédula. Y tiene recursos: con un tirón del mástil hacia arriba, recupera el sonido, comenta oh shit, oh mierda, y continúa impertérrita con su canción.

En la primera pausa saluda a los chicos del bar que está a su derecha arriba y de los que dice que son sus paisanos. Anuncia que va a cantar una canción bluesy-bluesy-bluesy y se puede ver como sus músicos se reincorporan discretamente y se suman a este blues rescatado de los años 20, obra de Charlie Patton, a quien se considera el padre del blues del Delta. Samantha empieza y vemos que el batería se pone a tocar con los nudillos en el tambor, al bajo apenas se le oye y casi sin enterarnos se incorpora el pianista y de pronto el blues se ha convertido en un slow fox de libro. El piano se hace con el primer plano, con un sonido de cafetín de jazz y Samantha lo señala y pide el aplauso para él, antes de cantar las últimas estrofas. Todos van subiendo un poco la intensidad, hasta el cierre final de la trompeta: un slow fox que se precie sólo puede acabar con una buena trompeta.

Cambia entonces Samantha de guitarra y se pone a afinarla. Escucha las palmas rítmicas del público jaleándola y se pone muy contenta: lo estáis haciendo fantástico, dice, antes de repetirlo en alemán. Un encanto de chica. Continúa: yo sé que el blues está bien, os quiero chicos, pero habéis venido a escuchar rock and roll así que aquí os traigo un old school vintage 2015 rock’n roll. Entonces arranca con el tercer tema, este ya más en la línea de los que les he ido trayendo al blog desde que descubrí a esta mujer estupenda, que lo da todo en cada actuación. Al final del tema dice thank you sin ruido, como para sordos, y enlaza directamente con el cuarto tema del vídeo, que se lo pueden ahorrar si están cansados, o dejárselo de fondo sonoro, yo quiero que vean los tres primeros (por supuesto, pueden seguir hasta el final si lo desean).  

Una mujer infiltrada en un sector tradicionalmente masculino como es el blues, que busca la excelencia y se implica en ello con pasión. Podríamos decir algo parecido de Jacinda Ardern, a la que traemos a menudo al blog. Después de su triunfo apoteósico en las elecciones de su país, Nueva Zelanda, queda un tema por resolver, que no se desvelará hasta primeros de noviembre. A la vez que votaban a quién querían que fuera su primera ministra, los neozelandeses tenían otras dos papeletas, correspondientes a dos referéndums simultáneos. En uno se pronunciaban sobre la posibilidad de una ley de la eutanasia. En el otro sobre la legalización de la marihuana para uso recreativo.

Ambos referéndums son consultivos, no vinculantes. Como debe ser. ¿Qué mierda es esa de un brexit o una consulta catalana, consistente en que una victoria por un 51-49 ya es totalmente vinculante y no se puede tocar? Aquí los neozelandeses opinan y luego los políticos hacen lo que tengan que hacer. Los referéndums tiene el valor de que, si hay una opinión de un 80% en un sentido, más o menos hay una obligación moral de hacerle caso. Así se ha hecho con la consulta sobre la derogación de la Constitución de Pinochet, con un resultado abrumador, del que me alegro mucho. Ahora, el gobierno chileno tiene que iniciar el proceso. En Nueva Zelanda se desconoce el resultado de estas dos consultas; ya antes de las elecciones se anunció que, no siendo temas urgentes, el recuento se dejaría para después, para procesar bien el voto por correo. Cuando se sepa, se comentará en el blog.

Pero volvamos a Jacinda Ardern. Seguramente no saben una cosa de ella. En el debate final antes de las elecciones, el moderador le pregunto por quiénes eran los líderes extranjeros que más admiraba por su forma de gobernar y citó a la primera ministra de Dinamarca y ¿saben a quién más? Pues a Pedro Sánchez. Como lo oyen. Ya sé que no se lo creen, así que pinchen AQUÍ. ¿Mira que si no es tan malo este señor como nos han inducido a creer aquí desde el inMundo y la orquesta de corifeos de la reacción? A veces tiene que venir alguien de fuera, con más perspectiva, para poner en cuestión nuestras opiniones. Jacinda es muy lista y sólo tienen que ver cuáles han sido sus pronunciamientos públicos sobre los dos temas a consulta. Respecto a la eutanasia, se muestra a favor de una ley justa, lo ha incluido en su programa y ha hecho campaña por ello. En cambio, respecto a la marihuana, no se pronuncia. Ningún periodista ha conseguido que diga si está a favor o en contra. Con lo lista que es esta mujer, no la van a pillar en un renuncio. En cuanto dijera que un día de joven se fumó un porro, sería titular y trending topic durante una larga y desagradable temporada. La prensa carroñera está al acecho de cosas como esa.

Sólo hay que ver lo que ha pasado con otra mujer admirable, la primera ministra de Finlandia, también joven y también socialdemócrata como Jacinda: Sanna Marin. Esta mujer, sin duda muy inteligente, es también muy guapa y sucumbió a la tentación de un reportaje en una revista del corazón en el que enseñan su casa y responde a preguntas personales (como lo hicieron aquí Lollipop Ayuso y hasta Irene Montero). El problema es que la chica posó en varias fotos y en una de ellas se aprecia perfectamente que no lleva suje. Tienen a la izquierda la imagen de la polémica, ya ven qué pose más discreta y recatada. Pues ya se ha montado el pollo en las redes antisociales, ya se han puesto a insultarla por golfa y descocada. Menos mal que ese ataque ha desencadenado una ola de apoyos de otras mujeres y también de muchos hombres como yo, que desde este blog le envío todo mi cariño y mi admiración. Sanna tiene 34 años, sólo lleva diez meses en el cargo, y no tiene la experiencia de Jacinda Ardern. 

En el ámbito de la música clásica hay también una figura, en parte similar a Samantha Fish, por su calidad como instrumentista y su sensibilidad exquisita, por la pasión que pone en sus interpretaciones, por su gusto por actuar con atuendos sexis, con los que se siente a gusto y porque también se le cae el pelo sobre la cara en sus arrebatos interpretativos. Hablo de la pianista georgiana afincada en París Khatia Buniatishvili. Ha tocado con los mejores directores de orquesta, y aquí la pueden ver nada menos que con Zubin Metha, en un fragmento del Concierto de Piano en Do menor, de Schumann. Escúchenla y seguimos.

¿Cómo dicen? ¿Que no se han fijado en el pelo? ¿Entonces a dónde miraban? ¡Ah! Bueno, qué quieren que haga yo, si son ustedes unos salidos... Hombre, cuando una es poderosa de la parte de arriba es un poco arriesgado utilizar el llamado escote palabra de honor. Pero la chica lo sabe perfectamente, ha salido así porque ha querido, se la ve feliz y radiante y también tiene todo mi apoyo. Al fin y al cabo, yo el otro día tuve que llamar a un fontanero porque se me salía el fregadero y apareció por allí un chaval con un pantalón de estos de cintura baja, también conocidos como pantalones cagaos y, claro, al agacharse bajo la pila, resultó llevar un auténtico escote palabra de honor trasero y me estuvo todo el rato enseñando lo que se suele llamar la hucha. Y me tuve que aguantar y pagarle, porque era muy amable y me lo arregló enseguida, que es lo que cuenta.

Les hablo ahora de otra mujer espléndida. Como saben, el Deportivo de la Coruña creó hace tres años una sección de fútbol femenino, que ya está jugando en Primera División. La estrella del equipo se llama Athenea del Castillo, tiene 20 años, es santanderina y maneja una técnica exquisita también. Es rápida, potente y tiene gol, como decimos los entendidos. Y esta mujer ha sido noticia estos días por haber recibido la llamada de la selección nacional de fútbol femenino, donde ha tenido la oportunidad de debutar, haciendo historia, porque es la primera mujer del Dépor en jugar con España. Les pongo en este caso tres fotos: cuando fichó por el Depor (pueden ver que es prácticamente una niña, con sus brackets), enfundada en la camiseta nacional (ya la ven más mujer y con esa determinación en la mirada que la acerca a Samantha y a Khatia la pianista) Y una tercera para que aprecien la técnica perfecta con la que chuta a gol. Vamos, digna de Di Stéfano.

 



Podría seguir poniéndoles ejemplos de mujeres que están descollando en sus respectivas disciplinas a base de calidad, esfuerzo y determinación. Al fin y al cabo, únicamente pretendo distraer su atención de este tiempo maldito, para que no piensen en nuestras miserias cotidianas, en cómo Lollipop Ayuso nos está haciendo la picha un lío y otras desgracias. Por cierto, un solo inciso. Respecto a lo que dijimos del verdadero talante de Casado, veamos cómo ha sido la secuencia. Sánchez propone seis meses de confinamiento, porque el virus está desbocado. BIEEEEEN. Entonces, Casado propone ocho semanas, dos meses, por intentar salvar la Navidad. BIEEEEEN también. Nadie le está pidiendo que acepte todo lo que le propongan, sino que aporte sus posiciones justificadamente y negocie. Entonces Sánchez dice: ni pa’ ti ni pa’ mí: Cuatro meses. También BIEEEEEN, eso es una negociación. Si uno dice seis y el otro contrapone dos, el siguiente movimiento es cuatro. ¿Qué era lo siguiente? Pues que Casado hubiera dicho que tres meses. El otro lo habría aceptado.

Pero no ha dicho eso. Lo que ha hecho en cambio es dar una patada al tablero tirando todas las fichas al suelo, ha vuelto a su discurso casposo de que Sánchez huele mal, porque huele a la coleta de Iglesias y quiere someternos a una dictadura comunista y bolivariana, tras hundir la economía. Y ha forzado a su grupo a que se abstenga en la votación: un grupo que se abstiene está mandando el mensaje de que le da igual. Se la bufa. En una tesitura como esa, sólo hay tres respuestas posibles: sí, no y me la bufa. Y a un partido con vocación de llegar al gobierno no se la puede bufar un asunto que afecta a la salud de todos. Este señor nos ha tomado por tontos: o sea que dos meses de confinamiento estaban bien y cuatro ya no, cuatro está fatal y Sánchez quiere cargarse la democracia. ¡Vamos, hombre! No sólo eso, sino que encima va a ir a Europa a desacreditarnos otra vez, repitiendo su deslealtad y mostrando su perfil de acuseta. Así que, por mi parte: MAAAAL. La conclusión es que su discurso contra Vox, del que alabamos aquí su estructura y su alta calidad oratoria, finalmente no fue más que una trifulca entre fachas. Consecuentemente, para mí vuelve a ser el fraCasado.

Hecho este inciso, vuelvo al hilo de mi discurso. Podría ponerles muchos más ejemplos de leghorn women, pero ya toca cerrar. Sólo queda aclarar el por qué de ese título del post. Bien, la Leghorn es una raza de gallinas, que se tiene como el máximo en la excelencia de ese animal tan hogareño. Lo que no sé si saben es que leghorn es una denominación que viene de Livorno (Italia), de donde provienen esas gallinas, lo que pasa es que los yanquis eran tan torpes que no conseguían pronunciar Livorno. Un yanqui, precisamente, es quien publicó hace un par de años un blues delicioso con ese nombre: Leghorn women. Se trata de Luke Winslow-King, un auténtico aristócrata del blues, natural de Michigan, pero que ha vivido muchos años en Nueva Orleans. Se le conoce como El Duque Cajun, porque es muy guapo.

Cualquier imbécil podría pensar que es una canción machista, sobre todo si no entiende la letra, pero no lo es. Por el contrario, Luke designa así a ese tipo de mujeres excelentes de las que estamos hablando en este post, y trasluce una fascinación por ellas, como la que yo siento desde que iba a la salida del colegio de Las Esclavas en La Coruña. Dice de las leghorn women que son capaces de hacer ver a un ciego, de hacer correrse a un muerto, de hacer llorar a un hombre adulto. Te harán perder la cabeza, chico, te llevarán a donde quieran, pero también te darán todo lo que no tenías. En fin, el blues es una cultura universal y Luke Winslow-King ha participado en varios vídeos del programa Playing for change, en el que músicos de todo el mundo tocan todos a la vez una canción desde sus ciudades y luego sus imágenes se remezclan con resultados muy vistosos. Allí, Luke hizo amistad con un bluesman italiano, un guitarrista muy bueno que se llama Roberto Luti y al que ya hemos visto en el blog en alguno de esos vídeos colectivos.

En el verano de 2019, antes de que el virus nos jodiera, Roberto invitó a Luke a pasar unas semanas en Italia. Y recalaron en Livorno. En una plaza de esa hermosa ciudad de la Toscana, participaron en una verbena popular que duró toda la noche. Y, ya de madrugada, se subieron al tablao e improvisaron una versión de la canción de las Leghorn women. Es por la mañana, ambos van bastante desaliñados, se ve una botella de vino a medias y por la calle pasa gente que se dirige a sus recados, indiferente a la música, andando, en bici o en coche, parece domingo. Por allí anda un calvo preocupándose de que no se apaguen las candelas del tablao, acompañado por un angelote rubio, al que tal vez su madre se lo ha encasquetado para que lo cuide, mientras ella se iba a casa a descansar de la noche de farra. Cosas de ese mundo maravilloso del que disfrutábamos antes de la pandemia. Ahora nos queda sólo verlo en el ordenador. Es un vídeo delicioso. Se lo dejo de regalo (les pido disculpas por el estridente carnavalito que sale al principio y al final, no tengo forma de eliminarlo). Y aquí está mi deseo: que pasen ustedes un buen y confinado puente.


martes, 27 de octubre de 2020

989. No queremos ser como tú

Vaya, después de un post tan intenso y emotivo como el anterior, vuelvo a mis obsesiones cotidianas: el blues, el virus y las elecciones USA. En orden inverso. Con esto de las elecciones USA, que son dentro de una semana, me estoy poniendo muy nervioso. ¡¡Ay, qué nervios que tengoooo!! Es que no lo veo nada claro. Según las encuestas, sondeos y casas de apuestas, la victoria de Biden en votos populares está cantada. Pero ya saben que Hillary sacó 3 millones de votos más que Trump y perdió. ¿Cómo es posible eso? Pues por el enrevesado sistema electoral americano. Se lo podría explicar, pero yo creo que mejor les pongo un link a un artículo del ABC, donde se explica en detalle, y el que quiera que lo lea. Han de pinchar AQUÍ. Échenle al menos un ojo al mapa de los estados con el número de compromisarios de cada uno. 

Hay un montón de estados que están claramente definidos, unos a favor de Trump, otros de Biden. Así que la lucha está en los llamados swing states. ¿Y cuáles son estos? Pues el más grande Texas, donde parece clara la victoria de Trump, igual que la de Biden en Pensilvania y Wisconsin. Pero, entre unos y otros, hay nada menos que seis estados bastante empatados, con muy ligera ventaja de Biden en Florida, Arizona y Carolina del Norte y lo mismo para Trump en Georgia, Iowa y Ohio. En esta semana que queda, todo puede moverse, pero no parece que las cosas vayan a cambiar mucho. De hecho, ya han votado, anticipadamente o por correo, más de 60 millones de electores, más o menos un 24% del censo de votantes mayores de 18 años, que es de 245 millones. Si tenemos en cuenta que en las Generales USA la participación no suele superar por mucho el 50%, pues parece que ya está todo el pescado vendido. Aquí una imagen de una señora votando anticipadamente en Georgia.

En el último debate no hubo grandes noticias. Hubo que establecer el sistema de que, cuando uno hablaba, se le bloqueaba el micrófono al otro, para evitar que Trump lo convirtiera en un despelote, como el primero. En el fondo, esta medida es una versión suavizada de mi propuesta de que lo llevaran al debate en jaula. Biden aguantó el tipo y Trump se moderó, seguramente aconsejado por su equipo de campaña. El debate tuvo lugar en Nashville, la capital del country, la ciudad musical por excelencia. Está en el estado de Tennessee, en donde la victoria de Trump está cantada. Pudieron ver en los medios las imágenes del circo que montaron sus partidarios a las puertas de la universidad donde se celebraba el debate. Pero no todo el mundo en esa ciudad es partidario de Trump. Allí viven por ejemplo las chicas de Larkin Poe. Y la gran Sheryl Crow. Esta señora de 58 tacos que me sigue gustando un montón, publicó el mismo día del debate un vídeo de mensaje claro, que les pido que vean.

Grabado por Zoom con sus músicos, enlaza dos temas recientes suyos, concebidos con estructura de talking blues. El talking blues es un antecedente del rap, en el que la letra se medio recita, salvo el estribillo que suele ser pegadizo. El primero, se publicó hace un par de años y lo traje al blog. Está claramente dirigido a Trump. El estribillo dice I wouldn’t wanna be like you/No way; es decir: no quisiera ser como tú/ ni de coña. Y luego remata: You tell a lie/you tell a lie/you tell a lie/But that don’t make it true. Dices una mentira/dices una mentira/dices una mentira/pero eso no la convierte en verdad. El segundo tema tiene un estribillo de simple nah-nah-nah-nah. Sheryl se ha disfrazado para la ocasión de dominatrix, en una escenografía bastante BDSM. En ese marco, le vocifera a la cara a Trump la primera canción, como si le diera con un látigo, y directamente se chotea de él en la segunda, en donde hasta parece decirle adiós con la manita y termina con la uve de la victoria. Más explícito, imposible. Véanlo, porfa.

El resto de la letra de estas dos composiciones de Sheryl es también bastante claro, pero búsquenselo ustedes si tienen curiosidad; no se lo voy a dar todo mascado. Y, mientras tanto, ¿qué está sucediendo aquí, en la periferia del imperio? Pues andamos revolucionados con las diferentes modalidades de confinamiento que nos van imponiendo unos y otros. Para mí, lo sucedido es una historia bien clara. Sánchez impuso un estado de alarma a Madrid, porque llevábamos una deriva funesta. Lollipop Ayuso dijo que, en cuanto pasaran los 15 días, abriría otra vez la Comunidad, convencida de que la alarma no se iba a prorrogar; ya se encargaría su partido de evitarlo. Y, cuando se acercaba la fecha del levantamiento, resulta que la mayor parte de las demás comunidades se dirigió a Sánchez para pedirle por favor que las confinara a todas. ¿Por qué? ¿De verdad no lo han pensado? Pues la respuesta es clara y meridiana: en cuanto Lollipop abriera la comunidad, los madrileños se precipitarían a salir a sus segundas residencias o a cualquier parte. Las demás comunidades han implorado a Sánchez un nuevo estado de alarma para que no se les llene todo de madrileños poniéndolo todo perdido de virus y contagios.

La idea de llevar el estado de alarma hasta mayo me parece bien en principio. Ya les dije que en Italia no se ha levantado la alarma desde marzo, sin que la oposición monte ningún aquelarre cacerolero reclamando libertad. Aquí, Sánchez tuvo que sufrir una verdadera tortura con cada petición de prórroga, hasta que ya no resistió la presión y procedió a hacer una desescalada apresurada y chapucera, cuyas consecuencias se están viendo. A Sánchez estuvieron a un tris de derribarlo en uno de esos rifirrafes, pero le salvó la jugada in extremis de Arrimadas. Ahora ha planteado una sesión del Congreso para prorrogarlo de una sola vez hasta mayo. Parece que podría contar con los apoyos necesarios para aprobarlo sin los votos del PP. Si es así, el PP puede hacer dos cosas: UNA, votar en contra o abstenerse. En tal caso demostrará que el discurso del otro día del fraCasado fue pura retórica y una simple trifulca doméstica entre fachas (más abajo hablo de dicho discurso).

DOS, votar a favor, en cuyo caso verificará la voluntad de su partido de iniciar una senda de oposición constructiva, todo lo implacable que quieran, pero presentable. Y de estar donde tienen que estar: en primera línea de las tareas de reconstrucción del país, aportando sus propuestas y su ideología, que es la de muchos millones de votantes, a los que hay que respetar. Si así fuera, prometo dejar de llamarle el fraCasado. Ya le aplaudí cuando le dio la patada a Cayetana (que ha peleado con uñas y dientes por la abstención de su partido en la moción de Vox). Ahora tiene la oportunidad de olvidarse de la bronca y las cacerolas y actuar como un estadista. La que no tiene remedio es Lollipop, con el siniestro MAR en la retaguardia. En fin, si Sheryl se chotea de Trump y le hace nah-nah-nah-nah con la manita, yo también tengo el derecho de chotearme de Lollipop. Y en versión karaoke, para que canten también ustedes, si lo desean. 

Por si no lo han reconocido, el tipo que hace pop con el carrillo es Andy Williams, uno de los crooners más famosos de los USA, fallecido en 2012. La verdad es que nos vendría bien un período largo de cierta estabilidad y que dejen de volvernos locos los políticos. Si se aprueba ese confinamiento extendido, tendremos la ventaja de que nos saltaremos las Navidades y el Año Nuevo. ¿Se imaginan qué maravilla, que llegue el día de Nochebuena y lo celebres tomándote un par de huevos fritos con patatas, con una cerveza Estrella Galicia, escuchando a Bach o a Schubert, sin tener que aguantar a ningún cuñao poniendo verde a Sánchez o cagándose en los catalanes, sin tener que sufrir los villancicos y los petardos por las calles? Una delicia. Yo creo que se tendría que confinar el mundo entero, para calmar al virus. Les recuerdo que ahora mismo, mientras ustedes leen esto, se están produciendo medio millón de contagios diarios. Como lo oyen. La mitad de ellos en Europa. Joder, la economía ya la arreglaremos. Ahora es hora de darle duro y darle rápido al virus, como recomienda Jacinda Ardern.

Pero les había prometido hablar del discurso de Casado (le relevo ya del prefijo fra, provisionalmente, hasta ver qué vota en la petición de prórroga del estado de alarma hasta mayo). Como les conté, el día de la moción de censura de Vox, me dediqué a otras cosas más interesantes, entre ellas escribir un post para ustedes y hacerme una comida apetitosa. Muy pronto me empezaron a llegar noticias de que Casado había hecho un discurso buenísimo, demoledor, que había dejado a Abascal con dos palmos de narices. Fueron tantas las voces y los elogios, que me decidí a escucharlo entero. Y me sucedió como cuando vas a ver una película, después de que todo el mundo te advierta de que es la hostia y que te vas a caer de culo viéndola: que la ves y te parece que no es para tanto. Vamos por partes. A mí me encanta que este señor le haya vuelto la espalda a Vox (como Sheryl Crow, le dijo textualmente a Abascal: en el PP no queremos ser como tú). Era algo que se le estaba pidiendo desde su propio partido. Vox llevaba mucho tiempo marcando la agenda de la derecha, desde la foto de Colón. Lo que ha hecho Casado es borrarse de esa foto, para que no le pasase lo que a Rivera: que, por no quitarse a tiempo, sus votantes lo sacaron a patadas.

De ese nuevo posicionamiento del PP, yo me felicito y me congratulo, si es que es sincero, que pronto lo empezaremos a ver. En segundo lugar, me parece una jugada táctica inteligente. Si, como él piensa, Sánchez se ha escorado a la izquierda, arrastrado por coletas e independentistas diversos, está quedando en el centro un hueco importante de votantes moderados de centro. Como no espabile Casado, ese sector del electorado se lo llevará Arrimadas, que está jugando muy bien sus cartas. Por este lado, también muy bien por Casado. Con lo que ya no comulgo nada es con el fondo ideológico del discurso, debe de ser que finalmente no soy de derechas. Como se ha dicho, es un discurso con tonalidades de Reagan y que marca una falsa equidistancia entre Sánchez y Abascal, para venderse como única opción de centro (a Arrimadas ni la menciona). Si es por puro tacticismo, bien, pero, si de verdad se cree que Sánchez y Abascal son intercambiables, es que no ha progresado mucho. 

A este respecto, no me resisto a traer aquí una frase vitriólica de Alfonso Guerra, de cuando este señor era cáustico y preciso como un cuchillo al rojo. Con motivo de una proclama del PP de que se iba a convertir en un partido de centro, dijo algo así: Desde que lo conocemos, el PP lleva haciendo un viaje al centro, que me parece muy bien. El problema es que nunca llega. Y yo me pregunto ¿de dónde será que vienen, que les cuesta tanto llegar a ese centro que anhelan? Una maravilla (ya no hay parlamentarios como ese, salvo Aitor, el del PNV). Podría decirse ahora lo mismo. ¿Cuál es el talante verdadero del PP? Porque no olvidemos que, en su afán por derribar a Sánchez, han llegado a ir a Bruselas a pedir, en línea con los llamados frugales, que nos jodan aun más a cambio de los fondos que nos han prometido. Ese es un nivel de deslealtad que no debería repetirse y que estará para siempre en el debe de Casado.

Pero hay factor del discurso de Casado que es el que más me ha sorprendido. La calidad oratoria de la pieza es alta. Fue un discurso bien hilvanado y contundente. Y parece demostrado que se lo escribió él solo (nadie sabía lo que iba a hacer), en su casa, con su mujer y un asesor áulico para cuestiones gramaticales y sintácticas. Eso sí revela a un tipo con talla política. Veremos si lo confirma. Casado es un hombre muy joven y nunca había tenido una intervención pública como esa. Su forma de hablar tuvo un cierto deje de mira, mamá, yo solito. Pero, si gana un poco más en serenidad, en aplomo, y se va elaborando un discurso más consistente, tal vez estemos asistiendo al nacimiento de un político sólido de derechas. Algo muy necesario en nuestro país, lo mismo que se necesitaría una figura sólida de la izquierda.

Me queda ponerles al día de las novedades en el mundo del rock. Bruce Springsteen publicó por fin su nuevo disco que es muy bueno. Ya no va a hacer más vídeos, el resto de las canciones se pueden escuchar en Youtube sobre la imagen de una foto suya con nieve cayendo. Ya les traeré alguna al blog. Por otra parte, las chicas de Larkin Poe están muy contentas porque el Boss las ha mencionado en su programa de radio como uno de los nuevos grupos cuya música escucha. Lo han dicho en su perfil de Facebook. Desconozco si ha mencionado a Samantha Fish, ella no ha dicho nada al respecto, está muy ocupada trabajando en su gira, que va como un tiro.

Lo que sí ha anunciado Sam es algo que también la tiene muy contenta. El día 6 participará en el concierto de arranque de la gira de Tab Benoit, del que ya tengo mi entrada para verlo en directo a las 3 de la mañana. Será en el auditorio Ryman ¿saben de dónde? Pues sí, han acertado: de Nashville (Tennessee). En principio, habían acordado que ella subiera al escenario a cantar dos o tres canciones a medias con Tab y su grupo (con el gordo del bajo incluido). Pero ahora han decidido que Samantha tendrá un espacio a su disposición para tocar una parte del concierto con su propio grupo de dos negrazos cincuentones. No sé cómo se repartirán los tiempos, imagino que al final tocarán algunas canciones todos juntos. Ya les contaré.

Podríamos terminar este post con un vídeo de Samantha, tengo una cola importante de vídeos suyos que mostrarles. Pero he pensado en algo más adecuado. Estoy ansioso de que llegue el día de los resultados definitivos de las elecciones USA. Porque, a nivel mundial estamos en un dilema decisivo. Está en juego nada menos que la supervivencia del sistema democrático. Si no queremos que este sistema desaparezca, no puede ser que la nación más poderosa y una de las democracias más antiguas del mundo reelija como presidente a un energúmeno destemplado, fascistoide, sociópata, ridículo, fanfarrón, machista, racista, faltón, abusón, putero, maleducado y patético. 

Gritémosle nosotros también a este señor: NO QUEREMOS SER COMO TÚ. A ver si con los resultados en la mano podemos cantarle todos ese nah-nah-nah-nah moviendo la manita a izquierda y derecha. Dice Muñoz Molina que es triste que el mundo de la normalidad no tenga a nadie mejor que Biden para oponer al fantoche. Pero no por eso debemos dejar de pensar que estamos ante un episodio decisivo en la eterna lucha entre el progreso y la reacción, entre la cultura y la ignorancia, entre la modernidad y la tradición, entre la vanguardia y la caspa. Y aquí viene al pelo el vídeo que les pongo abajo de despedida.

El Lollipop de las Chordettes que les he mostrado arriba, está grabado en 1958 y sintetiza en sí mismo toda esa caspa rancia, toda esa ideología reaccionaria, desde los atuendos de las chicas, sus peinados y sus poses de mujeres florero, hasta la letra glorificando a esa tipología de mujeres dulces como un pastel de manzana, listas para recibir al marido, aflojarle la corbata y soltarle el proverbial ¿te pongo una copa? Pero, en ese mismo tiempo, ya estaba brotando el rock and roll. Y uno de los principales estandartes de ese movimiento renovador de la música era un antiguo camionero de Memphis, la capital del estado trumpista de Tennessee, del que hemos hablado mucho en este post. Se llamaba Elvis Presley y era ya un asiduo del show televisivo semanal de Ed Sullivan. De hecho, el vídeo que les dejo de regalo es incluso anterior, de 1957. Un buen ejemplo, contrapuesto a las Chordettes, de esa dicotomía, de esa misma lucha que seguimos teniendo cada día, aún en medio de una pandemia. No dejen de admirar lo guapo que era este señor, algo que resalta aún más por lo feos que son los que le acompañan. Que tengan una buena semana. 


sábado, 24 de octubre de 2020

988. Sobre la pérdida ambigua y el optimismo trágico

A mi querida África, con todo cariño

Mi admirada Valeria Correa, poetisa y narradora nacida en Rosario (Argentina), acaba de publicar un nuevo poemario, que se titula Museo de Pérdidas, Ediciones La Palma, 12€. Creo que me lo compraré en cuanto pueda, que no viene mal tener a mano algún libro de poesía reciente. Rescato aquí una respuesta que esta mujer dio, así sobre la marcha, durante una entrevista que le hicieron con motivo de la edición de su último libro de relatos, La condición animal, del que se habló largo y tendido en este blog. La pregunta era sobre la costumbre del horror, la tranquilidad con la que convivimos con historias terribles que suceden por el mundo adelante y a las que ya nos hemos habituado. Nos salta a los ojos una noticia tremenda del telediario, detenemos un instante el tenedor, a mitad de camino a la boca, para oírla, y seguimos comiendo tranquilamente con la mente otra vez en la hipoteca, las malas notas de nuestro hijo en el cole, o lo pesado que se está poniendo el jefe últimamente en la oficina. He aquí la respuesta de Valeria.

La verdad es que me gusta confiar en la hospitalidad del azar. Me gustaría vivir más en el asombro, porque pienso que en esas fisuras de lo cotidiano se encuentra lo que vale la pena ser vivido. Pero, como todos, tengo más costumbres que asombros. Vivimos en el horror de la costumbre y en la costumbre del horror también, tolerando la injusticia, la corrupción, la pobreza y un largo etcétera de miserias.

A esta mujer espléndida, la poesía se le cae de la boca de forma aparentemente casual, como el que respira. Viene esta introducción a cuento del tema al que quiero dedicar hoy mi post, un concepto ya más o menos enunciado de forma vaga, pero que hoy quiero formular de manera más concisa y sintética. A ver. Estarán conmigo en una cosa. El viejo mundo que conocíamos, la forma en la que nos hemos desenvuelto durante tantos años, ya no existe, por culpa del virus de los cojones.

Ese mundo ha muerto, de la misma forma en que murió el viejo mundo prusiano cuyos últimos momentos se describen en el libro Todo en vano, del que les hablaba el otro día. Igual que la ciudad alemana de Köningsberg desapareció para siempre y fue sustituida por la nueva ciudad soviética de Kaliningrado (sin iglesias hasta hace muy poco). El mundo ese que llamábamos normal no va a volver. Y cuanto antes nos hagamos a esa idea, mejor para nosotros. Un ejemplo más cercano. Hace un tiempo, todo el mundo iba a sacar dinero al banco, llevaba su libreta o su cheque con el que le habían pagado un trabajo y el cajero de turno tiraba de cajón bajo el mostrador y les sacaba el dinero con sus céntimos a cada uno. Ahora, casi todo eso se hace por vía telemática. Nos hemos tenido que adaptar y ya no vamos al banco para nada.

Yo, de verdad, únicamente voy a los cajeros automáticos y saco dinero de tarde en tarde para tener algo de suelto con que pagarle a la señora que viene una vez por semana a limpiar a casa. Para dárselo exacto, he de bajar un día antes al Alcampo, pagar con un billete y que me den cambio. Dentro de poco no habrá ni cajeros automáticos. ¿Todos nos hemos adaptado? No todos. Quedan algunos recalcitrantes, tipos básicamente entrados en años (me encanta el eufemismo), que aún se manejan con los billetes, las monedas y los céntimos. Son los que se han quedado al otro lado de la llamada brecha digital. Lo descubrí cuando el Ayuntamiento me pagó con tres talones otros tantos viajes al extranjero que me debía, de esos a los que me mandaba en la otra vida y que tenía que pagarme yo para que luego me los reembolsaran. Entonces tuve que ir al banco, ni siquiera a cobrarlos, sino a que me cargaran el importe en mi cuenta, algo que no se puede hacer en los cajeros de la calle.

Descubrí entonces que a esa fauna envejecida y residual que se sigue moviendo en el mundo analógico de los billetes y la calderilla, se la trata a patadas en los bancos. Para empezar, el servicio de caja está abierto sólo hasta las 11.00. A esa hora, el sistema se bloquea de forma centralizada y, aunque sólo hayan pasado dos minutos de la hora, te hacen volver al día siguiente. Además, has de soportar unas colas considerables, porque sólo hay una persona atendiendo y las operaciones de los que aún siguen con la libreta, o los que van a que les abonen su pensión al céntimo, son minuciosas, prolijas e interminables. Pero lo más gordo es que a esta tarea asignan a los empleados más bordes, amargados y siniestros de la plantilla, que suelen ser los que tampoco se han adaptado a los nuevos tiempos. La mecanización creciente de los procesos es arrolladora y castiga por igual a clientes y empleados que no se adapten.

Pues eso es lo que les va a pasar a los que no se adapten al nuevo mundo post-covid, los nostálgicos que se desesperan al ver que pasan los días y la vieja normalidad no se restaura. Digámoslo claro: el mundo anterior a la pandemia ha muerto. No va a volver. Pero, como con toda pérdida, tenemos que pasar el duelo. Y el duelo por una pérdida es algo que tienen muy estudiado los psicólogos y que se desarrolla mediante un proceso clásico, que consta de cinco etapas. La primera es la de la negación. Decimos: no es posible, no me lo creo, no puede ser verdad que me (nos) esté sucediendo esto. Yo tengo algunos conocidos que se han quedado en esta fase y que aún creen que, de forma milagrosa, se va a descubrir un remedio y vamos a volver a vivir sin mascarilla, a ir a los bares, a darles abrazos a las chicas con las que coqueteemos, a correr carreras populares, acudir a manifestaciones y asistir a conciertos de rock. Cada vez hay menos, pero haber haylos.

La segunda fase es la de la ira. Te cagas en todo, han sido los chinos, mira que son inútiles, etc. La ira te suele llevar a buscar culpables, pero es sólo una fase, cuanto más corta mejor, porque estresa y desgasta. La tercera se conoce como la de la negociación, aunque yo la llamaría mejor la del fantaseo. Se te meten cosas en la cabeza, del tipo de: qué hubiera pasado si, casi mejor que haya pasado esto para. Razonamientos de ese estilo. La mente es incontrolable y se entrega obsesivamente a este tipo de especulación retrospectiva tan agotadora e inútil como la ira. La cuarta es la depresión. El desánimo, cuando definitivamente te convences de que la pérdida es irreversible. Se pasa mal, pero es una fase necesaria. Por último, está la aceptación. No es que el tema se nos olvide, siempre lo vamos a recordar, siempre va a estar ahí, presente, en nuestro corazón. Es que de alguna manera lo encapsulamos, lo vamos rodeando de un tejido anímico aislante y lo dejamos ahí guardado.

Es entonces cuando podemos dar por superado el duelo, y eso nos permite experimentar otra vez alegrías y disfrutar del mundo y sus cosas buenas. Bien, esto está en los libros y, en general, se suele entender que tiene lugar especialmente ante la pérdida de un ser querido. Pero la situación actual no es exactamente así. En algunos aspectos es peor. Porque la pérdida de un ser querido es algo terrible sin duda, pero existe un motivo para el duelo que está definido y delimitado. En este momento de segunda ola del covid, lo tremendo es que aún no sabemos cómo va a ser ese mundo que nos aguarda al otro lado del túnel. No tenemos ni idea. Lo único cierto es que no va a ser igual a lo que teníamos.

Y, si no sabemos cómo va a ser el futuro a medio plazo, tampoco podemos delimitar las pérdidas, acotarlas y saber por qué cosas debemos de hacer el duelo. No hemos definido ese catálogo, ese museo de pérdidas del que habla Valeria Correa. Y esto es algo muy desesperante. La psicóloga belga afincada en USA Esther Perel define este sentimiento como la pérdida ambigua. Y lo equipara, no tanto a la muerte de un ser querido, como a su desaparición sin dejar rastro. Eso que sucede en tiempos de guerra (un soldado que no vuelve del frente y nadie sabe si está vivo), o de paz, por ejemplo, frente a un secuestro que se eterniza, o un niño que desaparece. Es una circunstancia terrible, que impide desarrollar el duelo adecuadamente. Los afectados se aferran a la esperanza de que el desaparecido esté vivo, incluso cuando el paso del tiempo hace que esa idea se vaya haciendo prácticamente imposible. A veces la situación no se soluciona nunca. Otras veces aparece el cadáver. Incluso en ocasiones, sucede que el tipo vuelve, pero ya es otra persona, y me viene a la memoria la película de John Ford The Searchers, que en España se llamó Centauros del desierto (1956). Una obra maestra del cine, centrada en el tema de la búsqueda de niños secuestrados por los indios que a veces eran encontrados muchos años después y ya no querían ser blancos.

¿Qué se puede hacer frente a una pérdida ambigua? Difícil cuestión. Perel aporta como remedio otro interesante concepto: el optimismo trágico. Se trata de asumir que no puedes controlar todos los factores que inciden en tu vida, en tu peripecia existencial. Una vez que aceptas el concepto de que no puedes controlarlo todo, has de procurar hacer lo mejor en cada ocasión en que la realidad te permita elegir entre dos opciones. Debes enfrentar los desafíos que se te presenten, a partir de la aceptación del contexto en el que te mueves, un contexto que no puedes cambiar, porque no está en tu mano. Y esa aceptación no es en absoluto debilidad ni resignación. Es sentido práctico y positivo. Estamos hablando de una especie de crecimiento post-traumático. De procurar no estresarte por unas circunstancias que no puedes modificar. Perel dice que para llegar al optimismo trágico, ayuda mucho el yoga, o al menos hacer tandas de respiraciones. Y también recurrir a la música y al disfrute de la literatura y del arte.

Sentado esto, digamos que toda esta calamidad que nos aflige, nos puede llevar a dos tipos de respuesta. Una es la individual. Yo soy autónomo, no necesito a nadie para bajar la basura o salir un momento al colmado a comprar arroz si se me ha terminado. Además, tengo mi pantalla de ordenador que me permite disfrutar de todo y estar al tanto de lo que sucede fuera. A mí no me afecta esto del encierro. Ya les digo que no es una postura aconsejable, que te puede llevar a la locura. Por el contrario, esta situación de excepción nos puede volver más empáticos, impulsarnos a hablar con el vecino y ofrecerle bajar su basura, ya que bajas la tuya; a comer en los restaurantes de los amigos para echarles una mano en su negocio, a quedar para el teatro o para ver la Expo de Reinventing que se cierra oficialmente mañana.

Eso es algo que genera mucha satisfacción, ayuda a mantenerse en el mundo e induce un tráfico mutuo de favores que es muy gratificante. Nos lleva, en suma, a una resiliencia colectiva. Podemos conformarnos con una resiliencia individual, pero es mucho mejor la colectiva. Y, en caso de que la situación empeore (como tiene toda la pinta de suceder), la resiliencia colectiva nos va a dar muchas más armas para defendernos. Así que: respirar hondo, disfrutar del arte y la música, ser sociable y relacionarse en lo posible con los demás y una última cosa, que ya se dijo con motivo de la primera ola del virus: crear rutinas con todo ello. Y, dentro de un orden, convertir esas rutinas en rituales. Con todo este bagaje, yo estoy seguro de que llegaremos al final de esta guerra enteros. Desde luego que en toda guerra hay bajas, toquemos madera. Hagamos votos porque haya suerte y no nos pille el jodío bicho.

A este respecto, miren unos datos. En el mundo hay 42 millones de contagiados. Eso quiere decir que hay 7.658 millones de personas que no nos hemos contagiado. Y hay cerca de 1,2 millones de muertos. Hagan ustedes la cuenta de los vivos. Por cierto, los últimos estudios y prospecciones científicas sobre la población de la Tierra han llegado a la conclusión de que no vamos a alcanzar nunca los 10.000 millones de habitantes. En la Tierra, las cosas se van corrigiendo solas y, si no, pues aparece el virus para ayudar a controlar a esta especie tan tóxica para el mundo (no tengan ninguna duda de que el agente tóxico somos nosotros). Los nuevos estudios tienen en cuenta que la mujer ha cambiado su papel y ha entrado en el mercado de trabajo y que la cultura cada vez llega a más lugares. En estos momentos, la natalidad más alta se da en lugares como Níger o Burkina Faso, 7 hijos por mujer. En el mundo más civilizado la cifra está en torno a 1 y por debajo. Y esos estudios prospectivos vaticinan que se alcanzará un pico de población de 9.700 millones, en torno a 2060. Y luego empezará a bajar. Sin contar con los efectos del virus.

Así que ánimo y a por ellos, oé-oé-oé. No se me desanimen, que el bajón implica el riesgo de caer en la tristeza, la autocompasión y lo que García Márquez llamaba el desgano. Por decirlo en términos de este blog: la pobredumbre mental. No es por presumir y ya sé que no son situaciones comparables, pero hace cerca de cinco años yo me rompí el húmero por la mitad intentando entrar al Metro y fui contando en el blog mis reacciones y mi evolución. Creo que la forma en que respondí entonces a ese accidente fue un ejemplo de optimismo trágico, aunque en aquellos momentos yo ni siquiera sabía que existía ese concepto. Pues es lo que procede ahora. Mantengamos el humor, estemos atentos a lo que sucede por el mundo, valoremos nuestras fuerzas y, de acuerdo con todo ello, redimensionemos nuestros planes y nuestros anhelos.

A Samantha Fish le pilló el desastre de gira por Europa al frente de una big band. Tras siete meses de encierro ha vuelto a la carretera antes que nadie, con una banda redimensionada a la baja: dos negrazos cincuentones y ella misma. Y está teniendo un éxito arrollador. Me he registrado en un club de fans americano de esta artista fabulosa en Facebook, que cada mañana cuelgan fotos y vídeos de la actuación de la noche anterior. Algunos de los vídeos se van colgando también en Youtube. Abajo les pongo una foto de la banda al completo esperando en el office del backstage antes de salir a escena. Contra mi costumbre, he resaltado algunos conceptos de este post en negrita. No los olviden: duelo, pérdida ambigua, optimismo trágico, resiliencia colectiva, rutinas y rituales. Que disfruten de su fin de semana.



 

miércoles, 21 de octubre de 2020

987. Contra la pobredumbre

En fin, les diré que esta mañana he hecho mi entrenamiento dentro de casa, o indoor, que decimos los políglotas, por varios motivos que ahora les detallo. Es sin duda un retroceso, pero únicamente refleja el retroceso general de la lucha contra el virus, en la que vamos perdiendo por goleada y no me refiero a España, sino globalmente a la Humanidad, con pequeñas excepciones como Nueva Zelanda o Uruguay. Lo cierto es que estamos sufriendo el paso de la tormenta semi tropical Bárbara, que lleva dos o tres días lloviendo sin parar (una bendición para el campo y cero inconvenientes para un coruñés, de hecho, ayer fui a mi oficina, fui y volví en coche sin problemas y aparqué en el parque Juan Carlos I, sólo por el gusto de caminar de ida y vuelta hasta el edificio bajo esa lluvia reparadora). Pero eso hace que el Retiro esté seguramente lleno de charcos y posiblemente cerrado por los vientos fuertes que ha habido la noche pasada y que derribaron un par de tiestos de mi terraza.

Así que esa es razón suficiente para correr en casa, un plan B que siempre tendré en la recámara. Además, ahora empiezan a decir que si el virus anda por ahí suelto, que se transmite por el aire a muchos metros, que los corredores deberíamos salir con mascarilla (conmigo que no cuenten). Además, hay por ahí fuera otro virus suelto, el del fascismo. Les recuerdo que, según el Google Maps, vivo exactamente a 1.100 metros (14 minutos a pie) del Palacio de las Cortes, donde se está debatiendo la moción de censura presentada por Vox. Igual que otros dicen que el coronavirus fue un germen creado en un laboratorio de Wuhan, que se escapó de control y se esparció por el entorno, también es posible que el virus del fascismo, liberado de forma experimental dentro de las Cortes, se salga fuera y contamine el aire de mi barrio, ese aire que hoy está limpio por la lluvia. De forma que, si hubiera salido al Retiro me hubiera encontrado charcos, posibilidad de que se me cayera un árbol encima, casi seguridad de que el parque estuviese cerrado, y dos clases de virus potencialmente letales pululando por el aire del parque. Quita, quita.

Cuando salgo afuera, vengo haciendo unos 39 minutos de carrera útil. En casa hago 50, para compensar la ausencia de cuestas, el suelo más regular y el no tener que dar algunos acelerones por incidencias sobrevenidas. En resumidas cuentas, que esto es lo que nos viene. El mundo ha cambiado, aún no sabemos hasta dónde, pero hay que hacerse a las nuevas rutinas. A mí me va bien ir a la oficina a hacer trabajo presencial un día por semana. Ya sé que la cosa tiene sus riesgos, pero es que esto es como volver durante unas horas al pasado feliz, a pesar de las mascarillas y el no poderles dar achuchones a las chicas que más quiero. Pero hay que adaptarse. Otra cosa que ha cambiado, por ejemplo, son las reuniones culturales o de ocio. Ahora hay que hacerlas a través de una pantalla dividida en celditas. Vean, por ejemplo, la foto que Ronaldo subió a las redes de nuestro último Billar de Letras.

¿Cómo dicen? ¿Que por qué llevo sombrerito? Pues no lo duden: por coquetería; ya ven que es un foro lleno de mujeres. Salvo el director, el traductor del alemán Fortea y yo, sólo hay un barbas que se acaba de incorporar al foro, en el que antes Ronaldo y yo éramos los únicos que meábamos de pie. Así que tengo que ponerme guapo, que las mujeres se fijan mucho en los detalles. Además, hasta esta sesión he procurado seguirlas desde la terraza y no me viene mal abrigarme la calva un poco. Hablando de la terraza, el otro día se pasó a verla uno de los dos floristas que me diseñaron el acondicionamiento vegetal, con el que he hecho bastante amistad. Me dijo que la veía espectacular. Únicamente me hizo una recomendación: procura retirar las hojas muertas que caen dentro de los tiestos. Yo solía barrer las que caen fuera y dejaba las otras pensando en que se convirtieran en abono natural. Pero dice mi amigo que no, que sólo son un foco de gérmenes y que generan lo que una señora de su pueblo llamaba la pobredumbre.

Como el término me parece genial, hasta lo he incorporado al título de este post. Queridos lectores y amigos: hemos de guardarnos de la pobredumbre, física y mental. Esto de vivir aislado es muy malo, las almas generan verdín, el ánimo corre el riesgo de llenarse de mugre y eso es peligroso. No debemos descuidarnos, que la soledad es mala consejera y, a edades como la mía, hay que mantener en forma el cuerpo y la mente. Yo llevo desde mediados de marzo entrenando cada tres días sin falta. Bueno, ahora, como tengo que ir a trabajar los martes, he pasado a correr dos veces por semana: miércoles y domingos. Pero esto se acabará y el ritmo de un entrenamiento cada tres días es muy bueno. En cuanto a la mente, pues esto de escribir para el blog (también un día de cada tres) es un masaje mental que me va estupendamente. 

He dicho desde mediados de marzo. Claro, desde el momento en que el virus apareció e hizo pedazos todas nuestras rutinas y nuestros planes. Por ejemplo, teníamos programado hacer una exposición sobre Reinventing Cities, teníamos reservado el lugar (el Museo de la Ciudad, en Tribunal) y preparado el presupuesto para el gran sarao de inauguración, con vino, cerveza y canapés en abundancia. Todo eso ha habido que cancelarlo (menos la propia exposición que, dentro de las circunstancias, está siendo exitosa). Hace una semana la visité con mi amigo X y dos de mis antiguos jefes de la Oficina del Plan. Aquí pueden ver la foto que me hizo X en plena explicación. 

¿Cómo? ¿Que cuánto me gusta salir en las fotos? Están ustedes pesaditos hoy. Ya no sabe uno que hacer. Si subo fotos de Samanta Fish me dicen que soy un pelma. Y si pongo de las mías, que soy un narciso. ¿Qué quieren, que les ponga fotos de Abascal? Pues se van a quedar con las ganas, porque no me sale de los cataplines. Bueno, el día que estuve en la Expo con mis amigos, no nos fijamos en que había una pantalla grande con un vídeo en sinfín. O tal vez lo tenían apagado. Después fui otra vez con un equipo de los ganadores de la primera edición que querían hacer un vídeo y les interesaba que saliera hablando alguien del Ayuntamiento. Ese día, nada más llegar, los del equipo de filmación desconectaron la pantalla del vídeo en sinfín, para que no hubiera interferencias. Así que tampoco lo vi.

Tuvo que ser mi amigo César, que visitó la Expo este lunes, quien me advirtiera de que el vídeo tiene una extensa parte de reportaje sobre el Meet Up, el último sarao que hicimos antes de encerrarnos, en el que ejercí de presentador y parece ser que estoy todo el rato en pantalla. Para demostrármelo, me mandó esta otra foto que pueden ver abajo. Ahí me tienen en plena faena, ese era yo antes de la llegada del virus. Detrás de mí esperan sentados el concejal de urbanismo, que parece divertido de escucharme y mi jefa y nuestra amiga italiana Costanza, del C40, departiendo amigablemente. Eran los tres oradores del primer bloque del acto.

Cualquier tiempo pasado fue mejor, se suele decir. En este caso es literal: antes del virus vivíamos como curas. Pero bueno, a mí me queda dar gracias de haber vivido 69 años sin guerras ni epidemias. Antes, eso era muy difícil. Ahora veremos qué pasa. De momento, lo prioritario es que pierda el señor Trump. Después ya nos podremos dedicar a buscar algo contra el virus. Pero de momento, la prioridad es esa. Les recuerdo que, en el primer debate, Biden aguantó el tipo, lo que ya es bastante en un abuelo como él. En el de los candidatos a vicepresidente, hubo empate: Pence recuperó mucho del terreno que pierde Trump a todas horas, dando una imagen firme pero moderada, lejos del circo de su compañero de ticket. Y Kamala se moderó también, supongo que aconsejada por su equipo, a la vista de que van por delante en las encuestas. El tercer debate se suspendió por el contagio del presidente y su negativa a hacerlo telemático. Y el cuarto será mañana. Cruzo los dedos para que Biden no meta la pata. Trump va a estar muy agresivo, porque no tiene nada que perder y además le encanta dejar fluir sus instintos ante las cámaras de TV.

Las encuestas dan resultados claros a favor de Biden en ambas costas, y también en lugares como Illinois o Colorado, estados tradicionalmente progresistas. Trump vence holgadamente en todos los estados del sur profundo. Y la cosa se juega en los llamados swing states. De estos, yo veo ganador a Trump en Texas (el más grande de los swing) y también en Iowa. Biden parece claro ganador en Florida y Arizona. La cosa está ya más justa en Carolina del Norte y en claro empate en Ohio y Georgia, que pueden ser determinantes para el resultado. No sé ustedes, pero yo me estoy empezando a poner muy nervioso. Va a ser una cita clave para todos. Estamos en un dilema entre dos futuros y todo el mundo contiene la respiración. La Unión Europea prefiere que gane Biden. En cambio, la Gran Bretaña post-Brexit/post-covid, sueña con que Trump revalide; si no, se va a quedar muy sola.

Y en cuanto a las estrellas del blues en las que estoy tan interesado últimamente, les diré que la gira de Samantha Fish sigue viento en popa, con el letrero de sold-out, que dice que se han agotado las entradas presenciales, colgado a la puerta de todos sus conciertos hasta ahora. Tab Benoit no empieza su Social Distance Tour hasta después de las elecciones. Arrancará el viernes 6 de noviembre, con un concierto en Nashville (Tennessee), la ciudad donde viven Sheryl Crow y las chicas de Larkin Poe, entre otros muchos músicos. Después sale casi a concierto diario, como hasta marzo. Para este primer concierto, ha invitado precisamente a Samantha Fish a que suba al escenario con él, a cantar algunas canciones juntos. Tab gusta de cuidar los aspectos simbólicos de su actividad profesional. Y este concierto se podrá ver en streaming. Aun no tengo la entrada (son a 12 dólares) pero creo que también me apuntaré a trasnochar para verlo en directo.

Samantha también cuida sus simbolismos. Por eso termina todos sus conciertos de esta gira, en la que se ha adelantado a todo el mundo, con el tema Don’t let it bring you down de Neil Young, a quien seguramente le habrá tenido que pagar algo por la utilización de esta canción de mensaje tan oportuno en estos momentos: No dejen que esto les deprima. Samantha, como ya les conté, ha vuelto a sus orígenes, ha recuperado el formato power trío y ha contratado para su banda a dos músicos negros cincuentones de reconocido prestigio: el batería Terence Higgins, que ha trabajado para el Doctor John, Tab Benoit y muchas otras bandas de New Orleans, y el bajo Ron Johnson, durante años miembro de la banda de Greg Allman. Abajo tienen sus fotos.









Esto de levantarme a las 3 de la mañana para ver un concierto de rock de 3 a 5 y luego acostarme otra vez, no es sino otra forma de evitar que me arrase la pobredumbre, o la carcoma esta que se está comiendo nuestro mundo. Mañana volveré a la Expo para enseñársela a mis amigas colombianas y después comeremos juntos. Y el viernes iré al teatro del Matadero a ver Las Criadas de Jean Genet. No puedo parar mi vida, aunque procure protegerme. Por cierto, Jean Genet estaba muy loco, como quizá sepan, pero esto de los artistas locos lo voy a reservar para un post específico. De momento, les dejaré con una imagen para la esperanza.

Mi terraza, de la que les he hablado en estos últimos textos, es un lugar que me está ayudando mucho a pasar este trance de encierro y miedo al mundo exterior. Tuve la suerte de hacer unas obras de acondicionamiento hace algo menos de un año, cuando no imaginábamos que nos aguardaba un futuro tan negro. Y ahora está espectacular, como sentenció mi amigo el florista. Una de las plantas que tengo, es una dipladenia, planta de origen peruano, que aparenta estar muy contenta. Tanto que ha ido a crecer hasta un punto mucho más arriba del tiesto y marcar allí, como una pica en Flandes, su hazaña con una de sus preciosas flores rojas. Esto es lo que nosotros necesitamos. Esfuerzo y confianza para llegar al otro lado de este túnel y dejar allí florecer nuestros anhelos. Hace rato que me he desentendido de la actualidad y de la moción de Vox. Me importa un rábano. Cuando me ha entrado el hambre me he frito unas alitas, con sal y romero, acompañadas con pimientos de padrón, que en esta época pican bastante. Luego, una pequeña siestecita y a trabajar hasta la noche, que tengo tarea pendiente. Que lo pasen bien.

domingo, 18 de octubre de 2020

986. El maestro Tab Benoit que estaba allí

No sé qué imagen tienen de mí ustedes, queridos seguidores del blog, pero yo soy una persona muy emotiva y he de confesarles que ayer, después de comer, cuando abrí el ordenador para echarle un ojo a las noticias del día y vi la referencia de la enorme victoria de Jacinda Ardern en las generales de Nueva Zelanda, se me aceleró el corazón como hacía tiempo que no lo hacía. Y que, en plena taquicardia, abrí el vídeo en el que esta admirable mujer se dirige a sus seguidores en el Ayuntamiento de Auckland (dónde si no) para comunicarles su victoria y entonces me entró una llorera explosiva que se repitió las dos o tres veces que volví a ver ese vídeo. Les pongo AQUÍ la referencia de la noticia que yo me encontré buceando en la prensa del día, con el vídeo incluido.

Es que este es un asunto decisivo, es que es la demostración viviente de que los que entendemos el mundo de una determinada forma podemos ganar y organizarlo de una manera justa y ecuánime, es que eso es lo que anhelamos que pase en USA dentro de unas pocas semanas, porque no basta una victoria ajustada, hace falta ganarle por mucho a Trump para no darle la oportunidad de enmierdar el resultado, como hizo Bush en 2004 cuando el teórico empate hizo que los votos se empezasen a contar por los dedos (un-dos-tres-cua/un-dos-tres-cua) recuento que indefectiblemente llevaba a una victoria de Al Gore, pero que fue cortado en seco por el Supremo, esa instancia gobernada durante décadas por lo más reaccionario del país en comandita con el Senado, que en un momento dado decidió hacer de su capa un sayo, dar por finalizado el escrutinio en ese punto y proclamar ganador a Bush.

He usado una expresión ya muy en desuso (nadie lleva ya capa ni sayo) para subrayar lo arcaico, lo casposo de esa dupla que forman en USA el Supremo y el Senado. No quiero adelantarme, pero yo casi doy por descontada la victoria de Biden, espero que con margen suficiente. Así que mis anhelos y mis rogativas a los dos San Benitiños a los que venero (con permiso de Paco Couto) van dirigidas a dos puntos: una victoria holgada como la de Jacinda, y la mayoría en el Senado. Esto segundo está más difícil, ha sucedido muy pocas veces en la historia. Pero es que con congreso y senado del lado demócrata, sería factible aprobar una ampliación del número de miembros del Supremo y paliar un poco el desequilibrio de fachas (6 a 3) que pronto va a tener. Y que conste que Biden no me entusiasma, que me parece un abuelo un tanto cascado y un tipo no demasiado brillante. Por mi parte, ya saben quién sería el mejor candidato.

Esto nos lleva de cabeza al mundo del blues y, más en concreto, al blues sureño. En los años 80 había en el sur de los USA un movimiento de nuevos músicos que estaban al tanto de la explosión mundial del rock, pero a la vez eran fieles a sus raíces locales, al blues, el country y las diferentes tendencias de esta área tan rural y singular del país norteamericano. Por ahí andaban una serie de músicos blancos que habían interiorizado las armonías y los compases del blues primigenio, pero cuyas letras ya no contaban lo duro que es recoger el algodón en los cultivos de Arkansas, sino que aprovechaban ese universo sonoro para hablar de sus desengaños amorosos o de la dificultad de ganarse la vida en este universo tan cerrado. El máximo exponente de ese movimiento era el gran Stevie Ray Vaughan, guitarrista de Dallas (Texas), que alcanzaba un grado de virtuosismo sólo visto anteriormente en Jimmy Hendrix.

He hablado muchas veces en el blog de Stevie Ray Vaughan, pero creo que no les he puesto ningún vídeo suyo. Hora es ya de que le veamos, para que puedan ustedes valorar si exagero o no. Stevie era directamente un alcohólico y un drogadicto, algo muy habitual en el rock de aquellos tiempos. Se cuenta que se desayunaba ya con un lingotazo de whisky y se calzaba varios gramos de cocaína diarios. En una gira por Europa tuvo una especie de colapso y los médicos le dijeron que, o paraba, o iba a vivir muy pocos años más. Estuvo ingresado en clínicas de rehabilitación varios años y regresó sobrio, pero consiguió alcanzar su mismo nivel de virtuosismo con la Fender Stratocaster que era su guitarra preferida. Podemos verlo aquí interpretando una de sus composiciones, de letra bien sencilla: tío, mejor deja a mi chica en paz. You better leave my girl alone. Blues en estado puro. Reconocerán aquí muchas de las armonías que utiliza Samantha, aunque ella les da un tono más femenino, más dulce. Este hombre era un auténtico animal con la guitarra. No se ha visto nada igual. 

Lo dicho, una bestia parda. Stevie Ray Vaughan tendría ahora 66 años si no se hubiera matado en un accidente de helicóptero en agosto de 1990, cuando volaba en dirección a Chicago, donde tenía unos bolos. El universo del blues se quedó huérfano. Los músicos que les vengo poniendo en el blog y que han revitalizado ese mundo, tienen en torno a 30 años y llevan unos diez haciendo música. Cuando desapareció Stevie, algunos apenas habían nacido. Hablo de Samantha Fish, de Larkin Poe, de Damon Fowler, de Jeremiah Johnson, de Luke Winslow y otros. Ellos son el presente de la música sureña. Pero hay un elemento clave en esta historia: el gran Tab Benoit. Este hombre tiene en estos momentos 52 años. Es decir, cuando mis admirados Samantha and company empezaban a hacer sus pinitos con 17/18 años, este señor ya llevaba 20 años en la carretera. Cuando estos arrancaron sus carreras, Tab Benoit estaba allí.

Tab Benoit es el eslabón perdido del blues y se mantiene en plena forma. Ahora les contaré algo de él, déjenme primero que les ponga una de sus actuaciones en vivo, para que vean que aquí suenan los acordes de Stevie Ray Vaughan y hasta de Jimmy Hendrix y también anticipa lo que hace Samantha. Este señor, además de un guitarrista y cantante muy bueno, es humorista, le gusta contar largos chistes entre canción y canción. Aquí le vemos diciendo que va a cantar una canción que le ha pedido alguien del público al que ya no ve por ahí. Seguramente se ha ido al baño (risas). A lo mejor es uno de esos histéricos de la higiene que se tiene que lavar todo el rato. Si yo les contara las porquerías que hacíamos de niños. Y así estamos: inmunizados contra los gérmenes. Yo les diría a estos maniáticos que lamieran un poco el suelo. O que, después de conducir un coche, se lamieran ambas manos. 

En fin, todo esto es en tiempos pre-covid, desde luego. Y no les engaño: este hombre maneja un acento sureño tan cerrado que apenas le entiendo, les he puesto lo que me imagino que dice. Les pido que lo escuchen y vean al menos una parte de la canción, hasta donde se cansen. Les voy a poner luego otras tres y quiero que esas las vean enteras, así que, si es mucha tela, prefiero que se salten una parte de esta. Les diré que Tab suele tocar en el formato power trío, y va cambiando de batería, pero su bajo es siempre el mismo: el obeso Corey Duplechin, un sujeto espasmódico, trémulo, grasiento, representación viviente de los epsilones de Un mundo feliz, un verdadero friki. Pero que toca el bajo de puta madre. En este vídeo, quizá reconozcan al batería de turno. No sé su nombre, pero se trata del mismo que integraba la banda de los Caballeros Absolutamente Monstruosos que suele arropar a Jon Cleary, ese que abre la boca todo el rato como si se estuviera riendo, pero es una mueca con la que subraya su concentración. Véanlos ya.

Tab Benoit nació en Baton Rouge, la capital administrativa de Louisiana, ese estado sureño donde las encuestas le dan una holgada ventaja a Trump. Pero, cuando era niño, su familia se trasladó a Houma, una ciudad portuaria y petrolera que está entre Nueva Orleans y el borde del océano, en pleno delta del Mississippi. Y sigue viviendo allí. Podría haber llegado a ser una estrella del rock, pero no le interesa. Es un hombre sencillo, arraigado en su comunidad, que no ostenta ningún rasgo extravagante, salvo su gusto por las camisas llamativas. Es padre de familia, he visto algún vídeo en el que sube al estrado a tocar a uno de sus hijos. No lleva el pelo largo, ni tiene pendientes, ni usa drogas, pertenece a la generación que ya pasó de estos temas. Su vida está en el blues, en sus giras (exclusivamente por USA), en sus amigos, sus bares y sus chascarrillos.

Una de sus especialidades son las canciones lentas, que narran las desdichas del desamor que sólo una guitarra como la suya puede expresar. En el blog le hemos visto cantando una buenísma, que se llama Nothing can take the place of you, Nada puede ocupar tu sitio. Tal vez la recuerden, es una preciosa balada, perfecta para arrimar cebolleta, que empezaba con un verso ya demoledor: I moved your pictures, of my wall, he quitado tus fotos de mi pared, etc. Aquí van a ver cómo interpreta este señor una canción de este tipo, una versión de un tema del gran Otis Redding: These arms of mine. El bajo es el gordo de siempre, pero les pido que se fijen en el batería. Se llama Terence Higgins y es uno de los dos negrazos que ha contratado ahora Samantha Fish para que la acompañen en su actual gira. Con su sempiterno sombrero negro. Otra cosa que les digo. Samantha Fish tiene una colección amplia de guitarras y cambia todo el rato de instrumento en sus actuaciones. Tab parece que sólo tiene una: su vieja Fender Telecaster del 72, con ese aspecto medio escarallado. Algo que dice mucho de la idiosincrasia de ambos. 

Una preciosidad. Tab Benoit es un hombre comprometido con su tierra. Le preocupa mucho la forma en que el océano se va llevando la costa y tiene claro que esa erosión fatal y muy peligrosa para las ciudades costeras está motivada, como todo, por la acción del hombre. En el siglo XIX, se construyó un canal para que los barcos pudieran seguir remontando el Mississippi hasta los puertos de las ciudades río arriba. Eso ha modificado el ecosistema del río que llegaba al mar de manera tranquila, a través de un delta gigantesco, pero de difícil navegación. En 2003, Tab fundó un grupo que se llama Voices of Wetlands, voces de los humedales, que está involucrado en promover la conservación de la costa, los pantanos y los ecosistemas de Louisiana.

Como parte de su actividad, estaban filmando un documental de una hora sobre los estragos del huracán Lily, en el que se avisaba de que estos fenómenos iban a ser cada vez más frecuentes y mortíferos. Y entonces llegó el Katrina. En medio del caos, se prohibió a los aviones y helicópteros que sobrevolaran la zona sin permiso. Así que no hay grandes imágenes del desastre, salvo las oficiales. Pero Tab y su gente compartían los helicópteros con una productora que estaba filmando por allí unos capítulos de la serie Miami Vice, y tenían puestas unas pegatinas de la policía de Miami. Con esos helicópteros se internaron en la zona prohibida y les dejaron pasar; dice Tab que debieron de pensar que venían a traer ayuda. Las imágenes se incorporaron a su documental y lo convirtieron en un film muy valioso que se exhibió en festivales por todo el mundo.

Como parte de la implicación de Tab con su región y su gente, le encanta la gastronomía local, el gumbo, el jambalaya y los cangrejos del pantano. Y ahora les voy a pedir que vean como canta una canción al respecto. La letra es sencilla: my baby got the fire/I got the food/ we make a good gumbo/ yes, we do. Es decir: mi chica pone el fuego, yo pongo la comida, hacemos un gumbo de puta madre, vaya que sí. No le busquen dobles sentidos, sólo dice eso. Luego va contando lo que le echa, cuánto le gustan los champiñones del pantano y los animalillos que va cazando.

Es un tema que discurre a un ritmo vertiginoso, muy típico de New Orleans, donde se usa este tipo de canciones para bailar por la calle. Aquí les acompaña un amigo que toca el acordeón como un auténtico arcángel. Y es increíble cómo Tab mantiene la nitidez y la riqueza de sus punteos a esa velocidad. Y, en un momento dado, hace una cosa que sólo se puede escuchar en New Orleans: atrapa las cuerdas con la mano izquierda y usa la guitarra como si fuera un instrumento de percusión. Un verdadero malabarismo que el público acoge con rugidos, pero él continúa impertérrito con sus punteos y hablando de los champiñones. Merece la pena que lo vean. Esto es el espíritu de Nueva Orleans.

Cuando le preguntan a Samantha por los músicos que más le han influido suele citar a los Stones, The Band, Tom Petty y otros, pero nunca nombra a Tab Benoit. Sin embargo, se llevan bien y se invitan frecuentemente a tocar con sus grupos respectivos. Samantha sabe que es su maestro, el tipo que mantuvo viva la llama hasta que ella y los de su generación llegaron, el músico que ya llevaba veinte años en la carretera cuando ella empezó a hacer sus pinitos de quinceañera. Y Tab sabe que ella es la que ha roto todas las barreras, ha dado el salto a un merecido estrellato y ahora juega en las grandes ligas del rock. Ambos se respetan y tienen buen rollo entre ellos. La verdad es que con Samantha es difícil llevarse mal.

Vamos a ver un ejemplo, que les dejo de despedida. El vídeo recoge el final de otro de los chistes de Tab, que ya desisto de entender. Entonces anuncia una canción de la que dice que tanto Samantha como él suelen cantarla en los conciertos. Se trata del clásico I put a spell on you, tremenda canción del legendario Screaming Jay Hopkins, que hoy no pasaría el filtro feminista del You Too: te lancé una maldición, porque eres mía, no te podrás ir con otro, etc. Es una canción que ha versioneado todo el mundo. Tab canta las dos primeras estrofas y le cede la vez a Sam para el primer punteo. Y vemos como nuestra chica favorita se esfuerza al límite, se esmera metiendo los labios hacia dentro para concentrarse en sacar una melodía realmente maravillosa, a la altura de lo que se merece su anfitrión.

Vemos que Samantha coquetea abiertamente con Tab, por ejemplo, cuando termina el primer compás y confirma que puede tocar otro más. También se comunica visualmente con el batería en varios momentos. Sin embargo, ningunea de forma llamativa al gordo, al que le da la espalda todo el rato, algo muy inusual en Samantha, que confraterniza con todo el mundo y tiene debilidad, como yo, por los frikis. Tal vez sea porque le ha dicho alguna bordez, a lo mejor es un baboso. Al final de ese punteo fabuloso, vemos que Samantha se va situando estratégicamente ante el micrófono como suele hacer. Todavía le manda una última mirada deliciosa a Tab, como diciéndole: canto yo ¿no? Entonces se coloca el micrófono y todo el público aúlla, porque no sabían que iba a cantar, Tab no deja cantar a casi nadie en sus shows.

Y en la segunda parte de la canción, invierten papeles: ella canta y él hace el solo de guitarra. Y vemos que Tab, ha de esmerarse también, porque Sam le ha dejado el listón muy alto. Todo esto sucede en el festival de Telluride, que se celebra cada septiembre en esa estación de esquí y al que no suelen faltar ninguno de los dos. La canción, como han visto de letra tenebrosa, se desliza hacia el final con ambas guitarras sonando muy distorsionadas y con una iluminación ad hoc. Realmente impactante. En fin, hoy hemos vuelto a hablar de blues, porque la actualidad es casi tan tenebrosa como el aire de esta última canción y porque mi amigo X me convenció este verano de que yo tenía que escribir de lo que me diera la gana y el que quiera que me lea y el que no, que se vaya a tomar vientos. Así quedó dicho. Que la semana que empieza mañana les resulte grata y fructífera. Yo se lo deseo. Y cuídense.

jueves, 15 de octubre de 2020

985. Impasible el alemán

Bueno, seguimos aquí al pie del cañón, pendientes de los temas que más interesan en este blog, la campaña USA, que yo creo que va bien y la vamos a dejar para otro día, la gira de Samantha Fish, que sigue viento en popa y por supuesto, el maldito virus. Yo tengo una idea clara: el virus está por todas partes y nadie tiene ni puta idea de cómo opera, por qué unos se contagian y otros no, por qué unos se ponen muy malitos y otro no se enteran, y por qué de pronto se ven seriamente afectadas unas zonas y otras no. España ha liderado esta segunda ola de contagios, pero ahora la siguen los demás, Francia, Alemania, Italia, Portugal, Bélgica, Holanda. Siempre he pensado que a nosotros nos ha tocado ir ahora en cabeza, igual que antes le tocó a Italia, y que esto no era por tener en el gobierno a Sánchez y al de la coleta, como sostiene el fraCasado, con su habitual des-facha-tez. 

Pero eso no quita para que investiguemos si estamos haciendo algo mal y cómo podemos mejorarlo. Por lo que yo veo, la respuesta al virus es bastante poderosa en países autoritarios, como China, donde funciona el ordeno y mando. Allí han derrotado al virus a garrotazos, y al que levante un poco la voz, le dan hasta que se calle. Extremo de esta tendencia son lugares como Corea del Norte, donde está prohibido tener la Covid-19, al que se le ocurra decir que está malo lo rematan ya directamente. Como ya se contó en el blog, el presidente de Turkmenistan ha prohibido incluso hablar de ello bajo pena de cárcel. Y el de Bielorrusia, que sigue en el poder tras el reciente pucherazo, recomienda lavarse las manos con vodka y echarse luego un trago, como medida terapéutica infalible.

Pero hay otros lugares en donde el virus se ha controlado con sistemas inteligentes y sin perder su carácter democrático. Por ejemplo, ¿saben ustedes cuantos casos y muertos ha habido en Uruguay? Se lo desvelo: 2.388 casos y 51 muertos. Un país que está metido en el sándwich mortífero que forman Argentina y Brasil. La BBC le dedica a este curioso caso un reportaje que pueden consultar AQUÍ. Yo se lo resumiría, pero para eso primero tendría que entenderlo. Tal vez el mayor éxito en la lucha contra el coronavirus es el que muestra Nueva Zelanda. Pero es que aquí tienen a la presidenta Jacinda Ardern, otro de los ídolos de este blog.

Jacinda y su gobierno han logrado detener las dos olas del virus, una detrás de la otra. En cuanto han aparecido casos, han iniciado su estrategia hasta que no ha quedado un solo infectado. Preguntada por cómo lo hace, lo resume en una frase: to do hardly, to do early. Es decir: darle duro y darle pronto. Está bien claro. Justo lo que no hacemos aquí. Por cierto, aprovecho para recordarles que pasado mañana hay elecciones generales en Nueva Zelanda. Nadie duda de que esta señora estupenda revalidará la presidencia. La única duda es si necesitará hacer alianza con los verdes como hasta ahora o tendrá mayoría absoluta. Abajo tienen una foto suya, de uno de estos días finales de su campaña electoral. Jacinda está feliz en un mundo sin covid, donde no se necesitan mascarillas. Y pueden ver también cómo la quiere su pueblo, de rasgos inequívocamente maoríes.

Pero no hay que irse tan lejos para encontrar estrategias exitosas. Por ejemplo, en Italia se están haciendo las cosas bien, no es casualidad que les vaya mejor. Mi hijo Kike, que está estos días en Milán por trabajo, me da algunos datos. Allí, ahora mismo, si quieres ir a un bar (sólo en terraza), además de tomarte la temperatura, hacerte lavar las manos con gel y todo lo demás, te toman los datos, nombre, DNI y domicilio. Por si se registra algún contagio posterior. El rastreo de contactos no es una técnica a posteriori, sino una tarea preventiva. Ya ven que aquí no actuamos correctamente. Pero es triste que el fraCasado y compañía digan que es por culpa de Sánchez. Yo estoy convencido de que, con ellos en el gobierno, se haría igual de mal. El otro día les dije que el gobierno de Ayuso no había acometido ninguna iniciativa legislativa. Falso. Han elaborado una ley. Hoy mismo se ha publicado. ¿Saben cuál? Sí, han acertado: la nueva Ley del Suelo. La que va a casi suprimir las licencias y que cada uno haga lo que le dé la gana. Venían con esa idea en la cabeza, y no les para ni el covid.

Mierda, que yo no quería hablar de política. ¡Joder! En realidad, yo quería hablarles hoy de literatura. Este martes tuvimos el segundo club de lectura de la temporada, del grupo Billar de Letras, y fue sensacional. Les aclaro algo. El club de septiembre, el primero, giró en torno al libro Niña, mujer, otras, la extraordinaria novela de Bernardine Evaristo, que ya les he recomendado por activa y por pasiva, les va a encantar. Pero la sesión del club, en sí misma, me resultó un poco bluff. Esta vez ha sucedido lo contrario. El libro es cojonudo, pero yo no se lo voy a recomendar, ahora veremos por qué. Pero la sesión fue sensacional.

El libro se llama Todo en vano (Walter Kempowsky, 2006, Libros del Asteroide). Se trata de la última novela de este escritor alemán, muy valorado en su tierra, que falleció un año después de su publicación. La obra nos cuenta las horas angustiosas que vive una familia aristocrática de la Prusia Oriental, en 1945, mientras esperan que lleguen los rusos, que supuestamente arrasarán con todo, como ya hicieron en la Primera Guerra Mundial. Por la mansión campestre de esta familia pasan sucesivos personajes, que dan diferentes visiones de lo que está ocurriendo. Es una novela tenebrosa, depresiva, en la que lo más que se percibe de los rusos que vienen es el bramido que se oye a lo lejos, que uno de los personajes identifica como fuego de cobertura. Y que viene acompañado por un resplandor rojizo.

Ya les adelanto dos cosas (disculpen el spoiler, pero no creo que se animen a leerla). Una: los rusos no llegan nunca, son como el Godot de la obra teatral. Dos, la presión llega a tal nivel, que los de la casa huyen finalmente, sumándose a una caravana caótica de carros que atasca la carretera, en busca de un lugar llamado La Albufera, en donde esperan subirse a un barco y huir. Y de los personajes del libro, no queda ni el apuntador, algunos mueren por bombardeos sobre la columna de vehículos, otros atropellados en el caos, ahorcados por ladrones y otras barbaridades. Bien, se trata de un libro que se inserta en una nueva, relativamente, tendencia de la literatura alemana. Después de la Guerra Mundial, el pueblo alemán asumió colectivamente el papel de malos de esta película, de verdugos que debían purgar su culpa. Pasó mucho tiempo hasta que algunos escritores empezaron a reivindicar también el papel de víctimas: Gunter Grass, Heinrich Böll y este Kempowsky.

El libro tiene para mí un interés suplementario. Es una crónica de un mundo que está a punto de desaparecer. Pero literalmente: la Prusia Oriental ya no existe hoy en día. Toda la población alemana fue deportada al oeste. La capital Köningsberg, fue bombardeada por los ingleses y arrasada completamente. Y este territorio fue colonizado por rusos que se implantaron allí, atraídos por las subvenciones que les ofrecía el régimen soviético por trasladarse. En el lugar de Köningsberg se edificó una nueva ciudad: Kaliningrado. Hace un par de años, conocí a un escritor de esta ciudad, el gran Yuri Buida, autor de dos libros que me encantaron: El tren cero y Helada sangre azul, que ya les recomendé en este blog. 

Asistí a una entrevista que le hizo Ronaldo en el FNAC. Y recuerdo dos cosas. Una, que, tal como nos contó, él era hijo de una de esas parejas que se desplazaron a la zona desde el centro de Rusia. De modo que él tenía una memoria de su pasado que se interrumpía hacia atrás en un punto, a partir del cual nadie hablaba. La otra, que, como la ciudad de Kaliningrado fue construida desde cero durante el período soviético, no había iglesias. Todos eran ortodoxos y rezaban donde podían. Sólo tras la caída del mundo soviético se construyeron las primera iglesias. Si buscan ustedes Kaliningrado en el mapa de Europa, verán que es una ciudad a orillas del Báltico, que forma parte de un trozo de Rusia separado del resto del país. 

Por lo demás, me encantó la sesión del club porque contamos con el traductor del libro, Carlos Fortea, un veterano que fue hasta decano de la Escuela de Traducción de Salamanca y que sabe mucho de la cultura alemana. En un momento dado, comentó un tema. Los personajes de la novela pueden huir a tiempo, pero no lo hacen. Esperan hasta el caos final, cuando ya la situación les arrasa. Según Fortea esto es algo muy alemán. El alemán es un tipo que tiene una confianza ciega en la autoridad, que espera a que le digan lo que tiene que hacer, porque no le gusta improvisar. Y esto, siempre según Fortea, es una expresión de esa mentalidad cuadriculada, que se instauró cuando los alemanes de Prusia la impusieron a los de la parte más occidental, los del entorno del Rhin, que eran más cachondos y más creativos.

Nunca había oído eso de las dos Alemanias y me quedé impresionado. Yo he viajado por muchas ciudades alemanas y me encanta ese orden que tienen, esa sensación de seguridad que se transmite. Los alemanes cumplen las normas que se les imponen, por naturaleza, porque son así, obedientes. Esa es la idea que yo me traje de mis viajes a Berlín, Hamburgo, Munich, Leipzig, Friburgo, Dresde y otras ciudades. Pero conozco a dos alemanes que viven en Madrid. Uno es mi querida cuñada mayor, 85 años. El otro es mi peluquero Jurgen, del que ya les he hablado varias veces. Y los dos me dicen lo mismo: que los alemanes cumplen las normas, no porque esa sea su naturaleza, sino porque al que se sale de la norma lo crujen a multas, le imponen unos castigos muy severos, que la sociedad en su conjunto aprueba, una sociedad que es la primera en denunciar los comportamientos atípicos.

Mi cuñada lleva en España cerca de 60 años y que nadie le hable de volver a Alemania. Jurgen está también feliz aquí. Al escuchar a Fortea, caí en la cuenta de que ambos son de la zona más occidental. Mi cuñada es de la zona de Mannhein-Auerbach. Y Jurgen, de Friburgo, una ciudad en la que hay hasta naranjos y limoneros. Ambos comparten ese carácter un poco gamberro, esa sonrisa ingeniosa con un punto travieso. Le pregunté a Fortea por esas dos Alemanias originales y cómo fue que la del este había impuesto su carácter prusiano a la otra.

Me dijo que la diferencia entre ambas la marca la Reforma de Lutero, que fue en el Este. Para los protestantes, el pecado original es algo que no se borra nunca. Y, en consecuencia, se pasan toda su vida siendo muy correctos y muy rígidos para compensar esa culpa primigenia que nunca lavan del todo. En cambio, los católicos de Roma, vivimos de puta madre, hacemos toda clase de tropelías, porque bastan unos segundos de arrepentimiento al final de nuestras vidas para que se nos perdone y consigamos ese cielo que tanto les cuesta a ellos. Los calvinistas, protestantes más extremos, dicen que eso es un cachondeo, que para ganarte el cielo tienes que ser bueno y correcto todos los segundos de tu vida. Acojonante.

Hablamos también del carácter japonés, que es parecido, pero distinto. Los japoneses son un pueblo que funciona de manera colectiva y han aprendido a hacerlo después de calamidades como terremotos, guerras y epidemias. El japonés es un sujeto que disfruta haciendo lo correcto, lo tiene interiorizado. Y, cuando no lo ve nadie, sigue actuando correctamente. Así se lo manda Confucio. A este respecto, recordé una anécdota que conté en el blog. Yendo en tren de Hamburgo a Lübeck, la patria de Gunter Grass, se desencadenó una huelga de ferroviarios. A la hora que tocaba, pararon el tren y nos dejaron en medio de la nada, muy cerca de nuestro destino (pero nosotros no lo sabíamos). No había autobuses (paraban también en solidaridad con la reivindicación de los ferroviarios).

Y conseguimos llegar a una pequeña estación, desde donde nos ofrecieron taxis gratuitos para llegar a Lübeck. Entonces empezaron a llegar los taxis de uno en uno y los pasajeros alemanes se abalanzaron sobre los primeros, disputándoselos a puros codazos. Esto es algo que contradice ese carácter organizado que se suele adjudicar a este pueblo. Y algo que nunca sucedería en Japón. Según Fortea, eso sucede entre alemanes cuando no hay una autoridad que dirija el cotarro. Y es lo que sucede también al final de la historia que se narra en Todo en vano. Por otro lado, Kempowsky narra ese desastre con frialdad absoluta, con lo que algunos del club denominaron desapego. Impasible el alemán. Es ciertamente un libro de lectura difícil, aunque te engancha en su espiral hacia la ruina.

Les dejo. El 23 de este mes se publica el nuevo disco de Bruce Springsteen con la E-Street Band, que todo el mundo dice que es fabuloso y que llevaba más de 30 años sin hacer un disco como este. Pero ustedes tiene la suerte de seguir este blog y ya han escuchado las dos canciones que el Boss ha publicado en Youtube: Letter to you y Ghost, realmente extraordinarias. Las chicas de Larkin Poe, las encantadoras hermanas Rebecca y Megan Lovell también publicarán próximamente, en concreto el 20 de noviembre, un disco de versiones de clásicos. Han aprovechado el confinamiento para grabar en su casa estas versiones (covers, que decimos los elegantes). El otro día les traje el Nights in white satin. Hoy les voy a dejar con una deliciosa versión del clásico In my life de John Lennon para los Beatles. Por cierto, Rebecca se atreve a reproducir con su guitarra el solo de piano con que el productor George Martin le quiso dar un punto barroco a la canción. Es algo muy meritorio y le sale muy bien. Que ustedes lo pasen bien. Y ya saben: denle duro y denle rápido.