martes, 30 de julio de 2019

856. Taxi drivers

Algunos lectores se sorprenden de mi cariño por la cultura catalana y hasta creen detectar una contradicción entre mi anti-independentismo y mi aprecio hacia ciertos aspectos del mundillo catalán. A mí me parece que no hay ninguna contradicción. La línea Pujol-Mas-Puigdemont-Torra me sigue pareciendo un hatajo de gangsters. Estoy de acuerdo con Sisa: un poeta puede prometer la luna; un político no y, si lo hace, engaña. La otra parte del movimiento prusesista (ERC) me merece un poco más de respeto, aunque creo que se han equivocado sumándose a la estrategia de los primeros, a sus guerras, sus ritmos y sus prisas, estas últimas debidas, como todos sabemos, a una huida hacia delante para escapar de la cárcel por sus pufos diversos. Aquí todos han metido la pata, sabiendo, como seguramente sabían, que no tenían mayoría en Cataluña, ni tampoco apoyo externo, salvo cuatro fascistas flamencos. Arriesgarse a incumplir la Ley en esas condiciones es suicida. No me gusta tampoco el victimismo del que se alimentan todo el tiempo. Pero habrá que mirar al futuro y ver cómo lo arreglamos, porque el tema nos está enmierdando a nivel nacional, como es notorio y palmario (redundancia ésta bastante usada por los políticos españoles).

Tampoco me gusta todo el universo cultural catalán. Aprecio su literatura, su respeto por el urbanismo, su gastronomía, su rollo con las setas, los calçots y la butifarra, su sentido del humor y algunas cosas más. Pero no me gusta su idioma, como ya he dicho. Todas las lenguas que se hablan por estas tierras son derivados del latín. Y a mí me resultan especialmente gratos de escuchar el castellano, el francés, el italiano y el gallego. También el portugués y el rumano. El catalán, sin embargo, me suena casi como una forma de pronunciación paleta, similar al bable, el castúo o el que se habla en Aragón, que ni me acuerdo cómo se llama. Lo que pasa es que se han empeñado en elevarlo a la categoría de idioma, algo en lo que están en su derecho, por supuesto. Como los vascos con el suyo. Y como yo en opinar que me parece feo y ridículo. También me resulta bastante sosa y desabrida la sardana (comparen con una muiñeira, por ejemplo), y especialmente su versión extrema, el Parao de Valldemosa, cuyo nombre ya lo dice todo.

Sin embargo, en los 70, antes de la llegada de la democracia, Barcelona era una metrópolis con una vida cultural súper rica, que desde nuestra casposa y franquista Madrid mirábamos con envidia. Yo iba bastante por allí en esos tiempos, a casa de mi amigo Jordi-que-no-se-llama-Jordi. Era la única forma de ver en directo a gentes como Bruce Springsteen o Elvis Costello, que sólo tocaban en Barcelona. El mundillo musical era amplio y nutrido, con grupos como la Compañía Eléctrica Dharma, Máquina y otros. El Zeleste era el antro en donde todos se encontraban. Por allí pululaban personajes tan interesantes como Jordi Sabatès o Santi Arisa. Y por encima de todos ellos, dos nombres: Pau Riba y Jaume Sisa. El segundo ha sido siempre uno de mis ídolos. Como ya he contado, hubo un momento en que la presión del nuevo rollo catalanista se le hizo irrespirable, algo que entiendo completamente. Por eso emigró a Madrid y se convirtió por unos años en Ricardo Solfa.

Cuando se fue de Barcelona, Sisa sufría una miopía severa, de la que se operó justo antes de regresar a su ciudad. Y, en su línea, declaró lo siguiente: –Tío, cuando me fui de Barcelona, yo era el rey del mambo, a donde fuera todo el mundo me agasajaba, me abrazaba, me invitaba, no podía ni salir, porque todos me saludaban; era un coñazo y, encima, yo apenas los veía y tenía que fingir que los reconocía. En cambio, desde que he vuelto, otra vez puedo disfrutar del anonimato que es lo que a mí me gusta: voy a cualquier parte de la ciudad y ya nadie me conoce. ¡¡Y yo los veo a todos!! Sisa fue siempre muy peculiar, lo mismo que Pau Riba, un tipo con un punto más violento, un completo ácrata y partidario de probar cualquier clase de droga. Resultado de su creatividad inclasificable, un disco que fue clave: Dioptría (1970). En ese disco histórico estaba el caótico tema que tienen abajo, con aires del Revolution nº9 de los Beatles. Hablo de Taxista (em vaig al cel). No es tema fácil de oír, no hace falta que lo escuchen entero. Se lo traigo sólo para que vean qué tipo de cosas se hacían en Barcelona hace casi 50 años.


La verdad es que los taxistas siempre han dado mucho juego, recuerden la extraordinaria película de Scorsese Taxi Driver (1976), con un Robert de Niro desbocado componiendo un personaje terrorífico, que hoy estaría encantado con Trump, Boris Johnson, Salvini o los de Vox. Yo siempre les he tenido bastante manía a los taxistas por su forma de conducir ventajista e invasiva pero, miren ustedes por dónde, últimamente estoy cambiando de opinión sobre ellos, por diversas razones. Los taxistas son, en general, como los viejos pistoleros del Oeste; se las saben todas y conducen en consecuencia, meten rueda, ganan la posición y te joden pero nunca de forma peligrosa, porque controlan un montón. Son también un poco como esos defensas veteranos del fútbol que no le dejan un milímetro al delantero, pero no les pitan apenas faltas. En realidad, me he dado cuenta de que yo, que también soy viejo zorro, conduzco de la misma forma y por eso estaba siempre peleándome con ellos, porque competíamos en la misma Liga.  

Pero hay una cosa que siempre me ha molestado especialmente de los taxistas: la roña, la tacañería, esa condición miserable que hacía que se les conociera como pesetos, o pelas. (Curiosa la forma en que el cambio de moneda influye en el lenguaje: ahora a nadie se le ocurriría llamarles euros). No me refiero a que rebañaran hasta el último céntimo, algo lógico, puesto que es su negocio. Me refiero a ciertas rutinas, como la de abrir la puerta de atrás y mear contra el coche, por no gastarse dos duros en un café para poder usar el aseo. O esa costumbre de avanzar en la parada cuando se va el de delante, empujando el coche en punto muerto con la puerta abierta, por no gastar una micra de gasolina en encender el motor y hacerlo sentado como señores. Esa condición cutre, a menudo iba unida a una higiene deplorable, fumar en el coche, mal olor del habitáculo, etc. En la imagen de abajo, pueden ver una escena de su huelga más salvaje, precisamente en Barcelona, cuando colapsaron toda la circulación de la ciudad. ¿Pondrían ustedes la mano en el fuego por asegurar que ninguno de ellos está aprovechando para mear?


Antes, mis batallas contra el típico taxista que te cierra o te chulea, terminaban en un bocinazo indignado de mi parte. El efecto de ese bocinazo, no solía ser muy apreciable. Normalmente, el tipo llevaba un brazo fuera colgando (otra costumbre que odio) y, como mucho, su respuesta se limitaba a usar el meñique para darle unos toquecitos al pitillo para que cayera la ceniza al asfalto. Pero ya les digo que ahora he suavizado mi opinión acerca de este colectivo. ¿Y saben por qué? Pues porque ahora hay otro grupo mucho más irritante: los conductores de VTC. Si los taxistas son viejos pistoleros del Oeste, los de los VTC son como los novatos, los pardillos que están siempre dando el coñazo, en el centro de cualquier atasco, por torpes. No falla: de pronto se ralentiza un carril, te sales como puedes y al final ves al causante. Llevan todos coches negros grandes, impecablemente limpios, con cristales tintados, matrícula de color azul y una pegatina con la bandera de la Comunidad de Madrid en el cristal. No saben nada de la ciudad ni de sus calles. Y, en cuanto no lo ven claro, se quedan parados en el medio, pasmados, dudando sobre si se van a la derecha o a la izquierda. En comparación con estos memos, encontrarte a un taxista es una bendición.

Pero Pau Riba no es el único que ha cantado a los taxistas. Lo ha hecho también, por ejemplo, Lenny Kravitz, el gran músico neoyorkino al que vimos no hace mucho en un vídeo de Mick Jagger haciendo el energúmeno, enfundado en un chándal barato. Kravitz sintetiza en unas cuantas frases su descontento con los taxistas de NY, los titulares de los famosos yellow cabs, que no le dejan montarse, con la prisa que tiene y les pregunta si es por el color de su piel. La canción se basa en un riff muy sencillo pero efectivo, que finalmente resulta hipnótico. Les pido que la vean en pantalla grande, porque las imágenes en blanco y negro muestran a Nueva York tal como yo lo vi en mi primera visita, allá por 1982, antes de entrar en el Ayuntamiento. Un lugar violento, muy inseguro, donde te podía pasar cualquier cosa, pero a la vez apasionante. Véanlo antes de seguir.


He estado en Nueva York cuatro veces, las dos primeras en los 80. En el 82 hice todo un reportaje fotográfico en blanco y negro, que recuerda mucho a las imágenes de este vídeo. Circunnavegué la isla en un barco turístico, subí al Empire State por primera vez, visité el hipódromo de Aqueduct y vi en concierto a unos ancianos Sonny Terry y Brownie McGee en un pequeño restaurante, además de asistir a un concierto de Toots and the Maytals en el Webster Hall, antiguo Centro Gallego de la ciudad, en el que andaba por allí Ron Wood, que se animó a subir a tocar un par de temas con los jamaicanos. Cuatro años más tarde regresé para correr el Maratón. Tardaría después más de 20 años en volver y ya encontré una ciudad diferente, más segura y luminosa, en la que uno se puede acercar al borde de la isla de Manhattan sin peligro. Nueva York es la capital del mundo y una de mis ciudades favoritas. Y ninguna de mis visitas podrá nunca compararse con la primera, en la que descubrí la envergadura y el encanto de esta urbe única. Vean abajo una foto mía de ese viaje iniciático. Estaba yo guapísimo por entonces. Vamos, que daba gloria verme.


En fin, he empezado hablando de Barcelona, he saltado a los taxistas y he terminado en Nueva York. Son los riesgos de empezar un texto sin saber a dónde se quiere llegar. Los músicos de las diferentes tendencias han dedicado a Nueva York algunas canciones sublimes, desde la de Frank Sinatra a la de Alicia Keys. Pero yo les voy a dejar de propina dos algo menos conocidas. La primera es la que le dedicó John Lennon, otro de los forofos de esta ciudad, en la que murió a tiros en diciembre de 1980. La canción se titula Qué pasa New York, es bastante similar a otras suyas que narran historias divertidas, como The Ballad of John and Yoko y, que yo recuerde, es la única de todas las suyas en la que utiliza una expresión en español.


Por último, la mejor de todas, la que aparece en el segundo y último disco grabado en solitario por Joey Ramone, antes de fallecer por un linfoma fulminante a los 49 años. El grupo de sus amigos y familiares quiso hacerle un homenaje póstumo contratando al prestigioso director de cine Greg Jardin para montar este vídeo en el que, mediante la técnica del stop motion, muestra sucesivamente la imagen de 115 neoyorkinos, algunos anónimos, pero la mayoría del mundillo musical, como el hermano pequeño de Joey, que abre y cierra el film. Creo que nunca se había captado el vértigo que está en la esencia de Nueva York, como en este vídeo, que, por cierto, ya lo traje yo al blog hace casi 7 años, a finales de 2012, cuando estaba recién publicado. Pónganse la pantalla grande. Y sean buenos.



viernes, 26 de julio de 2019

855. Que no, que no, que no me he olvidado del prusés

Cómo olvidarlo, si lo tenemos hasta en la sopa. Yo creo que los prusesistas van ganando por goleada. Quiero decir que, una vez constatado que la independensieeee es imposible, su objetivo es ya uno solo: dar mucho por culo. Y lo están consiguiendo. Por eso apoyaron la moción de censura de Pedro Sánchez (para dar por culo) y luego le negaron el voto a los presupuestos (para seguir dando por culo). Recuerdan que un día ETA se propuso socializar el sufrimiento (sic). Pues estos, como son pacíficos (por ahora), en vez de socializar el sufrimiento se han propuesto socializar el coñazo (Lo de la investidura fallida de ayer ya lo analizaremos otro día, que tenía este texto empezado y ya sigo con él. Un solo comentario: la clase política, en su conjunto, ha demostrado no estar a la altura de la sociedad que la sostiene y la vota).

Mi último post partía de una conferencia que había escuchado en el Congreso de la EMA, en Lyon, pero aparte de esto, casi no les conté nada de ese viaje crepuscular, que tal vez sea el último en el que represente al Ayuntamiento de Madrid, salvo por las réplicas del efecto momento de inercia. Es normal que los nuevos responsables del Ayuntamiento se busquen un Secretario del Foreing Office, más próximo a su ideología que yo. Les recuerdo que viajé a Lyon en un momento de vacío de poder, cuando los del anterior gobierno municipal habían huido y los del nuevo no habían llegado. Y, nada más aterrizar en Lyon, me sentí como un viajero del tiempo, que hubiera regresado a la época del señor Álvarez del Manzano. Como entonces, yo, que no soy nadie, representaba en solitario a la ciudad de Madrid. Y, del lado de Barcelona, 15 o 20 personas.

La cosa tiene una explicación. En Barcelona hay un Área Metropolitana, creada en 1987, que sobrevivía mortecina, hasta que en 2009 fue dotada de contenido, personal y presupuesto. Desde entonces está haciendo un trabajo admirable, como el que a mí me gustaría que se hiciera en Madrid pero no se hace por culpa de la Comunidad Autónoma. A ver si lo entienden: una urbe de 3 o más millones de habitantes ha de tener un organismo metropolitano que coordine el transporte, los residuos, o el urbanismo, regido por una dirección técnica no elegida, sino nombrada por el Estado. Como los catalanes se sienten una nación y, aunque no tienen Estado propio, aspiran a tenerlo, pues han creado un área metropolitana. Como las que tienen los chinos en sus cuatro ciudades más grandes, Bei-Jing, Shanghay, Chongqing y Shenzhen, que no tienen provincia y dependen directamente del Partido. Hay organismos de este tipo por todo el mundo. Menos en Madrid, en donde la Comunidad dominada por el PP durante décadas, no ejerce esa coordinación, en una dejación de funciones que todavía va a ir a peor con el gobierno de la señora Díaz Ayuso.

La EMA (European Metropolitan Authorities), es un organismo creado hace unos cinco años por iniciativa expresa de Barcelona. Y Barcelona era la coorganizadora del congreso, a medias con Lyon. Por cierto, que si yo acudí a ese congreso fue precisamente por la insistencia del staff técnico del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que entendía que Madrid debía estar presente en el evento, aunque nuestra coordinación metropolitana brille por su ausencia (en su día, en tiempos de Franco, existió algo así: la COPLACO, Comisión de Planeamiento y Coordinación, derogada cuando se crearon las comunidades autónomas).

Pero, volviendo a Lyon (que cuenta con un organismo de coordinación que se llama Lyon Metropol, creado hace 40 años), pues lo cierto es que yo me encontré en un lugar en donde los únicos españoles que había eran el numeroso grupo de catalanes, todos independentistas, y me integré con ellos, que ya saben que soy una persona sociable, que encima entiende el catalán bastante bien (trataban de hablar en castellano, en honor mío, pero a veces pasaban de forma natural al catalán, hasta que se daban cuenta y se disculpaban antes de cambiar otra vez). Y la verdad es que eran un grupo de gente educada, respetuosa y cordial, con los que me encontré muy a gusto. Y eso que, en cuanto se acababan las sesiones del congreso y nos íbamos a comer o a cenar, se centraban en la matraca identitaria que les tiene sorbido el seso.

Y no se crean que estos de la delegación catalana eran cualquiera. Sobre el staff técnico del AMB, hay una superestructura política. La presidencia de la AMB la ostenta la alcaldesa de Barcelona, que no vino, Si lo hizo, en cambio, la Vicepresidenta, que es nada menos que la Alcaldesa de San Vicenç dels Horts, Maite Aymerich. Es decir, la persona que sustituyó a Oriol Junqueras cuando este pasó a la política regional. Se lo creerán o no, pero esta señora y yo establecimos una relación de amistad, comprensión y tolerancia extremas, y lo digo sin ironía ninguna. Tanto ella como los demás de la delegación me acogieron en el grupo y hablé bastante con varios de ellos. En general, debo decir que me entendí mejor con los que tenían algún tipo de activismo, afición u objetivo prioritario en sus vidas por encima de la independencia, ante el que esta palidece un poco y ahora se lo explico.

Por ejemplo, Guillem Espriú, Coordinador de Programas Sociales del AMB. Este señor, cada dos o tres frases, se refería a su marido: como dice mi marido, en cuanto a esto mi marido tiene una frase certera, etc. Con esto denotaba todo el rato que para él el independentismo es importante, pero secundario frente a su activismo LGTB (HIJK). Eso le hace tener unas opiniones tal vez algo más matizadas sobre el debate perenne. Por ejemplo, me dijo en confianza que para él el catalán es una lengua en proceso de extinción. Por eso le parece correcto que haya políticas de discriminación positiva, para retrasar en lo posible esa extinción, que ve como inevitable, aunque sin hacer de ello un drama. Hice bastantes buenas migas con él, me dijo que viene con frecuencia a Madrid donde se encuentra muy a gusto y quedamos en que a la próxima me llamaría para tomar algo juntos. Me encantaría, aunque soy consciente de que, a menudo, este tipo de promesas se las lleva el viento.

Estoy citando a todas estas personas con nombre y apellido porque es bastante improbable que lleguen a leer mi blog algún día y, además, todo lo que estoy diciendo de ellos es elogioso. También me entendí a las mil maravillas con Eva García, investigadora sénior del CIDOB, aunque yo le calculo unos 35. Es una mujer muy lista y muy agradable, que no hacía más que llevarse sorpresas conmigo, desde mi misma presencia en Lyon. Por ejemplo, con lo bien que me manejaba con el transporte público y el Google Maps (como en cualquier otra ciudad grande). Su mayor sorpresa fue comprobar que sabía lo que es el CIDOB (el mejor think tank de España, seguido a bastante distancia por el Instituto Elcano de Madrid, los únicos de nuestro país que figuran en los rankings mundiales de think tanks). Con esta mujer, encontré muchos temas de conversación y llegué a la conclusión de que le interesaba más la investigación sociológica y urbana, que otros temas más enojosos. Sin embargo, hablaba catalán con mucha fluidez y estaba a gusto en el grupo. Inconscientemente nos buscábamos siempre para sentarnos juntos en los actos y en las cenas, en mi caso ya se imaginan por qué; en el suyo tal vez por descansar del monotema.

Y luego estaba Ramón Torra, el Gerente del AMB, es decir, el máximo responsable urbanístico. Un personaje profesionalmente de talla mundial. Para este señor, lo primero es el urbanismo y la planificación territorial. Y encontramos que teníamos varios amigos comunes, como Eduardo Leira y Jordi Borja, de quien me contó que está bastante malito. Citaré también a Lia Brum, miembro del secretariado de la red Metrópolis radicada en Barcelona. Esta mujer, con todo su acento catalán me preguntó en un momento dado: –Y vosotros en Madrid ¿no estáis en Metrópolis? –No, nosotros estamos en C40, yo soy el representante de urbanismo en la red. –Osti tú, eso son palabras mayores, C40 es como la primera división de las redes de ciudades. Queda registrado en el blog. Abajo tienen una foto que me hice con casi todos en el festejo de cierre. De derecha a izquierda, Maite Aymerich, Lia Brum, la concejala de urbanismo de Lisboa, el menda, Guillem Espriu y la guapa Eva García, del CIDOB. En primer plano el concejal de urbanismo de Turín y una chica francesa de la organización.


Con Maite hablé mucho, es profesora de primaria y fue la primera persona a la que escuché decir que en los recreos los niños catalanes hablan todos en español, lo mismo que cuando intercambian mensajes con sus móviles (tema que ahora está bastante en los medios). Maite me lo señalaba como indicativo de que es falso eso que pensamos en Madrid de que allí se persigue el castellano. Para mí es una muestra más de los extremos absurdos a que ha llevado el prusés. En general, la teoría que tenían todos sobre el asunto es la siguiente. Ellos son un movimiento cívico que en un momento dado levantaron la mano educadamente para plantear sus aspiraciones, pero el Estado español les respondió con intolerancia, violencia y cárcel. Y lo que hay que hacer es volver a ese primer momento y empezar a hablar. Eso es lo que dicen ellos, que es bastante discutible, pero yo dejo constancia de  ello en el blog.

En cualquier caso, estoy de acuerdo en que es una barbaridad que los presos lleven ya casi dos años entre rejas, por unos delitos que aún no se han sentenciado. Qué quieren que les diga, yo soy una persona que empatiza con cualquiera, a mi me hacen pasar un fin de semana con la familia de Urdangarín y seguro que vuelvo pidiendo su libertad. No soy un broncas y, aunque no estaba de acuerdo con este animoso grupo de patriotas secesionistas, mis opiniones se las pensaba en la cara (parafraseando un genial chiste de El Perich, uno de los mejores humoristas catalanes). Lo que me admira de este movimiento, que tiene detrás a más de dos millones de seguidores, es que no son conscientes de cómo se les ve desde fuera. En ese sentido, tengo un vídeo que no sé si conocen. Sucedió en marzo en un acto del Círculo Ecuestre de Barcelona, un organismo empresarial. Un empresario alemán radicado en Cataluña le canta las cuarenta al señor Torrent y es de ver la expresión que va poniendo.


De vuelta en Madrid, de pronto caí en la cuenta de que no conocía la opinión al respecto del gran Jaume Sisa, uno de los personajes más interesantes del mundillo artístico de Barcelona y un auténtico ídolo para mí. Vean a la izquierda la pinta que tiene este señor con 70 años. Recuerden que un coetáneo de su generación, Pau Riba, decía de él que no necesitaba tomarse tripis, porque de pequeño se había caído en la marmita del ácido, a la manera de Obelix. Y que en plena carrera musical en catalán decidió enterrar su personaje y convertirse en Ricardo Solfa, cantautaor manchego en castellano. Se vino a vivir a Madrid y publicó varios discos con ese registro. Y cuando le entrevistaban y le preguntaban si él no era Sisa, respondía: –No, no, Sisa está internado en un frenopático catalán, yo soy Ricardo Solfa. Hasta llegó a grabar un vídeo, enfundado en una camisa de fuerza, para sostener su teoría. Años después, he encontrado una entrevista reciente con Sisa y no ha defraudado mi expectativa. Le están preguntando de otras cosas y es él el que saca el tema del prusés. El entrevistador le acaba de plantear algo así como que el mundo está echado a perder y va para atrás. Les transcribo la entrevista a partir de su respuesta a esa cuestión:

R: …yo sólo oigo discursos vacíos, tópicos, demagógicos… y se compran esos discursos sin saber cuánto cuestan. La independencia, por ejemplo, nadie dice lo que nos costará y encima nadie lo pregunta. Los catalanes sabemos que todo tiene un precio. Ningún catalán se embarcaría individualmente en un viaje sin preguntar cuándo llegará, y si el desayuno está incluido y el taxi pagado… Es muy curiosa esta dicotomía entre el catalán pragmático y el súper ego social catalán independentista, de “lo queremos todo”. Hay tres formas de pagar ese viaje y ninguna de ellas es del agrado del catalán: que le toquen la cartera, que le toquen la cara o que le toquen el Barça.

P: ¿Y por qué cree que ha cuajado? ¿Por lo ilusionante de su sentido poético?

R: Exactamente. La independencia se ha convertido en una idea poética. La poesía llena los huecos de la realidad ordinaria y ayuda a sobrellevarla, pero en Cataluña se habla, desde la poesía, de la realidad ordinaria, que tiene otras leyes que se han de considerar. Un cantautor puede prometer la luna, un político no, y si lo hace, engaña. Los políticos nos han ocupado el espacio poético. ¿Por qué una gran parte del pueblo catalán ha comprado esta idea sabiendo que es imposible? Sin una guerra o una revolución, esto de la independencia no es posible.

P: ¿No se desobedecerá?

R: No. Bueno, alguno sí lo hará, y cuando le caiga la primera hostia, todo el mundo a comer a casa y a la cama pronto, que mañana abrimos la botiga. Quiénes son nuestros héroes? El señor Esteve, el mossén y el caganer. ¿Se puede ir con esto a algún lugar? Por contra ¿qué héroes tiene España? Un loco que fue por ahí queriendo cambiar el mundo, Don Quijote. El señor Esteve no salió nunca de su tienda. España ha ido sin contemplaciones: si se ha tenido que expulsar judíos, matar moros o aniquilar indios, se ha hecho. En cambio aquí no, somos pacíficos y democráticos, aquí sangre no. La violencia nos repugna y con razón. Pero si lo que de verdad nos gusta es la botiga, la parcela y la parroquia, no nos quejemos, somos lo que somos y nos dan por saco. Tomemos las armas, hagamos la guerra y, si hemos de morir, muramos. Pero esto no nos sale.

Supongo que no les quedará duda de que este señor es un genio. Les dejo de propina su tema más exitoso y conocido: Qualsevol nit pot sortir el sol. Una maravilla, nada menos que de 1975. Buen finde y disfruten de la playa los que puedan.





lunes, 22 de julio de 2019

854. Estamos en el Antropoceno y ustedes sin enterarse

Nada, que si no fuera por mi blog, ahí andarían todos, tomando el sol en las playas previo rebozado en crema solar factor 50, bañándose en el mar, poniéndose ciegos a gambas a la plancha y paellas con arena, echándose la siesta a la sombra de los pinos, cenando en terrazas de chiringuitos veraniegos, y escuchando reggaetón a todas horas, desconectados del universo mundo, sin haberse percatado de que hemos entrado en una nueva era geológica, el llamado por muchos científicos período Antropoceno. Menos mal que me ocupo yo de ilustrarles un poquito y generarles curiosidad sobre materias varias.

Para empezar, los geólogos más ancianos, conservadores por definición y totalmente alérgicos a la innovación, sostienen que estamos todavía en el Holoceno, último período de la Era Cuaternaria, teoría que seguramente siguen Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Almeida y otros personajes similares (no incluyo aquí a la señora Díaz Ayuso, un auténtico portento, que seguramente no sabe ni que existe una cosa llamada Geología). Pero la comunidad científica ha acuñado el término Antropoceno desde comienzos del presente siglo, e incluso es bastante unánime en situar su inicio en torno a 1950, cuando las primeras pruebas nucleares tras las bombas de Hiroshima liberaron plutonio a la atmósfera, un producto creado por el ser humano a partir del uranio, que empezó a depositarse en las capas más superficiales de la Tierra y los fondos marinos.

Ya saben ustedes por mi post anterior que ahora es posible analizar las distintas capas de polvo posado y solidificado, datando con precisión la época en que se depositó. Pues en unos cuantos millones de años, la humanidad, si no se ha ido al carajo, o en su defecto alguna civilización posterior que nos suceda en el dominio de la Tierra y alcance nuestro nivel científico, podrá verificar que, en las capas posteriores a 1950 hasta nuestros días, se detecta plutonio, gracias a sus locos antecesores que inventaron y utilizaron una cosa muy peligrosa llamada energía nuclear. Por cierto, si no consideran este tipo de energía como un peligro, les recomiendo que vean la mini serie de HBO Chernobyl: es acojonante. En cinco episodios de una hora cada uno, te cuenta exactamente lo que sucedió en ese accidente terrorífico. 

En realidad, yo me empecé a interesar por este tema después de escuchar en Lyon a este señor cuya foto tienen a la izquierda. Se llama Michel Lussault y es catedrático de Geografía en la Universidad de Lyon, de la que ha sido decano. Y fue el encargado de impartir la keynote lecture, la conferencia estelar del European Metropolitan Authorities Forum 2019, celebrado en junio, en el que yo participé en representación de la ciudad de Madrid. Su conferencia me pareció magnífica, la seguí fascinado y tomé un montón de notas. Lo que pasa es que no he encontrado el momento de contarles esto en el blog hasta que hemos entrado en este período de pleno verano en el que me he propuesto aderezarles su ocio con temas como este, para que puedan presumir de enterados luego por la noche, a la hora del cubata.

El tipo se había preparado una charla muy bien estructurada, en la que para cada apartado desarrollaba cuatro conceptos (no sé si le fascina el número 4, o es una casualidad). Por ejemplo, empezó diciendo que en este momento, mientras ustedes están en la playa y yo aquí sufriendo el calor extremo de este año, en el mundo que conocemos están sucediendo cuatro fenómenos decisivos, que él califica de auténticas mutaciones:

1.- La urbanización de la Tierra. Algunas cifras. A comienzos del Siglo XX, la población que vivía en ciudades era de 220 millones de personas. A comienzos del XXI es de 2.800 millones. Se ha multiplicado por 12,7. En cambio, la población total ha pasado de 1.700 millones a 6.100 millones. Se ha multiplicado por 3,5. La cosa está bien clara. En 2008, la población urbana superó el 50% de la total. Y sigue creciendo. En 2030, todas las regiones mundiales tendrán más población urbana que rural. Y en 2050, la población urbana alcanzará el 70% de los 9.600 millones de personas que se prevé que existan por entonces.

2.- La globalización de la economía. No hay mucho que hablar de esto. Es un proceso que comenzó a partir del momento en que los avances tecnológicos abrieron la posibilidad de hacer operaciones financieras en tiempo real. Podemos decir que esta es una mutación completada: ahora mismo un bróker australiano estornuda en la Bolsa de Sídney y al instante un inversor en Wall Street dice ¡Jesús!

3.- La digitalización de nuestras vidas. También es algo evidente. Cuando en 2013 la película de ciencia ficción Her mostraba a toda la gente por la calle enfrascada en sus móviles sin mirar a nadie, todos pensamos ¡qué locura! Seis años después vemos eso cada día. Yo por las mañanas miro antes de salir el Google Maps, para saber cuál es mi mejor ruta en coche, teniendo en cuenta los accidentes, los atascos y las obras. Y varias veces al día consulto las noticias a ver si ha pasado algo. Pronto tendremos robots capaces de cocinarte un entrecotte poco hecho con chimichurri de tomillo y romero, y servírtelo a la mesa.

4.- La antropización del planeta. La influencia del hombre sobre la Tierra es ya la principal causa de modificación de los ecosistemas terrestres, incluyendo el cambio climático, la desertización, la extinción de especies, la modificación genética de los vegetales para suministrar alimento a todos los humanos, o la automatización de la agricultura y la ganadería. El hombre puede ya provocar lluvia, cultivar tomates en edificios en Groenlandia o fabricar comida sintética tan apetitosa como la natural.

Todo esto está ya en marcha y son las características propias de este periódo que algunos han dado en llamar el Antropoceno (la foto es de Hong Kong). Yo le añadiría una quinta: la velocidad, la forma en que todos esos procesos se están acelerando. Lussault indicaba que este proceso está generando una serie de efectos desagradables en las ciudades, que han de ajustarse si no queremos irnos todos a la puta mierda colectiva. Y otra vez, citaba los cuatro riesgos principales.

1.- La fragmentación urbana. Aquí se incluye tanto la polarización social, como la territorial. El urbanismo debe ser un instrumento de reequilibrio. Debemos construir ciudades inclusivas en las que el espacio libre se use para pasear, desplazarse y socializar. Pero si se crea una brecha entre los más ricos y el resto, los más ricos tienden a aislarse en fortalezas acorazadas (y los no tan ricos, en manzanas cerradas con espacios interiores seguros, con piscina y puerta única con portero que no deja salir a los niños al exterior inseguro). Lo mismo sucede entre barrios. Y la marginación crea ciudadanos de segunda, lo que en el Reino Unido llaman categorías subalternas.

2.- La vulnerabilidad medioambiental de las ciudades. Tenemos que estar preparados para calores extremos, terremotos, inundaciones, tormentas y huracanes. Hasta un simple apagón de luz es una especie de tragedia, se te estropea la comida en la nevera, no ves ni hostia, se te va el WiFi y te sientes una especie de minusválido.

3.-La emigración. En unos años, las ciudades han de ser capaces de acoger y dar vivienda a unos 7.000 millones de personas, de los 10.000 millones totales. Y no vale meterlos en chabolas o en guetos. Si no se planifica este fenómeno global, habrá revueltas y violencia.

4.- El reto de la gobernanza participativa. Cuando todo el mundo tiene un móvil con el que te graba cometiendo cualquier tropelía y, al instante, en todos los rincones del planeta están viendo la grabación en red, ya no va a ser posible gobernar de manera autoritaria y ocultista. Es necesario encontrar fórmulas de participación de las personas, los grupos y los barrios, creando una ciudadanía eficiente, informada y concienciada, que participe de manera activa desde los primeros momentos de cualquier proceso.

Estos eran los grandes retos para Michel Lussault. De acuerdo con ello, recomendaba una nueva actitud para los urbanistas, tendente a crear una especie de Smart City sui géneris, basada en cuatro principios fundamentales, que solamente les enuncio: la inclusión social y el cuidado del medioambiente, el compromiso de los ciudadanos y todos los agentes que operan en la ciudad, el control cuidadoso de los recursos y un diseño urbano renovado y adaptado a estos nuevos parámetros.
 
En síntesis, hemos de desechar la idea de que la Humanidad está afrontando un imprevisto momentáneo en su trayectoria, para el que de una forma o de otra se encontrará una salida, como siempre ha sucedido hasta ahora. Por el contrario, los expertos nos dicen que hemos entrado ya en el Antropoceno y que ese concepto designa en realidad un cambio de paradigma: la Humanidad, nuestra propia especie, es tan poderosa y activa que es ya la principal fuerza en la transformación de nuestro planeta. Una teoría que está muy bien, pero que, en mi opinión, no debería descartar las desigualdades regionales, las tensiones geoestratégicas, las guerras comerciales (y las reales) y otros temas de los que ya les hablaré otro día. Las teorías de Michel Lussault no podrían explicar cosas como la situación en la Franja de Gaza, el Brexit o la imposibilidad de formar gobierno en la España actual. Pero constituyen una aproximación teórica al mundo actual y al futuro, que conviene conocer. 

Les dejo de propina un vídeo cortito de divulgación, en donde se explica en términos sencillos el Antropoceno. Lo promociona la inmobiliaria Acciona que, como todas, empieza a concienciarse sobre lo que viene. Lo pueden ver mientras siguen con el cubata. Sean felices y sigan con su veraneo.


miércoles, 17 de julio de 2019

853. El flysch de Zumaia y la Hipótesis Álvarez

Mientras deshojo la margarita de la que aún no les puedo hablar, les voy dejando huella de mis actividades recientes no reseñadas, sin un orden cronológico claro, según me voy acordando de las cosas. El título de este post se corresponde con el viaje senderista de hace unos cuantos fines de semana, estructurado y organizado en torno al grupo de Whatsapp que bautizamos como ¡Ahi va la hostia, pues! El objetivo de esta excursión era visitar el Geoparque de Zumaia-Deba-Mutriku, una zona integrada en la red mundial de geoparques de la UNESCO por su interés a la hora de obtener datos para conocer mejor la Historia de la Tierra. Es un lugar de una belleza espectacular, en una de las áreas más abertzales del País Vasco, donde todo el mundo habla en euskera, con esa entonación académica y poco natural de los que lo han aprendido no hace mucho en alguna de las escuelas de idiomas que lo enseñan. Los balcones ostentan pancartas con el mapa de Euskal-herría y la leyenda presoak kalera, algunas ya un tanto desteñidas. 

El nombre del grupo es además pertinente por una segunda razón: no sé si lo saben, pero el euskera no tiene tacos (típico componente puritano de los movimientos de raíz  identitaria), por lo que en medio de una de sus parrafadas reluce de vez en cuando un cagüendios o un halá la hostia. Como quizá recuerden, salí el viernes 28 de junio desde mi trabajo, en lo que fue mi primer viaje con el nuevo Toyota Corolla, que es una delicia de coche. En ciertas zonas el reloj del salpicadero me iba marcando una temperatura exterior de 41 grados, pero el coche se portó bien. Y, más o menos a la hora convenida, llegué al Hotel Loiola, en el 51 de la Loiolako Inacio Hiribidea. Es un hotel maravilloso, de dos estrellas pero que en cualquier otra parte de España tendría tres o hasta cuatro. Está situado en el pueblo de Azpeitia, en medio de varias hileras de unos enormes tilos que esparcen su aroma tranquilizante y a la vista de muchas de las construcciones religiosas que dan fe de la presencia en el lugar de San Ignacio de Loyola. Una vista del hotel para que vean qué bonito es.


El sábado salimos el grupo completo muy temprano, y nos desplazamos en varios coches hasta Zumaia, para iniciar alli una ruta larga, de unos 15,5 kilómetros por la línea de la costa hasta Deba, en un continuo sube y baja con repechos fortísimos. El tiempo estaba nublado y soplaba una brisa marina suave bastante agradable. Hicimos una primera parada en la ermita de San Telmo, famosa por haberse rodado allí parte de la película Ocho apellidos vascos. Desde ese punto, una parte del grupo, los del llamado nivel rosa, se dieron la vuelta y regresaron a Zumaia. Denominamos así a los más veteranos del grupo, que no están ya para darse mayores trotes y vienen a estas excursiones con fines más específicamente gastronómicos y para encontrarse con los amigos. El resto continuamos por el borde de los acantilados, para recorrer el llamado Geoparque, una auténtica maravilla geológica, como verán en las imágenes que les voy intercalando.



En efecto, en esta zona se encuentra material suficiente para investigar todo lo relacionado con la transición del Cretácico al Terciario, un momento decisivo en la historia de la Tierra, lo que se conoce como el punto K/T, de Kreide/Tertiär, por su denominación alemana (todo lo relacionado con estos asuntos tiene nomenclatura germánica). Ese instante, datado aproximadamente hace 66 millones de años, define la transición entre dos mundos muy diferentes. En el Cretácico, la Tierra estaba llena de dinosaurios y toda clase de animales voladores, acuáticos y terrestres. A partir de esa fecha, ya no se encuentran en ninguna parte fósiles ni huellas de ningún tipo que acrediten la presencia de toda la rica fauna característica del Cretácico. ¿Qué sucedió para que se extinguiera completamente esa rica y variada forma de vida? Hasta ahora había varias teorías; unas de tipo climático, como un enfriamiento de la temperatura terrestre que hubiera afectado a todas las especies, empezando por cargarse parte de los alimentos vegetales de los que se nutrían los animales. La otra, se refería a la caída de un asteroide de grandes dimensiones que hubiera generado una nube tóxica.

Parece claro que durante todo el Cretácico el actual País Vasco estuvo sumergido bajo el agua del mar. Fue un largo tiempo de estabilidad geológica, en el que se formaban nubes de diferentes composiciones, muchas veces generadas por volcanes, con una materia en suspensión que se iba depositando mansamente sobre el mar y formaba capas delgadas en el fondo. En un momento bastante posterior, la actual península ibérica, que hasta entonces era una isla, parece haber culminado un largo desplazamiento hacia el norte, hasta chocar violentamente con la gran masa europea. Ese choque telúrico generó en primer lugar los Pirineos. Pero en la zona del País Vasco, desbarató completamente esa serie de capas que se iban depositando en los fondos marinos, rompiéndolas y poniéndolas, digamos, de pie.  Lo cual ha generado una costa escarpada, de unas características estéticamente sorprendentes.

Les ruego se fijen en las personas que se aprecian en la playa, que les darán la escala de este paisaje fastuoso. Por encima de estas crestas caminamos nuestros 15,5 kms. A partir de la declaración de la UNESCO, muchos científicos vienen a estas costas a estudiar las diferentes capas, que a veces se deslizan entre ellas y que se conocen como el Flysch, otro término alemán que claramente significa algo que resbala. Con los modernos sistemas de datación, es sencillo saber a qué era corresponde cada una de las capas. Y aquí es donde surge la llamada Hipótesis Álvarez (cuidado que están aprendiendo ustedes cosas en este post). Es la tesis que sostiene un grupo de físicos norteamericanos, dirigidos por el Premio Nobel Luis Álvarez (obviamente de origen español) y su hijo Wálter Álvarez. Estos científicos han estudiado las diferentes franjas del flysch de Zumaia y han detectado una capa intermedia en la que la concentración de iridio se dispara, hasta unos niveles que indican que el polvo depositado en esos años es de origen indudablemente extraterrestre.



Al comienzo de las investigaciones de estos dos señores, la comunidad científica se choteaba unánimemente de ellos, pero ahora les rinden pleitesía y hasta se han llevado el Nobel, porque las evidencias no se limitan sólo a Zumaia, sino que han encontrado otras en el mismo sentido en Caravaca (Murcia) y hasta han georreferenciado el punto donde cayó el meteorito, en el llamado Cráter de Chicxulub, al norte del Yucatán. El pepinazo, conocido ya como el Impacto K/T, fue de tales dimensiones que extinguió de golpe no sólo a los dinosaurios, ictiosaurios, pterodactilus, tiranosaurios Rex y similares, sino también a otros organismos más discretos, como los ammonites y trilobites, que ya no aparecen en las capas posteriores, datadas en el período terciario. El impacto fue equivalente a 7.000 veces la bomba de Hiroshima. Provocó terremotos, rocas voladoras ardientes que caían a kilómetros, generando incendios por todos lados y un aire básicamente irrespirable.

¿Y quién sobrevivió a esta catástrofe? Pues parece claro que en primer lugar algunas plantas, sobre todo en las zonas cercanas al polo sur, muy alejadas del impacto. En segundo lugar, insectos que se refugiaron acojonados bajo tierra, y salieron después, cuando la cosa se iba calmando, y que, por supuesto, podían sobrevivir alimentándose de las plantas que habían resistido la hecatombe. Y, por último, una serie de pequeños mamíferos, roedores vegetarianos e insectívoros, que sostuvieron a duras penas una mínima biodiversidad. Un auténtico sindiós. En relación con todo esto se puede extraer información fehaciente del análisis de estas hermosas superficies que conforman la costa entre Zumaia y Deba. Y también de otras épocas más recientes, como el Eoceno, en el que se produjo un episodio de cambio climático no debido en este caso a la influencia humana, pero muy similar al actual en sus consecuencias, por lo que su estudio es del máximo interés.



En cuanto al componente estético, bastará decir que estas playas tan peculiares han sido utilizadas en numerosos episodios de la, alabada por todo el mundo, serie Juego de Tronos, en cuyo mundo simbólico vive gente como Pablo Iglesias, que por esa imaginería épica está dispuesto a joder el acuerdo con Sánchez. Yo creo que este señor no tiene arreglo y está llevando a su partido a una hecatombe no mucho menor que la producida por el Impacto K/T. Por el contrario, la pugna por la Comunidad de Madrid es un simple postureo, una representación circense. Hay muchos intereses privados en que la derecha se haga con el mandato regional, y los líderes de Vox son bastante más listos que Iglesias. Y tienen los pies en el suelo. Estoy convencido de que se pondrán de acuerdo, tal vez el último día de madrugada, para darle una falsa emoción peliculera. Por lo demás, al llegar a Deba nos obsequiamos con unas merecidas pintas de cerveza con sus correspondientes pintxos, presenciamos el final de una competición de traineras y nos subimos en el tren de vuelta a Zumaia, que se llama el Euskotrén desde que la competencia de su gestión ha pasado al Gobierno Vasco, pero que no es más que un fragmento modernizado del viejo ferrocarril de vía estrecha que antaño recorría todo el norte de España, hasta La Robla, para facilitar el transporte del material minero.




Por la tarde, nos subimos en un barco para ver el flysch desde el mar, pero no pude sacar muy buenas fotos, como ven arriba, porque el Cantábrico estaba tan removido como siempre. Cenamos en Azpeitia y al otro día completamos por la mañana un recorrido más suave, para el que nos dividimos en tres grupos: ciclistas, nivel rosa y grandes caminantes. Yo, por supuesto, estaba en este tercero. Y nos reunimos todos para la comida, que esta vez fue en Legazpi (pero no al final de la línea 3 de Metro, sino en el pueblo del mismo nombre). Desde allí regresamos por carretera a Madrid. Esperando que este texto les haya resultado instructivo y divertido, les deseo una buena semana de verano.

viernes, 12 de julio de 2019

852. Colonoscupiscente por sexta vez

Sí señor, esta misma mañana, me he sometido a mi sexta colonoscopia, lo mío ya roza los límites del vicio y por eso me he inventado el palabro para describirlo: colonoscupiscencia. Como ya he revelado, tengo un factor de riesgo importante de tipo genético y he de revisarme las entretelas de vez en cuando. La quinta (de la que se dio cuenta en el blog, igual que de la cuarta) me la practicaron a primeros de diciembre de 2016 muy poco después de recibir el alta de la fractura de húmero (entre uno y otro episodio médico tuve tiempo de viajar a San Petersburgo, Japón y Marsella). Así que ya tocaba. Como seguramente saben, es un asunto que puede resultar molesto, pero tampoco hay que exagerar, depende de cómo se lo tome uno. 

El martes y el miércoles ya estuve a dieta de proteínas y pan, sin probar frutas, verduras ni legumbres. Y ayer por la tarde tuve que prepararme ingiriendo minuciosamente ese maldito producto que te provoca una cagalera irreversible, casi como la de Albert Rivera. Es un trance que debe pasarse en soledad, porque nadie te puede ayudar y no resultaría agradable para la eventual compañía. Tradicionalmente, este mejunje se ingería disuelto en agua en dieciséis tomas cada quince minutos. Ahora hay un producto alternativo, que se toma en dos veces, pero yo lo utilicé en mi cuarta experiencia y creí que me moría, eso es como una bomba. Así que yo prefiero el de siempre. Y esta mañana me he cogido un taxi a la clínica. En el quirófano has de entrar completamente desnudo excepto por los zapatos y calcetines, detalle que no sé a qué se debe, aunque me malicio que es para ahorrarles a los médicos el conocido perfume eau de pinrel también llamado stink foot.



Les ahorraré los detalles de cómo completan el atuendo (incluido una especie de abrebocas que has de morder enérgicamente, en una suerte de ritual sadomasoquista). Cuando ya te tienen reducido y humillado, te colocan mirando para Cuenca y te duermen. Mientras estás dormido, te introducen por salva sea la parte una manguerita flexible, en cuyo extremo se sitúa el Ojo de Dios que todo lo ve, y simultáneamente por arriba te entra un artilugio similar, que tal vez lleve al Espíritu Santo en el extremo. Ambas deidades investigan todos los pliegues sin perderse detalle, se saludan a través del cardias y después se retiran. En mis dos últimas colonoscopias antes de esta, me habían localizado sendos urdangarines de unos tres milímetros, que procedieron a extraer y llevarse detenidos. Celebrados los correspondientes juicios sumarísimos, ambos fueron declarados inocentes del delito de malignidad. En esta ocasión ni siquiera me han encontrado un mísero bárcenas. Así que estupendo.

En cuanto a la parte gástrica, ya saben que hace unos seis años que tengo unos okupas cómodamente instalados en el estómago, de la familia de los helicobácter. En las anteriores ocasiones me dijeron que si la infección era asintomática, no había que hacer nada. Ahora en cambio, el doctor de la primera consulta me contó que las opiniones al respecto han cambiado, que ahora se entiende que es mejor practicar un desahucio con antibióticos antidisturbios. Con ese objetivo me han tomado unas muestras, para ver si la competencia es de los GEOs, de la Unidad de Intervención Rápida o de cualquier otro cuerpo de disausión. Me dan un poco de pena estos okupas, llevo mucho tiempo conviviendo con ellos, ya les había cogido cariño y lo cierto es que no dan un ruido: ni hacen fiestas multitudinarias, ni me estropean la pintura, ni gastan mucha luz. Sinceramente creo que los voy a echar de menos como a Rajoy.

Por lo demás, me han dado instrucciones tajantes: durante doce horas después de la prueba no puedo hacer ejercicio, ni conducir, ni beber alcohol, ni tomar decisiones. Así lo dice la papela que me han dado. Así que la gran decisión debo aplazarla hasta mañana, por lo menos. De escribir en el blog, no dice nada. Con la prueba de esta mañana, ya casi cierro la ITV a la que me estoy sometiendo y de la que no conozco todavía los resultados, salvo por el hecho de que los triglicéridos se han vuelto de pronto independentistas y han dejado de ir al unísono con las demás autonomías (colesterol, ácido úrico, transaminasas, que se ajustan todas a la regla de gasto de Montoro). Voy a solicitar que me repitan la analítica y procuraré presentarme después de haberme pasado unos días a pescado hervido con patatitas al vapor y sin cerveza, a ver si la ratio mejora. Cualquier cosa antes que aplicarles el artículo 155. 

La otra línea que estoy siguiendo en este tiempo de impasse a la espera de la gran decisión, es la de la obra de la pared de mi terraza, que está casi acabada. Está quedando niquelada y estoy encantado de no haberme dejado engañar por El Rumano Sedicente que, por cierto, me sigue enviando mensajes a través del portero, insistiendo en que hubiera sido mejor tirarlo todo, que con el sol que pega en esa pared, antes o después me saldrán grietas entre lo antiguo y lo nuevo. Para que vean la virguería que me han hecho, les voy a mostrar una serie de fotos. En la primera, pueden ver la prueba que me hicieron. Ya saben que se trata de dar un enfoscado de cemento y luego darle apariencia de ladrillo, mediante un dibujo hecho con barras y plantillas.


Les dimos el OK y empezaron a picar en las zonas en donde había grietas o desperfectos. Uno de los paños se les vino abajo (en este punto llegué a dudar de si lo que decía el rumano podía ser cierto, pero ya no pasó en ninguna otra parte de la pared). Aquí pueden ver el resultado del paño reconstruido, una maravilla.


Lo siguiente era pintar toda la pared con una pintura que unificara lo nuevo con lo viejo. Aquí una primera prueba, pasándole un simple rodillo.


Entonces les dijimos de rebajar un punto el tono ladrillo y unificar con un pincel todas las separaciones entre los falsos ladrillos, antes de pasar el rodillo. Hicieron dos pruebas para decidir el tono de esas separaciones.


Elegí un gris intermedio entre los dos de la prueba y aquí tienen la primera fase, la de pintar esas ranuras con el color elegido.


Hecho esto, se pasa el rodillo con cuidado, se repasan los detalles y se le da una última mano de pintura hidrofugante incolora. El resultado lo tienen abajo. 



En fin, que esto no lo hace El Rumano Sedicente ni en dos meses y menos con esa calidad. Si yo no les cuento el proceso, seguro que ustedes se hubieran creído que era ladrillo de verdad. Yo mismo salgo a la terraza y me lo llego a creer. Pero las obras no han terminado. Esto es solo la parte que me va a pagar la Comunidad de Propietarios. A finales de este mes vendrán a instalarme los nuevos toldos, y en septiembre acometeremos la parte de decoración vegetal, en la que me van a asesorar dos floristas gays del barrio que son amigos míos y tienen un gusto exquisito. Y después de la terraza seguiré con el resto del piso. Hasta ahora no pasaba mucho tiempo en casa, pero, una vez que deje el Ayuntamiento (no sé cuándo, pero antes o después sucederá) tengo que tener el nido en condiciones. Que pasen un buen finde. 

martes, 9 de julio de 2019

851. Brisas noruegas

Estoy en una fase de impasse, pendiente de que se concreten determinadas condiciones para tomar una decisión que ahora mismo no puedo tomar y además no se lo puedo contar a ustedes, qué le vamos a hacer. En su día ya daré explicaciones, si es que puedo. De momento, me voy a dedicar a repasar algunos temas que se quedaron por el camino sin ser relatados en el blog. Empezando por los aromas noruegos. En mi club de lecturas Billar de Letras analizamos a finales de mayo la novela Perdón, de Ida Hegazi Høyer. Posiblemente sea el mejor libro que he leído este año, aunque sólo se lo recomendaría a personas que estén mentalmente bien y en posesión de una sólida base anímica, capaz de resistir el vendaval emocional que suscita esta narración.

Ida nació en las islas Lofoten hace 38 años, de ascendencia mixta: padre de origen egipcio y madre de familia danesa. Escribe desde niña, pequeñas reflexiones en cuadernos que guardaba sin mucho orden. Al acabar el bachiller, decidió que no quería estudiar y se largó a ver mundo. Viajó por Asia, Europa, Sudamérica y el norte de África. Sólo cuando cumplió ese anhelo primario, regresó a su tierra, se estableció en Oslo y se puso a estudiar Sociología, mientras vivía de sucesivos empleos alimenticios, como había hecho durante su largo periplo. Al acabar la carrera se centró en serio en la literatura y ya ha logrado publicar varias novelas en su país. Perdón es la primera de sus obras que se traduce a otros idiomas, aupada por el Premio de Literatura de la Unión Europea 2015, un galardón súper merecido.

La novela cuenta con minuciosidad de entomólogo la génesis y desarrollo de una relación tóxica, entre la narradora, de 20 años, y el chico un poco mayor del que se enamora. Todo va bien al principio, la chica vive su amor como sólo puede experimentarlo alguien de esa edad, pero muy pronto empieza a detectar detalles sospechosos y preocupantes. En el mes que tuve para leérmela, entre dos sesiones de Billar de Letras, la leí dos veces, porque es una historia que literalmente se devora, al tiempo que te devora ella a ti. En la segunda lectura se aprecia muy claramente la sutil gradación de esos pequeños motivos de alarma que la chica ve y no quiere ver aunque tampoco puede dejar de apreciarlos. Es una novela terrible, que no te da cuartel, que te repele y te atrae a la vez, de forma que no puedes parar de leer.

A la sesión del Club vino Diego Moreno, el editor del libro y principal valedor de la Editorial Nórdica, que lleva 13 años publicando en España narrativa no policiaca de los cuatro países nórdicos principales, al principio con unos niveles de negocio bastante ruinosos, algo mejor a partir de la concesión del Nobel a un sueco en 2011. Este hombre está dedicado a la difusión de una literatura que le fascina y nos dio algunas claves sobre la forma de escribir de los nórdicos, especialmente de los noruegos, el pueblo más rústico de los cuatro, descendientes directos de los vikingos y sometidos a una climatología que incide de muchas formas en su vida cotidiana. Los noruegos no viven mucho en la calle, salvo en el corto verano, son amantes del hogar, los juegos de mesa, el fuego de las chimeneas, las saunas, la buena mesa regada con un buen vino.

La manera de narrar es muy curiosa, tremendamente sencilla, directa y efectiva. No hay nada de barroco en la escritura de Ida, va directamente al grano, pero es a la vez muy poética. Su prosa está hecha de frases cortas, escuetas, eficaces. Los noruegos son gente que no se tocan apenas, ni por la calle ni en familia (al contrario que las culturas árabes), pero paradójicamente son capaces de desnudar su alma en un libro como pocos pueden hacerlo. A comienzos del Siglo XX, Noruega era un país muy pobre, que luego tuvo la suerte de encontrar petróleo, del que se nutre principalmente su economía. Pero hasta en los momentos de mayores penurias, nunca dejaron de leer. El Estado fomenta la literatura de varias maneras. Por ejemplo, alguien que ha conseguido publicar al menos un libro, recibe del Estado 1.500€ al mes, ya de por vida (yo estaría en ese caso si fuera noruego). Y de cada obra literaria que se edita, el Estado compra 1.000 ejemplares para sus bibliotecas.

La importancia de la luz, el color, el blanco y el negro, la cantidad de elementos metafóricos o simbólicos, componen un relato de una tensión dramática que consigue ponerte nervioso. Es un relato duro, cruel a veces, pero desprovisto de todo patetismo. La relación entre cualquier literatura barroca y recargada con Perdón es como la que tendría un mobiliario estilo Luis XV con unos muebles de Ikea. Como tal vez recuerden, más o menos por las fechas en que analizamos Perdón en el club, tuve la oportunidad de viajar a Oslo, para la proclamación de los premios de Reinventing Cities. Era la única capital de esa zona de Europa que me quedaba por conocer, dado que he visitado Helsinki, San Petersburgo, Tallin, Riga, Vilnius, Estocolmo, Malmöe y Copenhague. Me resultó una ciudad muy agradable, con una política de movilidad radical, que prácticamente ha erradicado el automóvil de las zonas centrales, en las que tampoco se ven tantas bicicletas como en Holanda o en Copenhague. La movilidad urbana se resuelve mediante un potente sistema de transporte público, basado en tranvías, trenes y autobuses, y las gentes aquí son grandes caminantes.
  
Cualquier generalización sobre los pueblos es un tópico y un arquetipo, pero tiene también algo de cierto. En ese sentido, los suecos son los elegantes de la zona, los que visten mejor, tienen ciudades más señoriales y unos reyes que son el top de las monarquías. Los daneses son vividores, juerguistas, con un punto macarra, muy dotados para el arte, para el diseño, la gastronomía, el cine y el teatro. Sus reyes tienen un punto mundano y el país ha estado en quiebra varias veces y ha resurgido siempre a base de trabajo e imaginación. Los finlandeses son como los más frikis, tal vez debido a la climatología extrema, el aislamiento en la esquina última de Europa y la presencia intimidante del gigante ruso. Al lado de todos estos, los noruegos son marineros, aventureros, rurales, sencillos, grandes deportistas, amantes de la cultura en todas sus formas. Sus reyes son plebeyos y campechanos. Y todos sobrellevan con naturalidad sus contradicciones básicas como pueblo: son los más ecologistas, pero viven del petróleo y los más cuidadosos con la biodiversidad, pero hasta hace cuatro días eran los mejores balleneros del mundo, junto con los japoneses.

Oslo es una ciudad pequeña, que no llega al millón de habitantes. Estuvimos allí dos días, tiempo suficiente para dar un primer vistazo, deambular por las calles perfectamente pavimentadas y limpias, ver algún museo y disfrutar de los edificios más sobresalientes, como la estupenda Ópera, en el antiguo puerto, obra de un equipo de arquitectos noruegos que encabeza Kjetil Traedal Thorsen. Lo mejor es que les ponga unas imágenes.  



Aquí una vista general del edifico de la Ópera. Abajo diferentes detalles de la cubierta visitable, que está abierta al público y es uno de los lugares más atractivos para los paseantes de la ciudad.





Un efecto óptico precioso y una vista nocturna, desde el otro lado del puerto, en donde pueden apreciar que en ese momento estaban saliendo los espectadores del concierto de noche.




El interior es de madera y formas redondeadas, que albergan dos grandes auditorios. Aquí unas vistas.




Una arquitectura cálida y hogareña en los interiores y desnuda en los exteriores, basada en el color blanco. El lenguaje de la arquitectura noruega es coherente con el de su literatura, como ven. En cambio, al lado de la Ópera se está construyendo el nuevo museo de Munch, según proyecto del español Juan Herreros, ahora separado de su socio habitual Iñaki Ábalos. No sé si es por contrastar con la Ópera o por el punto tenebroso de Munch, pero el edificio es bastante oscuro y un poco tétrico en mi opinión. Un par de vistas desde la propia Ópera.



Oslo lucha por convertirse en una urbe atractiva para el turismo, el gran maná de las ciudades en estos momentos. Sabe que nunca igualará el lujo y el atractivo de Estocolmo, pero está invirtiendo en edificaciones que sean emblemáticas, como estas que hemos visto. Entre los edificios más tradicionales destaca el Ayuntamiento, que es donde se entregan los Premios Nobel, y los diversos palacios clásicos sin demasiado interés. Voy a terminar con el lugar en donde se concentra, entre otros, la marcha nocturna: el Salt, en el mismo puerto. Allí celebramos la fiesta tras la proclamación de vencedores de Reinventing, bajo una instalación decorada con camisas y camisetas usadas. Por la tarde la habíamos visto y le hice un par de fotos. En el panel explicativo se precisa que se trata de crear un espacio bajo la advocación de las vidas vividas por los dueños de las camisas instaladas.



Por la noche estaba concurridísimo. Y fue allí donde el CEO de C40, que se llama Mark Watts, en medio de la complicidad que alimentan el alcohol y la buena música a altas horas de la noche, nos confesó que la señora Carmena era la favorita para suceder a Madame Hidalgo al frente de la red en el próximo congreso plenario que celebrarán en octubre en Copenhague. Eso alimentó mi cuento de la lechera, que unos días más tarde tendría un final cruel, como saben. Como dice Diego Moreno, el otro, el de Tijuana, el hubiera no existe. Y la nostalgia no sirve para nada. Hay que seguir adelante. Ni se les ocurra compadecerme.