lunes, 31 de agosto de 2015

421. El orangután enamorado

La noticia salió ayer en Tele5, cadena que se hizo eco de la información aparecida en algunos tabloides británicos. Un orangután del zoo de Blackpool (Inglaterra) parece estar seriamente enamorado de una chica que le visita con regularidad. La escena ha podido ser vista por numerosos testigos, que no salen de su asombro, incluso acuden desde las ciudades vecinas cada vez que se sabe que la chica va a visitar a su tierno admirador. Rastreo entre la prensa de las islas hasta que encuentro un medio que da todos los datos. La chica se llama Hollie Gordon, tiene 22 años y está de bastante buen ver. El orangután también tiene nombre: se llama nada menos que Ramón. Y, para colmo, la chica tiene novio, Andrew Ingledow.

A Hollie le fue diagnosticada hace tiempo una extraña dolencia, la SFC, síndrome de fatiga crónica. Es una de las llamadas enfermedades autoinmunes, con un componente psicosomático innegable. Hollie es una apasionada de los animales y de la fotografía, por lo que empezó a ir al zoo a hacer fotos de animales, uniendo sus dos aficiones, como parte de la terapia para combatir su problema. Y un día se dio cuenta de que el gran simio la reconocía y se ponía muy contento de verla. Se acercaba al cristal con gestos melosos y arrimaba la cara. Primero, la chica no daba crédito, pero pronto se convenció de que era cierto, después de hacer algunas pruebas, como llevar a otras amigas, ante las que Ramón desplegaba su indiferencia más explícita. Visita a visita, la historia dura ya 18 meses, sin que Ramón haya disminuido el entusiasmo y el arrobo que le produce la presencia de su amada humana. El caso se ha hecho famoso y mucha gente ha podido presenciar el brusco cambio del animal en cuanto aparece su adorada Hollie. Tanto ella como su novio han salido en la televisión local y las fotos de este insólito trío se están viendo en las redes de todo el mundo. 

Como verán abajo, a Ramón se le ponen unos ojillos inequívocos, que expresan más amor que lujuria. En cuanto a Hollie, pues parece que ya había empezado a mejorar de sus problemas de salud, pero este giro inesperado de la historia la ha terminado de subir la autoestima, lo cual le viene muy bien, a efectos terapéuticos. En las entrevistas confiesa que, por un lado, se siente halagada ante un admirador tan fiel e incondicional que, de alguna forma la ha elegido a ella, lo que le hace sentirse especial. Y, por otro lado, siente hacia él una gran ternura, porque es una persona que ama a los animales. En este momento, la chica no piensa en interrumpir sus visitas, algo que, está segura, le haría mucho daño a Ramón. Aquí vemos dos fotos de esta sorprendente historia.




Cuando Hollie arrima la cara al cristal, Ramón hace lo propio, su cuerpo se relaja, sus gestos se dulcifican y le manda besos soplados que en su simiesca imaginación atraviesan el grueso vidrio y se posan suavemente en la mejilla arrebolada de su amada. En las fotos de abajo pueden ver la tierna escena del beso y la cara que se le queda al angelito. Si esto no es amor platónico, que venga Dios y lo vea.




Yo creo que el bueno de Ramón demuestra ser mucho menos tonto que ciertos humanos, frente a lo que cualquiera con dos dedos de frente identificaría como un amor imposible. Por ejemplo, a Romeo no le hubiera venido mal un poco de esa sabiduría ancestral que destilan los ojos de Ramón. Y al de los amantes de Teruel. Cuando te enamoras de alguien que no está a tu alcance, sólo te queda observar a tu amada en la distancia y suspirar. Esto es lo que hace Ramón, y las fotos dan testimonio inequívoco de sus complejos sentimientos. El que se lo ha tomado con filosofía es el novio, que ha optado por aplicar la típica flema y el humor británico más genuino. Aquí una foto de la feliz pareja, encantados de la atención mediática que ha suscitado su caso.



Dice el amigo Andrew que no tiene ninguna duda acerca de que Ramón está coqueteando con su novia y que intenta levantársela, aprovechándose de que es más grande. Dice también que es un mujeriego y un rompecorazones, que no tiene bastante con las tres hembras con las que convive, llamadas Vicky, Cherie y Summer. Que es un tipo con un indudable atractivo, un adonis de los orangutanes, que hasta tiene un vago parecido con el cantante de Simply Red. Que, no obstante, él acepta la competición con sentido deportivo y no duda en conducir su coche para llevar a Hollie al zoo a que visite a su contrincante, siempre que ella se lo pide. Yo añadiría que las tres orangutanas deben de ser bastante más feas que esta chica y que, por alguna extraña mutación genética, Ramón ha alcanzado un nivel mental superior que le permite apreciar la verdadera belleza. Abajo les pongo una foto del cantante de Simply Red, para que juzguen por ustedes mismos.


Sin duda es bastante más feo que Ramón. A mí me parece que, de los tres machos cuyas imágenes aparecen en este post, el más atractivo es Ramón. Su mirada tiene una profundidad, una grandeza, una delicadeza que no alcanzan los otros ni de lejos. No es de extrañar que Hollie esté encantada. Después de haber vivido 22 años soportando a los chicos con sus granos, sus hormonas a flor de piel, sus trucos para disimular lo que de verdad buscaban de ella, sus sonrisas bobaliconas, sus conversaciones banales, sus bravuconerías de barra de bar, tiene que ser un verdadero placer para ella llegar ante el cristal de la jaula de Ramón y saber que lo tiene allí, incondicional, rendido, respetuoso, cariñoso, admirador fiel que sabe que no va a obtener otro placer que el de la contemplación de su amada, pero que eso llena toda su vida, que se desarrolla aburrida el resto del día, insufrible si no fuera por esos minutos mágicos en que Hollie acerca su cara y él puede enviarle sus besos soplados.

Como siempre, la realidad supera a cualquier ficción. ¿Se acuerdan de la película King Kong? Seguro que, cuando la vieron, pensaron: qué historia más absurda, qué idea imposible. Pues aquí la tienen, en Blackpool, Inglaterra. Los grandes simios son los seres más parecidos a los humanos y se suele decir que los orangutanes son los más próximos mentalmente a nuestra especie. Pero todos los animales superiores tienen esa capacidad de enamorarse de determinadas hembras humanas y expresarlo con gestos inequívocos. Yo tuve un perro que, cuando venía a mi casa una mujer en concreto, la perseguía a todas partes, para frotarse lúbricamente con su pierna. Un guarro. Pero esto no era amor. Era sexo y se conoce que el animalito captaba algún olor especial en la chica, que lo ponía a cien. Y también he conocido gatos enamorados de sus dueñas, que se volvían de terciopelo cuando las veían llegar a casa, ponían los ojos en blanco y se entregaban con fruición a sus caricias. Algo que no hacían con los novios de las susodichas, por muy solícitos que se mostraran con ellos. A estos los solían tratar con la displicencia que se reserva a los contrincantes más fastidiosos.

Si la cosa pasa a mayores, entonces hablamos de zoofilia, algo que se practica bastante en zonas rurales apartadas de la civilización, en donde la necesidad aprieta. Pero, en este caso hay un grueso cristal por medio, que sólo traspasan unos hermosos sentimientos. En fin, creo que la historia de Hollie y Ramón es un buen colofón a este verano tórrido, en el que he podido viajar a Alemania y Polonia y aburrirme sin disimulo en el trabajo. Mañana es otra historia y empezaremos el nuevo curso con ánimos renovados. Por si alguien se cree que me he inventado todo esto, AQUÍ tienen el link a la noticia en el Daily Mail. Les dejo (cómo no) con la canción del orangután. Así la cantaba la Sonora Santanera, allá por los sesenta, cuando yo iba en autobús a la verbena de El Seijal. Sean buenos.



viernes, 28 de agosto de 2015

420. Los desheredados asaltan nuestro paraíso

Tremendos los movimientos de gente hacia el llamado primer mundo, era algo que antes o después tenía que pasar y está pasando ya de forma masiva. La situación se está desbordando en las fronteras de Europa. Hoy 70 muertos en un camión en Austria. Ayer otros 82 en dos barcos libios. Las cifras  se repiten cada día y ya pasamos la vista por el periódico en diagonal y nos vamos a comprobar qué tal ha dormido Messi, o si al Cretino Ronaldo le duele la rodilla. Nos hemos acostumbrado a la rutina del horror cotidiano. En Europa estamos jodidos, decimos, ya no podemos más con la crisis y el problema griego. Pero no dejan de llegar avalanchas de gente que ya no emigra en busca de un lugar donde poder llevar una vida digna de tal nombre. Ahora huyen de la guerra, del radicalismo y la barbarie del Isis, de la brutalidad de los atentados indiscriminados.

Hace unos días, los fanáticos dinamitaron el templo de Baal en Palmira, y lo filmaron como suelen. Previamente habían degollado al conservador en jefe de las hermosas ruinas romanas de esa localidad, un prestigioso arqueólogo octogenario. 80 años dedicado a la conservación de unos restos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, para que lleguen unos bárbaros y lo maten. No tuvo que ver el resultado final fallido de los desvelos de toda su vida, aunque seguramente lo imaginó. Visité esas ruinas de la ciudad que marcaba la linde del Imperio Romano, más allá de la cual empezaba el espacio exterior pobre e inseguro, fuera del dominio y el control de Roma. A la caída del imperio, Palmira fue abandonada y la invadieron las dunas. Eso permitió conservar hasta nuestros días el trazado perfecto de esta ciudad de nueva planta, construida en torno a los dos ejes perpendiculares, cardum y decumanum.

La gente huye de Siria horrorizada, y también de Irak y otros países del Oriente Medio. Y de Pakistan, y de Afganistán y de zonas africanas como ese territorio sin estado llamado Somalia. Se desplazan con sus pertenencias en hatillos y maletas, como los judíos que deportaban de las ciudades centroeuropeas. Emigran en busca ya no sólo de una mejora económica, sino de unas condiciones mínimas de seguridad y protección. Acceden como pueden a Turquía, cuyas fronteras tienen puntos permeables y esperan allí, en campos de refugiados o durmiendo donde pueden. Pero han de seguir. En Izmir y otros puertos turcos del Mar Egeo, embarcan en frágiles barcas, capaces de burlar a las patrulleras griegas. O cruzan por Estambul e intentan llegar por tierra, desde la Turquía europea. Es un viaje menos peligroso que el de los que cruzan el Mediterráneo en pateras, desde Libia y Marruecos, pero tampoco es un viaje de final asegurado. Además es más barato: 3.000 euros es el precio que cobran los de la patera, mientras que la larga serie de pagos por cruzar las sucesivas fronteras desde Turquía y Grecia, no supera los 1.800.

En Grecia se encuentran ya uno de los cuellos de botella de su camino al paraíso. Ya les conté cómo Grecia fue admitida en la Unión Europea sin tener las condiciones socioeconómicas requeridas, por cuestiones geoestratégicas, en un momento en que no tenía siquiera continuidad territorial con el resto de la Unión. Ahora sí que la tiene, desde el derrumbe del mundo soviético, a través de Bulgaria y Rumanía. Pero Bulgaria es un país árido y de paisaje despiadado, en donde son fácilmente detenidos y enviados a campos de internamiento en las afueras de las ciudades. Allí pasan meses, atendidos por la gente de las ONGs, esperando el resultado de sus peticiones de asilo a diferentes países. Así que muchos eligen otra ruta, a través de Macedonia, un país rural y atrasado en el centro de Europa, resultado del estallido de Yugoslavia, que no está preparado para la avalancha de los desheredados del mundo. Es imposible subirse de polizón en un ferri de los que cruzan a Italia, y la posibilidad de atravesar Albania es también bastante peligrosa y de final incierto.

Así que la gran mayoría viaja por trenes o carreteras del interior de Grecia hasta las inmediaciones del paso fronterizo de Idomeni, que da acceso a Macedonia. Allí acampan por donde pueden, escondidos entre los cañaverales, para que no los encuentre la policía griega, que cada día detiene a unos 500 y los envía de vuelta a Salónica, en donde hay también campos de refugiados y detenidos sin papeles. Los que burlan la vigilancia, cruzan al otro lado escondidos en trenes o camiones, pagando a los coyotes correspondientes. Eso les lleva generalmente a Skopje, la pequeña capital de Macedonia. Se estima que, cada año hasta éste, cruzaban Macedonia entre 15.000 y 20.000 emigrantes ilegales, sin papeles. Este año ya se han superado de largo esas cifras, cuando aún quedan cuatro meses.

La siguiente estación del via-crucis es Serbia. Y para muchos, la historia se acaba allí. Porque resulta casi una misión imposible acceder a Hungría, que es espacio Schengen y, por tanto, el paraíso. El gobierno filofascista de Hungría se plantea blindar su frontera sur con un muro, como el de Berlín, el de USA con parte de México y otros. Esto es como poner puertas al campo. Han visto estos días las fotos de los sirios cruzando bajo las alambradas que preceden a ese proyectado muro de la vergüenza y la insolidaridad. Meses después del inicio de su éxodo, cientos de sin papeles duermen al raso en los parques de Belgrado y las otras grandes ciudades serbias. Los que consiguen conectar con ONGs como ACNUR, que ayudan a los refugiados, reciben apoyo para tramitar sus solicitudes de asilo. En 2015, el país más solicitado es Alemania, con cerca de 100.000. Le siguen la propia Hungría con 40.000 y Francia e Italia con cerca de 20.000 cada una.

Merkel ha tratado de conseguir un acuerdo para una distribución lógica de la gente que llega a esta Europa envejecida y con bajísimas tasas de natalidad. Pero se ha encontrado con que todo el mundo escurre el bulto. Eslovaquia, en su aislamiento mágico entre montañas, ha proclamado que sólo admitirá cristianos. Cuando todos sus vecinos se han vuelto a reír de los eslovacos como de costumbre, han sacado la excusa de que allí no hay ninguna mezquita, con lo que las carcajadas se han oído hasta en Berlín. Habría que ver la reacción de una Catalonia independiente ante un problema como este. ¿Les exigirían hablar catalán? ¿O también venir bien lavados y peinados? Con brillantina Artur, por supuesto. Ya retomaré el tema de la deriva catalana, pero me permito un inciso. ¿Recuerdan que les conté que para montar un sindicato como Solidaridad hacía falta mucho dinero? Pues para montar el procés, también. Ya vamos viendo cómo se obtenía.

Es bastante antiestético este mohín de doncella ruborosa que ha aquejado a los países europeos cuando se les ha requerido una ayuda solidaria ante este grave problema. Si Etiopía ha sido capaz de acoger en su territorio a más de 200.000 desplazados por la guerra de Sudan del Sur, pues parece que las excusas de los países ricos de Europa no son de recibo. Podríamos deducir que, cuanto más rico llega a ser un país, más insolidario se vuelve. Es una conclusión que no me gusta nada, que va contra mi visión positiva del mundo y el progreso de la Humanidad. Pero no tengo más remedio que denunciar el tema. ¿La solución? Pues no es un secreto que, a medio y largo plazo, pasa por ayudar al desarrollo de los países de origen de estos emigrantes. De forma que no se vayan. Ya saben que, además, los que optan por largarse de su tierra, suelen ser los tipos más activos, decididos y emprendedores. La masa más pasiva suele quedarse y aguantar hasta donde puede. Pues organicemos desde la ONU o como sea una política de apoyo al desarrollo de los países más pobres. Y por supuestos intentemos acabar con las guerras locales que expulsan de su tierra a estas grandes masas que amenazan nuestra estabilidad. Es uno de los retos más inmediatos que tenemos.  
  

miércoles, 26 de agosto de 2015

419. Hacer un Chapo

Está la situación mundial bastante complicada y ya no sabe uno qué pensar. En el mundo globalizado, resulta que estornuda el gigante chino y en todas partes se apresuran a decir Jesús, con resultado nulo, porque el asunto no se endereza. Supongo que ya saben por qué se le dice Jesús al que estornuda pero, para quien lo ignore, abajo se lo cuento. En la antigüedad, se desconocía la razón por la que una persona de pronto estornudaba, un movimiento reflejo inevitable, como el bostezo, que el ser humano hace desde el mismo momento en que nace. Cuando te viene un estornudo o un bostezo, no puedes hacer nada. Vean abajo lo que le pasó a un asistente al Congreso del Partido Comunista de China el año pasado. Como sus compañeros, tenía preparado su té de ginseng rojo chino, pero aun no se lo había tomado.










Tampoco se libra este soldado del ejército ruso



Pero volviendo al estornudo, a falta de mejores explicaciones, durante siglos se consideró que era un esfuerzo que hacía el alma del sujeto para echar fuera del cuerpo al diablo. Lo que pasa es que el diablo se apresuraba a entrar otra vez y por eso había que gritar enseguida JESÚS, para ahuyentarlo. Pues con el estornudo de la economía china, los esfuerzos de las demás potencias por decir JESÚS parecen estar resultando en vano. Lo del gran salto adelante de China es indudablemente una burbuja financiera, yo ya lo predíje hace tiempo. Y ahora parece que amaga con explotar. Por eso, sus dirigentes han intentado ya varios remedios, para tratar de desinflarla un poquito, tales como devaluar la moneda dos veces o bajar los tipos de interés. Lo malo es que estas maniobras afectan a los demás países, en especial los emergentes y la debilitada Europa, que parecía que ya empezaba a salir del atolladero.

Sigo siendo un ignorante en materia económica y por eso observo estas historias con cautela, consciente de no entenderlas por completo. De la misma forma, no sé si ustedes están mejor informados, pero yo no acabo de entender esto de la bajada del petróleo. Veamos. En 1973, el petróleo estaba bajando tanto como ahora. En ese momento, la OPEP se reunió y decidió reducir la producción para que los precios no siguieran desplomándose. Y Occidente se echó a temblar. Ahora es al revés. Ahora resulta que los americanos han encontrado una panacea: el sistema de fracking con el que sacan gas de las rocas, algo nunca visto, cercano a lo que pretendían los alquimistas. Con el gas que obtienen, ya no necesitan petróleo y están en camino de volverse autosuficientes en el sector energético. El nuevo sistema es contaminante y no se sabe cuáles son exactamente las consecuencias en el subsuelo, pero esto se la bufa a los yanquis, que llevan años haciendo negocio a costa de la salud del planeta.

Ante el descenso de la demanda, el precio del petróleo convencional empezó a bajar y la OPEP se reunió de urgencia (creo que fue a finales del año pasado). Los países más dependientes del crudo, como Venezuela, Nigeria o Ecuador pidieron desesperadamente aplicar la vieja receta: reducir la producción. Pero se encontraron con el veto del país más poderoso: Arabia Saudí. Que dice que, de reducir, nada. Venezuela está con el agua al cuello y otros países que no son de la OPEP, pero dependen también mucho del petróleo, como Noruega, observan alarmados la situación. En el fondo, todo esto es un combate de tahúres que juegan sus bazas, lanzan sus envites y amagan con faroles. En manos de quién estamos, virgensanta.

Porque la cosa tiene una explicación en clave de poker. Los árabes tienen la sartén por el mango. Sus reservas de crudo son muy grandes y pueden sobrevivir con precios bajos. Y su jugada es precisamente que los precios sigan bajando para desalentar la sobreproducción americana. Porque el fracking es un sistema mucho más caro que los procedimientos que se necesitan para sacar petróleo en el desierto, en donde casi pinchas con un palito y te sale el ansiado oro negro. Resumiendo: los países de la OPEP hicieron su jugada maestra en los setenta. Desde entonces, los yanquis se han escornado para encontrar un sistema que les permitiera deshacerse de ese dominio. Y por fin han creído encontrarlo en el fracking, con el que pensaban romper el mercado, al generar un mayor volumen de producción. Pero el sistema es caro y poco sostenible, por lo que lleva en su esencia su propia ruina. Si los precios siguen bajando, las primeras empresas en quebrar serán las del fracking. Los árabes sólo tienen que esperar y poner cara de poker. Eso es lo que están haciendo.

Por otro lado, estos mismos países árabes son los que financian a grupos islamistas, como el ISIS, inicialmente como medio de contrarrestar la presencia del Estado de Israel (¿alguien ha hecho una valoración de cuánto nos cuesta a Occidente el mantenimiento de ese estado, en medio de los países árabes?), aunque ahora el asunto se les está yendo de las manos y empiezan a verlo como un peligro potencial, también para ellos. Detrás de cualquier jugada hay políticos que son personas y que se mueven por lo de siempre: el poder, el dominio, el dinero. Cómo explicar si no la deriva imperialista del señor Putin que, de pronto, ha resucitado las ansias de grandeza de los zares y sueña con restaurar la gran Rusia del XIX. La guerra de Ucrania, le sirve a Putin para que los ciudadanos rusos se distraigan del desastre de país al que han llevado las políticas puestas en marcha tras la caída de la URSS.

Lo malo de las guerras como la de Ucrania es que se llevan por delante a la gente humilde que vive en el entorno del campo de batalla, porque los pudientes suelen tener los medios para largarse antes. En las guerras decimonónicas, la lucha se libraba en los frentes y la gran mayoría de las bajas correspondían a soldados. Pero eso cambió en la Primera Guerra Mundial (un tercio de bajas civiles) y sobre todo en la Segunda (dos tercios de bajas civiles). De ahí ya no se ha bajado, ni en Vietnam, ni en Yugoslavia, ni por supuesto ahora en Ucrania. Después de visitar Polonia y pulsar los terribles efectos de la pasada guerra, tan reciente en la mente de todos, pues me da mucha rabia lo que está sucediendo en Ucrania, en donde no hay visos de solución a corto plazo, como tampoco los hay en Siria, suponiendo que este hermoso país, que visité en 2006, siga existiendo.

En España vamos tirando, dentro de ese mínimo porcentaje del mundo donde se vive decentemente, aunque también nos acosan diversas amenazas a la estabilidad, como el órdago secesionista de Cataluña. Ya he contado aquí mis opiniones sobre la cantidad de guerras que se han originado a partir de la pulsión nacionalista. Tenía siempre como contramodelo el proceso por el que se escindieron la República Checa y Eslovaquia. En mi viaje reciente he pisado suelo eslovaco y hasta he probado la cerveza eslovaca, que tuve que pagar en euros y no en zlotis. Y he averiguado que, aunque la separación fue, como se dijo, de terciopelo, no es menos cierto que la vida en este pequeño país no ha sido un camino de rosas, como les contaré algún día. Los catalanes harían bien en informarse al respecto, antes de rifar su voto. Yo creo que, ahora mismo, los catalanes cuentan con la información necesaria para votar con seny (pronúnciese señ). En sus manos está mandar al señor Mas y su caterva de aprovechados al lugar que les corresponde en la Historia. Si no lo hacen, se merecerán todo lo que les pase. Y nos joderán a nosotros, pero menos que a sí mismos. Nosotros saldremos adelante. 

Contemplo este convulso panorama desde la silla de mi despacho, en donde sigue la calma chicha. Estoy tan aburrido como el congresista chino y el soldado ruso. Como esto no cambie, creo que el próximo invierno será el último para mí como ciudadano activo. Para cambiar mi decisión, alguien tendría que lanzar un anzuelo suficientemente goloso como para que yo pique. Para que pique y no me pique, como Piqué, antes de que todo se vaya a pique. Mientras tanto, mi sueño es hacer la del Chapo Guzmán. Abrir una trampilla aquí, junto a mi mesa, bajar a un túnel (con luz y aire acondicionado, por supuesto) y correr. Correr a todo lo que me den las piernas, huyendo de mí mismo, hasta llegar a un punto de salida a la luz y la libertad, muchos kilómetros más allá de mi actual circunstancia, cerca del horizonte, donde nadie pueda ya encontrarme. Les tendré al tanto. 

lunes, 24 de agosto de 2015

418. Últimos flecos polacos

Bien, queda poco por añadir en relación con mi excursión por tierras polacas. Algún amigo me ha acusado de projudío, a cuenta de mi defensa del cantante Matisyahu. Tienen razón y aquí les pongo la foto que lo demuestra. Me han pillado. Ahí tienen la prueba irrefutable de mi identidad hasta ahora secreta.


La foto está tomada junto a una de las pequeñas sinagogas que pueden visitarse en el Kazimierz, el antiguo barrio judío de Cracovia. Tiene un pequeño cementerio anejo en el que los judíos siguen siendo enterrados aun. Los judíos entierran a sus familiares con los pies orientados a Jerusalén. De esta forma, cuando el Mesías llegue a la tierra y cabalgue a lomos de un burrito blanco, los muertos resucitarán y le seguirán en dirección a la tierra prometida. Al estar en la posición correcta, no tendrán ni que darse la vuelta: resucitarán y echarán a andar. Los familiares no suelen visitar las tumbas de sus deudos fallecidos, a los que creen temporalmente de viaje por el más allá. Sí visitan, en cambio, las tumbas de personas importantes, en las que depositan como ofrenda pequeñas piedras sobre la lápida de la sepultura para que el muerto, desde el más allá, les dé buena suerte o les ayude en sus pleitos. Las creencias y costumbres funerarias judías revelan la maldad suprema que suponía quemar sus cuerpos. La palabra Holocausto, de etimología griega, viene de holos (la totalidad) y caustos (quemar). La solución final de los nazis implicaba eliminarlos por completo y para siempre.

El Kazimierz no fue destruido en la guerra, pero se quedó prácticamente vacío. En los años de posguerra estuvo medio abandonado, ocupado por delincuentes y prostitutas. Coincidiendo con la llegada de la democracia, empezaron a asentarse aquí artistas e intelectuales, atraídos por los bajos precios de la vivienda. El barrio mantiene su carácter marginal, bullicioso y multicultural, al estilo Malasaña, y algunos judíos han empezado a regresar. Las sinagogas se han rehabilitado y forman parte de la oferta turística. Muchas de ellas ofrecen conciertos vespertinos de música de fusión entre el tradicional klezmer y el jazz. Las esquinas están llenas de chiringuitos con terrazas y, si el que te enseña el barrio es un polaco, no dejará de mostrarte la calle Kupa (literalmente: mierda, en polaco, aunque en yidish tiene un significado menos escatológico). También hay que ver la escalera en la que Spielberg rodó la famosa escena en que una madre esconde a su hijo mientras los nazis registran su vivienda y tiran las pertenencias de todos al patio.

De lo que no queda casi nada es del gueto en donde fueron confinados los judíos, una vez que se les sacó del Kazimierz. En este lugar, al otro lado del río, fueron recluidos 15.000 judíos, en un lugar donde antes vivían 3.000 polacos, previamente deportados a otros lugares. Desde aquí iban siendo enviados a Auschwitz y demás campos. Ahora queda apenas la plaza principal y un tramo conservado del muro que lo rodeaba, que puede visitarse, igual que la fábrica Schindler original, que está al lado. Y la botica de Tadeusz Pankiewicz, farmacéutico católico que convenció a los nazis de que le dejaran continuar regentando su negocio con la disculpa de que, si a los judíos no se les facilitaban medicamentos, contraerían enfermedades infecciosas que luego se extenderían por todas partes.

La farmacia estaba en la esquina de la plaza principal del gueto, en donde se concentraba a los deportados para subirlos en los autobuses que los trasladaban a los campos de trabajo y exterminio. La gente acudía allí con hatillos y maletas con todas sus pertenencias y formaban largas hileras. Los que podían, aprovechaban la confusión para esconderse en la rebotica de Pankiewicz, que salvó de esta forma la vida de muchos judíos, arriesgando la suya propia. Pero a este señor no le han hecho ninguna película en Hollywood. Uno de los supervivientes de este gueto es precisamente Roman Polansky, que ha sido quien ha financiado el diseño e instalación del Memorial que recuerda en la plaza a las víctimas de los nazis. Es un conjunto de sillas vacías orientadas en todas direcciones, cuya visión encoge bastante el alma.



En fin, Polonia era el país en donde había una mayor población judía antes de la Guerra Mundial. Ahora su presencia es bastante minoritaria, aunque en aumento. También muchos polacos católicos se vieron obligados a emigrar, de modo que Chicago es hoy la ciudad del mundo con más polacos, ligeramente por delante de Varsovia. Las heridas de la guerra van cicatrizando poco a poco y el cine ha empezado a tratar temas que hasta hace poco eran tabú. Ya les he recomendado la película Ida, Oscar del año pasado a la mejor película de habla no inglesa. Allí se cuenta cómo mucha gente aprovechaba el caos de la guerra y la invasión para denunciar a sus vecinos como judíos o resistentes, para que fueran deportados y así quedarse con sus casas y sus propiedades. Algo similar sucedió también en España. Un pasado reciente tan tremendo explica que los polacos tengan un punto fatalista y taciturno, ayudado además por un clima en el que, desde mediados de octubre hasta mediados de abril, no se ve el sol. Según lo que me dijeron mis amigos, el libro en el que se refleja mejor la idiosincrasia de los polacos, es El pensamiento cautivo, del premio Nobel Czeslaw Milosz (Tusquets, 1981). Aquí las imágenes de algunos monumentos de Varsovia.


Arriba, el monumento a los héroes del Alzamiento de Varsovia, erigido por los soviéticos poco antes de la llegada de la democracia. Abajo el Memorial que recuerda a los deportados a los diferentes Gulags de Rusia, obviamente, posterior a dicha llegada y sin embargo con muchos elementos en común con el anterior.



En la capital hay también numerosos testimonios que recuerdan a los hijos más ilustres de la ciudad, como Federico Chopin, Joseph Conrad, Marie Curie, o el oftalmólogo Lazar Zamenhof, el creador del esperanto. Hay un circuito Chopin con unas pequeñas consolas interactivas que reproducen sus melodías, situadas en la vía pública frente a los edificios en los que vivió y tocó. Y en el parque Lazienki se erige la estatua cuya foto les pongo abajo.



Desde un parterre cercano, la cabeza de Franz Liszt le observa. Chopin y Listz fueron contemporáneos, aunque de edades diferentes. Liszt, mayor, admiraba mucho a Chopin, a quien consideraba un genio. Pero el sentimiento no era mutuo, porque al polaco, que era muy pudoroso, no le gustaba nada la manera histriónica y teatral de tocar de Liszt, un showman al estilo Jerry Lee Lewis.

En Cracovia, el nativo más famoso es sin duda Juan Pablo II, pero su presencia no es tan agobiante como se podía esperar. Abajo tienen la fachada de la casa en que vivió mientras fue cardenal de Cracovia. Por cierto que el aeropuerto de Cracovia se llama Juan Pablo II y el de Varsovia Federico Chopin.

Nuestro viaje se ha completado con una estancia en Zakopane desde donde centralizamos las excursiones a los Tatras y los Pieniny. Les dejo algunas imágenes de estas zonas, empezando por las casas tradicionales de madera, cerca de Zakopane.




Ahora, dos lagos eslovacos desde las cumbres de los Tatras. Por cierto que los polacos de la zona fronteriza tienen a los eslovacos como a unos tipos bastante bolos. Dicen que apenas llegan a cinco millones, que se han empeñado en seguir ellos solos, que son muy cabezotas y que no se relacionan con nadie. Como no podía ser de otra manera, hacen chistes de eslovacos. ¿Les suena esto? No me digan que no.


Aquí el tradicional descenso del río Dunajec en almadías, al pie de los Pieniny, 18 kilómetros río abajo.



En Osada, una serie de casas de judíos adinerados que habían quedado abandonadas, fueron desmontadas y trasladadas a una localización segura, para evitar que quedasen anegadas al construir una presa. Un empresario hotelero pagó el traslado para construir un resort junto al pantano. El proyecto está a medio desarrollar. En el hotel en uso nos alojamos una noche y, desde él se veía esta otra casa, aun sin adaptar, digna de haber sido el lugar de rodaje de Psicosis.

Por último, una imagen de la oferta de un mercadillo de frutas. Abajo a la derecha, las famosas manzanas polacas, que presumen de ser las mejores de Europa. Todo el producto de la huerta en estas tierras es excelente.




domingo, 23 de agosto de 2015

417. La Polonia soviética II

He de hacer un par de aclaraciones. Primero, cuando un texto me sale muy largo, suelo partirlo en dos. A veces no lo hago, como en el reciente post sobre Auschwitz, porque me parece que cortar un clímax como el de ese texto es hacerle una faena al lector, similar a la que producen los anuncios de Telecinco interrumpiendo lo mejor de la película. Por otro lado, este fin de semana he estado fuera y he encontrado un rato para escribir y subir el post anterior con el Ipad, artefacto con el que no me manejo muy bien. Eso produjo un resultado deficiente, con una letra más pequeña de la habitual, unas cuantas erratas que no supe cómo corregir y la imposibilidad de subir la foto de Nova Huta. Una vez en mi casa (domingo por la noche), he subsanado todos los errores y les emplazo a revisar ese texto, al menos para ver la foto, que es muy expresiva de lo que los soviéticos entendían por urbanismo.
  
Nos habíamos quedado en que con la Iglesia habíamos topado. El catolicismo es una seña de identidad de los polacos fuertemente arraigada en sus mentes. En los años que nos ocupan, la iglesia polaca era muy potente y tenía a la cabeza al poderoso cardenal de Varsovia Stefan Wyszynski, cuyo retrato tienen a la izquierda. Como ven, también en este caso, una imagen vale más que mil palabras. Wyszinsky era un anticomunista feroz, que soñaba con sacar a Polonia del Pacto de Varsovia, para incorporarla a Occidente y cuyas relaciones con el gobierno habían sido siempre muy tensas. En 1978, Wyszynski ve su ocasión y se dispone a aprovecharla. A la muerte de Pablo VI, se convoca el cónclave para elegir a su sucesor. Wyszynski acude puntual y mueve sus hilos y sus influencias.

No sé lo que opinan ustedes pero, para mí, la elección papal es uno de los tres procesos más antidemocráticos que sobreviven en el mundo, junto con la elección de sede olímpica y la del país organizador del Mundial de Fútbol. Como la FIFA y el Comité Olímpico Internacional, el Vaticano es en los días de cónclave un bullicio de intrigas, de clientelismo, de sobornos, de presiones y de lobbies. Wyszynsky se mueve en ese ambiente como pez en el agua y contacta con todos los cardenales centroeuropeos. Les cuenta que los países del otro lado del telón de acero se están viniendo abajo económicamente. Que bastaría un impulso, como el que podría dar él desde el papado, para derribar el castillo de naipes. Sin embargo, encuentra serias reticencias. Algunos de estos cardenales tienen buena relación con los gobiernos socialistas de sus países y saben por ellos que el régimen polaco nunca aceptaría a Wyszynski como Papa, que lo considerarían como una declaración de guerra. Por otro lado, la idea es tomada por descabellada por muchos de los primados: desde 1523, todos los Papas han sido italianos.

Ya saben lo que sucedió. Salió elegido Albino Luciani, un hombre firmemente dispuesto a acabar con las corruptelas y los tejemanejes que desarrollaban el arzobispo Marzinkus y el Banco Ambrosiano, en colaboración con Roberto Calvi, el llamado banquero de Dios. Luciani se corona como Juan Pablo I, un guiño a la bondad de Juan XIII y a la eficacia de Pablo VI, sus antecesores. Inmediatamente se pone manos a la obra. Y un mes más tarde aparece muerto. Oficialmente es un síncope, pero todo el mundo entiende que (con perdón) le han dado chicharrón. F.F.Coppola lo sacó así en su película El Padrino III y, que yo sepa, no lo han excomulgado ni nada. Se convoca un nuevo cónclave y Wyszynski se encuentra ante una segunda oportunidad. Pero ahora trae un plan B.

Aunque los cardenales del poderoso looby centroeuropeo han entendido que la idea de Wyszynski es brillante, no quieren que él sea el Papa, porque creen que eso puede ser contraproducente. Pero hay otro obispo polaco en cartel: el joven Wojtyla, animoso y popular cardenal de Cracovia, que desarrolla una labor pastoral incansable y es adorado por sus feligreses con los que hace senderismo por los Tatras y los Pieniny. Es un hombre que empieza a ser conocido en la curia y de hecho en la votación de un mes antes ha sacado ya un número significativo de votos, resultado de la vehemencia de Wyszynski. Este hombre, que es mejor visto por el gobierno polaco, sería perfecto para el proyecto. Sólo hay un problema: Wojtyla no quiere ser Papa. Está feliz en su tierra guiando a su amplia parroquia por el camino de Dios, haciendo lo que realmente le gusta. Y aquí tiene lugar la jugada maestra de Wyszynski. Haciendo uso de su autoridad moral como cardenal primado de Polonia, aborda a su compañero en un descanso de las votaciones y le dice estas palabras: Sólo voy a pedirte un favor. Si te proponen para Papa, acepta. Hazlo por Polonia y por Dios.

Este encuentro en los pasillos del Vaticano está documentado y se relata en todas sus biografías. Lo siguiente es conocido. Los cardenales votaron a Wojtyla quien, según los testigos, cuando se supo el resultado, se echó ambas manos a la cabeza, desolado. Ahora sabía que nunca más sería un hombre libre. Era mucho lo que Polonia se jugaba en el envite. Los movimientos de oposición al régimen necesitaban dinero para estructurar una alternativa sólida, como muy pronto sería el sindicato Solidaridad. Mucho dinero. Y el nuevo Papa, Juan Pablo II, anuló inmediatamente las disposiciones de su breve antecesor que ponían en riesgo la supervivencia del sistema bancario del Vaticano. El nuevo Papa estaba dispuesto a mirar hacia otro lado, a cambio de apoyo para la oposición de su país. Marzinkus continuó en su puesto y lo mismo Roberto Calvi, aunque éste con fortuna diferente: años después, su cadáver apareció colgado de un puente en Londres.

Se han escrito libros enteros sobre este asunto, más o menos con tesis como esta. Y pronto se vieron los resultados. Aunque la economía polaca sigue estancada, el sindicato Solidaridad empieza enseguida a funcionar, al mando de Lech Walesa. En agosto de 1980, el sindicato responde a una subida general de precios declarando la huelga general en los astilleros de Gdansk. Gierek negocia con Walesa y acepta sus condiciones. Solidaridad ha ganado su primera huelga y ese hecho inaugura los llamados Dieciséis meses de la estabilidad. En ese tiempo, se produce una apertura cierta del régimen, con mayor libertad de expresión, actividad sindical y asociativa sin restricciones, prensa libre y un florecimiento cultural recibido con ilusión. Pero la economía sigue en picado y el ejército da un paso al frente para intentar revertir esa deriva ruinosa. Es el tancazo del general Jaruzelsky. En diciembre de 1981, el hasta entonces Ministro de Defensa, acaba con las efímeras libertades, declara ilegal el sindicato, saca el ejército a la calle y decreta la Ley Marcial.

A mis amigos polacos les sorprende mucho que la figura de Jaruzelsky sea bien valorada en Occidente, como el hombre que pilotó la transición a la democracia y fue su primer presidente. Para ellos sigue siendo la persona que decretó la Ley Marcial. En esos años difíciles, los soldados te pedían el carnet todo el rato y te detenían por cualquier minucia. Uno debía retirarse de las calles a las 8 de la tarde, si no quería que le disparasen. Polonia quedó aislada y gobernada como un cuartel. Y para colmo, se implantó el racionamiento, como forma de enderezar la economía. Cada persona tenía derecho a 1 kilo de carne (con hueso) al mes. 1 kilo de azúcar. Medio litro de vodka. Una pastilla de jabón, del malo. Todo estaba racionado, menos la verdura y la fruta. Pero, encima, empezó a haber escasez de los productos más básicos, de forma que uno debía hacer largas colas ante las tiendas, que muchas veces abrían completamente desabastecidas.

Hace dos días de todo esto. Mi amiga Dorota me contó algunos de sus recuerdos del racionamiento. Por ejemplo, cuando debía levantarse a las 4 de la mañana, en una Varsovia helada, para coger buen lugar en la cola del ultramarinos. Bien abrigada, esperaba allí hasta las 7.30. En ese momento la relevaba una tía suya, porque ella debía ir a la Universidad para dar clase a sus alumnos de español. Daba su clase de 8 a 9 y regresaba a la cola. A las 11, abría el tendero y sólo entonces se sabía si tenía algo que vender y en qué cantidad. Los que, como ella, no bebían vodka, podían utilizar su medio litro para el sistema de trueque que inmediatamente se estableció. En el campo, recordemos que no colectivizado, la situación era sin embargo más llevadera. Y, en la ciudad, quien más quien menos tenía algún primo con una granja o huerto. Así que, si disponías de vehículo, aunque fuera uno de los minúsculos FIAT 500, podías ir a visitar a tu familia en el fin de semana para cargar comida. Pero entonces te esperaba la policía en las entradas de la ciudad y te lo quitaba todo. Ante eso, la gente utilizaba los autobuses, que normalmente no eran revisados. El pestazo a queso, a chorizo y a carne que se notaba al subir a estos autobuses, es algo que todos recuerdan todavía. 

La Ley Marcial se mantuvo hasta el mes de julio de 1983. El resto de la historia es más conocido y tiene relación directa con la designación del señor Gorbachov al frente de la URSS en 1985. El proceso era ya imparable. El mundo soviético se derrumbaba, incapaz de competir con Occidente en la carrera de las nuevas tecnologías, lastrado por la rigidez de su estructura industrial y económica centralizada, la esclerosis de sus dirigentes políticos y el malestar de sus propios pueblos. Era sólo cuestión de tiempo y Polonia preparaba ya sus estructuras políticas de recambio para adaptarse al cambio que venía. Por eso, su proceso fue pacífico y tranquilo. Ahora, nadie añora aquellos viejos y convulsos tiempos. A los rusos se les sigue teniendo verdadero terror y, al parecer, hace unos cinco o seis meses, hubo momentos de psicosis a cuenta de la situación ucraniana. Pasado el susto, vuelven a sentirse seguros y aliviados bajo el paraguas de la OTAN. Que duerman bien.

sábado, 22 de agosto de 2015

416. La Polonia soviética I

Tras hablar con mis amigos polacos, descubro que existe unanimidad en considerar al régimen que gobernó en Polonia después de 1945 como el menos radical de los implantados en los países del Pacto de Varsovia, el que más se vio influido por los movimientos y las opiniones del pueblo y ese componente fue decisivo a la hora de la transición a la democracia en 1990, en la que la sociedad estaba sólidamente estructurada y en cierta forma iba por delante de las transformaciones políticas (algo similar a la transición española), hasta el punto que el último presidente socialista, el general Wojciech Jaruzelsky, fue también el primero de la democracia recién estrenada. Si comparan estos hechos con los que les conté el año pasado sobre la revolución rumana, las diferencias son abismales.

Hay factores que explican esta diferencia. Si los rumanos  son vitalistas, apasionados, incultos y en cierta forma violentos, los polacos son tranquilos, estoicos, resistentes y muy educados. Si los rumanos son en su mayoría agricultores y campesinos que ansían construirse su casita y tener un pequeño terreno con un cerdo y unas cuantas gallinas, los polacos son trabajadores de la industria, estibadores y mineros (los mejores del mundo), lo que les confiere una tradición muy arraigada de asociacionismo y capacidad de montar sindicatos. No es casualidad que Solidaridad surgiera aquí, en los astilleros de Gdansk y las minas de Lublin. La sociedad polaca es culta y urbana, acostumbrada a sufrir y a defenderse colectivamente, fuertemente estructurada en torno a dos pilares: el sindicato y la iglesia católica, el otro factor clave que explica la evolución de Polonia en los últimos años.

Hablando con mi amigo Maciej, le conté algo sobre la Rumanía posterior a Ceaucescu, que le llamó mucho la atención. El año pasado tenía esta anécdota para incorporarla a un post Ceaucescu VI, que nunca escribí, porque valoré el cansancio de mis lectores sobre el tema y no quise aburrirles más. La cuento ahora. Tras la revolución rumana y la muerte del dictador, se generó en el país un cierto vacío de poder. Dos grupos pugnaban por ocupar ese vacío. Por un lado los intelectuales de Bucarest y de Timisoara, estructurados en torno a las figuras del exilio que estaban regresando al país. Por otro, los medios obreros y sindicales agrupados en torno a disidentes de Ceaucescu que habían ayudado desde dentro a su caída. Un año después, estos dos grupos pactaron una solución civilizada en la que ambos fueron el germen de dos partidos políticos que, desde entonces, se van turnando en el poder (sistema bipartidista).

Pero en ese año de locura, la situación tuvo momentos de mucha tensión, con continuas revueltas callejeras y algunas víctimas. En uno de esos momentos álgidos, cuando los exilados e intelectuales parecían a punto de llevarse el gato al agua, el otro grupo convocó a todos los obreros del país a una macromanifestación en Bucarest. Allí marcharon con paso marcial los diferentes gremios con sus martillos, azadas y herramientas diversas, amenazadoramente alzadas. Y el grito más coreado fue el siguiente: NOSOTROS NO PENSAMOS, NOSOTROS TRABAJAMOS.  Impresionante, ¿verdad? Eso es lo que le conté a Maciej. Sorprendido aun, me confesó lo siguiente: en Polonia, nunca podría pasar esto. En Polonia los intelectuales siempre han sido de izquierdas y muy vinculados a los medios obreros. Recíprocamente, los obreros son cívicos y respetan a sus intelectuales. No olvides que Rosa Luxemburgo era polaca.

Sirva esto de prólogo a la historia que les cuento. En 1945, Polonia era un país arrasado, que había sufrido seis millones de muertos y que no estaba para bromas. Los judíos habían sido aniquilados, y las fronteras habían sido redibujadas, lo que conllevaba diversos procesos de limpieza étnica. Los rusos extendieron su frontera más allá de Lituania, quedándose con la Pomerania oriental (actual oblast de Kaliningrado, ciudad a la que los alemanes llamaban Köningsberg. A su vez, en el otro lado, la región minera de Silesia y las zonas costeras del Báltico fueron incorporadas a Polonia, echando a los alemanes al oeste y colonizándolas con polacos. Desde 1939 funcionaba un gobierno polaco en el exilio (que existió hasta 1990) pero, en los tiempos de dominio de Stalin, el poder interno recayó pronto en el PZPR, el partido comunista polaco que pronto se quedó sin adversarios interiores.

Dos figuras lideraban el PZPR. Gomulka, el héroe local de la resistencia antinazi y Bierut, el estalinista más afín al poder de Moscú. Gomulka fue nombrado primer secretario del partido en 1945, pero muy pronto empezó a manifestar opiniones reformistas y aperturistas, llegando a oponerse a las propuestas rusas de colectivizar la agricultura. Fue cesado en 1948 y hasta encarcelado en 1951, lo que acrecentó su popularidad. Los tiempos de mando de Bierut corresponden a la construcción de la ciudad de Nova Huta, junto a Cracovia, de la que les pongo abajo una imagen y, por supuesto, la iniciativa de reconstruir la plaza mayor de Varsovia con un Lenin gigante sobre el edificio más alto. Pero Stalin muere en 1953 y Kruschev impulsa la desestalinización de su país y los demás. Gomulka sale de la cárcel en el 54 y es rehabilitado como miembro del partido. En 1956 se inicia una serie de revueltas y protestas obreras y, entre las reivindicaciones que se reclaman, destaca la sustitución de Bierut por Gomulka. Kuschev acepta y Gomulka es nombrado otra vez secretario general, puesto que mantendrá hasta 1970. Y, por cierto, el tema de la colectivización agraria, no vuelve nunca a considerarse.

En esos años, Polonia crece y el pueblo mejora mucho sus condiciones económicas y sociales (piensen en el paralelismo con la España de Franco). Para ello, Gomulka echa mano de créditos de los bancos occidentales, que se apresuran a concedérselos. A finales de los sesenta, la economía empieza a entrar en crisis, los prestamistas quieren su dinero y el ejercicio del poder ha desgastado notablemente a Gomulka, que ya no es tan popular ni querido. En 1970, Gomulka recibe la histórica visita de Willy Brandt, para firmar un tratado de cooperación con Alemania Occidental, pero su figura esta ya tocada de forma irreversible. La represión de una nueva protesta en la que la policía dispara y causa unas cuantas víctimas, precipita su cese en diciembre de ese mismo año. Aparece entonces la figura de Gierek. 

Edward Gierek es hijo de un minero muerto en accidente cuando él era un niño. Su madre emigró con él a Francia y Bélgica, y allí le sorprendió la Guerra Mundial. Miembro heroico de la resistencia belga, fundador del partido comunista de ese país y casado con una belga, había regresado a Polonia después de la guerra. Los polacos descubren a un líder cosmopolita y viajado, al que acompaña siempre su mujer, fina y elegante, que viaja de vez en cuando a París a renovar su vestuario (a la señora de Gomulka nadie la había visto nunca). Eso inicia un período de cierta modernidad y apertura, con mayor libertad de prensa, llegada de turismo occidental y progreso general. Pero la situación real de la economía se agrava por la crisis del petróleo. La deuda externa no deja de aumentar. Y aquí hay que decir: con la Iglesia hemos topado. Se lo cuento en la segunda entrega. Les dejo con una imagen actual del barrio de Nova Huta.



jueves, 20 de agosto de 2015

415. El pique de Piqué

Vamos a hacer un inciso en medio de tanta densidad y trascendencia a cuenta de Polonia, los judíos y todo lo demás, para recuperar por un día la coña y el tono superficial que ha caracterizado este foro en sus mejores momentos. Para desengrasar, nada mejor que el mundo del furgol, a un día de empezar la Liga, en la que espero que este año mi Depor no pase tantos apuros como en la temporada pasada. Por cierto, para los resentidos que sostienen que el Barça se dejó empatar con el Depor a dos goles en el último partido del curso anterior y que la salvación fue un tongo, pues aquí tienen un dato incontestable: en los tres primeros partidos oficiales que ha jugado el Barça este año, le han metido exactamente nueve goles, a tres por partido. Ya no resulta, pues, tan raro que el Depor del año pasado, un equipo muy malo pero que se estaba jugando la vida, le metiera dos a esa defensa calamitosa. De todas formas, en este blog se dio explicación cumplida de mi interpretación de ese día venturoso, en clave de San Benitiño de Lérez y tal.

En el primero de estos tres partidos del Barça, aunque el Sevilla le metió cuatro goles, consiguió ganar 5-4 en la prórroga. Tras recibir la Supercopa europea, Gerard Piqué animó a sus compañeros (se oyó en la tele) con estas palabras: “Hala, vamos a dar la vuelta al campo, para que se jodan los de Madrid, que nos están viendo”. No dijo “los del Madrid”, sino “los de Madrid”, lo que me legitima para contestarle. A mí no me jode que el Barça gane un partido, tengo otros problemas de más calado como para preocuparme de eso. Sin embargo, he de confesar que, cada vez que el Barça pierde con otro equipo español, me llevo una alegría. Lo mismo me pasa con el Real Madrid: cada vez que otro equipo español consigue ganarle, disfruto de cojones. No sé si Piqué será capaz de entender esto, pero es bastante fácil.

Madrid y Barça han establecido una tiranía en nuestra Liga que resulta hasta obscena. El dinero de las televisiones y los patrocinios que se reparten entre estos dos mastodontes, les sitúa a tanta distancia económica y deportiva de los demás equipos, que la Liga es un tostón, en el que el único entretenimiento potencial es la posibilidad de que uno cualquiera de los otros 18 equipos que completan la Primera División, consiga mojarles la oreja, o al menos hacerles pasar un mal rato. Ya imaginan que en cualquier enfrentamiento entre un David y un Goliat, yo me pongo siempre de parte del primero. Tengo que aclarar que, sin embargo, cuando estos dos abusones juegan contra equipos extranjeros, estoy de su lado. ¡Ojo! No quiero decir que todo esto esté bien o mal, sólo describo mis sentimientos.

Es curioso, porque yo difícilmente me alegro del mal ajeno. A mí me da pena hasta Rodrigo Rato. No me alegro de que le metan en un coche a cogotazo. También me dio pena el pobre Bárcenas, cuando le castigaron sin salir al patio, por preguntarle a uno de sus guardias si sabía a quién estaba empujando. Así de soso soy. Aparte del Madrid y el Barça, sólo me alegro de las desgracias de otro sujeto: el señor Mourinho. He disfrutado como un enano viendo cómo no conseguía ganar ninguno de los dos primeros partidos de la Premier, en el segundo, encima, cayendo claramente derrotado por el equipo que dirige Pelegrini, a quien él sucedió en el Madrid y a quien tanto despreció. Para mí sería una alegría que este impresentable no se comiera el turrón y que eso iniciara una caída que le llevase a terminar sus días como entrenador del Pazos Ferreira o del Río Ave, lo que le corresponde por su valía como técnico.

Pero volvamos a Piqué. En el último de los tres partidos que comentamos, tras una jugada intrascendente que acabó con el balón en manos de su portero, Piqué se dirigió corriendo hasta un linier y le gritó desaforadamente delante de la nariz. Cuando se dio la vuelta, el árbitro tenía en alto una tarjeta roja. A la calle. El locutor de la tele decía que cómo era posible que el árbitro trajera ya la tarjeta roja levantada, antes de hablar con el linier y enterarse de lo que había pasado. Pues es muy sencillo: porque ambos jueces están interconectados por pinganillos y el árbitro escuchó perfectamente lo que Piqué le vociferaba al linier. Después, lo reflejó así en el acta arbitral: “En el minuto 55, el jugador (3) Piqué Bernabeu, Gerard fue expulsado por dirigirse gritando a un árbitro asistente en los siguientes términos: me cago en tu puta madre”. Eso es lo que dice el acta, al parecer (yo no la he leído). Lo mejor de todo es que el Barça ha hecho un escrito de alegaciones para evitar un castigo más amplio al jugador, en el que dice que Piqué “utilizó una expresión muy típica catalana (sic), que suele usarse para dar más énfasis a una frase anterior de disconformidad o enfado”. Ante esto no me cabe más que exclamar: ¡Axó’s collonut, nen!

Lo que parece claro es que este señor Piqué es un tanto mosqueón y anda últimamente un poco nervioso, como muchos catalanes en este momento del procés en el que se han metido ellos solos (bueno, con la ayuda impagable del señor Rajoy). En octubre pasado ya tuvo otro incidente significativo a las dos de la mañana, cuando una pareja de la Guardia Urbana le llamó la atención por pararse más de quince minutos en el carril bus. Más o menos, como Esperanza Aguirre, sólo que en Barcelona. Según escribieron los guardias en la denuncia, el tipo les espetó las siguientes frases: me tenéis envidia porque soy famoso, me estáis multando porque vais a comisión, porque no tenéis dinero y os tenéis que llevar la comisión,  esta denuncia va a quedar en nada porque llamo a tu capo (sic) y me la quita, voy a hablar con tus jefes y se te va a caer el pelo, esta multa la va a pagar tu padre, sois una vergüenza, me da asco vuestro trabajo y la Guardia Urbana es una puta vergüenza. Fin de la cita.

Como pueden comprobar, todas ellas expresiones típicamente catalanas, usadas comunmente para darle más énfasis a una frase anterior de disconformidad o enfado. Sin embargo, dentro de la miopía que mostramos todos los de Madrid a la hora de tratar los temas de Cataluña (además de robarles, según la campaña de CiU), el Comité de Competición no ha apreciado la singularidad lingüística y cultural de esa región autónoma y le ha impuesto a Piqué cuatro partidos de sanción, exactamente lo mismo que le puso el año pasado a Sergio García, del Español, por decirle al árbitro “eres un sinvergüenza”, a Sergio Ramos del Madrid por gritar: “llevas todo el puto día jodiéndonos” o al uruguayo del Tenerife Diego Ifrán por llamarle al árbitro boludo de mierda. Hace unos años le cayeron también cuatro partidos al portero del Barça Victor Valdés por, según el acta, proferir la expresión “os habéis cagado”, dicho esto además a escasos centímetros de la cara del árbitro, lo que determina que el conjunto de la actuación del jugador deba calificarse de claramente ofensiva.

Yo no sé si los árbitros y los comités son conscientes del lado cómico que tiene la redacción de sus actas y comunicados, por la mera interposición de su lenguaje formal con las expresiones de los futbolistas. En cuanto a éstas últimas, ya ven cuan edificantes y educativas resultan para los chavales, que imitan en todo a sus ídolos futboleros. Además, eso sucede en un contexto en el que se ha suprimido la asignatura de Educación para la Ciudadanía (lo que hay que Wert) y posiblemente muchos de sus padres hablen de esta misma forma destemplada. La educación brilla por su ausencia en todo lo que rodea al mundo del fútbol y es algo que deberían hacerse mirar.

No es por presumir, pero mi Dépor ha aprobado hace unas semanas un código ético por el que se regirá el club en adelante. En aplicación de ese documento, al jugador portugués Luisinho lo han suspendido de empleo y sueldo cuatro días, por algo que le dijo en un entrenamiento a un compañero y que no ha trascendido fuera del club. Algo gordo debió de ser, porque el compañero iba a por él y lo quería matar, como se vio en el vídeo de un aficionado. Este mismo Luisinho, el año pasado fue también expulsado y suspendido cuatro partidos, por decirle a un árbitro “de aquí no sales vivo, cabrón”. En las alegaciones, el Deportivo arguyó que este señor es portugués, no sabe nada de castellano y ni los compañeros le entienden. Una excusa tan sonrojante como la de que “me cago en tu puta madre” es una singularidad lingüística catalana. El bueno de Luisinho sigue sin aprender una gota de castellano pero, por lo visto en este último incidente, los compañeros sí que le entienden. 

Hala, mañana seguimos con los polacos.

miércoles, 19 de agosto de 2015

414. Auschwitz y el horror

Por si no quedó claro mi mensaje final del post anterior, lo completo. El racismo, la intolerancia y la violencia de cualquier signo son detestables. Además, las cosas que se solucionan de forma violenta se quedan mal resueltas y rebrotan al cabo del tiempo, generando nueva violencia. No me parece descabellado relacionar la creación del Estado de Israel y su praxis agresiva con la agresión a que se sometió al pueblo judío entre 1930 y 1945. Dicho esto, yo siempre seré partidario de tender puentes entre culturas y por eso me molestan los nacionalismos. Llamo nacionalismos a los movimientos que crean politiquillos de tercera, instrumentalizando los sentimientos legítimos de pertenencia y amor a sus pueblos de la gente de a pie. Todas las guerras han surgido de conflictos de poder entre políticos que, buscando únicamente crearse su propio nicho de poder, han destapado la caja de Pandora de los agravios identitarios, las diferencias raciales o religiosas, las ofensas históricas.

De todo esto se ha hablado largo y tendido en este blog, no tienen más que consultar la etiqueta correspondiente, aquí a la derecha. Creo haber dejado claro que, para mí, el nacionalismo es SIEMPRE una tendencia retrógrada, que va contra el sentido de la historia, que es la mezcla de razas y culturas, el mestizaje. A veces estas cosas desembocan en guerras más o menos largas (se ha hablado aquí de Yugoslavia y Sri Lanka). A veces los conflictos se desactivan poco a poco, aunque quedan los rencores (Irlanda, País Vasco). Creo que ningún sentimiento nacionalista merece una sola muerte. En Cataluña presumen de que su procés es pacífico. Por ahora. Eso mismo decían los intelectuales serbios que suscribieron el comunicado que prendió la llama del incendio yugoslavo. Es un riesgo a tener en cuenta. Cierto que también hay historias pacíficas al 100%, como la separación de Eslovaquia y la República Checa. Veremos.

No es este, empero, el tema del que quiero hablar hoy, sino de la violencia extrema que se desata en determinados momentos históricos. Cuando las víctimas se producen a millares en un solo día. Hablo, por ejemplo, de la matanza de tutsis en Ruanda. El 6 de abril de 1994 se dio la salida a las milicias hutus Interahamwes para que iniciaran la cacería de tutsis. En apenas tres meses fueron asesinadas a machetazos familias enteras, en una barra libre de atrocidades difícil de imaginar. Sobre las causas que generaron la barbarie, les recomiendo leer la conferencia que pronunció al respecto el maestro polaco de periodistas Ryszard Kapuscinski, recogida como un capítulo en su libro Ébano. Las cifras de muertos nunca se han precisado. Se estiman entre el medio millón y el millón entero. Más o menos el 80% de la población tutsi. Además de otros dos millones de desplazados que aun hoy malviven fuera de Ruanda. Este es un primer nivel en el baremo de la maldad. Alguien prende la mecha y se desencadena la orgía. Detrás hubo financiación, instrucción militar, intoxicación informativa y lo que se quieran imaginar. Pero no deja de ser algo que brota como un pequeño incendio y luego se sale de madre.

Siempre en mi opinión, hay un paso adelante en esta escala de la maldad: la matanza planificada y en frío. Me refiero a las ejecuciones masivas, al tiro en la nuca uno por uno sobre colectivos a los que se decide eliminar. Aquí habría que incluir por supuesto los paseos en uno y otro bando de nuestra guerra civil, Paracuellos y similares, perseguidos y castigados por el Gobierno en el lado republicano, y tolerados y hasta fomentados por el propio mando en el llamado bando nacional, según lo que me contó mi padre. Pero yo quiero hablar hoy aquí de otros dos casos. El primero, Katyn. El otro día hablé de 8.000 oficiales polacos ejecutados por orden de Stalin. Era cierto, pero no toda la verdad. En otros lugares de Rusia ejecutaron también a 6.000 policías polacos y 8.000 civiles, prisioneros políticos y personajes relevantes. Total: 22.000. La élite del país. Esos 22.000 eran los que se homenajeaban el día en que el presidente polaco se estrelló con su avión. Obviamente, no se alcanzan en estos casos las cifras de Ruanda, pero para mí casi es peor. Ruanda es un medio salvaje e inculto. Lo otro sucedió en mi Europa.
   
Y lo malo es que la cosa se volvió a repetir hace sólo 20 años en Srebrenica (Bosnia). Las milicias serbias al mando del siniestro general Mladic llegaron a la aldea, separaron a las mujeres, los niños y los ancianos y se llevaron a los hombres adultos. En diez días los mataron uno a uno. Más de 8.000. En un reportaje de televisión escuché la voz de uno de los verdugos, ahora arrepentido, al que no se le veía la cara. Decía que aquello había sido agotador, que tenían que hacer turnos y sentarse para seguir dando tiros en la nuca, que se cansaban de hacerlo de pie. Que se cambiaban la pistola de mano, porque se les dormía el dedo de tanto disparar. Ese problema ya lo habían solucionado mucho antes los nazis de Auschwitz, en el siguiente escalón de la iniquidad: la sofisticación de la planificación perfecta. Además, como buenos alemanes, lo anotaban y clasificaban todo. Por eso yo creo que hay que visitar este campo de exterminio, en donde se muestran los detalles de esta salvajada, única en la historia.

No es una visita agradable, pero es algo que trasciende del debate semitismo-antisemitismo, para mostrar los abismos en los que puede caer el ser humano, la manifestación del mal absoluto, EL HORROR ese que invocaba el coronel Kurtz, asombrosamente interpretado por Marlon Brando en las escenas finales de Apocalypse Now. Película, por cierto, basada en El corazón de las tinieblas, el libro clave de Joseph Conrad, que también era polaco y se llamaba realmente Józef Teodor Konrad Korzeniowski. En una calle de Varsovia, una placa recuerda la casa donde vivió. El horror se desliza en nuestros corazones mientras visitamos el museo instalado por los soviéticos en el campo Auschwitz 1. Ahora se ha convertido en una visita turística; a la gente le gusta mucho el morbo. No es mi caso y debo decir que salí horripilado del lugar. Las cifras no dejan lugar a dudas. Número de internados en el campo: 1.300.000. Número de muertos: 1.100.000. Entre 1940 y 1945. El 90% (en torno a un millón), judíos.

No es fácil matar a multitudes de ese calibre, como comprobaron años después los matones de Srebrenica. El procedimiento ideado por los nazis, cómodo y aséptico, evitaba las situaciones de tensión más difíciles de controlar. Los judíos, ya confinados en guetos, eran sacados de su confinamiento engañados, diciéndoles que iban a un campo de trabajo (El trabajo os hará libres, reza el famoso lema a la entrada de Auschwitz). Así que se llevaban en maletas todas sus pertenencias, comida, vajillas y cubiertos, instrumentos para su trabajo, etc. Se les trasladaba por tren, en vagones de carga sin aseos y sin darles de comer, y llegaban así hasta el mismo campo. Allí les conminaban a dejar sus cosas en el mismo andén, cuidando de decirles que pusieran letreros identificatorios, para recuperarlas después. Separaban a hombres y mujeres y les hacían pasar ante un SS que decidía su destino. Un 20% eran enviados a talleres y campos de trabajo. El resto (niños, mayores, débiles, la mayoría de las mujeres) iban a la cámara de gas y seis horas después estaban muertos.

Allí sufrían un segundo engaño. Se les decía que eran unas duchas desinfectantes colectivas, por lo que se les conminaba a desnudarse y dejar todas sus cosas separadas y bien dobladas, para recuperarlas después. Y en vez de agua les regaban con el gas Ziclón-B. Tanto las pertenencias de los andenes como las de las cámaras de gas eran minuciosamente escrutadas y clasificadas, para su posible uso o reventa. Unas horas después del asesinato era el turno de los sonderkommando, presos a los que se había perdonado la vida a cambio de estas tareas inhumanas. Los sonder procedían primero a cortar el pelo a los cadáveres. Este pelo se usaba luego para hacer colchones y cojines. También se buscaban dientes de oro y joyas ocultas en los orificios de los cuerpos. Luego se procedía a la cremación. En toda cadena industrial se producen cuellos de botella. En Srebrenica era el momento del tiro en la nuca por el cansancio de los verdugos. En Auschwitz eran los hornos crematorios. No daban abasto.

En el Museo, pueden verse las toneladas de pelo que almacenaban los nazis y que no tuvieron tiempo de destruir. En otra nave, las joyas robadas a los reos. En otra millares de zapatos, de hombre, de mujer y de niño. En otra las maletas con los nombres escritos con tiza (de Hungría, de Holanda, de Polonia, de la propia Alemania). Y los cubiertos y platos. Y las piernas y brazos ortopédicos. Hice muchas fotos, pero no voy a tener el mal gusto de ponerles alguna. Allí te muestran el lugar en donde fusilaban a los que se rebelaban. La nave de los condenados a muerte con ventanas a ese lugar. El otro lado tapiado, para que los internos no supieran de tales fusilamientos. Todo calculado, todo clasificado. Y las celdas de castigo a las que eran obligados a entrar reptando por una trampilla. Allí pasaban la noche de cuatro en cuatro, en un espacio en donde sólo se podía estar de pie. Y, por la mañana, a trabajar en medio de la nieve. Auschwitz es el testimonio del mal absoluto. Por eso conviene verlo, aunque para ello hay que estar en buen estado de ánimo y tener estómago.

Hay una película del mejor director de cine polaco de todos los tiempos, Andrzej Wajda, que cuenta el final de este campo. Se llama Paisaje después de la Batalla (1970). La película sigue a varios presos tras su liberación, mostrando diferentes grados de inadaptación al mundo de la libertad. El film es espeso, prolijo, agobiante, como muchos de la Europa del Este. Pero su secuencia inicial es extraordinaria. Vi esta película a poco de su estreno, en la Filmoteca del viejo cine California, en Argüelles. El resto del film me resultó (entonces) un poco coñazo, no sé si ahora mantendría esa opinión. Pero la secuencia inicial es una de las escenas que más me han impactado en un cine. Iba a describírsela, pero he descubierto alborozado que ¡está en Youtube! La calidad de la imagen no es de primera, pero aquí la tienen. Nadie ha expresado mejor el gozo casi eucarístico de la libertad recobrada. Y nada mejor para subrayar esa catarsis que la música de Vivaldi.


El Museo está en Auschwitz 1, el primer campo, construido aprovechando unos viejos cuarteles. Los presos de Auschwitz-Birkenau, el más grande, que también se visita aunque está medio derruido, se referían al campo 1 como el Hilton. Así que imaginen cómo sería el otro. La visita ha de hacerse en grupos máximos de 30 personas y con un guía del Museo. A nosotros nos tocó una señora mayor, de gesto grave subrayado por unas ojeras dignas de John Huston, que hablaba en polaco. Dorota nos traducía. Fuimos temprano, para evitar aglomeraciones. Y allí sucedió la anécdota que quiero contarles para terminar. En un lugar en el que se sube y baja por unas escaleras muy estrechas en que apenas se pueden cruzar dos personas, donde todo el mundo circula sobrecogido en silencio, irrumpió de pronto un grupo diferente, ruidoso y molesto. Eran militares de uniforme azul claro, con su gorro en la mano. La molestia que producían a los demás visitantes se derivaba en primer lugar de su tamaño. Todos eran gigantes, auténticos cabos de gastadores que cabían con dificultad por los estrechos pasos del Museo. Además, hablaban alto, se removían con sus correajes, daban codazos sin disculparse, eran faltones y maleducados.

Hasta el punto que nuestra guía puso su gesto más severo y les soltó: ¡SEÑORES, POR FAVOR! Luego nos explicó quiénes eran: soldados del ejército de Israel haciendo el curso de oficial. La visita al campo de Auschwitz es una actividad lectiva obligatoria de su aprendizaje. No me cabe duda de que su mala educación se debía en buena parte a la irritación derivada del coñazo de tener que venir desde Israel para estar allí media hora (abreviaron y se fueron enseguida). Pero sus mandos entienden que este es un paso ineludible en el aprendizaje del odio. En mi Post #71, donde contaba mi visita a Siria, relaté una anécdota simétrica a esta. En los Altos del Golán, los sirios mantenían un pueblo destruido, tal como lo habían dejado los judíos al retirarse tras la Guerra de los Seis Días, cuarenta años antes. Y mientras lo visitábamos llegaron por allí dos autobuses de escolares, que eran paseados por aquel horror como parte de su formación. Otro semillero de odio.

Les pido disculpas. No es este el tono habitual de este foro, en el que predominan el humor y los sentimientos positivos. Pero he estado en Auschwitz y tenía que consignar aquí mis sentimientos. Porque el mundo está en estos momentos muy convulso y conviene poner las ideas en claro. No se dejen engañar: cualquier forma de violencia sobre el ser humano es deleznable y las ideas que la provocan son tan tóxicas como el gas Ziclón-B. Sus consecuencias se prolongan en el tiempo, permanecen latentes y brotan después. No hay diferencias entre Gaza, el Este de Ucrania, Libia o Siria. Tal vez la única diferencia (de grado) sea entre éstas y Auschwitz. Intenten dormir. Su casa, como la mía no está bajo la amenaza de la violencia. No sabemos cómo será mañana. Los sexagenarios, como yo, tenemos una probabilidad más alta de que no nos alcance nunca. 

martes, 18 de agosto de 2015

413. El antisemitismo dentro y fuera de Polonia

Bueno, todos los temas de mi blog se entrelazan inevitablemente y, abriendo el periódico, me entero del boicot al cantante norteamericano de rap-reggae Mathisyahu en un festival de este tipo de música que hace años se organiza en Benicassim. ¿El motivo? El tipo es de raza hebrea. Existe una organización que se llama BDS-País Valencià, que denunció la presencia de este señor en el festival y rápidamente se sumaron al boicot otras, como Pallasos en Rebeldía. Lo de Pallasos no es un error ortográfico, sino una muestra más de la obsesión de los nacionalistas de las distintas zonas de España por escribir los sustantivos de manera diferente para sentirse menos españoles (ya se ha hablado aquí de Pernando Barrena y de la diéresis de Raül Romeva).

Mathisyahu es una figura consolidada en el primer nivel del panorama musical internacional (hace tiempo que sigo su música, que me descubrieron mis hijos) y este incidente minúsculo no afectará a su carrera. Tampoco se beneficiará de la publicidad indirecta del escándalo. En cambio, estos valencianos de vía estrecha han hecho el ridículo internacional más absoluto y, en todos los medios musicales del mundo, han quedado como lo que son: unos paletos y unos intolerantes. En otras palabras: han hecho el pallaso. Sin embargo, el tema es más complejo. Para empezar, BDS-País Valencià es la sección local de una organización más amplia: BDS a secas (Boicot, Desinversión y Sanciones, dicen sus siglas). Este organismo, fundado por un palestino hace más de diez años, pretende el aislamiento internacional del régimen de Israel, por practicar una política racista y un verdadero apartheid en los territorios a su cargo. Se inspiran en el movimiento que desprestigió al régimen de los blancos en Sudáfrica, preludiando su caída.

A mí me parece muy bien cualquier iniciativa que vaya contra el racismo y la intolerancia en todas sus formas y creo que los palestinos están en su derecho de defenderse por todos los medios de la agresión que sufren por parte de Israel. Pero sería terrible que esa iniciativa (lícita, de entrada) se convirtiera en otro racismo de signo inverso. En el fondo, eso mismo es lo que ha pasado con los judíos: a fuerza de defenderse de la agresión universal que desembocó en el Holocausto, han generado un engendro llamado Estado de Israel, con componentes fascistas innegables. Es bueno que diferenciemos; estamos intentando discernir lo correcto de lo incorrecto, en términos éticos, tema complejo en el que las respuestas no son blancas o negras. Aquí me parece que es clave saber algo más sobre la personalidad de Matisyahu. Este hombre nació en Estados Unidos de familia judía y, de joven, fue un elemento laico, que soñaba con jugar en la liga profesional de hockey, peinaba rastas y amaba la música jamaicana, en la que empezó a introducirse.

Durante una excursión a las Montañas Rocosas, dice que tuvo una especie de revelación, y eso le hizo interesarse por sus ancestros judíos, viajar a Israel unas cuantas veces e iniciarse en el conocimiento de los textos sagrados y en su cultura de origen. Vestido en consonancia con esa nueva identidad, inició su carrera como músico de reggae y es obvio que su aspecto de rabino le ayudó a darse a conocer como alguien al menos original. Una vez conseguido el éxito, se ha afeitado y ahora aparece con un look más occidental. Abajo tienen un par de vídeos de ambas fases de su carrera. Pero lo fundamental es que las letras y el mensaje de sus canciones es pacifista e integrador, promueve el amor, el mestizaje y la unión de las razas y tiende puentes entre mundos enfrentados. Él se proclama como un artista apolítico. Exigirle a este señor que haga una declaración a favor del Estado Palestino, para dejarle cantar en Benicassim, es tan absurdo e injusto como si a los Pallasos, para actuar en Estados Unidos, se les pidiera previamente una declaración inequívoca de amor al Estado Español.



Matisyahu, aunque durante un tiempo haya jugado a disfrazarse de rabino, no es distinto de Woody Allen, Bob Dylan, Noa, o la propia Amy Winehouse, cuyo padre era y es judío practicante y cuya raza llevaba indeleblemente marcada en su nariz. A nadie se le ocurriría exigir a ninguno de estos artistas una declaración de amor a Palestina como condición previa para hacer su trabajo. Eso se llama antisemitismo y es un fenómeno de hondas raíces en el mundo occidental. En España, se expulsó a los judíos en tiempos de los Reyes Católicos, igual que en otros países europeos. El estigma del pueblo judío tiene origen en una falacia: ellos fueron los que crucificaron a Cristo (todo el mundo sabe que fueron los romanos). Esa especie fue propagada por la jerarquía cristiana de los primeros años, ante la resistencia de los judíos a convertirse.

En mi reciente viaje he hablado del tema con mis amigos polacos y he descubierto que el antisemitismo en su país es un fenómeno antiguo y arraigado, anterior a los nazis y en absoluto desaparecido. Expulsados de todas partes, en la Edad Media los judíos se establecieron por los países de Centroeuropa, con determinadas restricciones: no podían ingresar en el Ejército ni en la Administración Pública, ni ser propietarios de tierras. A menos que se convirtieran. Eran vistos como diferentes y habían de radicarse en pueblos diferenciados o en barrios específicos de las ciudades. Desde siempre se les miró como distintos y ellos mismos se defendieron con prácticas endogámicas y manteniendo su lengua y sus tradiciones, lo que que agravaba el problema. Sin embargo, de forma lógica, en las ciudades empezaron a mezclarse con los cristianos, mientras en el campo continuaban aislados.

Con la llegada de las revoluciones (con la francesa en cabeza) y las nuevas constituciones que consagraban la igualdad de todos los ciudadanos, los judíos rompieron las viejas restricciones y empezaron a competir por los puestos de relevancia, lo que exacerbó el sentimiento racista: estos piojosos vienen a quitarnos el sustento a los católicos de toda la vida. En el período de entreguerras se extendió la teoría de que los judíos habían tenido la culpa de la Gran Guerra, para destruir Europa y quedarse con ella en el futuro. Eso llevó al poder a Hitler y otros (no olvidemos que los nazis accedieron al poder ganando unas elecciones libres, a las que se presentaron con el antisemitismo como base ideológica). Yo no sé qué tienen los judíos para generar semejantes odios. Por si no lo recuerdan, Franco hacía culpable de todos los males al contubernio judeo-masónico. En Rusia fue donde surgieron los llamados pogromos, un entretenimiento como las cacerías de otros lugares. Y en países africanos como Uganda o Etiopía, los judíos han sido perseguidos y expulsados en tiempos muy recientes.

En Polonia, los judíos fueron bien acogidos (como los vietnamitas ahora), y durante siglos se les respetó, aunque se les mantuvo aparte. Desde la fundación del Reino en 1025, hasta el siglo XVII, no tuvieron mayores problemas, hasta el punto que a Polonia se la consideraba el paraíso judío. Fue después cuando brotó la intolerancia. Uno de mis amigos cuenta que su abuela solía decir que no había que mezclarse con esa gentuza (piensen ustedes qué les diría cualquiera de sus familiares mayores sobre los gitanos). Lo cierto es que, en 1939, la colonia judía de Polonia era la más numerosa de Europa, cercana a los 3,5 millones. Tras la Guerra Mundial, quedaron unos 35.000, (otros 100.000 pudieron emigrar al nuevo Israel) lo que da una idea de la magnitud del Holocausto. Pero esto entra de lleno en el tema del Horror, al que, después de visitar Auschwitz, quiero dedicarle un capítulo específico de esta serie. He de decirles que el número de muertos polacos en la guerra (judíos o no judíos) es de 6 millones, la cuarta cifra de bajas, tras las de Rusia (27 millones), China (15 millones) y Alemania (cerca de 10).

A Polonia la “liberaron” (hagan el gesto de las comillas) los soviéticos e, inmediatamente, se estableció un régimen afín a Rusia que se puso manos a la obra a reconstruir el país. ¿Creen ustedes que en ese contexto de horror y destrucción recientes se acabó la animadversión a los judíos? Pues no. En 1946 tuvo lugar un nuevo pogromo antijudío con víctimas en Kielce (40 muertos). La población judío-polaca se había reducido a un 1%, pero no era bastante. Había que darles más leña. Más tarde, en 1968, los países del Pacto de Varsovia se alinearon con el frente árabe en la Guerra de los Seis Días, y eso generó una nueva campaña antijudía en Polonia, dirigida desde el Estado (hace cuatro días de esto). Los judíos fueron expulsados del Partido Comunista (el único legal), de las universidades y de los principales organismos con peso en el país. Cuando llegó la democracia a Polonia en 1989, quedaban apenas 5.000 judíos, la mayoría ocultando su origen. Pero la historia de la Polonia soviética se merece también otro texto específico. Desde 1989, la población judía en Polonia está aumentado de forma notoria, siendo uno de los pocos países en que esto sucede.

Así que la moraleja es obvia. No se equivoquen: lo que hay que condenar sin reservas es el racismo y la intolerancia en todas sus formas, tanto si es projudío como antijudío o de cualquier otro signo. Si no tienen esto claro, corren el riesgo de hacer el pallaso. Y recuerden también que este tipo de actitudes son las que luego conducen al desencadenamiento de El Horror. No se pierdan el post siguiente.