martes, 30 de mayo de 2017

637. Viaje a la Toscana II

Llegamos, como les conté, a Arezzo, primera ciudad de la Toscana que visitábamos, en la noche del domingo. Tomamos posesión de nuestras habitaciones en el hotel Vogue, un establecimiento antiguo pero remozado, próximo al centro y muy recomendable. Y, tras dejar las maletas arriba, salimos a cenar a un restaurante que teníamos reservado. Nada más sentarnos, alguien nos dio las noticias del día. Supongo que saben que, cuando uno sale al extranjero, lo primero que tiene que hacer nada más bajar del avión es desconectar los datos del móvil, para no llevarse un disgusto en la siguiente factura de telefonía. Eso se terminará el próximo día 15 de junio, cuando desaparezca de Europa ese invento fatídico que se llama roaming, pero se debería llamar estafing. El caso es que los componentes de mi grupo viajero adquirimos la sana costumbre de pasar estos largos días del final de la primavera totalmente desconectados de las noticias.

Pero al llegar la noche, nos enganchábamos al WiFi del hotel y nos enterábamos de lo que había pasado. Algunos con verdadera ansiedad. La noticia del día era: el Madrí ha ganado la Liga. En un medio abrumadoramente femenino, surgieron los típicos comentarios (a mí el fútbol es que ni fu ni fa, oyes) y yo oculté el motivo real de mi satisfacción (que perdiera el Barcelona), mientras centraba mi atención en el estudio de la carta de antipasti, pasta, primi piatti e contorni. Sólo entonces, la viciosa de la actualidad que había proclamado en voz alta la noticia del domingo, añadió en tono menor: también ha ganado Sánchez. Me creerán o no, pero ninguno de los presentes entendió lo que quería decir (estábamos en la luna toscana): –¿Sanchez? ¿Qué Sánchez? –Pedro. Ahí sí que todos pusimos una cara a la altura del notición. 

Yo ciertamente no me lo esperaba. Aunque lo interpreto como una confirmación de una teoría general que se ha enunciado en este blog, a partir de los resultados de las últimas consultas y votaciones: si a la gente le das la oportunidad de votar algo o expresar una opinión, aprovecha para saldar cuentas. Y los militantes del PSOE tenían una cuenta pendiente de mucho calibre con sus dirigentes, no tanto por el fondo (el no-es-no no llevaba a ningún lado) como por las formas. Una vez lavado el baldón, veremos por dónde tira el partido. Sánchez demostró un cierto sentido de Estado cuando pactó con Ciudadanos. Tal vez le quede algún resto de eso, ahora que se ve respaldado de forma clara. Por lo demás, ya en la misma cena en Arezzo, me entró por whatsapp la imagen que les pongo debajo. Una vez que les expliqué el otro día las tres generaciones de la pintura renacentista, yo creo que esta va un poco más allá, tal vez al universo del Tintoretto.

  
El lunes lo pasamos casi todo en Arezzo, una hermosa ciudad renacentista con vestigios medievales. Últimamente, Arezzo ha cobrado fama por ser el lugar en donde se rodó la primera mitad de la hermosa película La vida es bella (1997, Roberto Begnini). La plaza mayor de la ciudad, donde transcurren varias escenas del film, es un lugar ideal para sentarse en una terraza a tomar un spritz-aperol, bajo las arcadas del porche construido por Giorgio Vasari, que era natural del lugar. Como Piero della Francesca, del que se pueden ver unos frescos extraordinarios en la delicada Basílica de San Francisco, un edificio que recuerda a los de Pisa. Además hay que visitar la catedral y callejear por las intrincadas calles, todas peatonales ma non troppo: como nos dijo una nativa, para el italiano lo primero es el coche (la macchina), lo segundo la madre (la mamma y, si vive, la nonna), lo tercero los hijos (i figli) y luego, a mucha distancia, todo lo demás. Por cierto, otra celebridad local fue Guido de Arezzo, también conocido por Guido Mónaco (el monje Guido), un fraile benedictino nacido a finales del siglo X, que fue el inventor del tetragrama, precursor del pentagrama, el primero que logró pautar la música. Una placa recuerda su memoria en la casa donde nació.

El lunes después de comer, salimos para Siena y esto ya son palabras mayores. La había visitado hace unos treinta años y recordaba especialmente la fastuosa plaza central, la Piazza del Campo. Siena fue la ciudad medieval más importante entre 1250 y 1350 y conserva el esplendor de ese siglo de gloria que terminó con la llegada de la peste negra que diezmó a la población. Momento en que Florencia aprovechó para situarse en el primer lugar entre las ciudades-estado, que ya no abandonó hasta la unificación de Italia en el XIX. Aunque Siena siempre compitió por la primacía, pero en desventaja. Ahora mismo es una ciudad pequeña, que conserva el esplendor de una catedral y una plaza central grandiosas, vestigio de orgullos pasados.

La catedral es espectacular. Pero estuvo a punto de serlo aun más. Porque en la competencia con Florencia, los sieneses pensaron en agrandarla, haciendo que la nave mayor de la cruz latina de su planta pasara a convertirse en nave transversal de otra nueva, esta sí, desmesurada. Llegaron a construir un trozo de nave, que ahora alberga el Museo de la Ópera de Siena. Y también el enorme muro frontal de la nave proyectada. Ahí se les acabó el dinero. Ese muro se alza solo entre las callejas medievales y se puede subir a él para contemplar las mejores vistas de la ciudad. Los sieneses han bautizado como il facciatone a este muro, testimonio absurdo de una obra gallardónica inacabada. En la catedral es obligado visitar el interior, con un púlpito octogonal sobre leones, obra de Nicola Pisano, hijo de Giovanni que fue el autor de la maravillosa fachada que pueden ver aquí. Más abajo, detalle del facciatone.



La Piazza del Campo, presidida por el Palazzo Público, es el escenario de una carrera de caballos única en el mundo: Il Palio, que se celebra dos veces al año, a primeros de julio y a mediados de agosto. Pueden encontrar en Internet datos e imágenes de esta fiesta enloquecida, en la que compiten diez caballos, que han de ser montados a pelo y sin estribos. Cada caballo representa a una de las contradas de la ciudad, los distritos en que se divide. Las contradas son diecisiete, por lo que cada año compiten los siete que se quedaron fuera en la carrera anterior y otros tres a sorteo. Cuando se sabe quiénes serán las contradas competidoras, sus regidores (digamos, las Juntas de Distrito) contratan a los jinetes y los mantienen encerrados hasta la carrera para evitar amaños. Porque el reglamento medieval permite toda clase de sobornos, trampas, martingalas y estratagemas. En la salida sólo se puede empezar cuando hay nueve caballos alineados, por lo que el décimo puede salir desde atrás al galope. El que compite es el caballo, por lo que puede ganar entrando sin jinete.




El día de la carrera, la gente espera en los balcones, para los que han pagado sumas elevadas y con mucha anticipación. Y el pueblo se sitúa en el centro de la plaza y aguanta dos o tres horas al sol, como sardinas en lata. Luego, los jinetes han de dar tres vueltas vertiginosas y dudo mucho que los que están en el centro de la masa vean algo. La contrada ganadora no tiene premio económico alguno, sólo el honor de haber ganado la carrera, de lo que podrá presumir durante todo el año. Al caballo se le agasaja durante los meses posteriores, especialmente si ha llegado sin jinete. Incluso le reservan un lugar especial en la cena que se celebra dos meses después en honor de los vencedores.

Cenamos el lunes en una trattoría a espaldas del Palazzo Público, donde nos invitaron a degustar los tradicionales dulces toscanos: el panforte, especie de pan de higos con frutos secos, los ricciarelli de almendra y los cantucci, bizcochos secos con pistachos o almendras, muy duros, que han de remojarse en vinsanto un vino dulce local. Me traje una cajita de cantucci para invitar a los compañeros del trabajo, pero he de comprarme un moscatel para sustituir al vinsanto. Después de la cena fuimos a ver la catedral de noche, algo que merece la pena. La iluminación es tenue y no hay apenas gente, como mucho alguna pareja de enamorados. Luego, caminando por la calle principal hasta el NH Siena donde nos hospedamos esta vez. Un hotel funcional, muy práctico para una sola noche.

domingo, 28 de mayo de 2017

636. Viaje a la Toscana I

Aquí me tienen de nuevo, de vuelta de un viaje magnífico, ocho días de escapada a la cuna del Renacimiento, con las explicaciones excelentes de Luis Santamaría, profesor de arte, que te cuenta todo con tal pasión que aprendes a amar la pintura (un terreno en el que yo no tengo grandes conocimientos) y también el esplendor de la vida medieval, el comercio floreciente y la estructura administrativa de que se dotaron las ciudades italianas que durante siglos guerrearon entre ellas (eran auténticas ciudades-estado), compitiendo por la supremacía de la región y por la independencia de los grandes poderes que tenían al norte (el sacro imperio carolingio) y al sur (los estados pontificios). De esto sí que sé un poco más, como verán en los párrafos del Post #38, escrito hace cerca de cinco años, que les cito a continuación. 

…fueron las ciudades italianas de finales del siglo XIII las que tuvieron la idea novedosa de contratar a un condottiero, es decir, un jefe político y militar, para que las dirigiera y se hiciera cargo de su defensa. El contrato era temporal, para que gobernase como un poder neutral. El problema fe que algunos de estos capitani del popolo se negaban luego a irse y acababan por convertirse en dictadores sanguinarios, de los que no se podían librar, salvo que los mataran.

El concepto moderno de El Estado surge precisamente en este momento: Lo Stato, palabra que significa “lo que está ahí”. Las ciudades italianas del Medievo empezaron a designar con ese vocablo la forma política de gobernar su territorio a base de una estructura de poder, superpuesta artificialmente sobre la vida cotidiana de los ciudadanos. Estructura que estaba encabezada por un capitano del popolo con contrato temporal bien pagado. Ese Estado incipiente es el que años más tarde se articulará a partir de la estructura teórica creada por Maquiavelo.

Estas son las tierras que he visitado y sobre las que me propongo hacerles una reseña abreviada, en varios capítulos. El sábado día 20 nos reunimos a las 5 de la mañana en la Terminal 1 para tomar el vuelo de las 6.30 a Roma (Ryan Air). Resultó que el grupo era un poco más reducido de lo esperado, diez personas más el maestro. Casi toda gente veterana y, como no podía ser de otra manera, supremacía absoluta de las mujeres: ocho, por sólo dos varones. Ya se ha comentado en este blog que ésta suele ser la composición de cualquier grupo que no tenga por objeto hablar de fútbol. El vuelo fue cómodo, llegamos al minúsculo aeropuerto de Roma-Ciampino y allí nos esperaba un microbús que nos llevó hacia al norte, a nuestra primera parada en Asís, ciudad que no conocía. Es un lugar de peregrinación, como Fátima o Lourdes, que cuenta con numerosos tesoros pictóricos que merecen una visita.

Asís no está entre lo que más me ha gustado del viaje; es un lugar impregnado de beaterío, lleno de franciscanos y clarisas que circulan arriba y abajo por la calle principal que enlaza las Basílicas de San Francisco y Santa Clara y que transcurre por la curva de nivel de una empinada montaña, de forma que las transversales son cuestas arriba y abajo. Tanto Francisco como Clara fueron personas muy interesantes, que se enfrentaron al poder papal y rechazaron el lujo y el derroche de la jerarquía romana, abrazando en cambio la humildad y la pobreza. Todo ello se simbolizó en el famoso gesto de Francisco (que era de una familia rica de pañeros) cuando se quitó toda la ropa y se quedó en pelotas en plena calle. Aparte el punto clerical, yo creo que en mi memoria se conserva el pseudo-glamour de la infumable película Frattelo sole, sorella luna, de Franco Zefirrelli, que no era precisamente santo de mi devoción (y nunca mejor dicho). La visita, no obstante es interesante, el pueblo es bonito y ambas basílicas guardan numerosos cuadros y frescos de gran interés. Aquí algunas fotos del lugar.




Desde allí nos desplazamos a Perugia, un lugar más laico, donde teníamos alojamiento reservado en el hotel La Rosetta, en la calle principal de la ciudad, que se llama el corso Vanucci, en honor al perugiano más famoso de la Historia, Pietro Vanucci. ¿Y quién fue este señor? Pues tal vez ustedes lo conozcan por su apodo Il Perugino. En fin, haciendo una simplificación, lógicamente empobrecedora de la pintura del Renacimiento italiano, podemos hablar de una primera generación de pintores en la que estaban Giotto, Duccio di Bonisegna, Piero della Francesca, Fra Angelico y otros. Una segunda generación en la que destacan cuatro pintores: Perugino, Botticelli, Ghirlandaio y el Pinturiccio, el pintorcito, que también era de Perugia. Y por último la hornada más famosa, que podemos simbolizar en tres gigantes: Rafael, Leonardo y Miguel Ángel. ¿Cómo? No, no. Rafael no es el cantante, ese es Raphael.

Perugia es una ciudad medieval magnífica, que vive en gran parte de sus dos universidades, la nacional y la de extranjeros donde estudian multitud de Erasmus, entre ellos más de 200 españoles que viven en pisos en el centro y con los que charlamos varias veces. El centro social de la ciudad es la Plaza IV de Noviembre, en cuyo centro hay una fuente espléndida, obra de los escultores Giovanni y Nicola Pisano, padre e hijo originarios de Pisa, que se llevaban a matar. A su alrededor  se ordenan la catedral y el Palacio de los Priores, hoy sede de la Galería Nacional de la Umbría (porque todavía estamos en la Umbría y no en la Toscana). En un bar de esta plaza degusté por primera vez un aperitivo cuya existencia desconocía y que es uno de los descubrimientos gastronómicos de este viaje: el spritz-aperol. Es un cóctel que se prepara con tres partes de prosecco, dos de aperol y una de soda, hielo en abundancia y una rajita de naranja. Está delicioso. El prosecco, un vino espumoso, se puede sustituir por un cava. El aperol, un licor de hierbas con alcohol, se puede también sustituir por un Campari. AQUÍ pueden encontrar un artículo sobre este aperitivo, parece que de moda en determinados círculos.

El domingo por la mañana lo dedicamos a recorrer tranquilamente Perugia, que tiene una historia bastante curiosa. Durante todo el siglo XV, la ciudad fue un verdadero Estado, comandado por la familia de los Baglione, que se sucedieron en el poder hasta  bien entrado el XVI. Eran estos unos condottieri que defendían el carácter laico y la independencia de la ciudad, pero finalmente fueron derrotados en 1540 por las fuerzas papales al mando de un Farnese. Este elemento demolió las altas torres de la ciudad medieval y construyó otra ciudad nueva encima de la vieja, para subrayar la humillación. Los restos de la ciudadela de los Baglione fueron descubiertos y rehabilitados en el siglo XIX y se pueden visitar. Es una verdadera ciudad subterránea, en donde ahora hay salas de exposiciones y se hacen actos culturales. Está iluminada y comunicada con la ciudad nueva por escaleras mecánicas. Es algo parecido a lo que existe en Edimburgo, aunque en este caso la ciudad nueva se construyó encima de la vieja para sellar los barrios arrasados por la peste. Algunas imágenes de Perugia.


La entrada de la ciudad subterránea.


Un músico callejero toca su tarantella apoyado por su señora.

 Fachada del Palacio de los Priores. Abajo la fuente de la Plaza IV de Noviembre.


Después de comer, salimos en dirección a Arezzo, segunda estación del recorrido. De camino, paramos un rato en Cortona, para tomar un helado. Es éste un pueblo medieval bonito, como tantos otros de la región, que saltó a la fama cuando una escritora norteamericana se instaló allí tras su divorcio y escribió la novela autobiográfica Bajo el sol de la Toscana, de la que se hizo una película que no creo haber visto. Desde entonces el pueblo recibe a multitud de yanquis que vienen a recorrer las calles por las que transcurría la novela. Tras el paseo por el pueblo y el helado, vuelta al autobús, para llegar a Arezzo, donde hay también una historia con otra película famosa. Pero esto ya se queda para el siguiente post, porque acabo de superar los dos folios de Word y voy a cortar. Sean buenos.

jueves, 18 de mayo de 2017

635. Al recreo

Tal vez ustedes recuerden aquel momento mágico en que el profesor nos sorprendía con la frase que titula este post, en medio de la ardua resolución de un difícil ejercicio en el que nos afanábamos sobre el pupitre de madera, sacando la punta de la lengua por el esfuerzo. Estábamos enfrascados en nuestro afán y, de pronto, el profesor pronunciaba la frase mágica –¡Niños, al recreo! La reacción era instantánea: tirábamos el bolígrafo y echábamos a correr dándonos empujones y gritando a coro un eeeeeeeeh ensordecedor que se prolongaba en la bajada de la escalera (siempre había una escalera en estos casos). El profesor toleraba benévolo esa expansión colectiva y animaba a los dos ordenaditos de la clase (que se sentían obligados a colocar primero sus cosas en orden, guardar el bolígrafo en el plumier y cerrar la cremallera completa) a salir también detrás de la marabunta.

Bien, pues yo soy en este caso el profesor y les aviso, así, por sorpresa, de que cierro el quiosco por una semana, y van a tener recreo de blog. Así que ya pueden apagar el ordenador (una vez que lean este texto) y bajar corriendo las escaleras de sus casas respectivas, gritando: –bieeeeeeeeen, porque van a tener ustedes unos cuantos días de asueto, de suelta de blog. ¿Y el motivo? Pues es muy sencillo: me voy de viaje y lo hago acompañado y ya saben que ésta es una norma del blog; cuando viajo solo, puedo dedicar unas horas nocturnas a tenerles al día de mis andanzas, pero hacer eso cuando tengo compañía me parecería una intolerable falta de educación. Ya sucedió en anteriores viajes a Japón, Polonia, Rumanía y otros lugares y estos lapsus vienen bien para recargar las pilas literarias. En esos viajes no solía llevarme ni el ordenador. Eran los tiempos de mi viejo y pesado portátil de toda la vida. De viaje me llevaba sólo la táblet y el móvil, para seguir conectado al mundo. Esta vez creo que me llevaré el Lenovo, que es un poco más grande que la táblet, pero mi intención es no escribir nada en el blog. Tomaré notas escritas y mentales, para contarles luego mis aventuras. 

¿Y a dónde voy? Pues a la región italiana de La Toscana. De sábado a sábado. En los días pasados no he tenido apenas un rato para escribir, porque, como saben, sigo en activo y, cuando uno está en una estructura laboral-administrativa y anuncia que se va una semana, lo fríen a nuevas tareas, para que las deje todas terminadas antes de irse; esa es una ley universal. Mañana viernes tendré que rematar todos los temas pendientes y vendré a casa a hacer la maleta. Me tengo que acostar pronto, porque he de estar en la Terminal 1 de Barajas a las 5 de la mañana, para coger el vuelo de Ryan Air a Roma-Ciampino. Desde allí iremos en autobús a Perugia, donde dormiremos la primera noche. El plan es visitar Perugia, Arezzo, Siena, San Gimignano, Orvieto y otros lugares. Y, por supuesto, Florencia, en donde tenemos reservadas tres noches en el Grand Hotel Adriático, para intentar ver las maravillas de la ciudad en unos días no demasiado atestados de turistas.

Es un viaje organizado por la empresa cultural Aularte, los mismos con los que fui a Japón, y también nos acompaña el profesor de Arte Luis Santamaría, que conoce bien lo que vamos ver. Creo que seremos 14 personas en el grupo. Regresaremos el sábado, día 27 de mayo e inmediatamente me incorporaré a la vorágine de mi vida: el mismo domingo 28 tengo un bolo matutino, consistente en hacer de guía en una visita de inscripción libre al parque Madrid Río, dentro de los actos y visitas organizados en el marco de la Semana de la Ingeniería, que cada año organiza el Colegio de Caminos y en la que ya he colaborado varias veces, incluso alguna en bicicleta. Ya ven, no deja de mandar carallo que me llamen para estas cosas los ingenieros de caminos y no los arquitectos. Mi desafección con el mundillo de los arquitectos es mutua y ya se la explicaré algún día, tal vez cuando esté jubilado. Otra cosa es el mundo de los urbanistas, de donde me llaman con regularidad para colaborar en másters y otras actividades.

En cuanto a lo de la jubilación, de momento mantengo mi idea de largarme el 19 de febrero, cuando cumpla 67. Para ello tendría que mandar a Personal el escrito correspondiente el 19 de noviembre próximo. Hasta entonces tengo para pensármelo. Ahora mismo estoy un poco más enganchado y entretenido en el trabajo, pero no lo suficiente como para plantearme seguir un año más. De aquí a noviembre veremos lo que pasa. El 1 de junio (dentro de nada), me quedo sin plaza de garaje en el curre, probablemente para siempre, porque las solicitudes son más del doble de las plazas existentes que se van sorteando, así que lo más probable es que tampoco tenga plaza después del 1 de diciembre. Este es un punto a tener en cuenta también porque, desde que nos trasladaron a la isla de Alcatraz, el seguir trabajando me supone invertir en ello 9 horas diarias, sumando los trayectos de ida y vuelta. Y el año pasado tuve seis meses de baja en los que pude ponderar lo que cunden esas 9 horas cada día.

Mientras tanto en la Tierra, la vida sigue con normalidad, a pesar del ciberataque masivo y lo que pueden suponer nuevos hechos en esta línea. Algunos piensan que detrás del ataque está el gordo Kim Jong-un (una amiga mía le llama King Kong-un). A mí me extraña bastante que un tipo que se dedica a lanzar misiles caducados que le estallan a los cien metros sea capaz de organizar ese quilombo. Yo lo veo tan incapaz como a Maduro. Ambos son del tipo bravucón pero no tienen demasiados medios. En paralelo, vuelven a subir las apuestas sobre un posible impeachment que haga que Trump no complete la legislatura. Incluso hay apuestas a que no llega al primer año. El nuevo presidente francés Macron va a aprovechar su victoria para calzarles a sus compatriotas una política de derecha liberal rabiosa, que encontrará respuesta en los potentes sindicatos galos. A este también le van a tirar los tomates a la carretera. Se va a enterar de lo que son los melenchonitas y similares.

La verdad es que, ahora que hemos pasado el susto de la posible victoria de la señora Le Pene, yo creo que eso hubiera generado un escenario más divertido, incluyendo el espectáculo de ver como dicha señora se agarraba del moño con la bruja May. Pero ganó Macron y, entre él y Merkel se van a encargar de que los bancos y los grandes empresarios se sigan forrando sin obstáculos. En ese contexto, hay quien piensa que la crisis económica se va a cronificar en Europa y otros que creen que lo peor ha pasado y los grandes números no van a parar ya de mejorar. Ya saben que yo tiendo a escorarme del lado más optimista, pero esta vez no sé qué pensar, porque escucho voces autorizadas en ambos sentidos. Hablaremos de ello a mi vuelta.

Y en nuestro querido país, ¿qué está pasando? Pues los principales partidos, uno a uno, están desenterrando el cainismo secular de estas tierras. Al PP le sube la corrupción, cual gangrena piernas arriba. A este paso le va a quedar sólo la cabeza, es decir, Rajoy, que hace como si con él no fuera la cosa. Pero el ruido de sables ha empezado y no tienen más que ver la declaración de Cifuentes, que dice que ve “fuego amigo” detrás de su involucración en las diversas corruptelas que se investigan. Pero Rajoy puede seguir tranquilo, porque sus contrincantes políticos se esfuerzan en pelearse a garrotazos, como en el cuadro de Goya. Y encima lo escenifican ante las cámaras de TV. Para el PSOE, yo no sé qué será peor. Si gana Díaz, se van a la mierda. Si gana Sánchez, ídem. Y, en el supuesto imposible de que ganara López, la cosa no sería mucho mejor. Por cierto, ¿se han fijado qué apellidos más corrientes tienen los aspirantes. Sólo les falta García y Rodríguez. Bueno, y Martínez.

Y qué decir de Iglesias el humano. Pues que, después de fulminar a Errejón y anular a Izquierda Unida, se sigue equivocando clamorosamente. La moción de censura que prepara es un puro postureo. Como las niñas que jugaban a “yo era”, Iglesias recita: –yo hacía una moción de censura y todo el mundo me apoyaba y yo-zolito me cargaba al dragón Rajoy. El día de la representación llevará a la puerta de Las Cortes a las masas vociferantes, con el Tramabús en el centro dando bocinazos rítmicos. Y enhebrará su discurso con los suficientes tacos como para que veamos lo chulo que es: a Rajoy se la sudan los españoles, se la trae al pairo la corrupción y se pasa por los cojones la justicia. Luego, se procederá a votar y el sueño del asalto a los cielos se desvanecerá. Como mucho, tal vez concite el apoyo de Bildu. Y a lo mejor hasta el de ERC. Este último sería sólo por joder, porque ya se sabe que a estos señores los problemas de España, nación vecina de la suya, no les conciernen en absoluto.  

Cada grupo tiene su relato (esta palabra está de moda) y ningún político consiente que la realidad le estropee su relato particular. Seguiremos a la vuelta. Pórtense bien mientras estoy fuera, que ya saben que los creyentes (que también tienen su relato) dicen que Dios les observa desde arriba. Que pasen una buena semana.

domingo, 14 de mayo de 2017

634. Zidane y el genio

A punto de irme a Birmania escribí un post sobre la diferencia entre el talento y el genio, que pueden repasar pinchando en Post #605, si no lo leyeron. Algunos lectores me confiaron privadamente que les parecía un texto interesante, un convincente y brillante montaje en torno a una idea que no tenía ninguna base real. En definitiva, una especie de paja mental sin fundamento, que no se creían de ninguna manera. Cada uno puede pensar lo que quiera de mis argumentos, pero les voy a demostrar que no soy el único que cree lo que yo escribí en ese texto. El gran Carlos Boyero, el gurú de la crítica cinematográfica en España, publicó el otro día en El País una crítica sobre la nueva película de Ridley Scott Alien Covenant

He de decir que sigo las críticas de este señor (que escribe muy bien) a pesar de que es un tipo bastante cenizo y entristecido, al que ya no le gusta casi ninguna película (no era así antes). No hago nunca caso de sus críticas negativas, la mayoría, pero sí de las positivas: un film que le guste a este señor, es siempre algo acojonante. Esta vez su crítica no tiene demasiado interés en su conjunto (si quieren leerla entera pueden pinchar AQUÍ), pero me van a permitir trascribir el primer párrafo que, aparte de concordar con mi teoría sobre el talento y el genio, manifiesta una opinión con la que estoy de acuerdo al 100%: que las tres primeras películas de este señor (Los Duelistas, Alien y Blade Runner) son de lo mejor que se ha filmado nunca y que el resto de su producción es bastante flojete e irregular, con aciertos puntuales como Thelma y Louise. Lean dicho párrafo y seguimos.

“Aseguran que cuando el talento es verdadero no tiene extinción, que puede  sufrir crisis pasajeras pero en cualquier momento recobrará su esplendor. No hay duda de que Ridley Scott lo posee, aunque lo lamentable es que comenzó su obra en posesión de genio (no es lo mismo que talento) y que, después de realizar sucesivamente tres obras maestras, ese genio se esfumó. Vean o revisen un prodigio estético con fondo enigmático y desasosegante titulado Los Duelistas, cine aun más poético que negro como Blade Runner, o esa obra maestra, tensa y escalofriante, denominada Alien, el octavo pasajero, y constatarán que no exagero. Este señor figuraría en los altares de la historia del cine si hubiera cerrado su legado con estas tres extraordinarias películas. Después ha hecho cosas muy meritorias, correctas a secas, aparatosas y huecas, ejercicios marcados por el quiero y no puedo, pero el estado de gracia que conceden los caprichosos o sabios dioses se esfumó hace 35 años”.

Ahí lo tienen. Hay mucha gente con talento (hasta yo podría admitir un cierto talento como conferenciante o bloguero), resultado de mucho trabajo, esfuerzo y tenacidad, contrapuesto al genio, aquí descrito como regalo de los dioses. Por supuesto, el genio también hay que trabajarlo, si no se quiere perder. John Lennon lo tuvo hasta que se le desvaneció de un día para otro. Picasso lo recibía intermitentemente, pero siempre le pillaba trabajando, blindando su enorme talento. Pero las facultades creativas no son lo único que te regalan los dioses, a veces también es una característica física que te convierte en único. Nadie ha tenido el duende de Marilyn Monroe. O la sonrisa de Gregory Peck. Y ¿qué decir de la espalda de Robert Mitchum? Tampoco nadie ha caminado nunca como lo hace Richard Gere en American Gigolo (yo trato de imitarlo infructuosamente cada vez que he de ponerme chaqueta y corbata).

Una persona sin duda dotada con el genio, es el actual entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane. Nadie sabe qué tácticas de juego emplea, nadie entiende cómo hace para ganar los partidos, pero ahí lo tienen, con la Liga y la Champions al alcance de su mano. Algo que le garantizaría la renovación y la posibilidad de convertirse en el entrenador más longevo del florentinato, un período siempre convulso y sobresaltado por el dedo fácil del presidente, que tiene a mano el botón nuclear con el que fulmina sucesivamente a sus entrenadores. Zidane tenía ya esa cualidad como jugador, yo he tenido la suerte de verlo en directo en el Bernabeu y compartir con todo el estadio esa expectativa que se generaba cada vez que le pasaban la pelota, la seguridad de que en ese momento estaba a punto de suceder algo grande. Ahora como entrenador, Zidane muestra su sencillez de marsellés y una elegancia de la que nunca se apea, en todas y cada una de sus comparecencias públicas.

Zidane es el anti-Mourinho, el tipo que nunca echa la culpa a sus jugadores, al empedrado o al mal tiempo, el tipo que siempre está tranquilo y sonriente, con sus ternos impecables y su tono de voz bajo y conciliador. Es proverbial su respuesta cuando le preguntan ¿qué tal se encuentra Zidane? Abre su sonrisa y responde: –De puta madre. Estoy convencido de que la señora Le Pene perdió muchos votos de última hora cuando criticó a Zidane llamándole rico señorito, en respuesta a su declaración de que iba a votar a Macron y pedía que todos los franceses le imitaran. Zidane reúne la elegancia de Richard Gere y la sonrisa de Gregory Peck con la sabiduría de su origen marsellés y la buena cabeza de haber superado y digerido todos los éxitos imaginables (bueno, la espalda de Robert Mitchum no, eso no lo ha igualado nadie).

Zidane es elegante hasta para darle un cabezazo al contrario y finalizar así su andadura como jugador de la selección francesa. Sucedió en la final del Mundial 2006, va a hacer ahora once años. Italia iba por delante en el marcador y alguna gente interpretó el gesto de Zidane agrediendo al defensa italiano Materazzi, como una muestra de la impotencia del perdedor. Nada de eso. En el vídeo que les pongo abajo, se ve que Materrazzi le dice cosas, le intenta provocar con algo que sus protagonistas se resistieron luego a revelar. Y Zidane es un genio, pero también tiene mal genio. En Marsella muchas controversias se resuelven de esta manera. Y tampoco es casualidad que le atizara en el esternón, en vez de en la cara, donde dejaría huellas visibles. Lo que pasa es que le vio un linier y avisó al árbitro, que enseguida le mostró la tarjeta roja. Y Zinedine, sin un mal gesto de rabia ni de arrepentimiento, enfiló caminando los vestuarios. Vean el vídeo.


El cabezazo de Zidane se convirtió en un hecho histórico de los que se quedan marcados en la mente de las personas, como cuando Camarón (otro genio) se rompió la camisa, o cuando Nicolás Redondo pronunció la frase “estás mintiendo Marcelino y tú lo sabes”. En Francia, un conocido escultor erigió una estatua de cerca de diez metros en homenaje al mítico cabezazo, y la fue rotando por las principales ciudades del país. En la prehistoria de este blog, a finales de 2012 tuve la suerte de verla en París, frente al Centro Pompidou. Me quedé tan impactado que le pedí a un turista japonés que me hiciera una foto con la estatua, para dar la escala, foto que colgué en el blog pero que repito para que la vean los que no me seguían todavía.


Me puse en la foto para dar la escala de la enorme estatua, no porque me guste salir en todas partes, mira que son ustedes mal pensados. Y ese mismo verano, un pseudmúsico especializado en payasadas candidatas a la canción del verano (una especie de Georgie Dan local) lanzó la canción que les pongo abajo, uno de los discos más vendidos de ese año en Francia. Se llamaba Coupe de Boule (Cabezazo) y repetía machaconamente el estribillo Zidane il a tapé, Zidane il a tapé. En francés, tapér quelq’un es darle un golpe intencionadamente a otro, es decir, en manchego sacudirle una hostia y, en koruño de Monte Alto, arrearle semejante galoucazo que lo mandas p’allá pa Labañou. Le pongo el vídeo para que vean que no miento, pero no hace falta que se torturen escuchándolo entero. Por cierto, si les sale un molesto cuadrado amarillo tapándolo todo, han de buscar la equis en el ángulo superior derecho para eliminarlo. Son los peligros de buscar un vídeo tan friky.


El asunto trascendió de su categorización como simple incidente deportivo y se convirtió en algo diferente. Los expertos en lectura de labios no estaban seguros, pero se inclinaban por estimar que Materazzi le había dicho a Zidane "me cago en tu madre" o similar. Durante años no se pudo saber nada sobre la frase de Materazzi que había provocado el incidente, porque ambos protagonistas callaban. Pero Materazzi ha revelado que en su Nápoles natal lo paraban por la calle para felicitarlo y darle abrazos y le decían que había hecho muy bien en darle un cabezazo a Zidane, ese gallo francés presuntuoso. Materrazzi les dijo a los primeros que había sido justo al revés, que el agredido era él, pero no le escuchaban ni procesaban lo que les decía. Así que optó por no desengañarles y lo dejó correr. Cuatro años después del incidente, Zidane, recién nombrado por el Real Madrid enlace entre los jugadores y el club, estrenó su cargo acudiendo a San Siro, para un partido con el Milán. Materazzi se presentó en el hotel para saludar a su amigo Mourinho. Y allí, en el hall, se encontraron ambos ex-futbolistas, que no se habían vuelto a ver desde el incidente. No existen imágenes de ese encuentro, pero cuentan los testigos presenciales que ambos se saludaron con frialdad inicial, conversaron un rato tranquilamente y un rato después se despidieron con un abrazo, de lo que puede deducirse que Materazzi se disculpó y el otro aceptó sus disculpas. Asunto cerrado y pelillos a la mar.

Pero Materazzi seguía siendo un héroe en Nápoles, donde le seguían parando por la calle para felicitarle por haberle dado un merecido cabezazo a Zidane. Y optó por zanjar el asunto de una vez por todas, publicando un libro en el que explicaría su versión del incidente, con un tono satírico. Habían pasado ya ocho años del incidente, cuando se publicó en Italia el libro Che cosa ho detto veramente a Zidane (Marco Materazzi-2006), que fue un éxito local de ventas. El libro, cuya portada pueden ver a la izquierda, se vendía a 10€ y Materazzi donó todo el dinero recaudado en sus ventas a la organización UNICEF. En este momento, suponiendo que ustedes lo quisieran comprar, lo tienen en Amazon por 4,10€, por supuesto, en italiano, es un libro que nunca se tradujo a otros idiomas.

Pero vayamos al meollo del asunto. ¿Que fue lo que le dijo Materazzi a Zidane provocando su ira? Pues Materazzi cuenta por fin varias cosas al respecto. Dice, en primer lugar, que no insultó a su madre, sino a su hermana. Que le había dolido mucho que se dijera que se había cagado en la madre del otro; que él había perdido a su madre a los 15 años y jamás insultaría a la madre de nadie, ni siquiera de un enemigo, menos de un rival deportivo. Segundo, que estaba convencido de que había hecho una tontería, insultando a la hermana de Zidane y que si pudiera dar marcha atrás al tiempo, no lo volvería a hacer. Pero que la reacción de su contrincante había sido desmesurada, porque, al fin y al cabo lo que él le soltó es algo mucho menos bestia que las cosas que se dicen cotidianamente en los barrios de Nápoles y de Marsella.

Esto es lo que se puede contar del (mal) genio de Zidane. Una historia que, como les digo, trascendió de lo meramente deportivo. De lo otro, del auténtico carácter genial de Zidane, no vamos a descubrir aquí nada. Es un tipo estupendo y a mí me cae de puta madre.

viernes, 12 de mayo de 2017

633. Relojes y calcetines

Hace mucho que no cedo mi tribuna a otras plumas y hoy toca. En este mundo que, en apenas diez o quince años, ha dado un tremendo impulso no se sabe a dónde, las nuevas formas de comunicación condicionan el producto y permiten un tipo de literatura instantánea que inmediatamente llega al lector. Lo malo es que la gente se ha desacostumbrado de leer textos un poco largos y los autores cada vez se acercan más a la maldita cifra de 140 caracteres que ponía como límite el twitter, hasta hace poco. Esto de los límites es como poner puertas al campo. Mis amigos de La Pizzateca ha lanzado un concurso de microrrelatos con una extensión máxima de 250 palabras. En fin, yo con 250 palabras no tengo ni para empezar. 

Mi amigo Mariano me atribuye la invención de un género literario nuevo con este blog y le agradezco su apoyo de seguidor pertinaz, pero realmente todo el mundo está haciendo lo mismo. Mucha gente escribe un diario y sube un texto a la nube cada noche. La diferencia y mi posible originalidad está en el tamaño: nadie escribe (como yo) dos folios. Porque nadie lo leería. Lo que no deja de sorprenderme es que me siga una serie de lectores, que abran uno de mis textos y no se cansen a mitad del primer párrafo. Porque hoy en día la literatura se ha convertido en algo similar al café: uno conecta la maquinita de cápsulas, elige expresso, decaf o elongé, da a un botón y le sale su dosis literaria lista para ser consumida. Tengo en mi mailing algunos supuestos seguidores que me consta que no me leen (entre ellos mis hijos). Por el contrario, en el mejor de los casos le echan un vistazo en diagonal para ver cómo es de grande el post y lo dejan para otro momento.

Pero esto de la literatura en pequeñas dosis es algo ya bastante antiguo y uno de sus maestros, auténtico adelantado a su tiempo fue el gran Julio Cortazar. La de juego que le hubiera sacado este hombre a las redes sociales con su talento para enhebrar unas cuantas frases y crear una perla de reluciente belleza literaria. Tenía tantos textos pequeños que, de vez en cuando, publicaba una antología como, por ejemplo, Historias de Cronopios y de Famas (1962) de la que está extraído el texto que les pongo a continuación. La utilización de lo más cotidiano para escribir algo inquietante es una línea que ahonda sus raíces en Kafka y otros genios. Vean cómo la sigue Cortázar, en estas instrucciones para dar cuerda al reloj, con prólogo y todo.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Este texto maravilloso está considerado como uno de los más originales del autor y puede encontrarse (y descargarse) en cualquier página literaria que se precie. Si se lo he transcrito es para poner en contexto el siguiente, este sí, actual y debido a la espléndida pluma de mi amigo el cubano Ronaldo Menéndez. Un texto este que no es tan sencillo de conseguir, porque sólo lo ha circulado entre los amigos a través de Facebook. Cómo me gustaría a mí escribir con esa facilidad. Me da la impresión de que este tipo de textos, con los que nos obsequia con mucha frecuencia, más que escribirlos, se le caen de la pluma al ordenador. Aquí no se habla de relojes, sino de calcetines desparejados. Y, por no tener, no tiene ni título. Disfruten de su lectura. Y cómprense La Casa y la Isla, coño, que ya no sé cómo decirselo.

Cuando esta amiga me comentó que últimamente yo llevaba los calcetines desparejados, tuve que fingir que lo hacía por pura y ridícula pretensión estética, vamos, por marcar tendencia en el ‘mundo de la moda’. Pero le oculté la verdad: en el cajón de mi ropa interior los calcetines desparejados son muchedumbre. Y no es que baje la guardia, sino que, simplemente, mis calcetines se dan a la fuga. O sea, se pegan el piro, pie en polvorosa, las de villadiego, huir, huir… No le confesé a mi amiga mi certeza de que los calcetines en general y los míos en particular no solo tienen vida propia, sino un propósito en la vida: fugarse. Y eso todo el mundo lo sabe en su fuero interno. Por eso atamos los pares de calcetines como a bueyes con yunta, o como a esos presidiarios esposados de dos en dos para evitar percances en su traslado. ¡Tememos que se escapen! Y hacemos cualquier cosa por impedirlo: los convertimos en bolas siendo más bien larguiruchos, los atamos con palillos individuales en los tendederos a pesar de su apariencia pasiva, los hundimos apretujados en el fondo rígido de los zapatos cuando echamos la siesta. A nadie se le ocurre, por ejemplo, meter un calzoncillo dentro de un pantalón mientras duerme, porque es sabido que un calzoncillo no irá a ninguna parte sin su dueño. Pero los calcetines se fugan al menor descuido. ¿No lo habéis visto? Uno se encuentra un calcetín solitario, cual mascota abandonada, fingiendo estar perdido en medio de un patio interior, pero en realidad el sujeto-calcetín está en plena fuga. Porque son maestros del escapismo: ¡hasta se lanzan desde un último piso para quedar colgando, intruso aspirante a suicida, en nuestro tendedero! Con la esperanza de que uno lo meta en la bolsa de basura, y hala, como esos presos que se fugan de las cárceles en vehículos sanitarios. A mí no me engañan, por eso soy de los pocos que remolca a ese calcetín escaleras arriba, y voy preguntando de piso en piso por su dueño, y eso, desde luego, crea suspicacias en el vecindario: ‘ya está otra vez el cubano rarito ese, se nota que en su país no hay calcetines’. Pero yo sé cuál es mi misión y no me amilano. No obstante la gran fuga, la suprema y secreta aspiración de un calcetín, es escapar a través de la lavadora. ¡En plena colada! Si queréis a vuestros calcetines en casa y en parejas, es simple: lavadlos a mano. Pero si los metes en la lavadora regresarán desvinculados y taciturnos, eso sí, sin delatar a su compañero en fuga. Esto es lo que no le he dicho a mi amiga ni a nadie, pero ha llegado el momento de revelarlo porque no aguanto más: estoy convencido de que las lavadoras son túneles misteriosos, conductos de ventilación metafísica en la cárcel cotidiana de los calcetines. Por eso se escapan todo el tiempo a través de las lavadoras. Y cuando lo hacen, van a habitar un universo paralelo: un mundo secreto de calcetines emancipados. ¡Desparejados, pero libres y felices! Pero sé que un día esos calcetines de un mundo feliz, paladines y guerreros de la libertad, intentarán conquistar nuestro mundo de pies descalzos y malos pasos, total, también estamos presos, de dos en dos, de oficina en oficina, de gobierno en gobierno…

En fin, ya que estamos en clave cubana, pues nada mejor que El cuarto de Tula. Que, como saben, pilló candela. Buen fin de semana.



miércoles, 10 de mayo de 2017

632. Monte Alto Blues

Otra vez reincorporado a la rutina laboral después de mis días coruñeses. San Benitiño de Lérez cumplió su encomienda principal y la señora Le Pene mordió el polvo de forma clara. No le quedaron, sin embargo, fuerzas para ayudar al Depor, pero todavía tenemos dos oportunidades. A pesar de salir derrotados de Riazor, me gustó ir a ver en directo qué es lo que le pasa al Dépor este año. El equipo no juega mal (a ratos), pero está envuelto en un fatalismo galaico que se arrastra desde el penalti de Djukic y los dos descensos recientes, tres ocasiones en las que la ciudad engalanada se dispuso a presenciar el triunfo de su equipo y las tres veces salió trasquilada. No se les ha quitado el miedo. Lo explicaba muy bien dos días antes del partido un tipo en un bar, cargado de razón, frente a un plato de salpicón de marisco (la especialidad coruñesa por excelencia): –Pero vamos a ver. Faltan tres partidos, hay nueve puntos en juego y le quitamos ocho al Sporting de Gijón. Entonces, ¿cómo es posible que los del Sporting estén ilusionados y convencidos de que se salvan y nosotros estemos acojonados?

Para que el Dépor pierda la categoría, el Sporting tendría que ganar sus tres partidos y el Depor perder los tres, algo bastante improbable, teniendo en cuenta que los gijoneses apenas han ganado otros tres o cuatro en todo el año. Pero en el fin de semana se cumplió el primer episodio de esta fatalidad en tres actos: gano el Sporting y perdió el Dépor. Así que ahora la situación es que quedan seis puntos en juego y le quitamos cinco al Gijón. Y el acojone es máximo. El domingo por la noche, un abuelo se lamentaba delante de una ración de pulpo, con gesto abatido: –Estamos a puntito, a puntito. Pero no damos cirtificada la permanencia, arre carallo. Ese fatalismo se contagia a los jugadores en el campo. Salen empanaos, encajan uno o dos goles y sólo entonces despiertan y se lanzan a la desesperada, para morir en la orilla. Eso pasa una semana sí y otra también y hay que estar en el campo para percibir el mal fario en el aire; viendo el partido por la tele desde Madrid no se aprecia ese sentimiento en el ambiente.

Así que San Benitiño tiene trabajo extra. Por lo demás, pasé cinco días geniales en casa de mi sobrino Marcos, al fondo de Monte Alto. Marcos juega en el Deportivo Ciudad de veteranos y está a punto de cirtificar el ascenso a la categoría superior. El sábado ganaron uno a cero y mantuvieron el tercer puesto que da derecho al ascenso. Abajo les pongo un par de fotos, en su casa, con la torre de Hércules al fondo, y en el estadio de Riazor, cuando estábamos convencidos de que ganaríamos el partido. Por si alguien lo ignora, la torre de Hércules está declarada Patrimonio de la Humanidad, categoría que no ostenta ningún monumento o paraje de la ciudad de Madrid. Hala, para que se jodan los del foro.



El Monte Alto original fue un barrio obrero, construido a partir de 1950, cuando La Coruña fue declarada polo de desarrollo industrial y se creó la refinería. Como en todas las ciudades españolas, se produjo un moderado fenómeno de inmigración desde las áreas rurales gallegas. La ciudad que yo conocí de niño, se componía básicamente de dos barrios. La zona medieval (la Ciudad Vieja), situada en la mitad sur de la península, el lado de sotavento. Y el elegante ensanche decimonónico situado en el istmo, entre el puerto y la playa de Riazor. Desde allí, la ciudad crecía en dos direcciones: hacia el interior del continente, la clase media/alta, y ocupando el resto de la península los obreros y la población que venía del campo en busca de empleo en la industria y la construcción.

Antiguamente, el norte de la península eran terrenos baldíos, entre el continuo edificado y la costa, marcada por el faro de la Torre. Un vacío en el que se situaban equipamientos públicos aislados, como el cementerio de San Amaro, el matadero o la cárcel provincial. Entre ellos, bajo los severos vientos del norte pululaba un personal equívoco, acostumbrado a moverse por zonas peligrosas. Era el final de la ciudad, the edge of the town, el lugar donde las calles perdían su nombre, the streets has no name. Escuchen cómo homenajeaba a este tipo de zonas la banda irlandesa U2 en un tema ciertamente grandioso.


Todo cambió en los años noventa, con la construcción del Paseo Marítimo y la urbanización y edificación de los terrenos del norte. El barrio se convirtió en una especie de Malasaña, donde se radicaba la gente más alternativa, al olor de los precios inmobiliarios más asequibles, pero sin perder su carácter. Monte Alto es hoy un enclave diferenciado y con entidad propia dentro de la ciudad de La Coruña. Es un ecosistema autosuficiente, en donde habita una especie peculiar: el koruño, un animal de costumbres, endurecido por los vientos del norte y los temporales atlánticos, un tipo que trabaja a salto de mata en lo que puede, pero vuelve siempre al barrio, donde tiene de todo.

El bar Cascabel es el centro del cotarro, en donde la gente se reúne ya para desayunar con los estupendos bizcochos que hace el dueño. Más tarde, corren los quintos de Estrella Galicia para acompañar las albóndigas y otras delicatesen locales. Allí se celebran debidamente los triunfos del Deportivo Ciudad de veteranos, se ven partidos en la tele, se comenta la actualidad de la ciudad, se cruzan chanzas en gallego entre los conocidos y se lanzan aturuxos que se oyen por toda la Avenida de Hércules, verdadero eje del barrio. En Monte Alto hay estupendas jamonerías, tiendas de alimentación de todo tipo, restaurantes transnacionales (están a punto de abrir un indio), antros duros, peluquerías y centros de tatuaje. Vean abajo la foto de la pescadería de Marc del Norte, con su camioneta aparcada. El cartel anuncia las especies en venta: palo a 5,95, pintarroja a 3,95 y lirio a 1,95. Y no dejen de fijarse en la presencia de una gaviota, caminando con la soltura de un peatón habitual.


Las gaviotas son un animal desagradable, invasivo, ruidoso y con mala leche. Hacen sus nidos en casas abandonadas o no tan abandonadas y por las noches montan aquelarres que desvelan al personal. Además, si los cazas, resultan incomibles. Por casa de Marcos no se acercan por la presencia de la gata Tutti. La elegante duquesa siberiana se sitúa en lugar preeminente y las observa evolucionar con paciencia. Si alguna se descuida y se acerca de forma imprudente, castañetea los dientes y toma impulso. Parece que ya ha cazado al menos una, algo muy meritorio. Una muestra más de su helada sangre azul. Aquí algunas fotos más de mi compañera de estos días coruñeses.




Monte Alto tiene finalmente una cultura propia en la que no puede faltar una emisora de radio, cuyo cartel pueden ver abajo, y por la que se difunden los acontecimientos del lugar, los únicos que interesan al personal de este hábitat autosuficiente. En un momento dado, en el bar Cascabel, consulté las noticias en mi móvil y exclamé: –¡Coño! Dos ciclistas muertos por una conductora ebria. Todos a mi alrededor gritaron –¿DÓNDE? Miré la noticia y contesté: –En Valencia. Entonces, todos dijeron aliviados: –Ah, bueno. Y siguieron bebiendo y cantando.


Y también hay un idioma vernáculo, el koruño, del que el principal órgano de difusión es el Neno!, del que ya les puse un recorte hilarante al final del Post #570 y del que les dejo un par de entregas más. Sean buenos.

 

viernes, 5 de mayo de 2017

631. Desde el extremo norte de Monte Alto

Aquí me tienen, en un bonito ático en la novena planta de una torre de viviendas al final de la Avenida de Hércules, tecleando en mi ordenador Lenovo frente a una cristalera por la que se ve una vista espectacular: el Atlántico infinito en todo su esplendor. Por las noches se ven las luces de las pequeñas lanchas motoras de los pescadores, que regresan de recoger el calamar a su ritmo pausado, sin prisas ni agobios en un mar inmóvil, ese mismo que en ocasiones se encabrita y rompe la calma del escenario, para albergar una auténtica película de acción, con los helicópteros rescatando a los apurados marineros, en escenas que rememoran las filmadas en la película El Niño, un thriller de acción desenfrenada, muy entretenido y testimonio del nivel de calidad de producción que ha alcanzado el cine español en los últimos tiempos.

Me acompaña una gata no menos espectacular que la vista que tengo al frente. Es una gata de raza siberiana, de pelo largo, que le sobresale hasta por la planta de las patas, para poder pisar sobre la nieve congelada a varios grados bajo cero. Se llama Tutti, tiene unos nueve años y es una auténtica aristócrata, que me trae al recuerdo a la protagonista de la novela Helada Sangre Azul, del escritor ruso Yuri Buida, una de las que leímos el año pasado en Billar de Letras. Tutti me ha acogido en su casa, con el afecto que reserva a los huéspedes masculinos, muy diferente a la indiferencia calculada que despliega ante las femeninas. No me resisto a ponerles unas cuantas imágenes de esta auténtica señora, sin duda el habitante más distinguido del barrio.






Tutti y yo hemos hecho migas con facilidad, después de unos primeros contactos, que incluyeron un viaje que me soltó a la mano con que la estaba acariciando, para dejar claro que se trata de un felino, un animal salvaje al fin y al cabo. Si un gato quiere de verdad hacerte daño, te puede hacer una avería seria en segundos. Pero hay un nivel mitigado de ataque, que sólo tiene por objeto establecer los límites de la relación contigo, comprobar tu reacción al embate y constatar así tu conocimiento del mundo felino. Si te asustas o te enfadas mucho, entonces no eres un candidato a la amistad preferente de un ser tan exclusivo como una gata siberiana de nueve años. Podría deducir de su comportamiento algunas consideraciones en torno al “eterno femenino”, pero me van a permitir que me las reserve, que tengo mucho público femenino y no están los tiempos para determinado rango de comentarios.

A mi derecha, en dirección noroeste, la elegante silueta de la Torre de Hércules, asoma apenas su coronación por encima del mar de edificios de viviendas construidos al final del siglo pasado y con un volumen edificado considerable para lo que se acostumbra en las ciudades españolas (que ya es bastante alto). Hay que tener en cuenta que La Coruña ha sido siempre una ciudad emplazada en una península y constreñida entre dos bahías, la del puerto y la de la playa de Riazor, que dejan entre ambas un istmo muy estrecho. En una situación tan constreñida y ante la escasez de suelo, la construcción ha buscado siempre soluciones de edificación en altura. Este barrio en el que ahora estoy escribiendo es un crecimiento que se planificó para los terrenos vacantes que quedaban entre el tejido histórico del barrio de Monte Alto y el emplazamiento de la Torre de Hércules. Aquí pueden ver el resultado.



El miércoles pasado acudí como siempre a mi trabajo, después del puente. Salí en coche en torno a las cuatro de la tarde y cogí carretera, puesto que ya traía el equipaje hecho. Llegué aquí poco después de las diez de la noche. Ayer me pasé el día callejeando por la ciudad, excepto una estación para comer con mi hermano y familia en un restaurante indio cercano a su casa. Hoy, sin embargo, ha amanecido lluvioso y por eso estoy aquí escribiendo este post, mientras hago tiempo hasta mi cita a mediodía con el bueno de Alfred, seguidor irredento de este blog y amigo de los de verdad, con quien luego iremos a comer seguramente un caldo gallego o delicia similar de la gastronomía local. El objeto principal de este viaje (o, si quieren, la excusa) es asistir este domingo al partido del Deportivo en el campo de Riazor. El equipo de mis amores se juega la Liga en los tres partidos que quedan y es momento de venir a aportar un poco de energía mental para apoyar a los jugadores.

En los tiempos del Superdepor, yo solía acudir al campo con mi sobrino Marcos, que tenía un par de abonos en la zona de los Riazor Blues. Era algo muy divertido, aunque solíamos situarnos en zonas donde había una pequeña valla, para poder agarrarnos en las avalanchas que se organizaban cada vez que el equipo local metía un gol. Eran los tiempos en que los estadios tenían localidades de pie, que eran las más baratas. Yo he ido muchas veces al Bernabeu a ese tipo de localidades, que desaparecieron cuando se empezaron a dictar nuevas normas de seguridad en los estadios. El caso es que este año yo llevo tiempo en contacto con Marcos para que me saque una entrada para cualquiera de los partidos del Dépor en casa. Pero por hache o por be, nunca conseguíamos ponernos de acuerdo. Al final, nos ha quedado únicamente el partido del próximo domingo.

Cuando vengo últimamente a La Coruña, suelo recalar en casa de mi hermano, pero en esta ocasión, determinadas circunstancias, que no voy a contar aquí, me impedían esa solución. Ante ello, decidí reservar una habitación en el hotel Riazor. Pero cuando Marcos se enteró de esto, me llamó y me dio instrucciones expeditivas: ahora mismo estás anulando la reserva, arre coño. Pero ¿cómo carallo te vas a ir tú a un hotel teniendo tu casa aquí en Monte Alto? Nada, nada, no hay discusión. Tuve que anular la reserva y aquí estoy como un rey, junto a mi gata maravillosa. Desconozco si el Deportivo se salvará del descenso definitivamente este domingo, o habrá que seguir penando con la duda dos semanas más. El Deportivo se ha guiado en la última parte de esta temporada por el modelo Rajoy: nosotros no tenemos que hacer nada, que luego hay tres equipos por detrás, que siguen perdiendo sus partidos y así no nos pueden alcanzar nunca. De hecho ya hay dos que no pueden matemáticamente adelantarnos. Y un tercero, el Sporting de Gijón, que tal vez mañana sábado entre en la misma situación, si es incapaz de ganar su partido, con lo que el domingo podría estar ya todo el pescado vendido, cuando el Dépor salte al campo. Ya les iré contando. 

A Rajoy, el no hacer nada, como programa político le está dando muy buen resultado. Mucho me temo que tenemos PP para rato. Este partido tiene un nicho de votantes fieles a los que les importa un bledo la corrupción. Ellos van a seguir votando al PP, llueva o granice. Y el panorama de los demás es ciertamente desolador. El PSOE se juega en unos días el ser o no ser. Los barones y el aparato se han decantado masivamente por la propuesta de Susana Díaz. Y tal vez sea lo que más le conviene al partido, de cara a pacificar las aguas y seguir adelante todos a una. Pero, ¿será esta señora lo suficientemente inteligente como para comprender que ella no puede ser la candidata a la presidencia del gobierno? ¿Tendrá la suficiente astucia como para buscar un candidato admisible para los votantes? Digo esto, porque es ilusorio que podamos tener una presidenta que se desenvuelve en público de la forma que pueden ver AQUÍ.

De Podemos, mejor ni hablamos. El “humano” Iglesias se sigue equivocando clamorosamente, de la mano de Melenchón, incapaz de pedir a sus votantes que voten al señor Macron. Como gane la señora Le Pene (la vuelvo a llamar así a petición de un lector anónimo), vamos a saber todos lo que es bueno. Hace años que mi amigo Philippe me dice que Francia es un país en vías de subdesarrollo. Creo que si cae bajo el embrujo de la ultraderecha racista y xenófoba, será la propia Europa la que se convierta en un continente en vías de subdesarrollo. Este es el match más decisivo que se ventila este domingo. Ante los buenos resultados que obtuve un día en una doble ocasión similar, no me queda más remedio que elevar unas fervientes rogativas a San Benitiño de Lérez. A ver si nos da buena suerte a todos.

lunes, 1 de mayo de 2017

630. El pestazo

En este mundo convulso que nos ha tocado vivir, la información que nos llega es amplísima, aparentemente, pero tiene truco: nada es lo que parece. La tarea de deslindar las falacias de las verdades ocultas entre la hojarasca de esa marea de información que nos invade, es casi uno de los elementos esenciales de este blog, junto con los juegos en torno al lenguaje, una curiosidad infinita, el uso del sentido del humor como medicina frente a las malas noticias y el esfuerzo por mantener los textos en los límites de una cierta buena educación, o una especie de buen gusto, si quieren, en el ánimo de no faltar a nadie (dentro de un orden). 

Y, sobre todo, intentar abordar lo que nos llega sin prejuicios o ataduras mentales previas. Por ejemplo, hoy en El País, mi admirado John Carlin habla de lo fácilmente que Trump cambia de criterio y pasa a defender lo contrario de lo que decía ayer mismo. Volubilidad que Carlin atribuye a su pragmatismo, a la falta de una ideología básica en cuyos principios se puedan inscribir sus decisiones. Bueno, en eso discrepo. En 1984, el PSOE (con su mochila de principios históricamente llena) pasó de un día para otro del OTAN, de entrada, no al OTAN, de salida, menos. Esto de decir diego donde hace dos días decían digo, es algo consustancial a los políticos. Recuerden la conocida frase de Groucho: estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros. Pero es cierto que Trump está demostrando ser bastante veleta (menos mal, porque así no hará muchas de las tropelías que prometió en campaña).

A lo que íbamos: hay gente que detesta a Trump de tal forma que le parece horrible que proponga una cosa y también que proponga la contraria. El caso es ponerle verde. Por ejemplo: Trump ha cancelado las negociaciones con Europa para establecer el llamado TTIP, un tratado de libre comercio que llevaba preparándose más de tres años. Y todo el mundo proclama escandalizado: ¿cómo es posible que haga esa barbaridad? Pero muchos de los que ahora se echan las manos a la cabeza, el año pasado por estas fechas se estaban manifestando contra el TTIP por las calles de Madrid. Yo recuerdo que pretendía quedar con una amiga para tomar unas cervezas y me dijo que no, porque tenía que manifestarse contra el TTIP. Con un deje de reproche en el tono, añadió: –¿tú no vas a la mani? No –le respondí–, yo no puedo protestar contra algo que no sé lo que es. –Ese es el problema, que están acordando a nuestras espaldas algo que no conocemos y eso huele muy mal.

Esta amiga mía ahora se hace cruces con el abandono del TTIP. Trump va a acabar con la globalización, es un aislacionista y sólo le interesa el frente interior –dice. Desde estos sectores críticos, como los que representa mi amiga, se ha censurado el lanzamiento de una bomba gigantesca sobre una base aérea de Assad en Siria. Vale, pero ¿qué es lo que tenía que haber hecho Trump frente a un ataque con armas químicas a la población civil? Si no hubiera hecho nada, se le consideraría un egoísta insensible al sufrimiento de la gente. Yo ya he dado mi opinión sobre este asunto. La Siria de Assad es un miembro histórico del área de influencia de Rusia. Es muy raro que Assad, ahora que tiene la guerra ganada, incluso la de la propaganda, de pronto bombardee un pueblo con armas químicas. A mí me huele muy mal eso. Me huele a provocación de Putin para ver hasta dónde llega el proverbial carácter mosqueón de Trump. Un movimiento de ajedrez: adelantas un peón y esperas el movimiento del contrario.

De lo que no sé qué pensar es de toda esta escalada de la tensión en torno a Corea del Norte. El régimen de Kim Jong-un es miembro histórico del área de influencia de China. Pero su gordo dictador está mucho más loco que Assad y, además, cuesta creer que China esté probando a Trump, como Putin. Veremos qué recorrido tiene el asunto. Puede que Kim esté simplemente fanfarroneando para consumo interior. O puede que, de acuerdo con el gigante chino, se esté preparando su caída. Lo que no es creíble es que por este fantoche se vaya a montar la tercera guerra mundial. Algo huele mal también en este asunto, en el que la prensa magnifica sucesos nimios, como el lanzamiento por Corea de unos misiles caseros que explotan a los cien metros, o que los USA manden unos portaaviones que pasan de largo frente a la península coreana.

La extensión de la red de información instantánea por todo el mundo, no garantiza que lo que se distribuye a su través sea cierto. Es un elemento muy poderoso, pero se utiliza para lo que se quiere. Y, de la misma forma que en tiempos de Franco aprendimos a leer entre líneas lo que nos quería decir la prensa, ahora hemos de saber deslindar lo que está detrás de la información que nos llega, para distinguir la verdad oculta, del simple postureo. Por eso me encanta la actuación del concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Sánchez Mato, que el otro día se vio en la tesitura de votar a mano alzada una propuesta de su propio grupo que no le gustaba, y lo hizo tapándose la nariz. Preguntado luego al respecto, declaró que la propuesta olía muy mal. Vean la foto y seguimos.


No conozco los detalles técnicos del asunto que se votaba. Según la prensa, se trataba de admitir un cambio a uso hotelero de un inmueble del centro. Si el equipo de gobierno lo propuso, imagino que, o bien les parecía bien, o bien el asunto estaba tan cerrado al final de la anterior legislatura, que su no admisión hubiera supuesto el pago de alguna indemnización al propietario. Me da igual. El caso es que el equipo de ediles, mayoritariamente errejonudos, que arropan a la señora Carmena, votaron a favor, y también lo hizo el PP. El señor Sánchez Mato, proveniente de Izquierda Unida, resolvió la contradicción con sentido del humor. Su actitud fue más auténtica que la de los del grupo del PSOE, que votaron en contra por puro postureo (si hubiera hecho falta para sacar la propuesta adelante, habrían modificado el sentido de su voto), y lo mismo puede decirse de Ciudadanos, que se abstuvieron.

Votar tapándose la nariz, a causa del pestazo, es todo un hallazgo. A mí ya me ha resuelto el problema de mi próximo voto. No sé qué es lo que votaré, el día que me toque, pero, tal como están las cosas, me malicio que tendré que hacerlo con la nariz tapada. Yo creo que esta sería también una solución para los votantes del señor Melenchon, en Francia. Este buen hombre, como Pablo Iglesias y otros de su estilo, desconoce la diferencia entre táctica y estrategia. Por eso, con ese punto de vista estrictamente táctico, manifiesta que no puede recomendar a sus seguidores el sentido de voto en la segunda vuelta. La solución Sánchez Mato le vendría como anillo al dedo: señor Melenchon, recomiende usted a sus seguidores que voten a Macron, tapándose la nariz, si así se lo aconsejan sus principios. Estratégicamente, es decir, a medio plazo, a su grupo no le conviene que gane la señora Le Pen.

El año pasado, cuando Sánchez (Pedro) se postuló como presidente de una coalición PSOE-Ciudadanos (la mejor propuesta nacional que se ha hecho en los últimos tiempos, en mi opinión), Iglesias mostró su falta de inteligencia estratégica y votó que no, en una cagada ya histórica. Su decisión fue exclusivamente táctica y los votantes se lo hicieron pagar en las siguientes elecciones. Qué bien le hubiera venido un poco de sentido del humor. ¿Se imaginan a los 80 miembros de Podemos absteniéndose con una mano en alto mientras se tapaban la nariz con la otra? Otro gallo nos cantaría ahora, a nosotros y a ellos, los de Podemos.  Así que, en la segunda vuelta del próximo día 7, confiemos en que los franceses se pongan las pilas y voten con cabeza, incluso tapándose la nariz, si quieren.

Otra cosa que se ventila el próximo domingo es el futuro del Deportivo, que podría certificar su permanencia matemática en primera división. Yo no puedo votar en Francia y por tanto no veo necesario irme a París a apoyar a mi amigo Philippe, pero a La Coruña sí que me puedo acercar. Pero esto ya se lo cuento en el próximo post. Sigan disfrutando del puente.