sábado, 30 de marzo de 2019

822. Siga callado, Sánchez, por favor

En fin, me pasan tantas cosas divertidas y con potencial de ser contadas en el blog que no consigo cumplir mi promesa de seguir dando leña, de cara a las sucesivas elecciones que vienen. Hoy voy a intentarlo de nuevo. Se me ocurre una cosa. En este mundo en el que todo cristo está acojonado temiendo por su privacidad, y se cuida de no contar más de lo necesario, yo rompo el molde con un blog en el que llevo más de seis años haciendo un strip-tease mental continuado y calculado. A mí no tienen que vigilarme ni ponerme trampas para sacarme información, porque soy yo el primero que lo canta todo a los cuatro vientos, con impudicia aparente, aunque ya les he dicho que realmente no lo es tanta. Si los del lado oscuro quieren averiguar algo de mí, sólo tienen que entrar en el blog y empezar a leer. De esta forma, no tengo que perder un solo segundo mental en preocuparme de forma paranoide por la protección de mi intimidad, como todos. Es que eso de protegerse todo el rato es cansino y agotador. 

Si cruzamos esto con lo que les he contado de que hay por ahí algoritmos diseñados para inclinar el voto en uno u otro sentido, o para inducir la abstención, la forma de evitar que intenten influirme es cantar desde ya lo que voy a votar. Así evitaré que me den el coñazo y que intenten manipularme. Yo creo que es de una lógica prístina, por usar un adjetivo coherente con mi perfil cool, calm and collected. Además, ya tengo decidido el voto, que ahora les cantaré. Debo recordarles que a mí la elección que de verdad me interesa es la local de Madrid; las otras me la traen más al pairo, me conciernen, obviamente, pero no hasta el extremo de dedicarle mucho espacio en este blog, en el que debe seguir primando el rock'n roll, el cine, el jazz, la literatura o los relatos de viajes y pequeñas anécdotas cotidianas. Así que mis razones para votar no son las mismas en los tres casos y lo explicaré. ¿Están preparados? TA-TA-TACHÁN.

Bien, en Madrid voy a votar a la señora Carmena, por convicción, porque he visto desde dentro cómo trabaja y estoy convencido de que esta ciudad necesita una alcaldesa como ella y no se merece bajo ningún concepto que vuelva la derechona. En la Comunidad Autónoma voy a votar a Errejón, por conveniencia, porque, en el supuesto de que gane la señora Carmena, nos vendría bien que en la Comunidad hubiera un gobierno afín, que realmente hiciera una reforma en serio de la Ley del Suelo, algo que llevamos años pidiendoles, para que Madrid se ponga a la altura de las ciudades europeas y americanas. Esta reforma podrían hacerla también las derechas, pero me dan más miedo, sobre todo si incluyen a Vox. Por último, en el Estado, voy a votar a Sánchez, por descarte, porque es el que menos me repele de los gallos en liza. El tema Carmena-Errejón ya lo desarrollaré en futuros textos, por la cuenta que me trae y dado que tenemos más tiempo. Hoy me voy a centrar en las Generales.

Debo precisar que, con esto que estoy escribiendo, no pretendo influir en el sentido de voto de mis queridos seguidores. Yo soy muy respetuoso y entiendo que voten ustedes a cualquiera. Bueno, hasta cierto punto. A mí lo que me merece todo el respeto es que la gente sea de izquierdas o de derechas. Son dos opciones respetables y yo tengo amigos en ambos lados. Ahora bien, si es usted de izquierdas, no entiendo que en este momento se le ocurra votar a Pablo Iglesias, con el espectáculo que están dando las izquierdas por culpa del ego y la falta de talla como estadista de este señor. Y si, por el contrario, es usted de derechas, querido lector, creo que lo suyo es que vote al PP, o incluso, si se le queda corto, que se apunte a Vox. No digo que me guste Vox, digo que son opciones lógicas y consecuentes con una determinada ideología. A lo que sinceramente no le encuentro ninguna lógica, es a que haya alguien que vote hoy a Ciudadanos. No empiecen a poner caras de incredulidad, que ya se lo explico.

Para sustentar estas opiniones, cuando menos pintorescas, voy a dar un repaso a todas las formaciones, ya que he dicho que voy a votar a Sánchez por descarte. Empecemos por Vox. A mí este grupo me da miedo, como a todo hijo de vecino. Son peligrosos y hay que reconocer que lo están haciendo muy bien. Abascal es listo de cojones, tienen detrás a Bannon y llevan años preparando el asalto a la primera línea del frente, de forma coordinada en todos los países europeos. De momento, ya han logrado un primer objetivo: que sólo se hable de ellos. Está por ver hasta qué techo de votos llegan, es una incógnita. En Madrid van a sacar unos números de escándalo, esta ciudad esta llena de fachas. De todos los análisis que he leído sobre ellos, me quedo con el que me envía un amigo por Facebook. No lo comparto del todo, pero me gusta por su concisión.

Dice este señor: Vox significa por el momento Victimismo, Odio y Xenofobia. En consecuencia, no se le puede tachar todavía de grupo fascista, sino pre-fascista o protofascista. Cultivan el victimismo de mucha gente que atesora rabia y frustración antiguas, más o menos justificadas, y aprovechan para inocularles los otros dos componentes: el odio y la xenofobia. Si un día logran extender eficazmente ese doble veneno, estarán en condiciones de optar a hacerse con el poder. Y, cuando lo consigan, cambiarán la V de Victimismo, por la V de Vendetta, que es también la V de la Violencia. Entonces serán de verdad un grupo fascista de libro. El problema es que, cuando lleguen a ese punto, será demasiado tarde y ya no podremos pararlos. Un análisis brillante, aunque yo creo que sí que los vamos a parar antes. Ya saben que soy un optimista inveterado y confío en lo que ha crecido este país cívicamente.

Casado y Rivera son ya como Hernández y Fernández. Cada vez cuesta más diferenciar sus discursos. Casado es un jovenzano rubicundo y sudoroso que apenas puede contener la hormona FAES. Su discurso es el de Aznar y Aguirre. Pero Aznar lo decía todo con una calma fría, tal vez por la inmovilidad de su labio superior (era un genuino stiff-upper-lip). Y Aguirre le daba a su discurso venenoso una especie de cotidianeidad dicharachera que resultaba muy engañosa. Casado no disimula. Casado embiste, insulta, se pone colorado y suda. No sé cómo no tiene más espinillas. En cualquier caso, este hombre es aun joven, viene de donde viene y puede calmarse y mejorar con el tiempo y la edad. Ahora está nervioso como un colegial. Por eso le ha pedido a Abascal que se retire en provincias como Soria y Teruel, porque no ve claro que vayan a ganar las derechas. Y el otro le ha contestado que se retire él. Casado muestra también su bisoñez fichando a personajes conocidos para sus listas, con lo cual cabrea a sus militantes y a veces hace el ridículo: Ruth Beitia habló una vez y renunció, muerta de vergüenza, a Suarez Illana casi le pasa lo mismo y además ha fichado a un torero, al padre de Mari Luz, telepredicador gitano, y otros por el estilo. Como digo, necesita asentarse y aprender del maestro. Este no sudaba, como ven abajo.



Escalofríos me da todavía afrontar la mirada de este señor. En cuanto a Rivera, es que de verdad no lo entiendo. Casado es joven, está nervioso y está sobreactuando como facha, proclamando: –Pero qué está pasando aquí, por qué se van todos a Vox, no se vayan hombre, que yo soy tan radical como ellos. No sé si su táctica es acertada (lo veremos), pero tiene una lógica. Lo de Rivera, como les digo, no lo entiendo. Está gritando lo mismo: –No se vayan al PP, que yo soy igual de retrógrado. Creo que en su caso es una táctica desastrosa. Era muy bueno que hubiera un partido de centro, como lo fue Ciudadanos al principio, cuando lo fundaron gentes como Boadella, Francesc de Carreras, Savater, Arcadi Espada (aunque este último anda bastante hiperventilado últimamente). Rivera se ha cargado el invento. Ha convertido Ciudadanos en Ciudadanospedorros. Y creo que se está equivocando: al desplazarse a la derecha, le está dejando todo el espacio del centro a Sánchez. Encima, es carne de revistas del corazón: novia famosa y casoplón en el lugar más lujoso, donde vivía el Cretino Ronaldo. Estas cosas no le gustan al españolito medio, que es envidioso por idiosincrasia (Aznar perdió casi más votos por la boda de su hija en El Escorial que por la guerra de Irak). En fin: él sabrá.

La figura de Pablo Iglesias es en cierta forma simétrica de la de Rivera. También el 15-M fue un movimiento innovador, necesario y simpático (al menos para mí). El primer Podemos gustaba porque parecía recoger ese espíritu. Pero la esencia del 15-M, en realidad, la encarnaba Errejón, que quería montar un movimiento transversal, en el que cupiera todo el mundo que quisiera trabajar para el bien común. El fichaje de Carmena se inscribió en esa línea. Pero al final Iglesias ha impuesto su sesgo leninista, ha convertido el partido en una versión (en cutre) de Izquierda Unida y lo está llevando a la ruina. Y, desde que ha vuELto, no pierde una sola ocasión de equivocarse: en estos días ha apoyado a los independentistas y a Obrador. Mira que retar a Carmena a que diga a quién va a votar en las Generales. Que diga él a quién va a votar en las locales, no te jode. Son asombrosas las coincidencias con Rivera. Igual que el otro se está cargando a Ciudadanos, este está dinamitando el 15-M del que salió. Y su vida privada ha pasado también a ser pública: nombra a su señora como vicejefa y se va a un chalé. Y con todo el ruido que está haciendo, le deja espacio a Sánchez por el otro lado. El colmo de la cursilería es lo de pasar a llamarse Unidas Podemos. Me parece muy mal, eso es discriminatorio con los niños; si realmente quiere ser inclusivo de verdad, habrá de serlo también con los niños y las niñas, tiene que ser valiente y dar un paso más: su partido ha de llamarse Uniditas Podemos.

Y nos queda Sánchez. Que, en medio de todo ese guirigay, está callado como un muerto. Entre el ruido que hay por su derecha (Casado insultando y Rivera jurando que nunca pactará con el PSOE) y el ruido de su izquierda (Iglesias equivocándose con aplicación y contumacia) se está generando un vacío a su alrededor que le puede venir muy bien para rebañar votos por ambos costados. Yo creo que lo está haciendo de puta madre: él sigue tranquilo, dedicado a trabajar desde el Gobierno. Y cada viernes saca una nueva batería de decretos-ley para rabia y desesperación de El inMundo y su entorno. La Junta Electoral ha dictaminado que lo que hace el Gobierno es legal. Antes de la convocatoria de elecciones, yo escribí un post animándole a que agotara la legislatura. No me hizo caso y lo entiendo: no es lo mismo hacer eso un mes, que durante todo un año, algo que sería una especie de calvario. Ahora mi consejo es que siga callado. Los españoles no somos tontos y valoramos mucho el temple y la calma (como en los buenos toreros). Rajoy ganó varias veces a fuerza de no hacer nada y mantener el tipo. Ahora mismo, yo sólo veo esa calma en Sánchez (y en Abascal, en este caso lógica, porque es la calma del equipo de fútbol que no aspira al campeonato, sino a ir creciendo y llegar hasta donde se pueda). Yo que Sánchez, es que ni aceptaría hacer debates en TV. No tiene ahí nada que ganar.

Así que, señor Sánchez, este es mi consejo. Deje que los otros sigan diciendo tonterías, se peleen, se pongan nerviosos y se peguen tiros en el pie. Usted, calladito como un puta, que le va muy bien así. Recuerde lo que dijo el gran Mark Twain: es mejor mantener la boca cerrada y parecer estúpido, que abrirla y disipar la duda. Si Sánchez no entra al trapo y me hace caso, puede ganar. Y hasta puede gobernar sin necesitar a los catalanes (aunque, si tuviera que incorporarlos, tampoco sería el gran drama que están vendiendo algunos por ahí; esto ya se lo explico otro día). Estas son mis reflexiones. Sin acritud: por supuesto, voten ustedes a quien les pete, ese es un derecho que tienen como ciudadanos. Eso sí, si van a votar a Ciudadanospedorros o a Uniditas Podemos, mejor no me lo digan. Para desengrasar, les dejo de regalo un vídeo estimulante. Resulta que ahora les ha dado a los aeropuertos, estaciones de tren y centros comerciales del mundo civilizado por poner algún piano en los espacios comunes, para que los viajeros y visitantes que lo deseen se sienten y toquen un rato. Lo malo es cuando aparece un verdadero profesional e improvisa un boogie-woogie alla norma, como el que van a ver. El tipo se llama Henri Herbert y la cosa sucede en la estación de St. Pancras, en Londres. Pónganselo en pantalla grande. Y que lo disfruten.


miércoles, 27 de marzo de 2019

821. Silbando por lo bajo

Lo malo de ser viejo es, entre otras cosas, que las enfermedades o percances leves tardan un montón en curarse del todo. Me creerán o no, pero en mi mano derecha todavía se puede ver la huella colorada del divieso, más de un mes después de que me picara la araña o lo que fuera. De la misma manera, sigo con unos restos de afonía que no se me acaban de quitar del todo y debo cuidarme la garganta, porque pronto voy a tener que atender diversos compromisos con delegaciones extranjeras, la primera la de un viaje de estudios de una universidad holandesa, compuesta nada menos que por 50 alumnos y no sé cuántos profesores, a los que deberé hablar en inglés durante hora y media el próximo día 1 de abril.

Con motivo de esto, me he pasado varias tardes en casa, sin hablar con nadie, con una bufandita verde al cuello y combinando las gárgaras de agua con sal con las pastillas Juanola, las de toda la vida, que se han modernizado y tienen una versión nueva con própolis, miel, altea y vitamina C. Es lo mejor que he encontrado para las cuerdas vocales. Y lo cierto es que tampoco han estado tan mal estas tardes tranquilas, leyendo y enredando con el ordenador y el móvil, los juguetes modernos de los adultos. Eso me ha permitido, por ejemplo, perpetrar un videoselfie silbando por lo bajo una bossa nova (no podía cantar), para subirlo al blog y retarles a que adivinen la melodía, que hace mucho que no les propongo ningún juego. Es facilito, así que esta vez no tengo premio: el primero que la acierte se llevará un abrazo y poco más.



Ayer nos desayunamos con la noticia de que el presidente de México ha pedido a España que se disculpe por la colonización en América. Y que 40 senadores de Francia han firmado un escrito que les han redactado Puigdemont y sus adláteres. No soy yo muy de ofenderme con estas cosas, pero, ¡por favor! ¡qué nivel más lamentable de tergiversación el de ambos! Yo creo que Goebbels sería feliz en este momento histórico, en el que se pueden lanzar mensajes falsos por la red que, a fuerza de ser replicados y repetidos, se convierten en verdaderos, la famosa postverdad, que en la Wikipedia se denomina también mentira emotiva. Las emociones están detrás de todo el movimiento independentista catalán, que se sostiene a nivel de estómago e intestinos, donde se generan las emociones, y no en el cerebro, responsable de los análisis y los acercamientos científicos a la realidad. 

Por partes. Andrés Manuel López Obrador, conocido por sus iniciales AMLO, es un personaje sobre el que la totalidad de mis amigos mexicanos, que son muchos, hacen bromas chuscas, empezando por decir que en realidad se llamaba Manuel Andrés, pero que ya desde pequeñito invirtió el orden de sus nombres de pila, para que las iniciales no fueran las que pueden ustedes deducir. Por cierto, el Dépor tuvo un entrenador con esas mismas iniciales, Miguel Ángel Lotina Oruechebarría, que hizo honor a su acrónimo bajando al equipo a Segunda División, a pesar de tener una plantilla más que notable. Al año siguiente, lo fichó el Villarreal, y repitió la jugada, tras de lo cual no ha vuelto a entrenar en España. Lo que dice Andrés Manuel, o Manuel Andrés, no es algo que se haya inventado él o que surja de sus reflexiones íntimas. Por el contrario, es una idea que se lleva propalando, de forma interesada, prácticamente desde la independencia de los estados latinoamericanos. 

No niego que en el descubrimiento, o conquista, de América se cometieran tropelías de todo tipo. Por supuesto que las hubo y a mí no me importaría asumir mi parte de culpa como español. Pero lo cierto es que los que hicieron esas barbaridades, son precisamente los que se desplazaron allí y luego se quedaron. Y, en cuanto pudieron, se independizaron de España. A mí me puede parecer esto hasta normal. Lo que no les perdono a estos descendientes de los colonizadores es que instituyeran una serie de regímenes basados en el racismo y la xenofobia, en los que los indios eran desde el primer momento una población de segunda, una clase baja trabajadora y oprimida. Que lo sigue siendo, de acuerdo con lo que yo he podido ver de primera mano en mis visitas a México, Cuba, Colombia y Chile, que son los países que conozco. Latinoamérica es el lugar del mundo en el que hay una mayor desigualdad y polarización social, según datos contrastados. Y fueron esos mismos conquistadores, convertidos luego en líderes locales, los que levantaron y extendieron el espantajo de los españoles malos, para hacerles culpables hasta de los huracanes y desviar la atención de su propio racismo y maltrato al indígena local. 

Una anécdota que ilustra este contexto y que no sé si ya la he contado en el blog. Un amigo mío estuvo de ingeniero haciendo carreteras precisamente por México. Y en cada una de las reuniones que tenía con sus colegas locales, un ingeniero azteca repetía cada poco cosas como: –Y este paisaje que ahora atravesaremos era antes un precioso bosque lleno de árboles, hasta que sus abuelos los españoles lo arrasaron durante la conquista. Y al decir sus abuelos los españoles le miraba significativamente. Y al rato, lo mismo: –Aquí había una extracción de oro y otros metales preciosos hasta que sus abuelos los españoles se lo llevaron todo. En un momento dado, mi amigo saltó y se puso muy serio para decir: –Amigo, todas esas atrocidades que usted le adjudica a mis abuelos españoles, he de decirle que, en todo caso, tal vez las hicieran sus abuelos de usted y no los míos, porque los míos siguen en España, de donde mi familia no salió en ningún momento.  

Basta ver una foto de AMLO o MALO para deducir que no tiene una sola gota de sangre india. Y puedo decirles que he visitado algunas ciudades de tamaño medio, como Guanajuato o San Miguel de Allende, en las que uno cree estar en Toledo o en Cuenca, porque allí no quedan indios. Con los datos en la mano, he de concluir que la colonización española no fue ni mucho menos la más salvaje. España, como Portugal, desplazaron a las colonias a un montón de población, colonos que se mezclaron con los autóctonos generando una comunidad mestiza, en la que los blancos puros siguieron siendo predominantes.

En África, el único lugar en el que se hizo algo lejanamente parecido fue en Argelia. En el resto, los franceses e ingleses desplazaban prácticamente a un gobernador o prefecto con una pequeña guarnición. Y este señor mantenía el puesto hasta que se forraba y dejaba el sitio a otro. Pero no se mezclaban con la población autóctona. Por no hablar de los belgas, tan amigos ahora de Puigdemont, que regalaron el Congo al rey Leopoldo II, que lo desgració para siempre. En cuanto a América del Norte, la escabechina de población local fue de las que hacen época. Lo estuvieron contando en sus propias películas del Oeste, hasta que se dieron cuenta de que la imagen que daban no era buena. Algo muy similar sucedió en Argentina. Pero, en México, la población se mezcló y luego fueron los hijos de los colonizadores los que se independizaron e hicieron lo posible para seguir manteniendo sojuzgados a los indios. Empezando por echarle las culpas de todo a España. 

Respecto a lo de los senadores franceses, revela un desconocimiento supino de la realidad europea y de su historia. Si cualquier gobierno de la Unión apoyara la independencia de Cataluña y las ideas puigdemoníacas de sus promotores, sería el fin de Europa, porque enseguida saldrían detrás los bretones, los corsos, los occitanos, los normandos, etc. por no hablar de los frisones, los bávaros, los padanos y los sicilianos. Por cierto, mi nuevo amigo Alain Sinou me reveló una cosa de mucho interés. Me preguntó: –¿Sabes por qué en Francia no hay unos movimientos nacionalistas tan fuertes como en España, cuando en el pasado los hubo como en todas partes? Y se respondió a sí mismo: –Porque, durante la Segunda Guerra Mundial, todos los nacionalismos sin excepción apoyaron al gobierno de Petain. Y De Gaulle nunca se lo perdonó y los hundió en la irrelevancia. Tengo que decir que en España hubo algo parecido. Los requetés navarros apoyaron a Franco. Y los del PNV estuvieron dudándolo hasta el último momento, como cuenta Ramiro Pinilla en la trilogía que les he recomendado varias veces. Al final, se inclinaron por apoyar a la República, pero sólo porque concluyeron que era lo mejor en su camino en pos de un estado vasco independiente.

Los nacionalismos son siempre conservadores y retrógrados. Como los populismos de AMLO, Maduro y otros. El mundo camina hacia el mestizaje, es un movimiento imparable; el racismo es una compulsión defensiva absurda, dentro de nada vamos a necesitar a los inmigrantes para que cuiden a los ancianos como yo, que cada vez vamos a ser más. Hasta una sociedad tan cerrada como la japonesa lo ha entendido y ha empezado a abrir la mano a vietnamitas y otros vecinos para que se encarguen del tipo de trabajos que ya no quieren hacer los locales. Hasta ahora, como les conté, sólo dejaban entrar a ingenieros, programadores y creadores de primer nivel. En el artículo que les dejo de propina pueden encontrar una información más completa al respecto. AQUÍ lo tienen. Que tengan buen día.

viernes, 22 de marzo de 2019

820. El embrollo del Brexit

La que tienen liada en el Reino Desunido. El otro día en una entrevista en la radio escuché al ministro Borrell, con su gracejo leridano (es un decir), mostrar su perplejidad sobre lo que está pasando en Gran Bretaña, con estas palabras: –Si no quieren irse de Europa sin acuerdo y no quieren este acuerdo y no quieren ningún otro acuerdo y tampoco quieren repetir el referéndum, entonces ¿qué es lo que quieren los ingleses? Pues eso mismo digo yo: ¿qué coño querrán? Ahora mismo, ya ni ellos mismos lo saben, o esa es al menos la impresión que uno saca desde fuera. Cuanto más nos acercamos a la fecha del 29 de marzo, prevista en el protocolo del proceso para que Gran Bretaña deje formalmente de ser miembro de la Unión Europea e inicie el llamado período de transición, más tenemos todos la sensación de que los ingleses se han hecho la picha un lío, dicho esto último sin ánimo de herir la sensibilidad de las mentes, sin duda bienpensantes, de mis seguidores habituales.

Este proceso está siendo una muestra de cómo un país se puede meter en un callejón sin salida por una tontuna y los catalanes harían bien de tomar nota, porque van camino de quedarse atrapados en una ratonera similar. Recapitulemos. A comienzos de 2015, el primer ministro James Cameron se está preparando para las Elecciones Generales, que tendrán lugar el 7 de mayo de ese año. En Gran Bretaña, las legislaturas duran cinco años y Cameron lleva gobernando desde 2010 sin mayoría absoluta. En esos años ya ha tentado a la suerte permitiendo y amparando el referéndum de separación de Escocia. Un órdago que le ha obligado a hacer una campaña institucional fuerte en contra de la secesión, que le ha permitido finalmente ganar el envite (ciertamente, por los pelos). Así que, durante la campaña para la reelección, no se le ocurre mejor cosa que decir que, si gana, convocará un referéndum para que los británicos decidan si quieren seguir en Europa o no, rápidamente bautizado como el Brexit, aunque últimamente está siendo renombrado por mucha gente con el nombre chusco que sostiene esta señora en una pancarta.


¿Y por qué hace esto este señor? Pues por un motivo interno de dinámica partidaria. Está harto de gobernar sin mayoría y tiene dentro de su partido a un sector, el más a la derecha, que está cada vez más alejado de sus posturas, porque escucha los cantos de sirena eurófobos del UKIP del nefando Nigel Farage. Vale –les dice a estos–,  no os vayáis con ese fascista, que yo os prometo hacer un referéndum por el Brexit si seguís conmigo. Algo parecido a lo que intenta ahora Pablo Casado: sobreactuar como facha para que la gente no se vaya a Vox. Esta era la excusa, fácil de criticar ahora, desde la perspectiva del desastre que ha generado. Pero a esta excusa hay que añadirle algunos matices. El primero, que este señor, a quien en el blog hemos apodado El Camerón de la Isla, es bastante tonto. Digamos, para entendernos, que es tan tonto como Zapatero, o como qué-las-das-François Hollande. Menudo trío de lumbreras. Lo que pasa es que El Camerón ha terminado por ser el más dañino de los tres. Este tipo de personajes apuestan una vez y ganan. Entonces se creen los más listos y en posesión de una suerte legendaria. Y siguen arriesgando mucho, hasta que se la pegan. Entonces se caen con todo el equipo.

Después de ganar el órdago escocés, Camerón de la Isla pensó que, si se volcaba en una potente campaña institucional a favor del remain, lograría mantener a su país en Europa. En donde, todo hay que decirlo, estaban muy cómodos. Porque, recordemos, Gran Bretaña no estaba en el euro; mantenía la libra esterlina y era un socio bastante privilegiado y señorito, que se beneficiaba de todas las ventajas de la Unión y no sufría sus mayores inconvenientes, relacionados todos con la unión monetaria. Pero Cameron hace esa promesa y a continuación gana las elecciones por mayoría absoluta. Es decir, en mayo de 2015 es reelegido por otros cinco años. Tal vez en este punto, podría haber seguido la máxima hispana prometer hasta meter y, una vez metido, olvidar lo prometido. Pero decidió ser honrado, mantuvo su promesa y se la jugó. Y perdió. Por cierto, los independentistas catalanes le tienen como un ejemplo de demócrata, en contraposición a Rajoy, que es gallego y no quiso correr los riesgos de un referéndum a la escocesa.

El 26 de junio de 2016, se celebra el referéndum y gana (por muy poco) el leave Europe. Cameron, que tenía garantizada una cómoda mayoría absoluta hasta mayo de 2020, dimite al poco tiempo y es sustituido automáticamente por la señora May, su férrea e inflexible Ministra del Interior. Ahora mismo, esta señora me está empezando a dar hasta pena, así que dejaré de llamarla La Bruja May de la Torva Mirada. El señor Camerón se hundió merecidamente en el sumidero del olvido y la señora May se dispuso a gestionar el desaguisado. Desde entonces todo ha ido mal. Como no podía ser de otra manera. Porque, al día siguiente de la votación, Farage y otros reconocen haber mentido en cuanto a la cantidad de dinero que se iba a ahorrar el Reino-ya-definitivamente-Desunido, al marcharse de Europa. Y luego hemos sabido que empresas como Cambridge Analytica contribuyeron decisivamente a aumentar la abstención de votantes potenciales tibios a favor del remain.

El 29 de marzo de 2017, la señora May invoca oficialmente el artículo 50 del Tratado de la Unión, lo que pone en marcha el cronómetro. Tic-tac, tic-tac. El proceso ha de durar dos años justos, que se van a cumplir dentro de unos días. Poco después de iniciar el camino, la señora May se da cuenta del berenjenal en el que está metiéndose y concibe una idea que acabará resultando también nefasta: convoca elecciones anticipadas. Es otra tontería inmensa, visto ahora a posteriori. Esta señora disfrutaba de mayoría absoluta heredada de su antecesor. Pero le llegan los cantos de sirena de unos sondeos que le garantizan una supermayoría aun más amplia. Y se la pega. Pierde un montón de escaños, no revalida la mayoría absoluta y necesita volver a gobernar en coalición. ¿Con quién? Pues nada menos que con los unionistas de Irlanda del Norte. Los únicos que se muestran dispuestos a apoyarla.

Y aquí está ahora mismo el quid de la cuestión, por encima del chalaneo económico de la negociación. Supongo que saben que Gran Bretaña no tiene Constitución formal. El país se rige por una serie de Acuerdos, que son sagrados. Tampoco ignorarán que el gran problema británico de las últimas décadas estaba en Irlanda del Norte, el llamado Ulster, en donde conviven (por decir algo) dos comunidades que se odian a muerte: los católicos partidarios de integrarse en Irlanda y los protestantes unionistas que quieren seguir en el Reino Unido. Después de más de 30 años de batalla, de convivir con unas imágenes cotidianas tremendas, con el ejército inglés patrullando las calles de Belfast, de violencia, bombas y tiroteos, después de 3.600 muertos, se consiguió una paz precaria, que cristalizó en el llamado Acuerdo del Viernes Santo (1998). Es un acuerdo frágil, como el de Bosnia; aquí no hay soldados de la ONU para evitar que se sigan pegando pero, veinte años después, Belfast sigue sembrado de alambradas que mantienen separados entre sí los barrios hostiles.

Pero es un Acuerdo y esto en Gran Bretaña es sagrado. Y, miren ustedes por dónde, entre sus cláusulas hay una que prescribe que entre una y otra Irlanda, no habrá nunca jamás una frontera material. Fue una de las condiciones por las que el IRA consintió en dejar las armas. Si Gran Bretaña sale de la UE, mientras Irlanda se queda, ya me dirán ustedes cómo se hace eso sin una frontera. En tiempos de globalización y con las identidades nacionales en franco declive, mi impresión es que el Ulster es ahora mismo un grano en el culo para los británicos; que si se organizara un referéndum al respecto, la mayoría de los votantes sería partidaria de soltarlo y que se uniera a Irlanda. Pero la señora May no puede ni plantearse esto, por cuanto su precario gobierno está sostenido precisamente por los unionistas. O sea, que ahora mismo la cosa no tiene arreglo.

Como en otros asuntos, yo creo que los únicos que lo pueden solucionar son los mismos que han creado el problema, volviendo hacia atrás como Pulgarcito en el cuento. Es decir: repetir el referéndum y que lo pierdan. Y se queden en Europa, como dicta el sentido común. De la misma forma, el conflicto catalán no se va a arreglar hasta que en unas elecciones pierdan los independentistas. Esto es todavía más difícil, porque hay dos millones de señores a los que les gustan Torra y Puigdemont, que ya hay que tener mal gusto. Dos millones que van a seguir con las orejeras puestas, para no ver lo que hay a los lados, justo lo que no quieren ver. Ya saben que sarna con gusto no pica. Como este post está algo sosete, voy a cerrarlo con un poco de música. El otro día les puse la versión del Stand by Me, que hacían tres músicos de formación clásica. El de la hermosa y sentida voz se llama Charles Yang, es de origen chino y es todo un virtuoso del violín. He encontrado un vídeo en el que confronta su virtuosismo con un colega, este de origen japonés, Jake Shimabukuro, que es un virguero del ukelele. Sobre la melodía del While my guitar gently weeps de George Harrison, organizan un combate musical maravilloso. Disfruten de él y pasen un buen finde.



lunes, 18 de marzo de 2019

819. Afónico cual esquiva curruca

Bueno, pues el caso es que el viernes en el trabajo empecé a estar más afónico que el mexicano aquel de Yo tenía un chorro de voz, yo era el amo del falsete (y de aquel chorro de voz, no me queda ni un chorrete, algo así decía la letra). Bajé a ver al enfermero que tenemos en la ofi y me dijo que, si no tenía fiebre, no era una afección grave sino leve. O sea, no más grave que un divieso. ¿Qué tenía que hacer? No hablar, irme a casa y descansar. Como se imaginan, hice justo lo contrario; ya les he dicho que yo me guio más por los principios éticos que por los morales, según la diferenciación anglosajona. ¿Cómo? ¿Qué no me siguen? Eso es que no se han leído ustedes mis posts anteriores. Aquí el que se salta un post ya no se entera de nada. En fin, que salí con el coche y me he pasado el fin de semana haciendo caminatas en medio de un viento helado, hablando todo el rato y forzando la voz en los restaurantes en los que comíamos o cenábamos, llenos de lugareños bravos y estentóreos.

La excursión en pocas palabras. Viernes, tres horas de coche y opípara cena en Cervera de Alhama. Sábado, visita a un yacimiento de piritas, en donde se podían recoger los cristales de sulfuro de hierro que quisiéramos. Caminata de unos 8 kilómetros, hasta la ciudad celtíbera de Contrebia Leucade, una de las mayores ruinas del mundo de ese período. Otros 5 kms de caminata hasta Aguilar del Río Alhama para comilona fastuosa en el mesón Alhama. Como yo estaba alojado en este pueblo, me subí a descansar al hostal. La mayoría del grupo hubo de caminar de vuelta hasta Cervera. Por la noche, cena en Cervera, en el mesón La Rubia, a donde ya fuimos en los coches. Domingo, traslado a Fitero (Navarra) para hacer una ruta circular de 8,5 kilómetros, alrededor del paraje de Las Roscas. De vuelta en el pueblo, visita al monasterio cisterciense y la iglesia adyacente. Comida en el bar La Fiterana. Y otras tres horas de coche a Madrid.

Desde mitad del sábado yo ya no podía hablar, sólo fijarme. Pero era una excursión que por nada del mundo me hubiera perdido, y van a entender por qué. Hombre, yo en mi ignorancia esperaba haber podido presenciar las evoluciones de la curruca capirotada. Pero, de eso, nada. Según me explicaron, las currucas son aves desconfiadas, hurañas, huidizas y agachadizas, que tienen la costumbre de esconderse en cuanto intuyen el menor peligro y quedarse inmóviles durante horas, juntitas unas con otras. De ahí viene la palabra acurrucarse. Nunca lo hubiera pensado. Pero, para que entiendan lo que les quiero decir, vean estas fotos del paraje de las Roscas, o Las Rojcas, como dicen los lugareños.  




Que la imagen no les dice nada. Ni a mí. Pero es que no es lo mismo visitar estos lugares en compañía de un catedrático de Geología o un experto en Botánica. Así se entera uno de que Las Roscas, o Rojcas, constituyen un ejemplo preclaro de paisaje ruiniforme, resultado de un trabajo erosivo de siglos, operando sobre una meseta surgida de los avatares de la orogenia alpina. ¿A que ahora ya lo ven de otra manera? El lenguaje geológico es maravilloso, uno escucha eso y puede imaginarse los combates titánicos de los anticlinales y sinclinales, el estruendo de los grandes cataclismos telúricos que componen nuestro pasado remoto. Y además, me gusta incorporar estas expresiones al blog para darle mayor precisión a mis descripciones. Hace años, con este grupo visitamos una laguna salina que era un ejemplo de paraje endorreico. Y yo no he encontrado mejor adjetivo para describir el funcionamiento de los partidos políticos, el Colegio de Arquitectos o la estructura burocrática municipal. Todos ellos son instituciones claramente endorreicas. Pues ahora mismo, a nivel nacional, el partido Podemos presenta todos los síntomas de ser una formación ruiniforme de libro.


Lo de recoger piritas es algo que empiezas a hacer y ya no puedes parar, como comer pipas. Además, es que te salen al paso con sus brillos seductores. Arriba ven la recolecta que yo hice y fui de los que menos pilló. Y ¿para qué vale eso? Pues para regalárselos a las damas, que malo será que no conozcan algún joyero que les haga un colgante. A mí me parecen muy bonitas. En cuanto a la ciudad celtíbera de Contrebia, es impresionante. Estuvo en el centro de una línea defensiva de los celtíberos, que en un extremo tenía a la súper famosa Numancia y en el otro a Gracurris, la actual Alfaro. Pero Numancia tenía 7 hectáreas y Contrebia tiene 12. La excavación está mediada y poco a poco va saliendo a flote la estructura urbanística de la vieja ciudad. Por cierto, los romanos la conquistaron con mucho esfuerzo, derruyeron sus murallas y sus viviendas y edificaron encima. Y luego hicieron lo mismo los visigodos. Los árabes no se interesaron por estas tierras; si no, también hubieran hecho lo propio. ¿Estará aquí el origen del cainismo ese que parece ser consustancial a nuestra tierra? 

Por lo demás, las rutas a pié que hicimos fueron fáciles y suaves. Esta vez la salida era más cultural y gastronómica que deportiva. La tercera cosa de interés que visitamos fue Fitero, ya en Navarra. Allí están la iglesia y el monasterio, pegados. Pero hay que verlos en dos visitas guiadas diferentes, porque una depende de la Iglesia y el otro del Ayuntamiento, después de la desamortización de Mendizábal. La iglesia es lo verdaderamente interesante. El monasterio tiene historia, pero le han perpetrado unas obras de rehabilitación bastante penosas. Y en cuanto a la gastronomía, pues en esta zona se come bien y hay que destacar la huerta: menudas alcachofas, menudas acelgas, borrajas y otras verduras. Lo que es bastante sorprendente es que, a menos que especifiques que quieres un crianza o similar, el vino que te sacan para una comida de veintitantos es tinto peleón con casera. En la tierra del vino. Yo me decanté, como se imaginan, por la  cerveza, que nunca es peleona.

He de contarles también que el viernes, a las 12 de la noche, finalizaba el plazo para presentar las propuestas finales de Reinventing Cities. Desde hace unos 15 días teníamos terminantemente prohibido comunicarnos con los equipos finalistas. Pero ya saben que yo me guío por los principios anglosajones de la ética. Y hago finalmente lo que me sale de las pelotas. Eso sí, nadie podrá acusarme de haber actuado a favor de ninguno de los contendientes en concreto. Pero, como mi jefa y mi compañera M. me conocen perfectamente, el jueves me rodearon contra una esquina y me soltaron: –Emilio, ¿tú sabes si alguno de los finalistas se va a retirar? Carraspeé, tosí, etc. pero al final tuve que reconocer que algo sabía al respecto. Se van a retirar dos –dije. Pues entonces hay que escribir una carta a Hélène Chartier, en Nueva York, para avisarle, no sea que les sigan esperando y pasen un mal rato, porque deben de estar de los nervios.

El viernes por la mañana escribí esa carta antes de irme de viaje. Pero, mientras bajaba a cenar en el pueblo, revisé el correo. Hélène me preguntaba si sabía algo de los otros nueve, porque eran las diez de la noche y nadie había presentado nada. Le contesté desde el móvil: –My impression is that the other nine teams are working hard to present their proposals in time. Another more retirement would be a great surprise for me. We’ll see. O sea, ya veremos. Al volver de cenar, ya cerca de las doce, me entró otro correo: –We got the nine proposals!!! And at a first glance they seem fantastics. I’m very excited!!! You have done a really good job. Es comprensible la emoción de Hélène. Todo esto empezó cuando ella estaba en Portland intentando convencer a su alcalde de que participara en Reinventing Cities. Entonces supo que esos días se estaba celebrando un workshop de C40 y decidió venir a cenar con nosotros. Allí conoció a un tipo de Madrid, de gran bigote blanco. Casi dos años después, estábamos ante el último reto. Todavía se podía ir todo al carajo. Pero finalmente habíamos triunfado. Teníamos al menos dos propuestas por sitio, con ofertas de inversores privados a los que habíamos persuadido de poner dinero en cuatro lugares realmente difíciles, deteriorados y marginales. Habíamos ganado la Champions. 

Ayer llegué a casa y me ocupé por primera vez de mi afección de garganta. Calenté agua hasta llenar un recipiente de medio litro, le exprimí medio limón y le añadí una cucharada cumplida de miel y un poco de jengibre molido. El remedio de la abuela. Gracias a eso, he podido ir al trabajo esta mañana y hacer algo de utilidad, eso sí, hablando lo mínimo. Pero lo cierto es que a mediodía estaba muy cansado. He comido pronto y me he ido a casa a echarme una merecida siesta. Y luego, ¿qué piensan ustedes que es lo mejor para una persona a la que le han dicho que no hable? Pues, sin dudarlo: cuidar el blog. Escribir un ratito. Así que me he preparado una manzanilla. Me hubiera gustado echarle un chorrito de anís, pero no tengo. A falta de anís, le he echado un poco de sake, del que me regaló el gran Masafumi Koga, amigo de mi hijo Lucas y ya mío para siempre.

Y me he puesto a escribir. Ya saben ustedes que, pase lo que pase, pueden seguir contando conmigo y con mi blog. Cuando la noche haya llegado, y la tierra esté oscura, y la luna sea la única luz que veamos, no tengan miedo, enciendan su ordenador, y allí encontrarán siempre puntual este blog, mientras pueda seguirlo cuidando. Supongo que han reconocido la letra de la canción Stand by Me, la madre de todas las canciones del rock. Tras escuchar la versión original de Ben E. King, la de John Lennon, la de Adriano Celentano y tantas otras, hasta la de una serie de mendigos y músicos callejeros agrupados bajo el nombre Playing for change, que les traje no hace mucho, pensaba que ninguna nueva versión me iba a emocionar. Lo han conseguido tres músicos de formación clásica, miembros de la Orquesta Sinfónica de Indianápolis que, en sus ratos libres hacen locuras y disidencias, bajo el nombre de Time for Three, TfT, con dos violines y un contrabajo. Pero de pronto resulta que uno de ellos, de indudable ascendencia oriental, se destapa con una voz maravillosa. Les recomiendo que le suban el volumen. Son poco más de dos minutos: una gota de esencia de la verdadera belleza. Si la gente joven es capaz de entender nuestra cultura y reinventarla de forma tan bonita, entonces, de alguna manera, estamos salvados. Boas noites.



viernes, 15 de marzo de 2019

818. Cool, calm and collected

Si se han fijado en las últimas fotos de mí mismo que he colgado en el blog, habrán visto que tenía el pelo larguísimo. Es que, con esta vida acelerada que llevo, no había tenido tiempo de cortármelo. Así que el otro día pedí hora donde mi amigo alemán Jurgen para que me dejara algo más presentable. Mi amigo Jurgen me cobra por cortarme el pelo 17€, algo que hacía que a mi hijo Kike se lo llevaran los demonios cuando vivía conmigo. –Papá, a mi me cobran 10€ en el Luis y Tachi de Callao y me lo dejan igual de bien; ese tío te está estafando. En fin, lo cierto es que sigo acudiendo a la peluquería de mi amigo, porque, además de cortarme el pelo, Jurgen suele entrar conmigo en discusiones filosóficas y de todo tipo que, para mí, no tienen precio. Además le encanta que le cuente mis viajes, él ha vivido en Friburgo, de donde es, y en Londres antes de Madrid y tenemos muchos puntos en común sobre los que siempre nos enrollamos.

Así que, mientras aprestaba las tijeras, le conté mi viaje a París y Lille. Quiso saber cómo estaban mis hijos, a los que conoce, y le dije que los había encontrado muy bien, cada uno a su estilo. Kike como una moto en París y Lucas algo más tranquilo, conversador y reflexivo en Lille. Entonces me dijo: –O sea, que uno ha salido a padre y el otro ha salido a madre. Puse cara de no entender y le confesé que no sabía a qué se refería, que ambos tienen cosas de los dos lados. Entonces estalló en grandes carcajadas: –Jajajajá, Emilio, por favor, tú eres el prototipo de persona cool, calm and collected, no conozco a nadie que se ajuste más a esa definición. Le mostré mi ignorancia de nuevo: no sabía qué quiere decir esa expresión inglesa. Me lo explicó por partes: Cool, fino, elegante, chic, siempre con estilo. Calm, tranquilo, el que siempre mantiene la calma. Y Collected (literalmente recogido), pues es más difícil de explicar, pero alude al tipo que nunca pierde la compostura y las formas.

Cool, calm and collected. Así es como me considera Jurgen, que seguía dando grandes risotadas por todo el salón: –Emilio, por Dios, si un día me veo en medio de un terremoto, yo querría que me pillara a tu lado, porque te imagino manteniendo el tipo y diciéndole a todo el mundo tranquilos, no pasa nada, estoy aquí yo. Me quedé pensativo, porque supongo que tiene parte de razón. En cualquier caso, esto es una caracterización a la que he llegado con bastante esfuerzo a lo largo de mi vida, porque obviamente yo no era así antes. Es curioso esto de cómo te ven los demás. Por ejemplo, mi amiga Inmaculada siempre me ha considerado un imprudente, por la cantidad de cosas que cuento en mi blog y que no me da ningún apuro revelar. Aunque, últimamente, desde que me sigue con más regularidad, ha llegado a saber muy bien qué cosas cuento y cuáles me callo. Eso la ha llevado a sustituir el calificativo imprudente por otro que me gusta mucho: desahogao. Así que tal vez debería modificar mi perfil de Blogger y añadir cool, calm, collected y desahogao.

Para celebrar esta nueva caracterización, les voy a traer un vídeo del genial pianista de jazz Horace Silver, uno de los grandes, tocando quizá el que fuera su tema más conocido: A song for my father. Horace Silver era hijo de un emigrante caboverdiano y fue siempre un tipo sin duda cool, calm and collected, que tocaba el piano de forma totalmente desahogada. La grabación es de 1964, cuando Silver trabajaba para el sello Blue Note. El trompetista es Bill Hardman, el saxo Bennie Maupin, el bajo Johnny Williams y el batería Billy Cobham. Es un video bastante largo que pueden dejarse de fondo si no quieren verlo entero.


Me sorprenden las visiones que otros tienen de mí mismo, si bien he de decir que yo trato de hacer lo correcto, en la medida de lo posible y que esto se ha acentuado desde que tengo un blog y me dedico a contar todo lo que hago porque, cómo podría hacer algo incorrecto y contarlo después. Esto nos lleva al tema de la ética y la moral, que es de lo que quería hablarles hoy, lo que pasa es que si llego a titular este post Sobre ética y moral, no hubiera entrado nadie a leerme. Les hablé el otro día de las jornadas ToGather y de que fui a escuchar a Saskia Sassen y Richard Sennet. Al final de sus intervenciones se organizó una mesa redonda en la que estaban ambos, mi rendida admiradora noruega Ellen S. de Vibe y el decano del COAM, mi amigo José María Ezquiaga. Estaba anunciado también el arquitecto Juan Miguel Hernández de León, pero excusó su asistencia, de lo que me alegré bastante, porque es un señor que no tiene nada que contar (en mi opinión) y que no hubiera estado a la altura de los demás.

Y, como no podía ser de otra manera estando en la mesa José María Ezquiaga, el coloquio derivó pronto en aspectos filosóficos, que trajo él a colación y a cuyo trapo entraron los otros tres. Allí me enteré de que, en inglés, las palabras ethic y moral no tienen el mismo significado que en español. En España, hablar de ética es prácticamente lo mismo que hablar de moral. Son conceptos equivalentes. Algunos amigos a los que he preguntado al respecto me dicen que para ellos es lo mismo. Una amiga me puntualiza que el concepto de moral tiene un significado más relacionado con la religión, mientras que la ética sería algo más propio de un entorno laico. En inglés la diferencia es otra. En el mundo anglosajón, la ética es un concepto que tiene que ver con el individuo. Mientras que la moral es un concepto colectivo.

La ética es el afán de hacer lo correcto, de acuerdo con los principios individuales de cada persona. La moral es el impulso de hacer lo correcto, de acuerdo con las normas colectivas: religiosas, políticas, sociales o derivadas de la simple costumbre. Hablo todo el tiempo del mundo anglosajón, que no se les olvide. Uno se enfrenta a un dilema ético cuando se le presenta una alternativa que pone en cuestión alguno de sus principios individuales. Sin embargo, un dilema moral exige ajustarse a las normas de todos. Los dos mundos tienen intersecciones y no siempre es el mismo el que tiene una visión superior, más justa y acertada. Por ejemplo, si uno se guía por la ética, es más fácil que manipule los hechos para venderlos de una cierta forma. Los principios morales, en cambio, están normalmente escritos, en forma de leyes o normas, resultado del consenso y el trabajo colectivo de muchas personas. Y tienen tras ellos una trayectoria de comprobación dilatada, que se pierde en la historia.

Sin embargo, el que pone por delante la moral y subordina a ella sus principios éticos, tiene de algún modo un componente acomodaticio, de fingimiento, de persona preocupada por el qué dirán. Por el contrario, el que se guía por la ética es en cierta forma más auténtico. Pero puede introducir en la balanza factores egoístas o de beneficio individual por encima del bien colectivo. He de decir que, a la vista de esta diferenciación que opera en el mundo anglosajón, confieso que yo he antepuesto siempre la ética. Eso sí, teniendo en cuenta unos principios personales muy sólidos: los que me enseñó mi padre. Algunos ejemplos sencillos. Yo llego a un paso de peatones y, si compruebo que no viene ningún coche en 100 metros a la redonda, cruzo aunque esté en rojo. Alguien que privilegia el punto de vista moral, se espera hasta que se pone verde. Yo cruzo en rojo, vigilando siempre los dos lados (lo hago también aunque esté en verde), pero estoy pendiente de que no haya a mi lado una de esas viejecitas miopes que se ponen junto a alguien para seguir lo que hace el otro. En ese caso, espero y hasta le digo –¡Vamos, abuela! cuando la luz cambia de color.

A la vista de este nuevo marco contextual del tema, he entendido por fin una de las escenas más hilarantes de la excelente película de los hermanos Cohen Muerte entre las flores, aquella en la que un gángster cabreado intenta contratar a tres tipos de aire patibulario, para que se carguen a un subordinado suyo que le está estafando, y lo justifica diciendo: –Estamos hablando de ética. Y enfatiza la entonación y la gestualidad cada vez que pronuncia esa palabra clave. Pueden ver la escena de que hablo pinchando AQUÍ. También podríamos revisar bajo este prisma la película Una historia del Bronx. Tal vez el niño protagonista se debate entre el mundo moral de su padre y el estrictamente ético de su vecino el gángster.

Todo esto salió de la mesa redonda de ToGather y de estas cosas hablé con Jurgen y también con mi amigo suizo Werner, a quien invité a comer ayer en las Bodegas Rosell. Terminaré revelándoles que, dentro de un par de horas cogeré mi coche, donde ya tengo el equipaje y el depósito cargado de combustible, para salir en dirección al pueblo de Cervera de Alhama (Soria), en donde me reuniré esta noche con mi grupo de senderistas. Esta vez me temo que la excursión es más gastronómica que deportiva. Pero el lugar debe de ser espectacular. Según la información que nos ha mandado el equipo que organiza estas salidas, el paisaje está cuajado de terrazas fluviales, cortados y riberas, cuenta con aguas medicinales y permite recoger piritas y otros cristales de valor. Y para colmo, la fauna ornitológica es especialmente valorada, e incluye nada menos que a la oropéndola y la curruca capirotada. 

Así que, que tengan ustedes un buen finde y que sigan siendo buenos, tanto desde el punto de vista ético como desde el ángulo moral. Estoy seguro de que se lo van a pasar genial. Hombre, no será lo mismo que recoger piritas y observar a la curruca capirotada, pero en una ciudad como Madrid se pueden encontrar toda clase de alternativas divertidas. Ciao.

martes, 12 de marzo de 2019

817. Empecemos a dar leña

Sí, empecemos a ponernos las pilas, que vienen sucesivas elecciones y lo que pase en ellas va a condicionar nuestros próximos cuatro años, algo que, a mi edad, constituye una parte bastante mollar de lo que me queda de vida, incluyendo el inevitable turning point de la jubilación, que antes o después terminará por llegar. Así que bueno será que nos dejemos de hablar de culos y otras frivolidades y pasemos de nuevo a lo específico y lo concreto. Pero en este blog todo se introduce de manera discreta, silente, casi imperceptible, con sutileza y cariño al lector. Así que voy a empezar por hablarles de las Islas del Mar de Georgia. Tal vez ustedes lo ignoren, pero todo a lo largo de la costa atlántica media de los Estados Unidos, existe un rosario de islas mareales y barras arenosas (como lo hay, por ejemplo, en el sur de Portugal, a la altura de Tavira). Son más de 100 islas, que forman una especie de guirnalda frente a las costas de Carolina del Sur, Georgia y el norte de Florida.

En esas islas, primero conquistadas por los españoles, se instalaron luego diversos hacendados, con sus esclavos y su modo de vida tradicional. En el momento de la Guerra Civil americana, los blancos huyen masivamente a refugiarse en otras zonas del interior donde se sienten más seguros. Pero los negros deciden quedarse y esperar a los yanquis. Y, tras la emancipación, crearán una cultura propia, con una música súper interesante, además de una gastronomía pariente lejana de la de Nueva Orleans. En los años 40, una estudiosa llamada Lydia Parrish, compiló una serie de canciones populares anónimas, que tituló Slave Songs of the Georgia Sea Islands, es decir, Canciones de los esclavos de las islas del mar de Georgia. Entre estas canciones de esclavos, había una que se llamaba Pay me my money down, que puede traducirse por págame mi dinero ahora, o págame por adelantado.

Su letra rememora la reclamación de los estibadores de los puertos isleños, para que les pagaran su trabajo, y es bastante sencilla: además del estribillo repetido mil veces (págame ya, o irás a la cárcel), dice que el capitán les ha prometido pagar, y que mañana es día de navegación, así que, señor capitán, páguenos ya, que mañana se va el barco. En 2006, Bruce Springsteen decidió dejar de lado su banda habitual, la E Street Band, y embarcarse en compañía de su mujer en una gira con un montón de músicos para tocar temas populares como este. Se dice que tuvo más éxito y reconocimiento en Europa que en su tierra, algo que no es de extrañar. En el mes de julio de ese año dio tres conciertos multitudinarios en Dublín y con ellos se grabó un disco en directo. Y les voy a poner el vídeo de la canción arriba citada, que hace unos días han colgado en Youtube. Es un vídeo delicioso.

El Boss está feliz, rodeado de violinistas, banjos, acordeonista, trombón de varas, tuba, sección poderosa de viento y coristas negras. El sonido es formidable, la orquestación precisa y todo está lleno de pequeños detalles. Vean por ejemplo cómo, al grito de UAN-TU, sube un semitono, algo que tiene por objeto darle una variación a una canción que podría resultar monótona, un truco que gustaba de usar Frank Sinatra, entre otros, y que aquí se introduce de manera discreta, silente, casi imperceptible, con sutileza y cariño al oyente. La subida del semitono le obliga a cantar en un registro más agudo, pero eso no es problema para el Boss. Más adelante, con otro grito de UAN-TU, recupera el tono original para afrontar el final del tema. Y los músicos se van yendo, pero la gente se sabe el estribillo y sigue cantándolo, por lo que Bruce se queda escondido y empieza a acompañar a la multitud con su guitarra, hasta que sale de nuevo para dirigir el final del asunto. Vean ya esta maravilla, en pantalla grande, por supuesto.


Vamos a lo nuestro. ¿De dónde he sacado toda esta información? Pues he ido tirando del hilo en sentido inverso a como lo he narrado, a partir de que el extraordinario vídeo que les he puesto me llegase al ordenador de mi casa por arte de magia. Yo estaba tan tranquilo haciendo mis cosas y, de pronto, me cae del cielo ese vídeo. Se preguntarán ustedes por qué me llega eso y quién me lo manda. Pues nadie. Mejor dicho: un algoritmo. Ya lo hemos hablado en otros posts. A partir de lo que yo suelo ver en Youtube, un algoritmo de esta página deduce cuáles son mis gustos y me bombardea con vídeos de esa tendencia. Lo mismo que, después de sacarme un billete de avión a Chicago, me estuvieron llegando ofertas de hoteles y vuelos a esa ciudad, hasta después de Navidad. Y, tras firmar algunas peticiones de Change.org relacionadas con desastres médicos, me siguen martirizando con nuevas peticiones, del estilo: a mi hija se le cayó el brazo izquierdo al suelo y la Seguridad Social no le paga el reimplante, porque sólo cubre el brazo derecho, salvo que seas zurdo. Con perdón.

Saben de qué les hablo ¿no? Los algoritmos nos controlan. Conocen al detalle cuáles son nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestras debilidades y nuestra tendencia política. Y actúan en consecuencia. Pero, no nos engañemos. Detrás de cada algoritmo, hay unos cuantos cabrones que lo programan y lo utilizan. Y la tentación de modelar tus gustos o tendencias, es muy fuerte. Así que, en este tiempo preelectoral, es muy fácil que, ahora mismo, nos estén ya mandando mensajes y falsas informaciones para influir en nuestro voto, de acuerdo con los intereses oscuros de los grandes poderes económicos. Y esto nos lleva al escándalo de Cambridge Analytica, que tal vez algunos de ustedes recuerden. El merdé lo destapó el periódico inglés The Guardian y esta vez no les voy a poner ningún link; si quieren más información, búsquensela ustedes, joder, que no se lo voy a dar todo mascado.

Hablo del escándalo que se produjo hace ahora exactamente un año. Un ex empleado reveló las prácticas habituales de esta empresa y se armó la de Dios, hasta el punto de obligar a Mark Zuckerberg, el fundador y propietario de Facebook, a peregrinar compungido por diversos parlamentos del mundo para pedir perdón, entre ellos el Europeo. El tema estuvo también en el origen de toda esa serie de coñazos que te preguntan ahora al entrar en cada página de Internet, para garantizar supuestamente tu privacidad. ¿Y qué es lo que hacían los cabritos de Cambridge Analytica? Pues muy sencillo. UNO, entraban en los perfiles de Facebook. DOS, elaboraban un perfil psicológico de cada usuario. TRES, cruzaban los datos con los del censo electoral. Y CUATRO, bombardeaban a los infelices, con mensajes y noticias falsas, para forzar el sentido de su voto.

Hicieron eso ¡OJO! con 50 millones de usuarios de Facebook. Influyeron decisivamente en el Brexit y en la elección de Trump. Es algo sencillo de entender, un doble algoritmo se dedicaba por un lado a confirmar las convicciones de los partidarios del Leave Europe, o de Trump, y por otro a desanimar a los votantes contrarios de ambos, sobre todo a los que evidenciaban un carácter débil o unas convicciones no muy arraigadas. No es difícil hacer esto. En general, sabemos que la derecha vota en bloque, mientras la izquierda siempre duda, titubea y acaba dividiéndose. Pues está demostrado que Cambridge Analytica tenía un algoritmo para inducir la abstención de la izquierda y otro para reforzar a las derechas. ¿Cómo se induce la abstención? Pues, por ejemplo, haciendo ver que no hace falta ir a votar, que el tema está ganado. El día de la votación del Brexit, miles de jóvenes se fueron sin haber votado, para coger sitio en el festival de rock de Glastonbury porque pensaron que el Remain ganaría por goleada. Y esto se completa con rumores insidiosos y falsas noticias, que la gente se traga y luego no se cree del todo el desmentido. Así que han de estar ustedes bien despiertos. Porque la cosa puede empezar aquí en cualquier momento. De hecho, ya ha empezado.

Ya saben que soy partidario de la señora Carmena (otro día explicaré en detalle por qué). No es algo interesado; a mí me quedan menos de dos años de vida laboral y mi mayor o menor felicidad en el trabajo está vinculada a la continuidad de mi jefa directa que, a su vez, no depende de que gane Carmena. Puede que siga siendo mi jefa, con unos o con otros, o que la cesen, con unos o con otros. Así que a mí ni me va ni me viene. Pero ya empiezo a abordar a la gente que conozco y que podemos situar en la órbita de la izquierda, con la siguiente pregunta: –Amigo, tú votarás a Carmena, ¿no? Y me encuentro con respuestas como estas. Ay, no, no, no, que yo soy ciclista radical y esta señora no ha hecho bastantes carriles bici y las bicicletas siguen siendo un 1% del total de desplazamientos en la ciudad. Ay, no, no, no, que yo soy remero y esta señora nos ha echado del río con su política de renaturalización. Ay, no, no, no, que yo soy de Podemos, del círculo del barrio X, y nosotros estamos con Iglesias. Ay, no, no, no, que yo soy contrario a la Operación Chamartín, y esta señora sólo la ha reducido a casi la mitad, en vez de anularla del todo. Ay, no, no, no, que yo soy vegano y esta señora se come unos filetes de puta madre.

Desde aquí les digo: váyanse todos a la puta mierda. Si eso me lo confían a mí sólo con preguntarles, seguro que esos mismos conceptos circulan ya obsesivamente en sus grupos de Whatsapp, en su nicho de tendencia. Ahora mismo, los poderes ocultos ya saben de qué pie cojea el ciclista, el remero, el del barrio X, el anti Chamartín y el vegano. Y basta un pequeño bombardeo de mensajes falsos, para que esos señores se abstengan, o voten a los anticapitalistas de Rommy Arce, que para el caso es como si se abstuvieran. Y ya han empezado las fake news sobre la señora Carmena. A mi ya me han llegado dos distintas, de dos personas que se las habían creído, reforzándose por ello en su intención de no votarla. UNA, que en la Operación Chamartín hay intereses que vinculan a su marido, el arquitecto Eduardo Leira. DOS, que ya tiene pactado un acuerdo con Ciudadanos para formar gobierno. Con perdón de los infectados por esas mierdas: hay que ser muy pánfilo para creerse semejantes infundios. Conozco a Eduardo Leira hace décadas y a sus hijos y sé de lo que hablo. Y lo de Ciudadanos es un auténtico delirio.

Este es sólo un primer apunte de lo que voy a ir desarrollando en el blog a lo largo de esta doble campaña electoral. Los algoritmos nos acechan. Tengan cuidado. Y recuerden: detrás de cada algoritmo hay una banda de cabrones con intereses político-económicos descomunales. Terminaré con una anécdota reciente que viene al caso. En Lille, me monté con mi hijo Lucas en una de las dos líneas de Metro que recorren toda el área metropolitana. Van a toda pastilla. Sin conductor. Le comenté a mi hijo: –Entonces, estos trenes los conduce un algoritmo ¿no? Me miró como se mira a un idiota: –Papá, estos trenes no los conduce un algoritmo, estos trenes los conduce un señor desde una sala de mando llena de pantallas, en las que va siguiendo todas las incidencias. Como el que maneja un dron. Si los gobernara un algoritmo, habría accidentes todos los días.

Creo que está muy claro. Aplíquense el cuento. Y sean buenos.

sábado, 9 de marzo de 2019

816. Los culos de las francesas y un divieso

He dudado antes de ponerle a un post semejante título, por el riesgo de concitar la atención insana de salidos, mirones y viciosos varios, pero lo prometido es deuda. En realidad, este es un foro donde se habla mayormente de otros asuntos, con preferencia por la literatura, la autoficción, el comentario satírico sobre la actualidad, el humor y el regodeo con el lenguaje. Y, en relación con el trasero de las señoras, hace mucho tiempo que traje al blog un escrito delicioso de un autor argentino, que se llamaba Oda al culo, parte esencial del Post #75, que pueden (y deben) leer, para lo que han de pinchar en el enlace anterior. Los seguidores que no lo eran entonces (hace más de seis años), encontrarán un texto ciertamente sublime, y los que ya lo leyeron, pueden repasarlo, es una lectura siempre estimulante. Un relato esférico, cósmico, como el objeto al que se refiere. Después de esto poco me queda a mí por añadir.

Pero acabo de volver de Francia, donde las mujeres jóvenes gustan del pantalón o vestido ajustado para resaltar las partes más atractivas de su anatomía y, bajo el sol de París, aquello era una sinfonía de formas, de colores, de energía positiva, de vitalidad. Mi primera reflexión fue que París es en estos momentos una ciudad de gente joven, de muchachada que vive acelerada y desenfadadamente, que trabajan, se aman y se divierten sin ceder al cansancio. Que comen, beben, fuman y hacen deporte sin freno. Luego me di cuenta de que la reflexión no era la correcta. No es que París sea una ciudad de jóvenes. Es que yo estoy viejo, que no es lo mismo. Así que no les extrañará saber que yo caí, enamorado de la moda juvenil, de las chicas de los chicos de los maaaniquís, etc.

Y he de rescatar también una vieja reflexión lingüística al respecto, ya desarrollada en el blog. Porque, cuando yo era niño, la palabra culo se usaba correctamente y no como ahora. En los tiempos en que yo era un chaval, la palabra culo se empleaba para designar estrictamente el orificio anal, mientras para la parte más carnosa se utilizaba el vocablo femenino plural (las) cachas. Obviamente plural, porque son dos. Bueno, los elegantes decían (las) nalgas, pero a mí esta palabra siempre me ha sonado como propia de ámbitos médicos, asépticos y hasta casi quirúrgicos: uno no imagina a una señora probándose un vestido y desechándolo porque le hace mucha nalga. O a una amante diciendo ráscame las nalgas, querido.

Por cierto, el agujero se solía llamar también el ojete, apelativo entrañable donde los haya, como lo es el de las cachas, denominaciones ambas que a mí me retrotraen inequívocamente a la infancia. La segunda de ellas ha dejado lamentablemente de usarse, salvo la derivada bastarda estar cachas, por ser muy musculoso. Pero ya no se habla nunca de las cachas, porque ahora todo el mundo usa la palabra culo para designarlas, en un ejemplo proverbial de sinécdoque, figura retórica que, como seguramente no ignoran, consiste en designar una parte por el todo, o el todo por una parte. Cuando alguien dice que fulanita (o fulanito) tiene el culo muy grande, no pretende expresar que esa persona esté en posesión de un orificio anal de gran diámetro, sino que tiene unas cachas o nalgas prominentes. Esto es algo que sucede en el castellano, pero no, en cambio, en el francés.

Porque en francés se dice le cul para designar el propio agujero, pero las cachas se nombran, como es lógico, con un sustantivo femenino plural: les fesses. Esta es una palabra de uso muy corriente, tanto en el francés coloquial, como en el más formal, utilizada incluso en refranes o expresiones frecuentes, como coûter la peau des fesses, que literalmente sería costar la piel de las cachas, pero que debemos traducir por costar un ojo de la cara. O este otro: rester avec les fesses en l’air, que viene a significar lo mismo que en castellano: quedarse con el culo al aire. El culo prácticamente al aire llevaban por la calle algunas chicas con las que me crucé en distintas calles, vestidas con unos modelos de minifalda tan exiguos como nunca antes los había visto (en París, por supuesto, no en Lille). Debe de ser la moda de este año. Y una de las noches que pasé allí, mi hijo me llevó a cenar al restaurante La Belle Hortense, casi enfrente del Café Les Philosophes y propiedad de los mismos dueños, en pleno Marais. Y en el lugar había una exposición de culos de señoras, o digámoslo correctamente: cachas o fesses. Pueden ver que no les engaño.


Por cerrar el tema, he de decirles que la denominación femenina plural les fesses tiene incluso un sustantivo colectivo derivado, que designa el conjunto de ambas: le fessier, que podríamos traducir por el culamen. Y es este el nombre que la conocida marca de moda francesa Le Temps des Cerises ha elegido para retrucar la divisa oficial de la República Francesa, y convertirla en el lema de su campaña de primavera 2019: Libertad, Igualdad y Buen Culamen. Vean abajo el cartel que ahora mismo adorna las paradas de autobús de toda Francia. No cabe duda de que unas cachas como esas son un factor que contribuye decisivamente a fomentar la fraternidad más acendrada. 


De estas y otras cosas se ha nutrido esta semana mi nostalgia de un viaje que ha resultado redondo, como unas buenas cachas. Me lo he pasado genial, he encontrado bien a mis hijos y he desarrollado una actividad bastante frenética en París (un poco más tranquila en Lille), que he mantenido sin solución de continuidad en mi aterrizaje en la rutina laboral. Porque los tres primeros días apenas he aparecido por la oficina. El domingo por la noche me comuniqué con mi jefa, que debía intervenir el lunes a primera hora en una mesa redonda en Cibeles, abriendo las jornadas internacionales ToGather que ha organizado el Coordinador de la Alcaldía Luis Cueto. Le pregunté si quería que la acompañara y luego nos íbamos juntos a la oficina. Le pareció buena idea y así lo hicimos. Y sucedió una de esas cosas que algunos de mis lectores se creen que me invento. Realmente, es bastante increíble.

Resulta que entre los invitados internacionales de estas importantes jornadas, estaba la señora Ellen S. De Vibe, veterana directora del departamento de Planeamiento Urbanístico de Oslo. Y que, cuando llegó mi jefa, se puso a hablar con ella en inglés. Y que la señora le contó que hace años había venido a Madrid y había estado en el parque Madrid Río, en una visita guiada dirigida por un técnico del Ayuntamiento, con un bigote blanco, del que todavía se acordaba porque le había impresionado la pasión con la que contaba el proyecto y su punto de vista visionario sobre las ciudades. Y mi jefa dijo: –¡Ese es Emilio y viene ahora! Así que, cuando llegué, poco menos que me recibieron con cohetes. Yo no me acordaba de esta señora, pero he consultado la relación minuciosa y precisa que tengo de todas mis actividades de relaciones internacionales y he deducido que, efectivamente, recibí a una delegación de la ciudad de Oslo el 16 de septiembre de 2014, y les acompañé a ver el Centro de Control de Túneles y todo el parque Madrid Río.

Tras la mesa redonda, me fui con mi jefa a la oficina y me perdí la intervención de esta señora tan impresionada con mi presentación del río. Por la tarde, al salir del trabajo, me pasé otra vez por Cibeles para asistir a la parte más interesante de las jornadas, con las intervenciones de Saskia Sassen y Richard Sennett, dos referencias mundiales del urbanismo. Allí me senté con Ellen, quien, con gesto cómplice, me confesó: –Le he mencionado a usted en mi conferencia de esta mañana. Le di las gracias, le dije que me sentía muy halagado y le prometí que, si un día voy a Oslo, no dejaré de llamarla. Una compañera de la oficina que estuvo toda la mañana en las jornadas, me ha confirmado que esta señora me citó con nombre y apellidos (le había dado una de mis tarjetas por la mañana) y que dijo cosas muy bonitas de mí. Ya ven, qué quieren que les diga, esto forma parte de la cresta de la ola de mi cabalgada surfista y también es una muestra de que voy recogiendo algo de lo que llevo muchos años sembrando.

El martes me tocó recibir a un curso de postgrado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Belgrano (Argentina) con los que estuve casi toda la mañana en Cibeles. Al final me tuve que ir corriendo a la oficina, porque de 4 a 5 teníamos una call con Nueva York para tomar las últimas decisiones sobre el final de Reinventing Cities. Y el miércoles me encargué de guiar la visita de campo de los participantes en ToGather que se apuntaron a esta actividad opcional. En un autobús de la EMT, visitamos bajo la lluvia algunos edificios rehabilitados con las ayudas del Plan MadRe, en Manoteras y Orcasitas; nos asomamos al parque Madrid Río y rematamos con un recorrido por la Gran Vía. Nos falló el tiempo, pero les pude contar muchas cosas en el autobús, de donde nos bajamos lo mínimo y, aún así, nos calamos. Vean un par de fotos de la excursión.



En definitiva, que hasta el jueves no pude bajar el ritmo, dedicarme a poner al día el correo y empezar a organizar mi programa para los próximos meses. Y, como era previsible, esa bajada de ritmo abrió una puerta irremediable a la nostalgia de mi periplo parisino y lillois. Me queda sólo relatar una cosa. Durante todo mi viaje sufrí una incidencia física leve, pero muy molesta, que no les he contado porque, como ya he dicho, al blog se viene llorado. Desconozco el origen, pero, cuando llegué a la Universidad Paris 8, tenía en el índice de mi mano derecha una picadura de un insecto, o tal vez un grano con pus o algo similar. Lo cierto es que, con los nervios de la ocasión y la presión de tener que hablar en francés a un auditorio de bastante altura académica, me pasé las tres horas rascándomelo y tocándomelo de forma inconsciente mientras hablaba. Por la tarde tenía una infección importante y la mano tan hinchada que no podía ni sujetar un bolígrafo. Esa noche, cuando volvió del teatro, Alain se asustó mucho y me dio una pomada antibiótica de la que tenía dos tubos, uno de los cuales me regaló y me he estado dando dos veces al día prácticamente hasta hoy. Los primeros días, completé la acción terapéutica con Ibuprofeno oral, que siempre llevo en mi equipaje y que, como saben, es anti-inflamatorio. 

Independientemente de su origen, he llegado a la conclusión de que lo que he sufrido no puede ser otra cosa que un divieso. No tengo ninguna duda al respecto. Es este un tipo de afección cutánea que ahora es muy poco frecuente, pero en tiempos no muy lejanos, cuando las condiciones de higiene de nuestras vidas no eran tan estrictas como ahora, constituía una dolencia bastante común, como lo prueba la cantidad de denominaciones que tiene el castellano para ello, entre otros, además de divieso: panadizo, forúnculo, lobanillo o golondrino. Es, como digo, una cosa leve pero dolorosa y muy molesta, porque esa parte del dedo se roza con todo y uno ve las estrellas cada vez que, por ejemplo, intenta sacar algo del bolsillo. El último día de mi estancia parisina, logré que se reventara, generando un cráter de pus que poco a poco fue adquiriendo la textura de un muffin neoyorkino de fresa, con su envoltorio de papel y todo, como pueden comprobar en la foto que me hice recién llegado a Lille, cuando ya estaba bastante reducido. Ya sé que no es una imagen muy agradable, pero no todo van a ser cosas tan bonitas como los culos de las francesas. Peor era, desde cualquier punto de vista, la imagen de mi fractura de húmero que les mostré en su día. Así que, no se quejen. Y, desde luego, sean buenos.



miércoles, 6 de marzo de 2019

815. Adagio lillois

Han de pronunciar liluaaas, poniendo boquita de piñón como la de las francesas, que siempre han fundamentado en su boca el indudable sex-appeal que atesoran, y dejando que la ese final se deslice suave, casi silente. La parte de mi viaje en Lille fue más corta y como menos estresada. Los parisienses llevan una velocidad de crucero alta y se nota en todo lo que hacen. Por ejemplo, en el Metro no se deja salir, antes de entrar. Cuando se abren las puertas, la gente que entra y sale se abalanzan al unísono unos contra otros y es una guerra para ver quien empuja más fuerte. Y si se te ocurre, en plan español educado, quedarte un poco retirado en el andén para dejar que salgan los de dentro, entonces se te cuelan dos tipos acelerados por ambos lados y te rebasan en diagonal para aprestarse a la batalla. No he visto eso en ninguna otra ciudad del llamado primer mundo. Tal vez fuera ésta la lucha por el espacio urbano de la que hablaba Henry Lefebvre. No es de extrañar que mi amigo Philippe opinara, en una de sus frases magistrales, que Francia es un país en vías de subdesarrollo. 

París vive a ritmo de allegro vivace, en términos de música clásica. En Lille, en cambio, la vida es más tranquila y podríamos asimilarla a un adagio maestoso. Otro cambio decisivo fue el del clima. En París durante toda la semana lució un sol primaveral. Y, cuando eso sucede, todo el mundo se vuelve loco, sale a la calle y llena los parques y las terrazas de los bares. Sólo el último día se nubló y hasta cayeron unas gotillas cuando me encaminaba al Metro para llegar a la Gare du Nord a tomar el TGV. Durante los días que estuve en Lille no vi el sol ni cinco minutos. Ya llovía cuando caminé desde la estación de ferrocarril hasta el Hotel de la Treille, donde me había alojado hace cuatro años, en un viaje que fue contado en el blog. Pregunté a la señora del hotel dónde comer y, sin dudarlo, me indicó el restaurante La Connivence. Pero llegué y me dijeron que acababan de cerrar la cocina (algo que tampoco te suele pasar en París). Por allí, sin salir del Vieux Lille, encontré una cervecería llamada The Black House, en donde ofrecían un menú del día: plato de cordero y pinta de Leffe Blonde por un precio asequible. Regresé al hotel y me tumbé a esperar la llamada de mi hijo Lucas, que tenía ese día su examen de mitad del doctorado.

Es hora ya de decir que Lille es una ciudad que perteneció a Flandes y que conserva mucha de su tradición flamenca, marcada por los años de dominio español. Por ejemplo, como me hizo ver mi amigo Alain, en Francia es casi imposible encontrar croquetas. Sí las hay, en cambio, en España y también en Bélgica, donde las más típicas son las de camarones. Dicen que a Puigdemont le encantan. Que en Waterloo, a falta de mungetas amb butifarra, se pone ciego de croquettes de crevettes. Como buenos flamencos, los lillois disponen de un surtido de cervezas artesanales buenísimas, además de las clásicas Leffe, Grimbergen y Hoegaarden. Es un lugar siempre encapotado y con chirimiri frecuente, lo que no impide que las calles del Vieux Lille estén abarrotadas de gente a todas horas. Lille es la cuarta metrópolis francesa por población, sólo por detrás de París, Lyon y Marsella. El Área Metropolitana abarca 85 ciudades, las mayores: Lille, Roubaix y Tourcoing. Y aquí están radicadas las sedes de algunas de las multinacionales francesas más extendidas, que nacieron precisamente en Lille, como Decathlon o Leroy Merlin, por no hablar del famoso Paul, cuyas cafeterías inundan toda Francia (en el aeropuerto de Barajas ya hay una).

Lucas llegó a media tarde y nos fuimos a dar una vuelta. Lo que había tenido era la evaluación intermedia de su doctorado basada en una presentación oral de su trabajo de año y medio, ante unos profesores que habían venido de Inglaterra y Bélgica. Habían empezado a las nueve de la mañana, a la una habían parado para comer y luego habían seguido una hora y pico más. Le había salido muy bien, pero estaba tan cansado que se había dejado la bicicleta en la Uni y había venido al centro en Metro. Estuvimos un rato callejeando por el Vieux Lille, vimos los edificios de la Ópera, el Ayuntamiento, la Vieja Bolsa, la Grand Place. Acabamos cenando en un lugar típico: Au Vieux de la Vieille, en la pequeña Place aux Oignons, la plaza de las cebollas. Y nos fuimos a dormir.

El viernes 1 de marzo me levanté tarde, bajé a tomarme un café crème con un croissant y volví a la habitación, en donde esperé leyendo a que llegara mi hijo que, lógicamente, se levantó tarde. Dimos un paseo corto bajo la lluvia y nos zampamos unas hamburguesas de pato en un sitio de comida rápida. A las 2 nos separamos; él se fue a la Uni a recuperar la bici y poner orden de nuevo en el laboratorio y yo caminé hasta la Universidad Católica de Lille, en donde tenía mi segundo bolo del viaje. Había quedado a las 14.30 con Ana Ruiz-Bowen, directora del máster de Smart Cities, para una repetición de mi encuentro-taller de París. A punto de empezar, me enteré de que, además de los estudiantes del máster, se habían sumado a la charla dos o tres erasmus, que no entendían ni papa de francés. Por lo que me dijeron que si por favor podía darla en inglés. Así lo hicimos durante hora y media, lo que me resultó muy cansado; es agotador contar en ingles una presentación con las imágenes en francés.

Después hubo media hora más de preguntas y debate, que les pedí que hiciéramos en francés. En cualquier caso, los alumnos (y la profesora) no sabían demasiado de urbanismo, por lo que la actividad tuvo mucho menos nivel académico que la de París, que había resultado fantástica. En general, yo creo que las universidades privadas tienen bastante menos nivel que las públicas, si bien en este caso tienen edificios antiguos de prestigio, como verán en las fotos y parecen disponer de recursos económicos a cascoporro. Al acabar, Ana me invitó a una cerveza en un pub cercano y luego me enseñó uno a uno los principales edificios de la Uni, donde tenían cosas como impresoras 3-D, cortadoras láser y similares. A pesar de ser viernes por la tarde, había bastantes alumnos y profesores en los diferentes talleres colaborativos. Aquí unas cuantas imágenes de los edificios universitarios y de mi charla.









Esa noche, Lucas salió a celebrarlo con sus colegas del laboratorio, la mayor parte italianos. Yo les acompañé en la primera parte de la celebración con un par de cervezas en el bar La Capsule. Mi hijo se vino conmigo a cenar a La Connivence y más tarde me dejó en el hotel para seguir la farra con sus amigos. Un par de cosas sobre la cocina de Lille. No es demasiado variada. Lo más destacado es la carbonade flamande, un especie de ragú cocinado a fuego lento con cerveza, que está muy bueno, y la potjevleesch, que es una especie de paté hecho a base de diferentes carnes: de conejo, pollo, ternera, apretadas en un cilindro de gelatina. Podría recordar algo al morteruelo. Por último, el welsh, el plato pobre emblemático que adoran todos los lillois. Es lo que se acostumbra a hacer con el pan duro: una especie de pequeñas tostadas con queso cheddar fundido, que se pueden tomar con diversos acompañamientos, como huevos fritos o embutidos. También son muy partidarios de los pequeños mejillones cocinados con diferentes salsas, típicos de toda la costa francesa.

El sábado, amanecimos tarde, especialmente Lucas. Vino a recogerme y me tomé con él un segundo café con unos dulces, bueno para la resaca. Nuestro plan era ir a Roubaix a ver un museo que se llama La Piscine, pero, de camino a la estación, nos tropezamos con la marea de los gilets jaunes de cada sábado. Los antidisturbios se prepararon y, a visera bajada, se desplegaron para evitar que la revuelta llegara a los puntos neurálgicos de la ciudad. Desde detrás de la barrera policial hice algunas fotos que pueden ver abajo. Los manifestantes torcieron el rumbo y giraron a su izquierda, en dirección a la Grand Place. Ni unos ni otros querían más bronca de la necesaria. Tan sólo exhibir músculo, antes de retirarse a tomar el vermú. Desde mi parapeto, pensé que, si esta gente jugara al victimismo como otros que yo me sé, sería muy fácil provocar un poquito a la policía, lo justo para recibir unos cuantos porrazos y estar atentos a filmar las cabezas ensangrentadas para colgarlas enseguida en Twitter y difundirlas all over the world. Ya puestos, no hace falta ni recibir el porrazo, basta un poco de salsa de tomate. Vale, no sigo por esta senda, vean las fotos de la marcha, que se repite todos los sábados desde hace meses y sigue siendo muy numerosa. 





Ahora mismo, los gilets jaunes tiene el apoyo de los dos extremos del arco ideológico francés: el hirsuto Melenchón (amigo de Pablo Iglesias) y la señora Le Pene. Por algo será. Diré que viajamos a Roubaix, en donde visitamos el museo de La Piscine, un lugar ciertamente bonito, en el que han adaptado una vieja piscina pública a museo, con un resultado espectacular. Vean algunas imágenes.





Regresamos después a Lille, en donde nos quedamos un rato en el hotel, descansando y charlando. Luego salimos a cenar a una pizzería, que yo ya estaba harto de tanto guisote de carnaza local. Un último paseo bajo la lluvia y nos despedimos. Lucas se volvió a su casa en bicicleta, y yo me subí a mi cuarto. El domingo hice la maleta y caminé hasta la estación de ferrocarril. A las 9.03 tomé un tren directo al aeropuerto Charles De Gaulle, de París. Y allí me subí al vuelo de las 12.30 a Madrid, a donde llegué con tiempo de tomar el vermú. Y, enseguida, la inmersión en la actualidad española. El Metro del aeropuerto iba abarrotado, porque ya saben que el gobierno de la Comunidad de Madrid está súper endeudado y hace economías reduciendo el número de trenes. Circulé hasta Nuevos Ministerios atufado en medio de un grupo de catalanas viejas, desabridas y quejosas, que hablaban todo el rato en su idioma. M’estic marejant decía una doña de aire hipotenso y cara de asco.

Y me vino a la mente un pensamiento que les voy a contar. No pretendo decir que esté bien pensar semejante cosa. Pero es rigurosamente cierto que pensé lo que les voy a contar más abajo. Ya saben que esta es una tribuna en la que se consignan sentimientos y luego se tratan de explicar, aunque no sean muy defendibles. Esto es lo que pensé. Después de pasar una semana y pico entendiéndome con mis hijos y sus amigos respectivos en una mezcla de francés, español e italiano, venía con la sensación siguiente: joder, qué tres idiomas más hermosos, ricos, sonoros e inspiradores. Qué delicia y qué privilegio poder expresarse en una cualquiera de estas tres bellas lenguas derivadas del latín. Y, en el medio de esa triple deriva lingüística, ¿cómo es posible que haya existido un pueblo tan cutre como para pervertir el precioso latín original generando un idioma tan feo, malsonante, basto y depresivo como el catalán? ¿Tal vez esté aquí el origen de ese extraño fenómeno por el que ese mismo pueblo ha dejado crecer en su seno el huevo de la serpiente del independentismo identitario, racista y sectario? En fin, ya les digo que no es un pensamiento muy presentable. Pero les juro que eso fue lo que me vino a la cabeza mientras escuchaba a aquellas cuatro marujas provincianas proclamando que en Barseloneee el Metro no va tan abarrotat, escolti tú.

Para acabar de joderla, en el tren Nuevos Ministerios-Atocha, se subieron un par de tipos recios, de aire ordinario inequívocamente rural, que volvían de una manifestación a favor de la caza y la pesca, con sus pancartas plegadas y la pechera llena de pegatinas y pines alusivos. Empezaron desgranando sus últimas aventuras con el guarro y el venao y enseguida pasaron a hablar maravillas de Vox, partido al que pronosticaron una subida espectacular en las próximas citas electorales, porque (sic) la gente está hasta la polla. Como ven una doble inmersión sucesiva en la triste realidad patria. Quedan un par de flecos del viaje, sobre los culos de las francesas y otros interesantes temas, que ya desarrollaré en el post siguiente. Que sigan ustedes disfrutando de esta semana primaveral adelantada.