martes, 27 de noviembre de 2012

45. Para políticos los de antes

Y usted que lo diga, ¿verdad señora? ¡Qué tiempos aquellos, en que uno ponía la televisión en blanco y negro y por allí desfilaban personajes de la talla de Kennedy, Kruschev, De Gaulle o Adenauer! Y Juan XXIII, el Papa bueno, el mejor pontífice del siglo veinte, que eliminó el lujo y el boato de la institución y hasta guardó el papamóvil en un garaje. Ya se encargaron sus sucesores de volverlo a poner en uso.

Uno veía a Kennedy y captaba enseguida una sensación de autoridad, de criterio, de poderío. Era el rey del mundo, el tipo que tenía en su despacho el botón rojo que podía hacernos saltar en pedazos en un segundo. Recuerdo sus imágenes cuando la crisis de los misiles en Cuba. Con qué decisión afrontó la situación, qué coraje encerraba el órdago que planteó, que astucia la suya para no dejarse engañar. ¿Tienen ustedes la misma impresión con Obama? Pues yo, no, y mira que me cae bien. Pero me parece que no tiene el poder necesario para enfrentar a los grandes lobbies financieros que, al final, dictan su política.

Kruschev era un tipo de pueblo, un poco basto, pero le tocó suceder a Stalin y encontró la forma de marcar distancia frente a su predecesor, que era lisa y llanamente un asesino. Para ello sólo tuvo que aplicar el sentido común de los pueblerinos. Tenemos que agadecerle que, en la crisis de los misiles, supiera estar a la altura y retroceder a tiempo. Con ello evitó que nos fuéramos todos al carajo. A lo mejor el cuerpo le pedía liarse a guantazos con su enemigo yanqui, pero su vieja sabiduría rural le aconsejó templar gaitas. Era además un tipo campechano, que no se cortaba un pelo en ningún escenario. Pueden buscar en Internet su famosa escena en la ONU, cuando mostró su rechazo a una resolución de ese organismo quitándose un zapato y reforzando sus abucheos con una serie de zapatazos en el pupitre. Y con una sonrisa de oreja a oreja.

Qué decir de De Gaulle y Adenauer. Hace falta una talla descomunal, una visión de futuro, una generosidad extrema para dar el paso que dieron estos dos señores. Nada menos que crear Europa. Después de seis años de la guerra más terrible jamás conocida, estos dos señores dijeron: se acabó, no habrá más guerras en esta tierra, vamos a dejar de pegarnos como idiotas, vamos a darnos un abrazo y crear una unión duradera que nadie pueda romper. Ese es el origen de la Unión Europea, una asociación inicialmente económica, pero con el proyecto de convertirse en política. Llamaron como comparsas a los italianos y a los tres del llamado Benelux, y situaron la capital en Bruselas, para que no estuviera ni en Francia ni en Alemania.

¿Imaginan ustedes a alguno de los actuales presidentes con capacidad para algo de esa envergadura? Yo no. Aquellos eran auténticos estadistas, personas con criterio y capacidad de decisión, gentes de una altura moral excepcional, con una cabeza serena y bien amueblada. Y podríamos citar también a Willy Brandt, a Ho Chi Minh y tantos otros. Y más adelante a Mandela y a Gorbachov. No incluyo aquí a Mao, asesino de la talla de Stalin, cuyas atrocidades durante la Revolución Cultural han pasado ya a la historia (si quieren saber de qué les hablo, les recomiendo la lectura del libro Cisnes Salvajes, de Jung Chang, 1991, Editorial Circe).

Ahora los políticos son de vuelo corto. Más bien de vuelo gallináceo. Obama, Merkel, Hollande, Cameron. Ninguno de ellos pasará a la historia. En ese foro tan mediocre, nuestro Rajoy, el rey del “Haremosh lo que hay que hacer, pero no les explico qué, porque tengo prisa para llegar al partido de la tele”, no desentona demasiado, a pesar de escenas como la que recientemente le han grabado dirigiéndose al estupefacto Cameron con una frase digna de Groucho Marx: “It’s very difficult todo esto”.

La clase política es una verdadera calamidad. No sé cómo va la cosa en el extranjero, pero aquí la mayoría decide dedicarse a la política en torno a los veinte años. Empiezan en las juventudes de los distintos partidos y van medrando desde allí. Eso quiere decir que nunca han hecho un trabajo distinto. Y que se pliegan a lo que les diga el partido, porque en esa tarea de medrar, el que mea fuera del tiesto no tiene mucho futuro. 

Rajoy, que es registrador de la propiedad, representa a un tipo de político de otra época, en claro riesgo de extinción, mientras que Zapatero ya se ajustaba al nuevo modelo. Sobre la clase política española se anuncia un libro del economista Cesar Molinas que se llama ¿Qué hacer con España? El primer capítulo se publicó en El País hace poco y provocó una conmoción considerable entre los políticos. Aquí les pongo el link.

En el entorno de medianía imperante, ya he dicho que a mí el que me da más pinta de estadista es el bueno de Monti, un tipo al que le han ofrecido un contrato basura para que presida Italia sin derecho a paro ni indemnización. Y en este proceso de degradación paulatina de la clase política ha habido hitos difíciles de superar, como Berlusconi, o incluso el propio Sarkozy.

Yo creo que esa falta general de estatura política de nuestros gobernantes está en el origen de la decepcionante respuesta frente a los usureros universales y el desmantelamiento del estado de bienestar que estamos sufriendo. Nadie tiene agallas de enfrentarse a los poderes económicos. No sé ustedes, pero yo no me imagino a un De Gaulle o un Adenauer aguantando esta extorsión. La sensación general es la de que con estos políticos hemos caído en una trampa y no sabemos cómo salir de ella. No me extraña que los catalanes quieran la independencia. A mí también me están entrando unas ganas locas de independizarme de toda esta porquería.

2 comentarios:

  1. Puede que esté de acuerdo, o no, con la valoración y con el juicio sobre algunos líderes que se mencionan. Lo que no cabe duda (y esto podría servir de corolario a todo lo dicho en la entrada) es que en tiempos difíciles han surgido hombres con tal altura moral a los que sus conciudadanos, con independencia de su pensamiento político, han juzgado merecedores de seguir. El "pueblo" cuando las cosas vienen mal dadas siempre adivina quien es merecedor de ser seguido, aunuqe no comparta sus ideas, y la historia así lo enseña.
    Ahora desgraciadamente no se ve ese nivel moral, ni a nadie merecedor de tal honor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Javier. Estoy de acuerdo al 100% con tu comentario. Las valoraciones de ciertos personajes son mías, nadie está obligado a compartirlas. Sí te aclaro que llamar a alguien asesino es algo muy grave y yo sólo lo hago cuando tengo la convicción plena de que lo era.

      Eliminar