lunes, 26 de noviembre de 2012

44. ¡La que se ha pegado Artur Menos!

Es la noticia del día y me alegra por tres motivos. El primero es a nivel personal: no tengo el gusto de conocer al señor Menos pero, ya sólo por las fotos, me cae mal. Qué le voy a hacer, es que yo soy así. En cuanto veo su imagen, me viene a la mente la palabra “botarate”. Además es idéntico a Lord Farquad, el príncipe malo de la saga de dibujos animados Shreck. 

Mirando “botarate” en el diccionario de la RAE, sólo dice: “hombre alborotado y de poco juicio”. No sé por qué, pero yo tiendo a visualizar a un botarate como alguien pequeñito y vociferante, que se pone de puntillas para regañar a todo el mundo, con un discurso cabreado y de poco fundamento. Una especie de gallito de pelea. En cuanto a lo de Lord Farquad, lo mejor es que vean la película Shreck 1. En las imágenes que he encontrado en Internet no se aprecia tanto el parecido. No obstante, aquí les dejo una cargándose con saña al pobre Gingerbread Man.


La segunda razón es mi aversión visceral a los nacionalismos, acreditada en entradas anteriores y sobre la que ya continuaré insistiendo cualquier día. Pero hoy quiero centrarme en la tercera razón de mi alegría, que les explico a continuación. Los resultados de ayer en Cataluña revelan lo aislados que están ahora mismo los políticos de la mente de sus ciudadanos. Ese aislamiento, unido como en este caso a una alta dosis de arrogancia, puede llevar a resultados inesperados, porque la gente de a pie no es tonta.

Los catalanes dieron ayer muestra de su proverbial seny. Ahora está claro que en la manifestación de Barcelona del 11 de septiembre no todo el mundo era independentista. Ezquerra Republicana ha obtenido medio millón de votos y el nuevo grupo CUP, también independentista, algo más de cien mil. Suponiendo que todos esos votantes hubieran estado en la manifestación, ¿de dónde salió el resto (casi un millón)? Pues está claro: eran indignados que protestaban contra la situación general, los recortes, las privatizaciones, los desahucios, los EREs y todo lo demás. Una situación de la que, seguramente, culpan también a Artur Menos, líder de un partido de derechas que lleva dos años recortando en sanidad y educación, sin cerrar una sola de las más de cien embajadas que tiene repartidas por el mundo.

El problema es que este caballerete se creyó que ese millón y medio de gentes había salido a la calle a reclamar la independencia y optó por ponerse al frente de la ola, como un surfista experto. Y los catalanes pueden ser muchas cosas (hasta nacionalistas), pero hace años que han demostrado ser muy listos. Su problema es el mismo que el nuestro (y el de los alemanes y los demás pueblos): que tienen unos políticos que no están a la altura de sus votantes. Me vienen a la memoria algunos casos anteriores de políticos o dirigentes que perdieron órdagos similares, y no se dieron cuenta de que estaban sobreestimando sus expectativas, hasta que la realidad les propinó una sonora bofetada.

En enero de este mismo año, el señor Álvarez Cascos, a la sazón presidente de Asturias, se agarró un sonoro cabreo al comprobar que sus ex compañeros del PP no apoyaban los nuevos presupuestos regionales, elaborados por su equipo. Decidió entonces convocar unas elecciones anticipadas, convencido de que aumentaría su mayoría y podría gobernar en solitario. Resultado: dejó de tener mayoría y perdió la presidencia.

En mayo del año 2000, Lorenzo Sanz, también a la sazón, presidente del Real Madrid, se sintió cabalgando sobre una ola de éxito insuperable, después de ganar en poco tiempo las Copas de Europa séptima y octava (la sexta se había conseguido cuando él era un mozalbete). Así que, decidido a aprovechar su inercia triunfal, adelantó dos años las elecciones. Resultado, perdió la contienda con el aspirante, un tal Florentino Pérez.

El tercer caso que les cuento, menos conocido, es para mí el más gracioso y se desarrolla también en Barcelona. A finales del 2008, Esquerra Republicana condiciona su apoyo a los Presupuestos del año siguiente a que se promueva un Plan de Reforma de la Diagonal. Estamos en los años del alcalde socialista Jordi Hereu, apoyado por Izquierda Unida y Esquerra, en lo que se dio en llamar el tripartito. El Plan de la Diagonal afectaba a un punto neurálgico de la ciudad y alguien apuntó que no se podía hacer sin una consulta ciudadana previa.

El equipo municipal de gobierno vio una ocasión perfecta para diferenciarse de Madrid y dijo: escolti nen, aquí vamos a hacer un proceso de participación ciudadana de verdad, como los que hacen los holandeses o los daneses, que axó no es España, nen, axó es Cataluña y este es un país civilizado donde los grandes proyectos no se hacen per cullons, como en la Meseta. Aquí preguntamos a la gente. Era la época, en que se convocaban referendums por todos los rincones de Cataluña para preguntar si querían la independensieeee.

A comienzos de 2009 se pone en marcha el proceso de participación ciudadana, en torno al flamante proyecto de la Diagonal, que consistía en meter el tráfico en subterráneo, hacer unos aparcamientos de residentes junto a los túneles y recuperar la superficie para hacer un gran bulevar. Hasta el mismísimo Álvarez del Manzano hubiera suscrito este proyecto, que suponía tener la ciudad levantada en obras durante varios años. El Ayuntamiento se embarca en ese gran proceso de consulta, que imita al organizado en París para reformar Les Halles.

Se depura el censo de la zona funcional afectada por la reforma, se efectúan buzoneos masivos de propaganda, se organizan reuniones de comunidades de vecinos, se recopilan propuestas por portales, se negocian proposiciones globales por manzanas y se termina en una propuesta única consensuada. En ese largo y difícil proceso de consulta se gastan 3,5 millones de euros. En mayo de 2010 la cosa está ya madura y se convoca la consulta. 

Resultado: del censo elaborado acuden a votar menos de un 12% de los ciudadanos convocados. Entre los que se molestan en ir a votar, más de un 80% se pronuncian en el sentido de que, por favor, no se haga nada, que la Diagonal está bien como está, y que ni la toquen, que funciona muy bien. Otra vez el seny catalán. Resultado derivado: al promotor de la consulta, el Alcalde Jordi Hereu, no le queda más remedio que ofrecer un cabeza de turco que responda del fiasco, en la persona de su segundo, Carles Martí, un desconocido cuyo único pecado debió de ser apoyar el proyecto de su jefe con demasiado entusiasmo. Desde luego, el Alcalde no dimitió ni reconoció error alguno. 

Artur Menos estaba en su nube. Creía que iba a ganar y no estimó oportuno escuchar voces más expertas como la de Durán i Lleida. Pero los catalanes han adivinado su juego de farol, su huida hacia delante echando el señuelo de la independencia para que la gente se olvidara de la situación económica agravada por los recortes que él ha ordenado. Y ahora no puede hacer responsables del fiasco a los españoles, a quienes, durante la campaña, ha atribuido la culpa hasta de las lluvias torrenciales en la zona. A lo mejor cesa a su jefe de campaña, si no encuentra otro pringao dispuesto a comerse el marrón. Este tipo de personajes no suelen reconocer que se han equivocado. Son como los entrenadores que culpan al empedrado, al árbitro o las condiciones climatológicas.

2 comentarios:

  1. Seguro que no todos los manifestantes de la diada eran independentistas, seguro que habría indignados con la implacable política de "Lord Farquad"... pero, además de los de ERC y CUP, habría algunos de CiU... supongo.

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    1. Tienes razón, me has pillado. Los datos numéricos que yo daba eran muy sesgados. Es que para mí los independentistas de verdad son los de ERC y CUP. CiU es un partido de la derecha más rancia, como el PNV, y piden la independencia con la boca pequeña. Yo creo que en la Diada, si descontamos los de ERC y CUP, podrían estar a la mitad, los que se habían creido el rollo de Artur Menos y los que simplemente mostraban su malestar por la situación económica de Cataluña, con la deuda más alta de España y, en mi opinión, con mejores salidas si no se independizan. Gracias por permitirme esta rectificación.

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