domingo, 11 de noviembre de 2012

34. El virus del nacionalismo II

No puedo dejar de lado este tema que empecé hace días, aunque me da una pereza horrorosa. Es que entiendo que me veo obligado a decir obviedades, en las que cualquiera que no se haya visto afectado por el virus estará de acuerdo. Durante años creí que el mundo se encaminaba de forma inevitable hacia el mestizaje. Ahora no estoy tan seguro. Los nacionalismos excluyentes están repuntando en los últimos tiempos. La deriva que han tomado los catalanes me preocupa bastante y en los próximos días los medios nos van a abrumar con informaciones sobre el asunto, como si ya no hubiera otros problemas.

No hace falta que diga que yo respeto los sentimientos de las buenas gentes. Creo que cualquiera tiene derecho a tener sus señas de identidad, a amar la cocina de su zona, las danzas regionales, los paisajes, el lenguaje de su infancia y todo eso. Lo que me parece perverso es que aparezcan políticos que conviertan esos sentimientos en identitarios e impongan por decreto ese amor a lo propio, que fácilmente deriva en odio a lo ajeno. Es lo mismo que la religión. Yo respeto los sentimientos y las creencias religiosas de la gente. Los que no me gustan son los curas y las iglesias.

Ahora mismo, los pobres catalanes me dan una pena tremenda. Con la que está cayendo, con la crisis económica, los recortes, los EREs, los desahucios, los impuestos que suben, las empresas que se van a la mierda y lo que nos cuesta a todos llegar a fin de mes, como para, encima, tener que cargar con unas señas de identidad, con el coñazo que eso supone. Cómo les está engañando el señor Artur Menos.

Ahora resulta que, en el resto del mundo, la culpa de la crisis la tienen los banqueros, los usureros, los corruptos y los malos políticos. En Cataluña no. En Cataluña la tenemos los españoles. Cuando han empezado a pintar bastos, el señor Artur Menos se ha apresurado a hacer recortes en sanidad y educación, como todos hemos visto. Pero no ha recortado ni un euro del dinero destinado a doblar al catalán las series de televisión americanas y los dibujos animados, por ejemplo. Es fundamental para su proyecto mantener una televisión que emita en catalán 24 horas. Tampoco ha cerrado una sola de las más de cien embajadas catalanas que tiene por todo el mundo. ¿Hago demagogia si digo que estos gastos absurdos explican por qué la deuda de Cataluña es una de las más altas de España?

Y ahora que la situación económica se le vuelve insostenible, entonces lanza su órdago y convence a la gente de que la culpa del desaguisado la tenemos los españoles. Que todo se arreglará con la independensieee. Y van los catalanes y, como borregos, montan una manifestación a favor de la independensieee de millón y medio de personas (el año pasado acudieron unos diez mil al mismo acto de la Diada). No es que los españoles seamos mucho más espabilados: a finales del año pasado, más de medio país se dejó convencer de que la culpa de todo la tenía Zapatero. Lo echamos, y ya ven cómo nos va.

Si se creen los catalanes que van a vivir mejor de independientes, van dados. Para empezar, en cuanto se independicen, el señor Artur Menos prohibirá la celebración de manifestaciones como esa. Es decir que, por ejemplo, los de Tarragona no podrán reclamar la independensieee de su provincia, si ven que la cosa no mejora y algún iluminado les convence de que la culpa la tienen ahora los de Barcelona. Los correrían a palos los mossos de escuadra. No les quiero contar cual será la situación de los hispano parlantes.

Como les decía en mi primera entrega sobre el tema, el proceso es siempre el mismo. Los bretones están en la primera fase, la de ponerles a sus hijos nombres locales y meterles con calzador en una educación bilingüe, para que desperdicien la mitad de su capacidad cerebral aprendiendo una lengua absurda y arcaica, que no les va a servir de nada fuera de su pequeño terruño. Los vascos saben mucho de esto, porque están más adelantados en el proceso. En el País Vasco ya no se bautiza a ningún niño con un nombre que no sea vasco. Si algún loco le pusiera a su hijo Pepe o Manolo, lo convertiría en un desgraciado, que de mayor tendría que largarse de Euskadi, porque le harían la vida imposible.

Para rescatar de la nada un idioma olvidado, se requiere primero una academia de la lengua, que unifique los diversos dialectos dispersos. Ese fue el batúa en el País Vasco. Y lo segundo es someter a la gente a la llamada inmersión lingüística, es decir, el acoso y derribo del idioma del otro (el castellano, el francés, o el que sea) para forzar su erradicación a medio plazo. En Galicia hicieron el esfuerzo de crear un gallego unificado (la asignatura más difícil de su bachiller), pero luego no han querido aplicar esa política fascista que se conoce como inmersión lingüística. Resultado: cada vez se habla menos el gallego (datos de la propia Xunta).

El problema es pensar que la desaparición de una lengua es algo muy malo. Para mí no es ninguna tragedia. El latín desapareció y no pasó nada. También el arameo y el sánscrito. Y yo estoy convencido de que el bretón y el euskera desaparecerán también, antes o después, lo mismo que el holandés, el checo o el letón, por ejemplo. En el mundo globalizado, el inglés se impondrá, probablemente, y hará realidad el sueño del esperanto. Porque las lenguas son para entenderse, no para diferenciarse del vecino que habla otra distinta.

Yo he estado hace unos días en Holanda, y todo el mundo se entendía conmigo en inglés. El holandés lo reservan para sus conversaciones familiares. Cuando yo era niño en Galicia, las cosas eran así. El gallego se usaba en las familias y en la calle con los amigos. Pero la gente pasaba al castellano de manera natural cuando iba al hospital, o al banco, o al juzgado, sin que eso les supusiera un gran quebranto. Cuando íbamos de excursión a los pueblos y les hablábamos en gallego a los lugareños, a menudo se ponían tensos y nos respondían en castellano, porque, como cualquier pueblerino, eran desconfiados y creían que nos queríamos burlar de ellos. Ahora es al revés. Ahora en la televisión gallega, el entrevistador pregunta al futbolista argentino o mexicano del Depor en gallego, y el otro responde en español.

El nacionalismo, fenómeno que fácilmente deriva en fanatismo, lleva a sus partidarios a pensar que todo vale, cuando va a favor de su viento, y nada si es al contrario. Cuando se trata de avanzar, se aprovecha cualquier ventaja. No serán ustedes tan ingenuos de pensar que el señor Artur Menos ha elegido este momento para plantear la independencia por casualidad. No señor. Lo ha hecho justo ahora, porque enfrente tiene un gobierno central debilitado y acosado desde todos los frentes. En política nada es casual ¿O es que se creen ustedes que fue casualidad que los ataques a las Torres Gemelas se produjeran cuando los USA tenían al presidente más tonto de su historia? ¿Piensan que Bin Laden no tenía el asunto preparado desde mucho antes? ¿Acaso con Bill Clinton en la presidencia la reacción americana hubiera sido la misma? Seguiremos.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con usted en todo,...o casi todo, con dos matices:
    1º Zapatero no es que fuera el culpable de "todo", pero sí que su Gobierno fue el que acabó ejecutando prendiendo la mecha con esa política disparatada de inversiones públicas faraónicas y ahondando más en el equivocado modelo del ladrillo (entre otras cosas). Claro está, que todos los partidos participaban de la misma orgía desenfrenada. Pero su segundo mandato se recordará como uno de los períodos más tristes y oscuros de la democracia española.
    2º Desde luego prefiero mil veces antes a Bill Clinton que a los Bush. Pero no estaría tan seguro de que no hubiera reaccionado de similar manera. Lo de las Torres era un asunto que no podía quedar impune de ninguna manera ante los ojos de los norteamericanos. No obstante si creo que Bin Laden eligió su acción, precisamente durante el mandato de Bush

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    1. Gracias por su comentario, amigo anónimo. No teman discrepar, para eso estamos en el aire. Creo que tiene razón, la segunda legislatura de Zapatero fue horrorosa. Por eso perdieron las elecciones, no porque Rajoy suscitara grandes expectativas. Tambien creo como usted que cualquier otro presidente hubiera reaccionado igual a lo de las Torres: invadiendo Afganistán con el respaldo de la ONU y eliminando el régimen de los talibán. Pero la cosa se habría quedado ahí. Nunca se hubiera atacado a Irak sin la autorización de la ONU, como se hizo después, por pura cabezonería del triplete Bush, Blair, Aznar. Los dos primeros pasarán a la historia como eventuales genocidas. El tercero, lo hará como tonto, creo.

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