sábado, 10 de noviembre de 2012

33. Una de pedos

Una vez que el señor Draghi nos está sorprendiendo a todos con una inesperada actitud arrogante, dentro de lo que cabe, frente a la señora Merkel, creo que es hora de volver a hablar de pedos, que este Blog se está poniendo últimamente demasiado serio y sesudo, y hay que diversificarlo (sin perder el punto analítico), si no queremos que se convierta en un foro socio-político-económico monográfico, algo para lo que francamente creo que no tengo la preparación suficiente. La claque familiar agradecerá este sesgo hacia los temas que más les divierten. Ya saben: caca, culo, pedo, pis. Son como niños.

A primeros de septiembre se publicó en muchos medios la noticia de que un juez de Valencia había dictaminado que el hecho de que un caballero corte una discusión con su señora dando media vuelta y alejándose de ella mientras se tira un sonoro pedo, constituye un forma inequívoca de violencia de género, fundamento en base al cual condena al susodicho a un mes de multa (sic). No se especifica si es un mes de ayuno y abstinencia, o de alejamiento de su pareja, o de estar castigado, cara a la pared y con orejas de burro. Para que vean que no les engaño, aquí les pongo el link. Es una noticia de agencia, y ha salido en todos los medios con el mismo texto, incluyendo el error de decir “delitos contra la violencia de género”.

Estamos, pues, ante una clara e indudable muestra de violencia de género (lo ha dicho el juez), eso sí, un tanto atípica y maloliente. Aunque, ya puestos a la pelea, el que las parejas solucionen sus problemas a pedos y no a bofetadas, constituye un avance decisivo en el largo y difícil camino de la conciliación de géneros.

Supongo que la versión del condenado será la típica en estos casos: “se me ha escapao”. Tal vez la cosa no habría sido tan ofensiva si se lo hubiera tirado antes de darse la vuelta, es decir, apuntando al espacio exterior de la pareja. O incluso si hubiera sido sin ruido, lo que habría complicado notablemente la obtención de evidencias probatorias de la fechoría, porque los restos olfativos no suelen ser muy valorados como pruebas periciales.

Así que lo determinante del caso es que el tipo se dio la vuelta primero, y eso convirtió su natural desahogo en algo ofensivo. Como siempre, las connotaciones devienen en elemento crucial, que puede modificar la esencia del hecho fundamental que connotan. A este respecto viene a cuento la famosa historia del Pedo de Goizueta, un suceso real que aconteció el 18 de julio de 1976 y al que Don Camilo José Cela dedicó un celebrado escrito de loa. Así contaba la noticia la desaparecida agencia Logos:

MULTA GUBERNATIVA/  COSTOSA  “EXPANSION” FISIOLOGICA  DE UN  VECINO DE GOIZUETA (Navarra)

Pamplona, 23.07.76.— El gobernador civil de la provincia ha multado con mil pesetas a don Juan María Macazaga Azpurúa, vecino del pueblo de Goizueta, a consecuencia del siguiente hecho: “Que sobre las tres del 18  de julio del actual, frente al Ayuntamiento  de la localidad de Goizueta, en plan de burla y alzando la pierna izquierda, se tiró un fuerte pedo, dando grandes risotadas, todo lo cual constituye un hecho socialmente reprobable”. “Los hechos aludidos  —dice la comunicación de la sección segunda  del Gobierno Civil en  su  expediente número 1206—, están incluidos como una falta en el Artículo 23 del Decreto del Ministerio de la Gobernación de diez de octubre de 1958”. El expediente está firmado por el gobernador civil.

Don Juan María Macazaga ha interpuesto con fecha 7 de agosto un recurso en alzada ante el Ministro de la Gobernación  en el que señala que “es cierto que se tiró un pedo en la plaza de Goizueta estando reunido un grupo de amigos en plan de buena armonía,  pero  el pedo no fue tirado por burlarse de nadie, únicamente estando entre risotadas en esa armonía se le escapó el pedo como muchas veces ocurre pero, como se  ha dicho, sin ánimo alguno de molestar ni burlarse de nadie”.  Logos.

Como ven, aquí lo decisivo fue el hecho de que el joven (ahora puede que tenga hasta nietos) levantase la pierna y orientase el culo hacia la pareja de la Guardia Civil que custodiaba el Ayuntamiento, todo ello entre las carcajadas de los miembros de su cuadrilla, que quizá no se hayan reído tanto en su vida. Es decir, lo adjetivo resulta crucial, por encima de lo sustantivo. Seguro que, si el chaval se tira el pedo silenciosamente y sin levantar la pierna, la cosa no habría tenido ninguna trascendencia. Fueron las connotaciones las que hicieron que el guardia se sintiera gravemente ofendido y corriera a chivarse del asunto.

Un inciso que tengo pendiente desde la entrada “Lecciones de francés”. ¿Saben como se dice en francés cucaracha? Pues resulta que es un sustantivo masculino y no femenino como en España: Un cafard. Los franceses tienen con esto un problema menos a la hora de la perspectiva de género. La palabreja tiene una derivación en forma de verbo: cafarder, que significa precisamente “chivarse”. Así que un cafard es una cucaracha y también un chivato.

Volviendo al tema de los pedos, existe una forma de salir del apuro más sofisticada que la tan manida de “se me ha escapao”. Era la que usaba un amigo mío cuando se le escapaba una ventosidad en mitad de un baile con alguna de sus novias o acompañantes ocasionales. Eran los tiempos de Franco y, en La Coruña, todavía no existían las discotecas (las primeras llegarían pronto, bajo la denominación de “boites”), así que los chicos de la panda, cuando queríamos “arrimar cebolleta”, no nos quedaba otra que agarrar un autobús para ir a la Sala de Fiestas El Seijal, que estaba más allá del Puente del Pasaje.

En ese idílico escenario al aire libre, bajo los emparrados y las guirnaldas de bombillitas de colores, cuenta la leyenda que mi amigo pedorro soltó una de sus habituales y ruidosas ventosidades, en medio del pasodoble que estaba bailando, bien agarrado a una fornida rubia de pelo rizado y clara ascendencia celta. Advirtiendo por el rubor súbito de sus mejillas que la rubicunda moza se había dado cuenta del desaguisado, puso su acento más dulce y le dijo: "No te preocupes, cielo, tú dices que he sido yo y ya está”.

Los médicos, que siempre gustan de designar los fenómenos más cotidianos con palabras que nadie más que ellos entiende (subrayando así su papel de herederos directos de los antiguos chamanes), han dado en bautizar el asunto al que nos venimos refiriendo, con el nombre de “aerofagia”. Supongo que todos ustedes lo conocen. Sin embargo, seguro que pocos han oído la forma en que se refieren a otro hábito poco higiénico, muy extendido y que también constituye un hecho socialmente reprobable: el de introducirse el dedo en la nariz para sacarse los mocos y hacer pelotillas. Pues agárrense al asiento: entre los médicos esa mala costumbre se conoce como rinotilexia.

Ayer, cuando volvía del trabajo, me vi retenido largo rato en un atasco, a causa de la lluvia. En un momento dado, se me ocurrió mirar al conductor de al lado, un poco adelantado. El tipo estaba practicando ese vicio con fruición, pero no sólo la rinotilexia, sino también la mucofagia, palabro que no hace falta que les explique, que esta entrada ya está quedando bastante asquerosa, y sé positivamente que algunos de mis lectores acostumbran a entrar en el Blog a la hora de la cena. Que ustedes lo pasen bien.

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