lunes, 5 de noviembre de 2012

31. ¡¡C'mon Obama!!

A 24 horas de las cruciales Elecciones USA, mi opinión, que ya expresé en entradas anteriores, es que los demás países del mundo occidental nos jugamos mucho en este envite. Nos jugamos una alternativa muy clara: que gane un ciudadano del mundo, que piensa en clave global, o bien alguien que sólo mira hacia el interior y que promete arreglar la economía norteamericana sin pensar en el exterior. Hay otras diferencias importantes. Obama tiene un programa, una línea que, casualmente, es la misma con la que ganó en 2008.

He escuchado a alguien en la radio que ha dicho: “cuando le seguí por primera vez en la lucha por la nominación frente a Hillary Clinton, y después en la contienda por la presidencia, vi tanta honradez, tanta integridad en este hombre, que pensé: no le van a dejar ganar. Cuando ganó, pensé: lo matarán, como a Kennedy. No han hecho ni una cosa ni otra. Simplemente no le han dejado gobernar. Han dinamitado todas sus iniciativas para que no pudiera avanzar en su programa. Y ahora, esos mismos que no le han dejado gobernar, lo acusan de prometer cosas que no cumple”. Fin de la cita.

Estoy de acuerdo al 100% con estas apreciaciones. Ahora lo intenta de nuevo, y enfrente tiene a un tipo que dice “Haremos lo que hay que hacer”. A que les suena. Un candidato que oculta sus bazas, que no explica las medidas que piensa adoptar si gana, porque, si las revelase ahora, no ganaría. Por eso es normal lo que decía John Carlin anteayer, día 3, en El País: que si se votara en el extranjero, Obama ganaría por un 80/20. Les pongo el link del artículo, por si quieren leerlo. Es muy bueno, como todos los de Carlin.

Como sé que esto de los links no le mola mucho a algunos de mis seguidores, a pesar de lo que diga Lisardo, les voy a transcribir entero otro artículo, para que no tengan ni que darle al link. Lo escribe Juan Gabriel Vasquez en el diario digital colombiano El Espectador, y me lo remite mi amigo Gonzalo López desde San Diego, California. Cómo estás, Gonzalo. Espero que bien.

En el artículo se define perfectamente esa disyuntiva entre la Norteamérica admirable, la que es capaz de generar el mejor cine, la mejor literatura y el mejor rock, y esa otra América profunda, paleta y conservadora, que es incapaz de ver nada allende sus fronteras. La primera es la de Bruce Springsteen y Paul Auster y Philip Roth y Woody Allen. Y hasta la de Clint Eastwood, aunque ahora le dé por chochear un poco. El mensaje de películas suyas, como Gran Torino, no casa mucho con las ideas que proclama el candidato Romney, mucho menos con las que se calla. En fin, el texto del artículo es el siguiente.

El novelista Philip Roth no fue a recibir el premio Príncipe de Asturias. Fue el único ausente en la ceremonia; a cambio de su presencia física, mandó un video y un texto que fue leído por el embajador de Estados Unidos en España, el señor Alan Solomont.
En el video, Roth da las gracias por el premio; lo hace con cortesía y caballerosidad, pero con evidentes ganas de terminar sus declaraciones lo antes posible para volver de una buena vez al trabajo. En medio de la impaciencia —la impaciencia que, lo digo de nuevo, no lo hace volverse maleducado o descortés, como les sucede a tantos—, Roth dice varias cosas que me interesaron, quizás por tocar de lado ciertos asuntos que se vuelven de actualidad en época de elecciones.
Permítanme una cita más bien extensa. “Soy un escritor estadounidense”, dice Roth. “La historia de los Estados Unidos, las vidas estadounidenses, la sociedad estadounidense, los lugares estadounidenses, los dilemas estadounidenses —la confusión, las expectativas, el desconcierto y la angustia estadounidenses— constituyen mi temática, como lo fueron para mis predecesores estadounidenses durante más de dos siglos. El habla estadounidense es mi argot. Si me detengo a pensar en mi público, el público en el que pienso es un público estadounidense. Por lo tanto, me ha dejado realmente sorprendido enterarme de que el público español también se haya fijado en mí; y, lo que es más, un público español agradecido. ¿Qué pueden significar mis historias estadounidenses para los lectores españoles? ¿Cómo puede mi retrato de la vida de los estadounidenses en novelas mías como Pastoral americana, Me casé con un comunista o La mancha humana competir con la representación estereotipada, excesivamente simplificada de los Estados Unidos que nubla la percepción de mi país en casi todas partes? ¿Puede una obra de ficción estadounidense —escrita por mí o por cualquiera de mis más que dotados contemporáneos— penetrar en una mitología de los Estados Unidos que está arraigada, en tantos ámbitos, en una acérrima animadversión política?”.
Su sorpresa es fácil de entender, me parece: en Colombia, en España, en Francia, yo he escuchado a gente supuestamente sofisticada emitir opiniones sobre Estados Unidos que no se diferencian mucho de las que daría un talibán. Basta asomar la cabeza para darse cuenta de hasta qué punto el antiamericanismo barato —irracional, perezoso, acomplejado— domina la percepción que se tiene en el mundo de ese país esquizofrénico donde la estupidez política, el fanatismo religioso, la arrogancia y la insolidaridad conviven con algunas de las mejores cosas e ideas que ha producido la creatividad humana. Lo que me llama la atención, sin embargo, es que Roth crea o finja creer que los lectores de sus novelas son los mismos que tienen esa visión simplona de su país. Pero quizá no sea más que un recurso retórico: la pregunta que le sirve para darse una respuesta. “Sí”, se contesta Roth. “Una obra de ficción estadounidense seria es, efectivamente, capaz de atravesar la ignorancia, la mentira y la superstición sin sentido que generalmente se combinan para mantener a raya la enorme densidad de la verdadera realidad estadounidense”.
Que es, por otra parte, lo que ocurre siempre y en todo lugar con toda buena literatura.
Fin del artículo. Roth es un genuino representante de la Norteamérica que yo amo, porque ya se habrán dado cuenta de que soy un proyanqui, además de un francófilo, un pedagogo urbano degarní y, a la vez, un coruñés recalcitrante. Quizá esos deberían haber sido los calificativos de mi perfil para el Blog. He adelantado esta entrada, que pensaba colgar mañana, porque estoy muy preocupado con las elecciones del primer martes después del primer domingo de noviembre. Si gana el que yo quiero, lo celebraremos, como la victoria de ayer del Depor.

4 comentarios:

  1. Me alegra que proclames valientemente tu proamericanismo. Es el país donde está el germen de la máxima creatividad en todas las facetas de la cultura.
    Y tranquilo, creo que ganará Obama

    ResponderEliminar
  2. Siempre he sido proamericano, viajé a New York por primera vez en 1982 y nunca me he recuperado de la impresión que me produjo. Estoy de acuerdo contigo y confío en que gane Obama. Me hubiera gustado que la cosa no estuviera tan reñida. No sé quién eres (¿tal vez el propio Gustavo López?), pero gtacias por entrar a mi blog y hacer comentarios.

    ResponderEliminar
  3. A pocos horas de conocer el resultado de las elecciones, espero y deseo yo también que gane Obama. El mundo vivirá más tranquilo con él.
    Pero pienso que en EE.UU se ha ido menguando el poder de su presidente, y que en los momentos actuales esta figura si no está completamente encorsetada sí está teledirigida por los grandes poderes económicos. Y estos poderes -no elegidos democraticamente- van a imponer su política al candidato resultante, sea el que sea.
    Yo no veo dos Américas, una creativa y dinámica, y otra catetona y vulgar. Yo veo unos señores de la económia y el pueblo. Y el pueblo gravita sobre tres patas: dinero, religión y armas. La combinación de estos factores da el resultado de USA, y la combinación es diferente según el territorio, la clase social, etc. La constante son los poderes económicos, que son dueños de la economía americana y por extensión de la mundo.
    Que gane Obama, pero los señores de la economía me dan miedo gane quien gane.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El tema que planteas es muy interesante: ¿Quién controla el cotarro? ¿Los políticos o los economistas? Yo no lo tengo claro. La cosa quizá se merece una entrada específica. Pensaré sobre ello. Gracias por seguir mi Blog y hacer comentarios.

      Eliminar