martes, 2 de octubre de 2012

8. El Banco Malo

Como ya hemos hablado bastante de la Prima de Riesgo, hoy nos vamos a centrar en el Banco Malo, otro de esos conceptos de nuevo cuño a los que se enfrenta el ciudadano estupefacto, estafado y apaleado. Parece que la reforma financiera que supuestamente va a arreglar todos nuestros males, no se puede poner en marcha hasta noviembre, porque los financieros al servicio del Gobierno no tendrán listo hasta entonces el Banco Malo. O sea, que la cosa tiene trasfondo. Como el Gobierno no sabe hacer Bancos Malos, se lo ha encargado al mejor equipo de asistencia técnica externa, que se llama Álvarez & Marsal. Y yo sin saber que existían.

Me ahorraré los chistes sobre la redundancia (¿Pero es que hay bancos buenos?). Según la Wikipedia, se trata de una traducción literal del inglés Bad Bank, aunque en España se llamará Sociedad Estatal de Gestión de Activos Inmobiliarios. ¡Vivan los eufemismos! El truco consiste en separar los activos selectos, de los activos tóxicos, creando entre ambos un cortafuegos financiero. Los activos selectos, empezarán entonces a producir beneficios, y los otros, ya se verá. Si los activos selectos crecen mucho, pueden generar en un futuro un superavit tal, que permita ir rescatando a los tóxicos. 

Me viene a la memoria la figura de Tuiavii de Tiavea. Era éste el rey de unas islas perdidas de la Polinesia que, a comienzos del Siglo XX, se fue de viaje por Europa y América, para ver cómo era la sociedad del hombre blanco. De vuelta a su tierra, convencido de que era inevitable que la civilización occidental arrasara con su cultura, escribió una serie de discursos para explicar a sus súbditos, en su lenguaje simple, cómo era el mundo del hombre blanco. En los 70, estos discursos se publicaron en forma de cómic. Les incluyo el link a una versión pdf, para que vean que no les miento: aquí.
 
En uno de esos discursos, Tuiavii de Tiavea explica a sus atónitos súbditos lo siguiente. El hombre blanco trabaja continuamente para acumular dinero y más dinero. Pero hay algunos que llegan a tener tanto, que ya no necesitan trabajar, porque el dinero, a partir de una cierta cantidad, se reproduce y crece solo, por arte de magia, y uno puede tumbarse tranquilamente bajo un árbol, mientras su dinero aumenta. Es una explicación candorosa, pero certera.

El problema actual es que los Bancos han prestado dinero a todo cristo y mucha gente no lo puede devolver, lo que convierte sus deudas en activos tóxicos. Y el dinero de esos Bancos ya no puede crecer él solito, porque se lo impiden los activos tóxicos. Entonces hay que dividirlo en Banco Bueno y Banco Malo, para que el dinero del Banco Bueno empiece a crecer de nuevo y los banqueros puedan volver a tumbarse bajo un árbol, a verlo crecer. 

Le pregunto a mi asesora Sagrario Pérez cuánto dinero tendría yo que acumular para poder tumbarme de por vida. Su respuesta me ha dejado hecho polvo. Dice Sagrario que para eso tendría que conseguir vivir al mes con los intereses de los intereses de mi dinero. He hecho un cálculo por encima y me he mareado. Está claro que tendré que seguir trabajando.

Pensaba yo que esto del Banco Malo era el truco de siempre: el Estado crea un Banco Malo público, los otros Bancos le transfieren sus activos tóxicos, se quedan con la parte mollar y lo tóxico lo pagamos entre todos los ciudadanos. Pero dice Sagrario que eso sólo es así con los Bancos nacionalizados (Bankia, Novacaixagalicia y otros). Que los Bancos que no necesitan de la ayuda estatal, pueden crear su propio Banco Malo privado. El Sabadell ya lo ha hecho.

Volviendo a la Wikipedia, parece que los Bancos Malos se pueden clasificar en dos tipos, en función de sus resultados: Bancos Malos buenos y Bancos Malos malos. Cuando un término lingüístico se desgasta con el uso, a veces hay que duplicarlo: ha pasado con los toros-toros, el café-café, la mujer-mujer que gusta a la gente de derechas, o el Off-Off-Broadway, que crearon los grupos de teatro alternativo de Nueva York, cuando sus antecesores del Off-Broadway se adocenaron y se convirtieron en algo tan casposo como el Broadway original que decían combatir. También me viene a la memoria la forma en que los indios se referían a los negros en la gran película de Arthur Penn “Pequeño Gran Hombre”: los blancos hombres negros.

Yo tengo aun la idea idílica del Banco como una oficina acristalada, un lugar tranquilo y amable, con unos empleados de los de antes, que te asesoraban bien, te daban palique y no te vendían preferentes. Pienso con horror que a los empleados de un Banco que se divida en bueno y malo los repartirán entre ambas instituciones. Al que le toque del lado malo, las va a pasar canutas. Imaginen a la señora Fuencisla, reunida a tomar el té con sus amigas, bajando la voz desolada para decirles: “Mi hija ha empezado a trabajar en el Banco Malo malo”. O la Puri, el día en que lleva a casa a su novio para presentárselo a sus padres y tiene que aclarar: “Mi Jorge trabaja en el Banco Malo, pero ¡ojo! que es el Banco Malo bueno” 

Eso de dividir un todo heterogéneo dejando la chicha en un lado y el hueso en el otro es un truco muy antiguo. En las Administraciones añosas, como ciertos Ministerios, de vez en cuando llegaba un nuevo Director General de esos que han hecho un curso CEAC de Recursos Humanos por correspondencia, y procedía a dividir sus dependencias, creando un Departamento bueno y otro malo. En el malo agrupaba a los funcionarios tóxicos para que pudieran leer el Marca con comodidad, y en el bueno concentraba a los funcionarios selectos, para que hicieran el trabajo de unos y otros. A eso lo llamaban optimización de recursos. Desde luego, debía construir entre ambos un cortafuegos laboral contundente, para evitar mosqueos y perniciosos efectos-contagio. 

Los inmobiliarios también han intentado de siempre cosas parecidas: mire usted, yo primero hago las viviendas, que son mis activos selectos, y en una segunda fase urbanizo las calles y hago los parques. En tiempos de Franco, se hacían así las cosas. Los adjudicatarios de una vivienda de la Obra Sindical del Hogar tenían a veces que acceder a su casa por una hilera de tablones sobre el barro, porque aun no estaba hecha la calle.

Al final, los únicos bancos buenos de verdad, son los bancos del parque, por ejemplo, los del Retiro donde suelo hacer mis tandas de estiramientos. Nancy Bruning, mi alma gemela neoyorkina, que cada día corre por Central Park a pesar de condromalacias, meniscos estropeados y otras desdichas, tiene un vídeo titulado “Las 101 cosas que se pueden hacer en un banco del parque”. Pueden ver un trailer en su página Web www.nancybruning.net, en la parte de la izquierda. Hi, Nancy, how do you do.

1 comentario:

  1. Esta tarde recomendaré tu blog a los amiguetes de la Cerve de Cuatro Caminos, Ya sabes..

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