jueves, 11 de octubre de 2012

12. Urbanista

Dicen algunos de mis lectores que hay que ver cómo me tiro el moco con mi perfil de Blogger, que lo único constatable es lo de funcionario menguante y lo demás son mis fantasías. Tal vez tengan razón. Pero de fantasías y sueños (más o menos eróticos) se alimenta la poesía que ayuda a mantener el ánimo en tiempos de tormenta. Bueno, lo de viajero y vividor no hace falta que lo justifique mucho, a la vista de mi periplo a punto de comenzar. En futuras entradas me extenderé sobre mi doble carácter de escritor novel y corredor veterano.

Me dicen también que por qué oculto mi condición de urbanista, actualmente en el ejercicio de la profesión. A este respecto, tengo que confesar que pensé añadir a las facetas que integran mi perfil una última que decía “urbanista, porque de algo hay que vivir”. Llegué incluso a tenerla escrita. Pero la borré porque me pareció irrespetuosa. La profesión de urbanista tiene toda mi admiración, mi cariño y mi respeto. Les puedo asegurar que trabajar sobre el gran lienzo de la ciudad es una tarea apasionante, divertida y muy gratificante. El plano de Silvestre Pérez del que les hablaba el otro día es un buen ejemplo de ello. Cuando aprenda a importar imágenes lo traeré al Blog.   

Pero sucede que bajo la denominación genérica urbanismo, se designa un heterogéneo abanico de disciplinas, tareas, temas, tendencias, teorías, proyectos ejecutados, proyectos sin ejecutar, programas, estrategias, intenciones y hasta simples sueños (más o menos eróticos). Ese amplio y abigarrado muestrario se puede en mi opinión clasificar en dos grandes grupos. Antes de nada quiero contarles por qué me hace tanta gracia esto de los dos grandes grupos. 
 
Hace unos treinta años ingresé en el Ayuntamiento de Madrid, en la extinta Gerencia Municipal de Urbanismo. El primer trabajo que se me encomendó fue hacer el informe final del período de información pública de un Plan Especial que afectaba a un área pequeña del centro histórico. Durante la información pública, se habían presentado por Registro cinco escritos de alegaciones de ciudadanos afectados por el plan. Los analicé uno por uno, los comparé con la propuesta de ordenación del plan inicial y emití mi informe técnico, que le pasé a conformar a mi jefe.

Mi primer jefe, que en gloria esté (quiero decir: en gloria administrativa, por supuesto), leyó detenidamente el informe y me dijo: “Muy mal. Esto está muy mal. Así no se hace un informe de alegaciones. Un informe de alegaciones como Dios manda tiene que empezar diciendo: las alegaciones se pueden clasificar en dos grandes grupos”. “Pero es que sólo hay cinco escritos”–repuse. “No importa, tienes que poner las alegaciones se pueden clasificar en dos grandes grupos, si no, no te firmo el conforme”. En fin, algo parecido a aquel catedrático de Historia que preguntaba: “¿Cómo entraron los bárbaros?” y había que contestarle: “En oleadas sucesivas”. Si decías: “En sucesivas oleadas”, te suspendía.

Bueno, pues las numerosas y variadas líneas que se cobijan bajo el concepto urbanismo se pueden también clasificar, en mi opinión, en dos grandes grupos. Uno de ellos es lo que yo llamaría URBANISMO con mayúsculas, del que más abajo les pondré algunos ejemplos. El otro grupo se merece de largo la coplilla: Oé, oé, oé, Oé, oé, oé, Lo llaman urbanismo y no lo es.

Para este segundo tipo ni siquiera se necesitan urbanistas. Los políticos y los promotores inmobiliarios pueden hacerlo solos. Por desgracia, a lo largo de mis treinta años de desempeño municipal, me ha tocado muchas veces hacer urbanismo de este segundo tipo. También del primero, en contadas épocas luminosas en las que he disfrutado como un enano. Y he de admitir que, en casi todas las situaciones, he tenido la suerte de trabajar con jefes y colegas que eran buena gente y con los que mantengo la amistad (no sé si me estoy volviendo un poco pelota o es que ya lo veo todo desde una perspectiva muy amplia, con un punto zen).

¿A qué me refiero con URBANISMO con mayúsculas? Pues les traigo aquí un par de ejemplos actuales. El primero es la red de ciudades 8-80, www.8-80cities.org.  Si pinchan en este link, ingresarán en el mundo mágico de las ciudades que sueña mi colega Gil Penalosa, urbanista canadiense de origen colombiano, que habla un español de fuertes acentos mexicanos, como el de Cantinflas. Es éste un urbanismo elegante, de sociedad rica y pujante, que superpone sobre la ciudad existente una malla de recorridos peatonales y ciclistas comunicando los grandes parques con los centros dotacionales, las zonas residenciales y las áreas de negocios. Una malla hecha de cuidados itinerarios verdes con nodos de cruce con las vías del tráfico rodado, potenciados por pequeños intercambiadores con aparcamientos de coches y bicis, comercios y cafeterías. Aunque sus propuestas están pensadas para el Primer Mundo, también ha hecho experimentos exitosos en las grandes ciudades mexicanas como Guadalajara.

Otro ejemplo. Mi también colega y catalán universal Félix Manito, dirige desde Barcelona la Fundación Kreanta, www.kreanta.org, que promueve el proyecto Ciudades Creativas, el sueño de un laboratorio social y científico donde dialoguen el urbanismo, la cultura y la economía, en busca de iniciativas que nos ayuden a superar la crisis del sistema. Es éste un urbanismo diferente, dirigido a las sociedades del sur, basado en la difusión del conocimiento, la participación ciudadana e institucional y las transferencias entre cultura, inversión económica y territorio. Sus principales actividades se desarrollan en Colombia. El último fin de semana organizaron el V Foro de Ciudades Creativas de Medellín, unas jornadas para las que no hacía falta desplazarse a Colombia. Se podían seguir cómodamente, como hice yo desde mi casa, por streaming en el link: www.livestream.com/especialestelemedellin (Chúpate esa, Lisardo)

El sueño de los del oé, oé, oé, más bien es pesadilla. Seguro que los que decidieron situar el hotel El Algarrobico en el parque natural del Cabo de Gata estaban convencidos de que hacían urbanismo. También creían hacerlo Paco el Pocero en Seseña, Gil y Gil  en Marbella y tantos otros. El contubernio entre promotores y políticos, necesario para perpetrar semejantes barbaridades, alcanza mayores niveles de cutrez cuanto más pequeños son sus ámbitos de actuación y de poder. En los pueblos pequeños es en donde se llega a los paroxismos más inefables. El mundo de los concejales de pueblo parece muchas veces sacado de la película La Escopeta Nacional. Una de las pocas excepciones a esta regla es la concejala de Los Yébenes, Doña Olvido Hormigos. No sé por qué se ha metido la gente tanto con esta señora estupenda, sólo porque nos ha ofrecido a todos el placer de comprobar que lo único que tiene feo es el nombre. 

A lo mejor, también ella se creía que estaba haciendo urbanismo.

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