domingo, 30 de septiembre de 2012

7. Barrio de las Letras II

Dice Lisardo que lo de incluir algunos links no es un capricho suyo sino que, si yo meto un link determinado en uno de mis textos, cada vez que alguien pinche en esa dirección, en la lista de entradas de Google o del buscador que utilice, le saldrá la referencia de mi Blog, como el de alguien que ha hablado sobre ello. Eso aumenta el número de lectores potenciales del Blog, y contribuye a que la información fluya en todas las direcciones. Esto del mundo digital es un poco agotador, pienso, mientras me preparo para dar mi paseo de los sábados por el barrio.

Por ejemplo, dice Lisardo que el Mercado de Antón Martín por fuerza ha de tener una Web. La he buscado y, efectivamente la tiene: www.mercadoantonmartin.com/mam/ Me dirijo al mercado entre la lluvia fina de este tiempo otoñal que se nos ha caído encima de repente. Entre medias, he aprendido a subir fotos, y aquí les presento una. Los pescaderos y otros tenderos de toda la vida se van y dejan su sitio a nuevos negocios como este puesto de compra venta de oro. Es la crisis.

 

El otro día, conté que había encontrado cerrada la Ferretería regentada por dos señoras que se merecen una declaración de BIC. Después constaté la deserción de mi pescadero y, uniendo ambas cosas, cruzó por mi mente un presagio funesto. Hoy he ido directo a la Ferretería, y he comprobado con alivio que las dos señoras siguen allí al pie del cañón. Es más, el otro día hablé de Alzheimer y hoy tengo que rectificar y pedir disculpas. La mayor de las hermanas aguanta el tipo y no se ha deteriorado nada, o sea que su dolencia, si es que tiene alguna, será cualquier otra de las muchas que acechan la mente de los ancianos.

La tienda estaba como de costumbre en penumbra, cuando he entrado a comprar un cortaúñas. La hermana mayor estaba en la parte de fuera del mostrador, sentada en una butaca y con un bastón. La otra me ha atendido enseguida, me ha sacado un amplio surtido de cortaúñas y, como siempre, nos hemos puesto a hablar de temas diversos (me ha contado que la primera ferretería la abrió su abuelo, en tiempos de la Primera República). Entre tanto, ha entrado otro cliente, y la hermana mayor se ha puesto nerviosa. Le ha gritado a su hermana que ya estaba bien de cháchara, que había que atender a todos. Como la otra no le hacía caso y seguía contándome cosas, se ha puesto en pié bruscamente, con ayuda del bastón, y ha pasado al otro lado del mostrador, para ver qué quería el nuevo cliente.

Cuando la hermana pequeña me ha dado el cambio, el cliente ya se había ido de la tienda sin comprar nada. Entonces las dos hermanas se han enzarzado en una discusión que la mayor ha zanjado a gritos: ¡QUE TE DIGO QUE NO TENEMOS LO QUE QUERÍA!, antes de irse al interior de la tienda. La pequeña me ha hablado entonces en susurros: ¡Ay, señor, qué cruz la mía!, a mi hermana es que le sientan muy mal estos cambios de tiempo. Lo dicho, habría que buscar algún tipo de catalogación como patrimonio histórico artístico, para estas dos admirables señoras que enfrentan la crisis con una decisión y un carácter asombrosos.

La Iglesia de San Sebastián, un poco más arriba, es bastante fea en mi opinión. La anterior fue bombardeada por la aviación de Franco en noviembre de 1936 y reducida a escombros. Se reconstruyó después de la guerra, con el estilo repolludo de la época. Se dice que aquí está enterrado, no sólo Lope de Vega, sino también una serie de arquitectos, como Villanueva y Ventura Rodríguez. En realidad el cementerio estaba detrás, en el lugar que hoy ocupa una floristería situada en el nº 2 de la calle Huertas. Se cuenta que en tiempos de Larra, el joven poeta romántico José de Cadarso fue sorprendido por unos guardias en este cementerio, mientras intentaba desenterrar el cadáver de su amada, muerta unos días antes. Los guardias lo llevaron directamente al manicomio.

El barrio está hoy engalanado para la feria DecorAcción, un sarao anual que organiza la revista Nuevo Estilo, patrocina el Ayuntamiento y se beneficia del dinero aportado por diversos sponsors. Las tiendas adornan sus fachadas y las calles se llenan de elegantes tenderetes de arte y antigüedades, con un punto Carnaby Street. La gente más cool de la ciudad invade las calles durante los tres días que dura el evento, unas calles que seguramente no volverán a pisar hasta el año que viene.





Los primeros sábados de cada mes, los tenderos del barrio emulan este evento, de forma más modesta y sin sponsors, en lo que llaman El Mercado de las Ranas. De regreso por el interior del barrio, paso un momento a saludar a mis amigos Alejo, Rosa y Pascal, los promotores de La Pizzateca, un establecimiento verdaderamente original. Por 5 euros, uno puede comerse una porción de pizza y llevarse uno de los libros de bolsillo que editan ellos mismos. Alejo, que dirige la parte culinaria, ha aprendido el oficio con los mejores pizzeros de Italia. Un lugar perfecto para solucionar una cena apresurada en cualquier noche de farra en el barrio. ¡Ah! Se me olvidaba el link: www.lapizzateca.com.

Termino mi ronda de hoy tomándome un manzanilla bien frío en La Venencia, un bar único en Madrid, que se merece una entrada aparte. Ya hablaré de él otro día. De vuelta a casa, las calles siguen abarrotadas de gente elegante, pintores, escultores, marchantes de arte, artesanos de nombre, anticuarios y empresarios de la cultura. Merodean entre los puestos callejeros, acompañados por sus familias, todos  vestidos con caros abrigos de entretiempo, pantalones de pana, gorras de paño, largos foulards al desgaire. Me recuerda un poco el ambiente del hipódromo. A esta gente no les afecta mucho la crisis por ahora.

Aquí lo dejo, que otra de las críticas de Lisardo es que mis textos son un poco largos, que tengo que reducirlos. Hoy mi blog tiene un punto melancólico y lo siento, espero que me dure poco. Mi guerra tiene muchos frentes, algunos nuevos, de los que no voy a hablar aquí. A ratos, la calle se llena de gentes indignadas que piden cosas justas y a los que corren a palos. Y el cielo ha adoptado un tono gris invernal que tampoco ayuda. A mí, que ya voy siendo mayor, como a la señora de la Ferretería, también me afectan los cambios de tiempo. 

1 comentario:

  1. Intento hacerme un comentario a mí mismo, para comprobar cómo se hace,

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