lunes, 13 de julio de 2015

403. De bajón a 40º

Finalizado mi periplo por Alemania, pues qué quieren que les diga: que me lo he pasado en grande en el viaje y que, desde el momento mismo del aterrizaje en Barajas, empecé a añorar mi vida de prejubilado viajero, sin comparación con la rutina mierdera del urbanismo madrileño en la que me he vuelto a sumergir. Estamos, sin duda, mejor que antes de las elecciones, pero queda tanto trabajo pendiente para llegar a una situación tan sólo neutra, que no sé si a mí ya me van a pillar. A un año escaso de jubilarme, me da mucha pereza la idea de reciclarme, de volver a involucrarme, de ganarme de verdad el sueldo que me paga el Ayuntamiento. Es mucho lo que se ha destrozado en estos últimos años a las órdenes de una concejala nula y paleta. Se ha destruido estructura, ilusión, referentes éticos. Se ha perdido impulso. Se han deshecho rutinas, procedimientos, documentos. Eso no se arregla en dos días y a mí me queda muy poco tiempo.

En mi aventura alemana he podido constatar que, fuera de España, Madrid literalmente no existe. Por ahí fuera se habla sólo de Barcelona. Y, si acaso, un poquito de Bilbao. No es casualidad. Barcelona tiene un equipo de al menos 40 personas dedicadas full-time a vender la marca local. En Madrid, durante el Trienio Negro, ha habido exactamente una o ninguna. Lo digo, porque lo que yo he peleado en este terreno ha sido finalmente a título personal y de manera clandestina. Les recuerdo que, si he hablado en tres universidades alemanas, ha sido usando mi tiempo de vacaciones, sin un mínimo apoyo oficial, sin que me dieran siquiera palmaditas en la espalda y haciendo el mínimo ruido interno posible, no fuera a enterarse de mi deriva la carcelera nazi que controlaba nuestro cumplimiento del horario.

¿Creen ustedes que esta situación es susceptible de revertirse? No en dos días. A los nuevos políticos del Ayuntamiento hay que darles tiempo. Son un equipo heterogéneo, en el que hay elementos valiosos contrastados, como la Alcaldesa, Inés Sabanés y, por lo que voy viendo, el nuevo concejal de Urbanismo. De momento, este señor ha hecho varias cosas muy bien. La primera, recuperar las competencias que su inútil antecesora se dejó arrebatar. Hablo de TODAS las obras en el espacio público, que le quitó Medio Ambiente. Hablo también de la política de movilidad. Y del mobiliario urbano. Y de la señalización. Y unas cuantas cosas más. Habrá tenido que pelear duro por ello, porque aquí nadie suelta nada de buen grado. Así que creo que este nuevo concejal tiene los fundamentos suficientes para un buen desempeño de su tarea y/o está bien asesorado. Además, como los demás de su equipo, ha confiado en los funcionarios municipales, renunciando a traerse sus propios carromerillos para los puestos directivos.

Mientras yo estaba fuera, se ha aprobado una nueva estructura funcional, en la que veo dos tareas en las que podría ayudar con ilusión. Una de ellas la difusión y participación en torno a las obras que se emprenderán. Es algo que ya hice en mi penúltima andadura municipal, en relación con Madrid Río y otros megaproyectos. Con mayor facilidad lo haría ahora, si de lo que se trata es de obras para dulcificar la urbanización, crear espacios para el peatón, construir carriles bici, disminuir la presencia del automóvil privado. La segunda de las tareas que me interesan es precisamente la difusión internacional de la marca Madrid. Veremos. Hay que dar tiempo al tiempo. Ahora mismo me siento como Iker Casillas. Hace cuatro años, yo era el rey del mambo municipal, tras una carrera siempre en ascenso. Entonces llegó una Mouriña y me dio por culo. Lo que más me duele es que contó con personas a las que yo consideraba mis amigos, como cómplices necesarios. Eso pasó y está asumido.

Mi problema es que, después de cuatro años tocándome las pelotas a dos manos, yo tampoco estoy seguro de seguir siendo un buen portero. Lo de Iker ayer fue patético. Un tipo que hace unos años tuvo que pedir por favor que se desistiera de una iniciativa ciudadana respaldada por cientos de firmas para que Móstoles bautizara una calle como Avenida de la Madre que lo Parió a Iker Casillas. Y ahora ha de irse del equipo de sus amores por la puerta de atrás, para no seguir escuchando los silbidos de la grada, de los que su club no le protege. Y sólo pedía ya despedirse del club arropado por sus compañeros y ni siquiera eso le han dejado: el club ha estirado la negociación adrede, sólo para que el resto del equipo se fuera a Australia. No más cerca, no fuera que alguno se cogiese un avión para asistir a la despedida de Iker.

Pues así estoy yo desde hace cuatro años. Marginado por el poder y recibiendo silbidos a diestro y siniestro. Por eso me gustaría encontrar mi Oporto particular. Para pasar mejor este año que me queda. Ya sé que desarrollo una actividad paralela frenética, entre mis viajes, mis conferencias, el blog y lo demás. Pero, a nivel oficial, soy Casillas en el Madrí. Nadie. Eso sí, puedo gritar bien alto: Δεν ελπίζω τίποτα, δεν φοβούμαι τίποτα, είμαι λέφτερος, es decir: No espero nada, no temo nada, ¡soy libre! Hermosos versos de Nikos Katzanzakis, el autor de Zorba El Griego, cuya música, tocada en una calle de Toronto, les puse hace unos cuantos posts. He aquí otra negociación que se ha estirado contra natura, como la de Iker. Los matarifes europeos han perseguido a Tsipras, verduguillo en mano, hasta que ha doblado. Hace una semana le ofrecieron bajarse los pantalones, se ofendió y convocó un referéndum. Su pueblo le dijo mayoritariamente que no lo consintiera. Entonces volvió a Bruselas envalentonado. Resultado: se ha bajado los pantalones y encima tiene que pagar la cama.

En esto de Grecia, se han escuchado ya tantas exageraciones en relación con el desastre de país que tienen, lo informales y chorizos que son, que ya no sabe uno qué creerse. Sin embargo, una pluma tan imparcial como la de mi admirado John Carlin no puede mentir al respecto. Lean AQUÍ lo que dice este señor, cuyos datos son siempre fiables y contrastados. Si esto es cierto, Tsipras no es desde luego el principal culpable del desaguisado, pero ha mostrado una ingenuidad y una bisoñez alarmantes, a la hora de negociar con los lobos de Bruselas. Ha quedado mucho mejor Varoufakis, que se ha largado con viento fresco. Tsipras ha ido de farol con sus coqueteos con Rusia, pero no ha colado.

Al final, detrás de todo, están las razones geoestratégicas. ¡Válganos Zeus! Grecia fue admitida en la OTAN para tener un aliado contra Rusia en sus mismas barbas. Y se forzó su ingreso en la Unión Europea por lo mismo, y de paso para venderles aviones de guerra y hacer negocio. No importó que su estructura administrativa y económica fuera impresentable, incluso se le mandó a Goldman Sachs (con Draghi, el de los pedos, a la cabeza) para ayudar a falsear sus cuentas. Por lo mismo se admitió en ambos clubes a Estonia, Letonia y Lituania, a pesar de que el régimen letón practica una forma suave de limpieza étnica, bastante poco ética. Cuando se trata de mantener la superioridad estratégica sobre Rusia, Occidente sabe mirar a otro lado. La Guerra Fría no ha terminado, por desgracia.

A nosotros también nos metió a capón en la OTAN el señor Calvo Sotelo. Y Felipe ganó las elecciones generales con una campaña que decía OTAN, de entrada, no. Pero, en cuanto fue presidente, amplió el eslogan: Y de salida menos. Y se puso a hacer campaña por el sí. ¿Recuerdan lo que nos decían los partidarios del sí? Literalmente: "es que, como no entremos en la OTAN no vamos a tener acceso a la alta tecnología norteamericana, tan necesaria para nuestro desarrollo". Ya les he contado que yo perdí una cena con una amiga: estaba convencido de que ganaría el no. Muchos españoles perdimos algo más en esa fecha: la inocencia. El que mejor cantó la decepción colectiva fue Javier Krahe, que ayer murió en mi querida Zahara de los Atunes (cuantos veranos pasados allí en mi otra vida). Krahe era un hombre íntegro, que siempre se rió del poder en todas sus formas. Su canción Cuervo Ingenuo fue censurada en la televisión de la época, como seguramente habrán leído. Pero este hombre siguió dando leña hasta el último día. En noviembre pasado, en uno de los conciertos que daba con regularidad en la sala Galileo Galilei, se decidió a interpretar esa canción, que llevaba 27 años sin cantar en público. E invitó para que lo acompañara al mismísimo Pablo Iglesias. Valga este vídeo de homenaje al bardo fallecido.


En fin. La actualidad manda y nos llegan las noticias por oleadas, mientras soportamos un calor de 40 grados. Grecia está cada vez más jodida. Rusia está destrozando Ucrania y amenaza veladamente a los Países Bálticos, que están acojonados. El Chapo Guzmán se ha fugado de la cárcel más segura de México, por un túnel con luz eléctrica y aire acondicionado (un túnel así querría yo, para escapar de mi realidad cotidiana). Y Casillas se va al Oporto. Javier Krahe ya no podrá reírse de todas estas cosas. Y yo aquí con mi blog como un gilipollas…  


2 comentarios:

  1. Otro genio que nos deja. El disco de La Mandrágora es el testimonio de unos tiempos que no volverán. Me ha removido usted los recuerdos. Eso que cuenta que decían los partidarios del sí a la OTAN es tal cual. Doy fe de ello, aunque lo había olvidado por completo. Tiene usted buena memoria.
    Respecto a su situación laboral, mi consejo es que no haga usted nada. Si alguien le quiere buscar, lo encontrará. Y si no, pues seguirá escribiendo este blog inshallah, que dicen los morabitos. Y aproveche, usted que puede, para seguir tocándose las pelotas a dos manos. Recuerde que el último disco de Krahe se vendía con un libro de regalo que se llama El Derecho a la Pereza.

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    1. Gracias por sus consejos, amigo, quien quiera que sea. Es más o menos lo que estoy haciendo. Pero, si yo no hago nada, es altamente improbable que estos nuevos políticos que rigen el Ayuntamiento descubran que existo. Así que lo dejaremos todo a la suerte, inshallah, como usted dice. Siento ser fatalista, pero llevo muchos años de invisibilidad a nivel interno y eso no es fácil de revertir. Veremos.

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