El otro día, cuando les hablé de
los japoneses, prometí dedicar un post
específico a Haruki Murakami. Supongo que ya lo conocen, todos los años es
candidato al Premio Nobel y yo espero que se lo den algún día. Descubrí los
libros de este señor hace unos diez años, a través de mi entorno familiar,
sospecho que fue mi sobrino I. el primero que me habló de él.
Haruki es un poco mayor que yo,
tiene 64 y su vida parece sacada de una de sus novelas. Hijo de una pareja de
profesores de literatura, desde siempre se vio atraído por la cultura
occidental, el rock, el jazz y también la música clásica, pero se fue a
estudiar literatura a una universidad japonesa. Allí conoció a su mujer Yoko,
con la que lleva toda la vida. Cuando acabaron los dos la carrera, se fueron a
Tokio y montaron un jazz-bar que regentaron entre ambos durante siete años.
Allí fue donde Haruki empezó a
escribir sus novelas, a presentarlas a concursos y a ganar premios. El éxito
internacional de Norwegian Wood, retitulada como Tokio Blues en
algunos países occidentales entre ellos España, le animó a traspasar el
jazz-bar y dedicarse en exclusiva a la literatura, con el apoyo constante de su
mujer que es su primera ayudante y correctora y se ocupa de que nada
distorsione el ambiente a su alrededor cuando está escribiendo. Así vinieron
otros éxitos, como Al sur de la frontera, al oeste del sol, que es la primera
de sus novelas que yo leí. Para los que quieran iniciarse en la literatura de
este señor, es una forma de empezar muy recomendable.
Otras dos novelas excepcionales, Kafka
en la orilla, y 1Q84, contribuyeron a extender su leyenda. Para mí
son las mejores, por delante de otras también muy interesantes, como Crónica
del pájaro que da cuerda al mundo, After Dark o El fin del mundo
y un despiadado país de las maravillas. También ha escrito cuentos, de los
que en España se han publicado dos colecciones: Sauce ciego, mujer dormida
y Después del terremoto. Estas colecciones son un poco irregulares, en
mi opinión, aunque en las dos hay uno o dos relatos extraordinarios. La mayoría
de los libros que he citado los ha publicado en España la editorial Tusquets.
Murakami es un escritor muy
reconocido en Japón, donde ha recibido todos los premios posibles, encabezados
por el Noma, el más prestigioso. También tiene seguidores en todos los países
occidentales en los que igualmente ha recibido numerosos premios, como el Franz
Kafka. Pero su éxito y su popularidad local le agobiaron en un momento dado y le
llevaron a escapar de tanto ruido. Estuvo viviendo más de diez años en Europa y
en Norteamérica, en donde compatibilizaba la escritura con algunas clases de
literatura como profesor invitado en diversas universidades. Luego volvió a
Japón en donde vive actualmente.
Las historias de Murakami siempre
empiezan en entornos cotidianos, en ambientes de clase media urbana que pueden
estar situados en cualquier país intercambiable y a la vez son profundamente
japoneses. En ese medio caracterizado por la normalidad y la estabilidad,
aparece de pronto algún elemento que distorsiona esa normalidad, que rompe la
rutina. Un tipo sale a buscar a su gato que se ha escapado y, al volver, su
mujer ha desaparecido. Otro se cruza en el Metro con una mujer muy guapa y se
obsesiona en buscarla por todas partes.
Esa intromisión de lo inusual en
lo cotidiano a veces suscita momentos de una belleza insospechada, o
propicia el descubrimiento de un pasado a menudo terrible. En otras ocasiones,
lo fantástico hace su irrupción y se entrecruza con lo real sin solución de
continuidad. Todo ello se enhebra con una prosa hipnótica, cuya lectura cuesta
interrumpir, que tiene una cadencia musical siempre coloreada por una
sensibilidad exquisita, por un tratamiento cariñoso a todos los personajes, especialmente
los más frágiles, por una precisión a la hora de acercarse al mundo de las
mujeres, que es difícil encontrar en otros escritores. A mí me maravillan todos
sus libros pero, si tuviera que elegir uno de ellos, creo que me quedaría con Kafka
en la orilla.
Pero Murakami no es sólo mi
escritor favorito. Es también mi ídolo: a los 35 años (como yo) empezó a
correr, y sigue entrenando todos los días del año, algo que yo nunca he
conseguido. Ha corrido muchos maratones, algún triatlón y hasta una carrera de ultramaratón
(100 kms). De estas cosas habla en su libro más personal y autobiográfico De
qué hablo cuando hablo de correr. En él narra cómo es su vida cotidiana actual,
una rutina que a mí me hace morirme de envidia.
Murakami se levanta cada día
temprano. Se toma un café, un zumo y mucha agua. Sale entonces a correr por
algún parque cercano a su domicilio. Todos los días del año hace 10 kilómetros
a buen ritmo. Mientras corre, deja la mente completamente en blanco, no piensa
en nada, se abstrae del mundo, destierra de su cabeza cualquier preocupación. Luego regresa, se
ducha, se toma un buen desayuno y se encierra a escribir hasta el mediodía. A
continuación, come, descansa un poquito y por la tarde ya no hace nada más.
Vaguea, enreda, contesta el correo, ve a los amigos, cuida a su señora, se toma un vino, se da
un paseo o va al cine. Vive, en una palabra. ¡Joder, no me digan que no es para
tenerle envidia!
Murakami tiene una cierta fama de
huraño y antipático en el trato personal. Es mentira. Lo que pasa es que huye
de fastos y alharacas. Cuida su privacidad. Concede muy pocas entrevistas. A
España sólo ha venido dos veces. La primera en 2009. El Instituto
Rosalía de Castro, de Santiago de Compostela, tiene por costumbre desde hace
cerca de 20 años conceder un premio literario elegido por votación entre sus alumnos: el premio
San Clemente. El escritor elegido es invitado a ir a Santiago y compartir unos
días con estos chavales de menos de 18 años, ver la ciudad, comer y asistir a clase con ellos y
recibir su galardón en una ceremonia modesta. Así han pasado por allí Paul
Auster, Saramago, Vargas Llosa, Tabucchi, Carlos Fuentes y otros.
En 2009 se les ocurrió premiar a
Murakami. Los de Tusquets les advirtieron: es muy difícil que venga, nunca
hemos podido traerle a España, es alérgico a los premios y los actos públicos.
Pero los estudiantes le escribieron y enseguida aceptó entusiasmado. Sólo puso
una condición: alojarse cerca de un parque grande, por el que pudiera salir a
correr. En sus días en Compostela bebió vino del Ribeiro, comió pulpo con
cachelos, visitó el Obradoiro y compartió su tiempo con los estudiantes que lo
habían elegido como ganador de un premio de 3.000 euros (a mí me dieron 6.000
en el premio que gané, uno de los menos dotados en España). Los chavales dijeron que les había contado muchas cosas.
Ya que estaba entre nosotros, no
pudo evitar hacer una escala en Barcelona, visitar la editorial, firmar libros
y todo lo demás. La ciudad le gustó y por eso volvió en 2011, al ser
galardonado con el Premio Cataluña de literatura. En ese momento estaba muy
impresionado por el terremoto y tsunami que arrasaron la zona de Kobe, de la
que él es originario, además de causar el accidente nuclear de Fukushima. Tenía
que dar un discurso en el acto de entrega de premios y aprovechó la ocasión
para hablar casi en exclusiva de la catástrofe, a cuyas víctimas pensaba donar el
importe íntegro del premio. Aquí les dejo con el texto en pdf de su discurso. Les recomiendo que lo lean. Da una idea de
la calidad literaria y humana de este caballero a quien tanto admiro. http://www.tusquetseditores.com/especiales/Discurso_Murakami_castellano.pdf
¿Envidia, de qué? ¡Pero si vives tú mejor que él!
ResponderEliminarNo creo que viva mejor que este señor. Tanto Murakami como J.J.Cale son ejemplos de lo que constituye mi ideal: personajes alérgicos al famoseo, que desarrollan su creación en soledad y tienen la suerte de poder vivir de ello. Y si encima puedes cumplir por la mañana con las obligaciones que te autoimpones, y dedicas la tarde a vivir, pues para mí no hay nada mejor.
EliminarMe he leído entero el discurso de Murakami y encuentro muchas cosas en común con tus entradas. La forma de narrar, la minuciosidad y precisión de los detalles técnicos, la preocupación ética que todo lo impregna. Nunca he tenido una especial curiosidad hacia los escritores japoneses pero, después de leer tu texto y el discurso, me han entrado ganas de comprarme alguno de los libros de este señor.
ResponderEliminarUf!! tu comparación es excesiva, me halaga y me abruma a la vez. Desde luego Murakami es un referente para mí en todos los terrenos, coincido con él en muchas cosas, pero, sinceramente y sin falsas modestias, no le llego a la suela de los zapatos. Además de las cosas que tu dices, podríamos añadir un parecido sentido del humor, suave, respetuoso y nada grosero, que no a todo el mundo hace gracia. Y una cierta candidez para contar minucias como lo de los besos de las barcelonesas. Yo también intento hacer literatura de los detalles mínimos de la vida cotidiana.
EliminarNo te arrepentirás de comprarte cualquiera de los libros de este maravilloso autor.
¡¡está en japonés!!
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