Me encuentro el otro día con un
compañero arquitecto a quien hace tiempo no veía. Nos preguntamos qué tal nos
va y constato que, como me empieza a suceder últimamente, ya no me dice que
horrible, que fatal, que letal, sino que tuerce la cara y dice que bueno, que
parece que la cosa se empieza a mover, que lo peor ya ha pasado. Los estudios
de arquitectura van por delante de los movimientos del sector inmobiliario. Mis
compañeros con estudios privados empezaron a llorar tres o cuatro años antes de
la crisis. Ahora, los que han logrado sobrevivir sin cerrar el kiosco, dicen
que ya ha pasado lo peor. Esperemos que éste sea de verdad un indicio de brotes
verdes, tras la poda perpetrada por Mariano Manostijeras.
Pero no es de esto de lo que les
quería hablar. Íbamos por la segunda cerveza cuando mi amigo dijo: “por cierto,
hace días vi entera tu magnífica presentación en inglés del proyecto Madrid
Río”. Contesté que no tenía ni idea de qué me hablaba. Sí, hombre, tu
conferencia en la Escuela de Arquitectura a 50 alumnos de una Universidad de
Londres/¡No jodas que estabas escondido al fondo de la sala!/No, hombre, la
conferencia está colgada en el Youtube.
Trágame tierra. ¡Huy qué vergüenzaaaaa!
No tenía ni idea de que la cosa les hubiera gustado tanto como para colgarla en
la red. Dejé pasar unos días, antes de someterme a la tortura de ver los 40
minutos de filmación. Nunca me había visto a mí mismo hablando en público, y
encima en inglés. Es una especie de cura de humildad. Les voy a poner el enlace
para que quien quiera le eche un vistazo (no hace falta que vean los 40
minutos), aunque ya sé que mis seguidores más críticos pensarán que este gesto es demostrativo de lo alto que tengo el ego y todo eso.
En realidad, es al revés. Lo
pongo para que comprueben la calidad (baja) de mi desempeño como conferenciante
políglota. Aquí el link: http://www.youtube.com/watch?v=lZ6tEStxSLw.
Los motivos de mi vergüenza son tres: voz horrible, nivel de inglés ínfimo y
aire general dubitativo, indicativo indudable de un acojono generalizado.
Hablaré un poco de cada cosa, aunque en el orden inverso. Mi acojono se debía a
que ese día hablaba ante una audiencia muy especial y, por así decirlo, jugaba
fuera de casa.
Normalmente, yo recibo en mi
oficina (o en el salón de actos contiguo, si son muchos) a delegaciones de
otras ciudades que vienen a que les contemos nuestros proyectos. Suelen ser
políticos locales, altos ejecutivos, gestores urbanos. Frente a ellos suelo
estar más relajado, son tipos que vienen a verme a mí, predispuestos a que les
guste mucho lo que les cuente. Su nivel de inglés no es muy superior al mío,
lo que les muestro les interesa y solemos establecer un clima amistoso, con
bromas, chistes, preguntas frecuentes y buen rollo general.
Esta vez era muy diferente. Para
empezar, era la primera vez que hablaba en el salón nuevo de la Escuela de
Arquitectura, con micrófonos y todo eso. Poco antes había dado una clase sobre
el mismo asunto en un máster de la propia escuela y fue la profesora de ese máster
la que propuso mi nombre para la conferencia y la que me presenta al principio.
En el programa yo actuaba en tercer lugar, tras la intervención de mi admirado
Ramón López de Lucio y la del Subdirector de la escuela. Todo ello tras una
breve presentación del propio Director, que se quedó por allí, igual que los demás. Los oyentes pertenecían a la Bartlett School of Architecture, una
escuela de prestigio internacional.
El proyecto del río, que en mi
opinión es extraordinario, ha contado desde el primer momento con la oposición
frontal de la Escuela de Arquitectura. De hecho, a mí no suelen invitarme a
contarlo, porque saben que lo defiendo. No voy a explicar aquí la controversia,
pero haciendo una simplificación, podríamos decir que ellos odian el proyecto
porque lo ha hecho Gallardón y yo intento convencerles de que es cojonudo,
aunque lo haya hecho Gallardón. El
maestro López de Lucio es uno de los elementos más críticos con la operación
M-30, y tiene motivos fundamentados para ello. Pero yo puedo tener una opinión
diferente, respetando la suya.
El día de autos, mi admirado
Ramón, que debía contar la historia del urbanismo de Madrid, dedicó la segunda mitad de su intervención a
poner verde el proyecto que yo iba a exponer después. Así que ya salí a la
palestra con el marcador en desventaja, dispuesto, como mucho a empatar el
partido. Además, me dieron un ordenador con la pantalla fundida (por eso al
principio estoy todo el rato yendo a mirar la pantalla grande, porque no tenía
otro medio de ver si mi presentación se abría correctamente). Por último, yo no
suelo tener un discurso ensayado, sino que pongo unas imágenes que tengo
preparadas y voy improvisando sobre ellas. Con todos estos datos, tal vez se
expliquen un poco más mi tono dubitativo y acojonado.
Lo del idioma, ya se lo he
contado muchas veces. Mi inglés es totalmente autodidacta y sacado de las
canciones de los Stones y los Beatles. A fuerza de practicar voy mejorándolo
poco a poco, pero cualquiera puede notar que no tengo la formación adecuada.
Cuando mi audiencia es de gente mayor, suelo incluso hacer algún chiste al
respecto. Por ejemplo, cuando
vienen con un intérprete, les suelto: “OK, I prefer to speak in English; my level
is not extraordinary, but I think that we can understand each other with a
little help of my friend”. En otras ocasiones empiezo diciendo con cara de pillo: “Please
allow me introduce myself”. Estas citas suelen desatar la risa generalizada
y me sirven para distender el ambiente, pero no funcionan con la gente joven,
que se quedan con cara de póker porque tienen otras referencias musicales.
Respecto a lo de la voz, me dicen
que a todo el mundo le pasa lo mismo, que no se reconocen en las grabaciones
que les hacen y se horrorizan al escucharlas. Supongo que será así pero,
objetivamente, a mí me parece que no he oído en mi vida una voz más fea (si
acaso la del juez Garzón). Juzguen ustedes por sí mismos. Para salir a un
escenario a hablar en inglés sin saber, ante una audiencia tan especializada
y con semejante voz, hay que echarle valor. O tal vez simple caradura. Pero yo
siempre he tenido una cierta vena de showman.
En realidad a mí lo que me
gustaría es salir al escenario con una guitarrilla y un micrófono y cantar unos
cuantos blues. Para ello no hace falta tener una voz extraordinaria. Uno de mis
músicos favoritos es el gran J.J.Cale, responsable de un sonido propio reconocible,
que lleva más de 50 años viviendo de la música con una voz no muy diferente de
la mía. Vean aquí una de sus canciones más típicas: I’m going down. Súbanle el volumen que casi no se le oye. A veces no
se sabe si está cantando o no. Pero el tema es maravilloso.
J.J.Cale es un okie (nacido en
Oklahoma) que tiene ahora 74 años y sacó su primer disco en 1958. Con motivo de
una de sus últimas publicaciones, Diego A. Manrique le entrevistó y escribió el
artículo cuyo link les adjunto, en donde desmiente en buena parte su leyenda de
ermitaño huraño que vive en las montañas de Oklahoma. http://elpais.com/diario/2004/09/25/babelia/1096067186_850215.html
También les dejo el video de uno
de sus mayores éxitos: They call me the
breeze, es decir, me llaman la brisa. Que pasen un buen fin de semana.
Hey baby, it's your time now
ResponderEliminarHey baby, you made it somehow...
Mi querido Emilio, esto se lo sabia usted muy bien. Sepa que mi nivel de inglés procede exactamente del mismo sitio que el suyo, aunque añadiendo al viejo judio.
Le invito a que un día de estos, ya que va de idiomas, cuente algo sobre el nuestro común y el origen de aquello como:
"...ahi vai o Gerine..." o bien aquello de:
"Ayyyy meu home...".
Mi enhorabuena por sus conferencias y a seguir en la lucha.
Un abrazo.
Gracias, amigo. Lo de nuestro viejo idioma privado me lo estudiaré. No sé si da para un post que pueda interesar a todo el mundo, pero se puede intentar. Me estoy pensando un "Inculteces II" exclusivamente dedicado al mundo de la construcción, para lo que me vendrían bien tus aportaciones, como la del santificado final de obra. Un abrazo.
EliminarLas voces que más comunican son precisamente las menos "profesionales"; desconfía de esas voces tan "perfectas", son las de los anunciantes. ¿Qué dirías de la voz de Juan Cruz, que le llaman a la radio y le llaman "señora"? ¿Y la de "Butanito"? Pues ya ves, son las que con más interés se escuchan, así que, seguro que a ti te compraron Madrid Río sin dudarlo.
ResponderEliminarComo quieras, pero a mí me gustaría tener la voz de Iñaki Gabilondo. Durante un tiempo consideré la posibilidad de acudir a la consulta de un foniatra, porque tenía la sensación de que hablaba muy bajo y la gente no me oía. Sin recurrir a eso aumenté poco a poco el volumen y se me quitó de la cabeza lo de ir a un especialista. Ahora ya soy demasiado viejo para cambiar de voz.
EliminarJoder, tío, la canción I'm going down es literal: el menda se está viniendo abajo y se hunde tanto que casi no se le oye. De tu presentación he visto sólo el principio y el final, cuando se te ve. El resto es un coñazo, espero que no te ofenda mi valoración. Supongo que es tu trabajo y que le puede interesar a los arquitectos. No al resto de los mortales. Tu esfuerzo con el inglés es meritorio. Quizá debas practicar contando otras cosas más divertidas, como las que cuentas en el Blog. Saludos de un ignorante urbanístico.
ResponderEliminarNo me ofende, a mí también me parece un coñazo, aunque me apasiona el urbanismo. Hablar en inglés me cuesta bastante esfuerzo. Me resulta más fácil escribir en español.
EliminarTengo un hijo de 17 años. Cuando llegan a esas edades uno nunca sabe si, como padre, ha hecho lo que tenía que hacer para formar a una persona correctamente. O si, habiéndolo hecho, el resultado es el esperado. Además ya no hay vuelta atrás. Al pasar junto a la puerta del cuarto de baño y oír que tiene puesto a J.J.Cale mientras se ducha, me digo; !Joder, tan mal no lo habré hecho!
ResponderEliminarSi escucha a J.J.Cale para ducharse, no tengas duda de que lo has hecho de puta madre. No sé lo que tú opinas (ni siquiera sé quién eres), pero yo estoy convencido de que ahora no se hace una música como la de los setenta y los ochenta. Y no es que estemos viejos y no nos enteremos, es que objetivamente no hay color entre lo de aquellos años dorados y lo de ahora. Muchos chavales con buen gusto musical, como tu hijo, saben apreciarlo. Gracias por seguir mi blog y aportar tus comentarios.
EliminarHola, soy arquitecto y me han pasado el link de tu conferencia y me parece que está de puta madre y que tú inglés es más que correcto ¡Ya me gustaría a mí! Y si no te entienden bien pues que a prendan ellos español ¡qué ostia! Lo de la voz me parece una exageración por tu parte. Lo que pasa con nuestra voz es que como nunca nos la oímos el dÍa que lo hacemos nos resulta rarísimo. A seguir bien!
ResponderEliminarGracias por tus halagos y tu entusiasmo. Distingamos. La conferencia está bien, desde luego. El proyecto es espectacular, pero, convertido en arma arrojadiza por los políticos de uno y otro lado, no ha tenido la difusión técnica que se merece. Yo tengo mucha información, me gusta contar las cosas que a mí me parecen interesantes, soy didáctico y me considero un comunicador aceptable, sobre todo en español. Sentado esto, insisto en las tres cosas de que trata este post. Uno. Algunos días estoy mejor y otros peor, y el día en que me grabaron el vídeo no fue de los mejores (para mí que soy exigente). Dos. Mi inglés me sirve para hacerme entender, pero es francamente mejorable, en todos los aspectos: vocabulario, pronunciación, acento, soltura. Tres. Ya sé que a todos les pasa lo mismo, pero creo que mi voz es bastante fea y eso si que no puedo mejorarlo.
EliminarDe todas formas, no he hecho este post para suscitar una marea de comentarios positivos, sino con el mismo objetivo que los otros del Blog: contar historias que la gente empiece a leer por la primera línea y ya no pueda parar hasta el final. Y que en algunos momentos de su lectura aparezca en su cara una sonrisa.
Un fuerte abrazo.