sábado, 9 de junio de 2018

737. Como lágrimas en la lluvia...

Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia… –dice el replicante Roy Batty, Nexus 6, ejemplar de combate, autoeficacia optima, en la escena cumbre de Blade Runner. Por eso yo escribo un blog. Para que estos momentos que estoy viviendo no se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.

El lunes 4 de junio amanecí en mi habitación del Hampton Hotel de Los Ángeles, bajé a desayunar y enseguida me fui al Metro, cargando en mi mochila uno de los dos libros gigantes de Ramón López Lucio, para regalárselo a Shannon. La línea de Metro Expo Line sale de Colorado Avenue, muy cerca del hotel Hampton. Hube de comprar una tarjeta (1$) y luego cargarla con un viaje de sólo ida (1,75$). Y me monté en la terminal, que se llama Downtown Santa Mónica, dispuesto a afrontar mi segundo día como satélite orbitando alrededor del planeta Shannon. Aquí pueden ver qué contento iba. 


En Los Ángeles hay dos medios principales de transporte público: el Metro (en superficie excepto en el centro de la ciudad) y el popular autobús conocido como el Big Blue Bus. No es un mote, sino el nombre oficial; en cada parada de Metro te anuncian que tiene conexiones con las líneas tal y tal del Big Blue Bus. Para salvar los 30 kilómetros que separan Santa Mónica del centro de Los Ángeles, hube de recorrerme la Expo Line entera, 18 estaciones, sólo la última en subterráneo. Y hacer allí un cambio a la Red Line para otras tres. Salí al solazo de mediodía y muy pronto encontré el Ayuntamiento. Cuando le mostré mi pasaporte al de seguridad de la puerta, se puso muy contento, porque dijo que él también se llama Emilio. Shannon Ryan tiene su oficina en el piso 13 de este magnífico edificio de los años 20 (1926, me dijo, cuando se lo pregunté y lo miró en Internet). Aquí tienen la foto.


Shannon está actualmente asignada a la Oficina del Alcalde de Los Ángeles. Según me explicó, la estructura administrativa de Los Ángeles es compleja. La ciudad está dividida en 15 distritos y cada uno de ellos elige a sus concejales, en función de su población. Al mismo tiempo, el Alcalde se elige en una competición paralela, como persona única sin una lista detrás, con los votos de toda la ciudad. Así que puede suceder que el Alcalde tenga que hacer difíciles equilibrios o esfuerzos de cohabitación para gobernar su gallinero. Eso supone mucho trabajo. Shannon me había avisado a primera hora, con pena, de que le habían puesto una reunión a la 1pm, con lo cual no podría bajar a tomar algo conmigo, como teníamos pensado. Y la encontré un poco disgustada por eso, pero le dije que no pasaba nada, teníamos tres horas para compartir. Yo soy consciente de lo que supone para una mujer joven y con familia el hecho de que aparezca en su vida, sin que nadie le haya llamado, un abuelo haciendo turismo, sin prisa y manejando un inglés elemental, por muy bien que le caiga. Desde Madrid, le dije que el domingo no se tenía que ocupar de mí, sólo sugerirme un programa. Pero, de haber sabido que no podría comer conmigo el lunes, tal vez me hubiera propuesto cenar juntos el domingo, y ahora le daba rabia.

Shannon comparte una oficina bastante pequeña con otras dos personas: su jefe y una compañera. Estuvimos los cuatro charlando un rato sobre nuestros respectivos trabajos y novedades. Luego pasamos a una sala de reuniones donde les puse una de mis presentaciones sobre la ciudad de Madrid, que les gustó bastante y a la que se sumaron algunos compañeros más. A continuación Shannon me acompañó a ver la Sala de Plenos y otros salones del Ayuntamiento. Y subimos al mirador que hay en la última planta accesible, que da la vuelta completa a la torre y desde el que se ve una vista magnífica. Me estuvo explicando qué edificio era cada uno y cómo son los diferentes barrios y zonas de la ciudad. Finalmente bajamos a la calle y dimos un buen paseo.

El Ayuntamiento de Los Ángeles está en un barrio íntegramente dedicado a edificios administrativos, donde están también las oficinas administrativas del Condado, el Palacio de Justicia, la Central de Policía, la sede de Los Ángeles Times, la Catedral y el Walt Disney Concert Hall, donde tiene su sede la Filarmónica. Todos estos edificios se organizan alrededor de un espacio central: el Grand Park. Pasamos junto a un enorme solar limpio y preparado como para empezar alguna obra. Le pregunté qué se iba a construir allí y con irritación me dijo que una zona verde. Cosas de los urbanistas –enfatizó. ¿Para qué queremos más zonas verdes en un área que cada día se queda vacía a las seis de la tarde? Me preguntó si tenía especial interés en ver algún edificio en concreto y entonces le hablé del Bradbury, que sabía que estaba no muy lejos.

El Bradbury Building es un edificio de oficinas de cinco plantas, construido en ladrillo y piedra arenisca en 1893. Está situado en la esquina de Broadway con la Tercera. El millonario Lewis Bradbury empleó parte de su fortuna en construirlo y, tras desechar otros proyectos, terminó por encargárselo a George Wyman, un enamorado de la escuela de Chicago, que ni siquiera tenía el título de arquitecto, era un simple delineante. El Bradbury es la seña de identidad de la ciudad de Los Ángeles y está protegido como Patrimonio Histórico Artístico desde 1971. En 1982, cuando Ridley Scott buscaba escenarios para Blade Runner, eligió este edificio, entonces a media ocupación y en un cierto declive. Sus decoradores se encargaron de subrayar el toque tétrico que requería la historia.

Es ese el lugar donde únicamente vive una persona, el ingeniero genético J.F Sebastian, que sufre el síndrome de Methusellah y que acoge a la replicante Priss, a pesar de que intuye que le traerá problemas. Y es allí también donde se desarrolla la mítica escena final, la lucha desigual entre Deckard y el replicante Roy y el discurso final de este último. El Bradbury fue restaurado años después y ahora está íntegramente ocupado, alquilado por oficinas. Se puede entrar al espacio interior y subir a la primera planta, pero no más arriba, y te ruegan que no hables alto para no molestar a los oficinistas. Aquí una selección de las fotos que hicimos en este edificio espléndido. Incluyo una de la puerta del teatro que hay enfrente, que también sale en la película.









La última es el selfie que me hice con Shannon antes de que se fuera. Al día siguiente, la colgó en el grupo de whatsapp que tenemos los del workshop de Portland con el siguiente comentario: –Mirad a quién me encontré ayer por LA. Nos despedimos allí, no sin que antes me diera una serie de indicaciones sobre por dónde seguir mi visita. Cruzando Broadway y casi enfrente del Bradbury, está el Grand Central Market, un centro similar al mercado de San Miguel de Madrid, lleno de puestos de venta de comida, que en realidad son bares donde se consume lo que se compra. Me senté en un mexicano y me comí una especie de arroz caldoso de gambas, con maíces y cuadraditos de bacon y ligeramente picante, que me sentó fenomenal. Después de comer, me di otra vuelta por el Brádbury, sin prisas.

A continuación, caminé por Broadway en dirección suroeste hasta el final, y regresé por Spring. En ambas calles hice muchísimas fotos de los edificios de oficinas art-deco, victorianos y de la época de esplendor de los veinte. Tras dejar atrás el Ayuntamiento, crucé sobre una autovía que va semienterrada, para visitar El Pueblo, lo que queda del primer caserío mexicano de la ciudad, que se organiza en torno a un parquecito lleno de mexicanos bailando carnavalitos. Queda una iglesia de colonización, que estaba cerrada y la estación de tren y Metro de Union Station, que es preciosa. Después crucé de vuelta la autopista para visitar el Little Tokyo, el pequeño barrio de los japoneses en Los Ángeles. Entré en una heladería a tomarme un helado de té verde, de los llamados Matcha, que están buenísimos. Y desde allí caminé hasta el Metro para desandar los 30 kilómetros a Santa Monica.

Descansé un rato en el hotel, tiempo que aproveché para intentar hacer el checking on line de mi vuelo a San Francisco del día siguiente. Pero era imposible. Y en medio de la refriega, me saltó un aviso a los ojos: el vuelo de Alaska Airlines nº 1925 está cancelado. Es algo que es habitual. No reason to get excited. Estas compañías pequeñas, si no tienen suficientes pasajeros como para que les merezca la pena hacer un vuelo, lo cancelan y mandan a la gente a otro. Bajé a hablar con la chica de la recepción y me confirmó que no debía haber problema. Ella me aconsejaba ir al aeropuerto a la hora habitual, como si no supiera nada y hablar con los de la compañía. También hice otra gestión con ella. Reservar una habitación en el hotel para la noche del 16. Mi avión de vuelta a Madrid sale pronto el día 17 y no quiero hacerle a Diego darse un madrugón para llevarme al aeropuerto.

Tras esas gestiones salí al exterior y me acerqué hasta el Ocean Waterfront, en donde empecé a caminar al azar, en dirección sur, en busca de un lugar para cenar. Lo encontré rápido, un antro de chicanos con música estupenda y ambiente romántico, que se llama Chez J. Allí me obsequié con un salmón al pesto de buen tamaño y la consabida cerveza IPA de presión. Y volví a dormir fenomenal, en mi cuarto fastuoso del Hampton. Continuará.

2 comentarios:

  1. Tu fijación con Blade Runner está fuera de toda duda. Pero hay otras películas que transcurren en Los Ángeles, como Chinatown, LA Confidential o El gran Lebowsky. Tal vez sea interesante ver sus escenarios

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  2. Hay miles de escenarios de cine por aquí. También en Carmel puede uno ver la iglesia donde se rodó la escena más conocida de Vértigo. Te diré que, en relación con El Gran Lewobsky, me interesé por visitar la bolera en la que transcurren algunas de las escenas. Lamentablemente fue demolida en 2003. A cambio te diré que recorrí el paseo marítimo de Venice, donde se rodaron otras.

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