domingo, 29 de noviembre de 2020

999. Nine-nine-nine

Aquí me tienen, a las puertas del post #1.000, un logro que nunca pensé que alcanzaría. Me dicen los gestores de la página blogger.com que no va a pasar nada con esa cifra. Es que les pregunté, porque me temía algo parecido al efecto 2.000, que luego se quedó en agua de borrajas, pero que llenó miles de páginas de los periódicos con predicciones alarmistas. En este caso sería un efecto 1.000, no sé, por ejemplo que la página no admitiera una numeración con más de tres dígitos y se bloqueara de alguna manera. Me aseguran que no va a pasar nada de eso, yo tengo que creérmelo y de todas formas falta poco para saber qué sucede finalmente. Igual que hice con otras cifras mágicas, como el #500 que centré en unos fragmentos del Quijote, para el post #1.000 tenía preparada una idea, pero me ha pillado el toro y no va a poder ser de momento, así que ya les adelanto que mi siguiente texto será uno más de la serie, sin una relevancia especial en consonancia con la efeméride.

Lo que se me había ocurrido era contar la historia de mi padre y cómo vivió el traumático trance de la Guerra Civil. Y cómo eso influyó en toda nuestra familia, incluso en nuestra personalidad. Tengo un relato elaborado en mi cabeza, que no estoy seguro que sea rigurosamente cierto, ya saben que tengo una cierta tendencia a fabular, pero para mí esa es la verdad y ya saben lo que decía al respecto el gran Truman Capote cuando le preguntaban si lo que narraba en A sangre fría era cierto: hay que saber diferenciar entre la verdad y la narración estricta de los hechos. Yo tengo mi relato, encajaría perfectamente en los parámetros de este blog y hasta tenía pensado el título: La guerra del doctor Ortega. El problema es que este no es un texto que yo pueda escribir poniéndome un rato en el teclado, darle una somera corrección de estilo y publicarlo en apenas tres horas, como hago con la mayoría de mis posts.

Este es un asunto que yo debo escribir con mucho cuidado, dejarlo reposar como ciertos guisos, repasarlo, corregirlo y darle cuarenta vueltas hasta que quede a mi gusto. Y, sólo entonces, pasárselo a mis hermanos mayores, para que lo lean, me digan en primer lugar si les gusta o si encuentran algo erróneo o inadecuado y, en segundo término, si me dan permiso para subirlo a una página pública en la que puede entrar cualquiera. Mis hermanos están cerca de cumplir 86 y 78 años respectivamente, no tienen la agilidad y velocidad como para hacer de forma instantánea lo que les voy a pedir, y necesitarán un tiempo. Total, que se me ha echado el plazo encima y ya supe hace tiempo que no llegaría al #1.000 con el texto listo. Mi querido hermano Viti, que se nos fue hace ya cerca de siete años y a quien recuerdo prácticamente todos los días, no me hubiera puesto ninguna pega, era un seguidor incondicional de este blog y sé que hasta le hubiera hecho ilusión.

Los dos hermanos que me quedan, creo que disfrutarán de mi texto cuando lo escriba, incluso tal vez encuentren algún dato que no conocieran previamente, pero entra dentro de lo posible que no les parezca bien que todo eso se publique y están en su derecho de vetarme. Pero, volviendo a lo práctico, les repito que el plazo se me ha echado encima y este será, pues, un proyecto para más adelante. A modo de excusa, he de decir que llevo una temporada muy ocupado, con temas de tipo personal de los que no se cuentan en el blog, y otros que sí puedo contar, lo que pasa es que no me gusta utilizar este foro para quejarme de mis problemas, ya saben: al blog se viene llorado. Mañana lunes tendremos la primera sesión del Jurado del concurso El Bosque Metropolitano. Serán cinco sesiones, una por sector y las tres primeras en la semana entrante. Es un tema difícil y delicado, cuya preparación nos ha llevado mucho tiempo y yo tendré un protagonismo especial en la tercera sesión que será este viernes.

Además, pasado mañana martes tengo cita previa en una sucursal de la Agencia Tributaria, para llevar una serie de facturas y documentos que me pide Hacienda, cuyos sabuesos no han encontrado mejor entretenimiento que buscarme las cosquillas en mi última declaración, en vez de perseguir a la panda de ricachones que se llevan el dinero a las Islas Caimán. Si les ha sucedido alguna vez, sabrán todo el trabajo que lleva encontrar y organizar esas facturas, que se empeñan en no aparecer por ninguna parte. Basta que necesites un papel para que no aparezca. Y, si tienes que pedir un duplicado, a menudo te encuentras con el típico burócrata renuente, que te mira mal por haber perdido el original y te deja claro que no tiene por qué emitirte un duplicado y que, si todo el mundo hiciera como tú, esto sería un cachondeo y patatín y patatán.

Encima, he estado prácticamente un mes sin WiFi, por una avería de la red ADSL de Orange, lo que me ha llevado a una guerra larga con la compañía, que ha estado pasando de mí hasta que les amenacé con volver de nuevo a Movistar. Y todo eso sin entrar en los temas que no se cuentan en el blog. El caso es que estamos ya en el post #999, o nine-nine-nine. Tengo pendiente celebrar la derrota de Trump, cuando sea segura, cantándole el nah-nah-nah de Sheryl Crow. Pero de momento me contentaré con traerles esta tonada del gran Tim Armstrong, que recuerda al fabuloso verano del 69. ¿Quién de ustedes no ha tenido un verano como ese? Yo tenía 18 añitos y había entrado ya en la Escuela de Arquitectura. Les pongo un vídeo con la letra, para que practiquen inglés. Escúchenlo y seguimos.


En fin, que yo estoy fascinado con Samantha Fish, Larkin Poe, Tab Benoit y otros, pero no me olvido de mis referencias musicales básicas y Tim Armstrong, el líder del grupo de punk Rancid que ahora hace esta especie de ska-punk, es una de ellas. La letra es fabulosa: en tres minutos cuenta cómo se compró su primera guitarra, como fardaba por ahí con ella, y como la chica le coge la mano y entonces él sabe que es ahora o nunca. Eso sí, de follar nada. Pero el tiene su guitarra y seguirá adelante en pos de un sueño. La vida misma. Los sueños mueven nuestra vida, quien no tiene un sueño, un afán, un anhelo, es como si estuviera ya muerto. Y, cuánto más difícil y más disparatado sea ese anhelo, mayor placer produce conseguirlo. Dice Eduardo Galeano que el derecho a soñar no está incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero nadie nos lo puede quitar.

Maradona encarnó los sueños de la ciudad de Nápoles, unos sueños imposibles, pero que se hicieron finalmente realidad, en forma de dos ligas y una Copa de la UEFA. Cuando visité la ciudad en 2017, ya percibí en las calles el aura de este señor y dediqué al tema la primera mitad del Post #685; la otra mitad estaba dedicada al Benevento, un equipo de fútbol de una pequeña ciudad cercana a Nápoles, que por entonces perdía todos sus partidos, algo nunca sucedido en ninguna liga europea. El Benevento, descendió ese año, estuvo dos temporadas en Segunda y luego volvió a subir. En la temporada actual está consiguiendo mantenerse decorosamente por la mitad de la tabla. Sobre la importancia de Maradona en Nápoles, les recomiendo que lean el artículo del gran Roberto Saviano, el escritor napolitano que ha de vivir con escolta permanente, desde que publicó su novela Gomorra, en la que desvela las interioridades de la Camorra. Para leerlo han de pinchar AQUÍ. Abajo, una imagen de los tiempos felices de Maradona en Nápoles.

Como si no hubiera sido suficientemente negro este año bisiesto de 2020, encima se muere Maradona. Para nadie ha sido una sorpresa. El Pelusa se llevaba muriendo un largo tiempo, años incluso. En este foro trajimos no hace mucho un vídeo corto con un bailecito suyo en el que acababa bajándose los pantalones y mostrando el culo a la cámara. Como suele decirse, nos hizo a todos un calvo. Era una muestra más de su decadencia física y mental. En el vídeo no se le veía especialmente feliz y se dice que en estos últimos tiempos estaba deprimido y desganado del mundo. Lo terrible es que, con tanta mierda de redes sociales y sistemas de comunicación global, la gente asiste impertérrita al espectáculo degradante y patético de contemplar en directo cómo se autodestruye una persona, sin mover un dedo para ayudarle. Cierto que no es sencillo ayudar a alguien con ese tipo de patología psíquica degenerativa. Pero, al menos, no lo exhiban como a un chimpancé de feria.

Exactamente lo mismo sucedió con la gran Amy Winehouse, otra persona genial inmersa en una espiral autodestructiva en directo, sin que nadie intentara ayudarla. Tal vez lo perverso está en la mera existencia de esas mal llamadas redes sociales, un arma peligrosa en manos de garrulos, ignorantes y gentes predispuestas a creerse una realidad paralela, sin capacidad para filtrar y procesar la avalancha de información que les llega. Ese es el caldo de cultivo perfecto para la manipulación. ¿Se creen que exagero? Miren, yo no soy especialmente paranoico, es más no me resulta incómoda la sensación de estar permanente vigilado, de que se sepa todo lo que me sucede y todo lo que pienso. Por eso este blog: si yo lo canto todo a los cuatro vientos sin pudor alguno, ya no tienen que molestarse en vigilarme ni yo preocuparme por ello.

Por ejemplo. Viajé a Chicago, como recuerdan, hace ya más de dos años, cómo pasa el tiempo. La organización C40 me pidió que me sacara yo el billete, que luego ellos me lo reembolsaban. Así que me saqué un billete de ida y vuelta a Chicago desde mi ordenador personal. Pues, desde ese día, me estuvieron entrando propagandas de vuelos, hoteles y hasta restaurantes de Chicago, durante al menos seis meses. Todos los días. Esto es algo que decide un algoritmo, y los algoritmos, por definición, son tontos y no pueden entender que yo no voy a volver a Chicago, que tal vez nunca visite de nuevo esa ciudad maravillosa.

Otra. Yo padezco de insomnio. Me acuesto, me quedo frito, pero me despierto a las cinco horas. A veces me duermo otra vez, a veces ya no y me pongo a leer o a cotillear en el ordenador. Pues hace un tiempo que me ha empezado a entrar propaganda de somníferos programados para operar en dos fases: melatonina y valeriana para el primer sueño y pasiflora y amapola de California para retomarlo después de despertarme a media noche (por cierto, eso de la amapola de California tiene bastante gracia: imagino que será de la familia de la amapola de Afganistán, de la que se extraen esa serie de somníferos acreditados y poderosos que tienen ustedes en la cabeza). Yo no he buscado en el ordenador propaganda sobre medicinas para dormir. Pero el Gran Hermano, que es, como si dijéramos, el Algoritmo en Jefe, ha detectado por mis horas de uso del ordenador, que tengo problemas de sueño.

¿Voy yo por eso a ponerme histérico, paranoico o nervioso? Pues no, desde luego. Incluso, he hecho una comparativa con los productos que me ofrecían y me he bajado a la farmacia a comprarme uno que me da más confianza que el que ya usaba. Es que la publicidad es un mundo que merece todo mi respeto, sobre todo desde que vi la serie completa Mad Men, que explica cómo surge ese sector de negocio tan peculiar. El año pasado presumí de hacer gasto cero en el Black Friday y en el Ciber Monday, pero este año he aprovechado para comprarme unas zapatillas Nike Epic React Flyknit, iguales que las que tenía, que me van muy bien pero están bastante destrozadas, con el trote que les doy. Me las compré por Amazon el Black Friday y me las trajeron el mismo Black Sabbath. De la misma forma, yo les tengo a ustedes vigilados, queridos lectores, y he constatado que mi post sobre la basura no ha recibido muchas visitas. Comprendo que se trata de un asunto bastante maloliente, pero les recomiendo volver sobre sus pasos y echarle un ojo. Cuidado, les vigila el comisario Vidalejo.


A mí no me importa que me vigilen. Lo que no me gusta de las redes sociales es que te encapsulen en una burbuja ideológica y ya sólo te manden información sesgada para realimentar esa tendencia que presumen instalada en tu cabeza. Esto sucede con la izquierda y con la derecha. Y las manipulaciones son palmarias. Ya les traje una conferencia TED en la que una periodista demostraba fehacientemente que el Brexit era el resultado de una de esas manipulaciones. Si usted, querido lector, lee un día una información sesgada a la derecha (o a la izquierda), el algoritmo padre le empezará a bombardear con mensajes de ese tenor. El fenómeno Trump tiene que ver con eso. Cuando Obama llegó a la presidencia, se organizó una campaña en su contra en las redes, que difundía toda clase de confidencias falsas, inventadas. Y lo malo es que los garrulos yanquis se las creyeron.

Yo entré por casualidad en una de estas páginas, buscando información sobre el cantante de country Ray Stevens, que me gustaba y me sigue gustando a pesar de que he averiguado que es un facha irrecuperable. Buscando entre las páginas que seguía este señor, encontré una que decía tener pruebas de que Obama y su señora eran ambos bisexuales y organizaban orgías en la Casa Blanca, en las que se follaban los dos a sus hijas y a sus empleados más cercanos, festejos a los que solían incorporar a unos cuantos grandes chimpancés de los zoológicos vecinos, ya que, como ellos eran medio monos, era esto lo que más placer les proporcionaba. Les juro que eso lo he leído yo y estoy seguro de que muchos americanos creyeron que era cierto. De hecho, en las elecciones al Congreso de mitad de legislatura, los demócratas perdieron la mayoría que tenían.

La gente es capaz de creerse cosas inverosímiles y construir con ellas un universo paralelo, realimentado continuamente con los mensajes que ya te envían todo el tiempo y todo ello favorecido por el aislamiento de las personas en el mundo moderno, exacerbado ahora por el covid-19. Por ejemplo, el propio Trump está convencido de que ha ganado las elecciones y de que ha sido víctima de un gigantesco fraude, a pesar de que sus abogados se estrellan una vez y otra con la realidad (el problema es que nadie se atreve a decirle la verdad de lo que está pasando). Los catalanes se llegaron a creer que tenían la independencia al alcance de la mano. Y, sin ánimo de comparar, es lo mismo que le sucedió a la madre de Asunta, la niña china a la que asesinaron sus padres adoptivos hace ya más de siete años en Santiago de Compostela. La madre, Rosario Porto, se suicidó hace unos días en la cárcel y ya no sabremos nunca por qué la mataron. Vean que monada de niña era. Cómo se puede ser tan mal nacido como para matar a una criatura como esta, a la que has criado desde pequeñita.  


Yo le dediqué a este caso un doble post, que titulé El asunto Asunta, en el que simplemente me limité a traducir un reportaje de investigación de un periodista de The Guardian que me pareció muy bueno. Desconocía, cuando publiqué ese doble post, que estaba a punto de romperme un brazo. Es difícil entender los motivos por los que dos personas, que forman una pareja rota, pueden planear algo tan terrible, y luego mantener su versión irreal y no confesar su autoría, al menos uno de ellos. La Guardia Civil sostiene que Rosario estuvo dos veces a un tris de derrumbarse y hablar, pero le pudo la presión mental de su exmarido, al que todos señalan como cerebro e inductor del crimen. Alimenta esta teoría la conversación que tuvieron ambos recién detenidos, cuando los metieron en celdas contiguas, llenas de micrófonos. Ella le dijo en tono de recriminación: ¿ves a donde nos has llevado con tus fantasías? momento en que él chistó para mandarla callar.

Rosario Porto se construyó un mundo paralelo al real. Mientras estaba reformando la habitación de Asunta para adaptarla a su nueva realidad de adolescente y gestionaba matricularla para hacer el curso siguiente en Gran Bretaña, estaba ya comprando cantidades grandes de Orfidal para dormirla y cargársela cómodamente. Desde que fueron detenidos, ambos sostuvieron, contra todas las evidencias, que Asunta era la persona que más querían y que no descansarían hasta encontrar a los verdaderos culpables. ¿Tuvo Rosario Porto un flash de lucidez que le hizo comprender al fin la realidad y por eso se suicidó? Nunca lo sabremos. Es un crimen muy extraño, realmente yo no concibo cuál pudo ser el móvil verdadero. Y hay un cabo suelto tremendo: Rosario tenía un amante, un hombre de negocios compostelano, que estaba casado. ¿Por qué no se ha sabido nunca la identidad de este señor, cuando se sacaron a la luz hasta los mínimos detalles de este caso? ¿Quién es ese poderoso señor X al que la sociedad protege de forma tan hermética?

Es un caso criminal único. Normalmente, en estos casos acaba apareciendo siempre un vínculo sentimental o económico. Se mata por celos, por despecho, por envidia. O por cuestiones de poder o predominancia. Y también, por supuesto, a cambio de treinta monedas de plata. Esto es lo que canta el bueno de Tim Armstrong en otra de sus canciones. Si no saben lo que es el ska-punk, aquí tienen un ejemplo perfecto. Además con imágenes de un par de bailones, por si quieren ustedes imitarlos. La música de este señor es siempre optimista y energética. Estupenda para el trance colectivo que estamos pasando. Hay señales de que ya vamos saliendo del túnel. Tengan confianza, ya saben lo que dicen en mi tierra: nunca choveu que non escampara. Sean felices. O al menos inténtenlo.


2 comentarios:

  1. En el asunto de Asunta siempre me ha llamado la atención otro cabo suelto distinto al que señalas y sobre el que nadie ha explicado nada. Se trata de una mancha de semen en una camisa de la niña y perteneciente, según creo y se publicó al principio,a un individuo que jamás había estado en Santiago. ¿Quién colocó allí esa muestra de semen?.¿A quién se pidieron explicaciones y porqué no se buscaron responsables de ello?.
    Felicidades por tus 1000 primeros post en el blog, quedamos a la espera del que anuncias conmemorativo y de otros mil más, por lo menos.
    Si duermes cinco horas seguidas y, algunas veces, te vuelves a dormir pues felicidades también.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias amigo, por tu felicitación y buenos deseos. Lo del "hombre del semen" creía que se había aclarado, fue un simple fallo de los del laboratorio, que no limpiaron adecuadamente las tijeras con las que cortaron los tejidos de ambos casos. El del semen acreditó documentalmente y con los archivos de su móvil que no había salido de Madrid en las fechas del crimen.
      En fin, duermo unas cinco horas, pero luego no estoy cansado por el día. Me va muy bien el café (uno, o dos como máximo) por las mañanas y, en caso de apuro, un té de ginseng rojo coreano; todavía conservo caja y media de sobrecitos traídos directamente de Corea del Sur. Suelo tomarme uno el día que tengo que hablar en público o estar especialmente espabilado.
      Un abrazo fuerte.

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