miércoles, 25 de noviembre de 2020

998. La basura

¿Cómo dicen? ¿Manden? ¿Que si voy a hablar de Trump, Bolsonaro, Putin, Erdogan, Maduro? No, no. El título de este post es literal, además definido por un artículo determinado: la basura. No una basura o un tipo concreto de basura especificado en un calificativo posterior. Hablamos de la basura, la que generamos entre todos, ese lixiviado conceptual de la civilización, que el ser humano produce en cantidades estratosféricas. Por cierto, cuando yo estudiaba gramática y me pedían hacer un análisis sintáctico, los vocablos el, la, los, las, se caracterizaban como artículo determinado. Sin más apellidos. En cambio, cuando mis hijos eran pequeños y me tocó ayudarles en tareas similares, ellos debían decir: determinante artículo determinado. Menuda memez. Algún sabio de la semiótica había tenido la ocurrencia de agrupar los artículos determinados con otra serie de figuras sintácticas, bajo un paraguas conceptual común, y no había encontrado mejor nombre para esta categoría global que el de determinante, sin caer en la cuenta de la coincidencia fonética, que lleva el nuevo concepto a los límites de la tautología o perogrullada, cuando no directamente del oxímoron: determinante artículo indeterminado.

Todo esto es un poco abstracto, pero sencillo, no creo que hayan tenido dificultad en seguirme. Pero vayamos al grano. La basura. Ustedes, queridos lectores, bajan cada día su bolsa de basura bien cerradita al contenedor del portal o de la acera, y luego se desentienden del tema y vuelven a su casa impoluta con la sensación de haber cumplido su deber como ciudadanos. Pero eso mismo hacen miles de sus convecinos, cerca de seis millones en Madrid. Y todo eso hay que gestionarlo: transportarlo, tratarlo, clasificarlo, reciclar lo que se pueda. Cada año, el ser humano produce nada menos que 2.100 millones de toneladas de basura. Se podrían llenar con eso 800.000 piscinas olímpicas. Es un dato que aparece en un artículo de la BBC de 2009, un poco anticuado ya, pero con plena vigencia, que pueden consultar AQUÍ. También dice el artículo que los Estados Unidos son el país que más basura genera y que menos recicla en porcentaje. Vamos con unas imágenes.



Como ven, hay gente que trabaja entre la basura, recuperando objetos que piensan que pueden reutilizar. También hay diversos pájaros y zancudas que viven de alimentarse de lo que pillan en estas montañas de porquería. Las gaviotas, animales fundamentalmente marinos (en inglés se les llama seagulls), han dejado de alimentarse del pescado y se dedican ahora a comer mierda, literalmente. Por eso hay gaviotas en Madrid. Aquí no hay playa, vaya-vaya, pero hay decenas de miles de gaviotas. Han ido subiendo de vertedero en vertedero, a lo largo de las ciudades bañadas por el Tajo, hasta instalarse en el de Madrid, llamado Valdemingómez, y también bautizado certeramente como Vaciamadrid. Unas pocas imágenes más sobre el trajín humano y animal en los vertederos del mundo.




Cuando formaba parte del equipo que revisó el Plan General de Madrid, entre 1992 y 1997, tuve la ocasión de visitar el complejo de vertederos de Valdemingómez. Imagino que desde entonces habrán mejorado muchas cosas, de hecho hay ahora una planta que produce biogás, de gran utilidad industrial, que entonces no existía. Pero hay procedimientos y rutinas que imagino que siguen igual, o parecido. Por un lado llegan al complejo los objetos voluminosos, como colchones, los animales muertos, o los residuos hospitalarios o tóxicos, que tienen su recogida independiente. Pero la basura domiciliaria, en sus bolsas bien cerradas, llega en los camiones, que levantan mecánicamente la caja y dejan caer su carga en unas grandes bandejas. Allí, por procedimientos mecánicos, las bolsas son dirigidas hacia una especie de troneras por donde entran ya de una en una, montadas en una cinta transportadora.

Las bolsas, como buñuelos en una fábrica de dulces, enfilan un primer pasillo, donde desde el techo caen una especie de pinzas metálicas poderosas, cuyo objeto es deshacer cada uno de los envoltorios y convertir el cortejo en un pequeño río de desperdicios. En el siguiente espacio, el techo es un imán potentísimo, que atrae todos los objetos metálicos, que vuelan y se quedan pegados arriba, para salir por otra tronera. Lo siguiente que se extrae son los plásticos y otros objetos destacados. Y esto se hace manualmente. Hay por allí unos tipos encargados de tareas específicas. Uno coge los envases plásticos y los aparta a un montón. Otro los tetrabricks. Otro los cristales. Todo lo que no sea orgánico. En el lugar hay un estruendo espantoso y una peste inenarrable. De modo que para este trabajo tienen preferencia de contratación lo que podemos llamar minusválidos sensoriales: sordos y gente sin olfato. Los suministra la ONCE, que controla todas las minusvalías y tiene un acuerdo con la planta.

Todo lo que no se recicla, se saca al exterior y se va depositando en tongadas, en los vertederos del entorno. Allí, por un fenómeno natural, la basura orgánica suele echar a arder casi sin llamas, pero alcanzando unas temperaturas de mil grados. Cuando ese fuego se apaga, el residuo está completamente libre de gérmenes y hace un compost de muy buena calidad. A los visitantes les suelen dar unos paquetitos de regalo, para sus tiestos, y les aseguro que es buenísimo. El problema es que nadie lo quiere comprar, porque en la Comunidad de Madrid apenas hay cultivos, y los agricultores de las dos Castillas no lo quieren ni regalado, porque han de pagar el transporte en camiones y ya no les compensa. Por otro lado, los vertederos tienen una vida útil establecida por ley, de acuerdo con principios científicos. Después de esa vida útil, hay que sellarlos y cubrirlos con tierra fértil. Así se crean parques fabulosos, yo recuerdo el vertedero que había bajo el actual parque Tierno Galván, lleno de residuos industriales y contaminado hasta el extremo de que la tierra estaba verde y azul por zonas.

Dentro de este desmadre universal, parece claro que una práctica que ayuda es la división de la basura en origen. Yo, por ejemplo, separo los plásticos, latas y tetrabricks en una bolsa, que llevo al contenedor amarillo. Lo mismo hago con el papel y el vidrio. He de hacerlo yo, porque si lo saco al portal, el portero lo echa todo junto al cubo de la basura normal. Sostiene que eso del reciclaje es un camelo, que los camiones que recogen los cubos amarillos, los vidrios y los papeles lo echan todo al mismo sitio. La ignorancia es lo que tiene. En muchos barrios de Madrid hay un quinto contenedor, de color marrón, para separar la basura orgánica del resto. En el distrito centro, donde yo vivo, ya nos anunciaron que venían los contenedores marrones, mediante un correo postal con una carta, unas instrucciones de uso y un imán para la nevera. De eso hace unos dos meses. Y todavía no tenemos los cubos. Seamos indulgentes con el alcalde Almeidinha, que hace lo que puede en plena pandemia. Ya llegarán.

Pero hemos seguido el rastro de la basura orgánica en Valdemingómez. ¿Y qué pasa con los plásticos que diligentes empleados sordos o anósmicos, provistos de guantes quirúrgicos, separan del río de basura? Pues es un problema gordo. Estas balas de plástico comprimidas, se solían recoger y transportar en camiones y barcos a países depauperados, generalmente de Asia, que cobraban un dinero por quedarse la mierda plástica, dinero que normalmente acaparaban las élites corruptas locales, en vez de usarlo para hacer más escuelas (es un decir). La mayoría de esa basura se mandaba a China. Pero el gigante asiático está en el proceso de sacar a millones de sus habitantes de la pobreza, con su sistema de capitalismo de estado y partido único. Y, en ese salto cualitativo, ya no quiere la basura de nadie. Así que anunciaron que ya no aceptarían más cargamentos de plástico. La amenaza se hizo efectiva a comienzos de 2017. Y, como Humanidad, tenemos un problema grave con eso. Les recomiendo que lean un interesante artículo al respecto, del pasado agosto, pinchando AQUÍ.

Impresionante artículo e impresionantes fotos. Como ven, este tema de la recogida de basura se presta a la intervención de bandas mafiosas. Hay un sector del mundo del delito dedicado al transporte ilegal de basuras (no hemos hablado nada de los residuos de obra, que darían para un post específico). Y también dedicado a la recogida de basuras urbanas. Recordarán ustedes que, en Nápoles, dicha recogida está en manos de la Camorra, que la maneja a su antojo. Quiero decir presuntamente, que no querría tener que ir a partir de ahora con escolta, como el escritor Roberto Saviano. Y es un problema que no tienen en absoluto bien resuelto, como se ve por la porquería que hay en sus calles y por el hecho de que se llame a la ciudad el vertedero de Italia.

Ya les he dicho que, desde que estamos confinados o semiconfinados (y casi confitados), veo series de TV muchas noches y empecé por tragarme entera Los Soprano, que todo el mundo dice que es la mejor (junto con The Wire, que ya había visto). Pues los Soprano son una familia de gangsters de New Jersey que, además de ocuparse de la droga, la extorsión a comerciantes y otros negocios ilegales, controla la recogida de basuras de la ciudad. Recuerdo un episodio en el que a un tendero que se ha retrasado con los pagos de la mordida, le llegan con un camión de basura y se lo descargan a la puerta del negocio. La recogida de la basura urbana es asunto delicado; quizá recuerden el pulso que le echaron a la señora Botella, a la sazón alcaldesa de Madrid, los trabajadores de las empresas que controlan el negocio. Trece días de huelga en noviembre de 2013 (se contó en el blog). Yo recuerdo las ratas corriendo libremente a la luz del día por la calle Atocha, de guateque permanente. Vean unas imágenes de ciudades europeas en huelga de basuras. Arriba Marsella, abajo París.


¿Por qué hicieron huelga esos trabajadores? Pues en protesta por el nuevo modelo de contrato que implantó el Ayuntamiento en tiempos de Mrs. Bottle. El asunto de la recogida de basuras es muy sensible, una huelga es una cosa terrible para una ciudad y no es tema para que lo toque alguien que no sabe. Y no me estoy refiriendo a la alcaldesa. Siempre que se perpetra una medida impresentable, hay detrás un personajillo capaz de firmar el asunto. Recuerdo que en una ocasión, haciendo inspección de cómo estaban las parcelas de equipamiento previstas en el Plan General de 1985, encontramos una parcela destinada a uso deportivo (donde por tanto debería haber un polideportivo de barrio), convertida en un centro comercial (no les voy a decir el nombre). Hicimos una investigación y averiguamos que la licencia la había dado la Junta de Distrito correspondiente, y la había firmado un arquitecto interino que había estado en ese puesto sólo dos meses y ya no estaba en el Ayuntamiento. Seguro que le pagaron bien el favor.

En Madrid, las basuras y el cuidado de parques habían estado tradicionalmente en manos de varias empresas grandes: FCC, Dragados y Sacyr-Vallehermoso. Se iban turnando, unas veces ganaba una un concurso, al siguiente la otra. Madrid estaba dividida en muchos sectores y las tres grandes empresas y sus filiales controlaban cada una un ramillete de sectores. Entonces llegaron las vacas flacas por el despilfarro de Gallardón. Había que ahorrar como fuera. Y el lobby de las grandes empresas propuso un cambio de sistema: agrupar los sectores en seis grandes paquetes, eliminar las cláusulas que obligaban a tener un mínimo de trabajadores y sustituirlas por un control de resultados. En caso de que la limpieza de la ciudad no estuviera a gusto del Ayuntamiento de acuerdo a un sistema de indicadores, se estipulaban una serie de multas económicas. Pero a estas grandes empresas se la bufa pagar esas multas, es calderilla para ellas.

Pero lo peor de todo es que el Ayuntamiento firmó con estas empresas unos contratos blindados por ocho años, como los que suscriben los entrenadores de los equipos de fútbol. Los contratos se firmaron en agosto de 2013. Y es imposible rescindirlos sin un gasto que la ciudad no se puede permitir, hasta final de julio de 2021. Desde que se estableció el nuevo modelo, la ciudad empezó a estar sucísima. Y la huelga de 13 días fue en noviembre de ese año. Una huelga contra los despidos masivos que proponían las empresas a partir de los nuevos contratos. Al final, la cosa quedó en empate. No hubo despidos, a cambio de una congelación salarial de 5 años y otras rebajas sustanciales para los currantes. Pero la limpieza de la ciudad ya no remontó.

¿Y quién era el portento que aceptó ese acuerdo funesto desde el lado municipal. Ya les he dicho que investigando en estos temas siempre encuentras a un personajillo que da el paso en falso. Cuando escribí mi Pavana para una alcaldesa cesante, panegírico en dos posts en honor de la señora Botella, ya desvelé uno de los hándicaps que esta mujer no pudo superar. Ella iba en una lista encabezada por Gallardón. Cuando éste hizo mutis por el foro, con él se fueron los primeros espadas de la lista, como Manuel Cobo y Juan Bravo. A los segundones les tocó la desgracia del Madrid Arena y tuvieron que dimitir. Los concejales que la alcaldesa nombró directamente sin estar en la lista (como hacía Gallardón, recuerden a Alicia Moreno), fueron anulados por una sentencia judicial que dictaminó que era una práctica ilegal. Así que esta señora acabó gobernando con los últimos de la lista electoral, esa purrela con la que se rellenan las listas en los puestos que nunca van a alcanzar un asiento, esa ensalada de asesores de tercera, carromerillos y petimetres diversos.

Entre estos de la purrela, estaba el que terminó siendo concejal de Medio Ambiente y firmó el contrato maldito. Se llamaba Diego Sanjuanbenito, pero yo le puse el mote de Juan Sambenito. No sé si es muy prudente que desvele este nombre pero, a poco más de dos meses de convertirme en un jubilado, poco me pueden hacer ya, aparte del hecho cierto de que este blog lo leen entre 40 y 50 personas, como mucho. Cuando mi querida África trabajaba conmigo, siempre le pedía consejo antes de publicar un post con revelaciones como esta. Pero ya no la tengo al lado y este es otro tema en el que la echo mucho de menos. En cualquier caso, lo que cuento es cierto, no sería muy difícil de comprobar (si hubiera una prensa de investigación como Dios manda) y finalmente creo que es bueno que los ciudadanos sepan estas cosas. 

Juan Sambenito, no hizo esto porque fuera tonto (tampoco lo era el arquitecto de la Junta citada más arriba). Lo que hizo fue una inversión en la bolsa de favores, tal como la definió Tom Wolfe en La Hoguera de las Vanidades. La gente tiende a pensar que, detrás de un movimiento como este hay una corruptela y un pago en dinero. Normalmente eso no sucede y, desde luego, no creo que sea el caso. Pero Juan Sambenito recibió compensación: fue incluido en la lista del PP a la Comunidad y pudo vegetar durante un tiempo como parlamentario raso. Luego lo han ido nombrando sucesivamente delegado de Medio Ambiente, Sanidad y no sé cuántas cosas más. Una carrera política iniciada a partir de la firma de estos contratos de la vergüenza, que ahorraron al Ayuntamiento cerca de 300 millones de euros, a cambio de un daño incalculable al confort de los ciudadanos y a la imagen de la ciudad.

Cuando llegó la señora Carmena, tuve ocasión de vivir en primera persona las consecuencias de esta guerra. Apenas transcurrido un mes de su victoria tuvo lugar el Día del Orgullo Gay, la primera gran fiesta para el equipo de gobierno municipal entrante. Se decidió que ese año la cabalgata empezara en Atocha y marchara por el Paseo del Prado hasta Cibeles. Eso quiere decir que mi calle, que es paralela al Paseo del Prado, fue el lugar elegido por los gays más gorrinos de la marcha para mear, cagar y vomitar, entre otras actividades reprobables. Las cagadas y las vomitonas estuvieron unos quince días sin limpiar, daba asco salir a la calle. Las empresas concesionarias asomaban la patita: ojo, que como se os ocurra tocarnos un pelo, ya veis lo que nos importa dejar las calles hechas un estercolero.

Durante toda la legislatura de Carmena, las calles siguieron muy sucias. Ella nombró para el cargo a Inés Sabanés, la única del equipo que tenía experiencia. Pero esta señora no pudo hacer nada, aunque lo intentó por todos los medios. Y ahora, Madrid sigue muy sucio, a pesar de que sale mucha menos gente a la calle por la pandemia. El alcalde Almeidinha suspira por que llegue julio de 2021 y pueda por fin dar por finiquitados esos contratos, que son prorrogables, pero que el Ayuntamiento no tiene en principio intención de prolongar. El servicio seguirá siendo concesionado, pero es de esperar que los actuales responsables municipales de Medio Ambiente hayan aprendido la lección y puedan imponer unas cláusulas más favorables al interés general. Todo sea por tener a Madrid bien limpio y bien curioso. Cuídense.

4 comentarios:

  1. Emilio, nihil obstat, puedes mencionar al señor Sanjuanbenito y a quien te dé la gana. A estas alturas, te has ganado la libertad de hablar sin mascarilla. Aunque te lean todos los putinos de don Vladimir, te podrás pasear sin miedo por las calles de San Petersburgo nuevamente, cuando el Covid se vaya y dejemos de estar confitados. Impresionante el asunto de las basuras; lo de los plásticos tiene una solución fácil, a Galdós no creo que ese problema le quitara el sueño. Aquí tienes un enlace a un vídeo inspirador: https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=nC9lxoRzxrE
    No dejes de verlo.

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    1. Gracias por el conforme, querida. Qué sugerente lo que me dices: yo pisaré las calle nuevamente, de lo que fue San Petersburgo ensangrentado, o medio congelado. Ojalá sea cierto y lo veamos.
      El vídeo de Guatemala es precioso, me suena que ya lo había visto, pero lo tenía olvidado. Si no, lo hubiera traído a mi texto, viene muy a cuento.
      Un abrazo.

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  2. Dos cosas. Además de lo que nos ha contado y de los vertederos de escombros de obra, hay otro sector bastante impactante: los cementerios de coches y los desguaces. En la Comunidad de Madrid hay una empresa que prácticamente acapara este sector: Desguaces Latorre, que tiene una campa gigantesca en el municipio de Torrejón de la Calzada, con restos de vehículos clasificados y distribuidos por calles. Por ejemplo, usted quiere una radio para el coche, le indican dónde están las radios y puede ir a verlas para elegir una. Por esas calles entre desechos, pululan gitanos que te aconsejan o te tangan, o las dos cosas. Lo que no hay es gaviotas. Merece la pena ir un día, sólo por verlo.
    La otra. No se fie usted mucho del actual equipo de gobierno. El Medio Ambiente depende de Borja Carburante (el mote es suyo), de quien no se puede esperar que imponga demasiadas condiciones a las empresas grandes al cargo de la limpieza urbana.
    Por lo demás, muy interesante e ilustrativo el artículo.

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    1. Pues gracias por lo primero, he estado creo que dos o tres veces en los Desguaces Latorre y son tal cual usted los describe, una pasada. En cuanto al equipo de gobierno municipal, pues veremos hasta dónde llega. En principio, yo creo que todo el mundo en esos cargos lo intenta hacer lo mejor que sabe, pero muchos parten de unos handicaps que no les dejan mucho margen.
      Saludos.

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