viernes, 13 de noviembre de 2020

994. ¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?

Como saben, esta es la pregunta retórica sobre la que Mario Vargas Llosa enhebra toda la peripecia argumental de Conversación en la Catedral (1969), para mí la novela más impresionante de toda la producción de este señor, verdadero maestro de la literatura, no tanto de la teoría político-económica, pero eso ya es otro cantar, que no vamos a analizar en este post. Otras obras maestras de este autor, siempre en mi opinión, son La Ciudad y los perros (1963), con la que se dio a conocer a nivel mundial, La tía Julia y el escribidor (1977), La fiesta del chivo (2000) y la deliciosa Travesuras de la niña mala (2006), tal vez su obra de madurez más personal y brillante, además del pequeño divertimento erótico Pantaleón y las visitadoras (1973), que me gustó en su día, pero desconozco si soporta una relectura.

Don Mario tiene una producción literaria extensísima que le llevó a ganar el Premio Nobel en 2010, pero el resto de su obra me gusta menos. No he visitado nunca el Perú, pero sé algunas cosas de ese país, sobre todo por la lectura de Vargas Llosa. Tengo también, como no podía ser de otra manera, una amiga peruana muy guapa, Claudia Sánchez Morzán, periodista y escritora que vive en Berlín donde ejerce como locutora y analista de la edición en español de la Deutsche Welle. Claudia es colega de Billar de Letras, corredora de fondo que sale a entrenar cada día y era una de las primeras personas que pensaba visitar en mi, por ahora, frustrada vuelta al mundo por las ciudades. Incluso se lo había dicho y me había contestado que iba pensando el lugar en donde podríamos quedar a tomar una Weissbier.

Tenía con todo eso una opinión amable sobre el Perú, país de donde he conocido a más oriundos, siempre educados, amables, tranquilos y manejando un castellano muy correcto (no tanto como el de los colombianos y los de una parte de Bolivia). Por eso me ha pillado por sorpresa la noticia de que el Congreso ha votado una especie de moción de censura y ha echado al presidente Martín Vizcarra, que lo era por sucesión constitucional del anterior, Pedro Pablo Kuczinsky, de quien fue vicepresidente electo hasta su dimisión en marzo de 2019. La noticia está llena de giros de lenguaje maravillosos, muestra del habla y las costumbres de este lugar de origen español. Por ejemplo, el procedimiento para destituir al presidente no se llama moción de censura, sino moción de vacancia presidencial. Así consta en la Constitución del país, que fue revisada y actualizada en 1993. Aquí una foto reciente de Vizcarra, en un discurso oficial, acompañado por dos ministros con mascarillas.

Para iniciar un procedimiento de vacancia presidencial, se necesita acusar al presidente de uno de los delitos que justifican dicho procedimiento, que aparecen relacionados en una lista prolija en el propio texto constitucional. En este caso, el delito del que acusan a Vizcarra es incapacidad moral permanente. No me digan que no es cojonudo. ¿Se imaginan el Congreso español debatiendo sobre la incapacidad moral permanente de Sánchez, o del fraCasado? Bien, sigamos. ¿Cómo es que le han acusado de eso? Pues parece que, antes de ser presidente, fue vicepresidente, como ya se ha dicho, y, antes de ser vicepresidente, fue gobernador de una región peruana. En los años en que ejerció dicho cargo, se dice que recibió sobornos de una constructora, a cambio de autorizar unas obras públicas en la zona. Y, hace un par de semanas, un acusica resentido contó todo eso a un periódico. Se montó el escándalo y 27 congresistas suscribieron la petición de vacancia.

El presidente tuvo ocasión de defenderse, pero no le creyeron y he aquí el resultado de la votación. 105 votos a favor, con esta distribución: 18 de Acción Popular, los 20 de Alianza para el Progreso, 7 de Somos Perú, 10 de Podemos Perú, los 14 del FREPAP, los 15 de Fuerza Popular, los 12 de Unión por el Perú, 6 del Frente Amplio y 3 sin grupo. Los votos a favor fueron sólo 19, a saber: los 9 del Partido Morado, 4 de Acción Popular, 2 de Somos Perú, 1 de Podemos Perú, 2 del Frente Amplio y 1 sin grupo. Abstenciones: 2 de Acción Popular, 1 de Alianza para el Progreso y 1 sin grupo, total 4. Creo que ya entienden por dónde voy. Esta tediosa enumeración revela exactamente la situación de fragmentación política de un país en el que solamente hay un Congreso, de 128 electos, y no hay Senado. Y con una Constitución que permite cosas como esta. Con semejante ensalada de partidos, en la que encima cada diputado vota lo que le da la gana, sin disciplina de grupo, es imposible que el país funcione.

Una vez dictaminada por el congreso la vacancia, el presidente vacado no puede hacer nada. Sólo despedirse. Vizcarra lo hizo con unas declaraciones también cojonudas: La historia y el pueblo peruano juzgarán las decisiones que cada quien toma. En el hemiciclo se ha impuesto no la razón, sino el número de votos: los representantes del pueblo aparentemente se olvidaron de a quién representan. No me escucharon o, si me escucharon, no me entendieron. Así que salgo del Palacio de Gobierno con la frente en alto, como cuando entré, hace 18 meses. No, no es una noticia de El Mundo Today, es real. Pero lo curioso es que todos los presidentes que ha tenido el país desde 1985, han acabado más o menos de la misma forma. En junio de ese año, Fernando Belaunde Terry, el último presidente serio del país, terminó su segundo mandato con la celebración de unas elecciones a las que no se presentó.

Belaunde, arquitecto y político al que nunca pudieron demostrarle una sola corruptela, fue presidente electo de 1963 a 1968. Entonces fue derrocado por un golpe de estado, que instauró un gobierno militar que mantuvo el país controlado, nada menos que hasta 1980. Ese año, se organizó una transición democrática, a la manera española, que logró el compromiso de que el viejo Belaunde encabezara de nuevo el gobierno por una legislatura. En 1985, organizó las elecciones y se retiró. Tenía entonces 73 años. Ganó las elecciones el joven y fogoso Alan García, el primero en la larga lista de corruptos reales o presuntos, que termina por ahora en Vizcarra. En 35 años el Perú no ha tenido un solo presidente honrado. Mejor dicho, no, miento. Hubo uno, el señor Valentín Paniagua Corazao, conocido por su apodo Chaparrón, un profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, que ejerció como presidente constitucional provisional durante seis meses, tras la vacancia que le declararon a Alberto Fujimori.

Aquí a la izquierda tienen una imagen del inefable Chaparrón, una excepción en la larga saga de sinvergüenzas. Porque Alan García, líder del APRA (partido ya desaparecido), orador inflamado, izquierdista moderado y amigo de Felipe González, estuvo de presidente cinco años. Entonces, llegaron las elecciones de 1990. Mario Vargas Llosa se postuló como candidato de una derecha civilizada, muy proyanqui, y montó una campaña a la americana. Resultó ser el candidato más votado en la primera vuelta. En segundo lugar, Alberto Fujimori, un tipo que había salido de la nada, y más atrás los candidatos del APRA y diversos grupos izquierdistas más radicales. Hubo que recurrir a una segunda vuelta entre los dos más votados, primera vez que sucedía esto en el Perú. También hubo una novedad histórica: por primera vez se celebró un debate televisivo entre los dos contendientes. El resultado de la segunda vuelta fue el que saben: el APRA y todos los grupos de izquierda apoyaron masivamente a Fujimori, cualquier cosa antes de votar a Vargas Llosa, que se retiró de la política y eso que salimos ganando sus lectores.

Fujimori, dio un autogolpe unos años más tarde, bajo el acoso del grupo Sendero Luminoso, y formó una especie de gobierno de emergencia. Por unos u otros métodos, se mantuvo en el poder, de forma dictatorial, hasta finales de 2000. Entonces, estando de viaje en Brunei, el Congreso lo declaró vacante, ¿saben por qué? Sí, han acertado: por incapacidad moral permanente. Como he dicho, se hizo cargo del poder Chaparrón, el tiempo justo de organizar unas elecciones, que ganó Alejandro Toledo. A este le sucedió de nuevo Alan García, a continuación, Ollanta Humala, y luego Pedro Pablo Kuczinsky, alias PPK. Todos elegidos en procesos electorales libremente celebrados. ¿Y qué ha sido de todos estos señores? Pues se lo cuento brevemente.

Fujimori, fue objeto de una orden internacional de busca y captura, que terminó con él de nuevo en Perú, después de un largo periplo por Japón y otros países. Fue juzgado y condenado a 25 años de prisión por múltiples delitos, entre ellos asesinato con alevosía, secuestro agravado y lesiones graves. Recientemente ha sido excarcelado por motivos humanitarios, tiene más de 80 años y está bastante malito. Alejandro Toledo, ya como ex presidente, fue acusado de graves delitos de corrupción continuada. Huyó a los USA, donde fue detenido e ingresado en un penal de California. Perú ha pedido su extradición en varias ocasiones sin éxito. Con motivo de la pandemia y ante el riesgo de contagio en la prisión, ha pasado hace poco a régimen de arresto domiciliario en USA. Perú ha aprovechado para volver a reclamarlo para ser juzgado y las autoridades estatales de California se lo están pensando.

Alan García fue igualmente acusado de soborno. Cuando fueron a su casa a detenerlo, dijo que entraba un momento a su despacho a buscar sus documentos de identidad y se disparó un tiro en la boca. Ollanta Humala está salpicado por el gran escándalo Odebrecht, la constructora brasileña que tenía sobornada a media América Latina. Pendiente de juicio, está en libertad condicional bajo fianza. Y el bueno de PPK, resulta que también estaba pringado en el Caso Odebrecht. Por eso le hicieron hace 18 meses una moción de vacancia, ya se imaginan con qué acusación. Está también pendiente de juicio, pero en este caso en arresto domiciliario. Cuando fue declarado moralmente incapaz permanente, le sucedió su vicepresidente Vizcarra, al que ahora le han aplicado la misma medicina. No es de extrañar que los peruanos estén hasta los huevos de esta sucesión de despropósitos. Vean abajo, una imagen de los disturbios que se están produciendo en Lima desde la destitución de Vizcarra, y una significativa pancarta.   


Busco en la Wikipedia el anexo de presidentes del Perú desde su independencia de España y es un auténtico despelote desde el primer día. Golpes militares, contragolpes, gobiernos provisionales, alternancia continua de poderes, gobernantes que duran meses. Casi lo más estable de toda la historia peruana es el gobierno militar que puso a todos firmes entre 1968 y 1980. Basta con leer el catálogo de títulos bajo los que ejercieron el poder los diferentes mandatarios: Protector del Perú (José Sanmartín), Supremo Delegado, Encargado Interino del Poder Ejecutivo, Jefe Interino, Jefe Supremo Militar, Encargado del Mando, Dictador (Simón Bolívar), Presidente Provisorio. Cada uno de los señores que eran nombrados para tan variopintos cargos, duraba cuatro días. Pena me dan los niños peruanos que tengan que aprenderse esta historia disparatada; esto es mucho peor que la lista de los reyes godos.

Así que, respondiendo a la pregunta del encabezamiento, el Perú no se jodió en ningún momento, el Perú nació ya jodido de origen. Con semejante desbarajuste, la sociedad civil ha de ser muy potente para no estar todo el día a bofetadas. En la calle hay ahora un amplio rechazo al Congreso, en cuyas bancadas se sientan políticos de unos partidos cuyos jefes están sometidos a procesos por corrupción. Esos políticos se han conchabado para echar a Vizcarra, un tipo que gozaba de un mayor grado de aprobación por la gente. A Vizcarra lo han pillado en un renuncio menor, de hace más de seis años, que revela que la corrupción es algo estructural en el país. Y toda esta historia tiene un punto surrealista muy latinoamericano; ya saben que, cuando le preguntaban a García Márquez por el realismo mágico de sus textos, contestaba que él se limitaba a reflejar la realidad.

Igual de surrealista se está convirtiendo el tema de la salida de Trump de la Casa Blanca. El pueblo americano se ha pronunciado mayoritariamente a favor de la vacancia de este señor, claramente aquejado de incapacidad moral permanente, notoria y flagrante, pero él está empeñado en seguir haciendo el ridículo hasta el último día. Abajo les dejo de cierre uno de los memes que están circulando estos días por el guasap. Les diré también que corre el rumor de que Melania Trump tiene ya listos los papeles para pedir el divorcio, que piensa presentar el mismo día 21 de enero, en cuanto Trump deje de ser presidente. No sería de extrañar, teniendo en cuenta que la actriz porno Stormie Daniels, que se ha hecho de oro con el dinero que le dio Trump a cambio de su silencio, sostiene que mantuvo una larga relación con el magnate, durante el tiempo en que Melania estaba embarazada de su último hijo, ese que parece estar un poco achorrado, con perdón, ¡pobre! los niños captan esos entornos tóxicos en cuanto nacen. Según la lógica trumpiana, estas son las cosas que les pasan a los perdedores. Sean felices y pasen un buen finde. Y cuídense, por Dios.


4 comentarios:

  1. De acuerdo contigo, Vargas Llosa es de los grandes grandísimos. Te falta "La guerra del fin del mundo" para mí obra maestra. Y Tiempos recios, la última, que también me encantó.

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  2. Pues a mí también me gustó mucho "Lituma en los Andes", a pesar de ser una novela "alimenticia", con la que ganó el Premio Planeta. No es una obra maestra, como la mayoría de las que mencionas, pero tiene su intensidad, se posiciona con gran sensibilidad y empatía con las pobres gentes frente a la crueldad de los poderosos, el cabo Lituma es todo un personaje, se hace querer y la naturaleza furiosa de las montañas tiembla en sus páginas con gran poderío. En fin, que, para ser una novela de compromiso, se ve que la ha escrito uno de los grandes.
    No estaba tan al día de la lista ignominiosa de ladrones que han pasado por el gobierno, pero Perú no es una excepción en Hispanoamérica, todos han sufrido dictaduras sangrientas y gobiernos corruptos: Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guatemala, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, México... ¿Se salva alguno?

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  3. Respondo a los dos. Y confieso que no he leído La Guerra del Fin del Mundo, ni Lituma en los Andes, ni Tiempos Recios. Las pondré en cola, que aprecio mucho vuestros consejos. La que no me gustó fue El Sueño del Celta, me pareció muy pesada.

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  4. Comparto tu opinión sobre El sueño del celta, es un marmolillo, pero no se trata de una novela, es un texto documental, un informe devastador de las tropelías de personajes sin escrúpulos que machacaron despiadamente a los nativos para extraer las riquezas naturales. ¡Menudo elemento el rey de Bélgica! ¿Sabías que él era el propietario del Congo y que, cuando las cosas se pusieron feas, vendió el país al pueblo belga y le cobró una pasta? En fin, que nuestro "demérito" no ha inventado nada, a la hora de estafar a sus ciudadanos, los monarcas no tienen límites.

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