sábado, 8 de noviembre de 2014

301. TD#3. El mayor puerto de Alemania

Esta noche he dormido mejor, después de mi jornada de viaje. He amanecido pronto, me he afeitado, duchado y vestido y he bajado a comerme el desayuno de bufet, bastante poco variado, sin fruta y sin bollitos. Así que he desayunado una ensalada de tomate y pepino, sólo con sal, un zumo de avión y un café, con el resto del panecillo que me quedaba. Debo aclarar que, previamente, me había administrado un té de ginseng rojo coreano, de los sobrecitos que llevo. En mi grupo de senderistas, hay un coreano casado con una española, que se llama Suh y el otro día en La Rioja me dijo que él se toma uno todos los días del año, al levantarse. Yo, por ahora, prefiero no pasar de dos por semana.

Mi primera gestión matutina ha sido acercarme a la Hauptbahnhof, la estación central a la que llegué anoche, para que me confirmen si voy a tener algún problema con la huelga de trenes, a la hora de viajar mañana a Lübeck. Me han dicho que, en principio, no; que a lo mejor se suprime algún tren (hay uno cada hora), que lo que tengo que hacer es ir a la estación y coger el primero que me toque. La estación justo divide el barrio de Sankt George, donde yo vivo, del Mitte, como se llama aquí al Centro Histórico. Así que salgo por el otro lado y tomo la Spitalstrasse. Es una calle estilo Gran Vía pero íntegramente peatonal, llena de grandes almacenes y tiendas de moda y bastante vacía de gente a hora tan temprana. Allí me encuentro la primera iglesia, la Sankt-Pietrikirche. Como todas las de Hamburgo, es de ladrillo rojo, tejado de pizarra, muy alta y de aguja esbelta coronando el conjunto.

Y, como todas las iglesias de Hamburgo, es bastante fea por dentro, como compruebo accediendo al interior. Esto se debe a que la ciudad sufrió un incendio pavoroso en 1842, que la destruyó por completo, y fue de nuevo arrasada por los bombardeos aliados al final de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de sus edificios son reconstruidos y se nota. Tal vez sea el momento de explicar por qué he incluido esta ciudad en mi recorrido de este año. Todo empezó cuando fui a ver la película El hombre más buscado, la última interpretación del gran Philip Seymour Hoffman, antes de morir por una sobredosis de heroína. La película se desarrolla íntegramente en las calles y los edificios de Hamburgo, mostrando un ambiente que me pareció fascinante. La historia que cuenta es una densa trama de espionaje, en la que se muestra la paranoia de los diferentes servicios secretos, después de descubrirse que los atentados del 11-S en New York, se prepararon tranquilamente en este lugar.

A partir de ahí recordé que mi amiga alemana N. es de Hamburgo y siempre me decía que tenía que visitar esta ciudad. N. ya no vive aquí: después de pasar unos años en Madrid, donde yo la conocí, se fue a Londres y ahora se acaba de mudar a Berlín. Le puse un correo y me mandó una serie de informaciones sobre barrios que debo visitar. Luego, mi compañero de fatigas en el trabajo L. me sorprendió con la noticia de que él había visitado Hamburgo el verano pasado. Sus planos, folletos y explicaciones me están siendo de mucha utilidad en estos días. Buscando en la historia de la ciudad, encontré el dato de que se trata de la más importante de las ciudades que conformaron la Liga Hanseática, una agrupación de ciudades que tuvo una importancia clave en la Edad Media. Las hansa eran los poderosos gremios de estas ciudades y controlaban el poder político con procedimientos predemocráticos basados en el consenso y los acuerdos negociados. Esa historia mantiene su huella, por cuanto, tanto Bremen como Hamburgo, son actualmente ciudades-estado, como Berlín. Ni siquiera Hitler se atrevió a derogar el fuero especial de estas ciudades.

Mi recorrido de hoy ha continuado en la plaza del Rathouse, el Ayuntamiento de la ciudad, un edificio neo-renacentista bastante bonito, a cuyo hall se puede acceder. Desde allí he caminando junto a uno de los numerosos canales, hasta alcanzar la Speicherstadt, un complejo de edificios para almacenaje, que se construyeron a finales del XIX, para servicio de la zona franca del puerto. Allí se almacenaba el café, el tabaco, las especias o la seda. Los bloques son muy altos, de ladrillo rojo y estilo neogótico. Por un lado dan a la calle y por otro al canal por el que se abastecían. Perdida su función original, se usan ahora para almacenaje de productos informáticos y actividades culturales y artísticas. El ambiente entre estos edificios, sin un alma a la hora en que yo los visité, es sobrecogedor.

Desde allí se cruza a la Hafen City, operación similar a los Docks de Londres o la Defense de París. Me la habían ponderado mucho y, ciertamente, es como un concurso de arquitectura desarrollado en parte de los antiguos muelles del mayor puerto de Alemania. Está sin terminar (le ha debido de pillar la crisis) y quedan muchos solares. La parte construida reúne muchos edificios espectaculares, un poco apelotonados para mi gusto, y, en el extremo, como una proa que avanza sobre el mar, el inmueble sin terminar de la nueva ópera, la Elbphilarmonie, obra proyectada por Herzog y De Meuron, los autores, entre otros, del Caixaforum de Madrid, del que tengo un post pendiente. Herzog y De Meuron tienen la mala costumbre de duplicar sus presupuestos iniciales, como Calatrava, pero son muy buenos arquitectos. Este proyecto gallardónico está agotando los fondos de la ciudad y, junto con el nonato aeropuerto de Berlín, son la demostración de que a los alemanes a veces también les pasa lo mismo que a nosotros. Abajo unas imágenes de edificios de la Hafen City. La tercera es del Elbphilarmonie.




He vuelto al Mitte y tomado la Willy Brandt Strasse y su continuación, la Ludwig Erhard Strasse. Son éstas grandes avenidas con mucho tráfico y rascacielos retranqueados, no muy agradables para pasear, pero quiero llegar a Sankt Pauli y, al menos hoy, no coger el Metro. En la primera de estas calles está la Sankt-Michaeliskirche, la iglesia más emblemática de la ciudad. He subido a la torre, desde la que se ve una vista fastuosa de la ciudad y el puerto, y lo he hecho por la escalera, desechando el ascensor. Pronto he llegado a Sankt Pauli. Se trata, como quizá sepan, del antiguo barrio portuario de Hamburgo. En los 60 era un barrio obrero lleno de energía y creatividad. Aquí se bregaron los Beatles cuando salieron de Liverpool, antes de ser famosos (la película Beat it, de hace ya unos años, retrata muy bien ese ambiente). Como en todo puerto, aquí había prostitución, una actividad que ahora está casi ahogando a las demás.

La calle principal del barrio es la Reeperbahn. Nada más entrar en ella encontré un Texas Bar-B-Q y entré a tomarme una hamburguesa, que me sentó fenomenal (qué mejor que una hamburguesa en Hamburgo). Luego seguí mi camino. Hacía bastante frío, a pesar de que el sol daba sobre la ancha acera, en la que vegetaban todo tipo de especímenes del personal de la noche, además de numerosos mendigos pertrechados con poderosos sacos de dormir de los de alta montaña. Es un ambiente este un tanto deprimente, pero parece que luego por la noche está animadísimo, las putas son muy guapas y se acicalan al milímetro, y su desempeño se intercala con naturalidad con el bullicio de las hordas de la gente que sale de marcha. He visto algo así en la Oranienburgherstrasse de Berlín, por la que salía con mis hijos todas las noches de la semana en que visitamos la ciudad, creo que fue en 2008. Pero, a la luz del sol, la visión es un tanto deprimente.

Así que he tomado la Bernstorff Strasse, para desplazarme al nuevo barrio de los marginales, el Sternschanze, según la precisa información de mi amiga N. Allí sí que me encuentro a gusto, es un lugar que recuerda mucho a Lavapiés, lleno de bares, tiendas de artesanía, talleres de artistas y cosas similares. Hay mucha animación, todo gente joven, mucho piercing, mucho tatuaje, mucha chamarra de cuero, musiquillas cañeras que salen de los locales y vitalidad en grado sumo. Lo de alternativo se nota también en que está lleno de graffiti, algo que básicamente me molesta y, si no se controla, acaba arrasando determinados edificios. Vean si no, las imágenes que les pongo abajo. El último es un centro cultural okupado. Juzguen ustedes mismos.




Para regresar pensaba desandar el camino andado, pero he decidido que en Sankt Pauli no se me ha perdido nada (es pronto para que se llene de gente marchosa) y que estoy ya un poco cansado, no lo suficiente como para recurrir al Metro. Así que atajo por la Stressemanstrasse, bordeando el campo de fútbol del Sankt Pauli, hasta buscar la plaza de Johannes Brahms, donde hay un precioso teatro de Music Hall. Por cierto que el Sankt Pauli FC es algo así como el Rayo Vallecano, pero a lo bestia. Sus seguidores son punkarras, raperos, rude boys, metaleros, straight edge, ángeles del infierno y otras tribus urbanas del lugar. Su himno es una desgarrada y vertiginosa canción del punk más salvaje y sus supporters se distinguen en cualquier estadio al que se desplacen. Hace unos años subió a Primera División y, a pesar de tan abigarrado y fiel apoyo, no consiguió mantenerse. Creo que quedó de último.

Bordeando el lado sur del lago Binnenalster, con una fachada edificada que recuerda a Los Cantones de La Coruña, llego a la Rathouse y de allí a la Hauptbahnhof y al hotel. Se me ha hecho de noche sin enterarme y, en la Hansa Platz hay ya bastante personal, dedicado básicamente a beber, usando de mesa los anchos bolardos que delimitan la plaza. Botellón de yayos. En los aledaños pululan las putas como ayer. A la puerta del hotel son las 17.10. Teniendo en cuenta que he salido a las 9.30, calculen ustedes el tiempo que llevo caminando, con muy poquitas paradas. He subido, me he quedado frito un rato y luego me he puesto con mi post sobre el kamasutra. En cuanto lo he subido al blog, he bajado de nuevo a la calle. Estaba lloviendo y he tenido que volver a por el paraguas. Me he acercado otra vez a la Langue Reihe, a tomarme una modalidad diferente de espaguetis en la Casa di Roma (para qué iba a buscar otro). Estaba hasta arriba de gente. Tal vez no me crean pero, si conociera en la ciudad alguna oferta más atractiva que el burdel deprimente de Sankt Pauli, a lo mejor me había acercado un ratito, sólo para ver el ambiente. El té de ginseng rojo coreano, es lo que tiene.
            

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