viernes, 16 de agosto de 2013

160. Edimburgo, una ciudad singular

Edimburgo es el punto por donde empezamos nuestro reciente periplo escocés. El primer día nos apuntamos a la visita guiada de SANDEMANs NEW Europe, una  empresa de Berlín que ha organizado una red que opera en dieciocho ciudades, en la que emplean a estudiantes de turismo o licenciados en paro que viven en el lugar y te cuentan en español (o en otros idiomas) lo que normalmente no viene en las guías: anécdotas, curiosidades, sucesos y todo lo que compone la intrahistoria de una ciudad. Suelen tener un punto de cita frente al más céntrico de los Starbucks Coffee, y allí organizan los tours sobre la marcha, en función del número de usuarios que haya. Si tienes la suerte de que haya unos cuantos españoles, te lo montan en tu idioma. En caso contrario, has de apuntarte a algún tour en inglés o lo que haya.

La información sobre estos tours, que suelen ser gratuitos, se puede consultar en la página http://www.neweuropetours.eu/es/. El relato de estos chavales es muy útil para hacerse una primera composición de lugar. Esta vez nos tocó un guía catalán muy simpático e informado. Se llamaba Jordi, era historiador y periodista y había logrado trabajar de las dos cosas en España, hasta que le pilló la crisis y se quedó en paro. Entonces, decidió largarse a Edimburgo. Algunas de las historias que les cuento a continuación las supimos por este joven animoso y bien preparado. El resto surge de mis observaciones directas y de la consulta de las wikipedias de turno. La historia de Edimburgo se merece un post propio.

Toda Escocia tiene unas características geográficas especiales. Si se observa el mapa, todo el territorio está salpicado de líneas Este-Oeste, un poco inclinadas, sobre las que se asientan los lagos principales, como el famoso Loch’ Ness, todos ellos alargados y con ríos de drenaje a los mares de los lados. La isla surge hace más de 300 millones de años a partir del magma de diversos volcanes, pero mucho después sufre las sucesivas glaciaciones. Al final de cada una de estas verdaderas Edades del Hielo, los deshielos arrastran grandes bloques helados que roturan el territorio como auténticos peines de hierro. Esto es lo que crea esa serie de valles paralelos. Entre ellos sobreviven algunos núcleos volcánicos de basalto, que se resisten a ser arrastrados y producen las colinas redondeadas que salpican Escocia (la montaña más alta, el Ben Nevis, tiene poco más de 1300 metros).

El terreno sobre el que se asienta Edimburgo es el testimonio de estos movimientos telúricos formidables. Hay una roca altísima de basalto, sobre la que se asentaron los primeros pobladores, en la que se sitúa actualmente el Castillo de Edimburgo. Hacia el Este tiene una especie de cola que se protegió de los efectos del último deshielo y forma una loma alargada, con caídas pronunciadas a norte y sur. Allí se asentó la ciudad medieval, estructurada en torno a una main street que terminaba a la puerta del castillo. De ella salían diversos callejones sin salida, aquí llamados courts y algunas calles transversales cortas, enseguida convertidas en caminos muy empinados hacia el valle del sur y hacia el lago que se formó en el valle del norte. 

En el Edimburgo medieval hay toda clase de historias tenebrosas. Por las noches, cuando las buenas gentes se refugiaban en sus casas, las calles eran pasto de borrachos, peleas, crímenes, violaciones y lo que se quieran imaginar. Como hace un frío que pela, en invierno las calles sin pavimentar se helaban y debajo del hielo se escondían los cadáveres y otros restos de estas trifulcas. Al llegar el deshielo los cadáveres bien conservados en esta morgue natural salían a flote y la gente los empujaba a patadas para que resbalaran por las cuestas perpendiculares a la main street y se perdieran en el Loch’ Nor o en los osarios del sur. Además de eso, no había alcantarillado y era legal arrojar la mierda por las ventanas a partir de cierta hora. Eso alimenta la leyenda del hombre-mierda, el borracho que llegaba tarde a su casa cubierto de inmundicias de pies a cabeza y sorteando los cadáveres deslizantes de las calles embarradas, personaje en el origen de muchos chistes locales por sus problemas con la parienta al regresar en tan lamentable estado. Una delicia, la ciudad medieval, como ven.

Otra historia tremenda del pasado de la ciudad fue la aparición de la peste bubónica, en el siglo XVII, que empezó a diezmar a la población de forma alarmante. La solución que dieron las autoridades fue aislar la zona afectada con unos muros altísimos, para que al otro lado se muriera todo el mundo. Mucho tiempo después, demolieron esos muros y desinfectaron la zona. Eso inició toda clase de leyendas de apariciones de almas en pena que asustan al viajero por las noches, acentuada cuando la reconstrucción de estas zonas se hizo en altura, dejando bajo los edificios una especie de ciudad subterránea que puede visitarse, por la que vagan los espectros de los muertos (y los escoceses, que son unos vivos, hacen negocio con las almas cándidas que se creen este tipo de cosas). Aquí les dejo el link de una página relacionada, para que vean que no me invento estas historias.
http://www.elviajerolento.com/index.php?option=com_content&task=view&id=23&Itemid=60

A finales del XVII, la ciudad  no tiene ya capacidad de albergar a tantos habitantes como se hacinan en este asentamiento de imposible expansión. Se convoca entonces un concurso para construir el nuevo Edimburgo, al otro lado del Loch’ Nor. Ese concurso lo gana un joven arquitecto de 26 años, que propone un esquema de cuadrícula alargada, organizado en torno a un eje central longitudinal, que se remata con dos plazas en los extremos. Otras dos calles laterales paralelas al eje central rematan esta sencilla ciudad de ensanche, con cortas calles transversales y estatuas de próceres en todos los cruces. Las clases pudientes se trasladaron enseguida a la ciudad nueva dejando a los más humildes en la ciudad medieval.

E inmediatamente se procedió a desecar el Loch’ Nor, un lago infecto a donde habían desaguado directamente las casas de la ciudad medieval durante siglos y cuyas salidas naturales del agua estaban taponadas de escombros. Hacia 1820, la nueva ciudad estaba terminada y el Ayuntamiento disponía de una vasta extensión de terreno de su propiedad entre ambos asentamientos. Hoy en día se mantiene esa estructura. Los barrios históricos se llaman la Old Town y la New Town y conservan sus estructuras viarias medieval y georgiana respectivamente. Ambos están declarados Patrimonio de la Humanidad.

Entre ambas Towns, los terrenos públicos del antiguo lago están cruzados por dos o tres calles transversales, entre las que se sitúan el gran parque urbano Princes Street Garden, y una serie de edificios públicos que albergan los principales museos de la ciudad. Y la Gran Estación Central del ferrocarril, que entra en subterráneo por la vaguada entre los promontorios de las dos ciudades. Llegar en tren a Edimburgo, me dicen, es una experiencia inolvidable, uno entra por un túnel, sale a la Gran Estación y desde allí al espacio abierto flanqueado por las fachadas de la Old y la New Towns, la panorámica más espectacular de este lugar de cuento.

En agosto, la ciudad está petada, como dicen ahora los chavales. El motivo es la coincidencia del prestigioso Festival de Edimburgo, un evento elitista dedicado a la ópera y el teatro de vanguardia, con el Fringe, su reverso callejero, que llena las plazas de titiriteros, acróbatas, mimos, magos, buhoneros y músicos callejeros. El estruendo de las músicas enlatadas, se superpone con el vocerío de los tipos que recitan cuentos y las bandas de gaiteros con falda. Entre los artistas improvisados, un tipo cubierto de pies a cabeza de "cacas" de plástico, recrea la leyenda del hombre-mierda y el personal se hace fotos con él. En estos días la gente abarrota los espacios públicos generando un ambiente similar al de los sanfermines.

Particularmente, me reservo la posibilidad de visitarla en otros momentos más tranquilos, para tener la oportunidad de tomarme una cerveza Tennent en la terraza de la taberna Deacon Brody, sin que me deje sordo un gaitero o un cantante de rap enloquecido. Ustedes pueden optar por lo que más les atraiga, el trasiego del Fringe es ciertamente impresionante y divertido, aunque yo prefiero los ambientes más reposados.

4 comentarios:

  1. Es la tercera vez que comienzo a escribir un comentario, las otras dos anteriores se me borró lo escrito porque me salí de él a consultar algo.
    Son muy de agradecer tres post en sólo dos dias, se ríe uno con tus desventuras automovilísticas (no sé como te atreves con un volante a la derecha)y se aprenden siempre cosas.
    Cuando tuve ocasión de conocer Edimburgo y alrededores, en el mes de Mayo de hace tres años, disfruté de un tiempo excelente y de las explicaciones magníficas de un guía, ferviente admirador de Escocia, ataviado con traje regional con kilt incluído, que ¡era argentino!.
    Te recuerdo que nos prometiste una foto con kilt y sólo hemos visto una con cardo, espectacular el cardo y estás muy bien, pero convendrás en que no es lo mismo.
    Efectivamente soy un perfecto ignorante informático (véase comentario al post #147), pero gracias a tí ya sé lo que es un blog y un post y, como ves he aprendido a numerarlos. Ya imaginaba, de todas formas que algún extraño mecanismo habría para advertirte de la entrada a alguno de tus post por antiguo que fuera.
    Gracias y recibe un abrazo.

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    1. Seguro que es mejor visitar Edimburgo en mayo, para saborear bien los ambientes más inquietantes y románticos. La promesa de ponerme un kilt no la he cumplido. Los auténticos valían unas 400 libras y los de trapillo eran horrorosos. Si mis seguidores insisten mucho, puedo solucionarlo con el Photoshop.
      Saludos y gracias por tus comentarios

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  2. Buena visión de Edimburgo. Sólo le falta citar a Irvine Welsh, el mejor escritor escocés del momento.

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    1. No he leído nada de él. Su primera novela, Trainspotting, dio lugar a una película extraordinaria. No recuerdo si enseña algo del Edimburgo que yo he visto, tendría que revisarla. En donde sí se ve un fabuloso Edimburgo es en El Ilusionista, una película de dibujos animados que me encantó. Se la recomiendo. Pero no se confunda: hay dos películas recientes con el mismo nombre. Yo le hablo de la de dibujos. La de "señores" (como decían mis hijos de pequeños) no la he visto.

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