viernes, 16 de agosto de 2013

158. Otra vez al pie del cañón

Tranquilos, no pasa nada, ya vengo yo, todo está controlado, enseguida empezamos. Ya sé que les he tenido a dieta de Blog durante casi quince días, pero no ha habido otro remedio y, además, así habrán descansado de mi prosa desbocada que, confiésenlo, ya les tenía un poco superados. Anoche aterrizó mi avión de vuelta de Edimburgo, vía Londres, y aquí me tienen dispuesto a disfrutar de los cuatro días del puente que los italianos llaman ferragosto, bien protegido con mi aire acondicionado a todo trapo, con la mochila llena de nuevos temas aprendidos u observados en mi periplo británico y el ordenador listo para contarlos.

Esta mañana me he levantado tempranito y he salido a correr al Retiro. Llevaba cinco semanas sin entrenar y, a mis años, eso es algo que se paga. Se pueden imaginar cómo me tiraba la sisa de las caderas, cómo se quejaban mis rodillas, cómo me crujían los tobillos, cómo resollaban mis pulmones después de tanto tiempo de descanso y qué nivel de agujetas estoy cocinando para mañana. Pero hoy era un día clave si quería, como pretendo, hacer lo que los corredores llamamos “la temporada”. El lunes me reincorporo al trabajo y, a partir de ahí, sólo podré correr a última hora de la tarde, con el calor que hace. Por eso necesitaba empezar ahora, para tener dos días de carrera matinal al fresco, y llegar al lunes con el trabajo empezado. Si no lo hubiera hecho así, mi vuelta al entrenamiento se hubiera retrasado quién sabe cuánto tiempo.

Como les dije, he estado por tierras escocesas y ya saben lo que son estos viajes: pretende uno ver todo un país en cuatro días y eso le lleva a largas jornadas absorbiendo información, haciendo largas caminatas, tomando fotos, intentando entender a los lugareños en su idioma. Por la noche, uno llega al alojamiento agotado. La vida del turista ya es bastante dura como para encima pretender escribir algo más que meras notas recordatorias. Y si por casualidad un día llega uno al hotel con ganas de sentarse en el ordenador, pues resulta que se ha caído la WiFi, o te han engañado diciendo que la había. (Por cierto, querido lector, si viaja usted a un país anglosajón debe decir Guay Fay. Si lo pronuncia usted como en España, no le entenderán).

Escocia es una nación muy interesante, llena de historia y cultura, de la que yo sabía muy poco, lo que no me impidió escribir dos posts al respecto: el #64 “De escoceses y otros estereotipos” y el #131 “Los ángeles querían más”. El primero, el post de mayor éxito del Blog, con cerca de 200 visitas, por razones que desconozco. El otro, su secuela. También me referí a Escocia en mis diatribas antinacionalistas, a cuenta del referendum que preparan, así como por el hecho cierto de que fue en Escocia donde se inventó el papel higiénico de doble hoja (post #126). 

Como muestra de mi desconocimiento, les decía en alguna de esas entradas que las señas de identidad de los escoceses eran tres: el whisky, el kilt (falda de los hombres) y William Wallace. Ahora sé que son muchas más. Sin ser exhaustivo, habría que añadir al menos el unicornio, el cardo, el haggis, la gaita (compartida con irlandeses, gallegos y otros pueblos de origen celta), el porridge y algunos personajes tan reverenciados como Wallace y de mayor trascendencia histórica, como el rey David, Robert de Bruce o John Knox. De todo ello se hablará en los posts que iré colgando en los largos días del ferragosto, en los que pienso compensarles por la sequía de la primera quincena del mes.

Escocia es un lugar muy atractivo pero, si tienen pensado visitarlo, deben saber unas cuantas cosas. Para empezar, el tiempo es infernal. En los últimos años he huido del calor veraniego de  Madrid visitando Berlín, Copenhague, Helsinki o Estocolmo. Bueno, pues en ninguno de estos lugares he soportado un tiempo tan malo, con lluvia, viento y fresco todo el rato. Se lo dice un coruñés, acostumbrado a no inmutarse cuando amanece un día de chirimiri (orballo le decimos en mi tierra). Pero es que aquí el chirimiri se reconcentra por momentos, así sin avisar, y te calas en unos segundos. Así que ya saben: botas de agua, chubasquero y paraguas, elementos imprescindibles del equipaje. Y una buena mochila para cargar con ellos todo el rato.

Encontramos murales informativos sobre los peligros del cambio climático. En Escocia están muy preocupados por los efectos de las variaciones que se observan en el clima de la Tierra. Pero resulta que, en el resto del mundo, esta preocupación se deriva del calentamiento global, la sequía, la subida de la temperatura media, el aumento del nivel del mar, etcétera. En Escocia no. En Escocia están preocupados por el aumento de la lluvia. En los últimos 60 años, las precipitaciones sobre tierras escocesas se han incrementado un 20%. Los murales hablaban de inundaciones, de las consecuencias catastróficas para la agricultura, de la erosión del terreno fértil, del deterioro de los edificios históricos de piedra. Increíble ¿verdad?

Como buenos británicos, los escoceses hacen algunas cosas al revés que los demás. Por ejemplo, las ambulancias llevan luces azules, en vez de amarillas. Los semáforos utilizan el naranja en superposición con el rojo al final del tiempo de espera, para avisar a coches o peatones de que ya viene el verde, justo al revés que aquí. En Glasgow hay unos semáforos enormes, que regulan la circulación de los cruces perpendiculares. En todos ellos está permitido el giro a izquierda y derecha, y corre un turno que va autorizando uno por uno todos los movimientos posibles. Y, al final, hay un turno único para peatones en el que las luces de los cuatro cruces se ponen verdes al tiempo. Si te das prisa puedes pillar dos de una vez.

El sistema de medidas mantiene las millas, yardas, pies y pulgadas, además de los galones, las libras (de peso) y todo lo demás. En la moneda han adaptado el sistema centesimal (en 1971) y eso ha simplificado la cosa: una libra tiene 100 peniques, que son como los céntimos. Hasta entonces, la libra se dividía en 20 chelines, cada uno de 12 peniques, y era un lío morrocotudo. Pero siguen conduciendo por la izquierda, tema del que les hablaré con más extensión.

Por cierto, para el que no lo tenga claro, esta zona del mundo tiene tres estructuras diferentes superpuestas: una geográfica, otra nacional y otra política. Geográficamente hay dos islas: la Gran Bretaña e Irlanda. La Gran Bretaña engloba tres naciones: Inglaterra, Escocia y el País de Gales. Irlanda está formalmente dividida en dos naciones Éire e Irlanda del Norte. Pero Éire sostiene que Irlanda del Norte es una colonia, como Gibraltar y reivindica la totalidad de la isla. Políticamente hay dos Estados: Éire y el Reino Unido, ambos miembros de número de la Unión Europea. En medio de ese lío ¿cómo no sentir simpatía por un país cuyo escudo no ostenta una flor aristocrática como el lis, sino un humilde cardo?

El origen del cardo (thistle, en ingles) como flor emblemática de Escocia es indicativo del sentido del humor de este pueblo. Los escoceses llevan toda la vida zurrándose con los ingleses. En medio de una de sus guerras, los malvados ingleses urdieron una de sus tretas habituales. Aprovechando que un batallón escocés dormía en un llano en medio de una noche oscura, los rodearon y se acercaron sigilosamente para cargárselos con sus espadas. Para que no les oyeran llegar, se descalzaron. Pero los escoceses eran más listos y se habían acostado a dormir en un prado rodeado de cardos. Los gritos de los ingleses cuando empezaron a pisar cardos, despertaron a los escoceses, que dormían calzados y no tardaron mucho en pasar a cuchillo a sus enemigos. Desde entonces, el cardo figura en el escudo de todos los nobles escoceses, cuya orden de caballería más heroica y prestigiosa se llama precisamente la Orden del Cardo. Les dejo un par de fotos al respecto.



2 comentarios:

  1. Unas señas de identidad muy singulares, por no hablar de "Nessy"... Pero en un viaje yo compré un libro de chistes sobre los escoceses y saqué la conclusión de que les achacaban tacañería, como aquí a los catalanes; confío en que el reproche sea injusto, como el que se lanza a los amables y generosos nativos de Catalunya...

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    1. Tienen fama de roñas, sí, pero conmigo han sido muy amables. Viven del turismo y te cobran por todo, pero por lo visto en tan pocos días, saben ser generosos con los visitantes.

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