viernes, 16 de agosto de 2013

159. Las tribulaciones del conductor por la izquierda

Las palabra tribulaciones no es de uso muy común, uno no va diciendo por ahí: “Ay, hija, he pasado unas tribulaciones esta tarde que ni te las imaginas, oyes”. Pero a mí me hace gracia porque me recuerda a Las tribulaciones de un chino en China, una película malísima de Jean Paul Belmondo, que me gustaba mucho de joven, ya ven cuáles eran mis gustos de entonces.

Les decía en el post anterior que, si van a Escocia, deben abrigarse y prepararse para la lluvia. Los lugareños coincidían en decirnos que el de este verano no era un tiempo muy distinto del de cualquier otro año. Imaginen cómo será la cosa en los otros meses. Porque, al parecer, agosto es el mes con mejor clima del año, en el que se concentra la avalancha de turistas y todas las ciudades aumentan su oferta cultural con festivales y actividades varias. Si van a viajar en agosto, tengan esto en cuenta y reserven con antelación el alojamiento.

También deben saber que la vida en Escocia es cara, como en cualquier lugar del Reino Unido. Eso sí: no es necesario llevar cambio por más de unas 60 libras; se puede pagar con tarjeta en todas partes, hasta en los taxis. Además de eso, como todos los británicos, los escoceses comen más bien mal. Pero hay indios y pizzerías y, si uno se esfuerza un poco en adaptarse a las costumbres locales, la cosa se pasa sin problemas. Yo he comido fenomenal en estos días. Si tienen en cuenta todas estas advertencias, Escocia les encantará. Y, desde luego, la forma de recorrerla es alquilar un coche con el volante a la derecha. Circular por Escocia con el volante al otro lado es de locos; habrán visto cómo van los coches ingleses por nuestras carreteras.

Yo había reservado desde España un coche automático, porque alguien me había dicho que lo más difícil es hacer el cambio de marchas con la mano izquierda y que, ante cualquier emergencia, tu rutina cerebral de años te manda hacia adelante la mano derecha, con la que lo más que puedes conseguir es abrir la puerta. En el aeropuerto de Edimburgo, nos dirigimos a la central del Rental Car y mostramos la hoja de reserva para un Vauxhall Astra o similar (en el Reino Unido los Opel son Vauxhall, porque todo lo tienen que hacer diferente). Después de ver lo que había libre, nos ofrecieron un Toyota Auris, lo cual me sonó a buen augurio (¡Like my own car! -le dije alborozado a la chica del mostrador).

Qué quieren que les cuente, a mí me hubiera gustado probar el coche en algún lugar con poco tráfico, acostumbrarme a conducir al revés de manera gradual. Pero teníamos impresa la ruta que marcaba el Google Maps. Y la salida del Rental Car daba directamente a la Autopista de circunvalación de Edimburgo, la A-720, algo así como la M-30 de Madrid. Debíamos recorrerla casi entera para llegar al hotel, justo al otro lado de la ciudad. Así que había que echarle valor. En ese momento me acordé de lo que dicen los vecinos de San Pedro Manrique (Soria), que cada noche de San Juan caminan descalzos sobre una alfombra de brasas de roble al rojo vivo: el que sale con miedo ya está quemado de antemano.

Recorrí despacito el camino de salida del Rental Car, hice un ceda el paso mirando a un lado y a otro y accedí a la A-720 por una vía de incorporación diagonal que entraba a derechas, algo ciertamente rarísimo. Enseguida me vi arrastrado por el tráfico a una vorágine de coches que me entraban por todos lados, en el momento del regreso de la gente a sus casas tras la jornada de trabajo. Mi sensación era idéntica a la que se siente cuando se sube uno a una atracción de coches de choques, sólo que los apresurados escoceses no hacían por chocarse conmigo, sino que me esquivaban como podían.

Tenía la impresión de que iba demasiado rápido para el control que tenía del coche. Pero miré el velocímetro y marcaba un poco más de 70 por hora, debía ser una sensación falsa, motivada por mi falta de costumbre con el coche nuevo. Y de pronto caí en la cuenta: ¡¡Joder!! que estos tíos miden la velocidad en millas por hora. Y 70 MILLAS POR HORA SON CASI 120 KMS/HORA. Tengo que bajar velocidad, no puedo ir tan rápido a los cinco minutos de haber cogido este coche por primera vez. Uf, hay que ver que freno más sensible tiene este coche, casi monto un choque en cadena, bocinazos por doquier y caras de cabreo.

Tranquilo, todo controlado, ya voy más despacio, pero es una autopista y estoy formando una cola de muchos metros. No importa, que me adelanten si quieren, yo voy arrimadito a mi derecha y el que quiera que me pase. ¿A MI DERECHA? ¿HE DICHO A MI DERECHA? ¡¡HOSTIA!! Con razón estoy armando este atasco, en Inglaterra los más lentos tienen que ir por la izquierda. Tengo que quitarme enseguida. Giro el volante, me salgo de la fila para alivio de los demás y ¿qué creen que me sucede? Pues que viene un tío a toda leche adelantando por fuera a toda la cola. Gran bocinazo, casi nos la damos, pero esta vez no tengo yo la culpa. Resulta que, aunque estemos en Escocia, aquí también existe la figura del tonto’lAudi.

Ustedes habrán oído hablar del tonto’lhaba y del tonto’lculo. Pues yo acabo de crear al Tonto’lAudi. El tonto’lAudi es una categoría mental (ni siquiera es imprescindible que conduzca un Audi). El tonto’lAudi es ese tipo de conductor ansioso para el que encontrarse un coche más lento que le precede es una especie de desgracia y debe pasarlo enseguida, para lo cual se asoma por un lado, luego por el otro y, cuando ve que no te puede pasar, se te echa encima hasta un punto en que casi puedes oler su mal aliento (porque el tonto’lAudi suele padecer halitosis). En España, cuando un tontolAudi se encuentra una caravana en el carril más rápido de una autovía, no se lo piensa dos veces, se sale de la cola por la derecha, acelera y los adelanta a todos de un golpe. En Escocia es igual, sólo que por la izquierda.

En fin, esas fueron mis experiencias del primer día. Y que, al salir de la A-720, nos perdimos y dimos un par de vueltas hasta que el hotel nos encontró a nosotros, saliendo de la niebla de forma totalmente milagrosa. A partir del segundo día ya pudimos circular por carreteras secundarias y poco a poco fuimos dominando la conducción inversa. Lo más difícil es hacerse con la dimensión del coche para no darse por el lado izquierdo. A mí me costó alguna subida al bordillo y dos espejazos, uno al retrovisor de un coche aparcado y otro a un cubo de basura. Para evitar esto, es bueno buscar una referencia visual. En el Toyota, yo la encontré pronto: debía ajustar la línea discontinua del centro de la carretera al extremo del limpiaparabrisas.

El problema es que las carreteras escocesas tienen dos carriles estrechos y en los pueblos la gente aparca a un lado. Y entonces tienes que salirte al medio y pierdes la referencia. Si los coches aparcados están de tu lado, el que viene de frente tiene preferencia. Así que te paras al principio y le dejas pasar. Cuando están al otro lado, esperas que el que viene de frente te ceda el paso a ti. Pues naranjas. Los escoceses no acostumbran a hacerlo, porque saben que caben los dos coches, justos pero caben. Y tienen cogida la medida de su coche y piensan que tú también la tienes. Así me di yo los dos espejazos. La referencia se pierde también cuando se pone a llover y tienes que activar el limpiaparabrisas. O sea, todo el tiempo.

Dicho esto, les juro que al tercer o cuarto día la conducción se convierte en algo relajado y placentero. Las carreteras son buenas, la señalización es excelente y los británicos, en su gran mayoría, conducen muy bien y son muy respetuosos. Así que no tengan reparos en alquilar un coche británico. Es una experiencia que merece la pena. 
 

2 comentarios:

  1. Descacharrante experiencia la de lanzarse a la jungla de asfalto con un coche inglés en una carretera escocesa. Mejor, recomienda unas experiencias más cardiosaludables.

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    1. Es maravilloso. No sabes lo bien que sienta un poquito de adrenalina bien administrada.

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