jueves, 29 de agosto de 2019

866. Rompiendo aguas, o el síndrome Adúriz

Bueno, hala, ya les voy a contar todo. O no, que diría Rajoy. Por cierto, qué reaparición más cojonuda la de este señor el otro día en la fiesta del vino de Ribadavia. Nuestro añorado ex presidente fue invitado a hacer el pregón de las fiestas y no defraudó a nadie. En su discurso reivindicó la prudencia y la paciencia como las dos principales virtudes que deberían tener todos los políticos y no tienen. Y añadió: –Por si acaso alguien cree que me refiero a alguien, tengo que decir que tiene razón. Antes de rematar con su proverbial ¡Viva el vino! Genio y figura. Yo quiero un presidente como este y no un soso como Sánchez, qué quieren que les diga. Encima, vean la cara que puso, no sé si antes o después de tan brillante parlamento. Diríase que Feijoo le está enseñando una tarjeta de esas que te ponen en el parabrisas del coche anunciando masajes orientales completos a domicilio.








Bien, vamos con ello. Desde hace aproximadamente un par de meses, he dejado de llamar pedorros a los miembros de cierto partido político, además de no volver a hablar de mis planes de jubilación y mi peripecia municipal a punto de finalizar, doble silencio que ha suscitado la curiosidad y todo tipo de conjeturas por parte de mis seguidores, un tanto confundidos. Debo recordarles que, en mi situación de reenganchado, el día que quiera puedo rellenar la papela, como se suele llamar a la instancia en que uno indica la fecha en que se quiere jubilar. Entre la presentación en registro de dicha instancia y la fecha en cuestión, ha de haber al menos tres meses. Antes de las elecciones locales de mayo, yo tenía el plan de intentar pasarme a una plaza de confianza política, lo que me hubiera abierto la posibilidad de continuar toda la legislatura siguiente, sin tenerme que ir el día que cumpla 70 años, a lo que estoy abocado si continúo en la que ahora ocupo. Para ello tenía un camino abierto con el grupo Más Madrid. Si la señora Carmena hubiera ganado y luego hubiera sido elegida presidenta del C40 ese camino hubiera sido bastante fácil.

Por eso me impliqué en la campaña, aporté dinero, puse su pancarta en mi terraza y contribuí lo que pude a amarrar votos, a través de whatsapp y del blog. Pero el hubiera no existe y el resultado fue que perdimos de forma estrepitosa. A partir de la derrota, mi primer impulso fue echar la papela inmediatamente. En mi cabeza se instaló una idea nítida: no quiero seguir trabajando para una ciudadanía que ha votado lo que ha votado. Ese primer impulso automático me lo frenó mi jefa. A ella le duró el duelo exactamente un día. Al segundo día me transmitió su reflexión. El trabajo que habíamos hecho en estos tres años y medio estaba muy bien y había surgido de nosotros, del nivel técnico, ningún político o jefe nos había dicho que nos ocupáramos de la regeneración urbana de la periferia, ni del Reinventing Cities. Habíamos sido nosotros los que habíamos optado por esos trabajos, en la línea que marca la Agenda 2030 de la ONU.

Los responsables políticos anteriores nos habían permitido hacerlo y hasta les había gustado, pero no había sido idea suya sino nuestra. Incluso es dudoso que hayan comprendido la verdadera trascendencia de este trabajo (valorado en Chicago, París y otros lugares) porque, si lo hubieran entendido, habrían hecho una difusión mejor, habríamos salido en El País y El inMundo y tal vez no habríamos cosechado tanta abstención en el sureste. Es decir, que no había ningún impedimento para que nuestro trabajo fuera asumido por otro equipo que viniera, porque no era ideológico. Para mi jefa, la prioridad principal era salvar el trabajo y darle continuidad. En ese momento, los anteriores responsables ya habían tomado las de Villadiego y los nuevos aún no habían llegado. Mi jefa se puso a elaborar una memoria de nuestro trabajo para enseñársela a los que vinieran. Y todos le ayudamos a ello.

Y, lisa y llanamente, me dijo que me quería a su lado para cuando llegaran los nuevos. Por dos motivos. Uno, darle lustre a su unidad con un veterano de muchas batallas. Y el otro, la posibilidad de que yo tuviera algún vinculo o relación con alguno de los que vinieran. No se olviden de que yo he hecho 26 de mis 37 años de carrera municipal a las órdenes del PP y, por mi forma de ser, nivel profesional e implicación en el trabajo, tengo muchos amigos en ese partido y su entorno técnico. Esto parecía algo muy improbable, porque la mayoría de los jefes que tuve en aquellos años se han jubilado o se han muerto. Pero mi jefa me pedía que aguantase un poco más y yo no podía resistirme a esa petición porque le debo mucho. Toda mi rehabilitación en estos años se la debo a esta señora.

Transcurrió el tiempo y a las costas de la isla de Alcatraz arribó finalmente la barca del nuevo concejal, de Ciudadanos, como cuando Hernán Cortés desembarcó en México en 1519. Los atribulados indios lo recibimos con cautela y pasó saludando por todas las plantas, como hicieran todos sus antecesores menos la Concejala Zombie. Y a los pocos días se supo quién iba a ser el máximo responsable técnico del área, el Coordinador General, por encima de los directores generales como mi jefa. Y resultó ser un amigo mío. La intuición de mi jefa había sido certera. Bueno, la palabra amigo tal vez es excesiva. En realidad fue mi jefe directo durante cuatro años, en el equipo que se encargó de la difusión del proyecto Madrid Río, mientras se ejecutaban las obras del parque. En esos años conseguimos revertir la opinión pública antes contraria al proyecto y además nos lo pasamos de puta madre.

Este señor, a quien por una mínima discreción vamos llamar en el blog Kordineitor, pasó saludando también, de la mano de mi jefa, que le iba diciendo: este es Menganito que se ocupa del trabajo X, este es Zutanito que se encarga de Y. Kordineitor saludaba a todos con cortesía. Y llegaron a mi despacho. –Y este es Emilio, nuestro hombre más internacional –dijo mi jefa. Entonces nos dimos un abrazo y dijo algo así como joder, tío, qué bien estás, pero ¿tú qué edad tienes? El incidente fue observado por mucha gente y originó un fenómeno curioso en los días siguientes, por el que gente que nunca me saludaba pasó a hacerlo, y otros que se cruzaban conmigo casi sin mirarme, se transmutaron milagrosamente en efusivos. Las cosas de la vida. Allí mismo, en nuestro primer encuentro, le propuse a Kordineitor comer juntos un día, para ponernos al día y contarnos las historias de estos ocho años, desde que se fue de Urbanismo. Cuando quieras –fue su respuesta.

A partir de ese día, pasé a tener por encima a mi jefa, por encima de ella a Kordineitor, que es amigo mío, y por encima de él a un concejal de Ciudadanos. Comprenderán que no podía seguir insultando a su partido por una elemental prudencia, esa virtud que acertadamente ensalza el señor Rajoy. Pero seguía bastante decidido a jubilarme y mi nueva fecha era el 1 de noviembre, porque ya les adelanto que, desde la semana que viene y hasta el 20 de octubre voy a estar por ahí de viajes, según el programa que les contaré en el post siguiente. Después me quedarían justo diez días, suficientes para recoger los trastos. Para jubilarme el 1 de noviembre, tenía que echar la papela el 1 de agosto. Así que  le escribí un correo a Kordineitor diciéndole que, si quería que comiéramos juntos, tenía que ser antes del 1 de agosto. En caso contrario, a lo mejor me liaba la manta a la cabeza y echaba la instancia ese día y entonces la cosa ya no tendría remedio. Porque, desde el momento en que se echa la papela, el proceso ya es irreversible. Quedamos al día siguiente.

La comida se nos alargó hora y media, teníamos mucho que contarnos y estuvimos bromeando todo el rato, como de costumbre. Y abordamos el tema más candente. En realidad, yo lo que quería era solamente pulsar su opinión, porque tenemos la confianza suficiente como para que, si cree que ya no pinto nada en Urbanismo (ahora Desarrollo Urbano), me diga: –Mira, Emilio, vete a tomar por culo, jubílate ya y deja de dar el coñazo. No fue eso lo que me dijo, sino lo contrario. Hasta se puso inusualmente serio, para decirme que no me precipitara, que el 1 de agosto todavía no iban a estar los equipos organizados y ajustados, que tanto mi jefa como él tenían mucho interés en que siga un poco más, que estoy en el equipo que está haciendo los trabajos más interesantes y divertidos de toda el área y que si me lo estoy pasando bien, por qué irme. Así que decidí posponer mi decisión. Al otro día se lo comuniqué a mi jefa que hasta se emocionó y me dio un abrazo. Y aquí estoy.

Esto es lo que sucedió. Ya ven: estaba deciso y vuelvo a estar indeciso, como dice mi hermano el Coronel. Aunque en realidad mi margen se va estrechando. A Kordineitor le dejé caer que, si me pudiera ofrecer un puesto en el que no me echaran al cumplir 70, con un cometido claro en la línea de lo que estoy haciendo ahora, lo consideraría. Es algo altamente improbable, pero no imposible. Y, si eso no sale, tengo muy claro que estoy en mi derecho de irme cuando me dé la gana, de aquí a febrero de 2021. Y en mi cabeza tengo una nueva fecha para largarme: marzo/abril de 2020. Algunas amigas proclaman que en ese momento me buscaré otra excusa. Veremos. ¿Y qué pasa con el nuevo contexto municipal? Como saben, fui muy feliz en estos últimos cuatro años en el Ayuntamiento. Y me sigo considerando Carmenista y Errejonudo a muerte. Pero también les diré que yo, mal, lo que se dice mal, sólo he estado en el Trienio Negro de Mrs. Bottle. El resto de mis años de convivencia con el PP no me lo pasé mal y me he sentido valorado y bien tratado.

En este momento, observo que la situación es muy distinta en las áreas que se ha quedado el PP, de aquellas que le ha cedido a Ciudadanos. En las primeras han arrasado con todos los directores y altos cargos y se están dedicando a deshacer todos los proyectos y avances que había conseguido la señora Carmena. Esto se debe a dos motivos. Uno, le tienen auténtico odio africano a esta señora, porque en el fondo es de los suyos (quiero decir que es de buena familia, tiene tierras, etc.). Por eso se la tienen jurada. La segunda razón es más prosaica. Tienen un montón de antiguos cargos y carguillos que han de recolocar en algún puesto, porque aparte la Comunidad de Madrid, no tienen dónde situarlos. En cambio, en las áreas que dirige Ciudadanos no se dan esas circunstancias: no tienen afán revanchista y no tienen a nadie que colocar, porque en el fondo no son nadie (por ahora). Lo suyo es un órdago de farol, para ir pillando poder y crecer al mismo tiempo.

En ese contexto, en Desarrollo Urbano ya hemos visto que mantienen a mi jefa, que mantienen el nombre de su unidad (Planificación Estratégica), que el Reinventing Cities les ha encantado, lo mismo que las demás líneas de trabajo que les hemos presentado. Así que mi contexto laboral no tiene por qué cambiar mucho. En el fondo, yo he estado muy bien en este tiempo gracias a mi jefa y su equipo. Y puedo seguir intentando ser feliz un poquito más, antes de irme para casa. De momento ya tengo un programa para continuar mi proverbial sinvivir en los dos próximos meses, que les contaré en el siguiente post. Me ha costado un tiempo decidirme a revelar todo esto y en adelante creo que deberé mantener una cierta discreción sobre los temas de mi entorno laboral más cercano, como hacía en los primeros tiempos del blog. Ustedes sabrán entenderlo. Y me queda hablar de Aduriz.

Aritz Aduriz es un futbolista muy querido del Athletic de Bilbao, a donde regresó tras un largo periplo por otros equipos, como el Mallorca y el Valencia. Yo tengo un recuerdo nítido de él. En el último partido de la Liga 2010-2011, el Valencia jugaba en el campo del Depor, al que le bastaba un empate para salvarse del descenso. Perdió 0-2 y bajó. El primer gol lo marcó Aritz. La defensa del Depor era tan mala, que alguien avanzó por el costado derecho sin que nadie le entrara, miró al centro y puso un balón bombeado. Aduriz, sin que nadie le estorbara, se elevó en el aire y cabeceó a la red. Pero no lo celebró, sino que abrió los brazos con las palmas hacia arriba, como disculpándose, como diciendo: –Joder, es mi trabajo, si la defensa no me marca y me llega un balón como ese, yo voy y meto gol, pues. Aritz es un tío cojonudo, que era consciente del drama que le suponía ese gol al equipo contrario, compuesto por compañeros suyos de profesión y además fue respetuoso con la grada, que estaba como en un funeral.

Hace años que Adúriz barrunta la posibilidad de retirarse. El año pasado jugó poco y metió sólo dos goles. Y en febrero pasado cumplió 38 años, una edad muy buena para la retirada de un futbolista. Así que a finales de la temporada pasada anunció que se iba. Entonces todo su entorno se aprestó a intentar convencerle de lo contrario. Su familia (mujer y dos hijas, que van a verle al campo todos los domingos) le decían que, total si está en buena forma y sigue siendo de utilidad al equipo, y encima se lo estaba pasando bien, para qué retirarse. El club le dijo que, si quería seguir otro año más, por ellos estupendo. Les suena la situación, ¿no? Así que Aduriz, como yo, dijo bueeeeeno, pues seguiremos un poco más.

El viernes 16 de agosto se inauguraba la Liga 19-20 con un solo partido: Athletic de Bilbao-Barcelona. Aduriz estuvo casi todo el encuentro en el banquillo. Casi con el tiempo cumplido (con 0-0) le mandaron a calentar. Salió en el minuto 87 en medio de una ovación atronadora. Corrió hacia su posición en el área y esperó. Un minuto más tarde toco su primer y único balón para marcar de chilena el gol de la victoria bilbaína. Un gol bellísimo; aunque no les guste el fútbol, les pido que vean el vídeo de abajo. A falta de jugarse todos los demás partidos hasta mayo del año que viene, yo no tengo ninguna duda de que este será el mejor gol de la temporada. Inmediatamente corrió al rincón en donde sabe que se sienta su familia y les estuvo mandando besos hasta que se cansó. Una escena emocionante, que hizo saltarse las lágrimas a más de un aficionado del Athletic. La pregunta ahora es: ¿tendré yo todavía el margen de hacer un gol de chilena? That is the question. Pórtense bien. 


2 comentarios:

  1. Yo creo que sí, Emilio, que tendrás margen para marcar unos cuantos goles a la chilena, o a lo Maradona, cuando el pibe fue "la mano de Dios". No te rindas, alguien tiene que sostener España, ahora que yo he claudicado. Me gusta saber que dejo todo en buenas manos.

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    1. Querida amiga, no sé qué vamos a hacer sin ti en la Isla de Alcatraz. A pesar de lo que vaticinan algunas agoreras, no creo que aguante mucho más que tú. Un abrazo.

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