domingo, 11 de agosto de 2019

860. Más sobre Barcelona y el cambio climático

Cuando yo era pequeño, recuerdo que mi madre solía regresar de la calle los sábados, satisfecha y ufana por algo que le producía mucha tranquilidad y que enseguida nos contaba alborozada: ya había ido a misa y, según las nuevas disposiciones vaticanas, esa misa le valía para el domingo. Además del alivio de no tener que tragarse semejante peplum en su día de descanso, creo que hay un motivo esencialmente femenino en eso de tener las cosas adelantadas y no dejarlas para última hora. El mismo que lleva a las conductoras a poner gasolina cuando tienen todavía medio depósito lleno, o a las pasajeras de avión a estar en el aeropuerto dos horas antes de que empiece el embarque. Los hombres somos más apresurados y desordenados, dejamos las cosas para el final, arriesgamos y a veces nos pilla el toro y, por ejemplo, nos quedamos sin gasolina y tenemos que dejar el coche en el arcén y caminar unos kilómetros, maldiciendo a pleno sol, para que nos llenen el bidoncillo de plástico en la primera gasolinera a mano. Tal vez es una generalización no muy fundamentada, pero díganme: ¿conocen ustedes alguna mujer que se haya quedado sin gasolina en marcha? Yo no. En cambio, hombres, así (esta palabra hay que apoyarla apretando los dedos de una mano hacia arriba, un gesto que tiene otro significado en Italia donde, por cierto, solo pueden hacerlo los hombres; entre las mujeres está mal visto).

Viene esto a cuento porque yo, que soy bastante femenino en algunas cosas, estoy escribiendo este texto el sábado, pero ya me vale para mañana, lo que me hace sentir ufano y feliz como una perdiz. Qué descanso dominical más completo voy a disfrutar, sin tener que escribir ni nada. Mi única obligación consistirá en dar un click para publicarlo, mandarlo al mailing de mis seguidores y colgarlo en Facebook para los que me siguen a través de dicha página. Unos cinco minutos en total. Y luego todo el día para tocarme las pelotas a dos manos. En realidad, lo que me pasa es que, en este agosto en el que sobra el tiempo y tampoco puede uno salir a la calle porque se achicharra con el cambio climático, me he propuesto mantener un ritmo constante de publicaciones: un día sí y dos no. Es un límite razonable que me he impuesto para controlar mi contrastada graforrea o graforragia continuada que, sin un mínimo control, me llevaría seguramente a escribir varios posts cada día.

También limito, como saben, el tamaño de los textos, procurando que no lleguen a tres folios de Word. En cuanto termino el segundo, empiezo a abreviar. Son precauciones que me tomo para no atufarles con un exceso de lectura, que estoy al tanto de que más de un seguidor se limita a mirar los santos, porque le da pereza leer tanto. El inconveniente es que muchas veces me dejo temas sin desarrollar del todo por falta de espacio. Hoy quiero hablarles de uno de ellos, algo que se quedó pendiente el otro día. ¿Recuerdan el documental sobre el exceso de turistas en Barcelona? Me quedé sin hacer todos los comentarios que me vinieron a la cabeza al respecto. En primer lugar, el director del film es un extranjero, un cubano que no habla catalán. Una parte grande de los entrevistados (como la mitad) hablan a la cámara en castellano, en parte, supongo, por cortesía y en parte también para que las denuncias que formulan tengan una mayor difusión y alcancen ámbitos geográficos más amplios.

En cambio, otros hablan en catalán, porque aprovechan para hacer ostentación de esa seña de identidad y el director de la película que se joda y ponga subtítulos si quiere. Es lo que pasa cuando una lengua deja de ser un vehículo para entenderse y se convierte en un medio de afirmación identitaria. Por ese mismo mecanismo, en las ruedas de prensa de los futbolistas del Deportivo de la Coruña, hay una parte de los periodistas que hacen sus preguntas en gallego, aunque el jugador que ha de contestar sea argentino o africano. No estoy haciendo una crítica, sino constatando un hecho: doy por sentado que todos los entrevistados en Bye bye Barcelona son bilingües, algo que para mí es un tesoro, y considero también que son libres de expresarse en la lengua que les pete. El que lleva ya las cosas un poco más allá es el profesor Enric Vilà, que sin sonrojo o, como se dice ahora, sin complejos, tiene los santos cojones de afirmar que la Rambla es un proyecto borbónico, que la trazaron recta para hacer ostentación del poder español y dominar mejor a Cataluña. Está tan centrado en mirarse el ombligo que no es consciente de que en esos tiempos se abrió la Gran Vía de Madrid o los bulevares de París. Un poco más adelante en el documental, añade que las putas y los flamencos que solían pulular por la Rambla hace unos 50 años, eran una forma más del franquismo para joder a los catalanes. Todo vale a la hora de arrimar el ascua a la sardina independentista.

Pero quedémonos en lo de la Rambla, por aquello del componente urbanístico. Por cierto, que la primera Rambla que se urbanizó, discurría por la antigua Riera del Cagadell, miren ustedes. Unos años después, Barcelona, a la par que todas las grandes ciudades de Occidente se vio en la necesidad de ampliar sus límites para acoger a todos los trabajadores que venían del campo atraídos por el empleo inherente a la Revolución Industrial. De aquí surgirá el Ensanche, como seguramente saben. Pero hay una cosa que me malicio que no saben (yo no la sabía hasta que la escuché en una conferencia de Carlos Sambricio, que mostró incluso los planos del asunto). Y es algo muy significativo. Resulta que, para el diseño de ese ensanche, el Ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso de ideas urbanísticas. Y, reunido el jurado, decidieron premiar un desarrollo orgánico apoyado en un esquema radial, que abrazaba la ciudad vieja y se estructuraba en torno a un sistema de plazas. Cada plaza se diseñaba inspirada en un elemento de la idiosincrasia catalana, una tenía la forma de la rosa de San Jordi, otra formaba una barretina, otra emulaba la butifarra. El resultado era ya entonces antiguo y como casposo, sensación que producen sus planos aun hoy.

Ante eso, el Ministerio de Fomento del Gobierno de Madrid dio un puñetazo en la mesa e impuso por Decreto-Ley un ensanche de cuadrícula como el de Madrid, diseñado por el ingeniero Ildefonso Cerdá, que trabajaba para el Ministerio. Y las autoridades locales se quejaron amargamente: ya están los de Madrid jodiéndonos como siempre, España nos roba y nos machaca, no nos dejan desarrollar nuestra idiosincrasia. Se llegó a decir que Cerdá no era un auténtico catalán, sino un botifler, y que esas calles tan anchas producirían corrientes de aire, de forma que todos los buenos catalanes se constiparían. Hoy, el Ensanche, lo mismo que las Ramblas, son parte del motivo por el que Barcelona es una de las ciudades más bonitas del mundo y por eso atrae a tantos turistas. Ya ven que este conflicto del prusés viene de antiguo. Y, sin embargo, yo creo que se va a solucionar a medio plazo de la forma más inesperada: por el cambio climático. Al ritmo que llevamos, el nivel del mar subirá y se tragará a Venecia y otras ciudades costeras. Y la gente se tendrá que ir de Barcelona. A lo mejor, los más urbanitas tienen que venirse a Madrid, como en su día hicieron algunos artistas, como Loquillo (y hasta el mismo Sisa, por un tiempo), preocupados por la subida del nivel del mar del independentismo.


Esta imagen que les pongo tiene un contenido simbólico definitivo. Hasta los que afirman no creer en el calentamiento global, como Trump, se van a ver anegados. Lo de este verano es algo nunca visto. Acabamos de sufrir el junio y el julio más calurosos desde que se inventaron los termómetros, como tal vez hayan leído en la prensa. A este ritmo, no sólo desaparecerá Barcelona, sino países enteros, como algunos de Polinesia, o buena parte de Holanda. Para paliar el avance del mar sobre las ciudades costeras, la ONU está pensando seriamente en crear barrios flotantes, frente a las costas urbanas en peligro. Es algo que ya existe, más o menos sobre el esquema de la maqueta que ven abajo.   



La idea es sencilla: construir islas flotantes, medioambientalmente neutras, autoalimentadas con placas solares, con vegetación, mezcla de usos y servicios para todos. El único problema es que los residentes tal vez tengan que ir en lancha al trabajo o a hacer la compra. La ONU, como les digo, ha pensado en que esto puede ser una solución a la problemática de los hábitats costeros. Y ha encargado a un prestigioso equipo de arquitectos (el estudio de Copenhague BIG, que encabeza Bjarke Ingels) que diseñen un prototipo, en el que se tenga en cuenta la respuesta a maremotos y escenarios tormentosos o la propia supervivencia de la isla si el nivel del mar sigue subiendo. Este último asunto ya parece tener solución: una especie de ancla, construida con materiales adaptados al mar, que sujeta la isla desde el fondo. Si el nivel sigue subiendo, se le da un poco más de holgura al cable y listo. Digo yo que el cable del ancla, ya que es ecosostenible, podría aprovecharse para cultivo de mejillones y contribuir así a la autosuficiencia alimentaria del conjunto. Como imagino que más de uno de mis lectores empieza a dudar de si le estoy tomando el pelo, AQUÍ tienen un artículo en que se habla de ello. Les recomiendo que lo abran, es muy interesante, tiene muchas imágenes y hasta un vídeo de divulgación muy expresivo.

Pero todo esto no es ciencia ficción. En realidad ya se está haciendo y existen ejemplos. En Maldivas, han construido una nueva capital en una isla artificial, para sustituir a la vieja Malé, a la que dan por perdida, a pesar de haberla rodeado con un muro de contención de tres metros de altura, construido con tetrápodos de hormigón. La nueva capital ya cuenta con una mezquita monumental, grandes avenidas, edificios ministeriales y parques. Hay una lista de espera de ciudadanos que han pedido trasladarse a esta ciudad flotante. Pero, en todo lo que tenga que ver con el urbanismo, se puede cruzar siempre el punto hortera de los que tienen que diseñar las formas de estas nuevas ciudades (como el de los catalanes y su proyectado ensanche orgánico). Esto es lo que les ha sucedido a los jeques del petróleo, que han llenado las costas de los Emiratos Árabes Unidos de resorts turísticos con las formas de las proverbiales palmeras del desierto. Vean abajo una imagen de conjunto y un detalle del denominado Palma Jumeirah, justo enfrente de la ciudad de Dubai.




Pero de despedida, o mejor digamos de traca final, les reservo una muestra más de que todas las cosas de las que se habla en este blog están relacionadas, que yo en el fondo no hago más que escribir de lo mismo todo el rato. ¿Recuerdan el vídeo que les puse en el que el presidente del Parlament, el unurabla Torrent, aguantaba estoicamente el discurso insultante de un empresario alemán afincado en Barcelona? Eso sucedía en el mes de marzo. Pues resulta que este señor se llama Karl Jacobi y parece que, tras su discurso demoledor, se vino arriba y decidió encabezar una candidatura a la alcaldía de Barcelona. Su lista se llamó Força Ciutadana y obtuvo exactamente 1.145 votos. Y nadie discute que constituyó la candidatura más friky de todas las presentadas. Porque su idea estelar era construir una isla frente a la costa barcelonesa, para edificar en ella 300.000 viviendas sociales, y resolver de un plumazo el actual problema de vivienda en la ciudad. Esta isla formaría en el mar el nombre de la ciudad, para que se viera desde los aviones, y tendría dos conexiones con el continente, una en plena playa de la Barceloneta y la otra más o menos por donde desagua el Besós. No me digan que el asunto no es de traca. Parece claro que este señor les ha pillado el punto fallero y folklórico a los catalanes. Abajo tienen la imagen. Sean buenos y sigan pasándoselo bien.





2 comentarios:

  1. Es difícil encontrar en algún otro lado la cantidad de cosas increíbles que nos cuenta usted en su blog. Como nunca se sabe si son verdad o está de broma, uno ya no sabe a qué atenerse. Lo de las plazas con forma de butifarra es increíble, lo mismo que las islas sujetas por un cable orgánico apto para el cultivo de mejillones. Pero entra uno en el artículo que nos adjunta y allí está todo: en ese material biorock seguro que se pueden cultivar hasta ostras. Y lo de la isla con la forma del nombre de Barcelona es ya un delirio. Lo he buscado en Internet y también era cierto.
    Nada, que muchas gracias y que siga buscando este tipo de historias, que resultan tan divertidas de leer. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La realidad supera siempre lo que un humano pueda imaginar, incluso lo más retorcido.

      Eliminar