sábado, 1 de julio de 2017

647. La duplicación elevada a X

Entremos a fondo en el coñazo este de la duplicación de género. Les recuerdo que la mujer ha sido desde la prehistoria la mitad de la Humanidad minusvalorada y reprimida por la otra mitad, la masculina, a la que tengo el honor de pertenecer, situación que continúa en estos momentos, especialmente en el mundo musulmán y otros lugares atrasados culturalmente, como muchos países del África subsahariana. Esta discriminación se traduce, por ejemplo en que en torno a un tercio de la población mundial carece de lavadora (he de contrastar la cifra para decírsela a ustedes con precisión). ¿Qué significa esto? Pues que la mujer se encarga de lavar, secar y planchar como pueda la ropa de toda la familia. Y, si está en un lugar donde hay escasez de agua, la mujer es la que se levanta antes del amanecer y camina a veces varios kilómetros, generalmente con los hijos a los que no puede dejar solos, para poder volver a tiempo de preparar el desayuno familiar, al que el marido se apunta con la mesa puesta.

Esto sucede hoy en día. En los países musulmanes, la mujer no puede salir de casa, ni conducir, ni sacarse el DNI sin el permiso del marido. Las niñas pueden ir al colegio hasta que tienen la primera menstruación. Entonces se acabó el colegio: a encerrarse a casa y esperar que tus padres te concierten un matrimonio. No diré nada del tema de la ablación de clítoris, que ya es bastante sangriento este panorama. En otras tierras, la mujer lucha por su liberación y se expone a una violencia ciega, que le impide circular libremente por la calle. Esto sucede en toda Latinoamérica y en otros lugares como la India. Allí las noticias de feminicidios son cotidianas. También son lugares peligrosos para los tíos, pero ciertamente menos y además no me gustan las equidistancias excusantes, supongo que saben a qué me refiero.

Y finalmente, está el mundo occidental. Aquí la situación de la mujer es sin duda mejor, comparativamente, aunque hay restos de discriminación y un goteo constante de crímenes machistas. Y aquí viene lo de la tontuna de la duplicación de género. En lugar de ir al fondo de la cuestión, poniendo en marcha políticas de inclusión y actuaciones que mitiguen la desigualdad existente, a algún lumbrera se le ocurre que hay que empezar incorporando esa idea al lenguaje cotidiano. Ni siquiera es una idea original, que ya la puso en boga el lehendakari Ibarretxe, con aquella tontuna de los vascos y vascas, de la que tanto nos reíamos. El problema es que ahora los políticos, en vez de reírse, lo han incorporado a sus discursos, sin reparar en lo ridículo que resulta y lo que irrita a la gente. Yo no conozco a nadie en mi círculo de amigos y conocidos a quien le parezca bien. Mejor dicho, miento, conozco a uno, pero es tonto.

No habría ni que decirlo, pero es una evidencia que lo que discrimina no es el lenguaje. Y, en este mundo que vive para guardar las apariencias, el uso por un político de ese lenguaje duplicado no garantiza para nada que sus ideas sean correctas en este terreno. Un tipo puede salir a un estrado, soltar un rollo lleno de ciudadanos y ciudadanas y, al acabar, marcharse a su casa y tratar a su señora a bofetadas. Pero hemos llegado a una situación en la que cualquiera que hable en público y no duplique todos los sustantivos, puede suscitar rostros estirados, como me sucedió a mí cuando se me ocurrió decir que para pasear por ahí a un ministro gay, todo el rato le cedería el paso por precaución. Si quieres hacer carrera como orador, introduce cuantas duplicaciones puedas, o no te comerás una rosca.

Una característica curiosa es que esta imbecilidad sólo sucede con el castellano. Nos hemos vuelto locos. En la jornada sobre violencias urbanas de la que ya les hablé en su día, asistí a una mesa redonda en la que había nacionales y extranjeros, por lo que se hablaba en español y en inglés. La moderadora abrió la jornada diciendo: –Buenos días, bienvenidos y bienvenidas, welcome everybody. Está clara la diferencia entre ambas lenguas. Conscientes del absurdo a que nos está llevando este tema, algunos organismos han editado manuales de lenguaje inclusivo en donde recurren a soluciones peregrinas. Por ejemplo, para no tener que decir los niños y niñas, se recomienda usar las criaturas. Todavía más ridículo.

La RAE ya se ha pronunciado, y yo tengo la idea de que esta nueva forma de hablar se puede entender como realmente discriminatoria, puesto que todo el rato resalta la existencia de dos sexos. Dejando esto de lado, me parece que lo único que nos queda es elevar aún más el absurdo. En ese sentido, ya saben ustedes que anda el cotarro revuelto con eso de las naciones que componen España y la tontería de la plurinacionalidad. Bien. Se ha dado por establecer que diciendo todo el rato los ciudadanos y ciudadanas, somos más inclusivos y más guay que si decimos sólo los ciudadanos, como yo hago siempre, porque en esta última modalidad estamos haciendo de menos al género femenino. Pues lo mismo puede entenderse con los diferentes idiomas patrios. Si decimos los ciudadanos y ciudadanas, estamos haciendo de menos a los catalanes, gallegos y vascos. Pues incluyámoslos también.

Según mi idea, el partido Unidos Podemos, al que ya Irene Montero suele llamar Unidos y Unidas Podemos, pasaría a llamarse: Unidos y Unidas, Units y Unides, Unidiños y Unidiñas, Elkarrekin, Podemos, Podem y Ahal Dugun. No me digan que no es una idea cojonuda. Así los discursos de Irene Montero podrían empezar un lunes y terminar el miércoles. Y recordemos que en nuestro  mundo no sólo hay hombres y mujeres, sino también niños y niñas, por lo que habría que incorporar los diminutivos. Y que esto también podría resultar excluyente para los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, asexuales, etc, que pueden sentirse discriminados por nuestro lenguaje de todos los días. Y, por supuesto, habría que incluir también el lenguaje de signos, por si hay algún sordomudo entre los oyentes. No bastará con recitar la retahíla que les he puesto más arriba, sino que habrá que hacerlo con el énfasis sobredimensionado propio del lenguaje de sordos. La duplicación elevada a X.

En esta Torre de Babel yo me considero un resistente. Igual que estoy firmemente decidido a seguir contando chistes de gays, de negros, de señoras gordas y flacas o de tartamudos, sin otros filtros que los del cariño y el buen gusto, pues también estoy dispuesto a no emplear nunca la maldita duplicación de género, salvo en modo irónico. Y también continuaré diferenciando el sólo adverbio del solo adjetivo. Nadie va a cambiar mi forma de escribir ni mi forma de expresarme en público. ¡Ea! (esto de acabar gritando ¡ea! se lo he copiado a mi amiga Inmaculada, a la que aprovecho para mandar un fuerte abrazo).

En fin. Ya tengo al helicóptero rondando sobre mi cabeza, porque el gran desfile del World Pride saldrá dentro de unas horas desde la plaza de Atocha, a cien metros de mi casa. Ya saben que por aquí pasan todas las procesiones, desfiles militares, verbenas y manifestaciones. Pero no voy a quejarme, en la línea de Javier Marías. Vivir en el centro de una ciudad grande tiene sus inconvenientes y también sus ventajas. Es lo que hay. Para sumarme a la gran astracanada inclusiva y festiva, les dejo con un tema que viene al pelo. El Juliette de Platero y Tú. Sean buenos. Yo me bajo a infíltrarme en la marea de bujarrones y bujarronas.


4 comentarios:

  1. El 2 de julio de 2017, Paco Couto escribió:
    Sin la misma intención que ahora, el señores y señoras se viene diciendo "de toda la vida de Dios" o al menos eso me parece. El comienzo de los discursos a lo lehendakari style también me parece recordar que tiene antecedentes. No me hagas mucho caso, pero creo que De Gaulle comenzaba sus discursos con el franceses y francesas. Me suena, no es un recuerdo consistente. Tal vez me lo estoy inventando. Tú que tienes mucha habilidad para encontrar cosas en el internete, mira si te aparece algún discurso de De Gaulle. La teima del lenguaje duplicado ya viene de hace mucho. Álvaro García Meseguer, reconocido feminista, conocido por nosotros más como ingeniero de caminos coautor de la biblia del hormigón en lengua española, el famoso Jimenez Montoya (eclipsados Meseguer y Morán) escribió hace años un estudio sobre el sexismo o no de la lengua española. No le han hecho mucho caso. Creo que el asunto no tiene solución y tendremos discordia para rato. Los que creen que el lenguaje conforma el pensamiento y la ideología seguirán vigilando nuestro lenguaje.

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    1. Mi respuesta, el 4 de julio:
      Querido Paco, te agradezco este comentario tan sesudo y documentado, muy por encima de mi texto, que se escribió tal vez un poco más a la carrera de lo corriente. Por supuesto que el "señoras y señores" se usa de toda la vida, es una fórmula de cortesía habitual para empezar un discurso. También en medios anglosajones se usa el "Ladies and gentlemen", por ejemplo para presentar a un músico. Lo que es una estupidez y además algo muy cansino, es que haya que duplicar todo el rato, al principio, en medio y al final de un speech. Es que si escuchas el parlamento de Irene Montero, o cualquier otro, deberás sufrir todo el rato cosas como esta: "esto es lo que pretende esta ley, señores diputados y diputadas, que todos los ciudadanos y ciudadanas se sientan protegidos y protegidas ante cualquier contingencia". Lo siento, pero me resulta insufrible

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  2. El 3 de julio de 2017, Anónimo escribió:
    Creí que pertenecer a la mitad masculina, no era un honor, sino una aleatoria combinación de cromosomas. Pero si es un honor, felicidades por la suerte que te ha cabido en el reparto genómico

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    1. Mi respuesta del 4 de julio:
      No sé quién eres, pero en este foro no tienen sitio los listillos. Ni las listillas. Por supuesto que es un honor para mí ser hombre, no inferior al que sentiría si hubiera nacido mujer. Los cisexuales es lo que tenemos. Siempre me he llevado bien con las mujeres a partir de un mutuo respeto y consideración de igualdad. Y no me siento obligado a echar sobre mis espaldas las culpas de generaciones y generaciones de machistas y tener que flagelarme por ello.

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