viernes, 14 de julio de 2017

651. Bloomberg y el C40

Hace unos días les hablaba de los tres (cuatro) viejos rockers franceses, septuagenarios inquietos, activos y en plena forma. Hoy les hablo de otro monstruo: Michael Bloomberg, que el pasado día de San Valentín redondeó la cifra de 75 años. Bloomberg es muy conocido en su país, como multimillonario filántropo y también como el penúltimo alcalde de Nueva York, en el período comprendido entre 2002 y 2013. Sucedió, pues, a Rudolph Giuliani, que llevaba en el puesto desde 1994, y que había logrado recuperar el orden público en la ciudad, con mano dura y procedimientos no siempre muy presentables. Giuliani recibió una ciudad conflictiva, medio arruinada y peligrosa (la que yo visité en los 80 en dos ocasiones) y la pacificó a hostia limpia. Y casi al final de su mandato sufrió la catástrofe del 11-S, ocasión en la que dio la cara y se puso al frente de la ciudadanía, lo que hizo que su popularidad subiera como la espuma. Pero estaba enfermo de cáncer y poco después dejó el testigo a nuestro hombre.

Bloomberg recuperó anímicamente a la ciudad, hizo resurgir el turismo y empleó en ello parte de su patrimonio personal, porque este hombre no olvida sus orígenes humildes y eso le hace ser siempre generoso. En efecto, nacido en un barrio obrero de Boston, Bloomberg trabajó como aparcacoches para poderse pagar sus estudios de ingeniería técnica eléctrica. Ya con ese título, empezó a trabajar como técnico mientras estudiaba Administración de Empresas en Harvard. Era tan brillante que, nada más hacerse con el título, fue contratado por la prestigiosa empresa financiera Salomon Brothers y empezó a trabajar en Wall Street. Seis años más tarde lo hicieron socio de la firma. Cuando Salomón Brothers fue absorbida por un competidor más potente y clausurada, Bloomberg recibió una indemnización de unos 10 millones de dólares. Y con eso empezó una fulgurante carrera, en la que todo lo que toca se convierte en oro.

Su empresa Bloomberg L.P. es una de las principales firmas mundiales de información financiera. Además tiene una emisora de radio y una Web bloomberg.com que es una de las más visitadas del mundo. Su patrimonio no ha hecho más que crecer y eso le llevó primero a la filantropía (ha donado fondos a través de su Fundación a todo tipo de iniciativas sociales, desde programas de ayuda para víctimas de la violencia doméstica o jóvenes problemáticos, hasta construcción de polideportivos de barrio) y después a la política. Aunque era simpatizante del Partido Demócrata, en 2002 encabezó la lista del Republicano a la alcaldía de Nueva York y rentabilizó la popularidad de su antecesor, que también era republicano.

Por primera vez en la historia de la ciudad alguien sin experiencia política llegaba a la alcaldía. Y lo hizo ciertamente muy bien. En 2007 ganó la reelección como independiente. Y, antes de las últimas elecciones estatales, se especuló con que, tanto él como Bernie Sanders podrían optar a la presidencia como outsiders. Finalmente, Sanders se integró en los mecanismos del Partido Demócrata y Bloomberg optó por no presentarse, para no restar votos a los demócratas. Las últimas noticias que hemos tenido de este interesante caballero nos hablan de su papel como impulsor y primer firmante de la declaración de un montón de estados y ciudades norteamericanas de que van a seguir cumpliendo sus compromisos con el Acuerdo del Clima de París, iniciativa que presentado por escrito ante la ONU.

Y ahora viene una de esas historias que tengo que insistir en que se las crean. Resulta que yo conocí a Michael Bloomberg en persona y tuve la oportunidad de estrecharle la mano. Como ya he contado en alguna ocasión, en julio de 2012, unos meses antes de abrir este blog, fui invitado a un congreso llamado Greater and Greener, organizado en Nueva York por la asociación City Parks Alliance, que agrupa a los responsables de la gestión de los parques urbanos de todas las grandes ciudades americanas, en donde pude presentar el parque Madrid Río. La City Parks Alliance tiene su sede en Washington, pero organizó su congreso en Nueva York bajo el patrocinio de la alcaldía de Bloomberg. Y el encuentro se clausuró con una fiesta en los jardines de la Gracie Mansion, la tradicional vivienda del alcalde de Nueva York, que Bloomberg usaba para este tipo de saraos, porque él seguía viviendo en su lujoso chalé de Long Island (su sucesor, Bill de Biasio, en cambio, reside en la Gracie). Abajo una imagen de esta mansión.



La fiesta fue muy divertida y la directora del congreso me presentó al alcalde. Le recuerdo como un hombre más bajo que yo, recio y con una cabeza de buen tamaño, que mantuvo mi mano en la suya mientras escuchaba con mucha atención lo que la directora le contaba sobre mi perfil. Estuve un rato en su grupo, pero luego me dediqué a atender a dos amigas que había hecho en el congreso, Nancy Brunning, monitora de running y promotora de actividades deportivas al aire libre, y la japonesa Rumi Satoh, responsable de jardinería de Tokio. Sigo en relación con ambas y he subido al blog fotos de las dos. He de decir que Michael Bloomberg se quedó hasta el final de la fiesta y ejerció de animador, desde un estrado en el que soltó un discurso muy divertido, contó una serie de chistes hilarantes, hizo imitaciones y hasta cantó alguna canción a coro con los asistentes. Un tipo llano, muy simpático y listo como el hambre.

Bien, pues entre las múltiples iniciativas que patrocina este señor, hoy les voy a hablar de la Red de Ciudades C40. Pueden encontrar una extensa información sobre esta red AQUÍ, si tienen curiosidad por saber más sobre ella. Se trata de una entidad privada sin ánimo de lucro, que tiene su sede en Nueva York y se nutre financieramente de la Fundación Bloomberg y otras aportaciones de filántropos de todo el mundo. Fue fundada hace unos diez años, es decir, cuando Bloomberg era todavía alcalde de NY. El objeto de C40 es poner en contacto a los técnicos de las ciudades que integran la red (40 al principio y ahora más de 80) para extender iniciativas de lucha contra el cambio climático en las ciudades y conseguir entornos urbanos saludables, más verdes, más seguros y más inclusivos. Como supongo saben, la Dirección General para la que trabajo en el Ayuntamiento de Madrid, se ocupa de la regeneración urbana de los barrios periféricos de Madrid, un tema en plena sintonía con lo que promueve esta red.

En torno al mes de marzo pasado, conectamos con C40 y nos pidieron nombrar a tres personas de la Dirección para coordinar nuestro trabajo con elllos. Mi jefa insistió en que yo fuera uno de los tres, aunque mi postura inicial era renuente porque, de una forma o de otra, mi jubilación no está ya muy lejos. La red tiene varias líneas de trabajo, que pueden consultar en el archivo que les he puesto antes, y nosotros nos hemos sumado a la denominada Transit Oriented Design (TOD). El funcionamiento es a base de webinars (así se llaman los seminarios on-line) de una hora, que se celebran en número de cuatro o cinco al mes. Yo ya he participado en unos cuantos. Pero, además de los webinars, una vez al año se organiza un encuentro presencial, con formato de workshop. El de este año tendrá lugar a finales de este mes. La invitación a participar, nos llegó justo cuando yo estaba en la Toscana. Y, a la vuelta de mi viaje, me encontré con que todos habían decidido que fuera yo quien acudiera.

Así que tengo un viaje en perspectiva del que no les había hablado. El próximo día 23 he de estar a primera hora en Barajas para coger un vuelo. ¿Adónde? Eso es lo que me falta por contar. Tal vez deban sentarse, para no caerse de culo por la sorpresa. ¿Ya se han sentado? Pues me voy nada menos que a Portland. ¿Cómo? No, no. A Portland-Valderribas no. ¡Mira que sois ustedes capullos! A Portland (Oregon). Costa Oste de los Estados Unidos. Y ahora es cuando cada uno de ustedes grita: –QUÉ ME DICES y yo le susurro al oído: –Lo que oyes. 



Ya que he de desplazarme al culo del mundo, o a donde Cristo perdió el mechero, pues voy a aprovechar para quedarme por allí una semana y visitar dos ciudades que tengo muchas ganas de conocer: Vancouver y Seattle. Mi programa es más o menos el siguiente. El domingo llego a Portland a hora temprana, porque al tiempo de viaje hay que restarle 9 horas de la diferencia horaria. Tendré un día para hanging’round por la ciudad, tres días de encierro en un hotel para el workshop intensivo con técnicos y funcionarios de otras trece ciudades (ninguna europea) y luego me cogeré un vuelo a Vancouver (Canadá). Desde allí mi plan es ir volviendo hacia el sur en autobuses o trenes, recalar en Seattle, que es la cuna del grunge (Nirvana, Pearl Jam) y volver a Portland con tiempo para tener un encuentro con el Departamento de Planeamiento y Transportes para debatir en torno al Madrid Río, puesto que allí están estudiando soterrar un tramo de autopista al lado del río en lo que ya han denominado el Green Loop.

En fin, ahora entenderán por qué estaba descuidando un poco el blog. He tenido que buscar vuelos, hoteles, visado yanqui y canadiense. Además de prepararme para el workshop, que es una cita de mucho compromiso, como les contaré en siguientes posts. Así que aquí me tienen. No soy tan viejo como Johnny Halliday y compañía, pero sigo al pie del cañón, rocking in the free world. Es esta una canción de Neil Young, otra verdadera fiera, 72 años, al que se considera el padre espiritual del grunge. Otro de mis ídolos. Y encima hace un par de años se unió a la ya cincuentona Daryl Hannah, la inolvidable replicante de Blade Runner, una hermosura de mujer. Les dejo un vídeo de despedida. Así interpretaba Young la canción de marras en el Gladstonbury Festival de 2009. Que la disfruten. Buen finde. Y cuidado con el calor, que el cambio climático es galopante.



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