martes, 11 de julio de 2017

650. Bombones, maldiciones y rock and roll

Mi amiga Inmaculada está muy enfadada conmigo porque dice que llevo desde principio de mes sin escribir nada que valga un poroto, que lo de la duplicación de género es algo ya muy manido, el post sobre Al Gore es una estafa porque me limito a dos párrafos (y ella espera de mí algo más que lo que ofrecen las páginas de Facebook, que no van más allá de poner unos links y ya) y por último el asunto hemorroidal/catalán, en el que he colado unos textos de recuelo y una repetición de lo mismo que digo siempre. Que lo último un poco bueno que he escrito es la historia de la visita del ministro gay y, desde entonces, estoy vagueando. Tiene razón Inmaculada, que me obsequia con el mejor control de calidad del blog, y encima gratis. Es cierto que estoy vagueando un poco, pero ello se debe a que estoy muy ocupado y hasta un poco estresado, por el asunto del que les hablaré en el próximo post. Que éste se me va a ir en relatarles unos cuantos cabos sueltos de interés. 

Empecemos por el ministro de marras, sobre el que he de precisar un par de cosas. El día de autos, resulta que vino bastante gente a buscarme a la oficina (últimamente estoy en todas las salsas) y, al no encontrarme, preguntaron por mi paradero a mi compañera África, la cual, con la discreción que la caracteriza, proclamó a voz en grito: –Emilio no sé si va a venir hoy, que está paseando por ahí a un Ministro del Orgullo Gay. Así que, cuando volví después de cumplir mi cometido, todo el mundo me esperaba con expectación inusitada. La expectativa se vio cumplida con creces cuando me vieron llegar inusitadamente emperifollado, encorbatado y esparciendo brisas de perfumería. Lo de la mirada perdida y la piel un poco más tersa de lo habitual es mentira, son las típicas maledicencias de los cotillas.

Pero aun quedaba un estrambote a la altura de la historia. Porque, el jueves pasado, me llamaron de abajo, de control, diciendo que había llegado un paquete a mi nombre. Bajé a por él y regresé. Era de buen tamaño. Rodeado de mis colegas, fui quitándole capas: de papel de envolver, de cartón, de plástico de burbujas y hasta una vuelta de material helado para conservar el interior. El señor ministro, nada más volver a su tierra, se ocupó de ordenar que se me enviara una caja de los mejores bombones de su país. Un detallazo. Tal vez fue su rubio asistente el encargado de cumplir su encargo. Repartí los bombones con mis compañeros y me guardé celosamente la tarjetita que venía en un sobre a mi nombre y cuyo texto tampoco les voy a revelar aquí, joder, que esto no es el Sálvame Diario. Ahora tengo a mis compañeros un tanto despistados respecto a mis tendencias sexuales, aunque ya están curados de espantos conmigo, y les diré que así es como me gusta tenerlos: despistados.

En lo que no hay despiste posible es en el asunto hemorroidal. Si hubiera esperado unos días, hubiera encontrado nuevo material sobre el matiz que me interesa resaltar: la imposibilidad de ser nacionalista y de izquierdas a la vez. Por ejemplo, el amigo Lluis Llach tiene bien arraigada la confusión contraria: estos días ha salido a la palestra (dentro de la enorme presión que su movimiento ha ejercido sobre Ada Colau), para decir que no entendía cómo alguien salido de los movimientos del 15M no se sumaba a la gran marea de las esteladas. Este señor es de los más peligrosos y no sería de extrañar que un día salga por ahí con una campanilla, vestido con capisayo negro y tocado con barretina proclamando su maldición, aquella de Assassins…assassins de raons, de vides, que mai no tingueu repos en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memories. a por supuesto a todos los catalanes que no comulguen con la rueda de molino del prusés.

Es mucho el veneno que se ha esparcido entre las gentes de Cataluña y costará muchos años descontaminar esas tierras. Como decía Mark Twain, es mucho más fácil engañar a una persona, que luego hacerle ver que la han engañado. Es lo que intenta, por ejemplo, un vasco que escribe una carta a los catalanes de izquierdas, publicada estos días en el digital eldiario.es Les recomiendo que la lean, porque abunda en mi tesis. Vamos, que no tendría ningún inconveniente en firmarla. Para verla han de pinchar AQUÍ.

Volviendo a temas más jocosos, les quiero hablar ahora de un pueblo de Guadalajara que se llama Peralejos de las Truchas, allá por donde confluyen la Sierra de Albarracín y la Serranía de Cuenca, no muy lejos del punto donde se separan las tres cuencas (Ebro, Tajo y Segura), en la zona que recorrí en uno de mis últimos recorridos senderistas. Como todos los años, los 170 habitantes del pueblo con su alcalde al frente, están en estos momentos preparando su festival Greetings from Peralejos, en homenaje a Bruce Springsteen, al que el año pasado declararon hijo adoptivo del pueblo y lograron entregar la placa correspondiente, aprovechando el concierto que dio en el Santiago Bernabeu.

Si recuerdan, yo también acudí a ese concierto, en compañía de mi querido amigo X, suceso al que se dio amplia cobertura en este blog, con fotos incluidas. Bien, pues algunos habitantes del pueblo consiguieron entradas y lograron ponerse en las primeras filas y enarbolar una pancarta con el nombre de su festival. Y cuenta la leyenda que el Boss se fijo en ella y le preguntó a su guitarrista Little Steven: What fuck is Peralejos? En cristiano: ¿qué cojones es Peralejo? Se lo explicaron y eso propició que después del concierto recibiera a la delegación del pueblo y posara con ellos con la placa de bronce que le regalaron. El alcalde de Peralejos de las Truchas, también dueño del bar del pueblo, es seguidor de Springsteen desde 1975, más de 40 años. En fin, que ya sé que alguno de ustedes estará pensando que les estoy tomando el pelo, pero todo esto es cierto y pueden constatarlo en el vídeo de aquí abajo.


El Boss lleva parado desde esa gira que le llevó por todo el mundo. Después ya saben que publicó su exitoso libro de memorias y ahora parece que le ha cogido gusto a esto del negocio editorial. Para noviembre se anuncia la publicación de un libro de fotografías que recopilará las mejores imágenes del músico tomadas por su amigo y fotógrafo oficial Frank Stefano. El libro se titulará Further on up the road y contará con un prólogo de puño y letra del propio Springsteen. Sólo se van a editar 1978 ejemplares, que se pueden reservar ya por Internet al módico precio de 350 €. Pero  no se preocupen: la semilla de la buena música de New Jersey la mantienen viva otros músicos, como Southside Johnny y sobre todo el lugarteniente del Boss, Little Steven, el hombre del pañuelo en la cabeza. Steve van Zandt es de mi quinta y se ha embarcado en una gira desde finales del año pasado, con su grupo Los Discípulos del Soul. Les dejo con un vídeo extraído de su actuación en Londres. Como todos los músicos de la banda del Boss, Little Steven es muy bueno. Que lo disfruten.



2 comentarios:

  1. Anónimo escribió el 12.07.17:
    Impresionante Little Steven. Y extraordinaria la historia de Peralejos de las Truchas, que parece sacada de un cuento de Julio Llamazares o del Viaje a la Alcarria de don Camilo J.C. Chapó a tu amiga Inmaculada. Si cada vez que te pincha con una crítica respondes con un texto como este, tenemos diversión asegurada. Feliz verano.

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    1. Mi respuesta el 15.07.17:
      La realidad supera siempre lo que cualquier escritor pueda idear. Me dice mi amigo Paco Couto que en una aldea minúscula cercana a Porriño, que se llama Cans (literalmente: perros) celebran todos los años el Festival Internacional de Cine de Cans. Como, por tener, no tienen ni una sala para las proyecciones, hacen un cine al aire libre en un descampado y proyectan unas cuantas películas, seleccionadas por los esforzados organizadores del festival. Supongo que con bien de Ribeiro y pulpo a granel.

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