jueves, 19 de marzo de 2015

357. Objetos perdidos

No, si ya decía yo que, cuando uno pierde el ritmo, luego sigue a tropezones. Son éstas semanas atípicas en las que estoy ciertamente ocupado; en mi trabajo hay una extraña fiebre por terminar los trabajos empezados, para dejarlos listos antes de Semana Santa, lo que me impide distraer ratos para escribir algún post por la mañana; las tardes las tengo también hasta arriba, he de hacer compra para tener la nevera a la altura de las hambres de mi hijo y, para colmo, se cruzan el puente de San José, el próximo fin de semana una boda en La Coruña y luego la Semana Santa. Todo esto altera mi natural biorritmo y me impide atender el blog con la regularidad que me había propuesto y que he mantenido algo más de dos meses, más de lo que esperaba. A la vuelta de estos atípicos días intentaré recuperar las buenas costumbres, pero sin agobiarme por ello.

Por lo demás, por aquí se ha estropeado el tiempo en estos últimos coletazos de un invierno de los más suaves que recuerdo. Si no llego a ir a Hamburgo y Lübeck, no habría tenido que sacar los guantes y la bufanda del armario. Dice el refrán que cuando marzo mayea, mayo marcea. Por mí, que marcee todo lo que le dé la gana, no me gusta el calor y prefiero este tiempo fresquito y revuelto. Lo que sí agradezco de los tiempos que vienen es el aumento de horas de luz, combinado con el horario de verano que estamos a punto de recuperar. Para un noctámbulo como yo, es un placer salir a tomar el relente en los días calurosos con luz hasta las diez.

En este blog ha quedado acreditado que soy un pronosticador pésimo, y siento que mi augurio de un inminente atentado yihadista haya roto mi tendencia a equivocarme. Los fanáticos han sido certeros atacando Túnez, el país que inició la primavera árabe y el único que la mantiene tras unas elecciones que llevaron al poder a un partido laico, algo que ni Turquía disfruta en estos momentos (Ataturk ha de estarse retorciendo en su tumba al ver en qué ha desembocado el régimen que él creó). Cuánto daño se le hace a la admirable nación tunecina atacando al turismo, su principal fuente de ingresos. Los otros países que emularon la primavera tunecina han retrocedido al más crudo invierno (Egipto), a la guerra civil (Siria) o a la anarquía total (Libia). A todos ellos los tenemos a un tiro de piedra y la situación es bastante alarmante. No veo yo a Europa muy decidida a atajar el problema. Al final van a tener que venir los americanos a sacarnos las castañas del fuego (como en Yugoslavia). Si no tuvieran un presidente tan mandiles como Obama, tal vez ya hubieran intervenido.

Y qué tremenda la historia de la pareja de abuelos que nunca habían salido de España y a sus hijos se les ocurre invitarles a un crucero para celebrar las bodas de oro. Y el maldito crucero tiene que ir a detenerse en Túnez en el peor momento posible. Su destino estaba escrito. En este caso, lo había escrito Alá. Por eso yo prefiero las sociedades laicas, porque los dioses tienen muchas veces designios malvados. Los hijos de esta pareja entrañable han de estar hundidos pero, visto desde fuera, casi es mejor que los hayan matado a los dos juntos. Fue una pareja siempre unida y se han ido juntos. Y además seguro que fueron muy felices visitando Marsella, Génova, Roma y Palermo. El marido parece que algo se barruntaba, él no quería salir de su entorno, ya había visto muchos cambios de todo tipo en su vida y no quería más líos. Le bastaba con salir a caminar por el Parc de Collserola, el gran bosque que envuelve a Barcelona con la delicadeza de una mano maternal.

A los mayores hay que dejarlos tranquilos. Mi padre se murió en 1990, tras cuatro años de enfermedad. Así que tuvo que ser como mucho en 1985 cuando sucedió la anécdota que no estoy seguro si he contado ya en el Blog. Acompañado de mi madre, vino de visita a Madrid y a mis hermanos y a mí se nos ocurrió llevarle a ver la más reciente novedad de la ciudad: el centro comercial La Vaguada, el más grande abierto por entonces en Madrid. Después de un rato subiendo y bajando escaleras mecánicas, entre multitudes y con una música ambiental agobiante, mi padre palideció y nos pidió por favor que lo sacáramos enseguida de allí, que se estaba volviendo loco. En cuanto salimos a la calle se sintió mejor. Ahora que voy teniendo años, lo comprendo perfectamente. Con más de sesenta, uno ya ha vivido muchos cambios y no quiere más novedades ni sobresaltos.

Hace unos días escribí un texto en el que contaba mi primer día de trabajo en el Ayuntamiento y algunos de mis lectores más jóvenes me dicen que les sorprende mi nostalgia de los tiempos del balduque, las diligencias, las pólizas y los expedientes unidos por cuerda floja. Cómo puedes añorar esos tiempos prehistóricos –me dicen–, en los que cualquier trámite era complicadísimo. Según ellos, las cosas han mejorado mucho con la informática, la trazabilidad y la digitalización de la información. No estoy yo tan seguro de que todo haya ido a mejor. Muchas cosas sí, pero no todas. Sin ir más lejos, el programa del que yo dispongo para procesar las alegaciones al Plan General en revisión, es mucho más lento que si lo hiciéramos a mano. No es culpa del programa concreto; todos tienen el mismo talón de Aquiles: la carga de la información es ardua y lenta. Una vez cargada, se pueden hacer con ella muchas más cosas que con los viejos procedimientos, cierto, pero el proceso de cargarla es como una tortura.

Hace más de un año, conté en el blog un divertido ejemplo de un servicio que había empeorado con los nuevos adelantos, en concreto en el Post #136. Ahora les añado un servicio del Ayuntamiento en el que es necesario mantener las viejas rutinas. Me refiero a la recogida, almacenaje y gestión de objetos perdidos. Es increíble la cantidad de cosas que la gente se deja olvidadas en la calle o los transportes públicos. El pasado 30 de julio, el Pleno del Ayuntamiento acordó aprobar el nuevo Reglamento de Depósito, Custodia y Devolución de los Objetos Perdidos de la Ciudad de Madrid. El artículo 9 de dicho reglamento, determina que con los objetos que se recuperen, se elaborará una lista mensual, que se expondrá en el Tablón de Edictos durante catorce días naturales. De manera adicional, dicha lista se publicará también en el Boletín Oficial del Ayuntamiento. Para que vean que esto que les cuento es ahora y no en el siglo pasado, aquí les transcribo el anuncio del mes pasado.

De acuerdo con lo establecido en el artículo 615 del Código Civil, y en virtud del Acuerdo de 30 de julio de 2014 del Ayuntamiento Pleno, por el que se aprueba el Reglamento de Depósito, Custodia y Devolución de los Objetos Perdidos de la Ciudad de Madrid,

                       RESUELVO

Poner en conocimiento del público en general, la relación de objetos hallados en taxis, EMT, Metro, RENFE, AENA, Correos, vía pública y otras procedencias, depositados en la Oficina de Objetos Perdidos durante el mes de febrero de 2015.

Abanicos, agendas, auriculares, bastones, bisutería, bicicleta estática, bolsas de plástico y papel con objetos, bolsos, bolsos de viaje y maletas, cámaras de fotos, carpetas y portafolios, carteras y monederos, carritos de bebé, carros de la compra, cascos de moto, cuadros, discos de vinilo, documentos nacionales de identidad, diversa documentación médica, efectivo, gafas, funda de puros, guitarra, juguetes, libros, llaves, mochilas, móviles y cargadores, marco digital de fotos, navegadores GPS, objetos dorados y plateados, ordenadores portátiles, pasaportes, permisos de residencia, patinete, raquetas de tenis y de pádel, relojes, ropa y complementos, saco de dormir, sonotone, sombrillas, tensiómetro, trípodes y trompeta.

Dichos objetos se encuentran depositados en la Oficina de Objetos Perdidos, situada en el paseo del Molino, 7 y 9, y podrán ser entregados a quienes acrediten ser sus dueños, en horario de ocho treinta a catorce horas de lunes a viernes.

Ahora díganme: ¿creen que este servicio se puede regular con un programa informático?


2 comentarios:

  1. Más vale perder cualquiera de los objetos de la relación (incluso la bicicleta estática), que perder la vida como los ancianos barceloneses. El destino nos reserva a veces sorpresas desagradables. Mi reconocimiento emocionado a estos paisanos cívicos de destino trágico. Siguiendo su consejo he visitado la exposición Barcelona Metrópolis (magnífica) y he visto que nuestra ciudad es la que aporta más viajeros a los cruceros en el mundo. Espero que no disminuyan ahora.

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    1. No sé si es usted el troll secesionista de otras veces, o no. En ambos casos le expreso mis sinceras condolencias. Los cruceros no es un modo de viaje que me atraiga. Nunca lo he practicado y, por ahora, digo: de esta agua no beberé. Pero nunca se sabe. La cosa va en auge y efectivamente, en Barcelona presumen del dato. Para estas cosas, cualquier indicador en el que se sea el primero es bienvenido y aprovechado.

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