miércoles, 11 de marzo de 2015

354. El Frente del Agua

Como les dije, el sábado hice un recorrido senderista por el llamado Frente del Agua, una ruta recuperada el año pasado por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, que es del máximo interés. La zona está situada al pié de lo que durante años se llamó la Sierra Pobre de Madrid, ahora rebautizada como Sierra Norte, de acuerdo con la tendencia actual al eufemismo y la dulcificación patronímica, que impide llamar cojos a los cojos y negros a los negros. En realidad, el nombre geográfico correcto es Sierra del Rincón, así denominada por encontrarse entre las cadenas principales del Macizo Central (Guadarrama, Somosierra, etc.) y la llamada Cuerda Larga, cadena secundaria que transcurre en dirección norte-sur (es decir, es un sistema ibérico) y divide las cuencas del Lozoya y el Manzanares.

Ambas cadenas forman una especie de triángulo (de ahí el nombre de Sierra del Rincón), en donde se sitúan pueblos como Montejo de la Sierra, La Hiruela, Prádena del Rincón y la Puebla de la Sierra. Desde junio de 2005, la Sierra del Rincón es Patrimonio de la Biosfera, declarada como tal por la UNESCO y único territorio de la Comunidad de Madrid que ostenta esa categoría. En el borde sur de esta comarca se sitúa el pueblo de Paredes de Buitrago, de donde parte la ruta del Frente del Agua. Antes de la guerra, el nombre de este pueblo era Paredes de la Sierra y allí tuvieron lugar una serie de hechos históricos de los que quedan vestigios importantes. Ya les he contado mi teoría de que la Guerra Civil española fue en realidad un golpe de Estado fallido, cuyos promotores pretendían que durara cuatro o cinco días, pero encontraron una inesperada resistencia de la población, que hizo que la cosa se enquistara y se prolongara tres años.

Lo acontecido en este frente, fue básico para que el devenir de los hechos fuera de esa forma. Como pueden constatar en cualquiera de los textos históricos que existen, el alzamiento fue un éxito en numerosas provincias (como La Coruña). Entre ellas estaba Segovia, que pasó al bando llamado nacional, prácticamente el propio 18 de julio. En el extremo opuesto estaba Madrid, donde la rebelión fue sofocada por el pueblo en armas. Eso convertía la divisoria montañosa entre ambas provincias en un lugar del máximo interés estratégico. En previsión de ello, el día anterior al alzamiento había salido de Madrid una partida de falangistas con la misión de hacerse con el túnel ferroviario de Somosierra, entonces en construcción, pero ya practicable, a falta de tender las vías. Los falangistas se hicieron con la posición, pero fueron observados por un peón caminero, que bajó a Buitrago a dar el aviso a sus superiores.

Según el relato de los lugareños de la zona, recogido en libros y testimonios registrados, el mismo 18 de julio parte de Buitrago una expedición de voluntarios republicanos que rápidamente reconquista el túnel, por el que pretendían los alzados abrir un paso expedito a las tropas al mando del general Mola. Pero además de éste, había un segundo objetivo estratégico esencial. Los rebeldes pretendían hacerse con el control de los embalses de Puentes Viejas y El Villar, construidos a principio del Siglo XX por el Canal de Isabel Segunda, y que abastecían de agua a la capital. Porque, como ya les he contado, el agua que ahora surte a Madrid proviene de un sistema de pantanos, en su mayor parte construidos por Franco. El dictador, impresionado por la pertinaz sequía de finales de los 40, se puso a construir embalses como un loco y no sólo por el gusto de decir eso de queda inaugurado este pantano.

Pero en los 30, todo el suministro de agua a Madrid dependía de Puentes Viejas y el Villar. Conscientes de ello, ambos bandos se apresuran a mandar tropas a la zona. El 25 de julio, un batallón nacional comandado por García Escámez logra conquistar el puerto de Somosierra y recupera el túnel, que se convierte en puesto de mando, hospital de campaña y polvorín de los alzados. Una vez consolidada la posición, las tropas siguen hacia el sur, pero son frenadas por la Brigada 13 republicana, al mando del capitán Francisco Galán, hermano del también capitán Fermín Galán, cabeza de la sublevación de Jaca, capturado, juzgado y fusilado en 1930 y declarado héroe por la República un año después. Los combates se estabilizan, pero los nacionales reciben el apoyo de stukas alemanes que bombardean las posiciones enemigas con saña.

La batalla de Somosierra durará hasta noviembre de 1936. Las tropas republicanas defienden arduamente los embalses hasta la llegada de refuerzos artilleros soviéticos. En ese momento, las fuerzas se equilibran, el frente se estabiliza y ambos ejércitos proceden a fortificar sus posiciones con bunkers, fortines, trincheras, casamatas y nidos de ametralladoras, a ambos lados de la línea del frente, en el que ya no habrá más combates hasta la derrota de la República, en abril de 1939. Estas construcciones se quedaron allí en tiempos de paz, en muchos casos semienterradas y cubiertas por la maleza. Además, los programas de repoblación forestal de Franco convirtieron en bonito pinar un terreno hasta entonces pelado y yermo. Las viejas casamatas eran utilizadas por los lugareños para los usos que se pueden imaginar: cagadero, escondite de productos del contrabando, escenario para un revolcón amoroso, etc.

Ahora, la Comunidad de Madrid ha rehabilitado estas construcciones (solamente desbrozadas y limpiadas; no han añadido un solo revoco), han creado un sendero que las une todas y han instalado unos carteles explicativos muy didácticos. Eso permite diferenciar la técnica constructiva nazi de la soviética. Los puestos republicanos se construyen a contra ladera, semienterrados y con su abertura segmentada en troneras abocinadas. Los nacionales aprovechan la roca para elevarse y tienen una sola tronera semicircular sin abocinar. Los primeros están camuflados y son más defensivos. Los segundos son prominentes y priman la vigilancia del entorno. Abajo tienen una muestra de cada uno. La Comunidad de Madrid ha invertido 62.000 € en este proyecto.




 La senda que permite esta visita es circular, de unos 12 kms., con salida y llegada en Paredes de Buitrago. Cada vez que cruza la línea del frente, un pequeño marcador metálico lo indica. El puesto de mando nacional es la más grande de estas construcciones rehabilitadas y conserva medio borrados unos letreros laterales de Arriba España con el escudo del yugo y las flechas. Los soldados de ambos bandos hacían aquí una vida rutinaria y tediosa, una vez pasado el mes de noviembre de 1936, en que se desarrollaron los últimos combates de verdad. Los paneles instalados por la Comunidad desvelan algunos de los detalles de la vida cotidiana de la tropa. La alimentación era básica, normalmente frugal, más abundante en el lado nacional. Los días en que les llegaba una comida más copiosa de lo normal, unos y otros se echaban a temblar: eso indicaba la posibilidad de un ataque.

La paga era otro elemento clave para mantener la moral de voluntarios y movilizados. En ambos bandos se valoraba la puntualidad del cobro a fin de mes. Los republicanos recibían 10 pesetas diarias, una suma muy alta para la época, aunque la inflación desbocada en el territorio fiel al gobierno la iba dejando cada vez más escueta. Curiosamente, los franquistas tenían una paga de 3 pesetas, de la que se descontaban 2,50 por los conceptos de alojamiento, comida y equipo de combate, por lo que sólo les llegaban 50 céntimos diarios. Sin embargo, en la zona nacional, las familias pudientes de la retaguardia habían organizado un sistema de ayudas privadas, canalizado a través de las Juntas Municipales, que aportaba a los soldados hasta 5 pesetas diarias. Curiosa diferencia también, sintomática de dos sistemas económicos diferentes, uno de izquierdas y otro de derechas.

Para entretener el tiempo libre, los soldados de ambos bandos, cuyas posiciones estaban a la vista, se insultaban a gritos y a veces hasta se disparaban algunos tiritos al aire, rápidamente reprimidos por los mandos, que no querían desperdiciar munición y castigaban a los revoltosos con marchas a paso ligero por las zonas seguras. Juan Acosta, nonagenario que vive en la zona, asegura que se llegó a celebrar un partido de fútbol entre ambos bandos, en el paraje conocido como Peña del Alemán, por el que atraviesa la línea del frente. Acosta no recuerda el resultado, pero si el detalle de que ambos bandos aportaron sendos árbitros, para dirigir cada uno de los dos tiempos de juego. También relata que, una vez transcurrido el tiempo pactado, los mandos de las dos tropas lanzaron unos cuantos cañonazos de advertencia, para evitar cambios de bando y confraternizaciones excesivas.

En fin. Si los nacionales hubieran conquistado pronto estos embalses, la guerra se habría terminado enseguida. Pero, como dice Diego Moreno, mi hermano de Tijuana, el hubiera no existe y es tontería hacer disquisiciones al respecto. Me queda contar que en una de las casamatas republicanas encontramos a un defensor en buen estado de salud. El grupo se apresuró a tomarle una foto: la que les pongo aquí abajo. Sean buenos. 


2 comentarios:

  1. Después de pelearte con los fantasmas de la Gerencia y constatar que eres un muerto viviente del edificio APOT, ahora te transmutas en defensor republicano. Desde luego, eres Enric Marco, ya nos lo has demostrado, no hace falta que insistas en ello.

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    1. Bueno, no te lo tomes a mal. El salir en las fotos, da un poco la escala y aumenta así la información. Aquí se puede entender mejor la tronera abocinada de las fortificaciones del modelo soviético. Por supuesto también alimenta el ego y todas esas cosas que me dicen mis críticos. Pero sobre todo, le pone un poquito de humor a un texto bastante serio.
      Y podría ser también una buena ilustración para lo de "al que asome la cabeza duro con él, Fidel, duro con él".
      Saludos.

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