sábado, 12 de noviembre de 2022

1.184. Territorio Tangi I

Pues escribo esta vez desde un TGV medio vacío por ser sábado a media mañana. Acabo de subir al tren en la Gare du Nord y me encamino a Bruselas para coger el vuelo de vuelta. Tengo dos paradas intermedias en Lille y Kortrijk, y tres trayectos: el intermedio más corto, que no creo que me permita escribir, y los otros dos de algo más de una hora. Estos dos, más el avión de vuelta que dura unas dos horas y media, los intentaré aprovechar para ir narrando la continuación de este viaje, en el que hasta el momento presente, ya casi al final, todo ha encajado como un engranaje delicado y exquisito, como contaré cuando haga un resumen final.

Pero nos quedamos el otro día en que llegaba de noche a Nantes y que en el exterior de la estación reconocí a mi amigo Tangi, inconfundible con su humanidad proverbial, un poco recrecida durante los diez años en que no lo había visto. Nada más darnos el pertinente abrazo, se lo dije: Tangi, te encuentro bastante más grande que antiguamente. Su respuesta: ꟷQuerrás decir más gordo, seguida de una carcajada de las suyas. Mi conexión con él proviene de los viajes para arquitectos que se organizaban a Madrid desde una agencia de Nantes llamada Cultures Urbaines. El director de esa agencia se llamaba Michel Velly y era un francés típico, con un humor cáustico y una personalidad arrolladora. Hicimos bastante amistad, porque me llamaba y yo le solucionaba buena parte de su programa, con alguna charla oficial en el edificio de la antigua Gerencia de Urbanismo.

En una ocasión, Michel trajo a un grupo grande de la Asociation des Architectes Conseil d’Êtat, una especie de cuerpo de élite al que se accede por una difícil oposición y que asesoran a las administraciones, igual que los abogados del Estado en España. Michel confió en mí para la charla magistral que cerraba toda una mañana de conferencias en el Palacio de Congresos de la Castellana y yo me marqué una intervención en la que acabé haciendo una proyección de la ciudad del futuro, sobre imágenes de la película Blade Runner. Después de la ovación, Michel se dirigió brevemente a los asistentes para despedir la jornada y les dijo: Avez vous vu ce que je vous disais? Sans aucun doute, Emilio est un vrai poète. Y me dio un gran abrazo repitiendo por lo bajo: ꟷUn vrai poète, un vrai poéte

Eso debió de ser en 2001 o 2002. A mediados de 2004 yo entré en la Dirección General que se ocupaba de los Proyectos Singulares para dirigir la participación ciudadana de Madrid Río. Poco después, recibí a otro grupo de Michel Velly, junto con Chema, mi jefe, que les hizo una pequeña introducción en castellano, tras la que yo les hablé como una hora en francés. En el siguiente Comité de Dirección, el Coordinador General preguntó por el resultado de ese acto, y Chema resumió: Muy bien, Emilio habla francés como Napoleón y se fueron encantados. Era la primera vez que mi nuevo jefe me veía en ese tipo de vicisitudes. La última vez que recibí a un grupo dirigido por Velly, este apareció acompañado por Tangi, un bretón de rostro colorado, al que me presentó como su ayudante. Creo que entonces era estudiante del curso de Michel y me cayó bien desde el primer momento.

Cuando yo empecé a hacer viajes de este tipo, con el pase Interrail, y con el blog recién abierto, caí en una ocasión por Nantes. Y descubrí que Michel y Tangí estaban enfadados entre ellos y no se hablaban, por lo que tuve que verlos por separado. Michel me confió que estaba a punto de jubilarse y que iba a dejar Cultures Urbaines en manos de Tangi, para marcharse de Nantes, probablemente a vivir a Barcelona, ciudad que le gustaba mucho a su mujer y donde podían secarse, después de décadas de vivir en zonas tan húmedas y ventosas como Nantes. Tras ese viaje no he vuelto a saber nada de él, he perdido completamente la conexión. Tangi me llevó con su coche a visitar algunos barrios nuevos de la ciudad e incluso hicimos una excursión a Saint Nazaire, como se contó oportunamente y con todo detalle en diferentes posts de numeración inferior al 100 en este blog que empezaba.

En todo momento durante ese encuentro, Tangí me insistía en que su casa estaba en obras y que, si no fuera por eso, habría podido alojarme allí, en vez de en el vetusto Hotel de la Bourse, un viejo establecimiento para comerciantes en pleno paseo fluvial del Loira. Todavía después de ese viaje, Tangi trajo una última delegación de arquitectos franceses, a los que les enseñé la nueva joya de la ciudad: Madrid Río. Era verano y yo acudí con un viejo sombrero de Indiana Jones que tengo, comprado en El Coronel Tapioca, y bromeé al respecto con Tangí, diciéndole que yo me sentía muy triste porque me estaba quedando calvo, hasta que una compañera del equipo de Sri Lanka me tranquilizó: Toi tu n’est pas chauve, tu est degarni. Los franceses son tan precisos en su lengua que distinguen el calvo tipo bola de billar (chauve) del que está clareando (degarni).

En aquella ocasión, le dije a Tangí que estaba encantado de ser un degarní y no un chauve y eso le hizo mucha gracia. Después, al final de la visita nos subimos en su autobús para que pararan un momento a dejarme en Atocha. En esa tesitura, con los nervios, la urgencia de bajarme y los aplausos unánimes, me dejé el sombrero en el asiento del bus. Me di cuenta al llegar a casa y lo di por perdido. Pero, como un mes después, recibí en mi domicilio un paquete enviado desde Nantes. Contenía mi sombrero y una nota muy divertida de Tangi, en la que me decía que él no podría nunca dejar de devolver un instrumento de trabajo fundamental para un degarní, como era ese sombrero. Tras aquello, seguimos en contacto muy ligeramente, yo estaba conectado con él en Linkedin y solía leer sus publicaciones, pero poco más. Por su parte no volvió a venir a Madrid con grupos de visitantes.

Cuando le escribí, hace algo más de un mes, se mostró encantado de recibirme y acompañarme en mis días en Nantes. Tangi ha ampliado el radio de acción de la vieja empresa de Michel Velly, convirtiéndola en una verdadera red digital adaptada a los tiempos. También le ha cambiado el nombre, ahora se llama Urbex y organiza múltiples actividades académicas y de formación, en coordinación con las escuelas de arquitectura de Nantes y Rennes, en las que Tangí es profesor titular. Su mujer, que se llama Carole, además de un encanto, es todo un personaje en el mundo de la oceanografía y dirige a su vez una red especializada en ese apasionante tema. Y diez años después, sus hijos han crecido. El mayor, Malo, tiene 19 años, conduce ya su propio coche y se está preparando para entrar en las Grandes Êcoles de Francia, una formación de élite en la que es muy difícil entrar, pero que garantiza empleo inmediato.

El segundo, se llama Helorig (16) y le sigue la pequeña Ailig (11). Los tres son chicos listos, educados y amables, yo creo que les hizo mucha gracia enterarse de que su padre tiene un amigo tan mayor, proveniente de tierras lejanas. Los tres tienen nombres bretones. Malo, remite a la conocida ciudad de Saint Malo, y también a los yogures Malo, de los más populares por estas tierras. Hace diez años, yo incluí en el blog un chiste obvio: el yogur Malo está muy bueno. El propio Malo, hace también un chiste similar, cuando dice: me voy a tomar un yogur-moi, es decir, un yogur-yo. Además de su actividad profesional incansable, Tangí cocina muy bien y me tocó probar sus platos muy especiados, al estilo de la Isla Reunión, donde vivió dos años y aprendió el uso de las especias. Y, por si fuera poco, toca la bombarda y suele salir con las charangas regionales en las fiestas bretonas que se organizan todo el año. Creo que es el momento de mostrarles una foto de este entrañable personaje. Se la hice yo durante la visita al Jardin Extraordinaire.

Fuimos en coche a su casa, que se ha construido él mismo con un proyecto muy bonito. La parcela es parte del jardín original de la mansión de un ricachón, cuyos herederos fueron vendiendo trozo a trozo para financiarse. El trozo que Tangi compró es alargado y tiene al fondo una sequoia gigante, tal vez centenaria. Él ha construido en el otro lado, una casa baja de una planta, para la familia, separada por un precioso patio de aire tropical de un elemento de dos plantas a fachada, en el que tiene su oficina, la de su mujer, un garaje-trastero y un pequeño apartamento para invitados, con baño, en donde me sentí como un rey. Todo está construido en madera y con técnicas sostenibles. Desde su propia casa hasta la sequoia se extiende el jardín, muy difícil de sacar adelante, porque el árbol se bebe toda el agua.

Me reuní con la familia, era un poco tarde para ellos, que madrugan a las seis de la mañana para ir a sus diferentes ocupaciones, pero habían querido esperar para saludarme. Se fueron todos a la cama enseguida, menos Tangi, que me sacó de cenar y hasta se empeñó en hacerme una tortillita (él ya había cenado). Me fui pronto a la cama, para no fastidiarle más el programa a mi anfitrión. Lo que nos lleva al día nº 10 de mi viaje. El programa era que yo me levantaba a las 8 y bajaba a la casa a las 9. Tangi me servía el desayuno y se tomaba conmigo un segundo café, porque él ya había desayunado a las 6 con todos y había aprovechado para trabajar hasta que yo me levantara. Ese primer día, me llevó a visitar diversos barrios de interés arquitectónico, en especial la llamada Isla de Nantes, un antiguo polígono industrial abrazado por ambos lados por el Loira, que es un ejemplo de reconversión a usos mixtos: vivienda, oficinas, hoteles, universidad, zonas recreativas.

Hace diez años, la reconversión estaba a medias, pero ahora está prácticamente terminada. Vimos también una operación muy grande, enorme, un antiguo cuartel del ejército en desuso, que se va a convertir en un nuevo barrio, con toda clase de usos, conservando una parte de los antiguos edificios militares y demoliendo otros. Esta operación se llama la Caserne Mellinet. Visitamos luego el barrio de Les Olivettes, donde hay muchos ejemplos de nueva arquitectura reconvirtiendo viejos contenedores de almacenes y talleres, ahora dedicados a oficinas, co-working y usos culturales. Finalmente nos fuimos a ver el llamado Jardin Extraordinaire, creado en la parte de debajo de una cantera muy grande y con escaleras para subir a los barrios de arriba. Este parque iba a ser un homenaje a Julio Verne, que era de Nantes, e iba a contar con un árbol artificial articulado, construido por el mismo inventor que ha hecho el elefante que sale todas las tardes por la isla de Nantes, para diversión de niños y mayores y al que le dediqué un post hace diez años. Pero no se hará, porque los ecologistas locales han dicho que eso de un árbol artificial no mola, hace falta ser tarugos. Abajo unas cuantas fotos de estas visitas. Empezamos por la escuela construida en la Caserne Mellinet, un edificio en uso que se ha llevado varios premios.

Arriba, uno de los edificios de la Caserne Mellinet conservados para nuevos usos. Abajo algunas vistas de edificios de la actuación Les Olivettes.



Y finalmente, unas imágenes tomadas en el Jardin Extraordinaire.




Volvimos a comer a casa, en donde Tangí cocinó en un periquete un pollito con arroz extraordinario, que nos comimos con su mujer. Por la tarde, ellos tenían que trabajar, así que yo dispuse de toda la tarde libre para flâner, mi ocupación favorita en las ciudades. Caminé hasta la parada del bus C2, que me llevó a la estación de tren. Allí tenía que reservar mi plaza para el TGV a París dos días después, tal como hice en Ámsterdam. Cumplido ese trámite, eché a andar por el paseo de borde del Loira. Vi el Castillo medieval, el Ayuntamiento y la Catedral. Y me acerqué al Quai de la Fosse, a visitar el Memorial Antiesclavista. Tal vez recuerden que hace diez años les conté que Nantes era uno de los puertos clave del tráfico de esclavos, lo que está en el origen de las grandes fortunas de los ricos de la ciudad. De allí partía el llamado triángulo de la muerte. Los barcos llevaban componentes industriales y productos manufacturados a las colonias africanas. Cargaban esclavos y los llevaban a Haití y las islas del Caribe. Y desde allí importaban el ron. Un negocio triple. Michel me mostró el monumento y me dijo que había habido muchas resistencias a erigirlo, por parte de las familias ricas. ¿No les suena esta historia a los problemas que plantea la derecha española con la Memoria Histórica?

Busqué el Hotel de la Bourse y descubrí que ya no existe, se ha reconvertido en apartamentos. Regresé por el centro urbano, pasando por delante del restaurante La Cigale, donde comí en el otro viaje: es precioso, con una decoración art-deco soberbia. Entré un momento a los grandes almacenes Lafayette a comprarme algunas piezas nuevas de ropa interior, cuyo número subestimé al hacer el equipaje. Me tomé una caña en una vieja cervecería que me salió al paso, de esas con mesas de madera, una concurrencia ruidosa, una mesa de billar al fondo y música de rock de la buena a volumen alto. Allí me pasé un buen rato, mientras la noche caía sobre Nantes, en uno de esos ambientes en los que me encuentro fenomenal.

Y les quiero mostrar un par de estatuas urbanas que me topé por casualidad y que me gustaron mucho. Se deben al artista local Philippe Ramette. La primera se llama Éloge du pas de côté, es decir, Elogio del paso a un lado. En España el paso a un lado lo suele dar alguien para dejar su puesto en el trabajo o en un equipo de fútbol, por ejemplo, a alguien más joven que viene con más fuerza y energías. En Nantes, me dijo Tangy que indica la habilidad para salirte de tu posición ideológica o argumental, para ponerte en el lugar de la persona con la que debates y contemplar la situación desde el lado opuesto. Eso ayuda a cualquier negociación, induce la empatía y es una de las dos características típicas del nantés. La estatua de la que les hablo es una auténtica pasada y aquí tienen la foto que le hice.

La segunda estatua de Ramette me costó más encontrarla, está medio escondida en un parque y es mucho más pequeña. Pero me resultó encantadora. Se trata del Éloge de la Transgression. Parece que las características típicas del nantés son la capacidad para ponerse en el lugar del antagonista en un debate o una controversia, y el gusto por la transgresión, entendida esta no como un delito importante, sino casi como una pequeña travesura, como cuando yo me salto los semáforos en rojo o trazo una hipotenusa para acortar mis recorridos. Ese tipo de pequeña transgresión, lo representa Ramette con una niña encaramándose a un lugar presumiblemente prohibido para ella. Véanla.

En fin, esa noche, Tangi me esperaba con un guiso de sepia delicioso, bien cargado de cúrcuma y pimienta. Cenamos todos los de la familia, menos Helorig, que tenía clase de judo. Decidí quedarme a esperar a que volviera, mientras sus hermanos se iban a dormir. Averigüé que todos los hermanos siguen la vía musiquera del padre, Malo y Ailig tocan también la bombarda y Helorig se ha decantado por la cornamusa, que es otro instrumento tradicional bretón, pero mucho más pesado y difícil de tocar. Además de la cornamusa, Helorig toca blues con la guitarra, una música que su padre adora también. Mientras le esperábamos, le mostré a Tangí mi FOTO con Samantha Fish. Él dobló inmediatamente la apuesta: me mostró una suya de este verano, nada menos que con Buddy Guy, el ultimo genio del blues vivo, que debe de tener ochenta y tantos. Dice que fue a Chicago por un tema de trabajo, bajó a un bar de bluesmen que conocía de viajes anteriores y se lo encontró. Y se hicieron un selfie juntos. Tangí es un personaje ciertamente adorable, uno de los míos sin duda.

Helorig volvió del judo, se duchó y, mientras su padre le hacía la cena, estuvimos un buen rato intercambiando conocimientos de blues. Yo me vi más ducho en los acompañamientos, mientras él me superaba de largo con los punteos y la pentatónica. Es una pena que sólo tuvieran una guitarra, porque en caso contrario habríamos hecho un dueto muy vistoso, complementando nuestras respectivas habilidades. Finalmente nos fuimos a dormir. Estoy terminando de escribir esto ya en el aeropuerto de Bruselas, mientras espero mi vuelo de vuelta a Madrid. El personaje de Tangi es tan amplio, que no me llega con un post para contar todas mis vivencias con él, como me sucedió hace diez años. Así que lo dejaremos aquí. Sean buenos.

2 comentarios:

  1. Todo un personaje, ese Tangi que tanto le quiere. La imagen es la prototípica del bon vivant pero, por lo que usted cuenta, se lo curra duramente. Como, imagino, todos sus lectores, me alegro mucho de que haya usted retomado la vena viajera, realmente sus cuadernos de viaje son interesantes y amenos.

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