domingo, 9 de mayo de 2021

1.049. La locura que todo lo cura

Eso decía un estribillo de Luis Eduardo Aute, que en realidad se refería a la locura del amor. Yo más bien me refiero a la locura de vida que llevo, que también lo cura todo, desde los males de amor hasta las derrotas políticas, como la que acabamos de cosechar en Madrid. Ya saben lo que solía decir Alfredo Di Stefano cuando perdía su equipo: jugamos como nunca, perdimos como siempre. En este caso, hay que reconocer que no hemos jugado una mierda, salvo Mónica García y su gente, pero esto nos debe de servir para aprender. Si los argumentos y las razones no sirven en este tipo de contiendas, habrá que hacerse con otro tipo de herramientas (mensajes claros y escuetos, eslóganes, caras simpáticas y buenos asesores de imagen, qué sé yo), para poder al menos competir. Porque si seguimos con lo mismo, la derecha seguirá arrasando. Es que el tipo de la foto de abajo es ciertamente un genio en estas cosas: en su día nos vendió a Aznar como el súper líder del mundo libre, y ahora se ha superado. Por cierto, la mirada de Ayuso delata también algunos gramos de locura.  

Ya ven, este hombre incluso logró remontar aquel episodio ignominioso en el que, regresando a su casa tras una noche de juerga salvaje, iba tan pedo que destrozó varios coches aparcados con el suyo y, cuando tuvo que soplar, prácticamente reventó el alcoholímetro. Esto le puede pasar a cualquiera, pero en una sociedad tan hipócrita como la nuestra, lo normal es que le hubieran hundido la reputación. Pues ahí lo tienen ustedes de nuevo, vivito y coleando. Ante un genio de la comunicación y la estrategia mediática como él, los demás hacen aguas. Aguas menores, diría yo, por seguir haciendo nuestro análisis (de orina). Por ejemplo, el tal Iván Redondo que asesora a Sánchez, no puede ser más inútil. A Gabilondo le hicieron una campaña nefasta, como si le hubieran confeccionado un traje de otra talla. Luego, en la derrota, lo dejaron solo. Iván Redondo trabajaba para el PP antes de fichar por Sánchez. Llega uno a pensar que pudiera ser un infiltrado. Porque es que ni adrede se pueden hacer peor las cosas.

Pero ya estamos hablando demasiado de este tema que nos han metido por las orejas los medios, como si aquí se dirimiera el futuro de Occidente: comunismo o libertad. Un montaje para ganar una contienda regional de la capital de un estado de la periferia del imperio. Ya sé que muchos de ustedes me consideran un snob, un dandy y un diletante, pero a mí me interesa mucho más lo que está pasando en los USA, en donde Biden está sorprendiendo a propios y extraños. Sobre todo después de haber vivido la presidencia de Obama, que fue bastante bluf, pura imagen, y no se atrevió a proponer reformas tan radicales como las que está poniendo en marcha este hombre. No sé si han visto su discurso sobre el Estado de la Unión, después de 100 días de gobierno. Les traigo aquí un vídeo de los mensajes principales, debidamente subtitulado. Biden habla secundado por Kamala Harris y Nancy Pelosi, a las que apenas les da tiempo a sentarse cada vez, porque enseguida se tienen que poner otra vez de pie a aplaudir, porque a un mensaje sorprendente sucede otro todavía más insólito. Hasta se puede reconocer a Bernie Sanders entre los que aplauden atónitos al presidente.

A mí me parece muy importante que los Estados Unidos vayan en la dirección del progreso. Allí le han visto las orejas al lobo durante el intervalo Trump y pueden avanzar mucho en la línea correcta (siempre en mi modesta opinión). Biden me está sorprendiendo mucho y hasta me está empezando a entrar miedo de que se lo carguen, que los del lado oscuro no se andan con medias tintas y a Kennedy lo mataron por mucho menos. No demos ideas. Lo cierto es que, como les decía al principio, mi vida de jubilado ha derivado en una vorágine en la que estoy disfrutando como gorrino en lodazal templado y esa deriva enloquecida me cura de todos los males políticos y de cualquier tipo. Vean por ejemplo la de cosas que he hecho en esta semana que termina.

El lunes, festivo en Madrid, ya les conté que estuve a primera hora haciendo mi carrera por el Retiro. Tras desayunar y ducharme, cogí el coche, recogí a mi chica cinéfila favorita y nos llegamos hasta el centro Cinesa-Manoteras, en donde dan las pelis en versión original. Vimos Otra ronda, película danesa muy recomendable. Al salir comimos allí mismo en la pizzería La Tagliatella que está bastante bien. De vuelta en casa, me eché una pequeña siesta y me puse a escribir el post que les debía, según el ritmo que me he impuesto. Terminé en plazo por los pelos, es decir, cerca de las 12 de la noche. El martes fue realmente un día de locura. Empecé mi jornada con la clase de inglés. A continuación bajé a votar a mi colegio, porque había oído que la hora entre las 19.00 y las 20.00, a la que suelo votar siempre, se reservaba esta vez para los contagiados de Covid, que también son ciudadanos y tiene derecho a votar, así que había que aprovechar el hueco de la mañana.

Después de votar, cogí el coche y me acerqué a la clínica Virgen de América, en donde tenía consulta con el oftalmólogo a las 12.00, quien por cierto me dijo que sigue sin ver mis cataratas suficientemente maduras, así que quedamos en vernos otra vez antes de Navidad. Ya ven, un oculista que no lo ve claro; no seré yo quien le contradiga. Tras dejar el coche en mi garaje, caminé hasta Cibeles. Había quedado allí con dos amigas para ver una exposición sobre Madrid y el Agua, que ha dirigido una ingeniera de montes y que está muy bien. Desde allí caminamos hasta el restaurante La Flor de la Alcachofa, junto al Museo de Escultura al Aire Libre. Habíamos quedado con otras dos chicas más, todas antiguas colegas mías del curre, cuatro en total además de mí, con las que me reúno periódicamente para comer y vernos. Tras una larga y agradable sobremesa, caminé de vuelta a casa por la Castellana bajo el sol primaveral. No hice nada más por la tarde, salvo leer a Carlos Castán y ver vídeos de Samantha Fish.

El miércoles se requirieron mis servicios para hacer una ronda de llamadas a título de recordatorio a todos los miembros del Jurado y equipos finalistas de Reinventing Cities, para confirmar su presencia en las dos inminentes sesiones, en las que he de hacer de moderador, la primera mañana mismo, que me obligará a estar en el edificio APOT a las 8.30am. Mantuve también una larga conversación con mi amiga Elena González del Pino, la de la narración oral de relatos de mujeres. Elena es además profesora de Ashtanga Yoga y estoy yo interesado en introducirme también en esta disciplina, en la que se consiguen posturas como la que pueden ver abajo. Con 70 años no creo yo que llegue a tanto, pero al menos puedo recuperar un poco de mi flexibilidad perdida. La llamada a Elena era un primer contacto con el tema.

A las 13.30 tenía una cita con mi buen amigo Alfred, seguidor fiel de este blog, que andaba ese día por Madrid (había venido a votar). Me vestí y bajé a la terraza del Brillante, donde habíamos quedado. Nos obsequiamos allí con una buena jarra de cerveza y luego nos acercamos a comer al Matilda. Hace unos meses, había desarrollado un programa parecido con mi querido amigo X y en aquella ocasión subimos luego a casa y nos echamos una siesta en los sofás del salón. Le propuse lo mismo a Alfred y aceptó encantado. Igual que X, el bueno de Alfred se quitó los zapatos, que dejó bien colocaditos junto a su sofá y estuvo un rato roncando moderadamente, no de forma tan estentórea como X, pero con mucho convencimiento. Vean el selfie que nos hicimos en el Brillante, antes de venir al restaurante.















Después de la siesta, nos peinamos un poco y echamos a andar hasta el Instituto Francés, cerca de Colón. A las 19.00, mi admirada Leila Slimani, autora del tremendo libro Canción dulce, premio Goncourt 2016 y comentado en el blog, presentaba su nuevo libro, El país de los otros, el primero de una trilogía sobre la historia de su familia, centrado en la figura de su abuela materna, una mujer de Alsacia que se enamora de un soldado marroquí de los que combatieron por Francia en la Segunda Guerra Mundial y se va con él a Meknes, una ciudad preciosa que he visitado, en donde deberá adaptarse a una vida dura de campesina. La narración continúa, centrada ahora en el personaje de la madre, hija de aquella pareja, que a su vez se casará con un hombre de la tierra, tema que se desarrollará en el segundo libro, que Leila tiene ya casi acabado.

Leila nació en Rabat, donde pasó toda su infancia y cursó el bachillerato. Luego se fue a estudiar a París, en donde ya se ha quedado. Es una autora admirable, que escribe sobre la problemática de las mujeres de su tierra, machacadas por un contexto social-religioso muy machista. Leila incide especialmente en los temas sexuales, lo que le ha valido ser amenazada por los islamistas radicales. Al final, hicimos cola para que nos firmara nuestros ejemplares de su nueva novela (yo le llevé también mi libro de Canción dulce). Cuando le dije que me llamaba Emilio, dijo: Ah, como mi hijo. Luego Alfred nos hizo una foto. Con las mascarillas la cosa no da para mucho, pero ambos hicimos un movimiento de aproximación mutua, que deviene en una composición fotográfica muy sugerente.

En total, pasé con Alfred una velada estupenda, en la que pudimos hablar largamente de nuestras cosas, que no son de las que se cuentan en este blog. Me despedí de él al salir del Instituto y caminé de vuelta a casa, feliz con mis dos libros dedicados. Por si no se han percatado, esta semana me he saltado la clase de guitarra, porque lo de Leila Slimani era prioritario. Y llegamos al jueves. Menudo día también. Madrugué para correr temprano en el Retiro y luego tuve mi clase de inglés de una hora. A continuación cogí el Metro a Manuel Becerra, donde tenía una cita que había reservado por Internet. Era la primera actividad programada de un nuevo organismo que se llama el ICE, Instituto de Cultura Europeo: una conferencia sobre la historia del Palacio y Parque del Retiro. Al llegar, descubrí que el nombre del recién creado instituto tiene un subtítulo debajo: para mayores de 50. Es decir, que todo el auditorio eran puros viejales y señoras entradas en años, tirando a elegantonas (es barrio de Salamanca). Un ambiente como el de cualquier actividad del Imserso. Ya saben que a mí me gusta más el público joven, o al menos mezclado. No me van a ver mucho por allí, me temo.

Pero el conferenciante era un especialista, que se llama Pedro López y es buenísimo. Me senté a su lado en la primera fila y estuve hablando con él sin saber que era el artista invitado. Tomé luego muchas notas sobre las diferentes fases de este palacio de veraneo de los reyes que, después de que las tropas de Napoleón lo usaran como cuartel y lo destrozaran, se reconvirtió en parque. Ya les contaré los detalles en un post específico. Al final me quedé otro rato charlando con el conferenciante, a quién le aporté incluso algunas informaciones adicionales. Me acerqué de nuevo al Metro, para viajar esta vez a la estación Palos de la Frontera. Desde allí caminé hasta el bar Bodegas Rosell, donde había quedado con mi amigo suizo Werner Dürrer, a quien no veía desde que me acogió en su casa asturiana, hace ya cerca de año y medio.

Como quizá recuerden, Werner se dedica, entre otras ocupaciones, a organizar viajes de grupos de arquitectos, constructores y promotores inmobiliarios extranjeros a Madrid, en los que suele contar conmigo como conferenciante, actividad que se interrumpió drásticamente por la pandemia. Pero ha sido empezar a tener la sensación de que ya vamos a salir del túnel y reactivarse su negocio. En julio van a venir unos 20 arquitectos de Marsella, para ver Madrid durante tres días. Y su agencia ha enviado a una chica un par de meses antes para explorar el terreno y conocer a los anfitriones. La chica se llamaba Claudine y tuvimos una pequeña reunión en francés alrededor de unas cervezas. Luego la chica se marchó y Werner y yo comimos tranquilamente e hicimos una larga sobremesa. Tras despedirme de mi amigo caminé hasta mi casa, directo a mi siesta reglamentaria, seguida de la escritura de mi siguiente post, que también terminé casi al límite.

El viernes tuve un día más tranquilo. Aunque tuve que madrugar para incorporarme telemáticamente a la clase de las 8.30 de Darío Rivera en la ETSAM, en donde los diferentes grupos de alumnos defendían las propuestas que van a presentar al concurso Reinventing Cities Students. Estas sesiones de corrección son cansadas, porque al invitado lo instan a opinar de todos los proyectos y yo, ante algunas de las propuestas, no sabía muy bien qué decirles. La cosa se acabó a las 12.00 y media hora más tarde bajé a que mi amigo Jurgen me cortara el pelo, para estar presentable en el Jurado de mañana. Me pasé luego por el taller de Juanmi Guitar a pagarle la cuerda repuesta que le había dejado a deber y subí a comer a casa. Y tras la siesta tuve por fin una tarde para samanthing hard, practicar guitarra y leer a Carlos Castán.

Ayer sábado, después de desayunar sin prisas me acerqué caminando al Retiro a ver la exposición sobre el Bosque Metropolitano que ha montado la Dirección General a la que yo pertenecía hasta hace unos meses, en la glorieta junto a la Casa de Vacas. Esta exposición estaba prevista y programada para ser mostrada en la propia Casa de Vacas, que teníamos reservada desde Navidad. Pero se metió por medio la Junta Electoral de Madrid, que dictaminó que no podía inaugurarse una exposición durante la campaña electoral. Fíjense: una exposición de un proyecto del Ayuntamiento a largo plazo, que es más bien un proyecto de ciudad. Pues dice la Junta que eso es romper el juego limpio de unas elecciones regionales (en donde se insultaban y amenazaban sin freno). Hubo que joderse y lo malo es que ya perdimos la reserva de la Casa de Vacas. La expo ha habido que adaptarla a un formato en exterior, en donde ha quedado bastante aparente. Por allí me encontré a una amiga con la que me hice una foto que no me puedo reprimir de mostrarles a ustedes, queridos seguidores. 

Desde el Retiro, caminé en diagonal por el barrio de Menéndez Pelayo-Cavanilles, para alcanzar el restaurante Casa Tomás, en donde me di una comida opípara. Su dueño mi amigo y colega de carreras Marce me confesó que el negocio les va de puta madre, que han tenido que contratar a más gente porque es un éxito rotundo. Me alegro un montón. Este hombre tenía pensado abrir más o menos hace un año, pero vino la pandemia y tuvo que retrasar la apertura hasta junio/julio. Pasó unos meses muy malos, pero luego ha remontado. Y ¿saben ustedes a quién debe este hombre su prosperidad? No hace falta ni que lo digamos. No le pregunté por quién había votado, porque me sé la respuesta. Desde allí regresé a casa a mi siesta y luego me puse tranquilamente a escribir este post, por primera vez en la semana elaborado el día antes, con tiempo y sin prisas.

Pero a las 21.00 hube de parar. ¿Saben por qué? Pues porque tenía que ver un concierto fabuloso. Desde que veo conciertos de Samantha Fish, Tab Benoit y otros en riguroso directo, estoy suscrito a la página de la cadena de TV nugs.net, que me manda información periódica de todas sus retransmisiones. Y hace días que compré mi entrada para el evento de anoche: el concierto de presentación del álbum recién publicado del gran Van Morrison, del que ya les traje el otro día un anticipo. La entrada del concierto me costó exactamente 12,88€, después de hacer la conversión desde dólares. Van Morrison tiene en estos momentos 75 años y está en una forma física y musical impresionante. El concierto duró una hora y diez minutos y a lo largo de él este señor tocó el saxo, la armónica y dos guitarras diferentes, al frente de una big band de nueve músicos, la mayoría de los cuales seguramente también septuagenarios. Intenté una novedad: hacer algunas fotos directamente a la pantalla de TV. Aquí el resultado. 




La chica del final es una corista, la persona más joven del combo. Es increíble la vitalidad de este hombre. La serie de canciones que ha compuesto durante su encierro Covid es extraordinaria. Acabé bailando yo solo por el salón de mi casa con la música a todo volumen. Terminaré por contarles que esta mañana me he visto obligado a correr en interior por la llegada de otro filomeno de estos que han dado en atacarnos este año. Después de desayunar, he visto el partido del Dépor, aunque no se jugaba nada, por pura fidelidad, porque era el último de este año. A partir de mañana se pueden poner a planificar la temporada del año que viene, a ver si consiguen subir a Segunda. Al terminar el partido, me he puesto a cocinar una merluza a la gallega de puta madre, que me acabo de comer, y sólo entonces me he podido poner a repasar mi post y publicarlo. Para esta tarde tengo programadas algunas tareas de jardinería que ya les cuento otro día. Disfruten de este domingo lluvioso e invernal, que muy pronto echaremos de menos temperaturas como las de hoy. Que ustedes lo pasen bien. 

2 comentarios:

  1. La mirada de Ayuso es ciertamente inquietante. Es como la novia de Chucky, el muñeco diabólico.
    Obama fue ciertamente decepcionante. Parecía que lo de llegar a presidente siendo negro ya colmaba todos sus objetivos vitales y políticos. Así que se dedicó a vivir de ese triunfo. Era como una estrella del rock que hubiera ganado un Grammy y no quisiera ya nada más. Un presidente superstar.
    Por último le digo: no hay peor oculista que el que no quiere ver; oculista que no ve, corazón que no siente y en casa del oculista, lupa del todo a cien.
    Siga usted su deriva, va por buen camino.

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    1. Pues gracias por sus aportaciones, incluidos los refranes apócrifos. Intentaré seguir por este camino, ya que le gusta.

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