martes, 12 de marzo de 2019

817. Empecemos a dar leña

Sí, empecemos a ponernos las pilas, que vienen sucesivas elecciones y lo que pase en ellas va a condicionar nuestros próximos cuatro años, algo que, a mi edad, constituye una parte bastante mollar de lo que me queda de vida, incluyendo el inevitable turning point de la jubilación, que antes o después terminará por llegar. Así que bueno será que nos dejemos de hablar de culos y otras frivolidades y pasemos de nuevo a lo específico y lo concreto. Pero en este blog todo se introduce de manera discreta, silente, casi imperceptible, con sutileza y cariño al lector. Así que voy a empezar por hablarles de las Islas del Mar de Georgia. Tal vez ustedes lo ignoren, pero todo a lo largo de la costa atlántica media de los Estados Unidos, existe un rosario de islas mareales y barras arenosas (como lo hay, por ejemplo, en el sur de Portugal, a la altura de Tavira). Son más de 100 islas, que forman una especie de guirnalda frente a las costas de Carolina del Sur, Georgia y el norte de Florida.

En esas islas, primero conquistadas por los españoles, se instalaron luego diversos hacendados, con sus esclavos y su modo de vida tradicional. En el momento de la Guerra Civil americana, los blancos huyen masivamente a refugiarse en otras zonas del interior donde se sienten más seguros. Pero los negros deciden quedarse y esperar a los yanquis. Y, tras la emancipación, crearán una cultura propia, con una música súper interesante, además de una gastronomía pariente lejana de la de Nueva Orleans. En los años 40, una estudiosa llamada Lydia Parrish, compiló una serie de canciones populares anónimas, que tituló Slave Songs of the Georgia Sea Islands, es decir, Canciones de los esclavos de las islas del mar de Georgia. Entre estas canciones de esclavos, había una que se llamaba Pay me my money down, que puede traducirse por págame mi dinero ahora, o págame por adelantado.

Su letra rememora la reclamación de los estibadores de los puertos isleños, para que les pagaran su trabajo, y es bastante sencilla: además del estribillo repetido mil veces (págame ya, o irás a la cárcel), dice que el capitán les ha prometido pagar, y que mañana es día de navegación, así que, señor capitán, páguenos ya, que mañana se va el barco. En 2006, Bruce Springsteen decidió dejar de lado su banda habitual, la E Street Band, y embarcarse en compañía de su mujer en una gira con un montón de músicos para tocar temas populares como este. Se dice que tuvo más éxito y reconocimiento en Europa que en su tierra, algo que no es de extrañar. En el mes de julio de ese año dio tres conciertos multitudinarios en Dublín y con ellos se grabó un disco en directo. Y les voy a poner el vídeo de la canción arriba citada, que hace unos días han colgado en Youtube. Es un vídeo delicioso.

El Boss está feliz, rodeado de violinistas, banjos, acordeonista, trombón de varas, tuba, sección poderosa de viento y coristas negras. El sonido es formidable, la orquestación precisa y todo está lleno de pequeños detalles. Vean por ejemplo cómo, al grito de UAN-TU, sube un semitono, algo que tiene por objeto darle una variación a una canción que podría resultar monótona, un truco que gustaba de usar Frank Sinatra, entre otros, y que aquí se introduce de manera discreta, silente, casi imperceptible, con sutileza y cariño al oyente. La subida del semitono le obliga a cantar en un registro más agudo, pero eso no es problema para el Boss. Más adelante, con otro grito de UAN-TU, recupera el tono original para afrontar el final del tema. Y los músicos se van yendo, pero la gente se sabe el estribillo y sigue cantándolo, por lo que Bruce se queda escondido y empieza a acompañar a la multitud con su guitarra, hasta que sale de nuevo para dirigir el final del asunto. Vean ya esta maravilla, en pantalla grande, por supuesto.


Vamos a lo nuestro. ¿De dónde he sacado toda esta información? Pues he ido tirando del hilo en sentido inverso a como lo he narrado, a partir de que el extraordinario vídeo que les he puesto me llegase al ordenador de mi casa por arte de magia. Yo estaba tan tranquilo haciendo mis cosas y, de pronto, me cae del cielo ese vídeo. Se preguntarán ustedes por qué me llega eso y quién me lo manda. Pues nadie. Mejor dicho: un algoritmo. Ya lo hemos hablado en otros posts. A partir de lo que yo suelo ver en Youtube, un algoritmo de esta página deduce cuáles son mis gustos y me bombardea con vídeos de esa tendencia. Lo mismo que, después de sacarme un billete de avión a Chicago, me estuvieron llegando ofertas de hoteles y vuelos a esa ciudad, hasta después de Navidad. Y, tras firmar algunas peticiones de Change.org relacionadas con desastres médicos, me siguen martirizando con nuevas peticiones, del estilo: a mi hija se le cayó el brazo izquierdo al suelo y la Seguridad Social no le paga el reimplante, porque sólo cubre el brazo derecho, salvo que seas zurdo. Con perdón.

Saben de qué les hablo ¿no? Los algoritmos nos controlan. Conocen al detalle cuáles son nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestras debilidades y nuestra tendencia política. Y actúan en consecuencia. Pero, no nos engañemos. Detrás de cada algoritmo, hay unos cuantos cabrones que lo programan y lo utilizan. Y la tentación de modelar tus gustos o tendencias, es muy fuerte. Así que, en este tiempo preelectoral, es muy fácil que, ahora mismo, nos estén ya mandando mensajes y falsas informaciones para influir en nuestro voto, de acuerdo con los intereses oscuros de los grandes poderes económicos. Y esto nos lleva al escándalo de Cambridge Analytica, que tal vez algunos de ustedes recuerden. El merdé lo destapó el periódico inglés The Guardian y esta vez no les voy a poner ningún link; si quieren más información, búsquensela ustedes, joder, que no se lo voy a dar todo mascado.

Hablo del escándalo que se produjo hace ahora exactamente un año. Un ex empleado reveló las prácticas habituales de esta empresa y se armó la de Dios, hasta el punto de obligar a Mark Zuckerberg, el fundador y propietario de Facebook, a peregrinar compungido por diversos parlamentos del mundo para pedir perdón, entre ellos el Europeo. El tema estuvo también en el origen de toda esa serie de coñazos que te preguntan ahora al entrar en cada página de Internet, para garantizar supuestamente tu privacidad. ¿Y qué es lo que hacían los cabritos de Cambridge Analytica? Pues muy sencillo. UNO, entraban en los perfiles de Facebook. DOS, elaboraban un perfil psicológico de cada usuario. TRES, cruzaban los datos con los del censo electoral. Y CUATRO, bombardeaban a los infelices, con mensajes y noticias falsas, para forzar el sentido de su voto.

Hicieron eso ¡OJO! con 50 millones de usuarios de Facebook. Influyeron decisivamente en el Brexit y en la elección de Trump. Es algo sencillo de entender, un doble algoritmo se dedicaba por un lado a confirmar las convicciones de los partidarios del Leave Europe, o de Trump, y por otro a desanimar a los votantes contrarios de ambos, sobre todo a los que evidenciaban un carácter débil o unas convicciones no muy arraigadas. No es difícil hacer esto. En general, sabemos que la derecha vota en bloque, mientras la izquierda siempre duda, titubea y acaba dividiéndose. Pues está demostrado que Cambridge Analytica tenía un algoritmo para inducir la abstención de la izquierda y otro para reforzar a las derechas. ¿Cómo se induce la abstención? Pues, por ejemplo, haciendo ver que no hace falta ir a votar, que el tema está ganado. El día de la votación del Brexit, miles de jóvenes se fueron sin haber votado, para coger sitio en el festival de rock de Glastonbury porque pensaron que el Remain ganaría por goleada. Y esto se completa con rumores insidiosos y falsas noticias, que la gente se traga y luego no se cree del todo el desmentido. Así que han de estar ustedes bien despiertos. Porque la cosa puede empezar aquí en cualquier momento. De hecho, ya ha empezado.

Ya saben que soy partidario de la señora Carmena (otro día explicaré en detalle por qué). No es algo interesado; a mí me quedan menos de dos años de vida laboral y mi mayor o menor felicidad en el trabajo está vinculada a la continuidad de mi jefa directa que, a su vez, no depende de que gane Carmena. Puede que siga siendo mi jefa, con unos o con otros, o que la cesen, con unos o con otros. Así que a mí ni me va ni me viene. Pero ya empiezo a abordar a la gente que conozco y que podemos situar en la órbita de la izquierda, con la siguiente pregunta: –Amigo, tú votarás a Carmena, ¿no? Y me encuentro con respuestas como estas. Ay, no, no, no, que yo soy ciclista radical y esta señora no ha hecho bastantes carriles bici y las bicicletas siguen siendo un 1% del total de desplazamientos en la ciudad. Ay, no, no, no, que yo soy remero y esta señora nos ha echado del río con su política de renaturalización. Ay, no, no, no, que yo soy de Podemos, del círculo del barrio X, y nosotros estamos con Iglesias. Ay, no, no, no, que yo soy contrario a la Operación Chamartín, y esta señora sólo la ha reducido a casi la mitad, en vez de anularla del todo. Ay, no, no, no, que yo soy vegano y esta señora se come unos filetes de puta madre.

Desde aquí les digo: váyanse todos a la puta mierda. Si eso me lo confían a mí sólo con preguntarles, seguro que esos mismos conceptos circulan ya obsesivamente en sus grupos de Whatsapp, en su nicho de tendencia. Ahora mismo, los poderes ocultos ya saben de qué pie cojea el ciclista, el remero, el del barrio X, el anti Chamartín y el vegano. Y basta un pequeño bombardeo de mensajes falsos, para que esos señores se abstengan, o voten a los anticapitalistas de Rommy Arce, que para el caso es como si se abstuvieran. Y ya han empezado las fake news sobre la señora Carmena. A mi ya me han llegado dos distintas, de dos personas que se las habían creído, reforzándose por ello en su intención de no votarla. UNA, que en la Operación Chamartín hay intereses que vinculan a su marido, el arquitecto Eduardo Leira. DOS, que ya tiene pactado un acuerdo con Ciudadanos para formar gobierno. Con perdón de los infectados por esas mierdas: hay que ser muy pánfilo para creerse semejantes infundios. Conozco a Eduardo Leira hace décadas y a sus hijos y sé de lo que hablo. Y lo de Ciudadanos es un auténtico delirio.

Este es sólo un primer apunte de lo que voy a ir desarrollando en el blog a lo largo de esta doble campaña electoral. Los algoritmos nos acechan. Tengan cuidado. Y recuerden: detrás de cada algoritmo hay una banda de cabrones con intereses político-económicos descomunales. Terminaré con una anécdota reciente que viene al caso. En Lille, me monté con mi hijo Lucas en una de las dos líneas de Metro que recorren toda el área metropolitana. Van a toda pastilla. Sin conductor. Le comenté a mi hijo: –Entonces, estos trenes los conduce un algoritmo ¿no? Me miró como se mira a un idiota: –Papá, estos trenes no los conduce un algoritmo, estos trenes los conduce un señor desde una sala de mando llena de pantallas, en las que va siguiendo todas las incidencias. Como el que maneja un dron. Si los gobernara un algoritmo, habría accidentes todos los días.

Creo que está muy claro. Aplíquense el cuento. Y sean buenos.

2 comentarios:

  1. Siguiendo su línea argumental, ¿quiere decir que esos algoritmos fantasmales se leen al dedillo todos los textos que usted publica para saber por dónde han de atacarle? Es un poco paranoide, ¿no cree?

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    1. Lo que me sorprende es que lo dude usted. Vamos a ver. Ese vídeo de B. Springsteen no estaba colgado hasta hace unos días. El mismo día que lo cuelgan en el Youtube, está página me manda el enlace a mi ordenador, en un recuadrito que sale sobreimpreso sobre lo que estoy viendo en ese momento. ¿Por qué? pues porque reúne varios de los componentes con los que seguramente tienen caracterizado mi perfil estético y psicológico: el Boss, el rock en directo bien filmado, el sentido positivo, el optimismo.
      Joder, si es blanco, en botella y tiene una etiqueta que reza "Clesa", usted me dirá lo que es.

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