domingo, 1 de noviembre de 2015

442. Catalanes: el mañana os pertenece

Qué cansino esto de hablar del prusés. No apetece nada en medio del griterío. Además, yo llevo más de tres años alertando de la que se nos venía encima. Empecé cuando apenas se hablaba del asunto y ahora resulta que todos los periódicos nacionales le dedican al tema sus crónicas, reportajes y editoriales. Ya saben que los medidores de audiencia de radio, allende las fronteras de esa Catalonia que se han inventado, caen en picado en cuanto se anuncia que se va a hablar del prusés. Yo ya he dicho casi todo lo que se puede decir de este lamentable asunto y me arriesgo a que este post no lo lea casi nadie, porque los secesionistas no suelen consultar mi blog; había uno hace tiempo, pero ha dejado de aportar sus comentarios, supongo que harto de su nulo efecto sobre mi línea de argumentos al respecto.

Si quieren saber cuál es esa línea, no tienen más que pinchar en la etiqueta “Nacionalismo” aquí a la derecha un poco más abajo. Les saldrán mis comentarios en orden temporal inverso. Debajo de todo, verán un link que dice “Entradas más antiguas”. Pues pinchando allí van volviendo hacia atrás, si es que quieren empezar por las primeras. Digo esto por si alguien entra por primera vez aquí, tal vez despistado por el equívoco título del post. Por resumir, yo tengo muy claro que el nacionalismo es una tendencia que va contra el sentido natural de la historia, que es el del mestizaje y la mezcla de culturas. En ese sentido el nacionalismo se sitúa en un rango ideológico que cabe calificar de retrógrado, conservador, de derechas, atávico y antiguo, que hunde sus raíces en el llamado romanticismo decimonónico del que nació y persigue la vuelta a la caverna, camuflada de arcadia primigenia en la que todos los problemas serán resueltos.

Cuando el nacionalismo se vuelve identitario y excluyente, se convierte en un virus, que abduce a los que se suman a su deriva, hasta extremos próximos a los de las sectas destructivas. El virus es alentado por políticos de perspectiva chata, que buscan sólo crearse un ámbito de poder desde el que poder mangonear a sus pueblos sin que nadie les estorbe. Para ello sacan del baúl de Pandora los sentimientos más racistas y xenófobos que, una vez esparcidos, son difíciles de recoger para ponerlos otra vez a buen recaudo. Ha sucedido ya muchas veces, no se trata de nada nuevo. Bélgica nació de una segregación de la gran Holanda (la que derrotó a Napoleón en Waterloo, conquistó Indonesia, Malasia y Sri Lanka y fundó Nueva York, con el nombre de Nueva Amsterdam). Polítiquillos mediocres forzaron la fisura entre los pueblos de la actual Holanda (protestantes) y los de la actual Bélgica (católicos). Aquí el hecho diferencial era la religión, no la lengua, pero los argumentos eran los mismos: Amsterdam nos roba, etc. El gran duque de Luxemburgo aprovechó el follón para independizarse también y desde entonces son lo que son: tres países enanos, con muy poca incidencia en el concierto de las naciones. 

Lo mismo sucedió en Yugoslavia, gran país de los tiempos de la Guerra Fría, fundador del Movimiento de los Países No Alineados, ahora desmenuzada en seis o siete países enanos. La interminable lista de los países que compiten en la Copa de Europa de Fútbol es altamente significativa de lo que digo. Esa es una de las consecuencias de ese virus: el poder político está cada vez más disgregado, al contrario del poder económico, que cada vez es más multinacional. La empresa del SS tiene un presupuesto anual superior al de muchos de estos estados minúsculos. Y los ciudadanos de esos estados están mucho más desprotegidos frente al poder económico que los de los países grandes, como se ha visto en Chipre, Eslovenia o los Países Bálticos, continuamente acosados por los prestamistas. Yo creo en los estados poderosos, con impuestos altos y servicios públicos eficientes. Me da igual que tengan una estructura centralista como Francia, o federal como Alemania y USA. Creo que un estado de estos puede defender mejor mis derechos.

Generalmente, los movimientos secesionistas prenden en las regiones más ricas de un país. Pero hay excepciones que demuestran el carácter vírico del fenómeno. Eslovaquia era la parte más pobre de Checoslovaquia. Pero se empeñaron en separarse, contra la opinión mayoritaria de los checos. Ahora presumen de un crecimiento del PIB mayor que el de sus antiguos compatriotas. Su objetivo es adelantarles un día, aunque eso queda aún bastante lejos. ¿Saben por qué Eslovaquia tiene hoy una de las tasas más altas de crecimiento del PIB en Europa? Pues porque eran un país rural y atrasado, en el que el mercado laboral tenía menos garantías que en ninguna parte. Eso hizo que muchas empresas, por ejemplo, del sector del automóvil, se deslocalizaran para trasladarse allí. En ningún lugar de Europa se pueden construir coches con menos costes laborales. Y un ejemplo aun más delirante que el catalán o el eslovaco es el de Chechenia. Un rincón de Rusia habitado por musulmanes concibe la locura de independizarse y se pone a la tarea a sangre y fuego. Cuánto dolor causado para nada.

Cataluña es en estos momentos un pueblo fracturado en dos mitades (me da igual que haya unas décimas de mayoría en un sentido o en otro). Esas dos mitades tienen objetivos irrenunciables que no son compatibles. De modo que el futuro le deparará una gran desilusión a la mitad que pierda. Ese es el gran logro del delincuente Pujol (auténtico lladre y artífice de la gran enganyifa) y su acólito Maese Artur. Para eso, tres años de prusés descuidando todo lo demás, no gobernando, empobreciendo a su tierra en una deriva que les tiene ahora sin poder ni pagar los medicamentos a las farmacias. Pero una de las características del virus es que, para lograr los objetivos, es lícito subvertir todos los valores; todo lo que sume vale, aunque sea éticamente impresentable. Adiós a la ética, a la moral, al sentido deportivo. La lista de trampas, mentiras, felonías y deslealtades de Maese Artur es interminable. Casi tan extensa como la de los millones robados por su mentor, el unurabla, ahora devenido en innumbrabla.

El punto clave sobre el que bascula la gran falacia montada es el hecho diferencial forzado, de hacer incompatible ser catalán y ser español. El resto de los mortales nos sentimos varias cosas a la vez sin mayores problemas: en mi caso, yo me siento a la vez coruñés, gallego, español, europeo, occidental y blanco. Muchos catalanes se sienten catalanes (obvio), pero también españoles. Pero eso ahora no mola, hay que buscar el enfrentamiento. Por eso cuando Maese Mas acude al Estadio y la gente se pone a pitar el himno español, sonríe con su risa del perro pulgoso: muy, bien, muy bien, vamos a la lucha, a las barricadas. Además del sentido ético, otra de las cosas que se pierden es el sentido del ridículo. Es difícil que los catalanes con un poco de sentido común (el proverbial seny) no se sientan concernidos por la coña que desprenden artículos como el de Enric González del pasado 17 de octubre, que pueden leer AQUÍ, a cuenta del proyecto político de las CUP, consistente en (sic) montar un pollo de la hostia. O el grandioso chiste de El Roto que les pongo abajo.



Hace tres años, cuando yo empecé a pronosticar lo que venía, muchos pensaron que deliraba. Pero el choque de trenes ha llegado. Como bien dictaminó Fernando Savater, sólo uno de los trenes circula en la dirección correcta. El otro es un tren que va a contramano, como los conductores suicidas de las autopistas. No creo que Rajoy sea capaz de frenar el asunto y tampoco veo mucho más capacitados a los demás. Esto sólo lo pueden arreglar los propios catalanes con sus votos. De ahí el título de este post. Vale, reconozcámosles el derecho a decidir. Y el derecho a equivocarse. Si no lo remedian, pueden cometer un error de dimensiones históricas. Pero, además del derecho a equivocarse, también tienen aún la oportunidad de acertar. No la desaprovechen, amigos catalanes. Les están engañando, entre otras cosas con el carácter pacífico y cívico del prusés. A este respecto, abajo les pongo el vídeo de una de las escenas más tremendas de la película Cabaret: Tomorrow belongs to me, el mañana me pertenece. A los alemanes también intentaban seducirlos en los primeros treinta con un movimiento pacífico y cívico. Cada vez que veo cualquiera de las escenografías que se montan cada dos por tres en los pollos independentistas, no puedo evitar acordarme de esta escena. Bona nit.




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