lunes, 5 de octubre de 2015

434. Pendientes de un hilo

Así es como les tengo, pendientes de un hilo, pero no sufran, que no los voy a dejar tirados. A una semana de irme a Hamburgo y con un cerro de cosas por hacer, aquí me tienen aprovechando un pequeño pliegue del tiempo para ponerlos al día. No se preocupen, hombre. Ya les he dicho que tengo intención de mantener el blog, aunque in a slower frequency. Esta semana es crítica, porque voy muy retrasado en la escritura de mi texto de 15 páginas sobre Madrid Río, y además he de elaborar un cuestionario de temas a plantear a los alemanes y una memoria convincente sobre esta aventura, para incorporarla a la petición (firmada por mi Director General) a Recursos Humanos para que me consideren los días 13 y 14 como jornadas de trabajo externo. Como también les he dicho, se trata de un test decisivo para confirmar si los tiempos han cambiado de verdad.

Durante el Trienio Negro felizmente finiquitado, una petición como esta habría acabado en la papelera. La carcelera nazi que nos controlaba el horario hubiera argumentado que nadie me había dado orden de ir a Hamburgo, que lo hacía yo como cosa mía. Eso es verdad. Pero no es menos cierto que no me voy a Hamburgo de vacaciones. Que he tenido una iniciativa de la que espero sacar unos determinados resultados que resulten útiles para la ciudad y el Ayuntamiento para los que trabajo. Resultados que tampoco puedo garantizar al cien por cien. Pero me pago yo el billete y la estancia de dos noches. Así que veremos si mi petición prospera. Desde la cúpula municipal se nos impulsa a tomar iniciativas, pero yo, hasta que no lo vea, no me creeré que me dan esos días como jornadas de trabajo fuera de la oficina. Recursos Humanos no es el nombre real de la unidad que tiene que concederme los días. Tampoco lo era Asuntos Internos, como llamaba yo a los de antes (mal rayo les parta).

El caso es que esos textos que he de escribir me ocupan los pequeños lapsus de tiempo libre que tengo a lo largo del día y que en este último mes usaba para escribir mis posts. Porque no se crean que mi peripecia laboral ha cambiado bruscamente de un día para otro. No, no. Ha sido un proceso gradual. En realidad fui yo el que cambié de actitud y empecé a preparar cosas por mi cuenta. Lo demás fue rodando. Cuando empecé a bailar bajo la lluvia, no tenía ninguna seguridad de que fuera a perder mi condición de funcionario menguante, de sujeto amortizado en trance de convertirse en invisible. Podría decir como James Brown: I knew that I would, pero no es cierto. Yo no supe que pasaría. Vale, tranquilos, que ya se lo pongo: I feel good, I knew that I would now.  


Además de escribir esos textos, resulta que me espera una semana marinera. Esta mañana me la he pasado entera fuera de la oficina, por lo que les cuento más abajo. El jueves he de recibir a una delegación del Ayuntamiento de Leiden, pequeña ciudad holandesa cuyos funcionarios quieren enterarse de todo lo concerniente a Madrid Río, en el contexto de la historia del urbanismo madrileño. Se lo contaré en inglés a primera hora en un local que me presta la Junta de Distrito de Arganzuela, desde la que saldremos luego a dar una vuelta en bicicleta por el parque. Es decir, toda la mañana ocupada. Y el viernes tengo a otra visita, esta vez de Helsinki. Por fortuna, estos vienen a la oficina de mi destierro y no seré el único orador, por lo que sólo me harán perder una hora.

Ya sé lo que están pensando. Que podría haber usado el fin de semana para escribir mis textos. Pero es que en el fin de semana tampoco he parado. El viernes me tuve que quedar en el curre hasta las cinco de la tarde para redondear horario (era último día de mes y, como les digo, aun no sé si esto lo controla Recursos Humanos o Asuntos Internos, y no conviene hacer probaturas antes de tiempo). A esa hora me fui a casa y bajé a correr. Después de ducharme y cenar, salí caminando hasta el antiguo Café Lyon, enfrente de Cibeles. Este lugar se llama ahora The James Joyce Irish Pub y presta su local para conciertos. A las 11 estaba programado el concierto del grupo Roma, que lidera mi colega Manolo Maestre, después de Jimmy Hendrix el mejor guitarrista que he visto nunca y no exagero. Este hombre ha tocado más de 20 años en grupos locales de heavy metal, antes de montar su propio grupo, que completan su mujer (cantante), bajo y batería. Hubo que esperar a que terminara el partido del mundial de rugby que daban por varias pantallas gigantes, para que pudieran empezar a tocar.

Total, que acabamos a la una y media. El sábado estaba reventado y resacoso, así que dediqué la mayor parte del día a leer, porque he de terminarme el libro de Murakami cuanto antes, para poder meterme con el primero del Club de Lectura, cuya rentrée tendrá lugar el próximo 20 de octubre. Y bajar a un bar a ver el partido del Dépor por la tarde. El domingo, fui al cine a ver Irrational Man, la última película de Woody Allen, que les recomiendo sin dudarlo, aunque reconozco que con este señor, igual que con Murakami, no soy una fuente muy imparcial. Allen es un genio y además un currante: cada año hace al menos una película. Algunas son peores. En mi opinión, ésta es de las buenas. Si les gustó Match Point, digamos que ésta explora la misma senda argumental, con un guión redondo en el que el más mínimo detalle acaba siendo trascendental, y con un Joaquin Phoenix extraordinario, como siempre.

Fui al cine a las 4 de la tarde, porque a las 7 había quedado en el Café Central con mi amigo Werner, compañero de aventura en Hamburgo, para centrar un poco los aspectos técnicos de lo que vamos a hacer por las tierras hanseáticas. Werner es el padre de este viaje (y yo la madre), que concebimos en otra reunión loca en la que terminamos cogiendo dos bicicletas del sistema público de la señora Botella, para volver a casa. Esta vez continuamos con medio chuletón en el Viña-P, en plena Plaza de Santa Ana, donde proseguimos nuestra tarea de cultivar ideas para esta aventura de resultado incierto. Eran las mil y monas cuando me despedí de él y enfilé la calle Huertas hasta mi casa, bajo una llovizna insidiosa, fenómeno climatológico al que saben que los coruñeses somos inmunes.

Y ya que hemos hablado de lluvia, esta mañana ha caído un chaparrón importante y ¿qué ha pasado? Pues lo previsible. Un atasco estratosférico. En esta ciudad, en cuanto caen cuatro gotas, los conductores se atocinan, les entra la cagueta y el tráfico se colapsa. Si los de La Coruña hicieran eso, la ciudad estaría todo el año atascada. Por fortuna, esta mañana he usado el transporte público y me he ido al trabajo en Metro. No lo he hecho por la lluvia, sino porque tenía que ir al Ministerio de Fomento para participar en la jornada inaugural del Mes Mundial de Hábitat, como flamante miembro del Comité Nacional en representación del Ayuntamiento. Esté Comité lleva más de 20 años funcionando y nunca había habido un representante formal de la ciudad de Madrid. Ya estaba el PP en el poder municipal cuando se creó. 

Así que, igual que en la Semana de la Movilidad se producen unos atascos gigantescos, hoy hemos brindado por el Día Mundial del Hábitat con un colapso urbano integral. Cosas de una ciudad completamente desfasada en política de movilidad. La jornada se acababa a mediodía, así que he cogido el 27 y me he ido a casa. Antes de comer, me he tomado una caña en El Brillante y se me ha ocurrido decirle a Álvarez que quería hacerme una foto con él, con el uniforme de camarero, para colgarla en el blog. Menuda bronca me ha echado. Pero bueno –decía–, a qué tanta foto y tanta mariconada. Hombre, como te vas a jubilar… ¿Quién lo ha dicho? Joder, Álvarez, tú mismo me lo dijiste, que te vas el 1 de noviembre. Pues de eso, nada: de aquí no me mueve nadie hasta las navidades y luego ya veremos. En fin, qué carácter tiene este hombre, oyes. Ya que no puedo cerrar este post con la foto que se merece, pues les pondré otra que no le va muy a la zaga. Corresponde a la sesión del Club de Lectura con Leonardo Padura, que entonces no sabía que unos meses más tarde sería galardonado con el premio Princesa de Asturias de las letras. El de la izquierda es otro ilustre: el gran Ronaldo Menéndez, sublime escritor cubano que dirige nuestro Club. Que duerman bien. Y no sean angustias. Esto sigue. Como decía mi padre: hasta que nos  muéramos.



7 comentarios:

  1. Querido amigo: la foto que nos prometes con Padura y Menendez está en blanco. Ya sabes, no estoy dispuesto a consentir fallos en este blog. A reponerla.
    Alfred.

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    1. Amigo, esto es como una tortura. Como no sé exactamente por qué pasa unas veces y por qué se arregla luego, pues no sé cómo arreglarlo. He hecho una maniobra de borrarla y volverla a subir. Ya me dices si ha funcionado. Luego tal vez no tenga tiempo de intentar más cosas. Gracias por tuayuda.

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    2. Lamento torturarte y dar el coñazo con este tema de la iconografía, yo sigo sin poder ver la foto y para más coña veo que en el siguiente comentario hacen referencia a ella y encima dice que es impresionante. No te preocupes, me conformaré con los textos. Gracias.

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    3. No se que ha ocurrido pero ya veo la foto. Cousas do demo. Que disfrutes en tus viajes y te cuenten los días como trabajados, pues es lo que son. Gracias de nuevo.

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    4. Amigo Alfred, esto de los sistemas informáticos es cosa de meigas. No dejes de avisarme cunado te pase esto con una de mis fotos. Intento encontrar una solución definitiva, para que ya no pase más, pero aun no he dado con ella. Un abrazo.

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  2. Impresionante la foto de la reunión de rabadanes, como decíamos hace años. Seguro que no desmereces demasiado de tus compañeros, aunque hayas derivado en bloguero. Felicidades. Y no dejes de escribir, en el blog o donde sea. Has parado cinco días y ya detecto yo una bajada de calidad correspondiente (es coña, por supuesto).

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    1. Gracias por tus elogios. Procuraré seguir regando el tiesto del blog, que tanto me divierte cultivar. Y lo de la bajada de calidad será coña para ti, pero yo lo estoy notando también.

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