miércoles, 26 de agosto de 2015

419. Hacer un Chapo

Está la situación mundial bastante complicada y ya no sabe uno qué pensar. En el mundo globalizado, resulta que estornuda el gigante chino y en todas partes se apresuran a decir Jesús, con resultado nulo, porque el asunto no se endereza. Supongo que ya saben por qué se le dice Jesús al que estornuda pero, para quien lo ignore, abajo se lo cuento. En la antigüedad, se desconocía la razón por la que una persona de pronto estornudaba, un movimiento reflejo inevitable, como el bostezo, que el ser humano hace desde el mismo momento en que nace. Cuando te viene un estornudo o un bostezo, no puedes hacer nada. Vean abajo lo que le pasó a un asistente al Congreso del Partido Comunista de China el año pasado. Como sus compañeros, tenía preparado su té de ginseng rojo chino, pero aun no se lo había tomado.










Tampoco se libra este soldado del ejército ruso



Pero volviendo al estornudo, a falta de mejores explicaciones, durante siglos se consideró que era un esfuerzo que hacía el alma del sujeto para echar fuera del cuerpo al diablo. Lo que pasa es que el diablo se apresuraba a entrar otra vez y por eso había que gritar enseguida JESÚS, para ahuyentarlo. Pues con el estornudo de la economía china, los esfuerzos de las demás potencias por decir JESÚS parecen estar resultando en vano. Lo del gran salto adelante de China es indudablemente una burbuja financiera, yo ya lo predíje hace tiempo. Y ahora parece que amaga con explotar. Por eso, sus dirigentes han intentado ya varios remedios, para tratar de desinflarla un poquito, tales como devaluar la moneda dos veces o bajar los tipos de interés. Lo malo es que estas maniobras afectan a los demás países, en especial los emergentes y la debilitada Europa, que parecía que ya empezaba a salir del atolladero.

Sigo siendo un ignorante en materia económica y por eso observo estas historias con cautela, consciente de no entenderlas por completo. De la misma forma, no sé si ustedes están mejor informados, pero yo no acabo de entender esto de la bajada del petróleo. Veamos. En 1973, el petróleo estaba bajando tanto como ahora. En ese momento, la OPEP se reunió y decidió reducir la producción para que los precios no siguieran desplomándose. Y Occidente se echó a temblar. Ahora es al revés. Ahora resulta que los americanos han encontrado una panacea: el sistema de fracking con el que sacan gas de las rocas, algo nunca visto, cercano a lo que pretendían los alquimistas. Con el gas que obtienen, ya no necesitan petróleo y están en camino de volverse autosuficientes en el sector energético. El nuevo sistema es contaminante y no se sabe cuáles son exactamente las consecuencias en el subsuelo, pero esto se la bufa a los yanquis, que llevan años haciendo negocio a costa de la salud del planeta.

Ante el descenso de la demanda, el precio del petróleo convencional empezó a bajar y la OPEP se reunió de urgencia (creo que fue a finales del año pasado). Los países más dependientes del crudo, como Venezuela, Nigeria o Ecuador pidieron desesperadamente aplicar la vieja receta: reducir la producción. Pero se encontraron con el veto del país más poderoso: Arabia Saudí. Que dice que, de reducir, nada. Venezuela está con el agua al cuello y otros países que no son de la OPEP, pero dependen también mucho del petróleo, como Noruega, observan alarmados la situación. En el fondo, todo esto es un combate de tahúres que juegan sus bazas, lanzan sus envites y amagan con faroles. En manos de quién estamos, virgensanta.

Porque la cosa tiene una explicación en clave de poker. Los árabes tienen la sartén por el mango. Sus reservas de crudo son muy grandes y pueden sobrevivir con precios bajos. Y su jugada es precisamente que los precios sigan bajando para desalentar la sobreproducción americana. Porque el fracking es un sistema mucho más caro que los procedimientos que se necesitan para sacar petróleo en el desierto, en donde casi pinchas con un palito y te sale el ansiado oro negro. Resumiendo: los países de la OPEP hicieron su jugada maestra en los setenta. Desde entonces, los yanquis se han escornado para encontrar un sistema que les permitiera deshacerse de ese dominio. Y por fin han creído encontrarlo en el fracking, con el que pensaban romper el mercado, al generar un mayor volumen de producción. Pero el sistema es caro y poco sostenible, por lo que lleva en su esencia su propia ruina. Si los precios siguen bajando, las primeras empresas en quebrar serán las del fracking. Los árabes sólo tienen que esperar y poner cara de poker. Eso es lo que están haciendo.

Por otro lado, estos mismos países árabes son los que financian a grupos islamistas, como el ISIS, inicialmente como medio de contrarrestar la presencia del Estado de Israel (¿alguien ha hecho una valoración de cuánto nos cuesta a Occidente el mantenimiento de ese estado, en medio de los países árabes?), aunque ahora el asunto se les está yendo de las manos y empiezan a verlo como un peligro potencial, también para ellos. Detrás de cualquier jugada hay políticos que son personas y que se mueven por lo de siempre: el poder, el dominio, el dinero. Cómo explicar si no la deriva imperialista del señor Putin que, de pronto, ha resucitado las ansias de grandeza de los zares y sueña con restaurar la gran Rusia del XIX. La guerra de Ucrania, le sirve a Putin para que los ciudadanos rusos se distraigan del desastre de país al que han llevado las políticas puestas en marcha tras la caída de la URSS.

Lo malo de las guerras como la de Ucrania es que se llevan por delante a la gente humilde que vive en el entorno del campo de batalla, porque los pudientes suelen tener los medios para largarse antes. En las guerras decimonónicas, la lucha se libraba en los frentes y la gran mayoría de las bajas correspondían a soldados. Pero eso cambió en la Primera Guerra Mundial (un tercio de bajas civiles) y sobre todo en la Segunda (dos tercios de bajas civiles). De ahí ya no se ha bajado, ni en Vietnam, ni en Yugoslavia, ni por supuesto ahora en Ucrania. Después de visitar Polonia y pulsar los terribles efectos de la pasada guerra, tan reciente en la mente de todos, pues me da mucha rabia lo que está sucediendo en Ucrania, en donde no hay visos de solución a corto plazo, como tampoco los hay en Siria, suponiendo que este hermoso país, que visité en 2006, siga existiendo.

En España vamos tirando, dentro de ese mínimo porcentaje del mundo donde se vive decentemente, aunque también nos acosan diversas amenazas a la estabilidad, como el órdago secesionista de Cataluña. Ya he contado aquí mis opiniones sobre la cantidad de guerras que se han originado a partir de la pulsión nacionalista. Tenía siempre como contramodelo el proceso por el que se escindieron la República Checa y Eslovaquia. En mi viaje reciente he pisado suelo eslovaco y hasta he probado la cerveza eslovaca, que tuve que pagar en euros y no en zlotis. Y he averiguado que, aunque la separación fue, como se dijo, de terciopelo, no es menos cierto que la vida en este pequeño país no ha sido un camino de rosas, como les contaré algún día. Los catalanes harían bien en informarse al respecto, antes de rifar su voto. Yo creo que, ahora mismo, los catalanes cuentan con la información necesaria para votar con seny (pronúnciese señ). En sus manos está mandar al señor Mas y su caterva de aprovechados al lugar que les corresponde en la Historia. Si no lo hacen, se merecerán todo lo que les pase. Y nos joderán a nosotros, pero menos que a sí mismos. Nosotros saldremos adelante. 

Contemplo este convulso panorama desde la silla de mi despacho, en donde sigue la calma chicha. Estoy tan aburrido como el congresista chino y el soldado ruso. Como esto no cambie, creo que el próximo invierno será el último para mí como ciudadano activo. Para cambiar mi decisión, alguien tendría que lanzar un anzuelo suficientemente goloso como para que yo pique. Para que pique y no me pique, como Piqué, antes de que todo se vaya a pique. Mientras tanto, mi sueño es hacer la del Chapo Guzmán. Abrir una trampilla aquí, junto a mi mesa, bajar a un túnel (con luz y aire acondicionado, por supuesto) y correr. Correr a todo lo que me den las piernas, huyendo de mí mismo, hasta llegar a un punto de salida a la luz y la libertad, muchos kilómetros más allá de mi actual circunstancia, cerca del horizonte, donde nadie pueda ya encontrarme. Les tendré al tanto. 

2 comentarios:

  1. Dos cosas. Volvió usted de Polonia proclamando a los cuatro vientos que se relajaría ante lo que usted mismo calificó de imposible: redondear los 12 posts. Ahora ya vemos que nos ha tomado el pelo como de costumbre. En cuanto lo dijo, se puso como un loco a escribir y ahora tenemos claro cuál era su intención.
    La otra. Las fotos son una faena. No sé si lo sabe usted, pero los bostezos son contagiosos. Ayer leí su texto en un rato de relax en la oficina y, en cuanto vi la foto del chino, me puse a bostezar como un poseído. Tuve que decir que había dormido muy mal. Tendría que poner una nota de advertencia de que este texto puede afectar a la salud y el rendimiento laboral del lector. Saludos.

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    1. Bueno, le agradezco que me considere tan astuto y burlón. La realidad es algo más prosaica. Llegué de Polonia al comienzo del fin de semana, escribí en mi casa que me parecía imposible llegar a los 12 posts, y era eso lo que creía. Incorporado al trabajo, me encontré con una situación de calma chicha agostí y ausencia de jefes. Otros años me hubiera puesto a estudiar cosas relacionadas con mi futuro trabajo, pero en este momento de cambio radical de todos los parámetros de mi contexto laboral, unido a la incertidumbre sobre dónde voy a acabar finalmente, pues empecé a escribir sobre el viaje, con la idea de evitar que mis recuerdos polacos no cayeran en el olvido. Luego, algunos de los textos se duplicaron, seguí cargando cosas y hace poco vi que era factible llegar a los 12 posts acostumbrados. Ahora mismo me faltan dos y, me creerán o no, pero no estoy seguro de conseguir escribirlos.
      Y ya que usted no se cree lo que acabo de contar, pues yo tampoco le doy demasiado crédito a su afirmación de que una foto de un bostezo le hace empezar a bostezar sin parar. Aunque, viendo la foto, tal vez sea cierto.
      Un abrazo, amigo.

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