martes, 18 de agosto de 2015

413. El antisemitismo dentro y fuera de Polonia

Bueno, todos los temas de mi blog se entrelazan inevitablemente y, abriendo el periódico, me entero del boicot al cantante norteamericano de rap-reggae Mathisyahu en un festival de este tipo de música que hace años se organiza en Benicassim. ¿El motivo? El tipo es de raza hebrea. Existe una organización que se llama BDS-País Valencià, que denunció la presencia de este señor en el festival y rápidamente se sumaron al boicot otras, como Pallasos en Rebeldía. Lo de Pallasos no es un error ortográfico, sino una muestra más de la obsesión de los nacionalistas de las distintas zonas de España por escribir los sustantivos de manera diferente para sentirse menos españoles (ya se ha hablado aquí de Pernando Barrena y de la diéresis de Raül Romeva).

Mathisyahu es una figura consolidada en el primer nivel del panorama musical internacional (hace tiempo que sigo su música, que me descubrieron mis hijos) y este incidente minúsculo no afectará a su carrera. Tampoco se beneficiará de la publicidad indirecta del escándalo. En cambio, estos valencianos de vía estrecha han hecho el ridículo internacional más absoluto y, en todos los medios musicales del mundo, han quedado como lo que son: unos paletos y unos intolerantes. En otras palabras: han hecho el pallaso. Sin embargo, el tema es más complejo. Para empezar, BDS-País Valencià es la sección local de una organización más amplia: BDS a secas (Boicot, Desinversión y Sanciones, dicen sus siglas). Este organismo, fundado por un palestino hace más de diez años, pretende el aislamiento internacional del régimen de Israel, por practicar una política racista y un verdadero apartheid en los territorios a su cargo. Se inspiran en el movimiento que desprestigió al régimen de los blancos en Sudáfrica, preludiando su caída.

A mí me parece muy bien cualquier iniciativa que vaya contra el racismo y la intolerancia en todas sus formas y creo que los palestinos están en su derecho de defenderse por todos los medios de la agresión que sufren por parte de Israel. Pero sería terrible que esa iniciativa (lícita, de entrada) se convirtiera en otro racismo de signo inverso. En el fondo, eso mismo es lo que ha pasado con los judíos: a fuerza de defenderse de la agresión universal que desembocó en el Holocausto, han generado un engendro llamado Estado de Israel, con componentes fascistas innegables. Es bueno que diferenciemos; estamos intentando discernir lo correcto de lo incorrecto, en términos éticos, tema complejo en el que las respuestas no son blancas o negras. Aquí me parece que es clave saber algo más sobre la personalidad de Matisyahu. Este hombre nació en Estados Unidos de familia judía y, de joven, fue un elemento laico, que soñaba con jugar en la liga profesional de hockey, peinaba rastas y amaba la música jamaicana, en la que empezó a introducirse.

Durante una excursión a las Montañas Rocosas, dice que tuvo una especie de revelación, y eso le hizo interesarse por sus ancestros judíos, viajar a Israel unas cuantas veces e iniciarse en el conocimiento de los textos sagrados y en su cultura de origen. Vestido en consonancia con esa nueva identidad, inició su carrera como músico de reggae y es obvio que su aspecto de rabino le ayudó a darse a conocer como alguien al menos original. Una vez conseguido el éxito, se ha afeitado y ahora aparece con un look más occidental. Abajo tienen un par de vídeos de ambas fases de su carrera. Pero lo fundamental es que las letras y el mensaje de sus canciones es pacifista e integrador, promueve el amor, el mestizaje y la unión de las razas y tiende puentes entre mundos enfrentados. Él se proclama como un artista apolítico. Exigirle a este señor que haga una declaración a favor del Estado Palestino, para dejarle cantar en Benicassim, es tan absurdo e injusto como si a los Pallasos, para actuar en Estados Unidos, se les pidiera previamente una declaración inequívoca de amor al Estado Español.



Matisyahu, aunque durante un tiempo haya jugado a disfrazarse de rabino, no es distinto de Woody Allen, Bob Dylan, Noa, o la propia Amy Winehouse, cuyo padre era y es judío practicante y cuya raza llevaba indeleblemente marcada en su nariz. A nadie se le ocurriría exigir a ninguno de estos artistas una declaración de amor a Palestina como condición previa para hacer su trabajo. Eso se llama antisemitismo y es un fenómeno de hondas raíces en el mundo occidental. En España, se expulsó a los judíos en tiempos de los Reyes Católicos, igual que en otros países europeos. El estigma del pueblo judío tiene origen en una falacia: ellos fueron los que crucificaron a Cristo (todo el mundo sabe que fueron los romanos). Esa especie fue propagada por la jerarquía cristiana de los primeros años, ante la resistencia de los judíos a convertirse.

En mi reciente viaje he hablado del tema con mis amigos polacos y he descubierto que el antisemitismo en su país es un fenómeno antiguo y arraigado, anterior a los nazis y en absoluto desaparecido. Expulsados de todas partes, en la Edad Media los judíos se establecieron por los países de Centroeuropa, con determinadas restricciones: no podían ingresar en el Ejército ni en la Administración Pública, ni ser propietarios de tierras. A menos que se convirtieran. Eran vistos como diferentes y habían de radicarse en pueblos diferenciados o en barrios específicos de las ciudades. Desde siempre se les miró como distintos y ellos mismos se defendieron con prácticas endogámicas y manteniendo su lengua y sus tradiciones, lo que que agravaba el problema. Sin embargo, de forma lógica, en las ciudades empezaron a mezclarse con los cristianos, mientras en el campo continuaban aislados.

Con la llegada de las revoluciones (con la francesa en cabeza) y las nuevas constituciones que consagraban la igualdad de todos los ciudadanos, los judíos rompieron las viejas restricciones y empezaron a competir por los puestos de relevancia, lo que exacerbó el sentimiento racista: estos piojosos vienen a quitarnos el sustento a los católicos de toda la vida. En el período de entreguerras se extendió la teoría de que los judíos habían tenido la culpa de la Gran Guerra, para destruir Europa y quedarse con ella en el futuro. Eso llevó al poder a Hitler y otros (no olvidemos que los nazis accedieron al poder ganando unas elecciones libres, a las que se presentaron con el antisemitismo como base ideológica). Yo no sé qué tienen los judíos para generar semejantes odios. Por si no lo recuerdan, Franco hacía culpable de todos los males al contubernio judeo-masónico. En Rusia fue donde surgieron los llamados pogromos, un entretenimiento como las cacerías de otros lugares. Y en países africanos como Uganda o Etiopía, los judíos han sido perseguidos y expulsados en tiempos muy recientes.

En Polonia, los judíos fueron bien acogidos (como los vietnamitas ahora), y durante siglos se les respetó, aunque se les mantuvo aparte. Desde la fundación del Reino en 1025, hasta el siglo XVII, no tuvieron mayores problemas, hasta el punto que a Polonia se la consideraba el paraíso judío. Fue después cuando brotó la intolerancia. Uno de mis amigos cuenta que su abuela solía decir que no había que mezclarse con esa gentuza (piensen ustedes qué les diría cualquiera de sus familiares mayores sobre los gitanos). Lo cierto es que, en 1939, la colonia judía de Polonia era la más numerosa de Europa, cercana a los 3,5 millones. Tras la Guerra Mundial, quedaron unos 35.000, (otros 100.000 pudieron emigrar al nuevo Israel) lo que da una idea de la magnitud del Holocausto. Pero esto entra de lleno en el tema del Horror, al que, después de visitar Auschwitz, quiero dedicarle un capítulo específico de esta serie. He de decirles que el número de muertos polacos en la guerra (judíos o no judíos) es de 6 millones, la cuarta cifra de bajas, tras las de Rusia (27 millones), China (15 millones) y Alemania (cerca de 10).

A Polonia la “liberaron” (hagan el gesto de las comillas) los soviéticos e, inmediatamente, se estableció un régimen afín a Rusia que se puso manos a la obra a reconstruir el país. ¿Creen ustedes que en ese contexto de horror y destrucción recientes se acabó la animadversión a los judíos? Pues no. En 1946 tuvo lugar un nuevo pogromo antijudío con víctimas en Kielce (40 muertos). La población judío-polaca se había reducido a un 1%, pero no era bastante. Había que darles más leña. Más tarde, en 1968, los países del Pacto de Varsovia se alinearon con el frente árabe en la Guerra de los Seis Días, y eso generó una nueva campaña antijudía en Polonia, dirigida desde el Estado (hace cuatro días de esto). Los judíos fueron expulsados del Partido Comunista (el único legal), de las universidades y de los principales organismos con peso en el país. Cuando llegó la democracia a Polonia en 1989, quedaban apenas 5.000 judíos, la mayoría ocultando su origen. Pero la historia de la Polonia soviética se merece también otro texto específico. Desde 1989, la población judía en Polonia está aumentado de forma notoria, siendo uno de los pocos países en que esto sucede.

Así que la moraleja es obvia. No se equivoquen: lo que hay que condenar sin reservas es el racismo y la intolerancia en todas sus formas, tanto si es projudío como antijudío o de cualquier otro signo. Si no tienen esto claro, corren el riesgo de hacer el pallaso. Y recuerden también que este tipo de actitudes son las que luego conducen al desencadenamiento de El Horror. No se pierdan el post siguiente. 

4 comentarios:

  1. Al final, parece que el sentido común se ha impuesto con Matisyahu, que vuelve a estar en el programa del Rototom. Hasta le han pedido disculpas y todo.

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    1. No creas que esto se ha terminado. Primero, en este mundo mercantilista en que nos movemos, el sentido común no es el primer motivo por el que se producen decisiones como esta. Hay uno mucho más decisivo: el dinero. El Festival Rototom Sunplash es un negocio, cuyo interés es ganar dinero y seguir creciendo. Un simple cálculo les habrá aportado datos incontestables. Si traen a Matisyahu, una figura de primer nivel internacional, esto atraerá a público de todas partes. Si yo no estuviera tan viejo, a lo mejor hasta me animaba a coger el coche para ir a ver su actuación. En cambio, si mantienen el veto, perderían ese dinero, a cambio de recuperar la actuación de Pallasos en Rebeldía y otras mediocridades a los que seguramente sólo irán a ver sus parientes y amigos. El resto es manipulación informativa y excusas para quedar bien.
      Por otro lado, si yo fuera Matisyahu, ya no aceptaría la invitación. Este tipo de paletos nacionalistas tienen muy mal perder, seguro que van a ir a reventar su actuación, ya están preparando el terreno con artículos en los que han rastreado todas sus letras en busca de mensajes antipalestinos e incitaciones a la violencia. En eldiario.es encontrarás un artículo en ese sentido. Un medio, por cierto, que hizo cuerpo con el señor Zapata defendiendo su derecho a hacer chistes sobre el Holocausto e Irene Villa. Tampoco sé si si la organización del festival está en condiciones de garantizar las condiciones de tranquilidad que requiere un cantante como él.

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    2. Bueno, pues parece que al final no llegó la sangre al río. El tipo le echó valor, vino, cantó y gritó muy alto: PAZ. Bien está lo que bien acaba.

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    3. Desde luego que le echó valor. Yo en su lugar no hubiera venido. Desde luego fue la mejor solución de este extraño asunto. A mí lo que no deja nunca de sorprenderme es que haya nacionalistas que se crean de izquierdas. Para mí, nacionalismo y fascismo son términos cada vez más cercanos.

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